Capítulo 55.
[El infiltrado de sueños].
—¡Háganse a un lado, mi hijo no respira! —Elizabeth hacia sonar el claxon cada cinco segundos, y gritaba desesperada.
—¿¡Dónde está el bendito hospital?! —gritó Renata.
—¡A la derecha Elizabeth, a la derecha! —Emilio hablaba desesperado.
La camioneta parecía salida de una película de Rápido y Furioso, iban a gran velocidad, todos intentando mantenerse cuerdos.
—¿Es eso que veo allá no? —Elizabeth señaló una entrada que iba hacia arriba, se podían ver una o dos ambulancias.
—¡Sí! —Renata y Emilio dijeron al mismo tiempo.
La madre de Joaquín pisó el acelerador, llegando en menos de un minuto.
—¿Vendrán los camilleros? —preguntó Renata apenas estacionándose.
—No me interesa esperar a camilleros —Emilio abrió la puerta, la empujó, y aún con Joaquín en brazos se bajó con inquietud.
—Señora no se puede estacionar aquí, es entrada y salida para ambulancias —un oficial detuvo a Elizabeth.
—¡Ve con él Renata, voy a dejar la camioneta a la esquina, pero ve con tu hermano! —Elizabeth subió de nuevo y arrancó.
Emilio ya iba costa arriba en las escaleras, al llegar a la entrada, sintió un pequeño alivio de estar ahí.
—¡No respira, por favor, alguien! — Emilio estaba llorando, con la cara roja, muy cansado por correr un montón de escaleras sin parar.
Un montón de enfermeros salieron corriendo con una camilla, y colocaron a Joaquín en ella, lo metieron rápidamente al área de urgencias, dejando a Emilio fuera del lugar.
—¿Se va a poner bien? —Emilio le preguntó a una de las enfermeras.
—No lo sé joven, no sabemos aún nada, por favor sea paciente —y cerraron la puerta.
—No puede ser que en serio lo hayas reconocido, han pasado años Elizabeth —se escuchaba a través del teléfono una voz masculina.
—¡Te digo que era él! ¿No pudiste pensar en otro lugar? Te dije que no deberías haberte quedado en la CDMX —Elizabeth estaba impaciente.
—Bien, tranquila, pero no hay riesgo alguno, no hay nada que lo identifique, más que tu, aún me pregunto cómo es que si quiera supiste que era él.
—Por sus ojos, son muy peculiares y esos rizos...
—Solo no le prestes atención, ¿Bien? Él es mí hijo, no tuyo, no tienes que encargarte de él.
—¿Cómo puedes pedirme algo así? Yo lo sé, pero también sabes que...
—Mamá —el pequeño Joaquín, de unos doce años, entró en la habitación.
—Voy a ocuparme, hablamos después —dijo Elizabeth.
—Un día dejarás de cortar el tema Ely, porque sabes que aún te importa, porque sientes que ellos un día van a... —y colgó.
—¿Quién era? —Joaquín se sacudió el cabello y se talló los ojos, se acababa de levantar, en un viernes.
—Nadie importante, ¿Despiertas a Renata?, vamos a desayunar, alguien cumple años hoy. No irás a la escuela, es tu primer regalo.
—Mamá, ya lo sé.
—¿Qué sabes? —Elizabeth se volteó, lentamente, algo asustada.
—Lo que hiciste de desayunar, huele hasta acá los waffles, y también sé que hoy es mí cumpleaños.
—Ah sí —la mayor rió —. Ve por Renata.
Después de desayunar, Joaquín se metió a bañar, y Elizabeth seguía abajo en la cocina.
—Quiero hablar con él —Elizabeth no se escuchaba muy segura de nuevo al teléfono.
—¿Cómo puedes pedirme eso? ¿Sabes cómo reaccionaría si te escucha? Se volvería loco, ¿Porqué quieres hablarle ahora? Dijiste que jamás te aparecerías en su vida —el hombre del otro lado hablaba muy fuerte.
—Todos los días pienso en hablarle, todas las noches es mí último pensamiento del día, a pesar de haber hecho mí decisión en aquel entonces, no dejo de preguntarme, que hubiera pasado si hubiera intentando...
—El hubiera no existe. ¿Qué piensas Elizabeth? Un día de éstos te entrará ese pánico, ¿Y vas a buscarme? ¿A buscarlo? Para que te conozca, para que quieras quitármelo, no puedes hacerlo, sabes que no puedes, es imposible, y tú saldrías perdiendo. Tengo una novia, Elizabeth, nos casaremos, sé que sí, estoy formando una familia, y él es parte mía, por Dios.
—Tu puedes hacer lo que quieras, yo lo sé, él es tu hijo, lo sé también. Pero quiero hablarle... Necesito escuchar su voz por una vez.
—¿De verdad crees que vas a soportarlo? ¿Qué le vas a decir, Elizabeth?
—No le digas quién soy si quieres, no digas mí nombre, solo dile que salude, solo eso... Te lo pido.
—Eras mí mejor amiga, aún lo eres, lo sabes, y te amo Elizabeth, pero no puedo hacerle daño a mí hijo, así no. Y menos hoy...
—No le dirás nada solo, por favor...
—Ya no quiero mentirle Elizabeth, le diré quién eres, pero el no sabrá que estás aquí en CDMX. B-bien... ¡Hijo! Flaco, ven acá, quiero que saludes a alguien —un silencio en la llamada.
—¿A quién? —la voz de un niño, no muy grande, apenas entrando en la pubertad tal vez.
—Hijo, es tu mamá...
—Mi... ¿Mi mamá? ¿Mamá, hola? —era una voz dulce, algo juguetona.
—Hola bonito, ¿Cómo estás? Tu papá me ha contado mucho de ti, feliz cumpleaños... Perdón por aparecer repentinamente...
—¿Eres mí mamá? ¿Por qué me llamas hoy? ¿Y por qué no lo hiciste desde siempre? ¿Dónde estás? ¿Por qué dejaste a papá? ¿Por qué te fuiste? ¿Cómo sabes que cumplo hoy? Pensé que solo papá y yo sabíamos.
—Sí, soy tu mamá, porque es tu cumpleaños. Porque tenía miedo... Lo lamento, no sabía cómo reaccionarias... Solo quería que estuvieras más grande, estoy bien, solo diré eso. Y solo, tuve que distanciarme por otros asuntos, pero jamás te dejé de querer, jamás, siempre pienso en ti. Pero creo que debes de saber que las parejas se separan, y toman sus caminos por diferentes rutas. Por favor, no te molestes con tu padre, ni nada por el estilo. Y, sé que es hoy, porque soy tu mamá, sé la fecha en la que te tuve...
—No estoy molesto, estoy conmocionado... Sí, entiendo lo de las separaciones. Pero ¿Por qué jamás viniste a verme? Eso es una obligación...
—Lo lamento, no se me es posible.
—Está... Está bien, mamá, no puedo tenerte rencor, creo que estoy muy feliz de escucharte por primera vez... No te odio, ni pienso actuar como en esas series dónde los padres dejan a sus hijos y estos los odian. Puedo entender que cada quien tiene sus motivos, y si tu dices que me quieres, te creo. Pero, llama más seguido... Solo, llama. Mamá, no te conozco, pero te quiero, te quiero mucho.
—Yo a ti, tenlo por seguro.
—¿Algún día nos veremos?
—No lo sé... La vida da muchas vueltas, tal vez.
—No puedo creer que estoy escuchándote, pensé que estabas desaparecida, o muerta. Papá dijo que te habías mudado a otro país, y que perdió contacto contigo, estoy feliz de que lo hayan recuperado... No vuelvas a desaparecer ¿Puedes?
—No puedo prometer nada.
—En...entiendo... Te amo mamá, a pesar de todo, yo siempre te he amado aunque no te conozca.
—Yo a ti pequeño... Yo a ti.
—Bueno, despídete de mamá —el hombre habló.
—Adiós mamá, por favor llama de nuevo, aunque sea en mis cumpleaños, por favor, te lo pido, cuídate mucho, entiendo todo, yo... Entiendo, solo, por favor no me olvides ya nunca jamás.
—Está bien bonito... Yo intentaré, hasta luego.
—Te amo, te amo mamá.
—Te amo también —Elizabeth contenía las lágrimas.
—Listo, ¿Estás feliz? —el hombre de nuevo.
—Sí, sí... Demasiado, gracias... Está lleno de amor, cualquier otro me hubiera aborrecido...
—Sí, es como tú, es demasiado puro para éste mundo. Bien, debo irme, mi novia casi sale de sus clases de yoga, debo ir por ella, hasta luego, cuídate, y por favor, si lo ves de nuevo, NO te le acerques, con que haya escuchado tu voz es suficiente.
—Adiós, cuídense —y colgó.
Algún día de septiembre del 2015.
—¡Joa!, ¿Hiciste tu tarea? —Elizabeth gritó desde las escaleras.
—A eso voy ma, solo es una —Joaquín sacó su libreta, debía hacer un póster en inglés, promocionando algún producto.
Messenger:
Rodri: Ey, ¿Jugamos Minecraft hoy?
Joa: Sí, solo deja que termine mí tarea.
Rodri: ¿Teníamos tarea?
Joa: Sí, la de la maestra Krystal.
Rodri: Lo olvidé, bien, la haré también, después jugamos en Minecraft, hace poco terminé lo que tanto ansiaba.
Joa: No entiendo cómo te siguen gustando los rompecabezas en ésta época.
Rodri: No me culpes, son geniales.
Joa: Bueno, haré mí póster de Pingüinos, ¿Y tú?
Rodri: De Snicker.
Joa: Nos conectamos en ¿Una hora?
Rodri: Va.
El tiempo pareció moverse muy rápido.
—Me... Me gustas —la cara de Joaquín se puso roja, estaba hirviendo en calentura y sus manos sudaban.
—¿Es en serio?, Ay no, Joaquín, ¿Eres uno de esos raritos? Me caías bien... No manches que asco —se paró y lo miró fijamente—. Todo éste tiempo nos has visto cambiarnos, y ah, no mames en serio que asco de seguro hasta se te paraba el pajarito.
—Yo... Rodrigo, no, mira eh... —lo empujó y se cayó de la banca golpeando su cabeza contra el suelo.
—Neta que asco que seas mi compañero, no te acerques a mí, y para mañana, ya todos sabrán que eres un mariquita— salió caminando fuertemente de los vestidores azotando la puerta.
El tiempo se movió rápido una vez más.
—No, no te amo, no puedo hacerlo y lucharé para nunca hacerlo —dijo Emilio, ante Joaquín.
—¡No! ¡No de nuevo! —gritó Joaquín, despertando de su pesadilla, en una camilla, en una sala de hospital.
—Despertó, perfecto, iré a avisarle a sus familiares, Naidelyn, atiéndelo —el doctor salió de la habitación.
—¿Cómo te sientes? —la enfermera colocó un líquido en el suero que se le estaba poniendo a Joaquín.
—Me duele la cabeza, y siento cansancio.
—Sí, es normal —la señorita hizo sus anotaciones.
—¿Sabe cómo llegué aquí?
—Un muchacho alto de cabello rizado y largo entró con usted en brazos, corriendo, y usted ¿Qué es lo último que recuerda?
—Emilio...
—¿Disculpe?
—Estaba en mi casa, hablando con Emilio, el muchacho, estaba gritando y yo decía su nombre, y luego todo se puso negro.
—Fue un desmayo, dejaste de respirar también. ¿Te ha pasado antes?
—No, no que yo sepa.
—Bien, te hicimos estudios de sangre, también te hicimos chequeos, has estado aquí unas dos horas, tus familiares vienen en camino.
—¿Sabe la causa de mi desmayo?
—Tienes anemia, Joaquín.
—¿A-anemia?
—¡Mi amor! —Elizabeth entró corriendo a la habitación y abrazó delicadamente a Joaquín.
Por la ventanilla de la puerta se podía ver a Emilio y a Renata asomándose.
—Mamá, la enfermera acaba de decir que tengo...
—Tiene anemia, anemia perniciosa, es una falta de la vitamina B12, se produce por llevar dietas estrictamente vegetarianas, ya que los vegetales y frutas no son suficientes en una dieta para todas las personas. También se puede deber a qué tú mismo cuerpo, eliminó aquello que hace que puedas adquirir la vitamina. En base a los estudios creemos que es la segunda opción, dices que no te habías desmayado antes, lo que nos indica que ésto acaba de empezar, tienes anemia en bajos niveles, eso es bueno, sin embargo no podemos dejarte ir sin recetarte vitaminas y una dieta suficiente para tu organismo. Te duele la cabeza, te sientes cansado, es parte de los síntomas. Igualmente, puede que sigas teniendo dificultad para respirar, inflamación del estómago, palidez, pérdida de peso, o sensación de hormigueo, taquicardia, te puedes alterar, te pones pálido, puede que te dé diarrea, tengas falta de apetito, etc. Por ello dejaste de respirar, aunque es algo poco común que haya pasado durante tanto tiempo, pudimos controlarlo —habló el doctor, que recién llegaba a la habitación.
—¿Tendrá secuelas? ¿Ésto se cura? —preguntó Elizabeth.
—Puede que vuelva a tener los síntomas alguna vez, sí, pero con las vitaminas, la dieta y algunos suplementos, disminuirá, puede deshacerse de ello, claro, si sigue al pie de la letra todo a partir de ya. Ésto puede durar años, o ser para toda la vida, y creo que todos preferimos que dure unos años nada más. Tendrá que inyectarse una vez al mes la vitamina, pero en ésta primer semana, será una vez al día, es lo más importante, seguir la dieta, consumir suplementos de hierro, y en caso de alguna hemorragia, tendremos que hacerle una transfusión de sangre, en cuanto se acabe ese suero, podrá retirarse, ¿Puede venir señora? Le escribiré la dieta, y le diré donde ir por las vacunas, se las puede colocar en casa, si no puede, acuda aquí, la primer vacuna ya se le fue inyectada, así que esperara a mañana, venga conmigo —pidió el doctor.
—¿Puede su hermana entrar a verlo? —cuestionó la madre de Joaquín.
—¿Es mayor de edad? —solicitó la enfermera.
—No... Emilio tampoco, pero, solo un minuto.
—No se puede, lo lamento, podrán verlo cuando vaya a retirarse, incluso pueden ayudarle a salir de aquí, si el joven está muy débil, se le prestará una silla de ruedas que podrán llevar hasta su vehículo, el guardia puede auxiliarlos y después se llevará la silla —informó el doctor.
—Bien, ya vuelvo mi amor, duerme si quieres, saldremos pronto—Elizabeth salió de la habitación
—Le restan unos treinta minutos a su suero joven, ¿Está cómodo? —la enfermera ajustó la altura de la camilla para que Joaquín pudiera estar solamente recargado y no acostado.
—Sí, gracias, ¿Podría disminuir la luz por favor? Es que, me molesta en los ojos...
—Claro, vendré a retirarle el suero más tarde, manténgase calmado, relájese y todo estará bien.
—¿Qué sucede si me altero?
—Apriete el botón al lado del oxímetro, vendré en seguida a sedarle.
—Disculpe, ¿Qué es el oxímetro?
—La pinza en su dedo, lo que nos hace poder ver sus latidos.
—Bien, gracias.
Pasaron al rededor de diez minutos, Joaquín empezó a sentirse incómodo, su cabeza aún dolía, no se movía mucho, aún se sentía cansado, y tal vez, el golpe había sido duro, su ritmo cardíaco comenzó a acelerar el paso.
—Estás bien, estás bien, no pasa nada, nada de nada —se repetía a sí mismo —. Dormiré, dormiré.
Transcurrieron unos pocos minutos y Joaquín cerró los ojos, no tardó mucho en comenzar a soñar.
—Hola.
—¿Qué haces aquí? ¿No habías desparecido? —Joaquín evitaba la luz en sus ojos con su mano derecha, frente a él, había alguien sosteniendo una linterna en su dirección —. ¿Por qué estoy atado?
—Para que no escapes.
—¿Qué quieres de mí? Ya te llevaste las cosas buenas que sentía contigo, ¿Qué más?
—No intentaré ir tras Emilio, no por ahora, ¿Ves eso? —la figura apuntó la linterna a detrás de ella, donde yacía un cuerpo boca abajo de una mujer.
—¿Q-quién es?
Aquella persona volteó el cuerpo con el pie, y dejó ver una cara conocida, llena de sangre.
—¿María? ¿¡Qué le hiciste?! —Joaquín se alteró.
—Le corté el cuello, justo como lo había planeado.
—Eres un bastardo, Gizén.
—Pensaba hacerte lo mismo, pero, tal vez quiera hacerlo de una manera diferente, quiero tocarte Joaquín, aún estoy enamorado de ti, y pronto traeré a tu querido compañero, para que vea lo que te hago, hasta morir, y después se lo haré a él...
—Estás enfermo...
—Nos parecemos, Joaquín, muy dentro de ti, eres como yo, no puedes ser tan dulce como todos creen, puede que yo me haya llevado toda la maldad al estar juntos, no sé, es una teoría.
—¿Al estar juntos?
Gizén se agachó y vió de cerca a su secuestrado —Somos hermanos, Joaquín, ¿Yo siendo adoptado? Sí, averigué todo, Elizabeth, es mi madre. Y créeme que al saberlo, la sangre se me heló, ya que yo, estoy enamorado de ti. No me molesta cometer incesto, para nada.
—Aléjate de mí, no te creo, que seas mi hermano, mi madre jamás me ocultaría algo así.
—Tu mamá te guarda más secretos de los que puedes imaginar, Joaquín... Ven aquí, sé mío —Gizén lo tomó del cuello y comenzó a besarlo a la fuerza —. No te resistas, hagámoslo como antes, cuando aún me querías ¿Recuerdas? Esos anillos, ibas a darme uno lo sé, querías casarte conmigo... Que inepto —el mayor siguió con sus besos, por todo el rostro del menor.
—¡Suéltame! ¡No te creo! ¡No te creeré jamás! ¡Aléjate de mí! —Joaquín lloraba e intentaba salirse de las ataduras.
—¡Suéltame por favor! —Joaquín quería moverse, quería levantarse y correr, pero quién lo sostenía no era Gizén, era un par de enfermeros, mientras Naidelyn le colocaba un calmante.
—Tenemos que sostenerte, no queremos que te lastimes —aclaró uno de los enfermeros.
—Suelta... suéltame —el menor dejó de forcejear —. ¿Por qué me están sedando?
—Empezaste a apretar el botón muchas veces así que vine corriendo, cuando llegué estabas convulsionando tal vez, o simplemente moviéndote demasiado, tuve que llamar a los enfermeros para que te sostuvieran mientras te aplicaba la inyección, ésto va a hacerte sentir muy débil, casi dormido, el efecto tardará en salir totalmente de tu cuerpo en unas seis u ocho horas, puede que sigas despierto o te duermas, no te puse una dosis tan alta como para tumbarte, caballeros gracias —dijo la enfermera y ambos muchachos se retiraron —. ¿Hubo algo que te acelerara así?
—Tuve una pesadilla.
—¿Te hacían daño? Gritabas “suéltame” repetidas veces.
—No importa, solo, gracias...
—Le faltan unos pocos minutos a tu suero, es seguro que no vas a poder caminar, hay una silla de ruedas afuera de la sala lista para ti, haré que tú mamá firme unas cosas y te puedes ir ¿Vale?
—Sí...
Transcurrieron diez minutos más, los enfermeros pusieron a Joaquín en la silla, Elizabeth la dirigía, Renata y Emilio tras ella.
El guardia les ayudó y removió la silla, las posiciones eran las mismas que antes de llegar al hospital, Joaquín sentía innecesario que Emilio tuviese que cargarlo en el asiento trasero, pero al estar tan poco consciente, no dijo nada.
—Hey, ¿Estás bien? ¿Te sientes mejor? —preguntó Emilio.
—No siento mucho mi cuerpo —respondió Joaquín.
—Eso no es malo por el momento, Dios, sentía que te me ibas entre las manos, a la próxima que digas mi nombre y yo esté gritando como excéntrico, dime la palabra “Cereal”, así sabré que necesito sostenerte o te caerás.
—¿Cereal? ¿Tienes hambre acaso? —Joaquín alcanzó a esbozar una sonrisa.
—No mucha, ¿Tu sí? Podemos comprar algo...
—No, no gracias, creo que al llegar a casa, solo querré dormir.
—¿Aún está bien si duermo contigo? Puedo dormir en la extensión de la cama si quieres todo tu espacio.
—No, no, está bien que te quedes cerca.
—Joaquín una cosa más.
—¿Si?
—Yo soy mayor que tú.
—¿Y eso que tiene que ver?
—No te atrevas a morirte primero que yo, ¿Entendido? Por ley, yo voy primero.
—Eres un baboso —la sonrisa del pequeño de nuevo en su rostro.
—Me alegra ser el baboso que te está cargando, mañana se te pasará el efecto, ¿Listo para saltar en paracaídas o qué?
No hubo respuesta ante la broma de Emilio, Joaquín por fin cerró sus ojos y cayó dormido.
—Vendré a ver cómo está en la mañana si aún no ha despertado — Elizabeth acomodó las cosas en la cama de Joaquín, y la tendió, para que Emilio pudiera colocarlo en ella.
—Sí, no te preocupes, estará bien —dijo Emilio.
—Sí, eso espero, buenas noches, cualquier cosa por favor grítame, si se acelera, si notas que no respira, cualquier cosa, solo avísame.
—Claro, buenas noches.
Elizabeth cerró la puerta de la habitación y se fue a la suya.
Emilio se acostó al lado de Joaquín, y acarició su cabello.
—Mañana son los premios, de verdad espero que estés bien para ir, y si no, me quedaré contigo. Supongo que por los sedantes hoy no tendrás tu somniloquía activa, espero escucharte diciendo cosas sin sentido mañana por la noche, esos detalles, no quiero perderlos nunca —Emilio delineó el rostro de Joaquín despacio, y luego se colocó justo a su lado, con su mano en el pecho del menor, para así notar cualquier anormalidad en seguida —. Va a pagar por sus acciones, espero que lo tengas bien claro, si la autoridad no lo logra, yo entraré en el acto, quiero que sepas, que haré que lamente el si quiera haberte hablado por el celular, voy a masacrarle la existencia para que desee jamás haberme conocido, pero sea lo que sea, haré que cumpla su condena. Gizén, se cree rudo porque tiene el apoyo de su familia, bola de delicuentes organizados, pero él, no ha conocido a los Marcos, si el se cree intocable y poderoso, le haré sentir como una cucaracha a mí lado, porque si alguien se mete con quién quiero, las paga caro, no necesito hablarlo en las redes como mi madre, es su forma de afrontarlos, iré en sigilo, y nadie tendrá que saberlo, no haré nada ilegal, solo lo encontraré, y haré que la ley recaiga sobre él, solo lo que le toca... O tal vez un poco más.
—¿Estás seguro? —Elizabeth le preguntó a Joaquín por cuarta vez.
—Que sí mamá —Joaquín terminó de comer y se levantó para lavarse las manos.
—Pero... ¿Y si te pasa algo? El lugar donde es, es lejos.
—No me pasará nada, estaré bien, Emilio estará conmigo —Joaquín lo señaló, y éste estaba terminádose el cereal con el plato en la boca, después de terminar de sorber, sonrió.
—Sé que iremos todos juntos, pero sus asientos son lejos de los míos, estarán con Osorio, solo, ten mucho cuidado.
—Sí mamá, tranquila —será mejor irnos ya.
—Sí, tiene razón —secundó Emilio.
—Y el ganador a mejor actor es...
—Ya te van a dar tu premio —susurró Emilio a Joaquín.
—¡Emilio Osorio! —gritaron.
—¿Qué? —dijo Emilio.
—Ve, ve —lo animó Joaquín.
—¡Tu vienes conmigo! —lo arrastró hasta el escenario, y así ambos recibieran el premio.
Emilio dió las gracias, y volvieron a sus asientos.
—¿Por qué gané yo? Si los eres eran para ti, tú tenías mayor votos —Emilio estaba confundido.
—No lo sé, pero no importa, si dicen que tú ganaste, yo les creo —Joaquín sonrió.
—Yo no, debe haber un error...
—No creo.
—¡El premio a mejor beso es para... Aristemo!
Ambos pasaron a recibir el premio una vez más.
—¡Beso, beso, beso! —gritaba toda la audiencia.
Emilio y Joaquín se miraron.
Emilio preguntó con la mirada y artículo con sus labios ¿Beso?
—Piquito —respondió Joaquín, y rápidamente se dieron un pequeño beso, enloqueciendo a la multitud.
Al terminar los premios, ambos regresaron a casa, después de un largo día.
—¿Cómo te sientes? —preguntó Emilio, al dejarse caer en la cama.
—Cansado, mamá me puso la vacuna en la mañana, y me dolió un poco.
—Solo serán diarias por esta semana, no te preocupes.
—De verdad quiero dormir —Joaquín se tiró en la cama también.
—Pronto tenemos el Orgullo de mi Ciudad.
—Sí, será genial.
—Sí, pero ese no es el orgullo que quiero recibir.
—¿Y cuál es?
—El orgullo que quiero, es el de que seas mi compañero, de vida Joaquín, eres como un mejor amigo, más que eso, no quiero que te vayas nunca, ¿Entiendes? Nunca.
—Por mi voluntad, nunca, solo aguántame un rato para que también pueda decir eso sobre mi salud y no me muera.
—No te vas a morir menso, no te voy a dejar, te perseguiría hasta en el mundo fantasmal.
—Que horrible.
—¿Morir?
—No, que un cholo me persiga hasta después de muerto.
—¡Hey!
Joaquín echó a reír, hasta que quedaron viéndose de frente.
—Dejará de doler en un tiempo ¿Verdad? —preguntó Joaquín.
—Sí, el tiempo lo cura todo, solo ten paciencia, llegará alguien mejor —o tal vez ya llegó hace mucho, pensó Emilio.
—Tal vez tengas razón.
—Yo siempre tengo razón.
—Engreído.
—Puedes apostar; oye, mi papá, bueno, el señor Osorio, quiere hablar con nosotros, sobre lo del pensado proyecto del spin-off de nosotros, dijo que tal vez empezaríamos a grabar a finales de abril.
—¿En serio? Qué emocionante.
—Sí, por fin Ari y Temo tendrán su propia historia personal, donde serán los meros protagonistas.
—Sí, suena muy genial.
—Ahora será mejor dormir, creo que Nikolás quería venir mañana o algo así puso en el grupo, incluso Diego podría venir —avisó el rizado.
—Suena bien, extraño estar solo con ustedes.
—Sí, yo también.
—Bueno, ¿Puedes cantar algo y así dormir? Cómo antes, en la graduación ¿Recuerdas?
—Sí, claro ¿Qué quieres que te cante?
—La que gustes, yo solo cerraré los ojos, ¿Bien?
—Bien... —Emilio se quedó pensando unos momentos, quería cantarle algo suave a Joaquín pero a la vez, que la letra realmente fuera dedicada hacia él, incluso si él no se daba cuenta —. Dame de tu vida y de tu tiempo... Suficientes para ver, dentro de tus ojos el momento... Que me obligue a renacer, dame vida y dame aliento... Que yo ya perdí el conocimiento, sólo quédate un momento... Hasta evaporarnos en el viento, no hay motivos... Para decirnos adiós tan pronto, sigo vivo... Créemelo mi amor, no soy tan tonto... Si tú quisieras esta noche ir a bailar, un chachachá, yo te puedo enamorar.
Joaquín ya no parecía estar despierto, y eso se comprobó cuando respiró hondo y dijo —Mole de Cheetos...
—Me alegra que duermas rápido, te quiero Joaquín, tal vez debería de decírtelo más seguido, y cuando estés consciente... —Emilio rió, se acostó a su lado justo como la noche anterior, y se quedó dormido.
—Pienso volver por ti —dijo Gizén.
—Pienso deshacerme de ti —habló Rodrigo.
—Te aborrezco a pesar de haber ayudado a capturar a ese psicópata — habló María.
—Te mentí... —dijo Elizabeth.
—Voy por ti, hermanito —dijo una de esas voces anteriores.
PREEEEGUNTA:
¿Listos para una serie de capítulos reveladores?
¿Será que el fin de Cry Baby se acerca, o lo alargamos?
¿Los sueños de Joaquín, son solo sueños?
Vota y comenta, porque Hell no, la cuarentena me sofoca, I'm done.
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