Capítulo 1.

En algún pueblo de Wisconsin, Estados Unidos 10:50 PM

Grillos. Es lo único que se escucha en esta noche lluviosa de invierno. Las calles vacías, pues a estas horas nadie sale de su casa cómoda. A excepción de mí que suelo estar rondando las calles por la noche. ¿Y qué demonios hago afuera bajo la lluvia? Buena pregunta. Y la respuesta es la búsqueda de alguna víctima. Suelo ir por las calles más oscuras y con menos seguridad ya que me gusta más disfrutar de mis aficiones sin tener espectadores encima mío.

La noche se vuelve más fría con cada paso que doy, además el cielo indicaba que una tormenta se avecinará muy pronto. Miro discretamente hacia los lados buscando entre las casas, alguna que me complaciera y pudiese entrar fácilmente. Opto por una no muy grande, sin cámaras de seguridad a los alrededores y en especial que me fuera accesible. Me acerco al portón poniéndome mis guantes negros habituales y con ayuda de la horquilla, que traigo amarrada en el cabello, logro abrir la cerradura. Abro la puerta lentamente sin producir algún sonido. Me quito los tennis dejando sólo los calcetines y deslizarme hacia los adentros de la casa. Es bastante bonita a decir verdad, con muebles grises claros y por supuesto un gran espacio entre secciones. Está claro que esta casa sería un gran escondite de la tormenta que se avecina. Paso por la cocina en busca de los cuchillos de cocina que estaban a la vista afortunadamente. Tomo el más grande de la familia y por si acaso uno más. Seguido de esto, me dirijo lo más sigilosa posible hacia las recámaras del piso de arriba donde están los dueños del lugar.

Las luces ya habían sido apagadas y eso me facilita para deshacerme de la gente. Por lo que veo, la casa sólo tenía dos habitaciones así que decido entrar a la más cercana, sin antes haber cubierto mi rostro con un tapabocas blanco y levantar la capucha cubriendo la parte de atrás de mi espalda descubierta. Me acerco sigilosamente hacia la cama donde reposan dos cuerpos sumidos en un sueño.

Por la forma en la que me preparo, deja mucho que decir. Claramente, en esta ocasión no es la primera vez que me meto a una propiedad privada o siquiera la primera vez que me acerco a una persona para matarla. Ya había hecho esto varias veces antes, y después de todo, esta no es una excepción.

Suspiro al ver cómo la pareja se abraza entre sí durante la noche. Quizás también por miedo. Miedo a la oscuridad y al futuro incierto. No lo sé. Y jamás lo sabré. Me lloran los ojos, tal vez por verlos tranquilos y sin tener el conocimiento de que hoy será su última noche juntos. Podría apiadarme de ellos, tenerles misericordia, pero no puedo. Debo de matarlos. ¿Por qué? Mi cuerpo me lo pide. Necesito oír sus últimos suspiros y la última imagen que sus rostros tendrán. Sentir la euforia recorrer cada extremidad de mi cuerpo como si fuera alguna corriente de electricidad. El olor irreconocible de la sangre inundar mi sentido del olfato.

— ¿Ahora sí aplicará el felices por siempre hasta la muerte? —Pregunto en un susurro casi audible.

Sonrío teniendo los dos cuchillos preparados para clavarlos justo en el pecho de ambos al mismo tiempo. Como pareja deben de dejar el mundo al mismo tiempo, ¿No?

Antes de que volviesen a respirar, no dudo en llevarlos juntos hasta el más allá. La sensación de seguridad invade mi mente y gracias a ello, logro dar a ambos por el pecho. No olvidaré jamás los rostros de la pareja gritando a la par por el dolor que deben de sentir en este momento. El filo del arma encajaba a la perfección con los cuerpos y del corte brotaba un sin fin de sangre que manchaba la pijama de ambos. Mi cuerpo se movió por sí solo. No contuve la risa al ver sus caras aterradas, invadidas del miedo. Ahora sí están conscientes de su último día. Entre apuñaladas sin parar, gritaban del dolor hasta que dejaron de hacerlo. Habían partido de este mundo juntos. Y aún así, sigo haciéndolo hasta ver cómo la sangre había salpicado en sus rostros y en las sábanas. Calmo mi cuerpo respirando profundamente para luego dejar los cuchillos en el piso. Habían muerto juntos.

Me limpio las lágrimas de los ojos con mi sudadera que apenas se nota que había sido manchada de sangre. Sangre de ambos. Observo con detalle mi obra maestra. Sus rostros sin vida mirando al otro con el último amor que tuvieron hasta la muerte; se notó mientras los asesinaba y entre gemidos de dolor, cómo la preocupación y sus sentimientos debieron de expresarse antes de despedirse. Quizás no opusieron resistencia a la hora en que los apuñalaba porque se vieron mutuamente y así decidieron morir juntos. Tampoco lo sabré.

De repente, escucho un llanto reconocible. Un bebé. Abro los ojos completamente dejando la habitación y yendo a la última que queda. Ahí está. Tendido en su cuna llorando a causa de los gritos que produje. Me acerco a él viendo cómo patalea y se mueve buscando algo. A su mamá quizás.

— Mierda, la cagué —Digo observando al bebé llorar— Me metí en la casa equivocada.

Me quito la sudadera manchada de sangre para levantar al bebé y arrullarlo de un lado a otro. Quizás minutos antes había matado a sus padres, pero eso no significa que no tengo corazón para dejarlo solo. El bebé siguió llorando y no sabía por qué. Busco con la mirada algun juguete o una caja musical con la que debieron arrullarlo anteriormente. Al estar desesperada, saco mi celular y busco en Youtube alguna canción de cuna para que el bebé durmiera. Pongo la canción en un volumen que apenas es audible para no molestar al pequeño.

— Supongo que bastará por un rato —Pongo el celular en la mesa de noche.

Prendo la luz del pasillo para cerrar posteriormente la puerta del cuarto y dirigirme hacia la cocina para buscar alguna trapeador y cubeta con agua. Una vez teniendo todo listo, me dispongo a subir hacia el dormitorio de los padres. Primero agarro al hombre y arrastrarlo con dificultad escaleras abajo derramando, obviamente, más sangre; después sigo con la mujer que manchó el doble las escaleras de aquel líquido carmesí y la recargo junto a la pared. Abro la puerta que da hacia el patio trasero y entre la lluvia, en el cobertizo, agarro una pala grande para comenzar a cavar rápidamente una tumba. Tardé mucho. Me fijé la hora y ya era media hora para las doce. Arrastro los dos cuerpos por igual con dificultad hasta el gran hoyo en el jardín. Más o menos había quedado a la medida por lo que empiezo a meter a cada uno ahí hasta ya estar los dos cadáveres metidos.

Antes de rellenar el hoyo, entrelazo las manos de la pareja y hago que ambas caras se miren como cuando se vieron antes de haberlos matado. Lleno el agujero hasta quedar un pequeño montículo de tierra que sobresale del jardín. Guardo todo en el cobertizo y vuelvo a la casa para lidiar con la limpieza. Empiezo desde la habitación cambiando sábanas y fundas de almohadas que había en el closet. Seguido las pongo en la lavadora mientras que limpiaba el pasillo, la habitación y la cocina hasta que quedasen libres de sangre. Después rocío un poco de aromatizante en cada lugar para olvidar el olor a muerto. Una vez terminando, agarro mi celular de la recámara del bebé, quien se encontraba ya dormido, y escribo en el.

Acabo de encontrar un buen lugar en el nuevo pueblo. Pueden venirse mañana a aquí, los estaré esperando con una sorpresa. Mando la dirección en un momento. 1:32 AM

Lanzo mi cuerpo hacia el sillón de la sala de estar para prender la televisión y rebuscar algo interesante en los canales. Vibra mi celular. Leo el mensaje de recibido de mi hermano mayor junto con su respuesta. Él ansía ver qué casa había escogido esta vez. Una nueva vida en este pueblo pequeño. Un nuevo lugar lleno de gente inocente o no tan inocente, víctimas, más bien. Miro hacia atrás observando el gran trabajo que hice para limpiarlo todo y dejarla como si nunca hubiera entrado aquí. El problema que restaba, es el bebé. No tengo idea de qué hacer con el. Quizás mi hermano mayor pueda enviarlo a un orfanato o algo así. No estoy segura. Suficientemente tenemos que cuidarnos entre los tres. Él, nuestro hermano menor y yo. Nada más.

Recargo mi cabeza en una almohada y hago el esfuerzo de dormir, pero mi mente sigue divirtiéndose con los rostros de aquel matrimonio. Río en voz baja suspirando suavemente y muevo mis piernas de un lado a otro mordiendo mi labio inferior. Me había divertido mucho. Quizás esto no es de ser femenina o siquiera de gente normal, pero qué más da. Amo contemplar el sufrimiento de los demás. Me divierto matando gente, pero tampoco soy una persona frívola. No. Eso no. Soy una persona que le gusta jugar. Nada más. No. Eso tampoco. Soy una asesina que disfruta el juego con sus víctimas. Soy consciente de ello. No me excusaré como algunos. Me gusta ser quien soy, aunque eso conlleve no ser considerada una persona, una humana. Yo simplemente soy Paris McWest.

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