Capítulo 5.
Me encanta la oscuridad. Y detesto la luz. En especial cuando se dedica a deslumbrar mi rostro por la mañana, esto no es muy agradable. Quejándome bajo las escaleras con dificultad pues apenas comenzaba a aprender a caminar con muletas. Es un fastidio, aunque estaría sin moverme de lo contrario. A veces la suerte no está a tu favor y esto lo sé perfectamente; el hecho de estar lesionada me impide hacer varias cosas por mí misma que necesito ayuda de mis hermanos. Por ejemplo, mi hermano mayor me ayuda a vestirme cada vez que se me dificulta o Mack me asiste cada vez que quiero ir a la planta de abajo. Depender de personas me molesta, pero no es algo que tenga como elección ahora.
Este día deberé de esforzarme ya que es el primer día de escuela, es decir, oficialmente comienza la cuenta regresiva para entrar a la universidad. Realmente no sé si me gustará aplicar para ésta, pero no tengo opción; Elliot quiere que estudie una carrera y trate de ser exitosa. Aquello no me llama la atención pues técnicamente podría conseguir un trabajo como sicario o algo por el estilo. De todos modos, él y yo acordamos que necesito acabar la escuela. Parece que nadie se ha despertado por lo que hago rápidamente mi desayuno e irme hacia la escuela. No queda lejos así que no tendré problemas en ida y de regreso.
Antes de irme, dejo una nota y cierro la puerta. Una cosa es verdad, la gente llega a tener compasión por la gente con algun tipo de problemas. A veces siento que las tratan como si tuvieran que ser cuidadas siempre pues no vaya a ser que se mueran al segundo. Rechazo toda ayuda que me ofrecen las personas al momento de cruzarme con ellas, me parece totalmente innecesario. Cuando llego a mi escuela, observo los alrededores de ésta llegando a ver lo promedio que es. La fachada parece estar desgastada y sin mantenimiento recurrente, las ventanas tenían pinta de ser viejas pues la madera se veía descolorida, por el contrario, el jardín está bastante cuidado y esto se nota con sólo mirar el reflejo de la luz en el.
Lo único que interesa es salir vivo el primer día, y esto no será tan fácil. Después de todo, me he inscrito un mes después de que empezaron las clases por lo que la gente ya se conoce como para formar los típicos grupos sociales. Y claro, ser la nueva llama demasiado la atención; esto no será lo mejor para mi rol de juego. Suspiro y entro a la escuela.
Había impreso en la impresora de la casa, mi horario y por supuesto, el número de mi casillero. Como lo predije, todos me dirigen miradas curiosas o estúpidas al ver mi condición; no es de asustarse ni mucho menos sentirse intimidado, es totalmente normal en escuelas descaradas de pueblo llenas de gente de mente cerrada y descerebrados. Tampoco tomo mucho tiempo en buscar mi aula, y de un portazo abrí la puerta. Todos quedan viéndome con atención a mi primer movimiento. Decidí mejor jugar a la chica mala, pues así no tendría problemas desde un inicio.
El maestro a cargo queda boquiabierto y con una expresión no muy contenta con respecto a mi entrada. De reojo observo a mis nuevos compañeros de clase (y posibles víctimas, ¿Por qué no?) y entre ellos, encuentro un asiento libre en la primera banca pegada a la pared.
—No me gustan las presentaciones, ni me molestaré en ello. Sólo necesitan saber que mi nombre es Paris McWest y, claro, aviso desde ahora que creo en la equidad de género. Ustedes saben si meterse o no conmigo —Digo enfrente de la clase para dirigirme a la clase.
Bingo por mí. Primera impresión hecha y dejo en claro mi posición en esta cadena alimenticia adolescente. El ambiente queda en silencio, incluso el profesor quien se ha quedado sin palabras y luego retoma la clase. Por otro lado, mis compañeros se dedican a mirarme furtivamente como si fuese un bicho raro, lo cual lo soy, para qué negarlo. Sonrío en mis adentros, así nadie se atreverá a meterse conmigo mientras esté con estas muletas. Mi compañero de asiento, tiembla de miedo ante mi impotente presencia a lo cual respondo con una pequeña risa casi inaudible.
Este sentimiento no puedo evitar disfrutarlo. Puedo imaginarme a cada una de estas personas siendo mutiladas o siquiera siendo decapitadas por el filo de mi hacha que trabaja como verdugo. Imaginar cómo se desliza su sangre fresca por el corte de carne hacia abajo como si se tratase de un canal hasta pintar de un rojo sus ropas hasta desangrarse, dejando un charco de sangre a su alrededor. Aquello me hace feliz pensarlo, en especial sus rostros antes de darles muerte. Aquellos ojos inmóviles al igual que la piel se les palidece hasta tener tez de muerto ya que una corriente les indica su hora de morir cuando se cruzan con la parca de enfrente.
—H-Hola, soy Luke Overton. Espero llevarnos bien —Saluda tímidamente. Le dedico una sonrisa fingida.
—Igual, mientras no invadas mi espacio personal ni intentes hacer preguntas.
Asiente rápido, mirando hacia el frente intentando concentrarse. Tal vez lo considere fuera de la lista de víctimas, por ahora. Estuve casi un mes sin asistir a la escuela ya que estábamos ocupados con la mudanza, por lo que ahora me siento desubicada con respecto a los temas por ver. Es tan diferente que apenas lograba entenderlo.
De repente siento cómo una bola de papel cae en mi cabeza; examino a todos a mi alrededor buscando a un culpable. Un chico, dos bancas atrás a la derecha, voltea a verme haciendo señas extrañas con la mano. Ignoro el hecho que intenta llamar mi atención y prosigo con la clase. "Si no deja de mirarme, le arrancaré los ojos hoy mismo" pienso en mi mente.
...
—Disculpa, Paris. ¿Quisieras que te enseñe el instituto? Intentaré no tardar demasiado si eso gustas —Dice Luke Overton nervioso una vez que termina la clase—Y de paso, te ayudo a bajar las escaleras.
—No, gracias. Prefiero hacerlo yo misma.
Asiente y se va del salón en cuanto comienza el receso. Suspiro yéndome de igual forma al patio de enfrente con las muletas. Estando en el patio, observo a los lados y al fondo del campo de fútbol americano, diviso otro edificio pequeño el cual llama mi atención. Seguramente puede estar vacío. Con dificultad, me moví a través del patio hacia aquel lugar. De cerca era aún más ambiguo como la escuela.
—¿Uh? No hay nadie cerca.
Perfecto. Entro sabiendo que no era un edificio, sino un auditorio abandonado. Suspiro moviéndome hacia adelante admirando lo tradicional que es pues las butacas son de color rojo opaco y encima de todas éstas, hay un palco con más. El escenario viejo de madera desgastada y las cortinas empolvadas sin usar. Al no tener a nadie a los alrededores, me siento en una de ellas disfrutando del silencio. Extrañaba esta soledad. Si nadie usa este lugar, podré hacerlo mío. Me pregunto el porqué no se usa más.
Estuve un rato ahí sentada admirando el techo del auditorio hasta que tuve que marcharme. Cuando vuelvo al salón, veo muchas miradas sobre mí y las personas susurrando algo mientras fijan sus ojos como si tuviera una cosa en la cara. Aquello me molestó que azoto contra la pared una de las muletas, esto hace que todos guarden silencio.
—Paris, ¿Es cierto...? —Dice Luke Overton dirigiendo su mirada temerosa a mí—¿Estuviste en el auditorio? Varias personas te vieron ir hacia allí.
—¿Qué tiene? ¿No puedo ir a dónde yo quiera? —Pregunto molesta.
—No es eso. Pasó algo horrible en ese auditorio hace años —Añade Luke Overton— No es un rumor, es un hecho que ocurrió hace años. Esta escuela es muy vieja, y no es broma ni cuento de terror, en ese auditorio se realizó la mayor matanza en la historia de Wisconsin. Es conocida como La noche carmesí.
—¿Y qué?
—Bueno, hubo una ceremonia especial para despedir a una generación que iría a la universidad ese mismo año. Sin embargo, al evento entró un sujeto loco y comenzó a disparar desde el palco a todos los presentes sin motivo alguno. No quedaron sobrevivientes y cuando llegó la policía a la escena del crimen, aquel sujeto se había colgado con una soga además de que se encontraron balas en su cuerpo por lo que intuyeron que se suicidó una vez terminado la matanza —Relata Luke Overton.
No me sorprende la verdad. Sin embargo tengo que fingir asombro ante aquel chico. Si se imaginase que yo también puedo agarrar una pistola y cargarme a media escuela, no creo que conservase su estado mental. Aunque parece muy interesante lo que dijo, supongo que las personas por miedo a fantasmas y a lo que sucedió, dejaron el auditorio abandonado como un mal sabor de boca. Será perfecto para refugiarse como escapada.
—Ya veo, fue interesante pero no tengo miedo a nada. Si tu intención es asustarme, déjame decirte que es mejor temerle a los vivos que a los muertos —Respondo abriendo mi cuaderno y sacando una pluma— Lo digo por experiencia personal.
Finalizo mi diálogo con aquel chico. Una vez que acaba la escuela, decido dar un paseo más a fondo de aquel auditorio. Desahogo mi sed de sangre apuñalando una butaca con un cuter que traigo en la mochila. La fuerza con la que empuño el objeto de filo, la comparo con la que suelo usar al momento de clavar mi hacha en el cuerpo de mi víctima. El deseo de la sangre brotar en todas direcciones se hizo más fuerte de lo que pensaba. Necesito recuperarme lo más pronto posible pues no dejo de pensar en cuánto extraño apuñalar a alguien.
—¿Quién eres tú?
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