¿Esto te sucede cada mes?
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Unos tremendos sonidos en la ventana de la habitación de Adrian me despiertan alarmada. ¿Quién podría molestarme una hermosa mañana de sábado? Claro, esto es una pregunta irónica pues la única persona que se atreve a lanzarse desde su habitación a la mía es el torpe y malhumorado Adrian Cassavets que por cierto, ¡sigue en mi cuerpo!
Somnolienta miro hacia la ventana y veo la cara de Adrian (o sea la mía), se nota muy asustado. Incluso veo como sus ojos se alivian al verme despierta. Vaya locura de mañana, todavía no son ni las ocho y Adrian se ha convertido en un dolor en el trasero.
Pero no lo dejo esperando más, no quisiera que se cayera y le causara daño a mi cuerpo, por tal motivo me pongo las pantuflas de Adrian y abro la ventana no con muchas ganas de hablar con él. No después de lo que pasó ayer.
—Adrian, por favor, es muy temprano, ¿no hay alguien más a quien puedas molestar? —digo mientras camino hasta la cama y me vuelvo a meter en las cobijas—. Además hace mucho frío.
Adrian en mi cuerpo llega hasta su cama y me quita las cobijas muy enojado. Entonces se planta frente a mí y cruza los brazos. Cuando elevó la mirada a sus ojos, noto que hay lágrimas en ellos. ¿Qué ha pasado?
—Amanda, tienes que ayudarme. Me está ocurriendo una de las cosas más asquerosas y dolorosas posibles... auch —exclama mientras se retuerce de dolor en el suelo.
Alarmada me pongo de pie y me siento con él en el suelo. Pobrecito, está sufriendo mucho.
—¿Qué te ha pasado Adrian? —cuestiono mientras acaricio la cabellera rubia que antes era mía y ahora la tiene él como préstamo... o eso creo.
—¡Has comenzado a menstruar! —grita mientras se pone la colcha de su cama en la boca—. ¡Ayuda!
Alarmada por sus gritos, trato de consolarlo, pues no pueden escucharlo, no pueden saber que una "mujer" está en la habitación de Adrian. Seguro Jenny no estaría muy contenta.
Aunque dejo que sus palabras se digieran en mi mente. ¿Que ha dicho qué? Mientras pienso más en la situación es inevitable que comience a morir de risa.
—¿De qué te ríes? —pregunta Adrian mientras frunce el ceño.
—De que me alegra no ser yo ahora. Daría lo que fuera por no pasar la menstruación cada mes. —De repente veo como los ojos de Adrian se abren como platos ante mis palabras. Pobrecito, ahora entiendo su dolor.
—¿Esto te sucede cada mes? —cuestiona mientras hace caras de dolor, incluso comienza a hacer un puchero.
—Así es, eso me pasa cada mes. Pero dime qué sientes. —Lo animo a hablar aunque sus muecas de dolor hablan por sí solas.
—Siento como si alguien me estuviera apuñalando por dentro... todo eso pasa justo aquí, auch —dice señalando el vientre bajo—. Además me duele mucho la cintura, la espalda y, mmm... el pecho.
Cuando dice lo ultimo no puedo evitar sonrojarme y noto que le pasa lo mismo. No nos juzguen, aún somos inocentes.
—¿Te duele la cabeza? —pregunto mientras evado la creciente incomodidad.
—Ahora que lo dices sí, pero me duele más el vientre bajo. Ya entiendo porqué las chicas odian tanto los cólicos, son como la muerte. Dime Amanda, ¿qué hago? —Sin embargo a la mente me llega una pregunta más importante que esa.
—Dime que te has puesto una toalla sanitaria —menciono mientras abro mucho los ojos. Ay no, es verdad, tengo que enseñarle cómo hacerlo.
—¿Y cómo hago eso? —Esa simple expresión de perplejidad me deja claro que no lo ha hecho. Pobre Adrian, seguro se ha manchado entero de sangre.
Así que no digo palabras, sólo lo ayudo a ponerse de pie y le doy la vuelta, para encontrar una mancha roja en su pantalón. Rayos.
—Muy bien Adrian, escúchame, esto es lo que vamos a hacer...
Pero me interrumpe el sonido de la puerta de la habitación, alguien está tocándola. Adrian y yo nos miramos asustados, lo tomo del brazo y lo meto al closet. Mientras cierro la puerta veo sus ojos llenos de pánico pero le sonrío para darle tranquilidad. Aunque no digo nada, sólo camino hacia la puerta y atiendo a la persona que quiere entrar.
—Hola hermanito —saluda Edward el hermano de Adrian—. Mamá quiere que la lleve por huevos y cereal para el desayuno, no tardaremos.
Asiento mientras hago un sonido nervioso y veo como el hermano de Adrián entrecierra los ojos muy sospechoso.
—¿Te pasa algo hermanito? —cuestiona mientras pone la mano en la puerta y entra a mi habitación. Vaya privacidad hay por aquí.
—¿Qué me tendría que estar pasando? Todo está normal —digo mientras me trago los nervios y no paro de ver el clóset. Por lo cual el hermano de Adrian camina hasta ahí y lo abre. ¡Lo abrió!
—¿Adrian? —cuestiona mientras me tapo los ojos con las manos pensando en cómo explicarle que una chica está en mi clóset—. ¿Quieres venir con nosotros? Ay amigo, tu habitación está muy desarreglada, deberías ser más ordenado.
Abro los ojos perpleja y noto que en realidad Adrián ya no está en mi clóset. ¡Ay no! Me moriré de los nervios.
—Lo siento, seré más ordenado, lo prometo y mejor vayan ustedes, aún tengo que darme una ducha y no quiero atrasarlos. Que les vaya bien. —Edward me mira un poco desconfiado pero el grito de Jenny lo hace marcharse con prontitud.
—Está bien hermanito, estás muy raro y no quieres decirme qué te pasa. No te preocupes, después hablaremos —dicho eso Edward sale de la habitación. Fiu, nos hemos salvado.
Cuando escucho que el auto ya se ha ido abro la puerta del clóset una vez más intentando averiguar qué ha hecho Adrian para escaparse. ¿Desapareció? Entonces escuchó ruido en el baño y noto que está ahí.
—Ya entiendo por qué era importante la toalla sanitaria —dice mientras se mira el pantalón lleno de sangre. Ay Adrian.
Después de dejar que Adrian se bañe en su nueva casa, le he dicho que iré a mi verdadera habitación para traerle ropa limpia y unas toallas sanitarias. Hago el mismo paso arriesgado de Adrian y me columpio por el pino. Ojalá no se vaya a romper jamás, porque en definitiva no quiero que le pase nada a Adrian, aunque bueno, es más pequeño y pesa menos porque está en mi cuerpo. Cuando me lanzo escucho que el árbol cruje pero gracias al cielo salgo ilesa de la hazaña, entonces entro a la habitación y... es inevitable no comenzar a llorar. Los olores, la familiaridad y los recuerdos llegan a mi mente como un torbellino. Cómo extraño mi casa, extraño mi antigua vida, de verdad quiero solucionar esto rápido. Ojalá podamos averiguar lo que debemos hacer. Pero a la mente me llega el recuerdo de alguien a quien quiero saludar.
Camino sigilosamente por la habitación y llego hasta la jaula de mi pequeño Phillip, quien al verme me mira perplejo, claro que no soy Amy. Pero cuando meto mi mano lo acaricio justo donde le gusta, así es como me saluda poniendo su naricita en mi mano y claro, mordiéndome.
—Hola mi pequeño Philipp. Te extraño mucho, por favor pórtate bien con Adrian. —Cuando miro su jaula noto que está muy limpia, tiene agua y comida como debe de ser—. Parece que Adrian sabe cómo cuidarte. Por favor sé un lindo chico.
Dicho eso comienzo a buscar lo que me trajo hasta mi habitación, entonces recuerdo algo.
—¡Mi diario! —digo en un susurro muy fuerte. No me pregunten cómo lo he hecho pero se puede susurrar muy fuerte—. Por ningún motivo tiene que verlo.
Y claro, no tiene que hacerlo pues su nombre figura miles de veces entre esas páginas. Pero sobre todo no tiene que ver el recorte que hice de la fotografía del equipo de voleibol que salió en el periódico escolar. Evidentemente sólo recorté su rostro y ocupa una página muy especial en mi diario. Por lo cual esto no debe de verlo, así que tomo el diario y lo escondo entre la ropa. Me alegra que Adrian no sea un fisgón, todo sigue intacto aquí.
Entonces escucho ruido en la parte de abajo, además de la risa de mi mamá. Pero no me detengo más a ponerme sentimental, pues regreso a la habitación de Adrian y escucho como cierra la llave del agua.
—Te dejaré la ropa en la entrada —digo mientras abro la puerta un poco y meto la ropa súper rápido.
Aunque obviamente no me importaría ver mi cuerpo desnudo pues lo he visto cientos de veces, ahora se ha vuelto sagrado pues es Adrian quien vive en mi carne. Por lo cual no puedo evitar sonrojarme pues pienso en cómo Adrian está en la otra habitación vistiéndose. Que nervios, ¿qué pensará de mi cuerpo?
—Muy bien Amanda, dime lo que tengo que hacer con la toalla sanitaria. Tengo tu ropa interior a la altura de las rodillas.
—Rayos —susurro mientras me pongo roja de los nervios—. Muy bien, escucha, si quieres siéntate en la taza del baño para que estés más cómodo. Lo que tienes que hacer es sacar la toalla, quitarle la banda del pegamento y pegarla a la ropa interior, haces lo mismo con las alas y las colocas por debajo.
—¿Qué? Más despacio por favor. Apenas estoy averiguando cómo abrir la bolsa. —Después de unas cincuenta repeticiones Adrian sale del baño y le explico que debe cambiar las toallas regularmente—. Muy bien, lo entiendo, tengo que cambiarlas.
—Por cierto antes de que se me olvide. Hoy por la tarde iremos por las cosas que nos hacen falta de la mudanza, tienes que venir conmigo —dicho eso veo como la mirada de Adrian se pone triste, ya que irá por última vez a su antigua casa.
Sin duda confirmo una vez más que cada momento y cada circunstancia nos convierte en lo que de verdad somos: una bomba de tiempo.
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Nota de la autora:
Perdonen, simplemente no pude evitar escribir esto en la historia. Me pareció demasiado gracioso jajajaja. ¿Qué opinan de lo que le pasó a Adrian? Yo estoy totalmente de acuerdo con que daría lo que fuera por no tener la menstruación por lo menos un año jajaja.
Gracias por seguir leyéndome, les agradezco por su apoyo y por su ayuda.
Canción: Timebomb– Tove Lo
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