i. Cuestión de simpatía
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Faye definitivamente se había despertado del lado incorrecto de la cama ese día. O eso es lo que le diría su padre si pudiera ser testigo de ese horrendo ceño fruncido. Hasta ese momento, su café se había derramado sobre su ropa, el cierre de una de sus maletas había explotado, su celular no tenía batería, y el motor de su auto había decidido dejar de funcionar justo a escasos kilómetros de la entrada del pueblo que se convertiría en su nuevo hogar.
Era una suerte que cerca del gran letrero anunciando a Stars Hollow, se encontrara un pequeño riachuelo y una banca con un muchacho leyendo allí. Nunca había estacionado allí o habría pensado en acercarse a hablar con un desconocido, pero ese día necesitaba urgentemente algo de ayuda para calmar sus nervios. Un poco de interacción humana podría despertarla de la pesadilla que llevaba siendo aquel día de mudanza y las últimas semanas de su vida.
La muchacha tuvo que esquivar varias piedras e, incluso, a una familia de pequeños patos persiguiendo a su madre para poder llegar hasta la banca sin terminar en el piso y con la ropa mucho más sucia de lo que ya estaba. Mientras más se acercaba, más notaba lo ridícula que se veía toda la situación si la repasaba en su mente y la posibilidad de estar alucinando se volvía más realista.
Stars Hollow tenía una curiosa forma de recibir a sus nuevos habitantes y encantarles el corazón
—Hola, ¿podrías ayudarme? —Ella se atrevió a hablarle de una forma extremadamente cortés después de tocarle el hombro al muchacho
El aludido bufó sonoramente por haber sido interrumpido en plena sesión de lectura y se giro lentamente para poder mirarla con disgusto. Le dio una escaneada con la mirada e hizo una mueca. La chica tenía un cabello castaño hasta los hombros totalmente revuelto, un vestido blanco con cintas negras que lucía finísimo y estaba manchado con café...y la guinda del pastel, lo que hizo que Jess tuviera que aguantar su carcajada: tacones. ¿Acaso estaba loca? ¿tacones en pleno bosque? ¿de que barrio ricachon se había escapado?
—Soy Faye Lunderth, mi coche se averió y no tengo batería en mi celular. ¿Podrías prestarme el tuyo? —quiso seguir hablándole al no recibir respuesta alguna.
Si. Definitivamente ella no era de allí. Ese apellido era sacado de libros de historias de la burguesía o de contratos turbulentos de empresarios lavando dinero, pero no algo de el pueblucho en el que estaba atascado. Los ojos brillantes de la muchacha rogándole que le prestara algo de ayuda removieron algo que no admitiría en voz alta dentro de su corazón. Así que saco su celular del bolsillo de su pantalón y se lo entregó para poder volver a su lectura.
La acción fue como caída del cielo para Faye, así que saco de su bolso una libreta en la que tenia el número de su padre, Jess la miró raro por ello. Y la llamada comenzó, marcando ocupado durante varios segundos, luego minutos y más minutos...cada vez más tiempo y menos respuesta
—¿Piensas gastarme todo el saldo? —La pregunta del muchacho fue lo que la hizo reaccionar y mirarlo. Él seguía con la atención puesta en su libro, con tanta indiferencia que lograba comenzar a irritarla.
—Lo siento...es solo que no me contesta —Quiso ocultar la decepción en su voz al no poder comunicarse con su padre y que este corriera a ayudarla. Ella se sintió ridícula por haber pensado que cuando su padre perdió sus empresas, ahora al menos tendrían más tiempo para cultivar una relación más cercana—. Debería tratar de nuevo.
Hubiera sido algo impensado que él la dejara intentar de nuevo debido a su actitud y el mal humor que tenía, pero si lo hizo. Esperó que un nuevo intento de la chica fracasará y se dedicó a echarle otra ojeada a su pésimo aspecto mientras aquello ocurría. La verdad, estaba bastante curioso por la situación y su trasfondo. Podía contar aquel encuentro como una más de las cosas raras que había vívido desde su llegada al pueblo.
—Gracias —dijo Faye luego de rendirse y entregarle el teléfono, tratando de respirar mil veces para no gritar hasta soltar todo su estrés—. ¿Cuál es tu nombre? —Le preguntó por educación y con el pensamiento de pedirle luego a su padre que lo recompensara, quizás mandarle una canasta o algo de ese estilo pero que se ajustara más a su presupuesto.
Él no le quiso responder e ignoró completamente su pregunta.
—¿Necesitas algo más o... —Sus palabras eran amables pero su tono no lo era nada. Dejaba notar que lo único que quería era volver a estar solo con su lectura.
La castaña dudo varios segundos antes de preguntar:
—¿Tienes auto?
Fue cuestión de minutos para que el poder del dinero que ella llevaba consigo terminará por convencer a Jess de guiarla hasta la camioneta de su tío y llevarla hasta el pueblo a cambió de este. Quizás estaba siendo incoherente con sus acciones, pues hace solo segundos había pensado en lo engreída que parecía ser Faye y en lo poco que deseaba pasar tiempo con alguien con ella. Pero el dinero podía ser bastante disuasivo, sobretodo si tenía en cuenta que Luke no iba a darle para comprar cigarrillos, y que estos eran la única cosa valiosa que lograba relajarlo últimamente. Al poner todo en una balanza, pasar menos de una hora con ella le daba más beneficios.
—Jess —dijo de pronto el chico, luego de conducir durante varios minutos en un incómodo silencio.
Ella lo miró sin entender a que venía eso, pues antes no parecía nada interesado en tener una conversación.
—Es mi nombre, lo preguntaste antes —explicó.
Una pequeña sonrisa apareció adornando el rostro de Faye al creer que se trataba de algo de cordialidad de su parte. No había cosa que ella más detestará que la falta de cortesía, o mejor dicho, la gente maleduca. Y si había decidido subirse al automóvil de un desconocido en vez de esperar las tres horas correspondientes a una grúa, lo mínimo que deseaba era amabilidad...y bueno, que este no la secuestrara o peor. Algo de aquel estilo sería la guinda del pastel para sus últimas semanas de mala suerte.
—¿Y cual era tu nombre? —Añadió el pelinegro con un tono desinteresado, como si fuera un detalle extra que fácilmente se te escapaba de la mente.
Y esa fue la primera gota que comenzó a rebalsar el vaso porque la chica podía jurar que él preguntó con intención de molestarla. Todas sus acciones parecían ser con ese fin, desde el comienzo la había tratado de forma indiferente sin razón alguna.
—Te lo dije hace menos de diez minutos. —Intentó no sonar demasiado ruda pero la frustración la estaba sobrepasando y el hecho de que Jess acelerará repentinamente en una curva lo hizo peor.
En medio de los asientos delanteros había un vaso casi vacío de refresco que terminó volteado sobre las piernas de la muchacha. Como si ya no fuera suficiente con las manchas de café en su vestido, ahora tenía un líquido frío y pegajoso sobre ella, mientras que el causante no se esforzaba ni lo mínimo en dejar el desinterés y mostrar algo de preocupación, o siquiera pedirle disculpas por la mala maniobra. Era culpa suya y no le importaba en lo absoluto.
—Todavía me quedaba un poco. —Fue lo único que dijo e hizo una mueca de tristeza por perder dinero en ese vaso.
Uno. Dos. Tres. Cuatro. Cinco.
La respiración de la castaña trataba de relajarse mientras su mente contaba repetidas veces hasta el número más alto que se le viniera a la mente para no explotar. Se negaba a mostrar su lado malo a un desconocido que parecía obsesionado con hacerla quedar mal. Ella no es la clase de persona que se sale de sus casillas con facilidad y afectaba a todos a su paso. Faye si sabía controlarse.
—Deténte por favor, necesito cambiarme. —Le pidió sin perder la compostura y de la forma más cordial que encontró.
Pero a Jess le sonó a una orden y no le gustaban nada las órdenes, mucho menos de personas extrañas a las que les hacía un favor. Así que solamente negó con la cabeza y siguió conduciendo como si estuviera completamente solo.
—Entonces me pasaré al asiento trasero —amenazo Faye estando negada a la idea de llegar con la ropa sucia a la inauguración de su nueva casa y dar una mala impresión a sus vecinos.
Él la miró por un segundo sin creerle y siguió en lo suyo.
—No puedes hacer eso.
Y sólo un par de minutos más tarde, ella estaba sacando la ropa más cómoda que tenía de una de sus maletas para poder cambiarse. Había cumplido con su cometido de alguna forma porque no le importaba nada con tal de no verse sucia e indecente. Ya no le estaba funcionando el truco de contar hasta desviar su frustración lejos porque ahora parecía ir toda contra aquel muchacho irritante que rozaba la burla cada que le hablaba.
—No espíes. —Le advirtió antes de cambiarse.
Jess mantenía la mirada fija en el camino...o eso trataba hasta que un semáforo quedo en rojo y los ojos se le escaparon hasta el espejo retrovisor, que curiosamente había movido. Apenas pudo ver una parte de la espalda de la castaña cuando los conductores que venían tras ellos comenzaron a tocarle la bocina y la forma en la que se había distraído amenazaba con ser obvia. Sacudió su cabeza suavemente para alejar los pensamientos e hizo como si nada hubiera ocurrido.
—Hubiera preferido que te quedarás sentada atrás —habló honestamente cuando Faye volvió a pasarse al asiento delantero ya cambiada—. Niña —murmuró al no recibir respuesta.
¿Acaso él le hablaba a ella? ¿quién se creía?
—No soy una niña. —Le contestó la aludida.
Si Jess era honesto, le parecía divertido que incluso tratando de ser amenazante, ella sonaba como una reina inglesa dando un discurso. Inclusive ahora, usando una camiseta simple y jeans, seguía pareciéndole muy lejana a él. Faye no parecía ser la clase de chica que él veía comúnmente, ella era una niñita rica que seguramente se había perdido en el camino a Hartford y por mera casualidad terminó sentada en la camioneta de su tío.
—Actúas como una, pasando de un asiento a otro y casi haciéndonos chocar —insistió soltando un suspiro.
La chica tuvo que respirar varías veces para no terminar cediendo ante alguna de las provocaciones.
El camino hasta el colorido pueblo siguió siendo silencioso, tan solo la música de la radio en alguna estación desconocida sonaba y evitaba que la incomodidad se hiciera presente de nuevo al punto de iniciar alguna discusión. Así que se hizo rápido, en un abrir y cerrar de ojos, la plaza central de Star Hollows sorprendía a Faye.
—Oh... —dijo ella sin pensarlo, fue una reacción natural.
Jess la miró con el ceño fruncido, no entendía cómo es que parecía estar sorprendida por una plaza. ¿Acaso no tenían de esas en su barrio millonario?
—Me bajo aquí. —Le anunció de pronto para que se detuviera.
Él le hizo caso y se detuvo frente a la biblioteca del pueblo sin entender cuál era la razón de su repentina necesidad de bajar.
—No olvides acomodar el espejo, Jesse. —Le aconsejó al momento de bajarse con una sonrisa irónica.
Solo podía desear no tener que volver a lidiar con ese muchacho de nuevo.
Pero pobre e ilusa de Faye, no entendía en lo absoluto que ahora vivía en un pueblo chico, y ya saben lo que dicen sobre ellos.
Pueblo chico, infierno grande.
© STAIRSCARS
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