𝟗 - 𝐃𝐢𝐬𝐩𝐨𝐬𝐢𝐜𝐢𝐨𝐧𝐞𝐬 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐝𝐨𝐫𝐦𝐢𝐫
Draco temía volver a Hogwarts.
Las dos semanas con Rosie habían sido una bendición, pasando todas las noches con sus cuerpos encerrados juntos. No podía soportar la idea de volver a ese sofá, compartiendo nada más que besos rápidos y furtivos por si alguien los descubría.
No se trataba sólo del sexo. Se trataba de despertarse con ella en sus brazos. Nada más que ella, la sensación de su cuerpo presionado contra el suyo, piel sobre piel. Le encantaba tener tanta intimidad con ella, la deseaba constantemente.
-Tenemos que levantarnos. - murmuró Rosie en su cuello.
Él gimió, atrayéndola profundamente hacia él, desesperado por que cada parte de él tocara cada parte de ella.
-Tengo un nuevo plan, quedémonos aquí para siempre. - Le gruñó al oído, recorriendo con sus manos la longitud de su cuerpo. Atrapó sus labios en los suyos, el hambre por ella de repente ardiendo ferozmente dentro de él. Ella jadeó en su boca cuando él empezó a apretar las caderas contra su muslo, su deseo por ella claramente evidente. La besó con más fuerza, introduciendo su lengua en la boca de ella a medida que se intensificaba su movimiento. Se sentía como si fuera a morir si no la tenía ahora. Como si sintiera su repentina necesidad, ella inclinó su cuerpo hacia él separando las piernas lo suficiente. Todo su cuerpo se estremeció de puro placer mientras se deslizaba lentamente dentro de ella. Cada centímetro de su piel se estremeció de éxtasis cuando comenzó el lento movimiento rítmico. El deseo corría por sus venas mientras intentaba no soltarla demasiado pronto. Ella rompió el beso para gritar de nuevo y eso casi lo llevó al límite. Ella agitó sus caderas, instándole a moverse más rápido y entonces él no pudo evitarlo. Sintió que todo su cuerpo iba a explotar a medida que la intensidad aumentaba, casi con dolor, desde lo más profundo de su abdomen. Y cuando llegó a esa dulce liberación, gritó, sacudiéndose incontroladamente, con los ojos cerrados por el éxtasis.
Se desplomó sobre ella, jadeando furiosamente, con el cuerpo todavía temblando. Sintió que los brazos de ella lo rodeaban, y todo su cuerpo se estremeció con el contacto de sus manos en la espalda.
-Dios, Rosie. - gimió, aún esperando que su corazón dejara de acelerarse.
Sí, iba a echar de menos esto.
***
R o s i e
Draco estaba de mal humor. Lo notaba por el pequeño músculo pulsante a lo largo de su mandíbula.
Estábamos sentados en el Expreso de Hogwarts, atravesando a toda velocidad el campo, con el colegio esperándonos al otro lado.
Miré a nuestras compañeras, dos chicas de segundo año de Hufflepuff que nos miraban nerviosas. Draco había sido poco complaciente cuando entraron por primera vez, diciéndoles bruscamente que este era un compartimento privado. Las dos parecían totalmente aterrorizadas mientras intentaban explicar que todos los demás estaban llenos. Draco se había enfadado cuando les pedí disculpas en su nombre y les dije que se sentaran.
Sabía que temía volver a Hogwarts. Sabía que le molestaba que ya no pudiéramos compartir la cama. Desde luego, a mí tampoco me gustaba la idea de tener que volver al dormitorio donde todavía me odiaban. Pero deseaba que no se enfadara así. Se había pasado todo el trayecto con los brazos cruzados, mirando con furia a la pared de enfrente. No hacía ningún intento de conversación y se limitaba a encogerse de hombros en respuesta a cualquier cosa que yo dijera.
Me recordaba al Draco de antes. El que yo había odiado.
Ya que había tenido suficiente, me puse de pie.
-¿A dónde vas?- Levantó la cabeza y noté una mirada de pánico en sus ojos.
-Un lugar donde no sienta que me ignoran. - le espeté. Por el rabillo del ojo vi a los dos Hufflepuffs intercambiar una mirada de horror ante la perspectiva de quedarse a solas con el Príncipe de Slytherin.
Draco trató de agarrarme de la muñeca pero la aparté a tiempo y cerró la puerta del compartimento tras de mí.
Me alejé por el pasillo del tren, echando humo a Draco. Podía ser tan intenso a veces. Me volvía loca, hay que reconocer que tanto en el buen sentido como en el malo.
Finalmente, encontré el compartimento donde estaban sentados Ron y Hermione, junto con Ginny y Neville. Sin preguntar, me dejé caer en el asiento vacío junto a Neville, suspirando fuertemente.
-¿Todo bien, Rosie? - preguntó Neville, alzando las cejas.
-No. - murmuré malhumorada, sin decir nada más.
-No me digas: ¿Malfoy está teniendo uno de sus cambios de humor? - inquirió Ron.
Mi silencio lo decía todo.
-Vamos, han pasado por mucho para tener una pequeña riña en el tren. - Ginny suspiró, sacudiendo la cabeza.
-No fue una riña. - repliqué, cruzando los brazos con brusquedad sobre el pecho. -Está enfurruñado por los arreglos para dormir en Hogwarts.
-¡Ah! - dijo Ron. -No digas más. El pobre chico acaba de pasar dos semanas felizmente en los brazos de su mujer, sólo para tener que enfrentarse a la perspectiva de volver a los dormitorios compartidos durante los próximos ochenta y un días.
Hermione lo miró, con la boca abierta. -¡¿Ron?! ¿Has contado? ¿Realmente has contado?
Ron se encogió de hombros, expulsando aire. -Sé cómo se siente el pobre. Lamentablemente, Rosie, es una cruz que todos tenemos que soportar. - Puso su brazo alrededor de Hermione mientras ella ponía los ojos en blanco.
-Al menos siguen viéndose. - murmuró Ginny, mirando sombríamente por la ventana. Se colocó un mechón suelto de pelo rojo detrás de la oreja y vislumbré algo que brillaba en su dedo.
-¡Ginny! Es eso... es eso un... - No pude sacar las palabras en mi shock.
Sonrojándose ligeramente, Ginny movió su mano izquierda en mi dirección. Allí, sentado en su dedo anular, había un diamante brillante de tamaño modesto.
Mi corazón se estremeció de repente al pensar en mi vieja amiga.
-Enhorabuena. - susurré. Me horrorizó que se me formara un nudo en la garganta. Rápidamente traté de tragármelo. -Me alegro por los dos, lo digo en serio.
Y lo dije de verdad.
***
Todavía no había visto ninguna señal de Draco cuando entramos en el Gran Comedor. No estaba sentado en la mesa de Slytherin y me pregunté si se habría ido directamente a las mazmorras en lugar de cenar como el resto de los retornados.
Dejé a mis amigos en la mesa de Gryffindor, y encontré un asiento vacío en la de Slytherin, muy concurrida.
Era casi como los primeros días, sentada aquí sola, siendo ignorada por el resto de los Slytherins. Me sentía triste, no me gustaba estar enfadada con Draco. Ginny tenía razón, habíamos pasado por mucho como para tratarnos así.
Miré con melancolía la comida en mi plato, preguntándome cómo iba a encontrar el apetito para comerla.
-¿Espacio para un imbécil de Slytherin?
Levanté la vista y mi corazón se disparó. Los ojos grises y plateados de Draco miraban tristemente a los míos. Sin esperar una respuesta, se sentó a mi lado, tomando mi mano.
-Lo siento mucho, Rosie. He sido un idiota. - Suspiró, llevando mi mano a sus labios, rozándolos suavemente sobre mis dedos. -Por favor, perdóname.
Sonreí, inclinándome hacia él.
-No hay nada que perdonar. - presioné mis labios brevemente contra los suyos. -Entiendo tu frustración, Draco, pero sólo tenemos que pasar el resto de este año y entonces podremos estar juntos... como es debido.
Suspiró, atrayéndome hacia él con un brazo mientras con el otro empezaba a apilar patatas en su plato.
-Y eso no puede llegar pronto, Rosie. Créeme.
Comimos juntos, uno al lado del otro, antes de volver a bajar a las mazmorras.
Esa noche nos acurrucamos juntos en el sofá, soñando con la casa que algún día tendríamos junto al mar.
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