11. Escombros
Parker
Hidden conduce con la mirada fija a la carretera. El sonido que sale por las bocinas es música clásica y de alguna forma aquello le ha dado un toque bastante tranquilo a nuestro trayecto.
Observo la nieve cubrir como una manta cada árbol de pino a los costados de la carretera, no recuerdo la última vez que me he alejado tanto de mi casa y por eso mi cabeza comienza a llenarse de conciencia culposa al recordar que mi mamá de seguro piensa que estoy estudiando álgebra cuando en realidad estoy yendo al lugar donde ocurrió un asesinato.
—Según la aplicación policial no hay ninguna patrulla en un radio de cinco kilómetros cerca de la cabaña, eso significa que todos están en el Bosque Starlight, así que estamos bien —avisa Gina con la mirada clavada a la pantalla de su celular.
Hidden gira en una entrada al costado derecho de la carretera y puedo observar las vallas de madera, también cubiertas de nieve, guiando el sendero asfaltado que estamos atravesando, la cantidad de árboles de pinos que se despliega ante mi vista es impresionante. Como era de esperarse hay un enorme portón de madera que bloquea el paso a la propiedad, así que Hidden detiene el auto y apaga el motor. Voltea para vernos a ambas en los asientos traseros.
—Ya estamos aquí —dice.
Gina se quita el cinturón de seguridad y yo imito su acción. Nos bajamos del auto y Hidden nos alcanza cuando estamos frente al portón. Meto mis manos enguantadas a los bolsillos de mi gabardina y observo la estructura.
—¿Cómo vamos a ingresar? —pregunto en dirección a ninguno en particular—. Está demasiado alto como para intentar escalar y no trajimos nada para forzar la cerradura de la entrada.
—Comienzo a creer que en realidad esta investigación será un total desastre con ustedes tres —la voz de Bianca hace que los tres giremos a buscarla—. ¿Cómo es posible que planeen entrar a una propiedad privada y no traen las herramientas para eso? —en su mano derecha la chica trae un hacha y a su lado Ted se encuentra sosteniendo un mazo con ambas manos.
El corto cabello azul de Bianca brilla bajo la luz del sol y sus mejillas están coloradas. Ted, por otro lado, luce tan serio como lo recuerdo, mostrando un rostro inexpresivo mientras su cabello negro azabache cae por su frente y un gorro de lana negro sobre su cabeza evita que los mechones se sacudan por el frío viento que se remolinea a nuestro alrededor. Ambos están cubiertos de ropa muy abrigadora a comparación de las nuestras porque seguimos en uniforme.
—¿Hace cuánto llegaron? —indaga Gina.
—¿De dónde sacaron esas herramientas? —prosigue Hidden.
—No es a nosotros a quienes tienen que interrogar, deberían estar aliviados de que por lo menos nosotros sí pensamos en las estrategias. ¿Cómo se supone que iban a entrar? —responde Bianca con tono amargo.
Tiene razón, podemos ser inteligentes, pero unos inexpertos en este tipo de cosas...
Ninguno dice nada, así que Bianca camina entre medio de Gina y Hidden con el hacha en lo alto dispuesta a enterrarla sobre el cerrojo de metal en una esquina del gran portón.
—¡Espera! —grito y me acerco a ella. Bianca voltea y baja el hacha a su costado—. ¿No se supone que este tipo de portones tienen algún circuito de seguridad que alerta a las autoridades si alguien fuerza la entrada?
—Lo tenía —responde Ted. Se acerca un poco a nosotras y señala con el mazo a lo alto del portón en una esquina, al subir la mirada logro ver una cámara de seguridad que está apuntando en nuestra dirección—. Bianca y yo inspeccionamos los alrededores, hay ocho cámaras de seguridad a lo largo y ancho del portón que rodea la propiedad y algunos árboles de pino tienen incrustados sensores de movimiento nocturno, pero todo está desactivado.
—Suponemos que el incendio arruinó los circuitos de seguridad y no han venido a instalar nuevos ya que no debe haber mucho que proteger del otro lado del portón, todavía —dice Bianca.
El clic de una cámara me hace voltear a buscar la fuente del sonido. Gina es la que tiene el celular en dirección a la cámara de seguridad y ha capturado la imagen.
—Tenemos que ir armando nuestro tablero de investigación —dice al notar que todos la estamos observando.
Hidden contempla la cámara de seguridad que se encuentra a lo alto del portón y baja la mirada a los chicos con herramientas.
—¿Por qué esto no parece que fuese la primera vez que entran a una propiedad privada? —les pregunta Hidden sin tratar de esconder la desconfianza que les tiene a ambos.
—¿Te consideras el "inteligente" del grupo y no habías ya pensado ese hecho? —responde Bianca con una sonrisa burlona—. Comenzaré a creer que las que llevan la sensatez son ellas —nos señala con el mentón a Gina y a mí.
Hidden aprieta su mandíbula en un gesto de clara frustración. Bianca lo ignora y levanta el hacha, su mejor amigo no demora en darle apoyo con la herramienta que traía así que en poco menos de cinco minutos el portón suelta un chillido y cede ante los golpes. Ted empuja con una de sus manos enguantadas la entrada y la continuación del camino asfaltado se extiende a nuestros ojos. Dándonos una mirada de costado procedemos en total silencio.
Mientras más avanzamos más es el frenesí desbocado que siento en mi pecho cuando los escombros de lo que parecía ser una enorme cabaña se encuentra frente a nosotros.
—Mierda... —susurra Hidden siendo el primero en mostrar una reacción.
Los clics provenientes de Gina y su celular comienzan a sonar. Bianca y Ted se abren paso por debajo de las cintas policiales que rodean de extremo a extremo la zona.
Hidden abre los ojos, asustado, y noto que da un paso al frente para seguramente gritarles a los chicos que salgan del área, pero soy más rápida y lo tomo del brazo inmovilizando su avance. Sus ojos azules se encuentran con los míos.
—Están mostrando ser de utilidad, Hidden, déjalos indagar.
—Ellos no pueden estar allí, Parker, todo está repleto de cinta policial amarilla y eso significa que es prohibido que los civiles crucen porque hay una investigación activa.
—Sí, esto en definitiva fue hecho por alguien que sabía lo que hacía —Bianca se quita el guante derecho y se inclina para tomar un pedazo de madera quemada.
—Escucha, Sherlorck, eso ya lo sabemos —Hidden la señala—. Todos en este lugar lo saben. ¿Podrían salir de allí los dos?
—No hay nada más engañoso que un hecho evidente... —dice Ted de forma cortante, mirando fijamente a Hidden.
Gina se ríe, porque la respuesta de Ted es de hecho una cita de Sherlock Holmes y por una extraña razón todos parecemos conocerla. Hidden rueda los ojos y yo lo suelto para acercarme más al borde de las cintas amarillas.
Saco de los bolsillos de mi gabardina una pequeña libreta y bolígrafo para comenzar a describir este lugar en ella.
—¿Algo que llame tu atención, Bianca? —pregunto viendo de reojo toda la madera quemada y los escombros carbonizados. Esta cabaña me da la impresión de que estando en pie era tres veces el tamaño de mi casa.
—Esta era una estructura demasiado grande —responde Bianca al ponerse de pie. Deja la madera en su lugar y se vuelve a poner su guante—, quien provocó el incendio sabía lo que haría, es imposible no tener en mente la cantidad exacta o quizás aproximada de gasolina para literalmente pulverizar esta cabaña.
—¿Te resulta familiar? —Hidden pregunta y se cruza de brazos—. Por eso lo dices... ¿Te resulta familiar la forma en la que lo hizo?
—No. Lo que digo es que cada vez que yo quiero incendiar algo, primero me aseguro de contar con lo necesario para hacerlo.
—Entonces... Él ya estaba preparado con toda la gasolina para hacer esto —suelta Gina al acercarse igual que yo al borde de las cintas amarillas.
—Seguramente —Bianca asiente.
—Esto es un laberinto —me quejo—, quién sabe cuánto tiempo pudo haber planeado esto... Quizás compró la gasolina con mucha anticipación.
—O quizás ya la tenía —susurra Gina.
—¿De qué hablas, Gina? —cuestiona Hidden desde su lugar, manteniéndose lejos de las cintas amarillas.
Ella voltea para verlo.
—Hay familias que cuentan con reservas de gasolina —responde—, recuerda que muchos tienen más de dos autos en casa y otros poseen yates o lanchas. Mi padre una vez me dijo que a veces las personas que rentan espacios en nuestros estacionamientos de botes traen consigo galones de gasolina al momento de irse a navegar.
—Tiene sentido —Hidden se lleva una mano a su barbilla en un gesto pensativo—, mi familia es una de esas con reserva de gasolina —admite—. Cada primer domingo del mes vienen colaboradores de la empresa que nos distribuye a rellenar los tanques de reserva en nuestra casa, luego el mecánico de nuestra familia en sus revisiones semanales se asegura de mantener nuestros tanques del auto llenos.
—Esto podría ser un inicio, ¿no? —digo, pero por la cara que ponen Gina, Hidden y Bianca supongo que no.
—¿Te haces una idea de la cantidad de personas que tienen acceso, al igual que Hidden, a grandes cantidades de gasolina? —cuestiona Gina y deja salir un suspiro.
Me giro para observar el área. Ted se ha mantenido muy callado y distante a nuestra conversación, caminando a paso lento por todo el lugar con la mirada a los escombros y la nieve a su paso. Me intriga mucho su forma de ser, jamás he conocido a alguien que parezca saber todo y a la misma vez parezca no saber nada ya que cuando Ted habla parece que sabe hasta lo que desayunaste cinco días atrás, pero cuando se encuentra callado luce ingenuo y de alguna forma escalofriante.
Bajo mi atenta mirada Ted se inclina para levantar madera quemada y la arroja a su costado, mientras que con el mazo rompe otro poco más, no sé qué se supone que está buscando, pero se ve muy determinado a sacar algo de entre los escombros.
—¡¿Qué diablos se supone que haces?! —le grita Hidden al notarlo.
Bianca se aparta de nosotros y hace su camino hasta Ted. Gina y yo nos quedamos expectantes, ya que ahora Bianca ha dejado el hacha de lado y se ha arrodillado para ayudar a desenterrar algo.
—¿Qué es? —pregunta Gina al ponerse de puntillas tratando de mirar, pero por la distancia y su baja estatura no creo que pueda lograr ver algo.
Los chicos se detienen, ambos se paran erguidos y se miran con confusión antes de desviar su mirada a nosotros. Hidden se acerca con expectación parándose entre medio mío y de Gina cuando Bianca y Ted comienzan a acercarse.
—Esto no luce como algo que sobreviviría a un incendio —dice Bianca y levanta un muy pequeño frasco de plástico color blanco hecho témpano de hielo.
—¿Qué demonios es eso? —pregunta Hidden al no identificar la etiqueta que rodea el frasco congelado.
Gina estira sus manos para tomarle una foto y yo trago el nudo en mi garganta cuando en mi mente el sonido de cajas cayendo al suelo me transportan al momento en el que vi esa etiqueta, el martes en la Farmacia de Alfred.
—Son gotas para ojos —informo—. La misma marca que Fénix Russo compró en la farmacia para su novia... Gabriella Lion.
—¿Estuvieron aquí? —pregunta Gina, confundida.
—Al parecer no somos los únicos investigando este asesinato de forma independiente —dice Ted con el mismo tono serio que siempre usa—. Por la capa de hielo que se ha formado a su alrededor, estimo que tiene menos de veinticuatro horas desde que cayó al suelo —Ted eleva sus ojos grises a Hidden—. Tú mismo lo dijiste, rubio, los civiles no pueden cruzar por debajo de las cintas amarillas cuando una investigación está activa, así que ningún policía los dejaría traspasarlas. Quien quiera que sean estas personas que han mencionado, estuvieron aquí ayer y vinieron por cuenta propia.
Hidden inspira de forma sonora y exhala apartando la mirada.
—Vámonos de aquí antes de que alguien nos atrape, en mi casa podremos hablar mejor de esto —dice Hidden—. Además, tenemos un tablero de evidencias que comenzar a armar.
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