Capítulo 40.

[Todo está volando, hasta el tiempo]

—Ey, no hagas ruido pero, ya llegó Emilio —mi madre entró a mí habitación nuevamente, y luego se retiró de la puerta.

Tomé mi mochila de un tamaño considerable, cerré rápidamente mi diario y lo guardé en ella, no pensaba dejarlo con mi madre habiendo visto que recién estaba escribiendo, sé que no lo leería, pero prefiero tomar precauciones.

Bajé corriendo, los pies no se me veían.

Salí de mi casa muy emocionado.

—¡Cuídate muchísimo mi amor, me mandas mensaje cuando llegues a todas partes!, Recuerda abrigarte, no comas helados muy fríos y ¡Emilio, si le pasa algo te voy a demandar! —mi madre nos daba las advertencias mientras el chófer me abría la puerta, quitándole el candado.

—¡Te amo! —le dije a mi madre y subí apresurado al auto.

—Joaquín, mira abajo —Emilio terminó su frase y yo volteé de inmediato.

—¡Eres libre! ¿Te duele todavía?

—No, estoy mucho mejor, no más yeso, no más muletas —se le veía sonriente, feliz.

—Me parece genial, entonces si podrás subirte a los juegos, de cajón.

—Ah... Los juegos, los juegos ¿Altos?, Es que... sabes de mí acrofobia Y...

—Yo te cuidaré allá arriba, ¿Está bien?, no vas a morir, no tengas miedo —abroché mi cinturón de seguridad y acomodé mi mochila en mi regazo.

—Creo que tomaré una siesta de aquí al aereopuerto, me levanté a las cuatro a hacer ejercicio y me siento muy cansado —mencionó bostezando.

—Claro, creo que haré lo mismo. Digo, no me levanté a hacer ejercicio, pero sí a arreglarme —reí, y recargué mi cabeza en el respaldo.

Pasaron unos minutos, y caí rendido, abrazando mi mochila.

—Pasajeros con destino a Florida, su vuelo ya despega —se escuchó en las bocinas del aereopuerto.

Emilio y yo corrimos hasta la fila, y esperamos nuestro turno, hasta que por fin llegamos.

Nos quitaron las mochilas, y pasamos para subir al avión.

—Yo iré en la otra fila jóvenes —aclaró el chófer, alias guarda espaldas también de Emilio.

Mi madre me dejó ir, con tal de que fuera algún adulto, y bueno que mejor que el guarda espaldas, aparte de que ya está algo mayor.

—A Joaco y a mí nos tocó en los dos asientos seguidos —le dijo Emilio, subiendo las escaleras.

Pasamos hasta el fondo, y yo opté por el lado de la ventanilla, me encanta ver y a la vez me aterra, estoy rogando porque no me de un ataque de nervios, y para que a Emilio no le pase lo mismo que cuando estábamos en la montaña rusa.

—¿Ésta cosa no se cae verdad?... —preguntó Emilio algo nervioso.

—¿El avión?

—Sí, es que... O sea no se puede caer ¿No?, ¿Y si chocamos con una nave espacial de aliens? ¿O si las nubes no dejan ver al piloto? ¿¡Y SI NOS PASA LO QUE A JENNY RIVERA?! —empezó a hiperventilarse.

—Emilio, ey, ey —le tomé la mano —. Mírame, vamos a estar bien, el avión no va a caerse, no va a explotar, y no nos vamos a topar con aliens.

—¡Nunca lo puedes saber!, Ay no Joaco mejor nos vamos en carro, o en barco... O algo, no sé, pero vamos a bajarnos...

—En carro llegaríamos hasta mañana, no se viaja en barco así tan fácil, y es más lento, Emilio, cálmate.

—Pe...pero...

—Favor de apagar los móviles, las computadoras, tablets, y cualquier otro aparato electrónico, estamos a punto de despegar, colóquese el cinturón de seguridad, y si la turbulencia lo abruma, aférrese al asiento, gracias.

—¿Dijo turbulencia? ¡Turbulencia! —Emilio intentó levantarse pero lo devolví de un jalón, y le coloqué el cinturón de seguridad.

—Así es a veces al despegar, es normal, no te va a pasar nada, mira, cierra los ojos, cuenta hasta el número que te alcance la razón, toma mí mano y todo va a estar bien —intentaba calmarlo, intentaba parecer el adulto, aunque yo también estaba algo nervioso.

—¿Me prometes que no nos vamos a caer?

—Te lo prometo, sólo respira profundo —Emilio cerró los ojos, e inhaló fuertemente, tratando de relajarse.

Despegamos, sentí como apretaba mí mano un poco, y lo veía arrugar la nariz.

Yo solo respiraba hondo, y me concentraba en estar calmado. Poco después la turbulencia desapareció, y nos empezamos a elevar más.

—¿Ya estamos en el cielo? ¿Ya podemos ver a Dios? ¿Se pueden tocar las nubes? ¿Sí son de algodón?

—Emilio, eres peor que Renata —me reí.

—¡No me juzgues!

—Pueden encender sus aparatos electrónicos, gracias por su atención.

—Voy a enviarle un mensaje a mis papás, para decirles que los amo, que si no regreso, que no le den mí cuarto a Romina, y que le peguen a Kiko en los huevos por mí tan si quiera una vez —sacó su móvil rápidamente.

—Mejor intenta dormir, o ver una película, no nos pasará nada —tomé mí celular.

Niko✨: Si no me traes algo de Disney, te voy a patear el culo.

Joaco B: Que bonita amistad:).

Niko✨: Obvio es broma bb.
Pero es verdad.🙂
Y si le compras algo al pelos de estropajo y a mí no, ahora sí te corto el pipi, ok?

Joaco B: Entendido, jefe.

Niko✨: Así me gusta, que me obedezcan😈.

Joaco B: Kyc cOnFuNdIdO.

Niko✨: Ya verás cuando vengas, quién va a quedar confundido por el santo madrazo que te voy a meter.

Joaco B: Bite me, bitch.

Reí en voz alta, y guardé mí celular, mientras veía como Emilio buscaba desesperadamente algo que ver en Netflix, en su computadora.

—Podemos ver alguna película de terror —sugirió el rizado.

—Naah —dijimos al mismo tiempo, sabiendo que a ninguno de los dos nos favorece verla.

—Aunque, podríamos intentar, solo ésta vez —habló mí compañero —Nos ponemos un audífono tu y otro yo, así no será tanto el susto, ¿Va?

—Ay Emilio —respiré nervioso —. Está bien.

Nos colocamos los audífonos, quitamos la recargadera de brazo que nos separaba, y pusimos la película.

Conforme pasó un poco de rato, chocamos nuestras cabezas, recargándonos mutuamente, sintiendo la tensión en nuestros cuerpos al ver semejantes escenas.

—¡No mames! —gritó Emilio al ver un screamer y la azafata nos llamó la atención.

Tratamos de guardar el máximo silencio, mordiendo nuestras camisetas, cerrando fuertemente los ojos y bajándole el volumen al audio de la laptop.

—No Joaco, ya no quiero —Emilio le puso pausa a la película —. Sí la sigo viendo me voy a hacer del baño.

—Pero quiero saber el desenlace —reproché.

—Lo ves después en tu casa, lejos de donde yo pueda presenciarlo, por favor.

—Está bien, miedoso.

—¿Cómo me dijiste?

—MIE-DO-SO.

—¡Ponle play!

Seguimos viendo la trama, hasta ver qué faltaban cinco minutos para que acabara, y después de ese lapso transcurrido, como escena final salió un susto más, que hizo que Emilio saltara y se tapara el rostro rápidamente.

El tiempo se nos fue en chatear, ver vídeos, ya casi no hablamos en el resto del viaje; así que me fui quedando dormido.

Estaba soñando una vez más, ahora estaba en mí casa, y de nuevo era aquel niño pequeño, pero de unos tres años.

—No, no ha tenido dudas, ni dificultades, no —entré a la habitación de mí madre a hurtadillas y la escuché hablar por teléfono —. ¿Y por allá?, ¿Problemas para dormir?, deberías dormirte acompañándole, ay por favor no seas así, ya hablamos de que el trato englobaba los cuidados y sentimientos, lo más reales posibles. Sí, la niña está bien, ya tiene dos años.

—Oye Elizabeth, ¿Dónde pongo los gorritos? —un hombre joven entró a la habitación, con gorritos de cumpleaños en las manos.

—En la mesa azul, y coloca el pastel en la barra —ordenó mí madre.

Logré ver el calendario a lo lejos, marcaba ocho de mayo del dos mil seis, ahí supe, era mí cumpleaños.

—Dile que le llevarás a algún lugar de juegos, o algo así. No olvides que hoy no es, simplemente estamos haciéndolo porque nosotros sí lo sabemos.

No entendía de que hablaba, ni con quién, todo era muy confuso.

—¿Joaquín? —mi mamá logró verme —. ¿Qué te he dicho de entrar así?, Baja a la sala, siéntate en el sofá y ponte a ver caricaturas, ahorita que cambie a Renata voy para allá.

Asentí y bajé corriendo, noté que en efecto, era una fiesta para mí, había globos, el pastel, decoraciones en el techo, todo era muy lindo.

—Si tan solo supieras —escuché una voz a lo lejos, que no provenía de nadie conocido.

—¿Saber qué? —hablé con mí voz de infante, en un tono alto.

—Te mintió —escuché y el escenario cambió.

Ahora estaba en un hospital, era el mismo día supongo yo.

—¿¡Cómo que trató de aventarse del tobogán?! —repetía mí madre corriendo hacia algún lugar, tomando mí mano.

—Perdón no estaba pendiente...

—¡TE CONFIÉ TODO!, ¿No puedes hacerlo?, dime si no puedes, buscaré a alguien más.

—Puedo hacerlo, discúlpame, el doctor me dijo que está bien, solo se rompió un poco el brazo, pero no le pasará nada grave, ahora mejor vete, antes de que empiecen a hacer preguntas —el mismo señor del primer sueño.

—No seas idiota, y asume tu papel. Me llamaste y vine porque pensé que había pasado a mayores, pero tienes que hacerte totalmente responsable —mi mamá me cargó y salimos del hospital.

—Mamá, ¿Quién salió del tobogán? —pregunté inocentemente.

—No hagas preguntas —subimos al auto, donde Renata estaba dormida en el porta bebé.

Callé, y me concentré en el camino, pero en una fracción de segundo, al cruzar una calle, un automóvil se estampó contra nosotros, pegó de mí lado. En cuestión de momentos todo se volvió oscuro.

—Pasajeros, estamos a punto de aterrizar, favor de apagar sus dispositivos, y mantener la calma ante cualquier turbulencia, gracias.

Desperté agitado, sudando frío; el choque pareció muy real, mí corazón latía demasiado rápido.

—¿Estás bien?, Estás pálido —Emilio tocó mí frente.

—Sí, solo un mal sueño... —tomé mí cabeza e intenté relajarme.

—Jóvenes, pueden ir a donde quieran, hacer lo que quieran, yo no pienso molestarlos, sólo estaré aquí afuera, esperándolos, mientras como refrigerios —nuestro acompañante responsable estaba tratando de ser “buena onda” —. Cualquier cosa, llámenme, iré corriendo por ustedes.

—Está bien, nos vemos en un rato —habló Emilio, estrechando su mano.

Caminamos un corto tramo, para hacer la fila, que estaba un poco larga, pero no nos importaba.

Nos tomamos fotografías con la entrada de Disney de fondo, también llamamos a lo lejos a ciertos personajes reconocidos que andaban divagando por ahí, para perder el tiempo.

—Oye, ¿Qué pasó con Diego? —Emilio guardó su móvil.

—¿Qué pasó sobre que?

—Pues, ya no he visto que se junten, ni que se hablen; aparte él ha andado desaparecido, también se cortó el cabello, ¿Qué pasó?

—Bueno... Es que no quiero hablar de eso —apreté los labios.

—Al menos quiero saber si se pelearon o algo así, ¿Ya no son amigos? —levantó una ceja.

—No nos peleamos, solo quiso darse su espacio, por un tiempo.

—Pero ¿Qué no eso de darse un tiempo es para parejas? ¿Eran novios o algo así? —el tono de Emilio iba de curioso, a sospechoso.

—No, claro que no. Diego y yo solo somos —hice una pausa pensando en el “éramos o ya no sé” —. Amigos.

—Ah, bien. Entonces, ¿Por qué se alejaría?

—Situaciones personales —concluí.

—Situaciones personales como que le gustas y no puede superarte, ¿A eso te refieres? —quedé en blanco con su comentario.

—¿Y tú por qué supones eso?...

—Joaquín no soy estúpido —se quedó pensante —. Bueno o sea sí, pero no soy un crédulo, se notaba desde lejos que le gustabas al BTS, desde la cena, los celos, las discusiones conmigo, los besos que se daban... —arrugó la nariz —Las consideraciones, los detalles, y su cara de estúpido al verte, conozco a mí mejor amigo, le gustabas, o gustas, Joaquín y mucho.

—Pues... Sí, pero yo no siento lo mismo por él, y se lo dejé en claro varias veces —respondí cuidando mis palabras.

—¿Y por qué no?, O sea, sí es un menso, y también está medio culero, pero de ahí en fuera, ¿Por?

—Simplemente no puedo, es solo mí amigo, y no quisiera arruinar nuestra amistad convirtiéndolo a un noviazgo —puede que mintiese un poco, ya que la mayor razón, era el chico con el que justamente estaba hablando.

—Y bueno, ¿Te dijo que se alejaría o algo así? —colocó su mano en su mentón.

—Sí, por un tiempo.

—Sí, así es él. Sí siente que no encaja, que no puede, o si siente que algo va mal, siempre trata de alejarse, muchas veces temporalmente. Pero sí así te lo dijo, volverá, estoy seguro; solo se fue para superar lo que siente por ti.

—Espero de verdad que regrese, sigue siendo mí amigo y lo quiero, no deseo que se vaya.

—Tranquilo, conozco a Diego y sé que cumplirá su palabra. Creo que le va a ser difícil superarte, puede que no lo veamos en un buen rato —Emilio y yo avanzamos y ya éramos los siguientes.

—Solo espero que mejore su sentir, y que sea feliz, ya que no puede ser conmigo, espero en serio, que si el quiere, encuentre a alguien más —me dolía pensar en Diego, ya que no era solo la persona que estaba loca por mí, también era uno de mis mejores amigos, alguien por el cual me alegraba, él era una razón más para seguir viviendo.

—Dos boletos VIP, sí, gracias —Emilio pagó rápidamente, y salimos de la fila para pasar por las puertas del parque.

—¿VIP?, ¿Estás loco? ¿Cuánto te costó ésto? —miré fijamente el pase, que era un precioso gafete.

—No importa el costo, lo que vamos a hacer es divertirnos lo más que se pueda; con éste pase podemos subir a todos los juegos, a todas las casas, podemos estar en el área de vídeo juegos con solo pasar el código del gafete, y tenemos comida gratis, relativamente —ambos observábamos el hermoso paisaje, todo parecía de ensueño.

—Estás loco, definitivamente. Te pagaré mí parte, porque ha de haber sido carísimo.

—No, Joaquín, yo quise traerte aquí, y no acepto que me pagues nada, ahora mejor vamos a buscar un buen juego, lleno de acción y adrenalina —lo miré burlón, y corrimos por el parque.

—¿Y ésto es acción y adrenalina? —dije mientras la caseta del carrusel avanzaba lentamente.

—Oye, tenemos a un unicornio en frente, ¿Qué más puedes pedir?

—Estamos viendo el trasero de un unicornio, y avanzamos como diez centímetros por minuto.

—Bien, bien, el próximo lo eliges tú. Ésta gente exigente —se cruzó de brazos y río.

—Ya dijiste —sonreí, y me recosté en el asiento, tomando la seguridad.

—No, no, no, yo no me pienso subir ahí, ni madres —Emilio se aferró a un poste de luz para no entrar a las sillas voladoras.

—Dijiste que yo elegía el próximo, y éste no es tan malo, parece alto pero ya que estas arriba es genial la vista, aparte no es tan rápido —lo jalé del brazo.

—Pero son las individuales, ¿Y si me caigo? ¿¡Y si se cae?! ¡No quiero! —Emilio abrazó el poste.

—Si te subes, te compro algo de la tienda de souvenirs —me aclaré la garganta.

—¿Lo que sea? —levantó las cejas.

—Lo que sea —reí.

—Si me muero te culparé.

—No vas a morir menso, ándale —volví a halarlo y ésta vez cedió.

—Tengo miedo —dijo cuando los encargados estaban cerrandole la seguridad.

—Vas a estar bien —hablé y me relajé esperando a que nos elevaran.

—¡Estamos levitando! —gritó mi compañero temeroso.

—Apenas está empezando —le respondí desde detrás de él.

El juego comenzó y llegamos hasta arriba, así que empezó a dar vueltas.

—¡No mames Joaquín, AHH! —puedo jurar que era el único en todo el juego que gritaba.

Ni si quiera los niños hacían escándalo, pero debía entender su acrofobia, miedo a las alturas.

—¡Dile a mi mamá que la quiero, y que mantenga sus piernas de BAI-LA-RI-NA! —chillaba aferrándose a las cadenas que lo sostenían.

—¡No seas ridículo Marcos! —reí estruendosamente.

—¡Y que se haga un INSTAGRAN! —agitó sus brazos.

—Salí vivo, ¡Tierra! —se agachó a besar el suelo.

—Fue tranquilo —bostezé.

—¡Vamos a los souvenirs! —sonrió de oreja a oreja.

—Mejor vamos al último, para así no cargar tantas cosas.

—Está bien Bobondoni, pero no se me va a olvidar, ¿A qué juego vamos ahora?

—Podemos subir a las sillas voladoras que son dobles, y más altas —reí algo malicioso.

—¿Quieres asesinarme verdad?

—Si quisiera ya lo hubiera hecho, ¿No crees?

—Buen punto —avanzamos e hicimos fila, no tardamos mucho en pasar —. Joaco creo que mejor te veo desde aquí abajito —sonrió pegando sus labios y se cruzó de brazos.

—Emilio...

—Por favor —hizo puchero.

—Está bien —pasé al área de la primera fila, delante de mí había unos chicos.

—I'm going with Caleb, can you go with someone else? [Traductor: Iré con Caleb, ¿Puedes ir con alguien más?] —al parecer había tres que eran amigos, pensaban subirse y dejar uno atrás.

—Hum, hey, are you alone? [Traductor: Hum, hey, ¿Estás solo?] —el alto de ojos azules me tendió la mano en son de saludo.

—Yes I'm [Traductor: Sí, lo estoy] —hablé tranquilo estrechando su mano, y pude notar como el azul vibrante en sus pupilas, probablemente eran artificiales.

—Should we? [Traductor: ¿Deberíamos?] —sonrió y me señaló el camino.

—Sure [Traductor: Claro] —iba a pasar para subirme con el pero algo me detuvo, o mejor dicho alguien.

—Siempre sí me voy a subir —Emilio me tomó del hombro y puso su mano sobre éste, para avanzar.

—Can we go to other game after this? [Traductor: ¿Podemos ir a otro juego después de éste?] — el chico me frenó.

—Sure —respondí tímido.

—Oh and, can I get your number or something? You know, to have contact with you [Traductor: Oh y, ¿puedo tener tu número o algo? Ya sabes, para tener contacto contigo.

—No, no puedes —Emilio lo apartó.

—What?, well, your name at least? [Traductor: ¿Qué?, bueno, ¿Tu nombre al menos? —alcanzó a gritar.

—Joaquin Bondoni! —reí al ver la cara de Emilio —. ¿De verdad piensas subirte? —entramos a la silla color rojo.

—Sí, al cabo ya vi que llega a unos pocos metros, puedo manejarlo —respiró fuertemente.

—Humm, ese es el primer nivel de cinco, son más de ciento cincuenta metros de altura —nos colocaron la seguridad y acto seguido nos elevamos.

—Ah, oye Joaco.

—¿Sí?

—¿Serías tan amable de hacerme un funeral acá bien chingón?

—¿Comiste payaso o qué? —las sillas empezaron a girar en el primer nivel no tan rápido.

—Puedo tolerar éste... —empezó a darle vueltas al tubo que nos protegía de caer, y se notaba que no podía respirar muy bien.

—Si sientes que te desvaneces, tienes que decirme, si te llegas a desmayar acá arriba, podrías caerte, sería muy peligroso para ambos.

—Gracias por el dato crack, creo que no ayuda —la hiperventilación en su cuerpo se hizo presente.

—Emilio, escúchame, cierra tus ojos, e imagina que es un carrusel, solo que veinte veces más rápido y a muchos metros más alto.

—Sigues sin ayudarme Joaquín —podía escuchar los latidos de su corazón, fuera de broma.

—Toma mi mano.

—¿Qué?

—Que tomes mi mano, estamos por pasar al nivel dos, y de ahí se va rapidísimo al nivel cuatro, así que tómala, apriétala, y no me sueltes, no quiero que te pase nada, y sea lo que sea, mantente despierto —me obedeció, su mano derecha se enganchó con mi izquierda.

—¡A LA CHINGADA! —subimos en un triz, Y Emilio no controlaba sus gritos, algunos sonaban muy absurdos.

Dentro de la lista de reparto están éstos:

—¡WEY QUE PEDO MI CARA SE DEFORMA!

—¡SIENTO QUE VUELO Y NO PRECISAMENTE POR DROGA!

—¡A LA V#R?*, NO MAMES CABRÓN, AUXILIO!

—¡QUIERO A MI MAMÁ NIU!

Y así podría seguir, pero digamos que en éste juego, todos gritan, y es un tanto difícil escuchar.

—Vamos al nivel cinco, necesito que no te de un paro —le advertí.

—¡Joaco si muero debo confesarte algo! —gritó lloriqueando.

—Neta no necesito saber si no te bañaste hoy —me carcajeé.

—¡Yo...! ¡Yo!

—¡¿Tú qué?!

—¡Yo soy!

—¡Tú eres!

—¡Yo soy quien se comió los últimos pingüinos del refrigerador del set hace dos semanas! —lo miré con el ceño fruncido y le pegué en la pierna.

Llegamos al tope del juego, se podían ver nubes debajo de nuestros pies, no era broma.

—Joaquín si no me abrazas, creo que se me va a salir el corazón —Emilio se pegó a mí, y con mi brazo izquierdo lo rodeé por su hombro, haciendo que éste se acurrucara en mi cuello, y me tomase con ambos brazos de la cintura.

—Respira, vamos a girar más rápido, y después ésto va a descender hasta el nivel tres en caída libre.

—¿Caída libre?

—Sin parar, rápido —al escuchar mis palabras sentí como me apretó fuertemente —. Pero tampoco me quieras destruir los huesos.

—Lo siento, los nervios.

—¡Aquí vamos! ¡WUU! —levanté mi brazo libre y grité de emoción, de adrenalina, mientras que mi compañero rezaba en mil idiomas diferentes —. ¡Ya vamos a caer así que cierra tus ojos!

—¡Los tengo cerrados desde que llegamos aquí arriba! —Emilio se hizo un manojo de nervios, y hundió su rostro en mi cuello a más no poder, cerrando sus ojos a presión y arrugando su nariz.

El juego bajó repentinamente, aún dando vueltas, y Emilio soltó un grito ahogado en mi cuello.

—Ya vamos en descenso, tranquilo —seguía apretándose contra mí.

La velocidad bajó poco a poco y por fin paró.

—¿Aún respiro? ¿Es éste el cielo? ¿Ya morí? —Emilio se soltó de mí y forzó su vista hacia el soleado cielo.

—No moriste, o sea ya sé que parezco ángel pero...

—¡Hey, eso era mío! —bajamos de las sillas y nos dirigimos al área de salida —. Ya no quiero tanta acción, al menos déjame respirar un poco.

—¿Quieres ir a comer o algo?

—No, no, podemos subirnos ahí, mira —señaló la rueda de la fortuna.

—¿Estás loco?, está casi del tamaño de las sillas, ¿Y así quieres respirar?

—Pero va muy lento, puedo soportarlo, pff —me quedé en silencio ante su comentario y avanzamos hacia la rueda —. Ésta se ve diferente a las de México.

—Pues sí, éstas son cerradas, como una caseta de vidrios polarizados de nadie puede ver hacia adentro, así que puedes disfrutar el paisaje libremente sin pena.

—Genial —tomó unas fotos de la gran estructura frente a nosotros.

—Hey, Joaquín! —el chico alto volvió.

—Yeah? —me volteé hacia él.

—¿Podemos subir con ustedes?, Caleb, nuestro amigo de acá ya se fue, solo somos Liba y yo —me sorprendió su acento.

—¿Hablas español? —reí cuestionando a aquel ser frente a mí.

—Sí, pero acá todos son gringos y me iba a sentir estúpido si no me entendías, soy Jean, JeanCarlo León.

—Oh, lindo nombre —le tendía la mano y la el correspondió.

—Y el que se está tomando fotos acá atrás es Libardo —volteé por encima del hombro de Jean poniéndome de puntitas ya que es muy alto, para poder ver al pequeño detrás —. ¿Entonces si podemos subir con ustedes?, las casetas son para hasta cinco personas.

Por su manera de hablar pude deducir su procedencia, Colombia.

—Por supuesto —asentí y después volteé a ver a Emilio quién tenía la quijada muy apretada.

Subimos y en un pequeño lapso de tiempo hicieron que la rueda fuera rápido para subir a los demás, fue ahí cuando una vez más pude apreciar el terror en la cara de Emilio.

—Tranquilo, tranquilo —me acerqué a él rápidamente y nos sentamos en el pequeño espacio que era un taburete de cristal.

—¿Tiene fobia a las alturas? —preguntó el otro chico, que según había dicho Jean, se llama Libardo.

—Sí —afirmé abrazando a Emilio.

—Nada que no pueda manejar —Emilio intentó respirar y se puso firme ante el comentario.

—Solo evita ver hacia abajo —rió Jean y se colocó a observar el paisaje.

Automáticamente Emilio dirigió su vista hacia sus pies y empezó a hiperventilarse.

—No fuiste gracioso Jean —Libardo le dió un golpesito —. Tú sabes lo que se siente tener una fobia, no seas tan idiota —el de cabello rojizo se sentó al lado de Emilio —Sé que no me conoces pero necesito que me escuches; cierra tus ojos e inclina tu cabeza viendo hacía arriba respira muy profundo y relaja tu cuerpo.

—Es que no me puedo calmar porque mi corazón está latiendo demasiado rápido —Emilio apretó mi mano, obedeciendo lo que le había dicho Libardo.

—Piensa en un momento que te haya dado calma antes, un momento que te haya hecho sentir bien, y por favor cierra tus ojos lentamente —Libardo le pasó la mano por el rostro para bajar sus párpados.

Narra Emilio:

Me sentía incómodo, pensé que la rueda iría lento y también pensé que sería cerrada, que no se vería totalmente hacia todos lados, estaba apunto de tener un ataque muy grande y debía controlarme.

—La rueda irá más lento cuando ya suba toda la gente —avisó el chico alto, Jean.

—Por favor, una vez más te pido que intentes lo que te digo —el más pequeño, creo que se llama Libardo, estaba intentando ayudarme.

Cerré mis ojos lo más lento que pude y respiré muy hondo, tratando de transportarme a un lugar cálido, tranquilo.

—Amorcito —la voz de María se hizo presente —. Despierta chinitos, ya es de día.

Abrí los ojos en mi visión, presenciando a mí novia, que llevaba cargando el desayuno hasta mí yo del pasado, yo veía todo desde arriba.

—Son las tres de la tarde, duermes como oso, así que no es exactamente un “desayuno”, pero bueno, es pizza —extendió el plato hacia mí y lo tomé —. ¿Cómo te sientes?, ¿Sigues pensando en...?

—Sí, pero si estás aquí eso se puede evitar —hablábamos de Joaquín, de la vez que yo le hice... Daño.

—Aún no entiendo porque pasó, pero sea cual sea, yo pienso apoyarte a ti, eres mi novio, te mereces el mundo, eres una de las mejores personas que pude conocer, de verdad estoy agradecida a Dios por ponerte en mi camino, parece muy loco sabes, yo, contigo —se sentó al lado de mi yo.

—¿Tú? ¿Conmigo?, ¿Cómo?

—O sea sí, una chica totalmente equis, con un chavo como tú, tan especial, anhelado, venerado...

—María, yo te elegí por una razón, no eres una persona equis, eres un ser humano maravilloso, con errores como todos los tenemos, claro que sí, pero ¿De verdad crees que yo me enamoré de ti solo porque sí?, ¿No crees que hay alguna razón más a fondo?

—Es que hay tantas niñas que...

—Querrían estar conmigo, porque me conocen como una figura pública, en la televisión, en las redes sociales, por algún periódico, algún chisme, obviamente que sí, eso es algo que en el mundo de la fama no se puede evitar, aparte sabes que antes de nacer yo ya era conocido por medio México, Diosito santo que aún ni me veían la cara y yo ya era portada de revista dentro del estómago de mi mamá. Pero bueno, el punto es que la gente cree que me conoce, la gente cree saber quien soy a la totalidad, piensan que pueden llegar y hablarme de mí mismo, para sorprenderme, piensan que van a hacerme decir: Oh por Dios me conoces tanto, ¿A poco sabes eso?, pero realmente no, no me llego a asombrar, porque lo que me dicen son cosas que yo he mostrado a una cámara, pero ellos y ellas no saben quién es Emilio en verdad. Conocen a Sebastián, a Aristóteles, porque son personajes totalmente abiertos de par en par hacia el público, pero detrás de la actuación, está el actor, Emilio Osorio Marcos, y no muchos saben quién realmente soy, como pienso, que siento, que opino... Sí, doy entrevistas, por supuesto, pero jamás voy a mostrarme a la totalidad, si no, ¿Qué privacidad puedo tener yo?, Porque aún quiero reservar cosas para mí mismo, siento tener el derecho. Y tú mi querida María, me conoces como Emilio, llegaste a esa fiesta y me sonreiste, te juro que rogué que no me conocieras por la TV, por mis padres, o por lo que sea, que no saltaras sobre mí e intentarás secuestrarme como otras chicas... Porque es tan difícil encontrar a alguien que te trate como PERSONA, y no como un famoso, no como alguien a quien admirar, simplemente alguien que te vea cómo lo que eres, un HUMANO, y tú, no sabías ni de quién era la fiesta, solo sabías que ibas con tu prima a la casa de un tal Roy. No ves mi novela y agradezco que no lo hagas, las personas te ven como tóxica o como mal agradecida por ello, pero ellos no saben que tú no estás interesada en mi como figura pública, o sea obvio te importo, pero sé que me amas por cómo soy en la vida real, con errores, con comportamientos de una persona común... Eres especial porque no me juzgaste, no te importó que mis padres sean quienes son, no me entrevistaste ni me preguntaste cuanto ganaba siendo actor, por eso te elegí, porque María se enamoró de Emilio, un chico común y corriente.

—Y por eso, me gané la lotería contigo, porque justamente, no estoy interesada en tú fama, porque me gustas totalmente por la persona que eres, por quién puedo abrazar, a quien puedo besar y darle toda mi confianza, sin miedo... Te amo Emilio, ya no pienses en aquello, justamente como dices todos tenemos errores, lo tuyo fue un error al lastimar a alguien así... Pero no es algo irremediable, o sea no lo mataste... Estaré aquí para ti —se inclinó y le dió un beso a mi yo.

Solté una lágrima, intentando contener el llanto, por recordar todas esas palabras.

De pronto el recuerdo se esfumó, mí corazón se iba calmando un poco. De pronto la imagen en mi cabeza volvió a ser clara, estaba en una cama, tapado hasta la cabeza.

Quité las sábanas, estaba oscuro, supe inmediatamente donde estaba.

En el cuarto de Joaquín.

Díganme su TOP 3 personajes favoritos, del que más les gusta cómo primero, y así en modo descendente:

Y díganme su TOP 3 personajes más odiados:

Vota y comenta porque... ÉSTA ES SOLO LA PRIMERA PARTE DEL CAPITULO 40, OMAIGA LO DIJE LO PUBLIQUÉ.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top