Capítulo 52.

[Él no es bueno, y yo tampoco].

—No es... No es quien crees...

—¿A qué te refieres? —Joaquín arqueó una ceja.

—Gizén, te ha mentido respecto a su persona, te ha mentido sobre lo que siente por ti —Emilio se ponía cada vez más nervioso.

—¿Ésto es algo como cámara escondida? ¿Crees que voy a caer en la broma? Pues fallaste —el menor rodó los ojos.

—Joaquín, escúchame... Ésto no es ninguna broma, no es ningún tipo de cámara oculta, no es para un vídeo, no es algo planeado, te estoy diciendo la verdad... Gizén, te está engañando con quién dice ser, con el motivo del porqué está contigo, no es porque te ame...

—A ver, Emilio, ¿Qué? ¿Por qué estás  diciendo todo eso? ¿Qué esperas que te diga? ¿O es que acaso él te lo dijo?

—S-sí, Joaco, el día de la pijamada, que estuvimos en tres minutos en el cielo, me preguntó varias cosas muy específicas, que gente que muy apenas me conoce, y aunque me conociera mucho, no debería saber acerca de ello; por ejemplo de los malditos rosales que planta mí madre en el jardín. Estaba hablando, normal, yo me senté en la taza del baño, miraba en su dirección, me dijo que había algo en mi pierna, para que voltease a ver abajo, y al volver en sí... —un calor que quemaba, le recorría el estómago a Emilio, y su cabeza daba vuelta tras vuelta —. Gizén me besó...

—¿¡Qué?! ¿Qué dices? ¿Gizén, te besó? —Joaquín se sorprendió muchísimo, se alteró, parándose del tronco —. No es cierto.

—Sí es cierto, y me confesó algo peor...

—¿Qué, ahora me vas a decir que me usó de medio de comunicación para llegar hasta a ti, porque tú eres su amor platónico y no yo?

—Sí... Es eso, él me dijo que te había usado... Y que me quería a mí, que yo sería suyo, para siempre. Se quiere deshacer de María, hasta de ti...

—Emilio, ya basta, deberías dejarme ser feliz por una vez no...¿Es ésto por celos acaso?... ¿No te cansas de detener el curso de mí vida para hacerte protagonista de algo que no te corresponde? ¿No te cansas de darme señales erróneas y luego arrepentirte? Ésto no es como la novela, ¿Entiendes? Sí, sentí cosas por ti, y tú las rechazaste, ahora tengo a alguien que me cuida como si yo fuese invaluable, y ahora que es así, no puedes venir a usar los celos o a hablar mal de él, para que yo le deje y vuelva a caer por ti.

—Joaquín, yo no estoy mintiendo, te dije que si lo hice alguna vez, no sucedería de nuevo, estoy siendo honesto, demasiado honesto ésta vez...

—Mírame a los ojos Emilio, mírame.

Emilio tenía la cabeza gacha desde que le mencionó el nombre María, así que tomó valor y elevó su rostro, y plenamente pudo encontrarse los ojos de Joaquín rebozando de tristeza, llenos de lágrimas, su cara estaba roja, y sus puños cerrados a presión.

—¿Qué ves? Dime ¿Qué te trasmito? —Joaquín tomó a Emilio de la mano y le hizo pararse —. ¡Estoy furioso, estoy con una tristeza inmensa de que quieras alejar el amor que tengo por Gizén! ¡Porque por una vez en mí vida, soy correspondido tal cual siempre lo soñé! ¡Y mí supuesto hermano, amigo del alma, quiere que eso se haga trizas!

—Joaco... No quiero que te haga daño, no puedo permitirlo, esa persona que tú crees que es un príncipe azul, es un alma retorcida que te está usando, y aunque puede que ahora sí se haya enamorado de ti, a quien quiere es a mí...

—¡Él no te quiere a ti! ¡Deja de quitarme las únicas cosas que me hacen feliz! ¡Ya tienes tus nominaciones, tú novela en donde todos te aman, ya tienes la obra musical, tienes una novia, dinero y montones de fama! ¡Quiero ser feliz yo!

Emilio entendía que Joaquín estuviese molesto, era claro, pero ¿Por qué no le creía? ¿Por qué gritarle y decirle cosas que lo hirieran? ¿Estaba acaso diciendo todo lo que nunca dijo? Se suponía que él tenía más importancia en la vida de Joaquín que Gizén, ¿No? ¿De verdad Villanueva lo había vendado ante la verdad? El cuerpo de Emilio Marcos era demasiado pequeño, para poder contener tal impotencia, desesperación, y mares de lágrimas en ese preciso momento.

—Gizén es una mala persona, va a destruirte, si no le correspondo, puede que te elimine a ti, y a María.

—Gizén se va a Italia pronto, irá a la fiesta mañana conmigo, y será la última vez que le tenga a mí lado tanto tiempo, se va por años y yo lo voy a esperar, porque voy a darle algo para que me recuerde siempre que esté allá, ¡Yo quiero que Gizén sea el que me acompañe el resto de mí vida! ¡Y él quiere lo mismo, no te quiere a ti!

—Joaquín...

—O tal vez... Tal vez me dices ésto porque de verdad quieres que yo esté solo, siempre disponible para ti, a tus pies, como un sirviente de emociones. E incluso... ¡Tal vez tú quieres a Gizén para ti! Aunque es imposible, porque “Hola, soy Emilio Marcos y soy heterosexual” no creo que quiera a un hombre a su lado...

—Estás saliéndote de la casillas, yo no quiero a Gizén, y no es que esté celoso —trago saliva, pues esa última puede que sí haya sido una mentira —. ¡Gizén te está usando, Joaquín, reacciona!

—No te creo, no creo que te haya besado, no creo que te quiera a ti, no creo que me haya usado, simplemente no te creo, y no estás en posición de decirme que lo haga, lo sabes bien —Bondoni limpió sus lágrimas con el nudillo del dedo índice.

—Si ésta fuera la última vez que pudieras creerme en la vida cuando yo te dijera algo, usaría la oportunidad, pues no hay otra cosa que quiera que sepas más que ésto —que te quiero, te amo, pensó fugazmente —. Emilio Gizén, es una mentira, es un farsante, ¡Creéme por favor!

Joaquín jamás había visto esa mirada de plegaria en Emilio, era una mirada aterradora, dolorosa, parecía que estuviese pidiendo piedad ante un asesino, estaba temblando, y sus ojos se volvían líneas al estar llorando.

—Dime, exactamente, todo, TODO lo que pasó —Joaquín se sentó, con una expresión de enojo, respiró, e intentó abrir su mente.

Emilio limpió su rostro, y se sentó a la par —Entramos al baño, y te lo digo, empezó a hacerme preguntas sobre cosas que no debería, primero me preguntó por Samay, dijo que tu le habías hablado de ella, después me preguntó por María, está bien, con eso no tuve problema, ya que mí relación es pública, pero luego me preguntó por los rosales y ahí le regresé la pregunta, diciéndole que como es que él sabía de ellos, dijo que tenía una casa tras la mía, que su habitación daba a mi patio, y a mi propio cuarto, entiendo si se ve desde allí, pero fui específico y le pregunté si desde allá podía ver mi habitación, dijo que se necesitaba un telescopio para eso, en el momento me dijo que tenía algo en el pantalón, bajé la mirada, y al subirla se abalanzó sobre mí, me besó, y lo empujé, duró menos del segundo. Empecé a entrar en un pánico enorme, le empecé a gritar, que el estaba contigo, que porque me había besado, él me decía que técnicamente no estaba contigo de manera oficial, empezó a explicarme todo lo que tuvo que hacer para llegar hasta mí, Joaquín, tardó meses en hacer todo ésto, me amenazó, con hacerte... Con hacerles daño, o tener un poliamor, entre nosotros tres, me negué, dijo que sabía cada uno de mis movimientos debido a que me ha observado casi por un año entero, desde las sombras, me aseguró que si yo te contaba esto, algo malo pasaría, o que simplemente no me creerías, me retó. Joaquín, él no te ama como dice, puede que se haya enamorado de ti en éstos días, porque eres tú, todo el mundo cae en tus encantos —me incluyo, pensó —. Pero realmente no te quiere, no te ama, Joaquín, el es una mala persona —y yo también, susurró su mente — Quiere destruir todo lo que somos, lo que soy, para tenerme a la fuerza... —. Joaquín intentaba no colapsar ante las palabras de Emilio.

—¿Qué más sucedió?

—Sus últimas palabras antes de que Nikolás abriera la puerta fueron “Te amo Emilio, serás mío, serás mío por siempre quieras o no”. Justo ahí, abrieron la puerta.

—Emilio... ¿Ya acabaste tu escena? ¿Te sirvió practicar el drama para la obra? Si fue así, felicidades, pero me voy a mi casa, no me hables, no quiero escucharte, no puedo creer que te hayas inventado semejante historia —Bondoni hervía en coraje —. Me voy solo, ¿Bien? No vayas tras de mí. Iré a la bendita fiesta de mañana, no por ti, sino porque ya estaba todo planeado, y no voy a defraudar a los demás, pero no me dirijas la palabra, ¡Vete con toda tu historia con otra persona!, Es el colmo, todo es el colmo, aléjate de Gizén, ¿Bien? Solo aléjate de él. Mañana es mi último día a su lado, antes de dejarle ir por un buen tiempo, y ni tu, ni nadie, va a arruinarlo. Piérdete Emilio Marcos, estoy harto de todo lo que tenga que ver contigo en éste momento, estoy inundado en tristeza por dentro, ya que una vez más, no puedo creer que una maldita vez más, estés haciendo un daño irremediable.

—Joaquín... ¡Joaquín! —el menor se levantó y salió corriendo, mientras que el mayor empezó a seguirle —. ¡Te estoy diciendo la verdad! ¡No te miento! ¡JOAQUÍN BONDONI GRESS!

—¡EMILIO OSORIO MARCOS! ¡ESCÚCHAME POR UNA PUTA VEZ! —Joaquín regresó unos dos metros, puso su índice en el pecho de Emilio mientras lo iba empujando hacia atrás, por primera vez, Gress le gritaba de una manera muy horrible a Marcos, al cuál, se le hacía añicos el alma —. ¡No vas a seguir retrasando mi curso! ¡No me vas a arruinar a lo que le puedo llamar relación! ¡No harás que crea eso sobre Gizén! ¡ESCÚCHAME BIEN! ¡NO TE CREO EMILIO! ¡ALÉJATE YA!

—¿Quieres que me aleje? ¿Después de todo? ¿Vas a preferir a alguien que conociste hace como un mes, que a mí?

—Esa persona de un mes, me ha hecho más feliz de lo que tú en un año, esa persona de un mes, me corresponde, esa persona de un mes, me ama, y me lo puede decir en la cara, esa persona de un mes, es el amor de mi vida, y tú, podrás ser mi compañero en el trabajo, mi supuesto mejor amigo, pero no le llegarás ni a los talones.

—No sabes lo que dices, estás tan furioso que ni si quiera recuerdas lo que he hecho por ti, estás tan enojado, que me estas comparando con alguien que acabas de conocer, tuve mis errores, soy humano, ¡Pero él no comete errores porque lo tiene todo perfectamente estructurado! ¡Joaquín despierta! ¡Sal de ese hechizo! —Emilio tomó la mano de Joaquín para que este dejara de empujarle —. ¡Emilio Gizén es un traidor, un mentiroso, y un imbécil! —una cachetada por parte de la mano de Joaquín a la mejilla de Emilio, sucedió de manera muy rápida, y muy fuerte.

Joaquín le vió con indignación, hizo una mueca, respiró hondo, y se limpió las lágrimas una vez más. Se dió cuenta de lo que había hecho, mientras Emilio se agarraba la mejilla en son de dolor y por dentro su alma se carcomía, se sintió terrible por ello, Joaquín jamás golpearía a nadie.

—Emilio... E-Emilio, lo lamento, lo siento yo...

—Algún día tenías que desquitar todo lo que te hice —a Emilio no le dolía el golpe en sí, sino, que Joaquín verdaderamente le hubiera golpeado por acusar a alguien que no valía la pena.

—No está bien que te haya golpeado... Yo... Lo lamento, lo siento pero, no puedo desistir, aléjate de Gizén, y por favor, déjame hacer mi vida, solo —Joaquín salió corriendo una vez más.

—¡Gress! —Emilio dejó de ver con claridad, pues sus ojos se cristalizaron por completo, cayó de rodillas a la tierra, y agarró su corazón estrujándolo, derramó agua sobre el café del suelo, y dió un gritó de impotencia muy agudo, un grito que dejaba ver cuánto le podía herir el que Joaquín no le creyera, el saber que algo malo podía pasarle, el simple hecho de que Gizén hubiera tenido razón al decirle que el menor no iba a confiar en él.

Joaquín regresó al restaurante, llamó un Uber, y volvió a su casa, con un dolor de cabeza y de estómago pésimo, no podía creer todo lo que le había dicho Emilio, que le hubiera pegado así, no le creía lo que le decía sobre Gizén, y mientras más lo pensaba, más coraje le daba.

Emilio caminó hasta su auto, se encerró en él, subió las ventanas hasta el tope, puso música a un volumen considerablemente alto, justo comenzó a llover. Condujo acelerado, desesperado por llegar a casa, de alguna forma tenía que encontrar la manera de desenmascarar a Gizén. En el estereo sonaba: “Human, de Christina Perri”, la cuál era cantada a todo pulmón por el ya mencionado.

—¡Gizén es un mentiroso, y los mentirosos lo pagan caro! —Emilio no soportaba el dolor y la furia al mismo tiempo.

Del otro lado de la moneda, seguía Joaquín con su indignación, el pesar en su corazón, y más que nada, la duda en sobre si decirle a Gizén sobre lo pasado o no.

Giz ❣️: Te veo mañana, ¿Verdad bonito?

Joaco B: Así es, no olvides pasar por mí.

Giz❣️: ¿Cómo voy a olvidar a mí príncipe?

Joaco B: No digas eso, menso. Somos personas nada más.

Giz ❣️: En ese caso eres mí persona favorita.

Joaquín se levantó aún conmocionado, triste, buscó la caja circular y la dejó a la simple vista sobre las demás cosas del cajón.

—Emilio Marcos me quiere lejos de ti, pero ésta vez no me dejaré influenciar, ésta vez ya no estaré a su única disposición —Bondoni hablaba consigo mismo.

—Emilio, ¿Viste dónde quedó mí blusa naranja? —Romina entró despreocupada a la habitación de su hermano menor.

—¡Vete de mí cuarto! —el rizado estaba irritado, explotando en emociones negativas, sin querer ver a nadie.

—¡Que humor te cargas hoy hermanito! —Romina salió rodando los ojos de la habitación.

—No estoy de ningún humor, estoy bien, perfectamente bien —se decía mientras con una mano aplastaba una pelota anti estrés y con la otra se golpeaba sin fuerza brutal en la cara.

—¡Emilio! ¿Vas a preparar la casa para mañana? Lo de la fiesta que ibas a hacer —Niurka hablaba desde el otro lado de la puerta de su hijo.

—¡Sí madre, lo hago mañana! —respondió sin ganas —. Todo está mal, todo está muy mal —se susurraba.

—Simplemente —dijeron Joaquín y Emilio, cada quien desde sus ubicaciones.

—Amo a Gizén...

—Odio a Gizén...

9 de marzo de 2019.

—Siento una alegría al saber que voy a verle y una gran nostalgia inmediata al saber también que será la última vez dentro de mucho —Joaquín estaba acomodando su cama.

—Mi amor, ¿Emilio no va a venir a recogerte para que hagan aquello de la organización de las cosas en la fiesta que tenían planeada? —Elizabeth Gress.

—Sí, se suponía, pero me dejó un mensaje en la noche, decía que el lo haría todo, que simplemente llegara junto a los invitados, como a eso de las ocho, Gizén va a venir por mí así que no te preocupes por ello.

—Ese niño es un amor.

—Lo sé ma, lo sé —había tristeza en los delicados ojos marrones de Joaquín, había miles de lágrimas que querían ser derramadas en ese mismo momento por el menor, pero no se dejaría caer en la melancolía tan fácilmente.

Joaquín pasó gran parte del día pensando en que ponerse, se bañó como a eso de las cuatro, luego empezó a retocar su rostro, con las cremas, el bálsamo, su cepillo para cejas, desodorante y perfume, hasta que le dieron las seis y media.

Giz❣️: Ya quiero tenerte entre mis brazos.

Joaco B: ¿Te parece si vienes por mí de una vez, y nos quedamos un rato en el auto, antes de llegar a casa de Emilio?

Giz❣️: No suena mal, ¿Voy por ti de una vez?

Joaco B: Sí:).

Giz❣️: Llego como en quince, bonito.

La cabeza de Bondoni daba vueltas a un asunto una y otra vez, ¿Darle el anillo a Gizén, o no? ¿Era realmente él la persona indicada aunque fuese a irse mucho tiempo? ¿Era prudente engancharse a alguien que no estaría físicamente para dar amor?

Joaquín tomó los anillos y valientemente puso ambos en el bolsillo de su pantalón de mezclilla negro.

Gress se vió en el espejo, traía una camisa azul, un tono muy vivo y reluciente, con el pantalón ya mencionado, botines blancos y una mochila pequeña color tornasol.

—¿Estás seguro de que poner una piñata en forma de taco junto a la piscina sea la mejor opción? —Kiko cuestionaba el razonamiento de su hermano.

—No la compré dioquis en mercado libre, estaba en oferta —ambos colgaban la piñata.

—¿Así que compraste vasos de colores, platos de colores, serpentinas, una piñata con dulces, y un cañón de papelitos plateados, por menos de seis dólares? —Kiko repasaba lo que Emilio había comprado.

—Precisamente.

—Estás bien idiota, pero admito que fue una ganga.

—¡Joaquín ya llegaron por ti! —el chico bajó corriendo, despidiéndose de su madre y su hermana, para subir al auto con Gizén.

—Te ves muy hermoso hoy, bueno, siempre pero, hoy, aún más. Aún ni me voy y ya estoy extrañando acariciar tu rostro —Gizén le había abierto la puerta al joven más pálido.

Después de un recorrido lleno de desviaciones, besos y tráfico algo pesado, se dieron las ocho, y éstos dos, iban estacionándose en la casa de Emilio.

—Hola, sí, pasa —Emilio, recibiendo a la gente, mucha de ella no era ni reconocida ante los ojos de Joaquín.

Emilio al notar la presencia de Gizén junto a Joaquín, sintió un escalofrío, algo le gritaba constantemente en la cabeza, peligro, peligro.

—Emilio, ya conoces a Gizén —Joaquín intentaba actuar de lo más normal para disimular.

—Sí, eh, bueno, ya que tú me presentas a... Lo que sea tuyo, ella es María —Emilio la toma de la mano y se la señala a Gizén —. Mí novia.

—Mucho gusto —exclama Gizén, aunque por dentro le comieran las ganas de hacerle daño a aquella persona que tenía entre las manos el chico por el cual estaba altamente obsesionado.

—Después de romper la piñata, ¿Me llevas a tu casa de en seguida? Para conocerla —pidió Joaquín.

—Claro, yo te llevo —Gizén guiñó el ojo y lo abrazó.

—Iré por dos refrescos, ya vengo —Joaquín fue directo a la hielera.

Gizén y Emilio, se veían de una manera peculiar, como si cada uno entraste en el otro a través de sus ojos, Marcos no pensaba dar sospechas de que efectivamente le había confesado todo a Joaquín, ya que eso implicaría un riesgo para todos.

Cuando María se alejó un momento para ir por botana, Gizén se acercó rápidamente.

—Más te vale que Joaquín no sepa nada de lo que sucedió aquella vez... —Gizén hacia como si estuviese hablando de algo amistoso con Emilio —. Y si lo sabe, creo que tenía razón, ¿No? No te creyó para nada, eres una insignificante basura en su vida ahora, la confianza la tengo yo, a él lo tengo yo, y tú, tú no puedes hacer absolutamente nada...

Emilio apretó sus puños, para contenerse de dar un paso en falso, para que no llegase a pensar que sí le dijo todo lo que había pasado a Gress. Era muy difícil retener todo el odio adentro de su cuerpo, pero tenía que hacerlo aunque no quisiera.

—Por cierto, que bonita es María, sería una lástima, una pena, que algo le pudiera suceder hoy ¿No? —Gizén una vez más.

—Ni se te ocurra tocarla ¿Me escuchas? No la toques. —Emilio ardía en impotencia, en rabia —. Déjala en paz.

—Están muy bonitos los vasos de colores —Joaquín se unió a la conversación una vez más.

—Gangas en mercado libre —avisó Emilio desviando el tema.

—Creo que deberíamos comer y luego romper la piñata —opinó María.

—Sí, yo opino lo mismo —dijo Joaquín.

Emilio necesitaba retirarlos del lado de Gizén pero ¿Cómo? Solo podía quitar a uno temporalmente...

—Joaquín, ¿Me acompañas para servirles? —pidió Osorio.

—Sí —dijo a regañadientes.

Joaquín pensaba en que una vez estuvieran a solas en la casa de Gizén, se hincaría y le daría el anillo, y tal vez, algo más.

—Así que María —Gizén y ella se sentaron en el sillón.

—Sí, y tú, Emilio por lo que he escuchado, Emilio Gizén —sonrió.

—Así es, Gizén para evitar confusiones.

—Que original, ¿Tiene un significado?

—Te digo el significado si más tarde me acompañas a ver la luna por allá arriba, tiene que ver con ella.

—Va, jalo —María reía nerviosa e inocentemente.

Mientras Joaquín estaba listo para declarar algo muy potente, Gizén estaba listo para poner en marcha sus planes para obtener a Emilio.

Mientras Emilio planeaba cuidar a Joaquín y a María, aunque se le escapaban unos cabos sueltos que harían que batallase con su ejecución, la chica estaba totalmente tranquila, era la única involucrada en la situación que no sabía nada de nada al respecto.

—Mío Emilio, te dije que serías mío —Gizén le murmuró en el oído en un pequeño lapso de tiempo, para luego cruzarse hasta donde estaba Joaquín.


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