Ventanas y locuras
Jenny se asustó un poco porque había visto una araña, por esa razón me llamó preocupada. Pero mientras tengo todos estos pensamientos, escucho como alguien comienzan a lanzar piedras en la ventana. Un poco asustada por la situación muevo las cortinas. Sinceramente no me sorprende ver que Adrian en mi cuerpo sea la razón de todo este ruido.
Adrian abre la ventana de mi verdadera habitación y comienza a decir en voz alta algo que simplemente no puedo entender. Creo que se debe a dos razones, la primera es que está molesto y no puede articular una palabra sin que se vuelva loco. La segunda es que se encuentra bastante lejos de mí.
—No entiendo nada —digo por fin después de que escucho que me ha dicho una grosería. Que estupidez.
Adrian aún más molesto se cuela por la ventana de mi verdadera habitación y con el árbol que está en medio de nosotros, él se balancea y llega hasta la nueva casa de su familia. Es ahí donde yo me encuentro. Sorprendida con lo que hace, doy un paso atrás pero es inútil ya que Adrian en mi cuerpo cae encima de mí. Nuevamente agradezco tener la masa muscular de un chico, pues el golpe no ha sido tan doloroso, Adrian en mi cuerpo no pesa nada.
—Eres una mentirosa, ¿ahora ya me entiendes? —dice Adrian muy molesto, veo cómo frunce el ceño y comienza a ponerse rojo de la furia.
—Para empezar aléjate de mí. —Lo tomo de los brazos y lo empujo lejos para poder ponerme de pie.
—¿Por que no me dijiste que mi familia se iba a mudar? —pregunta con los ojos inyectados de ira. Si pudiera creo que me ahorcaría.
—¿Para qué? Eso no iba a hacer la diferencia, tu familia ya había puesto todo en cajas —confieso para justificar mi proceder.
—Pero tenía que saberlo Amanda... tan sólo dime que no tocaste ninguna de mis cosas. —Veo como deja de estar molesto para ahora sentirse demasiado triste—. Esto se está volviendo muy difícil, no puedo creer que no estuve durante la mudanza.
—Al menos puedo prometerte que no toqué nada, lo prometo Adrian, sólo tuve que traer un poco de ropa, pero la mayoría de tus cosas las dejé para que me acompañaras. —Adrian se me queda mirando fijamente y frunce el ceño, da mucho miedo pues en realidad veo a Adrian con mi rostro y es raro.
—Esto se está saliendo de control. ¿Al menos ya averiguaste cómo podemos cambiar esto? Odio estar en tu cuerpo y odio vivir tu vida. —Harta por sus palabras pongo los ojos en blanco y me tiro a la cama para contar hasta diez.
—¿Cómo podría saberlo? Si le pregunto a algún doctor, seguro nos tacharán de locos y no creo que haya muchos libros acerca del cambio de cuerpos —digo comenzando a alzar la voz.
—Adrian, cariño, ¿todo bien? —grita la madre del susodicho quien está a punto de gritar pero le tapo la boca.
—Sí mamá, todo bien, sólo estaba ensayando una exposición. —Su madre contenta con mi respuesta me dice que la cena estará lista en unos minutos. Pero muy molesta miro a Adrian en mi cuerpo y le digo.
—A ver genio, casi lo arruinas, ¿no recuerdas que yo estoy en tu cuerpo? No debes gritar en la casa, porque además ahora tú eres el intruso en mi habitación.
—Esto es mío Amanda, tu habitación es la que está allá. Ya déjame regresar a mi cuerpo —dice Adrian muy desconsolado. Aunque comienzo a ver cómo pequeñas lágrimas de rabia salen de sus ojos.
—Entiendo cómo te sientes Adrian, te recuerdo que yo también estoy tratando de acostumbrarme, pero debemos tranquilizarnos. Quizás mañana todo vuelva a la normalidad —anuncio tratando de consolarlo. De repente recuerdo algo—. Adrian, mañana es el debate con la señorita Parks.
—¿Tú también tomas clases con la señorita Parks? —pregunta mientras pone una cara de confundido.
Vaya tonto, de verdad no tenía idea de mi existencia, y pensar que yo estaba terriblemente enamorada de él. Mientras... mientras era una don nadie frente a sus ojos. Es así como se me rompe el corazón en miles de pedazos.
—Tierra hablando a Amanda. Responde, ¿qué haremos? —cuestiona el chico en mi cuerpo mientras truena los dedos.
—Viniendo de ti probablemente algo muy imprudente —sentencio con los ojos picándome de tristeza. Me da mucha rabia pensar que para Adrian yo no era nadie. Lamento sentirme así pero igualmente él era mi amor imposible. Aún considero que es hermoso y lo veo cada mañana en el espejo.
—Es que estaba pensando... —comienza a hablar pero lo interrumpo.
—¿Podrías darme un momento? Ya estoy muy cansada. Mañana nos ponemos de acuerdo. —Mientras digo eso abro la ventana indicándole que se vaya de nuevo a mi verdadera habitación.
Adrian entiende que no quiero verlo y se va de la casa para llegar a la mía. Ojalá ocurra un milagro y mañana podamos regresar a nuestros cuerpos. Ojalá, porque la idea de ser una chica más en su camino me rompe de a poco. Vaya, así se sienten los corazones rotos.
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Nota de la autora:
Pobre Amy, los corazones rotos siempre duelen bastante pero... lamentablemente así es la vida.
Díganme, ¿alguna vez su crush se enamoró de ustedes? Me encantaría saber sus historias y estaré encantada de leerlas en los comentarios.
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