𝟏𝟎 - 𝐋𝐚 𝐓𝐚𝐫𝐞𝐚 𝐈𝐦𝐩𝐨𝐬𝐢𝐛𝐥𝐞

Draco se paró frente a la modesta casa adosada de tres dormitorios y llamó al timbre.

Intentó bajar la bolsa de nervios que empezaba a subirle al estómago. Era una tontería, después de todo, ya había estado aquí antes.

Pero nunca sin Rosie.

Respiró hondo cuando escuchó unos pasos que se acercaban desde el interior.

La puerta se abrió y un hombre de pelo oscuro y canoso respondió. Sus ojos azules centellearon al reconocer al inesperado visitante.

-¡Draco, hijo mío! - Su voz era cordial y jovial mientras saludaba calurosamente a Draco con un entusiasta apretón de manos. -¿Qué te trae por aquí? Rosie no mencionó que fueras a venir.

Draco se aclaró la garganta sintiéndose ligeramente avergonzado. -Ella... no sabe que estoy aquí.

Una mirada de sorpresa cruzó los ojos del hombre, pero no dijo nada, en cambio, se apartó haciendo un gesto para que Draco entrara. -Pasa, acabamos de llenar la olla.

-Gracias, doctor Carter. - asintió Draco mientras se limpiaba los pies en la alfombra de bienvenida.

-Por favor, basta de formalidades. Es Karl para ti.

Draco le siguió hasta la cocina, donde una mujer de aspecto amable estaba sentada a la mesa, con el pelo oscuro recogido en un moño suelto, las mejillas sonrosadas y unos ojos cálidos y amables.

-¡Draco, querido! - Le sonrió. -Siéntate, te serviré una taza de té.

-Es muy amable de tu parte, Susan. - Dijo Draco mientras tomaba asiento torpemente en la mesa.

-Entonces, ¿cómo está nuestra Rosie? - Preguntó Karl, sentándose frente a él.

-Bueno, a eso he venido. - Draco se removió en la silla. No eran los padres de Rosie los que le hacían sentir incómodo, sino la pregunta que estaba a punto de hacerles.

Ambos lo miraron expectantes. Estaba claro que querían mucho a su hija y Draco estaba deseando demostrarles que quería hacer lo correcto con Rosie. Incluyendo esto.

Se aclaró la garganta.

-Quería pedirles permiso para casarme con ella.

***

R o s i e

-¿Está todo bien, Draco?

Estábamos sentados en la mesa de Slytherin comiendo nuestra cena y noté que había estado terriblemente callado desde que volví de Hogsmeade con Ginny.

Parpadeó, pareciendo salir de sus pensamientos. -Sí. Sí, yo... así que, ¿lo pasaste bien en Hogsmeade?

-Draco, ya me has preguntado eso. - me reí. -Y estás actuando de forma extraña. Algo pasa. Te conozco.

Entrecerré los ojos hacia él mientras tomaba un bocado de pollo. Se encogió de hombros, negándose a mirarme a los ojos.

-No sé de qué vas, Rosie. Todo está bien.

Algo estaba definitivamente en su mente.

***

Al día siguiente no estaba mucho mejor. Era un domingo y mientras bajábamos a desayunar parecía bastante nervioso.

-¿Rosie? - su voz era suave, incluso vacilante, mientras reducía la velocidad.

-¿Sí, Draco? - pregunté, enarcando una ceja interrogativa hacia él.

-¿Te- te gustaría ir a comer a Hogsmeade hoy?

-Um... sí... claro. - me reí, preguntándome por qué actuaba tan nervioso.

Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios y aceleró el paso, arrastrándome con él.

Estaba desconcertada.

***

-Hoy estás preciosa. - dijo Draco mientras me quitaba la capa en el pequeño restaurante que había elegido para comer. Se apresuró a quitármela, colgándola en la percha.

Miré mi sencillo top blanco y mis desaliñados vaqueros. Me pregunté brevemente si estaba haciendo una indirecta, pero cuando volví a mirarlo no había humor en sus ojos, sino una adoración total.

-Tú tampoco te ves tan mal. - sonreí. -Ahora vamos a sentarnos - ¡me muero de hambre!

Draco me tomó de la mano y nos llevó a una mesa junto a la ventana. Miró furtivamente a su alrededor, como si lo estuviera comprobando.

-¿Te parece bien esta? - Preguntó, mirándome expectante como si buscara mi aprobación.

Lo miré con desconcierto mientras me sentaba. -Es una mesa, Draco, servirá. Ahora siéntate.

Se sentó en la silla de enfrente. Me incliné sobre la pequeña mesa para dos y puse una mano preocupada sobre la suya.

-En serio, Draco, ¿estás bien? No estás actuando como tú mismo.

Se movió incómodo en su asiento y se aclaró la garganta como si fuera a decir algo.

-¿Qué puedo ofrecerte?

Draco y yo miramos simultáneamente a la camarera que nos interrumpía. Cuando tomó nuestros pedidos y desapareció, Draco reanudó su movimiento.

-Rosie, hemos pasado por muchas cosas, ¿verdad?

Le miré y asentí lentamente. No estaba seguro de a dónde quería llegar y empecé a sentirme un poco ansioso.

Se sentó con rigidez, palmeando su chaqueta como si la estuviera enderezando. Me miró y, de repente, me cogió las manos con las suyas. Su manzana de Adán se balanceó mientras tragaba.

Fui vagamente consciente de que la puerta del restaurante se abría y se cerraba a medida que entraban más clientes.

-Rosie. - continuó Draco, sus solemnes ojos grises se clavaron en mí mientras hablaba. -Quería preguntarte, si quieres...

-¡Oooo, mira lo que tenemos aquí!

Pansy Parkinson, flanqueada por Theodore Nott, estaba de pie junto a nosotros, con los brazos cruzados y su habitual mueca de desagrado en el rostro.

-¡Oh, vete a la mierda Pansy! - gritó Draco, quitando sus manos de las mías para golpearlas sobre la mesa, haciéndome saltar. Su rostro estaba furioso.

Theo fue a dar un paso amenazante frente a Pansy, pero ella levantó un brazo, deteniéndolo.

-Drakie, querido, realmente necesitas aprender a controlar ese temperamento tuyo. Nunca fue tu mejor característica.

Las manos de Draco ahora yacían temblorosas sobre la mesa donde las había golpeado. El ceño de su rostro era tan feroz que su piel, normalmente pálida, tenía un tinte rojo y un pequeño pulso era visible en su apretada mandíbula.

-¿Qué estás haciendo aquí? - Draco apretó los dientes.

Pansy soltó una carcajada aguda. -A pesar de lo que puedas pensar, Draco, tú y los Sangre sucia no sois los únicos en el mundo.

Golpeé con el pie de forma preventiva la pierna de Draco por debajo de la mesa cuando fue a hacer un movimiento hacia Pansy.

Pansy, ignorando esto, me dirigió una sonrisa. -Y no creas que eres tan especial, cariño. Draco solía traerme aquí todo el tiempo, ¿no es así, cariño?

Sus ojos brillaron maliciosamente hacia Draco, disfrutando claramente del ambiente que estaba creando.

-Cállate, Pansy. - escupió entre dientes apretados.

-Le encantaban las historias que le contaba sobre ti. - continuó ella, ignorándolo y mirándome ahora a mí. -Simplemente disfrutaba escuchando cómo te hacía la vida imposible. Cuéntame más, Pansy. - dijo imitando. -Cuéntame cómo pusiste a esa asquerosa Sangre sucia en su lugar.

Draco se levantó y su silla se echó hacia atrás. Todo el restaurante pareció quedarse en silencio. El corazón me martilleaba en el pecho mientras intentaba controlar mi propio temperamento.

Pero Pansy no se rendía.

-Solía ponerse muy nervioso, ¿no es así Drakie? No podía esperar a llevarme de vuelta al dormitorio...

¡SMACK!

No solía ser una persona violenta, pero una vez más me había llevado demasiado lejos. Me dolía la mano donde había conectado satisfactoriamente con su cara de pug.

-Dice mucho de ti, ¿verdad? - Me burlé. -Que la única forma de conseguir que tu novio se caliente por ti sea hablando de mí.

La empujé, haciéndola caer sobre Theo mientras se agarraba la cara. No miré atrás, tomé mi capa y salí furiosa. Temblaba de rabia mientras subía por el sendero, de vuelta al castillo.

-¡Rosie!

Oí a Draco correr detrás de mí, pero no me detuve ni me giré.

Me alcanzó, jadeando, y me agarró del brazo, obligándome a parar.

-No la escuches. - dijo sin aliento. -Te estaba tomando el pelo. Yo nunca- yo nunca-

Me giré para mirarlo; años de furia y humillación corrían por mis venas.

-¿Nunca qué, Draco? ¿Nunca tuviste citas acogedoras con esa brujita en el restaurante al que me acabas de llevar? ¿Nunca disfrutaste de la burla hacia mí? ¿Nunca te la follaste después de excitarte con su crueldad hacia mí?

Parecía totalmente horrorizado. Tartamudeó, sonando con pánico mientras trataba de encontrar las palabras adecuadas para calmarme. Al no encontrarlas, rugió agarrándose la cabeza.

-¡Así no era como se suponía que iba a ser el día de hoy! - Gritó entre sus manos.

-¿De qué estás hablando? - pregunté, todavía furiosa pero con curiosidad.

Bajó los brazos y suspiró, un suspiro enorme, pesado y derrotado. Metió la mano en el bolsillo y sacó una pequeña caja de terciopelo negro.

Miré con perplejidad de la caja en su mano a su cara.

-Quería pedirte que te casaras conmigo, Rosie.

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