Capítulo 66.

[No me mató, pero Dios, lo hubiera preferido...]

—Muy bien chicos, estamos en nuestros últimos días de grabación, lo saben, nos quedan como dos semanas, así que les pido que sigan dando su mayor esfuerzo, venga, a filmar —el director de escena animaba a los muchachos.

Se pasaron hora tras hora en el set, en la privada, y en los demás escenarios, como siempre. Ésta vez fue demasiado pesado, habían llegado desde las siete de la mañana, y ya eran al rededor de las once de la noche cuando estaban por darles salida. Algunos días tenían que quedarse hasta la una, las dos, inclusive tres de la mañana.

—¡Nos vemos! —Ale sacudió su mano despidiéndose de los demás ya en su auto.

—¡Hasta mañana! —gritó Sian desde su carro, en el que llevaba a Eduardo y Nikolás, habían decidido salir ellos tres a dar alguna vuelta por la ciudad.

Joaquín había pedido permiso de quedarse en casa de Emilio, tenía una maleta a su lado la cual acababa de sacar del camerino, estaba esperando a que el rizado terminara de quitarse la ropa de Aristóteles. Elizabeth no quiere retenerlos, pero les ha hablado de las medidas que hay que tomar, y ha puesto su confianza en ambos.

—Listo, fresco como una lechuga —Emilio alborotó su cabello mojado.

—¿Te bañaste?

—Sí, usé las duchas del baño del foro doce, me sentía demasiado sudado, me estaba desesperando.

—Si el fandom supiera que sí te bañas los decepcionarías.

—Ese es mí gran secreto, y ahora lo comparto contigo.

—Tal vez también deba ducharme.

—¿Quieres en el foro o mejor en mí casa?

—Sí, mejor en tu casa.

—Bueno vamos.

Subieron a la camioneta, Emilio condujo un buen rato hasta llegar a su casa, los chicos bajaron y en la entrada saludaron a Mary.

—Buenas noches muchachos, joven Emilio, su mamá salió de viaje a otro estado de última hora hace un rato, dijo que tendría un show de último momento, la señorita Romina ya está terminando de mover sus cosas a su casa, mañana vendrá por la última tanda de ropa que dejó aquí para por fin desalojar su habitación, pero ya no dormirá aquí —a veces Mary detenía a los integrantes de la familia para notificarles los últimos cambios de los días más recientes.

—Gracias por decirme Mary, creo que ya es tarde, ve a casa por favor, ¿Mí mamá ya te dió el pago de la semana?

—Sí joven, hace rato, lo veo mañana en la mañana, descansen por favor.

—Adiós Mary —se despidió Joaquín con una sonrisa.

—Entonces solo está Kiko —habló Emilio.

—Olvidé eso, Kiko se fue a casa de Kimish, su hogar está solo por ésta noche joven —dijo Mary desde la puerta.

—Oh, gracias una vez más Mary, hasta mañana.

La señora se retiró de la casa.

—Casa sola —Emilio vió pícaramente a Joaquín.

—¡Más oportunidad de ver televisión hasta tarde! —gritó Joaquín, corriendo escaleras arriba.

Emilio rodó los ojos y soltó una carcajada.

—No tan tarde, mañana tenemos llamado temprano —Emilio subió las escaleras también.

—Cierto...

Ambos entraron a la habitación.

—Tenderé la cama para dormir mientras te bañas, ya sabes dónde están las toallas, ¿Me dejas dormir en bóxer?

—Está bien —Joaquín sacó su pijama de la maleta, corrió por una toalla y se encerró en el baño para tomar una ducha.

Cuando el menor salió, estaba más relajado, fresco, se veía muy tierno con su short color lavanda y su playera de ositos.

—Pero si eres tan adorable... —Emilio lo cargó y lo tiró a la cama.

—Tus rizos están creciendo —Joaquín acarició la cabeza del mayor y lo vio con ternura.

—Joaco ¿Podemos dormir de cucharita?

—Sí —el pequeño se sonrojó.

—Pero yo quiero ser la pequeña.

—Está bien —Joaquín acercó el rostro de Emilio para besarlo, rodaron un poco y el más pálido quedó sobre el rizado, bajó haciendo un camino de besos desde su boca hasta el inicio de sus clavículas y después regresó lentamente a dónde inició.

—Podría hacer esto el resto de mí vida... —dijo Emilio con los ojos cerrados dejando que Joaquín le besara hasta el cansancio.

—Me alegra saber que me quieres para el resto de tu vida —susurró Joaquín al oído de Emilio.

—Y si tuviera otra vida también, Joaquín —Emilio rodó y quedó sobre el menor —. Eres precioso, eres la obra de arte más hermosa que he visto, eres un Adonis.

—Y tu eres un Dios griego, no lo digo yo, lo dice el fandom —el pequeño rio timidamente.

Emilio besó a Joaquín y decidió meter su mano por debajo de la playera para acariciar el pecho del ya mencionado.

—¿Podría... Retirar tu playera? —pidió Emilio.

Joaquín asintió, y el rizado le quitó suavemente la playera de osos que llevaba puesta. Apreció el cuerpo del joven Bondoni en todo su esplendor, se perdió en los lunares que poseía, y en su piel que mostraba mucha falta de sol.

—Tengo a un Dios entre las manos... —Emilio veía perdidamente a su joven amado.

—Basta —Joaquín se sonrojó.

—Es la verdad, tu cuerpo es tan lindo...

—Debo seguir haciendo ejercicio, quiero marcarlo.

—Ya estás perfecto desde siempre, pero si quieres hacerlo adelante, a ver si después me puedes vencer, pequeño.

—Puedo vencerte, ricitos.

—Quisieras, ojitos —Emilio puso ambos brazos de Joaquín a los lados de su cabeza y apretó un poco.

Joaquín levantó los brazos con fuerza y rodó hasta tener a Emilio debajo de él —No, no quisiera, lo puedo hacer.

Emilio se quedó sorprendido del dominio que podía llegar a tener Joaquín —Sobre mi cadáver —dijo en broma y rodó con Joaquín por toda la cama, hicieron un desastre con las sábanas al tratar de que uno de los dos quedará sobre del otro —. Me parece que el ejercicio te ha dado más músculo, bonito.

—No están marcados aún, pero la fuerza la empiezo a sentir.

—Dejemos de pelear por ser el dominante, mejor... —Emilio dio un último giro para quedar debajo de Joaquín, ganchó las piernas de éste en su propio torso —. Tú estás arriba mi pequeño, tu mandas.

Joaquín soltó una risa nerviosa, en un instante se sacó los shorts que llevaba puestos, ahora ambos estaban en bóxer, Emilio vestía unos color negro con un franja blanca de elástico, mientras que los del menor eran color verde militar con la franja a color negro. Bondoni tomó ambas manos de Emilio y las puso en sus caderas, empezó a frotarse lentamente, algo inseguro, pero lo hizo.

Emilio abrió sus ojos en modo de sorpresa ya que se percató de que esos movimientos se sentían demasiado bien. Frotaban sus intimidades el uno con el otro, lento, hasta que Joaquín se agachó para plantarle un enorme beso al rizado, uno pasional, profundo, se comían las bocas con deseo, con desespero.

—Siento que si no paramos ahora ésto va a terminar demasiado sexual —Emilio alcanzó a decir en medio del beso.

—¿Tienes miedo acaso, Marcos?

—¿Con quién crees que hablas, Gress? Estoy tratando de respetarte, tonto.

—Deja de respetarme, Emilio, ¿O es que acaso no sientes tu temperatura?

Emilio tocó rápidamente su frente, ambos estaban ardiendo.

—Nunca... Nunca lo he hecho con...

—Con un chico, lo sé.

—Quisiera hacerlo, contigo, pero no quiero lastimarte, ¿Has investigado?

—Sí, un poco. Yo tampoco lo he hecho, con nadie.

—Cierto... Sería tu primera vez.

—Sí, quiero que seas acreedor de eso —Joaquín besó las mejillas de Emilio.

—¿No quieres esperar a que te pida matrimonio y lo hagamos en la luna de miel? —Emilio sonrió nervioso.

Joaquín lo vio con demasiada ternura y empezó a llorar.

—¿Qué? ¿¡Por qué lloras?! ¿Dije algo malo? ¿Joaquín?

—Tranquilo.

—No, ¿Qué pasó bonito? ¿Por qué? No llores —Emilio se sentó rápidamente aún con Joaquín en su torso, lo abrazó y colocó su cabeza en su hombro.

—Es que... Tú, tú pensaste así a futuro, en una boda, pensaste en... En —Joaquín rompió en llanto, él ya había escuchado decir a Emilio que le quería para el resto de su vida, pero escuchar sobre casarse, de esa forma, sobre la intimidad, le tocó el corazón de una manera inimaginable.

—Sí, Joaquín, si se puede... En un futuro podríamos casarnos.

—¿En serio querrías eso?

—Sí, dime chapado a la antigua, pero quiero casarme, quiero hijos, y si es contigo... Mucho mejor.

—¿Y si yo no quisiera hijos?

—Respetaría tu decisión y entonces seríamos solo tu y yo contra el mundo.

—No te puedo amar más —Joaquín le miró directo a los ojos y le besó la frente —. Dios, ahora estás frío, ¿Cómo cambiaste tu temperatura tan rápido?

—No tengo idea, pero mejor así, un segundo más y te iba a...

—¿A qué?

—A abrazar con mucho amor claro que sí —Emilio se sonrojó al darse cuenta de sus palabras.

—Emilio.

—¿Si?

—Toca mi trasero.

—¿Qué?

—Lo que escuchaste.

—Lo que diga el patrón —Emilio puso ambas manos en el trasero de Joaquín y se detuvo unos segundos en seco al sentir semejante grandeza en su tacto, apretó con picardía y besó las clavículas del menor, el cual se aferró al cuello del rizado y se retorció un poco por la sensación placentera.

—¿Te... Gusta?

—¿De verdad me lo preguntas? —Emilio elevó un poco sus manos y las regresó a dónde estaban con fuerza.

—¿Eso fue un azote?

—¿Quieres un azote de verdad?

Joaquín se encogió de hombros y sonrió, Emilio entendió, le azotó con ambas manos, provocando que el menor se encorvara un poco.

—Debemos detenernos —susurró Joaquín.

—¿Te dolió? ¿Lo hice muy fuerte?

—No es eso, es que... No somos novios aún, siento mucha atracción hacia ti, creo que en cualquier momento vamos a terminar...

—Haciéndolo sin ser nada, sí, siento lo mismo.

—¿Podemos... Dormir?

—Claro, pero recuerda que hoy soy la pequeña —Emilio se rodó y se colocó en posición fetal de lado, esperando a que Joaquín se acomodara.

—La próxima vez ¿Puedo serlo yo?

—Claro que sí, la próxima vez no te escaparás de mí, Joaquín.

Gress se estremeció con las palabras de Emilio, se acomodó y lo abrazó por detrás, le respiraba en el cuello y olía su delicioso aroma natural, ese olor tan cálido de Emilio, una frescura dulce. Así hasta que cayeron profundamente dormidos.

—Buenos días ricitos —Joaquín besó la espalda del mayor.

—Buenos días solecito —Emilio se giró y le dio un beso en la frente a Joaquín.

—Tenemos que alistarnos para el llamado.

—Cierto, ¿Te duchas aquí en el baño de mi cuarto mientras yo en el de mi madre? Así más rápido.

—Sí, vamos.

Ambos se bañaron, vistieron y arreglaron, se colocaron perfume y desodorante.

Un rato más tarde Emilio entró a su habitación de nuevo, la cuál ya tenía la cama tendida y a un Joaquín viéndose al espejo mientras se ponía gloss.

Acudieron al llamado, el cual transcurrió normalmente.

Los días pasaron, se llegó el último día de grabación, los chicos estaban ansiosos pero nerviosos a la vez, sabían que tendrían que besarse una vez más, pasionalmente, estaba en el libreto.

—Se van a acomodar aquí, verán luces verdes a sus costados, tienen que besarse hasta que yo grite corte, entonces cambia la escena a cuando se están alejando poco a poco cuando entra Pancho ¿Entendido? —el director había acomodado a los muchachos.

—Entendido —dijeron al unísono.

Comenzaron a grabar, pusieron la música.

—¡Acción!

Ambos se veían llenos de amor, perdidos, no se sentían en el set, se sentían como cuando estaban totalmente solos, cuando eran ellos y lo demás era vacío. Se acercaron el uno con el otro y empezaron a besarse, sabían que sería el adiós al proyecto, era su último beso en cámara, era una despedida, ya que con anterioridad habían grabado la última escena de la serie, solo faltaba el tan ansiado beso de boda. Habían hecho la presentación de Aristóteles con Cuauhtémoc y Arquímides en convivencia con los fans, todo estaba listo. Emilio estaba demasiado dentro del papel, se le escapó una pequeña lágrima al pensar que su proyecto con Joaquín había terminado, dejaría de verlo en el foro, ahora irían por separado. Quedaba un poco de teatro, estaba por tener la junta oficial de sus próximos conciertos en donde hablarían del contrato con el menor para que acudiera a ellos como invitado. Pero no volverían a pisar un escenario de novela juntos, Emilio lo sabía bien, no era bobo, a su padre se le dificultaba aceptar verlo con Joaquín, transpiraba desesperación al ver cómo la carrera de su preciado hijo se “manchaba” con las “modernidades” de Gress. Siempre mantuvo una actitud muy profesional, aunque a veces lo regañara de una manera muy dura, siempre hizo lo que se suponía, sin embargo claro que había que decepcionar a los fans cuando pedían más allá de un simple beso, pues al señor productor le costaba tragarse esas peticiones.

—¡Corte!

Los chicos parecían sordos, siguieron besándose, no querían despegarse del otro, hasta que poco tiempo más tarde se percataron del asunto y tomaron distancia.

Repitieron el beso varias veces, aunque dejaron la primera toma como definitiva, la llamaron más natural y real, pero claro.

—Tendremos una cena para festejar el término de la novela, igual quiero verlos a ustedes dos —señaló  Joaquín y Emilio —. Y a Nikolás el lunes temprano en el teatro, unas cuantas funciones más y ahora sí caballeros, Aristemo tiene su fin en las pantallas y los escenarios —Juan Osorio estaba parado en una silla hablándole a los demás.

Fueron a vestuario y maquillaje para quitarse los trajes y volver a la normalidad.

—¿Te veo en el salón? —Emilio le susurró a Joaquín.

—Sí, ocho en punto Marcos, no llegues tarde.

—Iré con mi señor padre, creo que me rompe las costillas antes de hacer que lleguemos tarde.

—Muy cierto, bueno, mi madre y yo llegaremos a tiempo también, te amo Emi —dijo en voz muy baja el menor.

—Yo a ti solecito —murmuró Emilio cerca del oído del pequeño.

—¡Quiero agradecer a todos por estar aquí! ¡Brindemos por el final de Juntos el corazón nunca se equivoca! —Osorio levantó su copa de champagne al aire y seguido todos lo imitaron —. Por un gran proyecto más.

—Por un gran proyecto más —repitieron los invitados al unísono, brindaron y vaciaron las copas.

Había infinidad de comida, postres, bebidas, mucha música, todo el elenco, los directores, el personal, absolutamente casi todo el foro estaba en el salón de la cena.

—¿Te veo mañana en la tarde? —Emilio estaba sentado al lado de Joaquín.

—¿Pasas por mí?

—¿A las cinco?

—Me parece bien.

—Paso mañana entonces a las cinco, ponte más guapo, ah es cierto, imposible.

—Jamás vas a saber lo que significa susurrar ¿Verdad Emilio? —Nikolás quién estaba sentado a su lado le dio un golpe en la nuca.

—Tiene razón, hasta yo escuché —rio Eduardo, quién estaba sentado en seguida de Joaquín.

Emilio se sonrojó y Joaquín solo pudo reírse.

Continuaron la cena, el baile y al final se retiraron a sus respectivas casas.

—Pero... ¿Qué? —Emilio estaba parqueado frente a la casa de Joaquín en espera de que subiera al auto, pero su boca se abrió totalmente al verlo salir de la casa.

—¿Nos vamos? —Joaquín cerró la puerta de la camioneta y se colocó el cinturón.

—Joaquín...

—¿Mande?

—Te ves... Te ves... —Emilio estaba en shock —. Increíble.

—Dijiste más guapo, tus deseos son órdenes.

Joaquín portaba un pantalón de látex negro que realzaba sus muslos y sus dotaciones, llevaba un crop top que parecía ser una chaqueta de mezclilla blanca cortada, le colgaban tiras a color negro, combinando con unos zapatos blancos de estoperoles, se había puesto poca base, corrector y polvo, se peinó las cejas como de costumbre, se aplicó poco rubor y gloss rojizo en los labios para hacerlos tentadores y se colocó unos lentos negros oscuros. Una obra de moda y arte en su máximo esplendor.

—Y bueno, ¿A dónde vamos? —preguntó el menor.

—Pensé en ir a comer algo de merienda, unos batidos, unos helados, lo que quieras, después ir a ver una película y al final llevarte a cenar, pero ahora que me has literalmente dado un bofetón de moda, me siento muy mal por venir con mis jeans y mi playera de Nike.

—No hay problema en como te veas, Emilio. Tu belleza realza cualquier prenda que traigas puesta.

—Negativo, ahora mismo volvemos a mi casa y me vistes desde cero por favor. Es más, cuando vayamos por los batidos o helados, pasamos por una tienda de ropa y dejaré que me vistas a tu gusto ¿Quisieras?

—Totalmente acepto, transformar a Emilio Marcos de cholo a cholo elegante, me gusta la idea.

—Oye —Emilio lo miró con los ojos entrecerrados.

—Bueno, pero un cholo muy guapo.

Emilio condujo hasta su casa, se bajaron del auto y acudieron a la habitación del rizado.

—Aquí tienes, mi clóset entero, haz tu magia —Emilio abrió las puertas del clóset y se sentó en la cama a esperar el ingenio de Joaquín.

Minutos más tarde Gress armó un conjunto muy fresco y decente.
Se trataba de unos jeans negros ajustados, una camisa blanca de manga larga, una playera negra básica y unos converse blancos.

—¿Eso no es a lo que llaman moda de e-boy?

—Te quedará bien, póntelo.

Efectivamente, la camisa blanca podía ser muy formal, pero al agregarle la playera negra arriba se convertía en un look más juvenil y estético.

—Agrégale éstas cadenas en el pantalón y listo, todo un ícono de moda 2019 en trendings de instagram.

Emilio se veía totalmente diferente, más serio, más equilibrado en sus colores.

—Me gusta, aparte combinamos —Emilio se veía al espejo y se peinaba el cabello para alborotar un poco más sus rizos.

El mayor tomó a Joaquín de la cintura rápidamente —Me gusta que hagamos match en ésto.

—A mí también ricitos —Joaquín lo besó con ternura.

—Bueno ahora sí vamos por esa merienda, la ropa y luego tu escoges la película o si quieres hacer otra cosa. Al final quisiera ir a un restaurante italiano, ¿Te parece?

—Perfecto.

Volvieron a la camioneta, para conducir hasta la plaza comercial y encontrar un local de batidos en la tercer planta.

—No hay mucha gente.

—En ésta plaza casi nunca hay gente, menos en las plantas de arriba, ya es vieja, muchos prefieren las plazas de por el centro, son más modernas en cuestión de estructura.

—Así que buscaste privacidad también, relativamente.

—Puedes apostar, el cine de aquí tampoco es muy visitado.

—Hablando del cine ¿No prefieres mejor ir a un centro de juegos? Como uno de gotcha pero en vez de pintura con lásers. Conozco un lugar, Renata y yo íbamos seguido de niños. Es un área oscura donde solo resalta lo fosforescente, está genial.

—Lo que pida el príncipe —declaró Emilio y Joaquín se sonrojó al instante.

—¡Entonces a la carga! ¡Ah espera! Cierto, hay que comprar tu ropa, y sé a dónde ir, de hecho está en la plaza de en frente, tu sígueme —Joaquín jaló el brazo de Emilio con rapidez, quién a duras penas dejó propina en la mesita.

Entraron a la tienda en la plaza que mencionó Joaquín.

—¿Cuántos outfits quieres? —preguntó el pequeño.

—No sé... ¿Tres?

—Muy bien —Joaquín tronó sus dedos y a la par su cuello —. Ésto va a estar bueno.

Ambos chicos pasaban de estación a estación por toda la tienda, mientras Joaquín deliberaba y buscaba tallas, Emilio iba atrapando cada prenda que el menor le daba. Tardaron treinta y siete minutos en armar completamente los outfits.

—Ve al probador y sales para que te vea —pidió Joaquín.

Emilio desplomó el montón de ropa en la mesa dentro del vestidor y comenzó a cambiarse.

—Hola, oye, me llamó mucho la atención tu estilo —un chico se acercó a Joaquín.

—Hola, gracias —sonrió el menor.

—Me preguntaba si tenías planes... Si querrías ir al local de en frente a tomar algo, podríamos... Conocernos.

—Tengo novio —finalizó con las esperanzas del chico pelinegro frente a él. No, no tenía novio, pero Joaquín le era fiel desde hace mucho y a ciegas.

—Oh, disculpa por la molestia, que pena, bueno, igual podríamos ser amigos, un gusto, me llamo Dereck —el muchacho sonrió avergonzado.

—Soy Joaquín.

—Podría... Darte mi correo, si gustas.

—¿Correo?

—Eh, de dónde vengo, nos pasamos el correo, no somos mucho de usar ciertas aplicaciones famosas. Soy de Japón, me mudé aquí a los quince.

—Interesante, en ese caso pues claro. Perdón si suena grosero pero ¿Dereck no es un nombre japonés o si?

—Eso, al llegar a extranjeros la mayoría de los asiáticos nos ponemos un nombre más común para que no haya dificultad. Mi nombre formal es  Takahashi Ryuichi.

—Taka... ¿Taka qué?

—Ese es mi apellido, allá lo decimos primero, mi nombre es Ryuichi, allá me decían Ryu. Puedes decirme así, o Dereck —el pelinegro le mostró su correo y se lo compartieron.

—Así quedó —Emilio salió, despampanante, había estado escuchado vagamente la conversación de Joaquín con el chico japonés, pero cuando escuchó el "tengo novio" del menor, su corazón dio un vuelco y a la par se sintió en absoluta calma.

—Wow, se te ve genial, ¿Cómo lo combinaste tan bien? —preguntó el chico.

—No fui yo, fue éste Dios de la moda que tengo en frente.

—Vaya que lo armaste a la perfección, me gusta. Entonces ¿Él es tu novio?

—Sí —sonrió Joaquín conteniendo una risa nerviosa.

—Está igual de guapo que tú, me gusta la pareja que arman. ¿Cuál es tu nombre? —había un poco de rastro en el acento de Ryu, ahora que se sabía de su procedencia. Tenía un aspecto asiático, no tan marcado, debe ser una mezcla de japonés con alguna otra raza.

—Emilio.

—Emilio y Joaquín, que bonito.

—Gracias —dijo Emilio, quién vestía un pantalón de mezclilla color caqui, con una camisa color azul marino fajada solo a la mitad.

—Un gusto conocerlos, me retiro, baibai! —dijo con un acento japonés marcado.

—Oye éste me encantó —Emilio salió de nuevo del vestidor, portando una sudadera de mangas largas color negro que tenía escrito “dead roses” a color blanco en medio de ésta, con una tipografía estética, y un pantalón negro roto —. Muy ligero, me gusta.

Unos minutos después, salió de nuevo.

—Eso es otra onda... —Emilio se vio al espejo boquiabierto. Llevaba una playera negra de cuello un poco alto a la cual las mangas le llegaban al inicio del codo, portaba una chaqueta roja de cuero envidiable, junto a unos jeans negros que tenían zípers color plata a la altura del tobillo.

—Te ves espectacular, increíble. Deberías usarlo en algún desfile de moda.

—El que va a ser modelo eres tú. Tal vez lo use en algún concierto.

—Bueno, déjame pagar ésto y nos vamos.

—¿Qué? ¿Estás loco? Yo la pagaré. Tu escogías para mí pero yo pagaba, así era la cosa.

—¿Ah sí? Adivina quién llegará más rápido al mostrador, porque tú tienes la ropa puesta y necesitas quitártela.

—¿Con que a esas vamos? Si yo no me quitó la ropa, tu no la puedes pagar.

—¿Ah no? Tengo los códigos de cada prenda, ¡Alcánzame! —Joaquín salió corriendo mientras Emilio volvió al vestidor para cambiarse modo nitro —. Buenas tardes joven, quisiera pagar tres pantalones, una camisa, una sudadera, una camiseta y una chaqueta por favor, aquí tengo los códigos.

—¡Objeción! ¡Yo quiero pagarlo! Aquí tiene las prendas.

—No le haga caso, está medio... Ya sabe —Joaquín con su índice hizo círculos al lado de su oreja.

—Miente, ésta ropa es para mí y yo quiero pagar por ella.

—Aquí está su ticket joven, ya fue cargado a su cuenta —dijo el muchacho —. ¿Me presta las prendas para embolsarlas?

Emilio le dio la ropa a regañadientes al joven, después salieron de la tienda cargados de bolsas.

—Te gané.

—Joaquín, fueron como dos mil quinientos, es demasiado, voy a regresártelo, aparte usaste una tarjeta, eres menor de edad ¿Cómo?

—Mi mamá me la dio, es su cuenta pero contiene el dinero que yo gano. No vas a regresarme nada, es un regalo.

—No acepto tu carísimo regalo, es simplemente mucho, por favor déjame regresarte el dinero.

—Nop, ahora mismo iremos a jugar a los lásers y tú te olvidarás de regresarme nada.

—A la próxima que compremos juntos yo pagaré todo lo tuyo, sin importar que tanto sea ¿Bien?

—Ya lo veremos.

Salieron del lugar para dirigirse a la gran estructura llamativa que contenía el espacio de juegos.

—Van a usar toda esa protección, son equipo rojo, si un azul les da en el estómago sus pantallas se pondrán en amarillo lo que significa descalificado y tendrán que salir del área. No golpes, nada violento, intenten llegar al final y se ganarán un premio. ¡Suerte! —la encargada del lugar les daba instrucciones mientras Emilio y Joaquín se colocaban los cascos, las rodilleras etc.

—El juego comienza en tres... Dos... Uno... —una alarma sonó estruendosamente, el equipo azul conformado por diez chicos y el rojo por igual salieron a la carga.

—Sígueme —susurró Joaquín —. Aquí se trata de ser sigiloso y audaz, iremos a nuestro lugar favorito para encontrar blancos.

—¿Nuestro?

—De Renata y yo, éramos los mejores jugando ésto —avanzaban lentamente, agachados y relativamente a oscuras.

—¡Cuidado! —gritó un chico del azul al toparse con dos rojos, Joaquín entre las sombras tomó su pistola y miró por el objetivo, localizó a su presa y disparó a su pantalla, la cuál se tornó amarilla.

—¿Fuiste tu? —preguntó Emilio.

—Así es, ahora muévete, necesitamos llegar al área morada, tiene manchas de ese color por todos lados, hay una red para escalar y desde arriba puedes actuar como francotirador.

—¿Eso no es parecido a campear? ¿No es muy justo o sí?

—¿Quieres ganar o que te maten ya?

—Lo que ordene el jefe —ambos se escabulleron hasta llegar a la zona morada, escalaron la red y se tiraron boca abajo, eliminaron hasta cuatro personas, Joaquín tres, y Emilio uno.

—Solo quedan cinco azules, el tablero allá arriba lo dice, somos cuatro rojos, pero dudo que nos encuentren —Joaquín no parecía el mismo, estaba siendo muy meticuloso y estratégico.

—¡Ahí! —chistó Emilio con desespero.

Joaquín disparó rápidamente, eliminando a un azul más. Estaban a la par.

—¿Podemos bajar a eliminar a los demás? —pidió Emilio.

—¿En serio?

—Digo si no ganamos no hay problema, quiero más acción.

—Ganar es el punto, pero está bien, iremos por las lianas de la derecha, sígueme, tienes que enfundar tu pistola y colgarte de ésto, es como una tirolesa, nos llevará al desemboque de  esponjas, una vez ahí estamos vulnerables, deberás sacar rápidamente tu pistola y seguirme para encontrar respaldo en esos muros diminutos de por allí.

—Tu espíritu competitivo es más fuerte que el sol en temporada de canícula ¿Verdad?

—No tengo nada que contradecir —hicieron exactamente lo que Joaquín planeó.

—¡Muere! —gritó un chico frenético persiguiéndolos, pero Emilio fue más rápido, se agachó para dispararle a su pantalla y eliminarlo.

—Dos azules, tres rojos ahora. Somos tú, yo y un desconocido contra los restantes.

—¡Ahí! —dijo Emilio apuntando a dos sombras con luces azules, entonces empezó una persecución, los chicos hacían un poco de parkour por el área.

—Le han disparado al otro rojo —susurró Joaquín mientras corrían.

—Dos a dos.

—Se equivocan, ya ganamos —dijo una voz detrás de ellos, Joaquín se detuvo en seco al escucharlo.

—Tiene razón, ganamos —otra voz venía por en frente.

—Somos dos a dos, ¿Porqué creen que tienen ventaja? —habló Emilio.

—Los acorralados son ustedes —parló la voz detrás de ellos.

—Muere —gritó Emilio y disparó a la pantalla del chico, quién a su vez soltó un disparo, ambos se eliminaron mutuamente, Joaquín estaba un poco congelado todavía.

—¿Vamos a hacer lo mismo que esos idiotas o podemos divertirnos un poco? ¿Qué tal si te doy tres segundos para correr y después intentamos matarnos, digo, eliminarnos?

—Desearías que la pistola fuera real —dijo Joaquín, frío.

—Con que nos vemos de nuevo.

Emilio se levantó y le recorrió una chispa de enojo por todo el cuerpo, tenía treinta segundos para evacuar el área. Iba a meterse entre éstos dos, pero Joaquín lo detuvo.

—Ve afuera, espérame, aún tenemos que ganar ésta mierda —dijo el pequeño apretando su mandíbula.

Emilio respiró profundo y salió del área.

—Sí, ojalá fuera real. Ahora déjame vencerte, y si quieres puedo golpearte después.

—¿El juego es más importante que patearme el trasero, Rodrigo?

—La única persona más competitiva que conozco aparte de ti, soy yo, Cry Baby.

Tenía razón, ambos siempre fueron competitivos, en todo. Fueron amigos pero eso no quiso decir que no lucharan por superarse mutuamente.

—¿Recuerdas cuando veníamos siendo del mismo equipo?

—Eso ya no existe —Rodrigo dio una vuelta rápida y corrió para buscar un punto alto y ganar ventaja.

—¡No escaparás! —era increíble ver, como Joaquín era quien perseguía a Rodrigo, y no al revés.

—¿Seguro de que estás bien solo? ¿No necesitas a tu patético Emilio? —gritó Rodrigo desde unos escalones —. Los maricones pasivos siempre necesitan a su machito para que los defienda.

Joaquín hirvió en coraje —Antes de hablar, aprende algo —dijo Joaquín con una sonrisa burlesca en el rostro.

—¿Qué? —Rodrigo le miró confuso.

—Esas escaleras son...

—Las sin escape...

Joaquín disparó a la pantalla, y se puso amarilla. Había ganado el juego, el marcador se tornó rojo.

—Favor de desalojar el área. El equipo rojo ha ganado —se escuchó en la bocina.

Joaquín prefirió correr para llegar hasta fuera, quería evitarse una pelea en ese lugar, no deseaba ser exhiliado de su juego favorito.

—¡Ganamos! —Emilio brincó de emoción.

Joaquín estaba apunto de abrazar a Emilio cuando la mano de Rodrigo se posó sobre el hombro del pequeño —La próxima vez que te vea... No te va a gustar para nada, cuídate Cry baby —y lo empujó.

La cara de disgusto en Bondoni era notoria, Emilio le tomó la mano para alejarlo de esos orangutanes, seguido lo abrazó —¿Qué te dijo ese idiota?

—Nada lo suficientemente bueno como para repetirlo, estupideces —Joaquín sabía que siempre debía tomar enserio las amenazas o advertencias de Rodrigo, no era una persona que hablase sin cumplir, a Joaquín le olía a gato encerrado.

—Es hora de ir a cenar, vamos.

Se retiraron pero no sin antes recibir una membresía de entrada gratis por un año al juego de lásers más una tarjeta válida en cualquier Starbucks que contenía quinientos pesos para gastar.

—Éste restaurante es...

—Muy elegante, sí —completó Emilio.

—¿Por qué reservaste una mesa en la terraza? Ésto debe costar...

—Deja de pensar en los precios, es de mi para ti, aparte tu pagaste toda mi ropa, ¿Cómo te atreves a...?

—Dos mil pesos, éste restaurante, ésta reservación, la comida, no son de dos mil pesos.

—Te equivocas, porque tengo... ¡Cupones! —rio Emilio —. Mi mamá me los tiró en la cara un día, es una reservación gratis y un descuento del cincuenta porciento en la comida.

—Ahora te diré el loco de los cupones.

—Llámame como prefieras, bonito.

Cenaron juntos, románticamente, sin nadie que los molestara, sin miradas incómodas ni personas odiosas.

—Bueno joven Bondoni, con ésta sidra sabor manzana, yo brindo por tu existencia y tú amor hacia mí —Emilio elevó su copa.

—Con ésta sidra yo brindo por qué tienes vida y porque estás a mi lado —Joaquín chocó su copa con la de Emilio y después ambos bebieron.

—Tu belleza es inmensurable Joaquín.

—La tuya igual, Emilio.

—Gracias por la comida —dijo Joaquín al retirarse del restaurante.

—Dios, estoy llenísimo, que buen sazón —Emilio subió a la camioneta.

—Concuerdo contigo —Joaquín se abrochó el cinturón de seguridad.

—Oye, ¿Cómo has estado? Con lo de la anemia, ¿Las inyecciones van todo normal? ¿Estás comiendo mejor?

—Sí, todo normal, últimamente he dejado de tener esos desmayos extraños, me siento con más energía, estoy cuidándome mucho. Según el doctor, podría no ser crónica, y recuperarme de ella.

—Esperemos que sí, sé que sí. Y oye, ¿Siempre sí te vas a anime a hacer las fotos del calendario que querías sacar?

—Sí, en una semana es la sesión, estoy emocionado, se vendrá mucho trabajo por hacer, espero a la gente le guste, ya tengo planeada la primer pista que les voy a dar, diamantina morada, once diecinueve.

—¿Once diecinueve?

—Es la fecha en la que lo quiero anunciar. Noviembre de éste año.

—Muy bien, me gusta como puedes ocultar tus sorpresas, yo publico todo de chingazo.

Emilio condujo hasta la casa de Joaquín para dejarlo ahí.

—¡Te veo en el teatro! —dijo Joaquín bajándose de la camioneta.

—¡Hasta luego bonito! —Emilio sacudió su mano y después subió el vidrio, para arrancar.

—¡Juntos, somos Aristemo! —gritaron ambos tomados de las manos, para después besarse y enloquecer al público.

—No puedo creer que solo nos queda una función más —dijo Joaquín ya tras bambalinas.

—Siento que voy a chillar —Emilio hizo un puchero.

—Sí, es muy seguro que yo también.

—Vaya vaya, malévolo cucarachón se nos puso sentimental —Niko llegó por detrás a abrazar a ambos.

—Ya vienes a molestar gatirabia —Emilio rodó los ojos riendo.

—Creo que ya estás acostumbrado pelos de trapeador.

—Oxígenado.

—Costroso.

—Niño “¿Quieres ser mi chava?”

—Hola, gallito feliz.

—Ojos de caca de vaca.

—Señor “heterosexual” que lo voltearon como tazo.

—¡Ya! —gritó Joaquín —. Aunque en esa última tiene razón —rio el menor.

—¡Joaquín! —reclamó Emilio.

—Uy pues perdón por decir la neta —rio Niko y se retiró del camerino.

—Es que sí te volteaste como tazo.

—Nada más poquito —Emilio hizo un puchero nuevamente.

—Chicos, desalojen el camerino, los veo el jueves, prepárense para su última función ¿Entendieron?

—Sí señor —dijeron ambos ante la presencia de Juan.

—Bueno, te veo el jueves, descansa y estudia el libreto, aunque ya no lo necesitas. Te amo —Emilio le dio un beso en la mejilla a Joaquín como despedida.

—Hasta el jueves ricitos —Joaquín le regresó el beso y acto seguido acudió hacia su madre para retirarse del teatro.

Pasaron los días, ambos se pusieron nerviosos al pensarlo crudamente “La última función”, sonaba doloroso, olía a nostalgia y melancolía el simple hecho de mencionarlo.

Emilio comenzó una investigación, dijo que haría lo que fuera por tomar cartas en el asunto para que todos los que le han hecho daño a Joaquín pagasen y no volvieran a cruzarse en el camino.

Le costó días enteros sin dormir, no le dijo a Joaquín lo que estaba haciendo, podría sonar enfermo. Hizo una regresión en la vida del menor, desde la vida de su madre, preguntó a muchas personas, contactó a muchas más, rebuscó en expedientes hackeando el sistema de los hospitales más conocidos en la ciudad, no era exactamente legal, pero debía llegar al fondo del odio, a la razón para cometer semejantes actos. Avanzó poco a poco, habló con testigos, con ex  compañeros de la escuela de Joaquín, Sherlock Holmes le quedó corto. Había algo extraño en los expedientes  de Joaquín, mejor dicho en las fichas adjuntas sobre Elizabeth Gress, algo era extraño, pero no entendía porqué. Los números no daban, la descripción tampoco. Y había alguien desconocido en los archivos, decidió investigar a ésta persona, su actual situación, y consiguió algo importante, una foto, una sola fotografía que le traía muchos recuerdos, él había visto una foto así en otro lado, pero estaba a la mitad. Recordaba haberla visto en un álbum muy antiguo, al preguntar porqué estaba rota, no le supieron dar explicación, pero la foto que Emilio encontró, perteneciente a ese ser extraño, parecía completar la anterior. Llegó a una conclusión que le pareció petrificante, ni si quiera él podía procesarlo o entenderlo, pero una vez poniendo todo en orden, se sentaría a hablar con Joaquín seriamente.

Las cosas generalmente estaban muy normales, sin embargo, una llamada no podría hacer explotar los nervios de alguien ¿O sí? ¿Puede una llamada, una simple llamada, bajarte la sangre a los pies? ¿Hacerte sentir como si te faltara el aire? Sí, la respuesta es sí.

—¿Bueno? ¿Quién habla? —un número privado entró a la línea.

—Coyoacán, Olímpica, Francia 1924, es una casa blanca, la puerta está abierta.

—¿Disculpe? ¿A quién quiere contactar?

—A ti, Emilio.

Emilio sintió frío en su espalda, una punzada en la cabeza, aún sin saber lo que sucedía.

—¿Qué significa?

—Creo que hasta tu diminuto cerebro podría decifrar que es una dirección. Treinta minutos.

—¿Treinta minutos? ¿Quién habla?

—¿Aún no reconoces mi voz, Emilio? Permíteme un minuto, tal vez la mía no, pero la de él sí —se escuchó una puerta abrirse —. Habla.

Una voz distorsionada, como si hubiese algo que le impidiera hablar claro —¡Suéltame! —se escuchó al otro lado de la llamada, lo cuál le puso el vello de punta a Emilio. Una vez más se escuchó una puerta, ésta vez cerrarse.

—Treinta minutos, no hagas ruido, no traigas refuerzos, hazlo y le disparo antes de que puedas pisar la habitación, ni se te ocurra hablar. No voy a hacerle daño, solo quiero hablar contigo.

—No lo toques, no te atrevas a...

—No tengo tiempo para tus sermones de protector. Treinta minutos desde ya, adiós —y se colgó la llamada.

Emilio no lo pensó dos veces, tomó sus llaves y salió como loco por la puerta, ni si quiera le dijo a Mary, solo corrió con todas sus fuerzas, encendió la camioneta y arrancó como frenético.

—Olímpica, Francia 1924, casa blanca —se repetía mientras conducía. Se pasó varios altos, dos semáforos, nada le importaba, las multas eran lo último que le interesaba.

La voz al otro lado era la de Joaquín, y después de unos minutos sus cables hicieron contacto, quién le llamaba era Rodrigo.

Sentía que no llegaba, que algo malo, de verdad malo le iba a suceder. No otra vez, no dejaría que alguien le hiciera daño a Joaquín de nuevo, no se lo perdonaría, no se imaginó lo que se avecinaba.

—¡Te pasaste el alto idiota! —le gritó un conductor anciano.

—¡Disculpe tengo muchísima prisa! —alcanzó a decir Emilio por la ventana y aceleró.

Condujo durante más de veinte minutos, dijo treinta, ¿Qué pasaría después de los treinta? No quería ni pensarlo.

Aumentaba la velocidad, la probabilidad de morir en un choque le importaba un comino, jamás había conducido tan rápido, iba a más de ciento veinte, y cada minuto aceleraba aún más.

Dio vueltas como loco para encontrar la bendita calle, la halló, parecía desolado, el fondo de una colonia, no había muchas casas, al menos no habitadas. Buscó la calle y al final de ella vio la única casa blanca que había, se estacionó y bajó sin importar como hubiese quedado, dejó todo dentro de su vehículo, sin celular ni nada para defenderse, entró por la puerta y lo que tenía en frente era abrumador, sin embargo, le traía sin cuidado cualquier cosa, menos el estado de Joaquín.

—¿Dónde está? —preguntó Emilio cerrando la puerta tras de él.

—Arriba, en el ático.

Emilio iba a subir las escaleras pero Sebastián le detuvo.

—Ah, ah. Dije que quería hablar contigo, Emilio —Rodrigo estaba apuntándole con un arma, firme y sin titubear —. Sebastián, déjanos solos, puedes ir a cuidar la entrada del ático.

Ahora solo eran Rodrigo y Emilio.

—Siéntate en el piso.

Emilio prefirió acatar órdenes.

—Verás, cómo sabes, tu amigo, tu noviesito, lo que sea tuyo, no me agrada. Lo odio, lo odio con cada fibra de mi ser, tú eres parte de él, por lo tanto también te odio a ti.

—¿Qué quieres de mi? ¿Dinero?

—No, para nada, el dinero no me sirve.

—¿Qué jodidos quieres entonces?

—Quiero verlo arder en vida, Emilio.

Sus palabras le hacían sentir temor en su corazón por Joaquín, y a la vez quería atinarle un golpe severo en el rostro a su adversario. Recién había sacado una conclusión y cada que examinaba a la persona frente a él, le parecía más imposible, ¿Cómo podría ser?

—¿Por qué? ¿Qué te hizo Joaquín? ¿Tanta envidia es la que le tienes?

—¿Envidia de qué? ¿Por qué es maricón y la gente lo alaba por ello? Por favor.

—¿Para qué me trajiste aquí? Si ya lo tienes allá, y yo ni enterado estaba ¿Para qué? Pudiste haberle hecho algo y nadie hubiese sabido. ¿Cuál es el motivo de mantenerlo a salvo?

—Tú vas a ayudarme Emilio.

—¿A qué?

—Primero respóndeme algo. ¿Por qué mierda le hablaste a mí papá con un número falso y por qué le preguntaste sobre mí madre?

—¿Por qué piensas que hice eso?

—Porque te escuché Emilio, hay dos teléfonos de línea compartida. Él contestó a la vez que yo, lo escuché todo. Ahora respóndeme.

—Mera curiosidad.

—¿Cómo sabes si quiera quién es mi padre? ¿Y por qué PUTAS le preguntaste por mi mamá?

—Porque no la tienes, ¿O sí? Marlin no es tu mamá, es la esposa de tu padre solamente.

—¿Por qué mierda te metiste en mi vida personal?

—No te importa, Rodrigo.

—Para que le hayas hablado debe haber una razón y creo saber cuál, sé que es por Joaquín pero hay algo que no me cuadra, conociendo a ese idiota, te hubiera detenido de tener cualquier contacto con lo que se relacione conmigo, ¿No lo sabe verdad?

—No.

—¿Entonces por qué me estás investigando?

—Porque quiero que lo dejes en paz, y para hacer que eso pare, necesito saber el trasfondo del porqué lo haces.

—Porque odio a los gays y él es uno, DIN DIN DIN, campanita sonando.

—Tengo mis propias conclusiones, Rodrigo.

—¿Ah sí? ¿Quieres contarme?

—No estoy seguro aún, pero estoy más a favor de mi teoría que de cualquier otra explicación homofóbica que tengas para ésto.

—Vaya, felicidades, has resuelto el código. Porque le mentiste a mi padre diciéndole que eras del hospital donde me concibieron y que se les había quemado el inventario entonces necesitabas una fotografía de mi nacimiento, qué cosa más estúpida, pero más estúpido es mi padre por creerse tal idiotez. Al parecer no te quiso contestar sobre mí madre, te dio de largas. Viste ésta foto, ¿Cierto? —Rodrigo sacó el pedazo de papel fotográfico arrugado, roto por la mitad, un bebé con un mameluco rojo en una incubadora se apreciaba.

—Sí.

—Me imagino que indagaste hasta saber todo de mí. ¿O no?

—Sí.

—Y ahora que crees saber todo de mí, dime, ¿Le temes a tus conclusiones?

—Sí.

—¿Qué esperaste para decirle a Joaquín? ¿Por qué no decirle cuando uniste cables?

—Porque quería estar seguro, aún no lo estoy, podría equivocarme, mi siguiente paso era arriesgado pero era lo único que me sacaría de dudas.

Rodrigo le vio fijamente a los ojos —No, no puede ser, pensabas hablarle, ¿Verdad? Pensaste en ir hasta su casa y confrontarla, ibas a pedirle la fotografía ¿Cierto?

—No tenía otra opción más para confirmarlo.

—Y creíste que a ella le iba a gustar que husmearas en su vida, plenamente creíste que ibas a poder darle una explicación sin mencionarme a mí.

—Dime Rodrigo, ¿Quién eres en verdad?

—Me parece que ya lo sabes, ¿Por qué no lo sueltas?

—Quiero escucharlo de tu boca.

—¿Seguro? ¿Qué tanto miedo te da que pueda ser lo que estás pensando?

—Mucho, a decir verdad, mucho.

—¿Crees soportarlo, Emilio? ¿Tu cerebro podrá procesarlo? Porque llegarías al origen de todo, y eso sería peligroso, porque Joaquín no lo sabe, y supones que tú sí, ¿Cómo le vas a decir que quebraste todas las barreras y lo supiste antes que él?

—Él entenderá.

—Puede ser, porque es una buena persona ¿Cierto?

—Exacto, algo que tú jamás podrás ser.

—Muy bien Emilio, te estás carcomiendo en vida por saber la verdad, y lo único que quieres es que deje a tu pequeño novio en paz ¿Cierto?

—Quiero que desaparezcas de su vida.

—No puede ser... Emilio —Rodrigo hizo un gesto de ternura —. Queremos lo mismo, al fin tenemos algo en común.

—¿Qué?

—Para eso estás aquí, Emilio.

—¿A qué te refieres?

—Primero que nada, necesito hacer algo.

Emilio estaba a punto de levantarse cuando sintió con golpe brutal en la cabeza, y cayó inconsciente.

—Ponle la inyección, el chip deberá pasar por esa parte del organismo y estará listo. ¿Ya preparaste las demás para los otros?

—Sí —dijo un chico desconocido de capucha negra —. Ya le puse la inyección, se activará en una hora más o menos. Si quieres que despierte más rápido dale ésto —el chico le extendió un tónico embotellado a Rodrigo —. Dale dos sprays en la lengua y despertará en quince minutos cuando mucho, me iré a prepararte el set de vigilancia.

—Gracias, te veo más tarde. Bueno Emilio, estás a punto de resolver el caso, que buen detective eres, que lástima que Joaquín no te tendrá por mucho más.

PREEEEGUNTA:
¿Me extrañaron? Me fui un mes, uff, estuvo feo:(. He tenido ciertos problemas de humor, y de falta de ánimo, por ello no había podido actualizar. Andamos picantes con éste capítulo y los que siguen. ¿Creen estar listos?

Vota y comenta porque se viene, y se viene fuerte. 🤫

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