01: Luces fuera

Acabado el tercer juego, los jugadores restantes estaban exhaustos. Había sido una experiencia malísima en la que tenían que pelear por no dejarse llevar por la presión. Entre tantas vueltas se decidía si elegías a los que tenías más cerca, lo hacías por favoritismo o te nacía un aspecto asesino que te obligaba a dejar atrás a otros con los que podías haber compartido una buena química. O al menos la mitad de ellos, los que querían marcharse de este infierno de figuras con esquinas afiladas.

Varios números se retiraban a una esquina, sentando sus traseros en escalones que parecían piedras talladas para los pobres. Almas en pena, cabizbajos y con miradas más tristes que cuando se ve una mala noticia en la televisión. No hay cabida para lamentos o palabras de consolación. Las vidas tomadas hace rato han sido rostros que se olvidarán pronto, algunos ahora mismo ya viajan fugazmente por las mentes con heridas de bala. Quiénes eran o cómo se llamaban, son preguntas innecesariamente pesadas. Seong Gi-hun tiene una tormenta ensangrentada que le salpica en los ojos, es incapaz de escuchar o sentir las presencias de sus más cálidos compañeros ahora. Hay una mirada demasiado tranquila que le observa entre los temblores de sus respiraciones, ambos podrían provocar un desprendimiento, pero no hoy, demasiado pronto para dar su ubicación al exterior.

001 mantuvo la distancia, no demasiado lejos para poder moverse según las intenciones del hombre que le estaba enseñando una nueva perspectiva de la humanidad. Por otra parte, no todo era tan malo.

La jugadora 120 se quedaba apoyada contra una de las camas. El juego le había dejado agotada de muchas maneras. Esto no era tan diferente de pisar los límites y acabar limpiando todo con unos tiros. Muchos acababan de probar la cercanía de un frente de batalla, llenándose de tierra hasta el interior de la ropa. Ahora lo único que deseaban era poder crear humo con ella para poder decir que todo había sido un mal sueño. En la cercanía, dos participantes estaban todavía consolándose por la separación que ocurrió debido a la desesperación de otros dos indeseables que lograron agarrar a uno de ellos, más exactamente a Yong-sik. Podría decirse que la mala pasada les ha servido de lección a madre e hijo. Un indeciso paso tras paso se aproxima, con una mano igual de inquieta frotando una esquina del pantalón. Se golpea los nervios, extendiendo un poco más las piernas para tratar de terminar la interminable caminata hasta el destino que se ha propuesto. Este hombre identificado con el número 246, todavía se estaba mareando los sesos al pensar en cómo debería hablarle a esa figura alta y corpulenta que atravesaba su mirada cada dos por tres. Sabe que había tenido la dicha anteriormente de salvar a dos mujeres, aunque las decisiones que te saben bien, luego las persiguen otras con un sabor de lo más funesto.

—rmas... —120 estaba murmurando, centrada en sus pensamientos, obligada a quitarse la tristeza de perder a una amiga, una persona que finalmente estaba aceptando su verdadera esencia. Young-mi se ha ido demasiado rápido. Todavía puede notar esa voz tímida resonando en sus oídos. En realidad, parece estar hablándole ahora mismo pero, el tono es más bien sereno. Se trata del hombre que había agarrado confiadamente su vida para salvarle. Desliza hacia abajo la cabeza para mirarlo, habiendo una clara diferencia de altura debido a las escaleras—. ¿Te encuentras bien?

246 tenía demasiadas preguntas, demasiado por decir, pero todo se atragantaba en su presionada garganta. Acumula saliva, retorciendo su nuez que queda más pronunciada al momento de tragarse todos los nervios que venía sudando en la tela del pobre pantalón que no tiene culpa ninguna por no ser de mucha utilidad. No abre apenas la boca, pero deja clara la intención de hablar. 120 seguía mostrando preocupación hasta el momento, esperando poder escuchar algo que resulte intangible y que no sea motivo para alarmarle, aunque no tienen ni un mínimo de espacio ya que tanto una ajumeoni y su inexperto hijo estaban dando la lata, colocando sus curiosas narices donde no había nada para ellos. Alguien tiene que espabilar, por lo que, unas manos de uñas negras se aproximan con la misma intención de salvación, sosteniendo el brazo del hombre que necesitaba un mejor espacio para soltarse la lengua.

Él se la mira desde atrás, un poco ofuscado por el agarre alrededor de su bíceps. Nota que esa fue la fuerza de un hombre, pero lo que ven sus ojos son claramente a una mujer. Nadie les presta atención. Hay un ambiente pesado en la grandeza del espacio que ahora compartían los noventa y cinco jugadores restantes. Los más dolidos son el equipo x, esos expulsan bastantes heridas a través de débiles respiraciones, así que no tienen ni una pizca de interés en los movimientos ajenos. Por el contrario, el equipo o está bastante relajado, sin llenar sus pechos de un aire a victoria todavía. Maquinaban el malicioso pero llamativo plan de atacar al bando contrario durante la noche, cuando se apaguen las luces. Cualquiera diría que es bastante obvio. Saben que tendrán éxito tan pronto empiecen, así que no les urge pavonearse por adelantado.

—... —trata de hablar, de dar alguna indicación incluso. Ha pensado que estaría bien ir a un espacio tan cómodo como lo es su cama, lo que no esperaba es que ella tenga la misma idea. Al encontrarse con la esquina adecuada, empieza a subir escalones sin ser avisado, siguiendo los pies de la persona que tiene delante. Estaba por tropezarse, pero ella se da la vuelta, deslizando sus dedos por el brazo que todavía quería sostener sin darse cuenta. Se está asegurando de que no va demasiado rápido, además de que ya han llegado.

Hay una pausa entre ellos, pensando en la continuación de lo que están recorriendo juntos. Él se pregunta varias veces en si debería tomar algún tipo de iniciativa mientras que a ella le rondan preocupaciones, unas que quiere quitarse limpiándose los hombros como cuando soplas para deshacerte del polvo. Por ahora, prefiere toser y quedarse rodeada de suciedad, prefiere esperar a que el hombre disipe algunas motas polvorientas a su propio ritmo. Repentino es cuando deja de mirar en otras direcciones, haciendo un gesto con sus brazos y manos para invitarla a sentarse. Se demoran una mirada más antes de moverse hacia el colchón. 120 decide invadir el lado derecho, dejando que 246 tenga el resto. Vuelven a quedarse en silencio, pero ella no se queda quieta, va mirando de no robarle el espacio, prefiere dejar suficiente para que los dos estén cómodos.

Se escapa un respiro de unos labios entreabiertos— ¿Por qué sabes tanto de armas? —la pregunta se la dice con una voz profunda, permaneciendo esa serenidad tan típica de él.

Le tiemblan los ojos por una fracción de segundo. No sabe cómo él sabe eso, antes no parecía estar siendo tan obvia. Tiene dudas por si se ha quedado mirando demasiado a los enmascarados y las armas que llevan entre sus manos. Es como si hubiera prestado atención en cada juego. Sin embargo, la realidad es otra. El hombre anteriormente había logrado leerle los labios, no estaba muy seguro pero ahora que ve una reacción tan clara, sabe que ha pillado información que puede servirle para hablar con ella, aunque no es el tema más adecuado. Las esquinas de esos ojos femeninos se suavizan y arrugan un poco cuando sonríe, parece que está por decir algo bueno.

—Era sargento en las Fuerzas Especiales. —recibe en respuesta una mueca en la boca contraria, no de mala manera. Incluso a eso se le añade un bailecillo pausado que la cabeza del hombre hace de arriba hacia abajo. Está un poco sorprendido.

. . .

Es casi hora de que se apaguen las luces. 120 y 246 siguen sentados en la misma cama. En el último aviso de la megafonía, se habían estado mirando mutuamente, volviendo rápidamente a su entretenida charla que los une por más tiempo. Ahora que tan sólo quedaban inquietantes segundos para estar en completa oscuridad, aceleraban sus voces, como si después del cambio tuviesen prohibido hablar. Como cuando mandas a los niños a dormir y no te hacen ni caso por más veces que les avises. Son niños y quieren seguir hablando porque no van a dormir.

—¿Tienes sueño? —esa voz reconfortante alivia la tensión del silencio. Las luces se han apagado hace instantes y aunque ha costado, le ha surgido hablar en susurros para hacerlo más emocionante y privado. Una sonrisa aparece en la mujer, que está de acuerdo en quedarse un poco más. Con eso le ofrece su inmenso —me gustaría—, porque quiere aprovechar el tiempo mientras el sueño todavía no hace señales de vida. Eso le alivia a él, pues no quería quedarse solo. Sabe que está rodeado de gente, pero la gran mayoría son desconocidos con los que nunca hablará o mirará a la cara. Ni siquiera sabe si saldrán vivos de este lugar. La hija del hombre no tarda en aparecer para endulzar sus labios de anhelo. Tanto tiempo separado de la niña le estaba apretujando el corazón. Le urge el dinero para salvar la única familia que tiene.

La mujer a su lado le mira sin perderse ni un destello de emoción en su rostro, ya sea alegría o tristeza, respetaba la información que estaba recibiendo en este mismo momento. No tiene palabras del mismo peso para responderle, pero sabe que no hay nada tan valioso como el amor que tiene él por esa pequeña. Poco a poco, entre respuesta y respuesta se iba asomando una paz que hacía a ambos acomodarse en la cama mientras seguían hablando. Y al final, Park Gyeong-seok cae derrotado por la holgura que le había proporcionado este acercamiento, siendo el primero en dormir, sin importarle el frío que ocupa el lugar ya que no le entra ninguna luz solar en las veinticuatro horas del día.


──────────────── NOTA FINAL

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Atentamente,

Sinbi (신비), los creadores de este proyecto.

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