26.
Sus mejillas estaban rojas al ver con temor al chico de casi dos metros acorralándolo, me encontraba a unos metros observándolo y me alerté cuando de poco a poco se iba acercándose peligrosamente a sus labios.
Grité, le grité que lo soltara. Y lo mejor fue que me obedeció y Jimin salió ileso, me había metido en un gran problema que pagaría pronto.
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