Capítulo 60.
[Y por primera vez todo brilla, ¿Verdad? ¿¡Verdad?!]
—¿Ya pensaste que quieres hacer? Sobre lo de irte un rato de CDMX —Joaquín sentía el aire fresco del clima en el auto.
—Lo tengo pensado, quiero ir con mi mamá a la playa, eso me ayuda a despejarme, tal vez le diga a Textos, y a Diego —Joaquín sabía que ya eran amigos muy apegados de nuevo, dejando atrás los celos y demás cosas, pero aún así le sorprendía que quisiera llevar a Diego en un viaje —. Y después, podríamos viajar, tú, yo, Textos, Diego y Ale ¿Te parece? Así hacemos que Müller se acople a nosotros para ser amigos más cercanos en las grabaciones.
—Sí, muy bien.
—Joaco, ¿Cómo vas con lo de tu escuela?
—Por fin, mi mamá terminó de arreglar los trámites, y las cosas necesarias para tomar los cursos en línea, no más escuela presencial, Nikolás hizo lo mismo; no más bullying, al menos físico.
—¿Qué tanto te molestan cibernéticamente? —Emilio aún tenía la mano de Joaquín enlazada con la suya.
—Pues, velo tú mismo —Joaquín sacó su celular, activó el sonido y las notificaciones de mensajes en sus redes, al minuto, empezaron a caer bandejas de entrada, en donde se alcanzaban a leer textos denigrantes, de odio, claro, se mezclaban con los de los fans, pero sobre salían varias cuentas, varios números, mensajes tanto en WhatsApp como SMS, por messenger, Instagram, Twitter...
—¿Así es todos los días?
—Hay pocos en qué no, pero sé que son Rodrigo y sus amigos, por eso prefiero no leerlos, sé las miles de porquerías que dicen de mí, y no quiero ponerme sensible y que me afecte —Joaquín volvió a desactivar todo y quitó el sonido.
—No es para nada justo que te envíen esas cosas, mucho menos que lo tengan de hobbie.
—Pues sí, pero si no pueden molestarme más en la escuela, algo tienen que hacer ¿No? —Joaquín puso una cara larga.
—Ey, que no te afecte lo que otros digan de ti, no te conocen, aún y si lo hicieran, deben estar ciegos, y tontos, como para insultarte. Sé que es muy repetitivo el hecho de escuchar el “que no te importe”, pero yo más que nadie... Sabe lo que es el hate masivo, desde amenazas exigiéndome que admita ser gay públicamente, comentarios ofensivos sobre mi mamá, mi papá, mis hermanos, vulgaridades que me quieren hacer a mí, o a mi familia, inclusive hate a montones por María, sé que el fandom no la quiere, sé lo pesado que era para ella aguantar tanto odio también, a veces el fandom mete demasiada presión en mis conocidos, hasta el punto en el que se hartan y explotan, o cierran sus redes un buen tiempo, o simplemente me dejan de hablar. Es horrible lo sé, y tal vez nunca tuve un bullie, un acosador, que me hiciera daño físicamente, pero te entiendo, sin embargo los comentarios los puedes evadir, son palabras, yo sé que son peligrosas, hirientes, pero si no tienen algo inteligente que decir, mándalos a volar, haces bien en no leerlos, no les des ni el mínimo de importancia, no lo merecen, tienes que tomar una actitud de control, de poder sobre ti mismo y como te manejas, para que verdaderamente te valga un comino las cosas que te digan —Emilio hizo alto en un semáforo.
—Es que, aún me falta confianza en mi mismo, no siento tenerla... Me da simplemente miedo, miedo ser quien soy, miedo a salir como mi verdadero yo, tengo miedo a tanto odio, tengo...
—Miedo, sí... Joaco, no debes, por favor, no te tiene que importar, de verdad, quienes comentan odio, son personas que están tan aburridas con su propia vida que no tienen nada más que hacer que meterse en las de otros, son personas a las que les hace falta amor, les falta empatía, las personas que solo comentan cosas negativas y siempre están viendo los defectos, necesitan atención, critican tanto y la realidad es que se critican a ellos mismos, hay muchos factores, puede ser envidia, remordimiento, etc. Pero, te lo dije, ellos NO te conocen, por lo tanto no tienen derecho a opinar de ti cuando nadie se los pidió, y aún si te conocieran, hay que tener respeto, algo que últimamente no se practica mucho.
—Emilio, tu sabes cómo soy; sabes que quisiera salir, volar, volar muy alto y estallar en colores, pero no puedo, aún no tengo esa confianza en mi, esa seguridad, y me aterra jamás tenerla...
—Mira, yo creo en ti, yo pienso que todo tu ser es único y maravilloso, puedes volar y brillar de los colores que quieras, tú podrías tener el mundo a tus pies si así lo quisieras, me tienes a mí, Joaquín, me tienes...
—Tal vez no necesito a nadie más que a ti.
—Todos necesitamos a las personas alguna vez en nuestra vida, por más odioso que nos parezca. Y, te digo, yo te apoyo, tienes mi confianza, en todo. ¿Quieres salir a bailar en mamelucos? Salimos a bailar en mamelucos. ¿Quieres gritar tonterías en una montaña? Pues gritamos, ¿Quieres salir conmigo mañana?
—Pues salimos, sí, sé que vas a apoy.... ¿Qué dijiste?
—¿Quieres salir conmigo mañana?
—¿A dónde?
—A donde tú quieras, donde no haya gente, no haya nadie más, ¿Te parece?
—¿No sería mejor entonces quedarnos en la casa de alguno de nosotros?
—Creo que ya estuvimos lo suficiente en la estadía del otro, no me mal entiendas, pero, van a mal interpretarnos.
—Y como ambos somos de clóset...
—No podemos dar señales.
—Y tampoco incentivos de que nos gustamos.
—Exacto, aunque casi todo el fandom sospecha, o nos shippea.
—Bueno, ¿Vamos por helado? ¿O quieres ir a patinar en hielo? No sé, ¿Qué se te ocurre?
—Patinar en hielo, suena interesante.
—Mi amiga es la dueña de un lugar de esos, podría pedirle que nos abra a la tarde-noche cuando ya no hay gente —dijo Joaquín.
—Sí, aunque también podríamos ir a los tacos de noche, a los que fuimos saliendo de tu graduación, ¿Recuerdas?
—¡Es verdad! Por favor en el caballo otra vez no.
—No, ésta vez no —será algo mejor, pensó Emilio.
—Bueno, me parece que llegamos.
Emilio estacionó el auto, subió los vidrios polarizados.
—¿Me bajo a saludar? —Emilio tenía ambas manos en el volante.
—¿Quieres bajar a saludar?
—Sí.
—Pues vamos.
—¡Espera!
—¿Qué?
—¿Y si nos besamos? ¿Tantito? —Emilio hizo un puchero.
—Bueno, tantito, ponle el parasol al vidrio —Emilio obedeció, dejando completamente oscuro dentro de la camioneta.
—No creí que un parasol hiciera que se viera tan oscuro —rió el rizado —. Es más, mira ésto —Emilio encendió un botón en su techo, que dejo que salieran pequeñas luces de colores fríos, alumbrando tenuemente.
—Pero que modernidad, Osorio Marcos.
—Gracias Bondoni Gress, ¿Ya me besas o tengo que rogar por ello?
—Eso sería interesante de ver —Joaquín alzó una ceja.
—Joaquín.
—Sí, perdón, ven —el más pequeño le tomó la mejilla a Emilio, le vió el rostro de cerca, examinándolo, rozó su nariz contra la de su compañero, respirando el mismo aire, oliendo su perfume, que le hacía desear estar por siempre pegado a él, ambos cerraron los ojos y fusionaron sus labios el uno con el otro, Emilio sintió un impulso de morder levemente a Joaquín, quién le respondió con una mordida de la misma intensidad.
—No creo que me pueda cansar de ésta sensación nunca... —Emilio tomó aire, después de casi un minuto besándose.
—Así que realmente me quieres contigo para largo —Joaquín se percató de las palabras de Emilio.
—No voy a argumentar nada contra lo que acabas de decir; yo quisiera que tú estuvieras conmigo hasta que dejase de respirar, y espero que así sea, que el destino me lo permita. Joaquín, sé que me he enamorado antes, sé que tuve un primer amor, ese inocente y torpe; y por alguna u otra razón no se dió. Yo sé que tú eres ese amor irremplazable, lo sé porque cuando no estás, cuando pienso en estar sin ti, es como si una sensación de ardor y dolor me recorriera... Cuando estuvimos lejos, fuese el tiempo que fuese, me sentí como basura, me sentí la peor abominación en la tierra, era como si hiciera lo que hiciera, no existiera paz en mí... Joaquín, espero que estés conmigo... Hasta que se pueda, yo no creo en el por siempre, no mucho, claro que quiero casarme, quiero hijos, pero me aterra saber que todo tiene un fin, no quiero que nuestro fin llegue pronto...
—¿Nuestro fin? Emilio, ni si quiera tenemos un inicio, no te preocupes. Mira, yo también te quiero conmigo de esa forma pero... ¿Qué haremos? Ni tú ni yo queremos salir del clóset, es más probable que yo lo haga, a qué tú... Y es algo irritante decir, que lo mío se sabe, bajo el agua, ya que hay fotos mías disueltas besándome con Kevin, hay videos antiguos donde digo ciertas cosas al aire, puede decirse que lo saben, pero no lo dicen, por respetar mi integridad. Y bueno a ti, te presionan a decirlo, porque afirman que eres algo, y no se echan para atrás.
—No pienso admitir nada, seguiré diciendo lo mismo, o no respondiendo, igual no tendrían porque preguntarme nada... No quiero que te sientas mal si niego mi sexualidad, si no respondo ciertas preguntas, o si cuando nos pregunten que somos, que diga falacias. A veces por ello mismo me aterraba decirte lo que soy, lo que siento, porque no quiero que te sientas atado a actuar en las sombras, haciendo como si tú y yo no fuéramos nada más que amigos, hermanos.
—No me molesta que niegues lo que eres, porque esa es tu decisión, si no estás listo, está en ti. Yo tampoco estoy listo. No me molesta ocultarlo a decir verdad y lo prefiero así... No te sientas mal, ambos estamos bajo las sábanas aún, un día podremos salir, y si no, tendremos que hacerlo a escondidas todo, no me incomoda, solo que puede que llegue a ser difícil. Porque Emilio, no sé si me quieres si quiera para ser tu pareja, pero, imagínate que sí. Tendrías novio, con o. Y si acaso quisieras un matrimonio, ¿Cómo nos casaríamos? Quieres hijos, ¿Cómo podríamos tener hijos?
—Tienes razón.
Joaquín sintió una punzada en el estómago.
—Ni si quiera se me había cruzado por la cabeza pedírtelo, pero conozco la razón, a pesar de que me gustes bueno... Acabo de terminar con María, a la vez, no me siento listo para una relación oficial tan pronto, créeme que te estoy siendo fiel sin si quiera ser algo, de verdad no me había detenido a pensar en que si me gustabas debía proponerte noviazgo... Acabo de tener un congelamiento de cerebro —Emilio lucía confundido —. ¿Por qué nunca pensé en ello? Solo quería tenerte cerca, pero, nunca me paré a pensar en que podríamos hacerlo formal.
—No tenemos que, al menos aún no, entiendo que acabas de salir de una, y no creo que sea lo correcto iniciar otra tan rápido. Pero, Emilio, ¿Tú me quieres para que sea tu pareja algún día?
Emilio tenía la mirada perdida, era verdad que jamás se puso a pensar en las posibilidades —Sí Joaquín.
—Entonces un día se dará de alguna forma, inclusive no tienes que ser tu el que lo pida, puedo ser yo.
Emilio abrió los ojos en son de aún más confusión, era cierto, no necesariamente tenía que ser él quien se propusiera.
—Joaquín.
—Dime.
—Tengo miedo del futuro, de lo que vaya a suceder, no quiero que te pase nada, y tampoco quiero que salgas lastimado de ninguna forma, lo sabes, me he declarado a mí mismo jamás volverte a hacer daño, lo estoy cumpliendo, de verdad prefiero tirarme de un puente a volver a hacerte sentir mal. Pero, en las parejas siempre hay discusiones, desacuerdos, y creo que sabes cómo reacciono en una pelea, a veces digo cosas que no quiero, me arrepiento, pero aún así hieren, no quiero que tengas que experimentar eso.
—Es parte de cualquier relación, Emilio, tú lo has dicho; sé que nunca me has visto enojado, solo triste y decepcionado pero, tampoco me quedo atrás, mi carácter puede volverse muy pesado algunas veces, sin embargo lo intento controlar lo más que pueda, gritos nunca te los esperes de mi parte, si los hay, es que de verdad fue algo increíblemente fuerte. Yo también he dicho cosas sin querer, con mi familia, por ello mismo mejor me quedo en silencio y escucho, sin embargo, el punto es que, tampoco quieres verme molesto, ni yo quiero que me veas así, jamás podría hacerte daño, pero algunas veces me siento tan roto que el coraje me gana, golpeo cosas, principalmente a mí, y digo cosas con un tono de voz mal caído.
—Vaya, de verdad no quiero verte molesto.
—Pero bueno, te lo digo, en una pareja siempre habrá altos y bajos, no tienes porqué temer a ello, si no se da, tal vez nos equivocamos; pero lo dudo mucho Emilio, jamás me sentí tan seguro de querer a alguien como te quiero a ti.
—Deberíamos bajar ya —Emilio sonrió.
—Sí, vamos.
Bajaron, subieron por las escaleras del porche, y tocaron la puerta.
—Hola mi amor —Elizabeth recibió a su hijo con un abrazo —. Hola Emilio —sonrió.
—Hola Ely, ¿Cómo estás? —se saludaron de beso.
—Bien, ¿Tú? ¿Cómo te sientes hijo?
—Pues bien, algo, cansado.
—Triste, es tristeza, pero ya pasará, Joaquín me contó, créeme mi amor, las personas que no te aceptan como eres, es porque no te aman de verdad, solo las reales se quedan, no importa que tal difícil sea.
—Sí, gracias Ely...
—¿Comemos?, hice spaghetti a la bolognesa —Elizabeth tenía servida una cacerola en medio de la mesa y platos repartidos al rededor.
—Sí —dijeron ambos y se sentaron a comer.
Un rato después, decidieron ir al cuarto del menor.
—Emilio —Joaquín cerró la puerta y se tiró a la cama al lado del rizado.
—Mande.
Joaquín alzó una ceja e hizo una mueca, se detuvo a pensar unos segundos, luego se subió sobre el cuerpo de Emilio, dejando sus piernas a los costados del torso de su compañero.
—¿Qué haces? —Emilio estaba algo confundido pero riendo a la vez.
—Nada, solo quería, estar sobre ti un momento.
Emilio juntó sus cejas en son de confusión, pero unos segundos después, dejó de pensarlo, y se concentró en el tacto de Joaquín, subió sus brazos y colocó sus manos en la espalda del chico sobre él, lo observó unos instantes, y luego delicadamente quiso meter sus manos debajo de la playera que portaba el menor, tocando su suave y fría piel, mientras éste se estremeció.
Joaquín quiso unirse a Emilio, así que delicadamente metió sus brazos en la playera de su compañero, tocando su abdomen muy lentamente.
—¿Por qué ésto se siente tan bien? El simple contacto contigo —suspiró Emilio.
—No sé, pero concuerdo...
—Es como si tú cuerpo, conectara conmigo, quiero estar más y más cerca de ti —Emilio presionó lentamente la espalda de Joaquín hacia abajo, hasta hacer que el menor se recostara sobre su pecho —. Siento tanta paz que parece irreal —Emilio comenzó a acariciar el cabello del pequeño con una mano, y con la otra la espalda de éste.
Joaquín cerró sus ojos y se hundió en el perfumado cuello de Emilio, comenzando a darle besos pequeños, haciéndolo estremecerse.
—Todo está bien mientras estés conmigo —murmuró Emilio —. No importa que tan horrible se vea la situación, si tu estás aquí yo me siento capaz.
—Que diferente es el Emilio amigo del Emilio enamorado, creo que me puedo acostumbrar a éste.
—Házlo, no te vas a arrepentir.
—Emilio, ¿Cuando sería nuestra cita? Para hablarle a mi amiga —Joaquín abrió los ojos como platos al darse cuenta de lo que dijo.
—¿Puedes mañana? —Emilio sonrió.
—Sí, está bien; le marco en un rato.
—Pero eso será a la noche, ¿Hacemos algo desde temprano también? ¿Quieres?
—¿Cómo que?
—¿Te gusta nadar?
—¿Playa?
—No, eso será después, vamos a un parque acuático ¿Quieres?
—En la tarde parque acuático, en la noche pista de hielo, vaya vaya.
—Y después de eso, los tacos.
—Te gustaron mucho los tacos verdad —Joaquín rió.
—Sí, no lo puedo negar.
—Menso, sí, quiero.
—Joaquín, llegó el cartero y te trajo algo —Elizabeth tocó la puerta de la habitación, al instante el menor saltó para bajarse de encima de Emilio y se sentó a un lado, mientras que el mayor solo se levantó para sentarse y acomodarse la playera —. No tiene nada más que una estampilla ¿Será de tu papá? —la mamá de Joaquín abrió la puerta.
—No sé má, igual y es una carta de un fan que encontró mi dirección, ya ha pasado algunas veces —Joaquín tomó la carta.
—Sí puede ser, bueno, iré a comprar unas cosas al súper, me llevaré a Renata y a tu abuelita, vengo en un rato ¿Está bien? —Ely sonrió.
—Sí má, gracias.
Elizabeth se retiró con las demás habitantes de la casa hacia el super, mientras que aquellos dos se quedaban solos.
—¿No la vas a abrir? —Emilio se volvió a recostar, mientras que Joaco dejaba de lado el sobre.
—¿Debería hacerlo ya? ¿Quieres hurgar en mi privacidad?
—No, no, no me mal entiendas, solo era una preg...
—Ya sé menso, te estoy choreando.
—Joaquín —Emilio hizo pucheros.
—¿Me perdonas? —el menor hizo una voz graciosa.
—Sí, te perdono —Emilio rió.
—¿La abro así, o sea la rompo, o utilizo un cuchillo?
—¿Tienes una lima de uñas?
—¿Te quieres hacer las uñas en éste momento?
—No sonso, o sea, puedes hacerlo con una.
—Ah, sí tengo —Joaquín utilizó la herramienta y abrió el sobre.
Joaquín sacó la carta, que eran dos hojas, al abrirla, su expresión cambió.
—¿Qué pasa? ¿Qué es?
Joaquín hizo una mueca y le comenzaron a salir lágrimas amargas.
—¿Joaquín? ¿Qué es? ¿Estás bien?
El menor lanzó los papeles con furia, y se hizo pequeño, lanzándose a llorar, Emilio al segundo se abalanzó para abrazarlo sin si quiera saber que sucedía.
—¿Joaquín? ¿Que dice? ¿Qué tienes?
—Solo velas, ya no importa...
Emilio no lo soltó, solo lo sostenía entre sus brazos.
—¿Quién es el emisor? ¿Quién te la envío?
—No tiene nombre, pero creo saber de quién es...
Emilio se agachó a recoger ambos papeles, y vió a lo que tanto temía Joaquín, fotos de él besándose con Kicho, publicadas en todas las plataformas, hasta videos de Youtube, Y en la otra hoja ponía con letras computarizadas “El juego no se acaba hasta que uno de nosotros deje de respirar, ¿Te gustó el obsequio? De nada, ahora todo el mundo sabe tu verdad. Nos vemos pronto Joaquín, y ésta vez, será la última”.
—Ésto fue el colmo, se acabó, voy a buscarlo, creo saber quién es, no necesitas decirme. Va a pagar, y va a pagar muy caro.
—Qué más da, ya consiguió lo que más quería, exhibirme... —Joaquín estaba en posición fetal en el piso.
—Tenemos éstas pruebas de que te está acosando, Joaquín.
—No lo conoces, es más que inteligente; es un maniaco. Estoy casi seguro de que no tiene huellas, no tiene ni un cabello, nadie va a creerme, ¡Lo odio! ¡Lo odio!
—Ven, ven por favor —Emilio se agachó y abrazó a Joaquín —. No me importa si no hay pruebas, ¿Sabes dónde vive?
—No permitiré que te arriesgues a hacer una locura Emilio.
—La próxima vez que me lo tope me iré contra él sin remordimiento, no vas a poder detenerme Joaquín; lo odio como tú, sea como sea lo voy a confrontar, aunque no quieras; porque sé que tú podrías defenderte, el problema es que ese imbécil te ha metido tanto miedo, que ni si quiera quieres demandarlo, acusarlo, Joaquín, por favor.
—No te diré direcciones, Emilio por favor solo... Solo abrázame.
Emilio obedeció, lo apretó contra su cuerpo, y lo acarició.
—No voy a presionarte pero Joaquín, es la peor persona que he conocido, y vaya que ya pasamos por alguien así; sin embargo, necesito que me digas... Por favor, ¿Dónde vive?
—Emilio basta...
—¿Por qué Joaco? Dime porqué, ¿Por qué lo proteges así? ¿Le tienes tanto miedo como para apagar tu luz solo por lo que pueda decir o hacer?
—Ha intentado matarme.
—Por eso mismo, por eso mismo deberíamos ir a denunciarlo, contárselo a tu madre, hacerlo pagar por todo el daño que te ha causado, dime una razón válida para no ir a romperle la cara y entregarlo a las autoridades.
—Escucha, nadie nunca en mi vida me había aterrorizado más que él, nadie nunca me había puesto en la línea de fuego y más de una vez. Ha intentado ridiculizarme, violarme, matarme, hacer que me suicide, me ha denigrado, insultado, y hecho sentir una bazofia, y por eso mismo no quiero; puede sonarte tonto, ridículo, pero yo lo conozco más que tú, sé de lo que es capaz y creo que tuviste una probada de ello. Si atento contra él, no se detendrá, y antes de que cualquier cosa pueda incriminarlo, vendrá por mí, incluso peor, irá por ti, y eso, es algo que no voy a poder manejar. Dijo que el juego no se acaba hasta que uno de nosotros dos deje de respirar, y Emilio, el sabe que si te hace daño a ti, es como si me quitara la respiración en vida... —Joaquín se secó las lágrimas con el interior de la playera —. No quiero que te haga nada, yo sé que eres fuerte, que sabes pelear, te le has puesto de frente a él y a sus amigos también lo sé, pero... Él armado, él en su fase de psicópata, es peligroso Emi, demasiado peligroso...
—Sí, esos disparos me dejaron en claro que no tiene miedo de matar, ni el mínimo remordimiento.
—Si crees que Gizén era un psicópata, un enfermo obsesivo, Rodrigo es mil veces peor. Sé que Gizén intentó matar a María, pero analiza bien, iba a hacerlo de una, a la yugular, atentó contra ella porque nos quería a nosotros, nos amaba, obsesivamente y de una mala manera, pero lo hacía, no justifico nada de lo que hizo. Ahora escucha, Rodrigo es el tipo de persona que te haría pasar por una muerte lenta, dolorosa, te haría sufrir y se mofaría de ti mientras lo hace, podría destruirte poco a poco, de la manera en la que lo hace conmigo, se mete en tu cabeza, te persigue hasta en tus sueños... Rodrigo es como un espectro que ronda a tu alrededor día y noche, ¿Por qué crees que al dispararles a ustedes por error, no apuntaba a mí cabeza? Porque quería hacerlo a mi pecho, quería verme desangrándome lentamente hasta quedar sin vida. ¿Por qué crees que llevó bates y no la pistola con el silenciador? Porque estaba tan molesto, que quería golpearnos hasta el cansancio, haciéndonos sufrir mientras nos rompía cada hueso de nuestro cuerpo. ¿Sabes cómo trabaja su cabeza? Es más que un psicópata y un enfermo, va más allá de los límites que deberían existir, no es solamente un bullie, es un asesino en potencia, sino es que ya ha matado con anterioridad.
—Wow.
—¿Qué?
—Joaquín; de verdad le temes, verdaderamente te aterra. Y, ¿Tan preocupado te sientes porque me haga daño?
—Es mi peor pesadilla... Sé que irá tras de ti, esa noche en la colina, no quería a María, la añadió porque no había de otra, pero le daba igual. Me quería a mí, y por casualidad estabas tú, sin embargo sabía que te haría pedazos frente a mis ojos, para hacerme morir vivo, y después me dejaría ahí, observándote, muerto, para que mi alma colapsara, y al final, me eliminaría de una vez por todas.
—No puedo creer que entiendas tan bien su cabeza, ¿Estás seguro de que él piensa así?
—¿Quieres averiguarlo acaso?
—Claro que no.
—No sé, simplemente lo deduje, y sí, me aterroriza, aprendí a defenderme, claro. Pero al tenerle en frente es más que luchar como con los demás, es como si su presencia me volviera débil, como si algo en el, me hiciera frágil, no puedo entenderlo muy bien, solamente sé, que no puedo acusarlo, cuando ni si quiera hay pruebas.
—Podríamos tomar nuestra propia justicia.
—¿Ah sí, y que haríamos? ¿Golpearlo? Emilio, no vamos a hacerle lo mismo que él hace conmigo, sería ser como él, y no pienso ser así ni en un millón de años.
—A veces creo que eres una persona demasiado buena y me dan ganas de mostrarte la cruda realidad para que actúes. Luego me acuerdo de que porque eres demasiado buena persona me perdonaste por mis errores y se me pasa.
—Eres un menso.
—Joaquín, no sé qué medidas tomar para alejar a Rodrigo de ti definitivamente. Podríamos tenderle una trampa como a Gizén, y no creo que él pueda escapar, su familia no es de dinero ¿Verdad?
—No, creo que no, es una familia normal.
—Recordando al otro idiota, me pone a pensar muchas veces, en que puedo hacer para estar seguro de que no estás en peligro.
—No creo que Gizén se aparezca por acá, pero sí que Rodrigo lo haga, dijo que pronto, no tengo idea de que esté planeando, pero lo que sea que pueda ser, ya siento escalofríos.
—¿Qué tan pronto es ese "pronto"?
—No tengo idea, sabiendo como maquina, podría decirme eso cuando en realidad van a pasar semanas sin un solo rastro de él, para que así yo esté paranoico durante un largo rato.
—Ay Joaquín... Pensaré en algo, mientras tanto, regresaré a mí casa, y nos veremos mañana ¿A las cuatro te parece bien?
—Sí.
—Paso por ti va, trae todo lo necesario.
—Emilio.
—¿Qué?
Joaquín besó suavemente a Emilio, un pico tierno.
El rizado solo sonrió —Hasta mañana, Bobondoni.
—Te quiero, Emilio.
—Te quiero más, Joaquín.
—Joaquín es una alberca —Emilio se ponía bloqueador mientras esperaba a su compañero en el área de vestidores.
—Pero me da pena.
—Todos andamos así, anda, tu puedes.
Joaquín abrió la puerta, salió solo con un short color negro, sin camisa, y en sandalias.
—¿Ves? No pasa nada, nadie te dirá nada por estar sin camisa.
—Es que me siento incómodo Emi... Por favor déjame quedarme con la playera.
—No tienes que pedirme permiso bonito, si quieres dejártela puesta adelante, yo solo quiero que tengas más confianza en ti mismo, sé que algún día podrás, anda, vamos a la piscina, casi no hay gente.
Salieron de los vestidores.
—¿Nos tiramos desde el trampolín? —Joaquín traía una playera de un pequeño tiburón.
—Creo que me puedo desmayar si lo hago del más alto.
—Emilio, el niño ese se acaba de aventar de ahí, son como cuatro metros.
—Recuerda mi fobia.
—Bueno, ¿Nos tiramos de bombazo?
—Jalo.
Ambos corrieron como tontos hacia la alberca más profunda, saltaron y salieron despacio del agua.
—¡Está bien fría! —Emilio se sacudió el cabello.
—¡Te juego carreras hasta el otro lado! —Joaquín emprendió marcha bajo el agua.
—¡Hey! —Emilio se empujó con la pared y trató de alcanzarlo.
Joaquín llegó primero y salió gritando victorioso.
—Joaquín.
—¿Si?
—¿Ves a alguien conocido, a alguien con cámaras, o que nos observen mucho?
—No, ¿Por qué?
—Agáchate.
Joaquín arqueó una ceja, pero obedeció, ambos bajaron mutuamente, una vez debajo del agua, Emilio tomó al pequeño de la cintura, lo presionó contra el suavemente, y besó su cuello despacio, acto seguido ambos subieron de nuevo.
—Eso se sintió bien —Joaquín dió una sonrisa tímida.
—¡Alcánzame! —Emilio salió nadando a toda velocidad.
Jugaron un buen rato, hasta que terminaron muy cansados, salieron a sentarse bajo el sol, una hora más tarde, decidieron cambiarse y subir al auto para empezar a manejar hasta el lugar donde estaba la pista de hielo.
—Sí estaban buenas las duchas del lugar, me gusta que gracias a qué las hay no tengo que salir con el cabello de estropajo.
—Pero si ya lo tienes así —dijo Joaquín y ambos rieron al instante.
—Que graciosito.
—Me dicen don comedia.
—¿A cuanto estamos de la pista de hielo?
—Según Google maps, a unos veinticinco minutos.
—Perfecto, ¿Qué hora es, como las seis con treinta?
—Sí, ¿No quieres comer una merienda antes de patinar? Podríamos comprar unos fritos, o algo.
—Me paro en un Seven ahorita, ¿Va?
—Sí, hay uno acá a la vuelta.
—Vamos.
—Joaquín, cuando dijiste unos fritos o algo no mencionaste que ibas a comprar tres bolsas para ti solo.
—Es que me dió hambre.
—Pero comparte.
—¡No! No toques mi comida —Joaquín le dió un manaso a Emilio.
—¡Ay!, Bueno, entonces no te voy a dar las gomitas que te compré.
—¿Gomitas? ¿Me perdonas por pegarte? Sí te voy a compartir, pero dámelas.
—Bueno.
—Cuando se vayan a ir solamente me tocas la puerta de ésta caseta, para abrirles y ya, hay patines de todas las tallas ahí, pueden dejar sus zapatos por allá, y por favor no rompan nada, diviértanse.
—Gracias Yess, eres la mejor.
—Lo sé bobo, adelante, porque creo que tu compañero se está queriendo poner los del talle para mujeres.
—Ah, sí, lo siento, ¡Emilio los blancos son ajustes para mujer!
—Pero me gustan los blancos.
—Bueno, está bien, anda.
Ambos se pusieron los patines y entraron a la pista.
Joaquín se impulsó y empezó a dar pequeñas vueltas en el hielo, después de distraerse en sí mismo por unos segundos se percató que solo sus navajas hacían ruido.
—¿Emilio? —el menor se detuvo y vió hacia su compañero, quién se sostenía de la entrada.
—Creo que olvidé mencionar que no sé patinar.
—Como eres menso —Joaquín patinó hasta donde Emilio —. Dame las manos, yo te guío.
—Te prometo que si me suelto me voy de hocico, y no queremos eso.
—Anda, dame tus manos.
Emilio hizo una mueca pero al final decidió tomar a Joaquín y ponerse rígido para evitar resbalarse.
—Tienes que impulsarte con el derecho y poner el izquierdo al frente al instante.
—Joaquín, ¿Duele mucho azotar en hielo?
—No seas negativo, mira, voy a soltarte aquí, no te vas a mover, solo observa como avanzo.
—¡No! ¡No me sueltes!
—Solo es para que veas como, mira —Joaquín se libró de las manos de Emilio, le mostró como debía hacerlo —. ¿Puedes?
—Jesucristo bendito bendíceme con dotes de patinaje al menos para no romperme la madre, gracias —Emilio se impulsó y logró mantener el equilibrio.
—¡Eso!
Emilio estaba patinando, algo chueco, pero patinando.
—Te propongo una apuesta, ¿Si? —Emilio se tambaleaba.
—Dime —Joaquín patinaba a su al rededor.
—Si yo logro hacer un giro con impulso, como los que hacen los patinadores, volvemos a jugar a aquella pequeña dinámica de hace algunos meses, donde uno de nosotros sería un bebé, por veinticuatro horas.
—¿Acaso quieres un biberón de una vez?
—El que pierda será el bebé.
—Te advierto que tú muy apenas puedes avanzar, ¿Seguro que quieres?
—Tú primero.
—Bien —el espíritu competitivo entró en ambos, se colocaron a un extremo de la pista, Joaquín tomó aire, se lanzó a la pista con impulso, y dió un giro perfecto —. Tu turno.
Emilio tomó aire también, se impulsó y dió un giro perfecto, igual que el de Joaquín.
—¿Cómo hiciste eso sin azotarte en el piso? —Joaquín le vió extrañado.
—Suerte de principiante.
—Bueno, ambos lo logramos, ¿Ahora qué?
—El que haga un loop, gana.
—¿Así que sabes los nombres de los saltos?
—¿Vas primero?
—Sí —Joaquín comenzó a recorrer la pista, tomando confianza, para después lograr hacer un loop sin fallas.
—Mi turno —Emilio extendió sus brazos y recorrió felizmente el largo de la pista, hasta realizar su loop perfecto.
—Bueno, ¿Y ahora qué?
—Un Salchow, al mismo tiempo.
—Bien, ¿Quieres volver a ser un bebé, verdad?
Ambos se colocaron en el mismo extremo, tomaron impulsos similares, y ambos hicieron un salchow sin errores.
—Creo que tú suerte de principiante es abundante ¿No? —Joaquín rió.
—Un Axel, sé que es de los más difíciles, pero me arriesgaré a decir que un Axel.
—Bien, tú primero.
Emilio comenzó a ponerse algo nervioso, pero respiró, intentó calmarse, comenzó a patinar, y sorprendentemente logró un Axel sin terminar en el hielo.
Joaquín había estado en clases de patinaje, de ballet, de varias cosas, era muy bueno, pero un Axel, a duras penas lo conseguía en sus años de prácticas. Tomó impulso, dió una vuelta completa antes de realizarlo, cuando se sintió seguro, lo intentó, pero cayó duramente a la superficie.
—¡Joaco! ¿Estás bien? ¿Te doblaste algo? ¿Estás bien? —Emilio se acercó a la velocidad de la luz, y al llegar con él se tiró de rodillas, resbalando hasta donde estaba el cuerpo de Joaquín.
—No, no, solo fue la caída...
—Tal vez no debí solicitar un Axel, es difícil... Pero al verte pensé que te mofarías en mi cara al proponerlo... Ven, nos sentamos en las bancas.
—No, estoy bien, solo quiero levantarme y patinar un poco más.
—¿Estás seguro?
—Sí, pero antes de ponerme de pie, ¿Acaso fingiste no saber patinar? ¿Cómo puedes hacer los saltos, saber sus nombres, si según tú no tenías conocimiento en el tema?
—Sí bueno puede que te haya engañado un poquito, tuve clases de patinaje desde los cinco hasta los trece años, casi catorce, aparte de karate y baile.
—Bueno, me parece que lo hiciste a propósito para ganar la apuesta ¿O me equivoco?
—Oye yo ya había perdido en ésto, es tu turno, ¿Verdad que si bebé? Ay quién lo quiere a la cosita fea —Emilio le hacía cariños ridículos a Joaquín mientras lo llevaba de la mano patinando lentamente.
—Acepto la derrota con la condición de que las veinticuatro horas empiecen mañana, porque al ir a comer a los tacos no quiero tener un babero ¿De acuerdo?
—De acuerdo, entonces, mañana ¿Te quedas en mi casa? No habrá nadie, mamá salió a un evento en otro estado y se llevó a Romina, Kiko y Kimish decidieron irse a la playa ésta semana, le dimos vacaciones a Mary, así que literalmente soy yo, y mis perros.
—Mi mamá va a sospechar, ahora vivo en tu casa, y viceversa.
—Cierto, oye Joaco... Tú, ¿Estarías dispuesto a contarle a Elizabeth?
—Sobre...
—Sobre que yo te gusto, y... Sobre qué tú a mí.
—Creo que sospecha fielmente de que me gustas, es mi mamá, sabe cuándo me vuelvo loco por alguien. Confía en ti, y sabe que no me dejarás solo, sabe lo que hemos luchado y lo que hemos pasado juntos, no pienso que le sorprenda escuchar de mi boca lo que siento por ti. Sin embargo, tal vez sí se le caiga la boca si se entera de que me correspondes y que salimos juntos o algo así.
—No pienso salir del clóset con nadie más, pero, ¿Crees que Elizabeth me aceptaría? ¿Crees que apoyaría lo que soy? ¿O, crees que tal vez intente separarnos si sabe que me gustas?
—Te aceptaría seguro, y te apoyaría, no sé si nos separaría, no creo. ¿A caso quieres contarle a mi madre tus sentimientos?
—Joaco, creo que sí, si no voy a decirle a nadie, pienso que la única persona acertada es tu mamá, ya que ha demostrado cuánto nos quiere... Y, yo quiero que las cosas contigo, a pesar de ser bajo el agua, tengan un futuro oficial al menos con la familia...
—¿Estás diciendo que quieres salir del clóset con mi mamá y a la vez contarle que nos gustamos, para que así nos apoye en lo que sea que seamos?
—Sí.
—Bueno, eso es otra onda.
—¿Quieres?
—Voy a pensarlo, ¿Si?
—Sí, mientras tanto, podemos decirle a tu mamá, que vamos a ensayar nuevas cosas de la obra, y que para evitar la fatiga de ir y venir, te quedarás conmigo. Es más, podrías quedarte desde ya, y te devuelvo a tu casa mañana en la noche.
—Está bien, pero, no traje ropa conmigo.
—Te pondrás de la mía.
—Ropa interior, Emilio...
—También de la mía, oye, podré ser un cholo costroso, pero la ropa siempre está limpia.
—Bien, ¿Vamos ya a los tacos? Hace hambre.
—Vamos.
Dejaron los patines en su lugar, se colocaron sus zapatos, avisaron a Yess de su partida, subieron al auto y emprendieron viaje a por su cena.
—Solamente una cosa Joa...
—¿Qué?
—El auto se lo llevará mi chófer, tú y yo iremos en otra cosa.
—Ay no, caballos no, Emilio por favor no.
—No son caballos.
—¿Entonces que locura hiciste?
—Contraté una limosina mini.
—¿Tu te aburres mucho?
—¡Y es blanca con luces!
—Sí, te aburres mucho.
Ambos subieron a la limosina en el último compartimento, Emilio se divertía con la música y las luces mientras que Joaquín se reía a carcajadas de las payasadas de su compañero.
—Y dime, ¿Qué le dice una piedra a otra piedra?
—¿Qué cosa?
—¡La vida es muy dura!
—¡Es tan malo que da risa jajaja! —Joaquín no respiraba de retorcerse de los malos chistes de Emilio.
—Jóvenes llegamos a su destino.
Ambos bajaron sonrientes y se sentaron en las mesitas, dejando que la limosina se estacionara a la vuelta de la cuadra en el parque.
—Hola muchachos, que bueno es verlos por acá otra vez, ¿Cómo andan mis güeros? —el dueño del puesto los saludó con alegría, recordándolos de aquella vez, “los chicos a caballo”, que ahora serían “los chicos de la limosina”.
—Bien bien —Emilio lo saludó con gusto.
Ordenaron, comieron agusto y sin molestias, un rato después aquel señor que vendía flores, el cual se encontraron la noche de la graduación, pasaba por ahí, con sus ramos.
—Hola jóvenes, que bueno encontrarlos por acá, ¿Cómo están? —el señor los reconoció.
—Bien, gracias por preguntar ¿Y usted?
—Mejor mejor, por fin pude pagar la renta de un departamento para mí y mi señora, veo que siguen juntos, me alegra mucho muchachos, que un amor como el de ustedes sea así, bonito.
—Es cierto, él nos llamó novios —le susurró Emilio a Joaquín.
—Disculpe señor, ¿Me puede vender una rosa blanca? —Joaquín sonriente se levantó a acercarse con el vendedor.
—Claro mijo, mira —le muestra una muy bonita — ¿La quieres para él? —. Joaquín asintió —Te la regalo joven — el señor le entendió la flor.
—Nombre como cree, aquí está el dinero, tómelo por favor.
—Pero muchacho si ustedes me ayudaron aquella vez ¿Cómo voy a cobrarte la rosa?
—Por favor acepte el dinero —Joaquín le dió el billete.
—Está bien chamaco, muchas gracias.
—Gracias a usted.
—Espere, ¿Puede darme ese ramo de las rosas rojas? —Emilio se adelantó hacia el señor.
—Ustedes son la mejor pareja adolescente que me he topado, en serio —el señor sonrió enormemente, le dió el ramo a Emilio, denegó el dinero del rizado pero después de tanta insistencia lo aceptó —. Dios los bendiga mucho, sé que ustedes van para largo, gracias a ustedes hoy vuelvo temprano a mi casa, hasta luego muchachos.
Joaquín y Emilio se vieron mutuamente, el menor le entregó la bonita rosa a Emilio, y el rizado le entregó el ramo a Joaquín.
Pagaron la cuenta de los tacos, y regresaron a la limosina.
—Joaquín —Emilio se sentó al lado de éste en el sillón de cuero.
—Dime.
—Gracias por darme un día espectacular —Emilio se abalanzó contra los labios de Joaquín, y se fundieron en un delicado y tierno beso.
—Gracias a ti también, Famosorio.
—Y me acaba de caer el veinte sobre algo.
—¿Sobre qué?
—Hoy dormimos juntos, ambos sabiendo los sentimientos por el otro, por primera vez, ¿Sabes los que significa?
Joaquín alzó una ceja —¡Emilio no seas cochino!
—¿¡Qué?! ¡No, wey no! ¡Pensé en abrazos y besos nada más!
—¡Ay ajá!
—¡Es en serio!
—Está bien te creo.
—Al parecer el mal pensado eres tú.
—Puede ser —Joaquín río de vergüenza y nervios.
—Aunque no estaría mal...
—¡Emilio!
—Es broma, es broma, sabes que en primera ésto es nuevo para mí, en segunda, aún no somos algo oficial, y contigo quiero realizar las cosas correctamente, tercero y último... No hay tercero y último pero sonaba bien llegar hasta el tres.
—Eres un baboso.
—Sí, indiscutible.
Rieron todo el camino, hasta llegar a la casa de Emilio. Subieron hasta a la habitación del mayor, se colocaron pijamas frescas y se tumbaron a la cama.
—Oye Joaquín.
—¿Si?
—Ya son las doce...
—¿Y?
—Ya eres un bebé, no acepto que mantengas resistencia, tu perdiste.
Joaquín rodó los ojos y se resignó a su perdición, aunque no le desagradaba la idea del todo —Bien.
PREEEEGUNTA:
¿Cómo van sus clases en línea? ¿Ya se quisieron matar por tercera vez en la semana?
Acabo de terminar ésto, si tiene errores ortográficos háganmelo saber, igual más tarde corrijo.
Vota y comenta por el amor de éstos dos babosos. ♥️
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