La parada del autobús (Alzheimer)
"El Alzheimer es conocido por causar graves y permanentes pérdidas de memoria, sin una causa conocida y sin remedio posible.
A diferencia de las que serán mostradas en otros capítulos, esta no es una enfermedad mental, sino neurodegenerativa. Es decir, se debe a una causa física del cerebro, y no una mental. La terapia o medicaciones no serían efectivas en esta enfermedad, por lo que suele terminar en muerte
Recientemente, el 21 de septiembre, fue el día internacional del Alzheimer"
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Una mujer canosa, de unos 60 años de edad, esperaba en la parada del autobús a que llegase el vehículo, mientras miraba alrededor con curiosidad.
Soplaba un aire ligero que sacudía las hojas de los árboles. Un par de palomas picoteaban el suelo cerca de ella, haciendo un leve sonido que acompañaba la melodía del viento. Podía leer el cartel de la parada, que anunciaba una nueva hamburguesería.
La anciana notó a otra mujer, bastante más joven, sentada al lado de ella. Cabello negro, unos treinta años, mirada perdida y al frente. Una de sus manos reposaba sobre su tripa; por el tamaño de esta, parecía estar embarazada.
—¿De cuánto tiempo estás? —le preguntó la mayor, sonriente, apuntando a la barriga de la chica
—¿Disculpa? —contestó esta, mirándola con sorpresa
—¿Cuántas semanas? —volvió a preguntar la anciana, pero al ver que la joven no sonreía, apartó la mirada y creyó estar equivocada— Perdona, creía que estabas...
—Embarazada, sí —la pelinegra miró abajo, parecía dolida por la pregunta— Sí, si que lo estoy. 28 semanas
—¡Entonces ya debes saber el sexo del bebé!
—Si... será un niño
La joven no parecía responder con mucho entusiasmo, lo que tornó la expresión de la canosa algo más triste.
—¿No estás feliz por ello? —preguntó, poniendo la mano en el hombro a la mujer— Perdona si es muy personal, querida. Ni siquiera me has dicho tu nombre todavía
—Llámame Molly, por favor —respondió la chica, frotándose la barriga de nuevo. Parecía incómoda por esas preguntas triviales— Y disculpa, solo es...
Detuvo su frase a medias, exhalando un suspiro, como si estuviera aguantándose las ganas de llorar. Se cubrió los ojos con las palmas de las manos, mientras la anciana le hacía compañía, manteniendo la mano en su hombro.
—Parece que no lo estás pasando bien, Molly —le dijo la mayor con preocupación
—Bueno, solo, están siendo tiempos difíciles —la pelinegra se secó una lágrima con la mano— Querría darle una buena vida a mi futuro hijo, es mi primer niño
—¿Y por qué no ibas a hacerlo?
—Su padre... bueno, quien sería su padre... —la joven se miró la barriga— me dejó hace unos días, y ahora voy a tener que hacerme cargo a solas de mi niño y mi trabajo
—¿Tienes a alguien más? —la canosa parecía preocupada— ¿Hermanos, padres?
—Éramos solo yo y mi novio —dijo la chica entre lágrimas— Y mi madre, pero ella está enferma, tiene Alzheimer. Esa horrible enfermedad que hace que se olvide de todo y de todos
Sin poder aguantarlo más, Molly se inclinó hacia delante y se echó a llorar angustiosamente, tratando de cubrirse de las otras personas que la miraban en aquella parada del autobús.
—Es horrible —se dijo la chica con un hilo de voz, entre lágrimas
La anciana la observó, escuchando sus palabras con atención, y le tomó la mano con suavidad, mirándola con una mezcla de lástima y empatía.
—Escucha, Molly —le dijo, su voz sonaba suave y calmante— No conozco a tu madre, pero estoy segura de que esa enfermedad pasará, y algún día volverá a ser la mujer que recuerdas y que te quiere
—Yo solo quiero que mi madre me recuerde —contestó la pelinegra, hipando entre cada palabra
—Nadie sería capaz de olvidarte. Pareces tan trabajadora, te preocupas tanto por las personas a las que quieres —la anciana sonrió con dulzura— Nadie sería capaz de olvidarte
Entre los lloros de la joven y las palabras calmantes de la mayor, un autobús finalmente se detuvo frente a la parada, haciendo que la primera se secase las lágrimas con la manga del jersey.
—Oh, te sorprendería cuantas veces me ha olvidado y he tenido que recordarle quien soy
Se puso en pie, miró a la puerta del autobús, y después se volvió hacia la anciana. Molly le ofreció su mano, pronunciando unas últimas y amargas palabras.
—Vamos, mamá. Este es el nuestro
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