Capítulo 53.
[Cómplice y obsesión].
Gizén estaba socializando con varias personas en la fiesta, unas dos horas después, ya tenía una media luna frente a él y a Joaquín, que lo escuchaba hablar de sus pasatiempos, y de su carrera en modelaje.
Emilio no podía quitarle los ojos de encima, tenía a María bajo uno de sus brazos, jamás había estado más aferrado a ella que en ese momento, tenía los nervios de punta, con los sensores bien alerta, inclusive una cierta paranoia activada.
Joaquín estaba nervioso también, pero no por creer estar en peligro, sino, porque le daría a ese chico que estaba a su lado, una argolla que significaría un “Seremos todo cuando vuelvas”, y no sabía muy bien como iba a reaccionar.
—Muy bien todos, acérquense por aquí —el DJ que habían contratado tenía órdenes de pasar a Emilio y a Joaquín al frente en la tarima, para anunciar sus nominaciones —. Quiero que los anfitriones de éste festejo pasen para darles un aplauso.
Ambos subieron y dieron las gracias por venir.
—De igual forma, me están avisando, que quieren que canten —habló el DJ.
—¡Amor valiente! —gritó alguien de fondo.
Y toda la multitud comenzó a corear “¡Amor valiente!”.
Tomaron los micrófonos, se vieron no muy seguros de sí, mientras que un mundo de enredijos sucedían en sus mentes.
—Oh, oh... Oh no, te estás enamorando... —comenzó Emilio —. Sé, que comentan del modo en que te miro, no saben lo que siento, instinto verdadero...
—Sé, que no entienden que yo por ti suspiro, que casi estoy muriendo —Joaquín le cantaba a Gizén, y Emilio solo trataba de buscar los ojos de Bondoni —. Intenso sentimiento...
—No, que no me pidan alejarme, para eso es demasiado tarde, no hay forma en que deje de amarte eh, eh, eh... ¡Éste es mí amor valiente! ¡Diciendo que te amo, mirándote de frente totalmente enamorado!
Todos estaban cómodos escuchando aquella canción, excepto María.
Todos estaban disfrutando la noche, excepto Emilio.
Todos estaban teniendo una noche normal, común de toda la vida, excepto Joaquín.
Pero no sabían, lo que les esperaba a aquellos tres.
Terminaron de cantar, fueron ovacionados por los invitados, y bajaron el escenario.
—El carrito de tacos ya llegó chicos, se posicionará a la derecha, por si gustan pasar —dijo el DJ.
Una multitud de gente, se formó en fila para recibir sus tacos, mientras Gizén y Joaquín estaban sentados en unas de las sillas junto a la piscina, Maria y Emilio estaban sentados en el filo de la piscina, remojando sus pies.
—¿No quieres comer otra cosa, que no sean tacos? —dice Joaquín.
—Tacos no está mal ¿Tu quieres algo más? Puedo ir a traerlo —responde Gizén.
—No, o bueno, de hecho, podríamos ir a tu casa de acá al lado, ordenar algo y comer allí, después regresar a la fiesta.
—No suena mal, ¿Vamos?
—Vamos.
Ambos se levantaron, pasaron desapercibidos en la multitud, salieron por el portón y rodearon toda la estructura, hasta llegar al otro lado, donde había una casa de al menos tres pisos, color caqui, con ventanas grandes en el frente, piso de madera en el porche, el cual contenía mesedoras tejidas, se entraba por una puerta de barras, que solo se abría con una tarjeta, al pasar, se caminaba por una banqueta ancha, en donde a los lados había macetas de plantas muy bonitas y llamativas.
Una vez en el porche, la puerta principal era grande, unos dos metros y medio de alta, de cristal ahumado, que relucía un tono azulado, para abrirla, se ponía una contraseña en la perilla, y se reconocían huellas dactilares a un lado de ésta.
A Joaquín le parecía excesivo, pero tal vez, era mucha seguridad debido a que ya antes les habían robado, o algo por el estilo, de todas formas no iba a cuestionar la casa de Gizén.
—Por favor siéntete seguro de estar por aquí, no hay nadie que pueda molestarte, ni mis hermanos. La sala de películas está en el segundo piso, vamos allí, hay una mesa, y puffs de colores para sentarse —Gizén le tendió la mano a Joaquín, quién la agarró con gusto.
Se dirigieron escaleras arriba, Joaquín observaba lo limpio que estaba todo, lo llamativo de las paredes, era que todas eran blancas, sin embargo habían cuadros muy famosos colgados en ellas, que hacían relucir por completo el aspecto de la casa. Llegaron al segundo piso, Gizén le mostró ampliamente el lugar a Joaquín. Casi todo ese piso era de la sala de películas, solo al fondo habían dos puertas, una ponía en letras pequeñas "Aseo", y la otra decía "Baño", era extraño ver qué una casa tuviese lo que contenía cada habitación, pero no le parecía mala idea a Joaquín.
—Ordenamos burritos ¿Te parece? —habla Gizén.
—Claro, me parece bien, pedimos postre, yo lo pago, quisiera un pay —el menor sonrió.
—Claro que no pagas nada, yo invito —Gizén marcó el número de un restaurante, y ordenó lo predicho —. Llegan en unos quince o veinte minutos.
—Oye Giz, después de comer ¿Podemos hablar de algo importante?
—¿Sobre qué, bonito?
—Te diré después de tener algo en el estómago, pero, ¿No te incómoda hablar verdad?
—Contigo de nada, ¡Ay, no manches! —Gizén se golpeó con su mano en la frente —. Olvidé la billetera en el auto, que está en casa de Emilio, permíteme ir por ella, no tardo nada.
—Yo pago la comid...
—¡No! Yo lo haré, solo voy corriendo por la billetera, espero que sí esté ahí, si me tardo un poco es porque no estaba allí, y probablemente me puse a buscar en los pisos de Emilio —Gizén dió la vuelta y bajó las escaleras —. Husmea lo que quieras pero no abras habitaciones, me lo tienen prohibido —le dice desde lejos.
—¡Bien! —contesta Joaquín, sonriente.
El rizado saca las argollas de su pantalón, y las admira, con un montón de nervios, el estómago se le hace pedazos de los gruñidos en él, le sudan las manos y hasta la cabeza le duele de no poder dejar de pensar.
Joaquín estaba tenso, así que se levantó a justamente lo que le habían permitido, husmear.
Subió hacia el tercer piso, en el cual al terminar las escaleras había oportunidad de tomar dos caminos, y voltear al lado contrario hasta llegar a una puerta color azul marino. Del lado derecho, había una puerta color rosa y la de la izquierda era color morado.
Le causaba confusión, intriga, se acercó a ver si tenían talladas como en las del segundo piso.
La rosa decía “Alía" y la morada “Dan”. Se colocó después frente a la azul, y ponía “Gizemi", al parecer así le decían de más pequeño.
Dicen que la curiosidad mató al gato; y ésta vez, aniquiló a Joaquín.
Abrió la puerta azul marino de madera que estaba frente a él, y lo que contemplaron sus ojos, fue lo más desgarrante que había podido presenciar en un tiempo.
—Gizén, ¿Y Joaquín? —preguntó María, viendo venir al chico alto hacia ella.
—Vamos a comer en mí casa porque ambos queremos otra cosa que no son tacos, pero olvidé unas cosas acá, ¿Sabes dónde podría estar una cartera?
—Si se te cayó probablemente Mary la recogió, pone las cosas que se encuentra en una caja de objetos perdidos, está en el cuarto de los vestuarios de Niurka, mí suegra —María toma un vaso entero de una piña colada.
—¿Me muestras dónde? Digo, no quiero entrar al área de la mandamás solo.
—Claro, sígueme, está hasta arriba, de una vez me dices el significado de tu nombre.
Emilio estaba ayudándole a Kiko a poner unas luces que un par de chicos habían tumbado, estaban alistándose para romper la piñata, por lo cual éste, estaba distraído.
—¿Por qué tantas escaleras? —Gizén estaba algo bofeado.
—Eso dije la primera vez que estuve aquí —rió la de ojos verdes.
Llegaron a una puerta negra de metal, la cual abrió María, y ambos entraron.
—Bueno, es casi seguro que lo que buscas esté en ésta caja —la chica empezó a revolotear las cosas dentro de la caja.
—Mi nombre no tiene una ciencia cierta, pero según cuenta la historia, mí mamá estaba viendo la luna, fijamente, fue entonces cuando escuchó que “las estrellas le hablaron”, sé que suena ridículo, pero según ella, escuchó como algo susurró "Giz", justamente cuando estaba, irónicamente, pensando en el nombre que me iba a poner. Mí mamá se llama Emily Ginivette, así que usando ese susurro, más el pensar en algunas letras de su nombre, le surgió Emilio, ya que sería el masculino de Emily; y usó el Gi de su nombre y le añadió el Zén porque mí abuelo tenía por nombre Zenón; entonces de ahí, Emilio Gizén.
Mientras contaba toda ésta historia, y María seguía buscando, éste cerró la puerta con el candado del que disponía la misma, muy sigilosamente.
—Vaya, yo me llamo María porque es como la descendencia del lado de mí mamá, literalmente ninguna ciencia, solo un montón de gente apegada a una costumbre, ¡Oye! ¿Tu cartera es azul con puntos café? —se la muestra al chico.
Éste niega con la cabeza, la chica se dispone a buscar una vez más.
—¿Es cuadrada?
—Sí...
—Bueno, es que hay personas raras que su cartera tiene forma de un animal, de un batido o de unas patatas fritas —una leve carcajada sale del cuerpo de María.
—Oye María.
—¿Sí?
—¿Emilio, cada cuánto te dice que te quiere?
—Pues, siempre que nos vemos, no vengo muy seguido, pero me lo dice por video llamada o por chat ¿Por qué?
—Nada más ¿No te ha mencionado nunca de mí, de casualidad?
—No realmente, solo dijo que eras amigo de Joaquín.
—Una pregunta más.
—Adelante.
—Señorita María Gutiérrez, ¿Qué tanto aprecias tú vida? Maldita infeliz.
—¿Q-qué?
Emilio, todo era Emilio.
Joaquín solo bastó con darle un empujonsito a la puerta, para dejarle ver, todo lo macabro que escondía su casi prometido; tomó fotos de todo lo que estaba presenciando.
Las paredes estaban tapizadas de pósters, fotos, recortes, noticias de Emilio, en el techo había tiros al blanco con fotografías de María, y de muchas otras personas que el desconocía. Había una cama, que tenía muñecos con la cara de Emilio, inclusive había uno con la propia cara de Joaquín.
Entró en la habitación, cerrando la puerta, detrás de ésta, había un póster tamaño real de su compañero que abarcaba todo el alto de la misma, tenía manchas de besos con labial, y algunos cortes, que parecían haber sido cuchillazos.
Había un escritorio color blanco, sobre aquel pedazo de madera, había piletas de libretas con anotaciones, que tenían fechas puestas en post-tips que sobresalían de los cuadernos, iniciaba por esas del dos mil dieciocho en agosto, y terminaba con justamente marzo del dos mil diecinueve, con un cuaderno semiabierto.
Todas las libretas tenían candado, menos la más reciente. Joaquín la tomó y comenzó a leer.
“Mañana es el día, en el que ella se quita de mí camino, un estorbo menos, ahora solo faltará convencer al amor de mí vida de tener un poliamor, o de que escape conmigo, si es que no quiere que también hiera a Joaquín. Aunque estoy enamorado de ambos, mí amor jamás podrá serle infiel, estoy arrodillado ante su belleza griega, y nada ni nadie, me va a impedir tenerlo.
Contaba con una lista de cosas por hacer:
✓ Ser invitado a la fiesta a dónde irán ambos.
✓ Acercarme a María.
✓Deshacerme de ella "accidentalmente".
Joaquín no podía creer lo que sus ojos estaban leyendo, lo que su mente estaba procesando.
Todo lo que le había contado Emilio, era verdad, toda y cada una de las palabras, eran ciertas, Gizén era un traidor, un idiota. Joaquín sintió un pesar en el corazón, un dolor que dejaba un vacío enorme, unas ganas de aventarle todo lo que se encontrara a su paso.
Vió las argollas una vez más, y rompió en llanto, pues sentía que como siempre en estos casos, se había equivocado, había tomado la decisión incorrecta.
Vió a su al rededor una vez más, la cara de Emilio tapizada en todas y cada una de las paredes le causaba rabia, y no porque fuese culpa de su compañero, sino, porque estaba más que furioso, más que destruido por culpa de Gizén.
—¡Ahhh! —gritó desesperadamente el rizado de estatura baja.
Se lanzó a tirar todo lo que había en el escritorio, tomando solo las libretas que eran como diario, y rompiendo las lámparas o recuerdos de otros países al tumbarlas al suelo.
Luego tiró las libretas a la cama, y se abalanzó contra las paredes, empezó a desgarrar todos los pósters a una gran velocidad, no quería que ésto, fuese verdad, prefería despertarse de un muy mal sueño y tener de vuelta a su Gizén, pero sabía, que no pasaría.
—¡¿Cómo pudiste?! ¡Si te di todo de mí, si te concedí un amor incondicional! ¡Eres un maldito lunático, obsesivo! ¡Vas a dejar a Emilio y a su novia en paz! —Joaquín destrozaba todo a su paso, con lágrimas en los ojos, las mejillas al rojo vivo, apretaba la quijada y gritaba con su tono de voz más grueso, pateaba las paredes, tiró las cobijas, rompió los muñecos, les masacró la cara.
Y entonces aproximadamente ocho minutos después de hacer un tornado de desastre en la habitación del chico que le repugnaba, cayó en cuenta en el “Acercarme a María, deshacerme de ella”.
Tenía que dejar sus malos recuerdos a un lado, tenía que ir a advertirles a todos, en cuestión de segundos todo podría tornarse totalmente de color negro.
Joaquín tomó las libretas, unos dos de los muñecos y le tomó foto como había quedado después de casi hacer venir la habitación abajo.
Salió corriendo de la habitación, traía su mochila y en ésta metió lo que se había robado, corrió escaleras abajo, e intentó abrir la puerta principal, pero recordó que esa, solo sé desbloqueaba con el conocimiento y las huellas de Gizén. Así que no lo dudó ni un minuto, tomó una de las sillas pesadas del comedor, se acercó a la puerta del patio, y la tiró contra ésta, rompiendo todo el cristal, haciendo sonar una alarma ensordecedora. Salió con cuidado de no cortarse con los vidrios rotos que quedaban pegados al marco de la puerta.
Sacó una silla de plástico de las que se guardan para cuando hay reuniones familiares, la puso a la orilla del barandal que daba a la calle, se subió en ella, puso una chaqueta que se encontró en el borde, para no lastimarse al cruzarse, le funcionó, y saltó directo a la banqueta.
Fue dejando toda una catástrofe detrás de él, pero honestamente, ya no le importaba, en lo absoluto.
Entró corriendo a la casa de Emilio.
—¡Emilio! ¡Famosorio! ¡Emilio! —gritaba a todo pulmón el pequeño.
De entre la multitud, el de cabello chino levantó la cabeza alarmado y buscó al portador de los gritos desesperados, rápidamente localizó a Joaquín del otro lado del lugar y empezó a correr hacia él.
—¿¡Qué pasa?! —Emilio vió la cara de destrozo en Joaquín, era la misma cara que tenía el día que le dijo que no lo amaba, era la misma cara que cuando le dijo que Gizén era un traidor, reflejaba dolor, desesperación, enojo, rabia, impotencia, pero sobre todo, tristeza profunda e inmensa —. ¿Te hizo algo? Dime, mírame Joaquín, ¿Te hizo algo?
Joaquín muy apenas podía respirar de lo que había corrido y la adrenalina que corría por sus venas —El... El escribió, que ... Se desharía de ella...
—¿De qué hablas? —Emilio rápidamente tuvo un flashback a cuando Gizén mencionó el eliminar a María —. ¡Ay no!
—S... Sí, hay que buscarlos, él dijo que vendría por su cartera, pero no le creo, no creo que haya tardado tanto por ello.
—¡Mary, Mary! —Emilio corrió tomándole la mano a Joaquín hacia la cocina —. ¿Has visto a María?
—Subió hace unos quince minutos con un muchacho alto y delgado joven —Mary limpiaba la barra de la cocina.
—Gracias —Emilio le quitó la mochila a Joaquín para liberarle peso y la cargó él, subieron a toda prisa.
Minutos antes...
—¿Q-qué? —María le dió una mirada de mucha extrañeza.
Gizén se abalanzó sobre ella, traía unos guantes gruesos puestos, y la sostuvo del cuello.
María intentó liberarse del agarre, y lo consiguió, pateando a Gizén en el abdomen muy fuertemente, pero él antes de que ella pudiera quitar el candado, la tomó del brazo e hizo que éste le tronara, ella iba a gritar de manera muy ruidosa, pero Gizén le tapó la boca con una calecta y la tumbó al suelo, dejándola inconsciente.
Sacó una navaja de su pantalón, y se acercó a la yugular de la señorita.
—¡No la toques maldito bastardo! —Emilio había quitado el candado y entrado de golpe.
—¿Cómo me vas a detener? Tu estás ahí, a tres metros, yo estoy a centímetros de ella, y aquí, solo estamos tú y yo.
—Y yo —Joaquín está llorando, pero con la frente en alto —. Entré a tu habitación, Gizén.
—Joa... Joaquín, mí amor...
—¡No me digas mí amor! ¡Ni se te ocurra volver a llamarme de ninguna forma! —su sangre ardía, y sus ojos se cristalizaban —. ¡Suelta la bendita navaja y aléjate de María! —a pesar de que Joaquín no se llevaba bien con la novia de Emilio, éste jamás le desearía la muerte o el mal a nadie, o tal vez, eso estaba a punto de cambiar.
—Perdóname Joaquín, pero necesito derrumbar obstáculos —Gizén elevó su mano para clavar la navaja y al instante Emilio gritó.
—¡GIZÉN ALTO! —bramó Joaquín a todo pulmón —. ¿Qué es lo que quieres? Dime precisamente que quieres.
—Los quiero a ustedes dos, quiero que Emilio sea mío, quiero que tú estés con nosotros, quiero un poliamor, quiero deshacerme de su novia —a Gizén siempre le faltó un tornillo, y en éstos momentos, necesitaba la fábrica completa para reaccionar.
—Podemos cumplirlo... Si bajas esa navaja y dejas a María en paz, Emilio puede solo terminar con ella, no es necesario matarla...
—¿Qué tan estúpido me consideras para creerte? Es obvio que es chantaje, no me vas a detener, en efecto no habrá otra manera de que ustedes estén conmigo, más que a la fuerza y por amenazas —Gizén mantenía agarrada la navaja con mucha fuerza.
—Vas a tener que alejarte de mí novia —dijo Emilio, apretando sus puños —. Si no quieres terminar en la cárcel.
—Nadie va a saberlo, no habrá pruebas de que yo lo hice, y si las hay, mí familia puede eliminarlas fácilmente.
—Tal vez no vayamos a tener pruebas más que nuestro testimonio oral, ¿O sí? —Emilio se rió.
—¿A qué te refieres?
En un movimiento muy rápido, María levantó su brazo y le inyectó una sustancia que parecía ser un calmante, ya que lo tumbó en cuestión de segundos, ya una vez con Gizén en el piso, María se levantó y corrió hacia Emilio.
—Muy bien, ¿Te lastimó mucho...? —Emilio la abrazó.
—El cuello no, solo cuando me jaló del brazo, esté trono, y duele un poco.
—Por favor, explíquenme ¿qué sucede...? —Joaquín estaba confundido.
—María es cómplice, tuve que contarle lo sucedido; yo sabía que iba a ir tras ella, era de sus únicas oportunidades. Hay cámaras en todas las habitaciones, siempre han estado, pero yo puse las mías propias, y todo lo que hizo Gizén con María, está grabado, por lo cual podemos amenazarlo con que llevaremos los videos a la policía, o llevarlos de una vez y que lo metan a prisión o a correccional de menores, por violencia física, y contarles cómo me asechó durante tanto, pero no tengo pruebas de eso —habla Emilio.
—Yo... Yo sí tengo pruebas, no de que te acosaba viéndote por la ventana, pero tomé fotos de su habitación, está estampada toda de ti, y algunas cosas de mí, luego te enseño...
—En cuánto María apretara un botón que llevaba en su playera, se le llamaría al 911 y podría pedir ayuda rápido —Emilio abrazaba a la chica.
—Llegarán en máximo cinco minutos, van a llevarse a éste desgraciado, yo lo sé —María habló.
María era cómplice, a pesar de todas las diferencias que tenía con Joaquín, lo hacía por Emilio más que nada. Y para entonces, probablemente ya sabía que había pasado algo entre Joaquín y Gizén, o sea que sabía la sexualidad de ambos, y aunque más tarde eso fuera un arma a su favor, por el momento solo quería ayudar a Emilio, aparte, María quería salvar su vida, no morir porque un tipo loco quería a fuerza un poliamor con su novio y el compañero de éste.
Llegó la policía, las personas se alarmaron y Emilio dió la orden de qué la presente se cancelaba, que por favor todos regresaran a sus casas; luego de un breve interrogatorio, rápidamente subieron a Gizén a la patrulla, inconsciente aún.
—Si va a despertar en unas horas, les avisaremos, por mientras, mantenganse serenos de qué ya no está al alcance de ustedes —un oficial, y otro más, subieron a la patrulla, que se veía hacerse cada vez más pequeña ante el alejamiento.
—Va a despertar y para mañana van a citarnos en un juicio... —avisa Joaquín.
—Sí, pero tiene todo de perder, todo. Y debo decir, que me alegra, y más que nada me alegra saber qué ahora sabes la verdad...
—Emilio, discúlpame por no creerte... Yo...
—No hables, yo sé que ya era muy difícil fiarte de mí en cualquier cosa.
—Amor, ya llegaron por mí, hablaremos mañana de ésto, llámame cuando tenga que ir al juicio —María besó los labios de Emilio, y corrió hacía la camioneta que la esperaba, que poco después, se esfumó.
—Emilio, siento que de verdad debo decir que lo lamento, no me cabe en la cabeza... Que Gizén... Que Giz... Gizén... —a Joaquín se le cortó la voz, dejó de tomar aire adecuadamente, apretó sus ojos y cubrió su rostro con sus manos, se dejó caer de rodillas y Emilio fue en seguida a ponerse a un lado de él.
—Joaquín, hay muchas personas malas en el mundo, hay muchas lecciones que aún debemos aprender, y una de ellas es que la traición es real, existe y muy presente en la vida de todos, ese chico que viste en la patrulla, solo te usó, e iba a seguir haciéndolo hasta que consiguiera lo que quería, a mí... Pero tú no vas a dejarte caer.
—Emilio, pensaba darle las argollas que son muy especiales para mí, pensé en decirle que sería nuestra promesa en que un día regresaría y estaríamos juntos hasta envejecer... —Joaquín había soñado despierto, y fue un sueño muy breve, pero muy doloroso.
—Se va a arrepentir de todo lo que te hizo sentir, si se va a Italia mejor, si lo dejan en prisión, mejor, pero de que estará lejos de ti, lo estará.
—Recuérdame que ahora no debo dudar de ti, que debo creerte —Joaquín estaba aún en sus rodillas, llorando.
—Tu decidirás que hacer, pero te diré algo Joaquín, Gizén va a pagar caro, si ahí no se hace justicia, yo tomaré la justicia por mis propios medios, y no le va a gustar nada, ven, intenta no pensar en ello... Te... ¿Te quieres quedar a dormir hoy? Para que no estés solo. —Emilio le quitó las manos a Joaquín de la cara y le limpió las mejillas con un trozo de pañuelo.
—¿Contigo? —Joaquín se sentía destruido de todas formas.
—Sí, prometo no dejarte solo, ni tocarte o hacerte sentir incómodo.
—Está bien... Le diré a mí mamá, solo porque no quiero que me vea así de mal, ni que me haga preguntas, por lo menos no hoy, pues mañana deberé de dar explicaciones.
Pasó un rato, recogieron el desastre hecho por los invitados, subieron a la habitación de Emilio, éste le prestó una pijama a Joaquín, y se tiraron a la cama, ambos estaban muy cansados, lastimados a su manera, mientras que Joaquín tenía el corazón roto, Emilio repetía la escena dónde Bondoni no le creía y le tiraba una cachetada.
A Joaquín todavía no le caía lá realidad de que a su "exclusivo" se lo había llevado la policía por intentar asesinar a María, no le cabía en la cabeza, que un ser que se mostraba tan puro, tan feliz, tan real y tan bueno, en verdad fuese un manipulador, un chico que jugaba con las mentes, un acosador, un obsesivo.
—Buenas noches, debemos dormir, fue un largo día... —habló Emilio.
—¿Podrías abrazarme? Creo que no pararé de llorar en toda la noche.
Emilio pasó su brazo por encima del torso de Joaquín, y lo mantuvo cerca de él.
Las luces se apagaron, todo quedó en silencio, y solo se escuchaban los suspiros apenas audibles de Joaquín diciendo: “Me mintió, me traicionó, jugó conmigo...”
A Emilio le quemaba el alma verlo así, pero al menos ésta vez no era su culpa.
Se llegó la madrugada, y por fin ambos cayeron dormidos.
La pesadilla empezaría mañana, pues estarían en un juicio para saber cómo quedaría la integridad de Gizén, si estará preso, retenido o libre, si se irá a Italia o se quedará en una cárcel.
Emilio tenía miedo aún, de lo que pudiera hacer Gizén y su familia, sin embargo no se quedaría callado, tenía pruebas en video, tenía las fotos que tomó Joaquín y los muñecos, algo se tiene que hacer.
—Tacos que bailan —susurró Joaquín, mientras se escondía en el pecho de Emilio inconscientemente.
—Máscaras de pistaches... —respondió Emilio.
Al parecer lá somniloquía ahora sería contagiosa.
PREEEEGUNTA:
¿Cómo están, refiriéndome al coronavirus? ¿Ya les suspendieron las clases? A mí sí, y estoy muy mal por ello.(╥﹏╥)
COMENTA y VOTA porque siempre escribo de madrugada cuando ya tengo mucho sueño y a veces ni me doy cuenta de que escribo y mejor no publico y lo reviso un día en la tarde.
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