Capítulo 56.
[El tiempo avanza muy rápido, y el dolor con él].
—¡Auxilio! —se escuchó un grito, que hizo a Joaquín despertar —. ¡Auxilio, Joaquín, ayúdame! —el menor se talló los ojos y reaccionó, era la voz de Emilio.
Joaquín se paró rápidamente, al hacerlo sintió algo de mareos y sus piernas no respondieron así que se cayó —¡Ya voy Emilio! ¡Ya voy! —se levantó, se agarró de la manija de la puerta y agarró fuerza, bajó las escaleras a toda prisa —. ¿¡Qué pasa, estás bien?!
—¡Sorpresa! —se escuchó un estruendo de cañones de confeti.
—¿Qué? —Joaquín estaba confundido, y había corrido tan rápido, que su cabeza comenzó a dar vueltas, y empezó a tambalearse.
—No no no —Emilio se acercó a él y lo sostuvo —. No te caigas otra vez, tal vez hacerte bajar las escaleras no fue la mejor idea, pero bueno, queríamos sorprenderte.
Nikolás sostenía un pastel, Diego traía globos y un peluche, Andy cargaba una bocina con canciones de Ariana Grande, Elizabeth sostenía más globos, y Renata un cartel que decía “Bienvenido a Casa”.
—Dice bienvenido a casa, pero, si solo me fui unas horas —Joaquín río.
—No había uno que dijera “Que bueno que regresaste del hospital pronto”, menso —habló Renata.
—Renata —la regañó Elizabeth.
—¿Desayunamos? Trajimos panquesitos en forma de Mickeys —Diego puso los globos atados a un perchero, y dejó un peluche de Simba en el sillón.
Nikolás puso el pastel en medio de la mesa, y todos se sentaron a comer con el volumen de la bocina bajo.
Después de desayunar, Emilio y Nikolás ayudaron a Joaquín a subir las escaleras, Diego y Andy los seguían por detrás, luego todos entraron al cuarto de Joaquín, y se sentaron en la cama.
—¿Cómo te sientes? —preguntó Andy.
—Solo me siento cansado, el efecto del sedante al parecer Google dice que puede durar de treinta y seis horas hasta doscientas, o sea de dos días a nueve días, era Diazepam, por eso pude buscarlo, creo haber escuchado a la enfermera decir Diazepam, me caí antes de poder llegar a la puerta, por eso tardé, pero la adrenalina me permitió bajar rápidamente, porque pensé que Emilio estaba en peligro.
—Así que te puedes estar cayendo por nueve días —habló Diego.
—No lo sé, puede.
—Tal vez debamos sacar la silla en la que te pusimos cuando lo de la pierna —sugirió Niko.
—Es verdad, ¿Dónde está? —preguntó Emilio.
—En el cuarto debajo de las escaleras, en la lavandería pues —aclaró Joaquín.
—Voy por ella —Andy salió de la habitación.
—¡Espera! Esa silla es muy pesada, yo te ayudo —dijo Niko, antes de que Andy bajara, y fue con ella.
—Yo quiero hacer chis —Diego rió vergonzosamente, y corrió al baño.
—Debería ir a ayudarles con la silla —pensó Emilio en voz alta.
—No, creo que ellos pueden. ¿Quién planeó la sorpresa? ¿Fuiste tu cierto? Les llamaste, ¿Les dijiste que...?
—No, no les dije lo de la anemia, solo que te habías sentido muy mal, y te habías desmayado, solo eso, no te preocupes, igual, no es algo que tengas que ocultar.
—Emilio, no quiero que me vean con lástima, o que vengan conmigo porque creen que me puedo romper o desvanecer en cualquier segundo. Soy fuerte, solo fue una decaída, quiero que ésto se quede entre nosotros.
—Está bien Joaco, pero, ellos jamás te verían con lástima, son tus mejores amigos, y los mejores amigos no se quedan contigo por eso, es porque te aman sin condición.
—Tu te has quedado, y somos compañeros, mejores amigos ¿Es porque me amas sin condición?
Emilio se quedó petrificado con la mirada perdida, a pesar de que Joaquín estaba hablando en temas de amistad, él no estaba listo para decirle que lo amaba sin condición, aunque, se lo dijo mientras estaba inconsciente, claro, por el miedo de no poder decírselo jamás. Entonces ¿Qué esperaba? Joaquín no era eterno, podría morir al día siguiente, o el mismo, ¿De verdad quería arriesgarse a guardarlo toda la vida?
—Joaquín yo...
—Uff, ya me andaba —Diego salió del baño, interrumpiendo a Emilio.
—Tenemos la silla —Andy y Nikolás entraron con ella —. Tuvimos que limpiarla un poco, ya tenía algo de polvo —rió Andy.
—Y bueno, ¿Vemos películas? ¿Jugamos un juego de mesa?, ¡Ya sé! ¡Twister y que Joaquín le de a la ruleta! —sonrió Diego.
—Me parece bien, será gracioso verlos retorcerse —Joaquín le señaló a Diego donde estaba el twister, y el de ojos rasgados lo sacó, y lo puso en el piso.
Jugaron un buen rato, hasta que quedaron muy enredados.
—Emilio, mano derecha azul.
—¡Ya no hay azules disponibles!
—Entonces... Pie izquierdo verde y la mano derecha en el aire.
—¡Me voy a caer! —gritó Nikolás.
—¡Estás sobre mi cabeza! —gritó Diego cuando Emilio movió su pie.
—¡Ay ay! —exclamó Emilio y se dejó caer, haciendo que todos perdieran.
—¡Ay! —se quejaron todos.
—Bueno, perdió Emilio, un castigo —dijo Niko.
—Yo digo que coma una cucharada de sal entera —sugirió Diego.
—Mejor una cucharada de todas las salsas que haya en el refrigerador de Joaquín —opinó Niko.
—¿Qué tal que se ponga maquillaje? —pensó Andy.
—¡Sí! —dijeron todos al mismo tiempo.
—Traje mi caja, y Joaquín me ayudara a complementar —habló Andy —. Vas a quedar preciosa.
Andy comenzó a maquillar a Emilio mientras los otros tres se reían, le tomaban fotos y le guiñaban el ojo, veinte minutos después, teníamos a Emilia Marcos producido y arreglado.
—Quítense de mi camino plebeyos —Emilio se levantó y empujó a Niko y a Diego —. Mi nombre es, RikiMommy, y el que se atreva a enfrentarme, saldrá lleno de brillos y plumas en la boca.
—Se convirtió en una diva —rió Diego.
—¡Mira una fea, ahí hay otra fea, aquí no pueden entrar! —Emilio puso sus manos en su cintura y caminó en zig-zag —. ¡Nadie pasa de ésta esquina, aquí mandan las divinas, porque somos gasolina!
—¡Gasolina de verdad! —le siguió Joaquín.
—Solamente Joaquín Dios Griego es capaz de igualar mi grandeza, ¿Verdad que sí, señor Gress? —la voz de Emilio se había convertido en una refinada y con un acento procedente de Francia.
—Verdad, señorita RikiMommy —Joaquín se levantó un poco y tomó la mano de Emilio, para después poner su mano en su cintura.
—Las nuevas divas del condado, Beyoncé, Britney, quítense de nuestro camino —afirmó Emilio, haciendo una sentadilla rápida para sacar el trasero.
—Mejor vamos a ver Frozen —pidió Andy.
—¡Sí! —confirmaron todos, se acostaron, todos pegados, y colocaron la película, pusieron el clima, se taparon los pies, comieron palomitas, y disfrutaron la película.
Unas horas más tarde, los visitantes desalojaron la casa, despidiéndose con un cálido abrazo de Joaquín.
—Voy a ponerte la vacuna —Elizabeth entró en la habitación.
—Por favor en la otra nalga —susurró Joaquín a su mamá.
—Bueno, Emilio ¿Me ayudas?
—¡Mamá!
—¿Qué? Ay, como si no te las hubiera vist... —Emilio fue apagando la voz al ver la mirada asesina de Joaquín, comprendiendo que su mamá estaba ahí —. Sí, Elizabeth.
Minutos después, Joaquín volvió a la cama, y Emilio a su lado, Elizabeth salió de la habitación.
—Emi —habló Joaquín, en voz baja.
—¿Qué pasa?
—¿Puedo confesar algunas cosas?
El corazón de Emilio dió un vuelco, ¿Que querría decirle Joaquín? ¿Acaso se enteró de algo? ¿Leyó la libreta de Gizén? ¿Escuchó esos "Te amo"?
—Adelante, te escucho —Emilio temblaba por dentro, mientras por fuera se mantenía sereno.
—Número uno, quiero confesar, que tengo miedo, sé que no está aquí, pero tengo miedo, sabe dónde vivo, conoce a mi familia, conoce todo sobre nosotros, y tú y yo sobre él, solamente sabemos sus nombres, el de sus hermanos, la casa que tú conoces, y la que yo conozco, probablemente no volverán a ser habitadas, no tenemos como defendernos ni rastrearlo, eso me aterra, podría estar vigilándonos —Joaquín se hacia bolita.
—Joaco, no puede acercarse a nosotros, pusimos pruebas legales en su contra, y ganamos, si algo nos pasa, sabrán que fue él, aparte es un convicto, no puede aparecerse por aquí si no quiere que lo metan a la cárcel, tuvo que haber escapado lejos, y como dijeron, tal vez ya no tengan esos nombres que conocemos, desaparecieron Joaquín, no le tengas miedo, inclusive si siguiera aquí, si no hubiéramos ganado el juicio, no le temas, yo estoy aquí, y si no estoy, tú puedes protegerte, sé que sí —Emilio acariciaba el cabello de Bondoni.
—Confieso Gizén me gustó demasiado, y... Pensé en darle unas argollas, que me había dado mi padre, me dijo que se las diera al hombre correcto, quería que las tuviera para que fuera mi prometido, y regresara a mi para casarse conmigo, una estupidez...
—No es una estupidez, es algo que va contigo, algo muy cursi y tierno, ese eres tú, y así es perfecto. Él obviamente no merece recibir un anillo de tu parte, nadie lo merece, eres demasiado especial, solo aguarda a qué verdaderamente conozcas lo que es amar a alguien, y que dure muchísimo, para que después, con seguridad, puedas darle esa argolla.
—Confieso que tengo miedo de no recuperarme de la anemia, que tengo miedo, que dure por siempre, crónica... Que me debilite, que me haga no poder actuar —cerró sus ojos con fuerza.
—Vas a salir de ésta, vas a seguir todas las instrucciones y vas a mejorar, te lo prometo, incluso, si estás en una dieta, yo la haré contigo, si quieres, obviamente. Solo no lo sobre pienses, vas a vencer la anemia —Emilio jugaba con los rizos del menor.
—Y por último, confieso que aún todos los días, recuerdo aquel día en el que salté, recuerdo la sensación, el dolor, mi cara hacia el pavimento, la pesadez, recuerdo los motivos, y recuerdo que Rodrigo, no ha terminado conmigo, se ha desaparecido, gracias a Ariana Grande porque, si Rodrigo y Gizén hubieran hecho cosas contra mi al mismo tiempo, hubiese sido muy difícil soportarlas. Recuerdo tus palabras, y sé que te perdoné, pero bueno, las cosas no se olvidan, recuerdo cada una de tus palabras... Y cada que se repiten en mi cabeza, me duele, me duele y me atraviesa el alma —Joaquín se limpió una lágrima.
—Y te puedo pedir otras mil veces perdón por ello, lo lamento Joaquín... Yo, yo no recuerdo mucho lo que dije, estaba mal, y, fue tan traumático para mí también, que me empeñé muchísimo en eliminar esos momentos de mi cabeza.
—Cuando te confesé las cosas... Te quedaste perplejo, y me dijiste “No, no te amo, no puedo hacerlo, y lucharé para nunca hacerlo”, y bueno, quizá no lo dijiste... Tan... Intencional pero, me atravesó como cual daga al corazón ¿Por qué dijiste que no podías? ¿Ni si quiera como un mejor amigo? También dijiste que deberías luchar para nunca hacerlo ¿A caso un día podías ablandarte y darle paso al amor?
—Joaquín, fui un idiota del tamaño del universo. Y es que tú te referías a una manera amorosa y yo, no sé, simplemente, no pude con ello y exploté de mala manera... Estaba aterrado también, no sabía que decir para ser preciso, pero Joaquín, yo ya no pienso decir eso una vez más, y te digo algo, no pienso luchar contra la corriente.
—¿A qué te refieres?
—Mira, ya lo dijiste, tú recuerdas que dije que no te amo, y que jamás lo haría, tienes esa horrible memoria... Es mi culpa.
—Sí, y está bien si no puedes hacerlo, de todas maneras, estoy superando otra crisis amorosa en éste momen...
—Joaquín escúchame.
—Dime.
—No era en serio lo que dije, me refiero, a que hoy, hoy mismo, marzo dosmil diecinueve, yo te confirmo que ya no quiero eso.
—¿Ya no quieres qué?
—“No poder hacerlo”.
—No te comprendo, Emilio.
Emilio tomó aire y dejó de pensar por unos segundos, se relajó y dejó que su corazón hablara, para que su mente se mantuviera callada.
—Sí, sí te amo Joaquín, sí puedo hacerlo, y lucharé para que éste sentimiento perdure para toda la vida —Emilio no podía cerrar la boca, ni dejar de temblar.
Joaquín estaba inmóvil, inerte, conmocionado, no podía creer lo que había escuchado. Estuvo a punto de preguntar “¿Me amas como mejor amigo o...?” pero se contuvo, no arruinaría el momento, fuese como fuese, Emilio le había confesado probablemente las palabras que con tanta ilusión había deseado escuchar durante meses y meses.
—¿Qué? —fue lo único que Joaquín pudo articular.
—Que te amo, Joaquín —Emilio no se contuvo y solo pudo abrazarlo, le había podido decir a ese chico, del cual sí estaba enamorado, que lo amaba, y no sabía si darle una explicación clara o si dejarlo por lo pronto así, o si decirle que como mejores amigos, no quiso arruinar nada, solo lo abrazó, presionó su cabeza contra su cuello, y sintió como si todo, por una vez en mucho tiempo, encajara, Emilio no pudo evitarlo y preguntó —. ¿Qué dices, aún me amas? ¿Me amas Joaquín? —tuvo mucho miedo de la respuesta.
—Te amo Emilio, jamás dejé de hacerlo, jamás... —Joaquín, olvidó que si quiera existía Gizén, o Rodrigo, los brazos de Emilio, eran los que se sentían como casa, los que se sentían correctos a pesar de todo. Sentía simplemente, como si por fin, pudiese dejar de pensar que hacer y que no, solo se dejó llevar.
—¿Recuerdas la estrella?
—Achernar, todos los días.
—Achernar, Joaquín.
—Achernar, Emilio.
—Gracias.
—¿Por qué?
—Por existir, Joaquín, por ser tú, por ser tan auténtico, por ser un gran ser humano, una gran alma, un gran compañero, un gran mejor amigo, un gran hijo, una gran, gran persona.
—En ese caso, gracias a ti también.
—¿Por qué a mí?
—Por ser parte de mi historia, gracias por defenderme, por ser quien va con la cabeza adelante aunque los demás hablen en su contra, gracias por ayudarme mientras me pongo nervioso, gracias por existir a ti, gracias por ser tu, aunque te cueste expresarte a veces, gracias por tener un gran corazón a pesar de cometer errores, gracias por estar aquí, ahora.
—Me harás llorar.
—¿Yo, hacer llorar a Emilio Marcos? —Joaquín rió, y acto seguido volteó a ver el rostro de su compañero, el cual, sí estaba llorando —. ¿Si estás llorando? Ay... Emilio, no llores.
—Es que he cometido tantos errores que yo no me puedo perdonar y tú sí los has perdonado todos, y yo quiero ser bueno contigo pero todo me sale mal, y quiero estar contigo porque me agradas mucho, y yo arruino todo perdón... Yo te quiero mucho, y tú eres una luz muy grande mientras que yo mucho por soltar una chispa, Joaquín, perdón.
—No llores, no te pongas así... —Joaquín acarició el cabello de Emilio mientras éste lloraba como un niño pequeño.
—Quiero cuidarte, y no sabes cómo me sentí anteayer cuando te desmayaste, se me salió el alma del cuerpo al ver qué no respirabas, me quise sacar los pulmones para dártelos a ti, sentí que te ibas, pensé que no lo lograrías y tuve miedo. Joaquín, quiero cuidarte de la anemia, pero aún así no puedo evitar sentir terror muy dentro de mí, de que algo te pueda suceder, también yo estoy asustado, trato de mantenerme muy fuerte pero, aún así, me da miedo que Gizén o Rodrigo ataquen cuando yo no esté, perdón por mostrarte mi lado débil ahora que tú estás mal, no debo...
—Emilio, mírame —Joaquín le levantó el rostro —. Estoy aquí, aunque yo también esté mal, estoy para ti. Puedes mostrarme tu lado más débil, y yo te seguiré viendo como un guerrero, puedes contarme todo lo que te da miedo, y yo nunca voy a usarlo en tu contra, eso no es un amigo. Alguien que está para ti, podrías entregarle todas tus armas, y esa persona jamás las usaría en tu contra, solo te protegería, te escucharía, y eso hago yo. Emilio, todos tenemos miedos, todos nos rompemos alguna vez, todo estará bien y... Aunque tenemos terrores similares, podremos salir de cualquier cosa, juntos.
—Sí, lo lamento, a veces, me dan bajones momentáneos —Emilio se limpió las lágrimas —. Bueno, yo, no puedo dejarte caer de nuevo, esa es una promesa que me hice a mi mismo, si te llego a lastimar, me haré sentir el doble de dolor.
—No tienes porqué hacer eso, Emilio, solo, piensa las cosas, y no tiene nada más de ciencia, sé que nunca me lastimarías a propósito, sé que no eres una mala persona.
—Tal vez no, pero soy peligroso Joaquín, casi todo lo que se acerca a mí, se destruye, sale mal, no queda bien...
—Soy más que indestructible, inclusive si ese es el riesgo de estar cerca tuyo, de estar a tu lado, yo lo tomo, lo he tomado desde que te conocí, y seguiría eligiéndolo, porque cuando amas a alguien... Es imposible alejarse, es casi nula la posibilidad de mantenerse lejos de la persona, y yo, bueno, creo que ya lo escuchaste más que bien, que yo te amo —Joaquín se sintió libre de decirlo por primera vez, tan natural, frente a Emilio.
—¿Lo ves? Eres más brillante que el sol, Joaquín, eres luz pura.
—Tú también eres luz Emilio.
—Te puedo creer, pero no es igual, tú eres luz radiante, ligera, pura, sublime, como el brillo de mil soles, como la explosión de una estrella, una supernova, eres como el nacimiento de otra galaxia y yo, yo soy tal vez como la luna, brillo, sí, pero en la oscuridad, no soy tan duradero, ni tan notorio como tú luz, tu eres especial.
—Tu también eres especial, por Dios, ¿Cuántos humanos enamorados de la luna hay? Millones, hay mares de personas enamoradas de ti, Emilio — yo aún soy una de ellas, se susurró en la mente —. Brillas, Osorio, brillas.
—Pronto tenemos el Orgullo de mí Ciudad, es el viernes, solo faltan tres días, estaría bonito ir combinados ¿Te parece?
—Claro que sí, ahora, deberíamos dormir, después de hablar tanto se hizo tarde.
—Sí, tienes razón oye...
—¿Si?
—¿Puedes cantarme algo tu a mí ésta vez? —pidió Emilio.
—Claro que sí, ¿Qué te canto?
—Algo tranquilo, o bueno, algo de Morat ¿Sí?
—Bien —Emilio se acurrucó cerca de Joaquín, mientras éste enredaba su índice en sus rizos —. Soñé un verano que se hiciera eterno, desde el momento en que vi tu mirada, me derretiste con esa mirada... —Joaquín la cantaba en un ritmo más lento — Pero el verano se volvió un invierno, cando vi que otros brazos te esperaban, me congelé mientras yo te esperaba... Y ahora entiendo cual es mi papel, nos queremos cuando nadie ve, las balas perdidas de este amor, prefiero no verlas en mi piel...
Si me preguntan por ti, diré que es mentira que toda una vida he soñado contigo... Yo sueño contigo.
Emilio cayó dormido, y a su par Joaquín, quién se quedó con la mano enredada en los rizos de su compañero.
—Pájaros que nadan... —dijo Emilio, dormido.
—Se llaman pingüinos baboso —le respondió Joaquín, también dormido.
—Esos son aves marinas no voladoras...
—El sabiondo que no sabe cuál es la capital de Perú...
—Shhh —y dejaron de hablar dormidos.
—¿Te sientes bien como para ir por algo de comer, o a algún lugar que quieras visitar? —Emilio bajó la silla de ruedas con Joaquín en ella, con mucho cuidado.
—Emilio, ya no necesito la silla, ya puedo cami...
—Sh sh, tu callado. Ahora dime ¿A dónde vamos?
—Tenemos mucho sin ir al planetario, pero, si vamos, Niko no puede saber, o nos matará, de nuevo.
—Primera parada, el planetario, elija el segundo destino —se pusieron a desayunar.
—No lo sé, ¿Un restaurante?
—Un restaurante será, ¿Algún tercer destino?
—No tienes que llevarme a muchas partes Emilio, con solo estar en casa y que estés presente es más que su...
—¡Paseo en el teleférico! Perfecto —Emilio terminó de comer.
Después de mucho rato arreglándose, Joaquín convenciendo a Emilio de qué no necesitaba la silla, y una pelea por quién iba a pagar la comida, subieron al auto, hasta llegar al planetario.
Entraron, ambos felices, el planetario estaba casi siempre vacío, solo se llenaba cuando había un paseo escolar, pidieron boletos para la siguiente apertura al público, y al estar en la sala, solo pudieron ver, aparte de ellos, a un abuelo con su nieto.
—¿Crees que encontremos a Achernar? —preguntó Joaquín.
—No, creo que no, sale solo en meses de octubre a diciembre, así que por el momento no. Pero, podemos ver a Capella, por allá.
—Es muy bonita.
—Es una gigante amarilla.
Ambos admiraban cada lapso de vista, a ambos les encantaba ver estrellas, planetas, etc.
—Joaquín, quiero que participes conmigo en el disco que haremos... Sé que nos dieron el contrato a ambos, pero no solo quiero cantar Amor Valiente contigo, quiero que cantes tu canción, y según mí papá, sabremos de la nueva canción a mediados de abril, también quiero esa en el disco, pero, no creo que podamos sacarla antes de ponerla en la serie.
—¿De verdad me quieres en tu disco?
—Sí, eres mí compañero, sin ti nada de ésto hubiese sido posible, claro que te quiero allí —lo abrazó.
—Bien, acepto.
Transcurrieron unos cuarenta minutos, y después salieron del planetario para ir a un restaurante.
—Quiero la cajita feliz, quiero la cajita feliz, quiero la cajita feliz —repetía Emilio mientras Joaquín apenas iba a ordenar.
—Bueno, ya lo escuchó, me da dos cajitas felices por favor —Joaquín sonrió.
—Con el juguete, quiero el juguete —pidió Emilio.
—Sí, yo te doy el mío también.
—Aquí tiene —la señorita puso las cajitas en el mostrador, Emilio las tomó con brazos de dinosaurio t-rex y salió corriendo a las mesas.
Joaquín pagó, y fue a sentarse con Emilio.
Comieron, para luego ir en marcha al paseo en teleférico, que te llevaba a través de un gran parque, a unos cinco o seis metros de altura.
—Joaquín.
—¿Mande?
—¿Por qué yo sugerí el teleférico?
—No sé.
Les pusieron la seguridad, y avanzaron para subir a la siguiente pareja.
—Joaquín, yo olvidé algo.
—¿Qué?
—Que le tengo miedo a las alturas —Emilio vió hacia abajo —. ¡A la madre no, no, nos vamos a caer, nos vamos a caer!
—No nos vamos a caer, Emilio, ésto avanza como dos metros por minuto, solo son tres vueltas, el recorrido dura unos veinte minutos, estaremos bien.
—¿Me lo prometes?
—Te lo prometo.
—¿Me agarras la mano y me dices que no debo de ver hacia abajo?
Joaquín tomó su mano —No veas hacia abajo —Emilio vió de reojo, luego hizo puchero, y después se quedó inmóvil —. ¿Qué haces?
—Si no me muevo, tal vez no me de miedo...
—Creo que no importa si te mueves o no, así no sé quita el vértigo a las alt...
—Shh, funcionará.
—¡No manches, es un Mamut!
—¡No mames¡ ¿¡Dónde?! —Emilio volteó a ver abajo —. ¡Ahh altura!
—Emilio, los mamuts están extintos.
—Ah, sí...
—Menso.
—Sí, no es algo negable.
—¿Te gusta la vista al menos? Es muy bonito.
—Sí, no va tan rápido y, siento paz, si no volteo para abajo, claro.
—Mira, un señor está vendiendo algo muy colorido, no alcanzo a ver qué es.
—Es... Son globos con luces dentro, ¿Quieres uno?
—No no, solo que no distinguía.
—Cuando bajemos de aquí, iremos por helados, te compraré un globo, y podemos volver a casa ¿Sí?
—Sí.
El trayecto fue muy tranquilo, Joaquín acariciaba la mano de Emilio, éste solo cerraba los ojos y se dejaba llevar por la serenidad del momento.
Bajaron del juego, compraron helados de vainilla, y Emilio le consiguió el globo a Joaquín, bueno... LOS globos.
—¿Era necesario comprarle diez? —Joaquín llevaba cinco en la mano izquierda, y su helado en la derecha.
—Ehh, sip —Emilio llevaba cinco en la izquierda y su helado en la derecha también.
Condujeron hasta casa, llegaron, pusieron los globos en un florero y lo colocaron en medio de la mesita de la sala, excepto uno, que Joaquín llevó a su habitación.
—¿Quieres bailar? —preguntó Emilio.
—¿Bailar? No creo que sea buena idea agitarme.
—No es necesario bailar fuerte, más bien, quiero valsear, ¿Quieres tú?
—¿Vals? ¿Nosotros, dos, aquí?
—Si te da pena, no hay nadie, ya lo hemos hecho antes.
—¿Qué canción vamos a valsea...? —la música en el móvil de Emilio respondió la pregunta de Joaquín —. Nuestra canción.
—Aún la recuerdas.
—Jamás podría olvidarla.
—¿Me permites? —Emilio dió señales de tomar la mano de Joaquín.
—Sí, pero —Joaquín puso la mano izquierda en la cintura de Emilio y con la otra, tomó la mano de su compañero, Marcos solo sonrió, y puso su mano libre en el hombro de Joaquín.
—¿Puedo, acercarme?
—Sí.
Emilio y Joaquín, quedaron pegados el uno al otro, valseando en la oscuridad iluminada solo por unas luces que Bondoni había colgado sobre su cama, con el volumen del móvil al máximo, y la cabeza del menor recargada en el hombro del más grande, luego pegaron sus frentes y siguieron al ritmo de la canción, tranquilos, sin que nadie los juzgara o interrumpiera, simplemente siendo ellos.
Cayó un mensaje al celular de Emilio.
—¿No vas a contestar?
—No, los mensajes pueden esperar.
—¿Seguro?
—Solo, sigamos bailando, ignora mí celular, pondré la música en la televisión —así lo hizo.
Emilio solo alcanzó a ver qué el mensaje era de María, pero puso la música y botó el celular a la cama, para seguir bailando con Joaquín.
Vía instagram:
Mariagm11: Podré asistir a la obra de teatro del 21, ahí te veo mí amor, te amo.♥️
—Dime Joaquín, ¿Estás feliz?
—¿Feliz?
—Sí, feliz.
—Claro que sí, porque tú estás aquí, Emilio.
—¿Si te digo una cosa más, te pones incluso más feliz?
—¿Me vas a llevar a conocer a Ariana Grande?
—No.
—Entonces no.
—Probemos, te amo, Joaquín —el menor lo vió, frenó en seco, y se paralizó —. ¿Eso te pone feliz?
El corazón de Joaquín rebotaba —Sí.
—Dilo tú.
—Te amo, Emilio.
—Siente —Emilio colocó la mano de Joaquín en su pecho, para que pudiera sentir sus fuertes latidos —. Yo también estoy feliz.
Joaquín puso la mano de Emilio en su pecho, y así, ambos sintiendo el corazón del otro, no podían evitar sonreír estúpidamente.
Joaquín le plantó un beso en la mejilla a Emilio, y éste solo le dió una tierna sonrisa elevando el labio superior hacia la izquierda, y siguieron valseando.
PREEEEGUNTA:
¿Juego mucho con sus mentes y corazones?
Si la respuesta es sí, perdón, es mí don mí maldición.
Vota y comenta porque lo que se viene, ha sido muy esperado por todos ustedes, ¿Pueden adivinar qué?
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