Capítulo 36.
[Rehabilitación]
Tomé mí bata de baño, secando mí cuerpo, y me la coloqué. Me sentía mejor, aunque ver correr el agua roja por la coladera, no era algo muy cómodo de admirar.
Pensar que es la sangre de dos de mis mejores amigos, resulta congelador.
Salí del baño, y me coloqué frente a mí clóset; sin pensar tomé una playera verde oscuro, unos pantalones negros pegados de tela suave, y mis tenis negros; estaba algo apresurado por volver al hospital, y seguir pendiente de Diego.
Me cambié, y solo apliqué mis cremas, para luego pasarme el peine rápidamente, tomar mí mochila repleta de cosas necesarias, y salir de mí habitación.
—Joaquín Bondoni Gress —mi madre me detuvo a la mitad de las escaleras.
—¿Si? —la cuestioné.
—¿A dónde vas?
—Al hospital, con Diego.
—Mi amor, llevas veinicuatro horas sin dormir, o más, estás loco, ahora regresa a tu habitación, y duerme, podemos ver a Diego cuando despiertes.
—Pero ma...
—Nada de ma, a dormir, Joaquín —mi mamá me interrumpió y como era de esperarse me escoltó hasta mí cuarto, para encerrarme en él.
Solté mí mochila, algo frustrado, y me desplomé en la cama.
No me voy a dormir, no tengo sueño, solo pienso en el bienestar del chinito. De verdad que estupidez que mi madre piense que...
—¡Joaquín! —los gritos de mí hermana golpeando la puerta se hicieron presentes —. ¡Tus ronquidos se escuchan hasta mí habitación!
—Sí es verdad Joaco —Mariana, la amiga de mí hermana, y amiga mía de la infancia, concordó con el argumento.
—¡Usa audífonos y déjame dormir! —exclamé y me volteé boca abajo, colocando las almohadas sobre mí cabeza.
—¡Son las ocho de la noche y tú piensas despertar hasta mañana, así que ponte tapones de boca! —terminó su frase y escuché como se fue.
Me sentía desorientado, cansado a decir verdad, experimentaba dolor en mis pies, creo que correr de esa forma me hizo efecto, con una mala reacción.
Espera, dijo ocho de la noche...
¡Diego!
Me levanté rápidamente, me miré al espejo, con toallitas húmedas retiré mis lagañas, y refresqué mí rostro.
Agarré la mochila una vez más y bajé a toda velocidad.
—Iré con Diego, ¿Me llevas o pido un Uber? —le mencioné a mí madre que estaba sentada en la sala viendo la televisión.
—Ya va a salir tu novela, la quiero ver, así que pide el Uber y ten muchísimo cuidado, te quiero aquí para las once, ¿Sí?
—Está bien —tomé mí celular y pedí el Uber.
Esperé pacientemente al rededor de quince minutos, y por fin llegó.
Me condujo hasta el hospital, pero por azares del destino, el embotellamiento era igual que el día anterior, y mí desesperación no era algo con lo que pudiese lidiar, así que le pagué a la chófer, y me bajé.
Eran cuatro cuadras ahora, y para ser sincero, se siente mucho mejor caminarlas con la tranquilidad de saber que alguien no se va a morir si no te apuras.
La CDMX no es tan horrible siempre, quiero decir, en base al tráfico y a la multitud de personas que vienen en masa a empujarte y apretarte, eso es estresante.
Pero a veces, me gusta observar los edificios, los vidrios brillosos que reflejan la luz del sol, o de la luna.
Claramente debo agarrar mí mochila como si mí vida dependiera de ello, pero eso es algo común aquí, ya saben, ponerse la mochila por en frente y en el lado del cierre poner la mano bien firme.
Pero ver las buenas decoraciones de ciertos establecimientos me quitan un poco el miedo.
Después de varios minutos a pie, por fin llegué,y subí hasta el segundo piso, ya que me informaron que habían trasladado a Diego a un cuarto menos concurrido, donde estaban los pacientes fuera de riesgo peligroso.
—Hey —entré a su habitación, con una cajita de galletas en la mano —. Te traje ésto.
—Galletas de chocolate...
—Con espolvoreado de azúcar glass, tus favoritas —sonreí.
—Y luego no quieres que me enamore de ti —rió tímido y al instante tapó su boca —. No, o sea, ah, olvida eso, perdón, es... Es la anestesia.
—Si claro, anestesia —me burlé.
—Oye, es en serio, mucha anestesia y yo me pongo idiota, ya sabes —tomó la caja, y la abrió, sacando una de las galletas.
—Vine solo un rato, porque mí madre me quiere a las once en casa, y dígamos que de aquí a mí hogar es casi una hora, de hecho —miré la hora en mí móvil —. Son las nueve en punto, tengo más o menos una hora.
—No importa Joaquín, estuviste aquí muchísimo, y entiendo que tuviste que ir a descansar, también comprendo que tu mamá solo te está cuidando. Las cosas se ponen feas aquí en las noches —devoró la primera y fue por la segunda.
—Cuéntame, ¿Cómo te sientes? —tomé asiento junto a él.
—Encerrado, algo cansado aunque no haya hecho nada prácticamente, y aún duele la herida, solo espero que el dolor no sea crónico.
—No lo será, todo va a mejorar.
—¿Me cantarías una canción? —habló rápidamente el pelilargo.
—Claro, ¿Cuál? —se ofreció el castaño.
—La nueva que van a sacar de tres ocho uno, la de un millón de sueños —se acomodó en la camilla —. Y después una que te guste a ti, que sea especial.
—Está bien —accedí.
Comencé a cantar, de la manera más tranquila y menos ruidosa posible, para no crear escándalo.
La canción es calmada para mí favor, y ver cómo a Diego se le iluminan los ojos al escucharme, me da fuerza para seguir.
Terminé la canción, y él dió pequeños aplausos mientras comía su cuarta o quinta galleta de la caja.
—Ahora la especial —mencionó.
Guardé un poco de silencio y me puse a analizar en mí mente, ¿Qué cancion tenía un significado "especial"?
Y la música llegó por si sola a mí cabeza.
—I'm not, the only traveler, who has not repaid his debt, I've been searching for a trail to follow, again, take me back to the night we met... —no podía pensar en una canción más especial, que la de Emilio y yo, puede que suene traicionero cantársela a Diego, sabiendo que es de nosotros dos, pero el dijo especial, y no había canción más perfecta para encajar en esa categoría que la melodía que mí amor imposible me había dedicado.
—Vendré a visitarte otra vez —abracé a Diego.
—Te esperaré, gracias por tomarte tu tiempo, Joabæ, te quiero —se despidió de mí con un beso en la mejilla.
—También te quiero, chinito —sonreí, tomé mí mochila, y me marché de la habitación.
Tomé un taxi de los que estaban estacionados justo frente al hospital, y me condujo hasta mí casa.
Me arrepiento de no pedir un Uber, se me olvidaba que los taxis normales manejan como si fuera montaña rusa.
Rápido y sin fijarse en el trayecto.
Sentía como el carro se movía bruscamente, y llegué a pensar en el fin de mí vida, "muere en accidente de taxi".
Mis pensamientos se interrumpieron con el freno repentino del auto.
—Son setenta pesos —el señor de cabello blanco puso su mano frente a mí.
—Aquí tiene —le di el dinero, y bajé rápidamente, para entrar a mí casa.
—¿Cómo sigue Diego? —preguntó mí madre ya en pijama.
—Bien, dice que aún le duele pero que lo soporta —tomé un plato de comida fría del refrigerador y lo sometí al microondas.
—Pensaba que mañana podíamos ir a buscarle un regalo, algo bonito, ya sabes porque mañana tienes el día libre.
—De hecho... Ya había quedado con Emilio, porque vamos a ensayar los diálogos del lunes. Igual puedo buscarle el regalo a Diego otro día —saqué el plato y lo coloqué en la mesa.
—¿Va a venir Emilio, así como está? —tomó un vaso de agua y empezó a beberlo.
—No, eh, pensaba en que, si podía ir yo a su casa, ya sea que me llevaras o me voy en Uber otra vez —recordé que cuando fui a casa de Emilio por primera vez, quién me llevó fue Diego, lástima que no iba a poder hacerlo ésta vez.
—Yo te llevo, ¿A qué hora?
—A las tres, gracias mamá —empecé a comer la lasaña, y mí madre subió a su habitación.
Terminé de cenar, y me dirigí a mí cuarto.
Al entrar me quité la ropa, y me coloqué una pijama de tela suave, para recostarme y dormir, ya que quería tener las suficientes horas de sueño, para estar bien mañana.
—¿Entonces piensas quedarte toda la tarde? —mi madre conducía, mientras yo iba dibujando en mí cuaderno.
—Sí, ven por mí en la noche.
—Está bien, pero no quiero que te vayas a andar saliendo de aquí, ¿Si?
—Sí mamá, no saldré de aquí —no tenía razones para hacerlo de todas formas.
Por fin llegamos, bajé del auto emocionado, y toqué el timbre.
—Nombre por favor, y mire a la cámara de la izquierda —la voz de una mujer se hizo presente.
—Joaquín Bondoni Gress —me dirigí hacia el artefacto colocado en la esquina de la reja —. Vine a ver a Emilio, señora Mary.
—Sí, estás en la agenda —escuché como el gran portón se abría lentamente —. Adelante joven.
Entré, y vi como mí madre se despedía desde el auto de mí, llegué hasta la puerta principal y toqué de nuevo.
—Por favor puedes dejar tu mochila en el contenedor a tu lado derecho, no la revisaremos, solo es un escáner para verificar que no traigas armas, y por igual párate justo en la línea roja, también te escanearemos a ti —me parecía algo sobre protector que hicieran ésto, pero si Niurka lo pedía, debía ser por verdadera seguridad.
Después de los escáners por fin me abrieron la puerta, y una señora un poco más baja que yo, con un uniforme azul cielo salió a por mí.
—Soy Mary, disculpa la alta seguridad, el joven Emilio está arriba, es la última puerta a la izquierda, tiene un monito colgado en la perilla —me dejó pasar a las escaleras.
—Sí, gracias —dije algo sonrojado, ya que con anterioridad había ido a su casa, y obviamente a su habitación.
Pero siempre que iba, estaba acompañado de Emilio, o cuando era una fiesta, las puertas del portón están abiertas a todo el que quisiera entrar.
Me acerqué a la puerta, y toqué, con una mano detrás de mí espalda.
—¡Pase! —gritó Emilio.
Abrí la puerta y entré.
Emilio estaba en su cama, con la pierna elevada sobre una pila de cojines, viendo la televisión, con el libreto en su buró.
—Te traje ésto —saqué a la luz una flor, la cual estaba en la mano de mí espalda —. Sé que es algo tonto, pero es mí signo de recupérate... —dejé la flor sobre su mesa de escritorio, y me senté en la cama a su lado.
—Me parece bonita —tomó el control de la televisión y la pago.
—También te traje ésto —tomé una bolsa color marrón que estaba dentro de mí mochila.
—No manches Joaquín, estás loco —sacó el presente y lo colocó frente a mí —. Te ha de haber costado demasiado, no puedo aceptarlo —intentó poner el anillo de color negro en mí mano pero lo rechacé.
—No Emilio, no necesariamente me costó dinero; tiene un valor sentimiental alto... —tomé aire —. Éste anillo, era de mí papá, estaba entre las pocas cosas que mí madre dejó que se quedaran en la casa, él me dijo, que lo usara para recordar, que a pesar de todo el me protegía de lejos, claramente no fue así, ya que casi nunca llama, pero aún así yo lo conservé... En mis objetos más preciados. Sin embargo... Yo sí pienso cumplir lo que mí papá no pudo, yo te entrego éste anillo, para prometerte, que yo siempre voy a protegerte, siempre que lo tengas, vas a recordar que hay alguien en el mundo, que piensa cuidarte a costa de todo.
—Pero no llores Joaco —puso su mano sobre mí hombro y me percaté de las lágrimas en mis ojos, así que rápidamente me limpié —. Pienso usarlo siempre, no lo olvides, éste símbolo es de protección, pero también de hermandad, un día te daré algo así...
—No es necesario, tú ya me proteges sin tener alguna pertenencia tuya, te quiero —suspiré rápidamente.
—Eres bien sensible —rió —. Pero así está perfecto —me estiró y me abrazó —Ahora cuéntame todo lo que pasó.
—Bien... —por más que me doliese, debía mentirle a Emilio, sobre quién era realmente la persona que había atentado contra su vida, el estaba muy borracho, y solo podía recordar que yo había dialogado con el agresor, debería ser inteligente con mis palabras —. Un ladrón, se coló por la ventana, y quería robar cosas sin embargo me armé de valor para confrontarlo, y estuve discutiendo si se le puede llamar así... Me amenazó con matarte si gritaba, o pedía ayuda, y por eso te estaba protegiendo tanto, puede que no lo recuerdes muy bien, pero tapé todo tu cuerpo con el mío.
—¿Neta que estabas dispuesto a recibir una bala?, es decir... Por mí —levantó ambas cejas.
—Sí Emilio, lo estaba, y claro que tenía mucho miedo, pero tuve que canalizarme y bueno, después de charlar con él ladrón, escuché la puerta de cristal, pero no le presté atención, mí mirada no podía desviarse, porque él podría haber intentado cualquier movimiento. Y bueno, cuando estaba apunto de dispararme cerré los ojos resignado, y ahí fue cuando escuché la bala salir del arma con el silenciador, pero no me pegó a mí...
—Diego...
—Sí, el se metió corriendo, y la bala le dió en el estómago, protegiéndome a mí, y el cayendo al piso, luego de que el ladrón se diera cuenta de que no me dió, tú parecías despertar un poco, y al momento en que iba a disparar de nuevo, te paraste, me abrazaste y te volteaste conmigo en brazos, para saltar del otro lado del sillón, como era de esperarse el salto no fue lo suficientemente alto, y tumbamos el sofá, que cayó acostado. Y la bala que salió disparada fue a dar a tu...
—A mí talón —me interrumpió.
—Así es, y caíste sobre mí, ambos nos golpeamos la cabeza, y nos quedamos allí tirados, luego el ladrón se alarmó por los que estaban fuera de la casa y salió huyendo, no se robó nada afortunadamente... Pero una vez que pude levantarme, contigo en sobre mí, noté que tú zapato estaba agujereado, y despedía sangre de él, entonces supe que te había alcanzado el disparo. Te coloqué al lado de Diego, quién estaba perdiendo bastante sangre, muriendo... Llamé a emergencias por dos ambulancias, las cuales llegaron en pocos minutos. Ahí entonces cuando los pusieron a ustedes en las camillas y yo hablé con tus amigos, para que les marcaran a sus madres ya que mí celular murió —limpié mis ojos y retomé el hilo de los hechos —. Me ofrecieron irme en cualquiera de las dos camillas y debía elegir, así que me fui contigo; ya dentro el chófer iba a toda velocidad, y los demás autos nos dejaban pasar, ya estábamos a tres cuadras del bendito hospital, cuando se ponchó una llanta debido a que había sucedido una riña en la calle, que dejó vidrios rotos, entonces fue cuando la máquina que registraba tus latidos empezó a volverse loca, y yo me alteré, preguntando qué pasaba, la enfermera me dijo que era porque te habías dado un golpe fuerte en la cabeza que había afectado un nervio importante, estabas teniendo un ataque, mientras seguías perdiendo sangre. Ellos dijeron que estaban cambiando la llanta, pero no encontraron el repuesto, y fue ahí donde exploté.
—No me digas que te pusiste a gritarle a los presentes —se burló un poco.
—Pues, pateé las puertas de la ambulancia, te desconecté rápidamente y te cargué, luego salté de ahí, para cruzar la calle hasta la banqueta, mientras la enfermera me perseguía.
—¡No mames wey!
—Fue cuando corrí las tres cuadras a toda velocidad, no se me veían los pies de lo rápido que iba, Sonic me quedaba corto, te lo juro. Correr contigo en brazos no fue fácil, porque no pesas poquito comparado a mí no tan pulida fuerza. Pero sentía que se me iba la vida en ello, no iba a permitir que estuvieras perdiendo sangre esperando en el maldito embotellamiento, y mientras corría por tu vida, te decía cosas, por la desesperación... Por el estrés de no llegar —me sonrojé.
—Entonces el toro mecánico que montaba en mis sueños en realidad sólo era la turbulencia que sentía mientras me cargabas, y me dijiste...
—Te amo, sí, te lo dije... Porque pensé que podía perderte, y no podía dejarte ir sin que lo supieras —me llené de vergüenza —. Una vez que llegué al hospital grité por ayuda y te llevaron rápidamente, me dejé caer en el piso, lleno de tu sangre, y de la de Diego, por correr así de rápido, me desmayé, me desvanecí por completo. Poco tiempo después desperté en una camilla, con Nikolás a mí lado, y eso pasó.
—No chingues —la cara de Emilio era un poema —. Joaquín, eres como un... No, mejor dicho, eres mí súper héroe, te lo juro que sí. Corriste así... Para salvarme, y eso no tiene precio, eres increíble, sin ti me podría haber muerto —tenía la boca abierta y los ojos altamente abiertos —Me salvaste... De verdad que lo hiciste, no sé cómo agradecerte —rápidamente me abrazó de nuevo.
—No tienes porqué, lo hice porque sabía que sin ti, no habría un estropajo con patas al que molestar —me reí fuerte.
—Eres un menso, pero eres mí héroe, ¿Te molesta si....? —se separó un poco de mí, y paró las trompas.
—No, claro que no —el calor en mi rostro se hizo presente.
Me dió un beso en la mejilla, un poco largo, y satisfactorio, fue cálido... Simplemente me llenó.
—¿Te parece si leemos los diálogos? —sugerí para salir de la tensión.
—Me parece, Bobondoni —tomó el libreto, yo no saqué el mío, para así leer del mismo, y estar más cerca de él.
—Entonces vamos en las bicicletas, tú extra obviamente, y en algunas partes tú, con la magia de la edición, y cuando la camioneta trate de atropellarnos, nuestros stunts vuelan en el aire, y al caer, van a tener que quitarte tú zapato, y te van a maquillar el pie como si tuvieses moretes, pero tú solo tienes una herida enorme del lado en el que la cámara no podrá grabar, y así es como siguen las escenas del hospital —terminé de hablar y me dejé caer en la almohada.
—Sí, Santiago nos mando los diálogos por el grupo, los de la caída, y los del hospital —sacó su celular y yo el mío.
—En el hospital, van a operarte, y estarás muy triste pues Axel te dirá que vas a batallar para volver a caminar —apagué mí móvil —. Ya no quiero verte con bata de hospital aunque sea ficción, no me trae bonitos recuerdos.
—Tranquilo, jamás volveremos a pisar un hospital, nos cuidaremos más de ahora en adelante —se dejó caer a mí lado —. ¿Te parece si pongo Juegos de Amor y bailamos?, yo sentadito y tú al lado de la cama.
—Eres un menso, pero está bien.
—¡ES QUE LO TUYO ES BLANCO Y NEGRO! —Emilio cantaba a todo pulmón, mientras hacía los movimientos con sus brazos y yo bailaba a su lado.
—Déjame ganar, perder, probar, besar, un, dos, tres y otra vez... —acabé de cantar, cerramos la canción, y terminamos a escasos centímetros uno del otro, mientras yo tenía que estar agachado a la altura de mí compañero en cama.
—Te había dicho ya... ¿Qué tus ojos brillan muy bonito? —me veía, perdido.
—No lo recuerdo, soy muy olvidadizo —me volví a sentar a su lado.
-—Tienes unos ojos que brillan muy bonito —me remarcó.
—Los tuyos también brillan, muy lindo —me sonrojé.
—Oye, ¿Qué harás en navidad?
—Mi padre dijo que vendría a vernos, generalmente es una cena entre mí mamá, Renata, y yo, pero ahora que vendrá mí papá, no tengo idea.
—Está cañón, espero se la pasen muy bien, verás que así será.
—¿Y tú? —me puse a jugar con mis dedos.
—Creo que vendrá María, e iré a su casa, a pasarla con su familia.
—Ah —no puse interés en el tema.
—Oye, aún tenemos pendiente ir a Disney, diez de diciembre, espero que ésto no sea mucho inconveniente —señaló su pie.
—Claro que sí —afirmé.
—Y... Podríamos hacer un intercambio de regalos, o sea, por navidad; yo te regalo algo a ti, y tú a mí, ¿Te parece?
—Me parece —sonreí.
—¿Cuando es el baile de invierno me decías? —me cuestionó.
—Treinta de noviembre, luego ya solo voy unos pocos días para recoger algunos papeles, y soy libre de la prepa hasta enero finalicé.
—Perfecto, oye Joaquín.
—¿Si?
—Con todo ésto que pasó, olvidé darte lo que te dije que tenía guardado en mí carro ese día.
—¿Qué era? —arqueé una ceja.
—Era un ramo de girasoles... Pero ya con toda la noche ahí, y después todo el día, se marchitaron muy feo —hizo puchero.
—Ay Emilio, no importa, lo aprecio de todas formas —le sonreí tiernamente.
—Una cosa más Joaco.
—Dime.
—¿Quieres por favor recostar tu cabeza en mí regazo?
—¿Eh?, Estás loco, puedo lastimarte.
—No, tranquilo, me duele el pie, no todo de la cintura para abajo, así que porfa...
Lo miré con extrañeza, y solo hice lo que me pidió.
Recosté mí cabeza, dándole la espalda a su cuerpo, viendo hacia la televisión.
Comenzó a hacerme piojito, a darme caricias en la mejilla, mientras veíamos Bob esponja.
La tranquilidad, el suave ruido del aparato, los cariñitos, el clima y la suave tela del pantalón de Emilio, era una trampa mortal.
Ya que empecé a cerrar mis ojos, y a la par los abría rápidamente, para no caer muerto de sueño, pero no pude contra ello, y quedé dormido, profundamente.
Narra Emilio:
Joaquín está dormido, ya comenzó a dar sus leves ronquidos, y sus tiernos suspiros.
Estaba hecho bolita, tenis sus manos metidas debajo de mis piernas, como cuando las pones debajo de una almohada para calentarlas. Y respiraba profundamente.
Necesitaba hacer algo, de lo cual muy probablemente me iba a arrepentir en seguida. Tomé la cabeza de Joaquín, para voltearla lentamente hacia arriba, y que quedase con sus ojos en dirección al techo; lo bajé un poco, a la altura de mis rodillas.
—Joaquín —hablé en voz baja.
—Pájaros fosforescentes —dijo en un tono de canción.
—Sí, está totalmente dormido —me confirmé a mí mismo —. Bien Bondoni, ya pasó ésto antes, y nunca terminó bien para mí, ya que la culpa me carcomió desde dentro hacia afuera, las dudas eran innumerables, pero necesito saber... Necesito volver a... Sentir.
Con el dolor en mí cuerpo, logré agacharme, doblandome hasta alcanzar mis rodillas, y quedar a muy poca distancia de rostro del chico en mis piernas.
—Canalízate, y lograrás evitar las emociones, concéntrate, en que no es tu novia —me repetía en voz alta, hasta estar literalmente nariz con nariz —Ojalá jamás te enteres de ésto.
Lo besé, una vez más, cayendo en el deseo de saber... Y por fin, lo logré.
La explosión de sentimientos, ya no estaba, el dolor, la culpa, las dudas, las polillas dinosaurios no aparecieron.
No fue más que, un roce de labios.
—Te superé, Joaquín, gracias al terapeuta... Gracias a Tito, y a la compañía de Adrián.
—Sabes a pescado —soltó Joaquín, haciendo gestos.
—Oh shit, es verdad, hace rato comí pescado —reí ante su comentario.
—Pescados... En el mar, y gaviotas... —se rodó, y quedó boca abajo, justo al lado de mi intimidad.
—Ay Diosito —sentí un cosquilleo, y rápidamente volteé a Joaquín una vez más, así dejándolo boca arriba en mí regazo, como al inicio —. Eres bonito, sí, pero debo patear todo aquello que me hiciste sentir, y empezar de nuevo, pero no contigo... Lo lamento.
29 noviembre del 2018.
Narración normal [Joaquín]:
—¡Ma! —grité desesperado bajando las escaleras rápidamente.
—¿Qué pasó amor? —mi madre limpiaba la barra de la cocina con un trapo color morado.
—¿Ya está el traje?, para ir a recogerlo, iré en taxi, o me llevas ±me temblaba la voz —. Pero o sea, ¿Ya está? ¿O no?
—Amor cálmate, sí, ya está y ahorita vamos por el —sonrió y yo salté de la emoción.
—¡Vamos ya!
—Eres igual de alcahuete que yo, por eso eres mí hijo —rió y tomó las llaves del auto.
Condujo hasta la sastrería donde le hicieron los ajustes a mí traje, lo recibimos, y volvimos a la casa.
Corrí con el escaleras arriba, me encerré en mí cuarto, y lo saqué de la bolsa.
Mí ropa volaba por la habitación, y me coloqué el traje.
—Perfecto —me miré al espejo, y siempre que yo sabía que me miraba adecuado, tenía que recordarme como me veía, perfecto.
Me quité el traje, lo coloqué en el gancho dentro de la bolsa, y lo colgué en mí clóset, con precaución.
Estaba recordando, el cumpleaños de Emilio, y sentí algo de frustración, una vez más, ya que decidió que ésta vez fuera algo familiar, no lo culpo, tiene todo su derecho, pero la señorita galleta, vino desde Canadá, para ir a cenar con él en la noche de “sorpresa”, dejándonos a todos, y por decir todos me refiero a mí, Niko y Diego, plantados en otro restaurante.
Diego le dijo que salieran a cenar, y ya una vez todos ahí lo interceptaríamos, y le daríamos una gran sorpresa, pero a última hora María le llamó, pidiéndole que fuera con él, en una cena romántica, y obviamente le canceló a Diego.
Nos quedamos con un pastel, un montón de globos, y varios regalos que le entregamos después.
Luego solo nos enseñó las fotos de su hermosa cena con su noviesita, pero mejor no hablemos de eso, quiero estar en paz, y quiero que mañana sea especial.
Joaco B: Ey, niño bonito.
¿Ya tienes tu traje?😊
Famosorio♥️:
Sí, ¿Y tú?:))
Joaco B: También, me lo acabo de medir y quedó genial con los ajustes.
Famosorio♥️: Entonces, ¿Paso por ti, nos vemos allá, o cómo?
Joaco B: Como tú digas.
Famosorio♥️: Pasaré por ti, ¿Es a las ocho verdad?
Joaco B: Sí.
Famosorio ♥️: Estaré en tu casa a las siete treinta, porque seguramente habrá algo de tráfico de tu casa a la preparatoria.
Joaco B: Espero mejor que vengas en carruaje, o en helicóptero;).
Famosorio♥️: Cuidado con lo que deseas, Bondoni:o.
Joaco B: Ora pues.
¿De qué color es tu traje?
Famosorio♥️: Es negro, con una corbata azulita.
¿Y el tuyo?
Joaco B: Es negro igual, con una corbata negra.
Famosorio♥️: Muy bien, entonces, te veo mañana. Lo bueno es que nos dieron las mini vacaciones de invierno, por haber grabado ya mucho y sin descanso.
Joaco B: Concuerdo; y sí, te veo mañana. Duérmete de una vez, son las nueve de la noche, y necesitas tú sueño reparador.
Famosorio♥️: Sabes que duerma o no, mí cara siempre se ve igual.
De hermosa;).
Joaco B: Es discutible:).
Famosorio♥️: No lo creo, es raro cuando se me llegan a ver ojeras.
Soy un galán de nacimiento.
Joaco B: Eres un creído.💩
Famosorio♥️: Así te gusto de todas formas.😘
Joaco B: Quisieras.🙃
Famosorio♥️: Quisiera.🙂
Hasta mañana duerme bien.
Joaco B: Hasta mañana, tonto.💙
Famosorio♥️: 💙🚀
Debo dormir temprano yo también, así que me puse la pijama, y me metí entre mis cobijas. Me perdía en mi techo, el cual parecía dar vueltas después de un rato.
Caí dormido, y ésta vez tuve un sueño muy claro.
Estaba en una casa conocida... Pero no parecía estar habitable, sino que era como si hubiese estado abandonada por un largo tiempo, y se acabaran de mudar allí, pues había cajas por todos lados.
Caminé hacia la entrada, y pude ver cómo afuera había un camión de mudanza, del cual unos señores bajaban muebles, y más cajas.
Volteé en dirección a la cocina, y había un señor y una señora, parecían discutir.
Me acerqué poco a poco, y aunque la distancia no era mucha, se me hacía eterno llegar, fue ahí cuando volteé hacia abajo y noté que el piso estaba más cerca que de común.
Miré mis manos, mi ropa; era un niño pequeño, de un año o dos cuando mucho.
—Te dije que no me buscaras —reclamaba la señora, que tenía la gorra de una chaqueta, y unos lentes oscuros puestos.
—Lo sé... Pero debía avisarte que no pude irme a Colombia, tendré que quedarme aquí en la ciudad —el señor parecía afligido.
—¿En la ciudad?, ¿Sabes lo peligroso que es eso?, podrían descubrir la verdad —trataba de descifrar quién era la persona femenina.
—Pero ¿Quién?, él ya se fue a Estados Unidos, no tienes más familia aquí cerca, no habrá manera...
—Y cuando crezcan, ¿Qué pasa si se encuentran? —la fémina dejó caer fuertemente sus manos en la mesa.
—No lo harán, aunque vayan a dónde mismo. Y si llegan a hablarse, dudo mucho que sospechen —el señor se rascaba la cabeza.
—No me convence, ¿Por qué tienes que quedarte?, ¿Por qué no te pudiste ir?, ¡Estás poniéndonos en riego!
—No hay suficiente dinero, no lo hay. Gasté todo lo que tenía en cosas necesarias para el niño, y solo pude pagar ésta casa —me desconcerté, y traté de asomarme.
—Sabes que yo no puedo darte dinero, tengo los mismos gastos, incluso hasta más, porque la casa donde siempre he vivido, ya no es mantenida por mi mamá.
—No vivimos tan cerca, ¿Bien?, ya cálmate, no pasará nada. Tú me encargaste ésto, y yo accedí porque te conozco desde la infancia, pero sabes que desde hoy; tú y yo ni nos conocemos —le advirtió el señor.
—Lo sé, te lo agradezco. Y no pude elegir mejor persona para guardar el secreto, perdón por exaltarme. No van a conocerse, y si lo hacen, no pueden sospechar de ninguna forma. ¿Ya tienes la historia programada?
Dejé de prestarles atención, porque escuché movimiento detrás de mí.
Al voltear no me asusté, ni me inmuté.
Había un espejo frente a mí, y vi mi reflejo; pero... Algo no cuadraba.
Mi reflejo, tenía diferencias físicas a... A mí.
Me acerqué temeroso, y el reflejo hizo lo mismo, hasta que quedamos frente a frente.
Ambos subimos la mano derecha al mismo tiempo, y al intentar tocar el supuesto espejo frente a mí, pude notar que no era lo que mencioné.
Era una mano, la mano de mi reflejo, podía tocarla... ¡Era alguien muy parecido a mí!
Era un niño, de carne y hueso.
—¡Joaquín! —la señora me reprendió, y volteé asustado —. No es nadie, no te acerques a él.
—Elizabeth tiene año y medio, no podrá recordar nada —el señor se levantó y cargó al otro niño.
—No me quiero arriesgar, ya nos vamos ¿Bien?, hasta nunca "desconocido" —al escuchar su voz de cerca, supe quién era.
Volteé hacia el niño, y le dije adiós, a lo cual el me correspondió.
No lograba ver su rostro completo, ya que al igual que yo, llevaba un gorro, que le cubría gran parte del rostro.
—Hasta nunca —el señor se posó en la puerta y dijo adiós.
Me quedé viendo el rostro de quién me cargaba, y a manera de juego le quité los lentes; entonces confirmé mis sospechas.
Era mi madre quien me tenía en brazos.
PREEEEEGUNTA:
¿Tienen algún amuleto de la suerte?
🚀NOTA: Ya entré al colegio, por lo tanto los capítulos de los martes ya no los podré subir a las 12 a.m., serán subidos al rededor de las 3:10 p.m., gracias por su atención.
Vota y comenta por favor.💙
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