Paraísou trrropical
¡Holis! ¿Cómo les va?
Pues a mí súper bien. Es decir, tengo un examen de chelo dentro de cuatro días y acabo de llegar de unas vacaciones ultramegaintensas. Claro que todo está bajo control. Sí. Obvio.
Bueeno, quizá no, pero al menos tengo un bronceado chévere. Es decir, me quemé pero no demasiado, así que luzco muy elegante y casual y ya no parece que brillara en la oscuridad cada vez que me pongo un vestido. Todo muy bien.
Pues les vengo a contar un poco de mis días de "paraísou trrropical" (dígase con acento gringo) y de las cosas que me parecieron relevantes en mis vacaciones en Aruba. (Isla que se sitúa a menos de 30 km de Venezuela y es colonia holandesa... bueno, tiene un nombre eso, algo que tiene que ver con los territorios de otro mar, pero no recuerdo las siglas).
En fin, el punto es que los venezolanos van allá a comprar comida (aunque antes de toda esta desgracia éramos los turistas más gastivos y preferidos de la gente de Aruba) y los gringos y holandeses a ver el sol y sentir el sabor caribeño. Porque no olvidemos que esa pobre gente no sabe lo que es el sol y tienen playas frías y no muy... atractivas (vamos, no se ofendan,pero yo he ido a las playas de Miami y son demasiado cualquier vaina). En cambio, miren esta belleza:
Deliciosa, ¿verdad?
Recuerdo que tomé esa foto el día de mi "gran escape". Le.digo así porque, aunque no escapé de nadie de forma intencional, creo que el drama que me formó mi familia cuando no me encontró en la playa en la que me habían dejado sola me dejó bastante claro que, en teoría, no debía moverme de ese lugar.
No sé, en el fondo quería que me dejaran sola. Quizá estaba estresada, frustrada o algo y tenía ganas de perderme en otro país con veinte dólares y una manzana. El punto es que perderse en otro país no es nada romántico, es una idiotez nivel dios.
Por supuesto que me hubiese gustado darle la vuelta completa a la isla, ir a la zona de los bares, conocer holandeses ultramega sexys súper hots y vivir una historia de amor en un delicioso paraíso tropical con playas de aguas cristalinas de fondo, todo eso en una noche loca. (¿Ven que soy una románica sin remedio? Je je). Pero vamos a ser realista, de verdad mi familia me esperaba, veinte dólares me alcanzaban con dificultad para tomar el autobús y yo no tengo puto sentido de ubicación.
Mi sentido de ubicación es tan pésimo que estuve dando vueltas en círculos por la zona hotelera unos... digamos, treinta o cuarente minutos. Súmenle el celular descargado. Pues nada, que al final, cuando me desaparecí de la playa en la que me habían dejado tuve la sensación de que la había cagado muchísimo. Uf, un rato largo.
De hecho, en mis infinitas vueltas un grupo de dominicanos que trabajaban por las adyacencias y acababan de salir se ofrecieron a llevarme porque me vieron un poco confundida con mi entorno.
¿Y qué hice yo? ¡Me subí al carro! Es decir, ¿qué mejor que tener el teléfono descargado, estar en un país desconocido, no tener puta idea de dónde vives ni cargar más de veinte dólares y, encima, subirte al carro de unos completos extraños? Ah, no sé, sigamos atribuyendo a mi crisis de estrés y frustración el hecho de que fui una completa idiota.
A medio camino ya estaba nerviosa. Me decía "pero Sofia, joder, idiota, ¿en qué coño te metiste?" mientras los señores hablaban del sancocho que iban a preparar ese fin de semana. ("Sancocho de Sofia, fijo cocinan gente estos dominicanos...."). El punto es que los trabajadores resultaron ser buenas personas.
Estaba nerviosísima, claro, pero me llevaron al apartamento que habíamos alquilado e incluso me hablaron de que habían visitado Venezuela y que esperaban que todo se mejorara. Fueron buenas personas. La gente buena existe aún.
Por supuesto, la bronca siguiente por haberme desaparecido de la playa fue épica. Está muy mal eso que hice, es que ni lo pensé por un segundo. Y obviamente no le dije a mi familia que me había dejado llevar por unos desconocidos sino que me había ido en autobús. A ver, mentir está mal, pero no me iba a poner un cuchillo al cuello, ya todos estaban bastante molestos.
La verdad es que tenía ganas de perderme en un país desconocido. Aún las tengo. Me gusta hacer cosas solas. Explorar por mi cuenta. Perderme. Cansarme. Correr el riesgo.
Qué decirles, es el encanto del paraísou trrropical. A ver si logro lanzarme a la aventura en solitario.
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