Capítulo 80.- La heredera (Parte 1)

En la fiesta.

— No te entiendo —le dijo Momo a Sana. Las dos estaban en la barra esperando a que le trajeran sus bebidas.

— ¿Qué cosa no entiendes? —preguntó de mal humor— Vienes a esta fiesta para castigar al bomboncito y te la pasas mirando a la entrada esperando a que Tzuyu llegue a buscarte —Demasiado obvia la rubia.

Sana no se atrevió a contradecirla, sencillamente apoyó los codos en la barra y puso su cabeza entre sus brazos— ¿Por qué carajo no puede pedirme perdón? ¿Por qué no puede ser sometida como tú y venir arrodillada rogando que la perdone? —estaba enojada.

— ¡OYE! —Momo no iba a aceptarlo— No me arrodillé— pero casi —La desesperación de la rubia le hizo saber que no estaba para bromas— Sanake, escucha —Le acarició la espalda— el bomboncito es así. Cuando le dijiste que ibas a salir sin ella, le tocaste la fibra de los celos, y lo sabes bien —la rubia sabía.

— Lo se Moguri, lo sé —se compuso para recibir la copa de vino blanco que le acercaba el barman— pero realmente pensé que después de la primera noche no iba a aguantar, que iba perdón y todo lo demás. La extraño, la quiero acá conmigo —ambas volvían caminando hacia el lugar que había elegido Jihyo para bailar, procurando no chocar con la gente que bailaba alrededor de ellas.

— Toma tu tequila amor —Momo le daba la bebida a su esposa.

— ¿Crees que puede llegar a venir? — Jihyo le consultaba a su amiga que estaba mirando de vuelta hacia la entrada

Sana se encogió de hombros— Probablemente está viendo la forma de esconder más maldita pornografía dentro de algún lugar raro como... no se —tomó de su copa— como las pesas del gimnasio o algún estúpido lugar que yo no frecuento seguido... ¡Dios! ¡Detesto a la maldita Jesica Larsson! —Sana se estaba descargando— ¡Detesto a cualquier mujer con la que mi esposa quiera acostarse que no sea yo! —seguía Es más... Brindo por ya no ser deseada por mi mujer —Sana levantó la copa haciendo que Jihyo y Momo se miraran.

— ¡Demonios! Alguien chocaba con Mina haciendo que tirara su vino blanco al piso ¿Acaso no miras...? —Una cara conocida para la rubia— ¿Doctor? —una de las pesadillas de Tzuyu aparecía en la fiesta.

— ¡Sana! ¡Lo siento! —la reconoció— No te vi, disculpame —secaba a la rubia con su mano aprovechando a tocarla. El hombre miró para todos lados— No veo a tu esposa por aquí —le dijo, parecía contento.

— No vino conmigo —Sana no pudo evitar pensar que a Tzuyu no le gustaría nada ver a este tipo con ella.

— ¿Te dejo sola? ¿A ti? ¡Que locura! ¿Acaso no sabe qué clase de mujer tiene a su lado? —empezaba el coqueteo descarado. La fotógrafa no pudo evitar sentir ganas de golpear al doctor por atreverse a hablar de su mujer.

— Creo que voy a volver con mis amigas —Sana estaba incomoda— Nos vemos luego —Quiso irse, pero una mano en su brazo la detuvo.

— Solo baila conmigo una sola canción — la rubia quería negarse— por favor —después de todo solo era un baile ¿cierto? La fotógrafa volvió a mirar a la entrada. No había señales de esposa.

Pues si Tzuyu se divierte sin ella, Sana no podía ser menos, le dio la mano al doctor— Un baile no se le niega a nadie —Le dijo y se dejó guiar al centro de la pista.

— Esto no le va a gustar nada a Chewy —Jihyo bailaba con su esposa y seguía de cerca a Sana— Esperemos que no se entere —Momo pensaba igual que su mujer.

En la puerta del departamento de Yuri.

— Por favor déjeme pasar —Hye-won le rogaba al portero— Solo quiero hablar un minuto con ella, por favor... por favor... por favor —insistía— Usted me conoce, he venido cientos de veces...Yuri es mi novia por el amor de Dios —se estaba desesperando.

— Lo siento jovencita —le decía el hombre mayor— La señorita Yuri prohibió expresamente su entrada — agregó— ¿Por qué no prueba hablarle por el interphone? —preguntó el señor apiadándose de la cara de la chica.

Hye-won giró los ojos— ¿Cree que no lo he intentado? —desde que llegó al edificio había estado apretando el maldito botón, pero cada vez que Lia escuchaba su voz, sencillamente parecía que el aparato se desconectaba— Ni siquiera me atiende el condenado interphone —dijo.

— Tal vez no esté —como se nota que Yuri era parte de las personas que le pagaba su sueldo, no paraba de defenderla.

Un chico y una chica con cara conocida para Ryujin se acercaban al portero— Un cemento... yo los conozco... —las caras le eran familiares, y precisamente llamaban al departamento de su novia, o al menos ella seguía creyendo que lo eran.

— Hola —la voz de Yuri salía del interphone.

— Somos Sophie y Richard —Anunció la chica.

— Pasen —un ruido salía de la puerta haciendo pasar a los chicos.

Las ideas empezaban a surgir en la cabeza del perezosito— Esta bien —le dijo al hombre— voy a intentarlo de nuevo —caminó al interphone y tocó el timbre del departamento.

— ¿Quién es? —¡Demonios! Tendría que haber pensado un nombre antes de tocar.

— Eeeee...

— ¿Quién? Lo siento, no entendí —Yuri pensó que le habían dicho algo.

— Eee... Hermione... —dijo insegura— Hermione Granger —Agregó lamentándose de ser tan obvia.

— Sé que tu libro favorito es Harry Potter Hye-won —le dijo su chica a través del interphone.

— Yuri, por favor, quiero hablar contigo... por favor... tienes que perdonarme...

— Vete a tu casa Hye-won... estoy ocupada —La voz no sonaba muy divertida.

— Es solo un segundo —insistió— no tienes que dejarme subir, puedes bajar tu si quieres... por favor Yuri... por favor —pidió

— Estoy con gente —No daba el brazo a torcer.

— ¡Demonios Yuri! ¿Qué carajo tengo que hacer para poder hablar contigo? — esa actitud no la iba a ayudar— Yuri... Yuri —Volvió a tocar el timbre— ¡YURI! —ya nadie respondía— ¡CARAJO! —dio un golpe en la puerta para luego apoyar su espalada en ella y sentarse. No se iba a dar por vencida, si era necesario iba a pasar toda la noche allí.

— Espero que a mami Tzu le esté yendo un poco mejor —pensó para sí misma.

En la entrada de la fiesta.

— ¿A CASO NO SABES QUIEN SOY YO? —El pedido del perezosito no se cumplía, una morena alterada peleaba con uno de los guardaespaldas de la fiesta que custodiaba la puerta— SOY CHOU TZUYU...Y MI ESPOSA ESTA EN ESTA MALDITA FIESTA —decía.

— Se quién es usted —la calmó el tipo— Pero, aunque fuera el mismísimo presidente, no puedo dejarla pasar si no está en la lista —para eso le pagaban— Además con ese atuendo —Tzuyu no había frenado para cambiarse, seguía con su ropa de entrenamiento— vestida así no creo que pueda pasar tampoco — aseguró el guardia.

— ¿Cuánto quieres? —Tzuyu se acercaba a él y le susurraba, un soborno siempre solucionaba la cosa— Dímelo —insistió— ¿Cuánto quieres? Puedo pagarte el doble de lo que cobras por estar aquí —estaba dispuesta a cualquier cosa.

— Ahora está buscando que llame a la policía —le dijo el hombre musculoso.

— Escucha —empleó otra estrategia poniéndole una mano en la espalda— Necesito recuperar a mi mujer ¿SI? y para eso necesito que me dejes entrar —agregó.

— Me encantaría poder ayudarla... soy un gran admirador suyo —Tzuyu pensó que tenía esto en el bolsillo— Pero no puedo arriesgarme a perder mi trabajo —tenía razón. La morena respiró hondo pensando algún otro tipo de solución.

— ¿Tzuyu? —una voz llegaba a salvarla tal vez.

— ¿Dahyun? —La morena pudo identificar a la actual entrenadora de porristas de su equipo y del masculino— ¿Cómo estás? —preguntó amablemente.

— Pues yo muy bien, pero tu pareces estar pasándola mal —señaló al guardia— ¿Algún problema? —Por el look de Tzuyu no parecía muy preparada para la fiesta.

Tzuyu miró mal al hombre— Pues si — dijo— Como ves, no me dejan pasar —contó— Sólo quiero hablar con Sana y listo —Dijo.

— Pero eso no es problema —era la voz salvadora sin duda— Mi mejor amiga organizó esta fiesta, la llamo y hago que pases, dame un minuto —Gracias a Dios por las porristas.



Mientras tanto en la puerta del departamento de Yuri.

— ¡Auch! —la cabeza de la joven había dado contra el piso— ¡Qué demonios! — sin darse cuenta, y sin saber porque la puerta se había abierto. Hye-won miraba a todos lados buscando al culpable. No tuvo que buscar mucho porque el portero se le acercaba sonriendo.

— Escucha —Le dijo el hombre— Espero que, si la señorita Yuri hace que me despidan, me ayudes a encontrar trabajo —le dijo el hombre guiñándole un ojo.

— ¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias! —Hye-won abrazaba al hombre de la alegría.

— No pierdas tiempo y ve por tu chica — la alentó el hombre— No te olvides que yo no vi nada —distraído se iba caminando para la otra punta.

Hye-won no perdió tiempo y subió las escaleras de dos en dos. Esta vez no se le iba a escapar.

En la fiesta.

— ¿Estás bien? —Tzuyu entraba al lugar con la compañía de Soojin. El cuello de la deportista iba de un lado al otro buscando a su esposa— ¡TZUYU! —insistió la ex porrista captando la atención de la morena.

— Disculpa Soojin... es sólo que... quiero encontrar a Sana cuanto antes —Le dijo.

— Voy a buscar algo de tomar —Dijo Soojin.

Tzuyu asintió sin parar de buscar entre la gente hasta que algo llamó su atención— ¡Momo! ¡Jihyo! —vio a la pareja bailando cerca de ellas. Ambas se dieron vuelta y apenas vieron a Tzuyu sus caras se desfiguraron sincronizada mente.

Tzuyu caminó desganada hacia ellas, atravesando el gentío. Avanzó con temor, la cara de sus amigas no podía significar nada bueno. Apenas alcanzó a la pareja, y antes de poder preguntarles sobre su esposa, enseguida supo que su recelo no era infundado. A metros de ellas estaban Sana y el doctor ese bailando como si nada. Sana usaba su sonrisa, que le pertenecía a Tzuyu y se la regalaba a ese tipejo como si nada. De vez en cuando el doctor se le acercaba al oído para decirle algo y Sana escuchaba atentamente. Aun así, Tzuyu no pudo dejar de admirar lo hermosa que estaba su mujer con ese vestido y lo perfectos y sensuales que eran sus movimientos al bailar. Un mechón de cabello se le había soltado del peinado y caía rebeldemente sobre la cara de la rubia. La deportista rezó porque el hombre no fuera el que se lo arreglara.

— Tzuyu —Momo se le acercó— Te pido que te quedes tranquila —La conocía a la perfección. Más de una vez la vio golpear paredes por los celos que le ocasionaba ver a su rubia con otras personas.

— Estoy temblando —le confesó la morena. Momo vio los puños apretados de la chica.

— Quédate con nosotras Chewy —apareció Jihyo— por favor —no quería problemas entre sus amigas.

— No puedo creer que me esté pasando esto otra vez... ¡Detesto a ese tipo!—La ira la iba consumiendo.

— ¡TZUYU! —Soojin se acercaba con una botella de coca cola light entre sus manos.

Sana giró la cabeza hacia donde había escuchado el nombre de su mujer y la descubrió recibiendo la gaseosa de las manos de la entrenadora de porristas. Su mujer estaba siendo atendida por otra que no era ella. SU mujer. Sus miradas se tocaron, se encadenaron, se entrelazaron. En el poco espacio que las separaba, lleno de personas, de ruidos, de luces, ellas eran conscientes de la presencia de la otra, como si lo demás se hubiera desintegrado, como si la fiesta se hubiera vaciado.

Cuando pasó el segundo de aturdimiento y Tzuyu volvió a prestarle atención al cuerpo de Sana moviéndose cerca del doctor, la morena volvió su rostro al de Yooa que en ese momento trataba de decirle algo, incluso se rio de uno que otro comentario que hizo la mujer. Tzuyu se empeñó en que su exterior no mostrara la locura que le ocasionaba ver a su mujer bailando con ese tipo. "¿Qué demonios haces con el Sana? ¿Por qué carajo dejas que te agarre la mano, mi mano?" Pensó la deportista. Tzuyu se mantuvo quieta en el lugar, en tensión, sus puños estaban más apretados que nunca.

La indiferencia de la morena hizo que Sana casi perdiera la respiración. Sintió una puntada en el estómago, como si alguien le hubiera pegado, en nada ayudaba que la mujer que llevaba años tratando de tirarse a su esposa, estuviera susurrándole cosas al oído. Unas manos se posaron sobre sus hombros exigiéndole que volviese. La familiaridad del rostro del doctor la ayudó a recomponerse.

— ¿Estás bien? —Le preguntó el doctor.

Sana asintió— ¿Quieres que nos vayamos a sentar? —le preguntó aun no percatándose de la presencia de Tzuyu.

La rubia volvió a ver como Tzuyu se reía de algún comentario estúpido de la ex porrista y aceptó el ofrecimiento del doctor. Cuando quiso darse cuenta, el doctor la agarraba de la mano y la guiaba entre la gente.

Tzuyu no conseguía entender ni una sola palabra de las que estaba diciendo Soojin, lo único que quería era mandar a la chica al demonio, acercarse al doctorcito, darle un buen golpe y llevarse a su mujer. Quería sostenerla, besarla, olerla.... Necesitaba disfrutar de los labios de Sana sobre los suyos, necesitaba la piel de su mujer sobre la de ella... urgente.

Un movimiento del doctor la alertó de que el tipejo iba a aprovechar el momento. Tzuyu estaba segura que podía oler las ganas que el hombre le tenía a su mujer, cuando vio como le agarraba la mano a la rubia para llevársela, corrió a Soojin y no les hizo caso a los intentos de frenarla de sus amigas. Caminó rápidamente hasta Sana sin detenerse. Cruzó el lugar como una flecha. Momo y Jihyo la seguían con la mirada.

— Espera... Necesito volver... —Sana frenó al doctor, sabía que esto le iba a hacer daño a su mujer— Necesito volver... —una voz más que conocida la frenó.

— Sana —era Tzuyu.

La fotógrafa se dio vuelta para encontrarse con la mirada de Tzuyu. A pesar de su corta estatura, la deportista se veía intimidantemente enorme. Sana la conocía enfurecida y en cierta forma le tenía miedo cuando sus párpados le celaban los ojos, el entrecejo se le arrugaba y las fosas nasales le palpitaban. La rubia se quedó quieta mirándola. La estudió sin darse cuenta, de la cabeza a los pies. A pesar de estar rodeadas de muchas personas vestidas de fiesta, a Sana nada le parecía más excitante que ver a su mujer en su ropa deportiva. El corto y suelto short que dejaba ver sus esculturales piernas y la musculosa negra ajustada que le destacaba sus marcados brazos. Las piernas de Sana temblaban ante la visión de los tatuajes de su mujer, ni hablar de que su mente empezaba a recitar el tatuaje que ella misma había hecho poner en la espalda de su chica.

— Ven un momento —Le ordenó Tzuyu— Quiero hablar contigo —insistió.

— ¿Por qué? —La testarudez de Sana hablaba por ella. A la rubia le dio vergüenza hacer esa pregunta.

Debido a que Sana no reaccionaba, Tzuyu la agarró del brazo y tiró de ella haciendo que Mina protestara

— No creo que Sana quiera ir contigo —se metió el doctor.

— No se meta entre mi mujer y yo doctorcito —lo paró en seco.

— No merece ser tu mujer si la dejas sola en lugares como este —el doctor se la estaba buscando.

Tzuyu giró y soltando a Sana se fue hacia el— Le aseguró que Sana es mi mujer y nadie la merece más que yo —Tzuyu estaba que ardía

— Por favor —Sana se metió sosteniendo a Tzuyu.

— Tal vez quiera evaluar otras opciones —ahora sí. Ya la había colmado.
—  No te acerques a ella —le advirtió Tzuyu.

— ¿Y si me acerco qué? —El doctor provocaba.

— Tzuyu... por favor... bebe —Sama sabía de lo que era capaz.

La voz de su mujer la frenaba. Tzuyu dio media vuelta y agarrando a Sana la arrastró hacia donde estaban sus amigas con una rudeza que hizo reaccionar a la rubia

— ¡Suéltame! —Le exigió Sama. Su orden se mezcló con el ruido de un golpe en seco y el quejido de su mujer. El doctor había alcanzado a empujar a su esposa. Momo alcanzó agarrar a la rubia que había quedado desplazada cuando Tzuyu la alejó para irse contra el doctor que había que había iniciado la pelea.

Rápidamente varios guardaespaldas llegaban a paralizar la pelea agarrando a cada uno de ellos.

— Déjenme —Tzuyu forcejeaba— Ese tipejo me tiene cansada. Es hora de que sepa quién es la mujer de Sana —peleaba con los hombres que la sostenían. De tanto luchar alcanzo a soltarse y se fue directo a buscar al tipo— Oiga Doctorcito —Lo llamó ¡PUM! llegó a pegarle un puñetazo al doctor— ¡SANA ES MIA! ¿ME OYES IDIOTA? MIA —aclaró resistiendo las ganas de patearlo.

— ¡TZUYU! —gritó Sana. La morena apretó los puños dañados para frenar el impulso de voltearse a mirarla. Se dio media vuelta y caminó hacia la salida. Antes de salir miró como Sana se había acercado al doctor que sostenía y apretaba su sangrienta nariz, para dirigirle unas palabras. Sin demorarse más se fue por donde entró. No tendría que haber venido.

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