Capítulo 3 : Susurros en la noche
« La locura a menudo es un gran arte »
Salvador Dalí
Susurros en la noche
La noche había caído sobre la Academia de Arte, y el campus estaba iluminado por un suave resplandor que provenía de las farolas. Lucas, Valentina, Mateo y Sofía se habían separado después de su tarde en la cafetería, pero la energía que compartieron aún vibraba en el aire. Lucas no podía dejar de pensar en Valentina; su risa, su entusiasmo por el arte y la forma en que sus ojos brillaban cuando hablaba.
Decidido a no dejar pasar la oportunidad, Lucas envió un mensaje a Valentina, sugiriendo que se encontraran en el jardín trasero de la academia, un lugar apartado y acogedor, donde las sombras de los árboles danzaban con la luz de la luna. Ella respondió rápidamente, diciendo que le encantaría.
Cuando Lucas llegó al jardín, el aroma de las flores nocturnas lo envolvió. La brisa suave acariciaba su piel mientras esperaba. Su corazón latía con anticipación. Sabía que esta noche podría ser diferente.
Valentina apareció poco después, vestida con una blusa ligera que dejaba entrever su figura esbelta y unos pantalones que acentuaban sus curvas. Su cabello caía en suaves ondas sobre sus hombros, y su sonrisa iluminó el espacio a su alrededor.
—Hola —dijo ella, acercándose con un brillo travieso en sus ojos—. Este lugar es hermoso por la noche.
—Sí, es uno de mis lugares favoritos —respondió Lucas, sintiendo cómo su pulso se aceleraba al verla tan cerca.
Se sentaron en un banco de madera, y la conversación fluyó con naturalidad al principio, hablando sobre sus sueños artísticos y las exposiciones que deseaban visitar. Pero pronto, el ambiente se volvió más íntimo. El silencio se llenó de una tensión palpable, y Lucas sintió que era el momento de acercarse más a ella.
—Valentina —dijo, su voz suave—, hay algo que quiero decirte.
Ella lo miró fijamente, su expresión seria pero curiosa.
—¿Qué es? —preguntó, inclinándose ligeramente hacia él.
Lucas tomó una respiración profunda.
—Me gustas. Me gustas mucho más de lo que debería. Cada vez que estoy contigo, siento que hay una conexión especial entre nosotros.
Valentina sonrió, y su rostro se iluminó con una mezcla de sorpresa y alegría.
—Yo también siento lo mismo —admitió ella, acercándose un poco más—. Desde que te conocí en clase, he sentido que hay algo entre nosotros.
La tensión en el aire se volvió eléctrica. Lucas no pudo resistir la tentación; se inclinó hacia ella y sus labios se encontraron en un beso suave pero lleno de promesas. Al principio fue tímido, como si ambos estuvieran explorando un territorio desconocido. Pero pronto, la chispa creció y el beso se volvió más apasionado.
Valentina respondió con fervor, sus manos se deslizaron por el cuello de Lucas mientras él la atraía más cerca. El mundo a su alrededor se desvaneció; todo lo que importaba era el calor de sus cuerpos y la conexión que estaban compartiendo.
Lucas sintió cómo su corazón latía con fuerza mientras exploraba la suavidad de sus labios. Sus manos comenzaron a recorrer la espalda de Valentina, sintiendo la textura de su blusa bajo sus dedos. Ella suspiró suavemente contra su boca, lo que hizo que un escalofrío recorriera su columna vertebral.
—No puedo creer que esto esté sucediendo —murmuró Valentina entre besos, sus ojos brillando con deseo.
—Yo tampoco —respondió Lucas, sintiendo cómo cada palabra se convertía en una promesa silenciosa.
A medida que el beso se profundizaba, Lucas sintió una oleada de deseo recorrerlo. Se separó un momento para mirarla a los ojos, buscando su consentimiento. Valentina lo miró intensamente, como si supiera exactamente lo que él estaba pensando.
Sin romper el contacto visual, Lucas llevó una mano a su rostro, acariciando suavemente su mejilla antes de deslizarse hacia su cuello. Valentina cerró los ojos al sentir su toque delicado. Era un momento cargado de pasión y vulnerabilidad.
Lucas se inclinó nuevamente hacia ella, sus labios encontrándose en un beso ardiente. La química entre ellos era innegable; cada roce provocaba chispas en su piel. Valentina se dejó llevar por el momento, sus manos explorando el torso de Lucas mientras él la mantenía cerca.
El jardín estaba envuelto en sombras y susurros, creando un refugio perfecto para su encuentro clandestino. Lucas comenzó a deslizar sus manos por la cintura de Valentina, sintiendo cómo ella se arqueaba hacia él, buscando más cercanía.
—¿Te gustaría…? —preguntó Lucas con voz temblorosa—. No quiero apresurarte, pero…
Valentina lo interrumpió con un beso profundo, como si estuviera respondiendo a su pregunta sin necesidad de palabras.
—Sí —susurró ella entre los besos—. Quiero estar contigo.
Esa afirmación encendió algo dentro de Lucas. Con cuidado pero con determinación, comenzó a explorar más allá de los límites del beso. Sus manos viajaron desde la cintura de Valentina hasta sus caderas, sintiendo la suavidad de su piel bajo la tela ligera de su blusa.
Cada toque era como una chispa encendida; Valentina respondió al roce con pequeños gemidos que llenaban el aire nocturno. Lucas sintió cómo su deseo crecía al escuchar esos sonidos, alimentando la llama entre ellos.
Con un movimiento suave pero decidido, Lucas llevó a Valentina a la profundidad del jardín, donde los árboles proporcionaban una mayor privacidad. Allí, bajo el manto estrellado del cielo nocturno, se detuvieron momentáneamente para mirarse a los ojos.
—Eres increíble —dijo Lucas en un susurro sincero.
Valentina sonrió con timidez pero también con confianza.
—Y tú también lo eres —respondió ella antes de volver a acercarse para besarlo.
Mientras sus labios se encontraban nuevamente, Lucas sintió cómo la pasión crecía entre ellos. Se abrazaron con fuerza mientras sus cuerpos se movían al compás de sus corazones acelerados. La química era innegable; cada roce hacía que sus cuerpos ardieran con deseo.
Lucas se atrevió a deslizar sus manos bajo la blusa de Valentina, sintiendo la calidez de su piel contra sus dedos. Ella inhaló profundamente al sentirlo; la sensación era electrizante y liberadora al mismo tiempo.
Valentina tomó la iniciativa y comenzó a desabrochar lentamente los botones de la camisa de Lucas, revelando su piel bronceada. La emoción creció entre ellos mientras sus manos exploraban sin prisa cada rincón del cuerpo del otro.
En ese momento mágico y atemporal, todo lo demás desapareció; solo existían ellos dos y el deseo palpable que compartían. La luna brillaba sobre ellos como testigo silencioso de su conexión intensa y apasionada.
Los besos se volvieron más urgentes mientras ambos se dejaban llevar por el momento. El jardín se convirtió en su refugio secreto donde podían ser libres y explorar cada parte del deseo que había estado creciendo entre ellos desde el primer día.
La noche avanzaba mientras los murmullos del viento entre las hojas creaban una melodía suave para acompañar sus caricias y susurros. En ese rincón apartado del mundo, Lucas y Valentina descubrieron no solo el deseo físico sino también una conexión emocional profunda que prometía ser solo el comienzo de algo extraordinario.
Con cada beso robado y cada toque atrevido, supieron que estaban tejiendo una historia única en un lienzo lleno de pasión y arte; una historia que apenas comenzaba a escribirse bajo las estrellas brillantes del cielo nocturno.
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