Prologo
Los labios de Jane estaban agrietados y secos, miraba constantemente el cielo buscando signos de nubes grises y relámpagos, la polución de la atmosfera la dejaba con un picor detrás de la garganta, deseaba fervientemente un vaso de agua fría, que llenará sus poros resecos y mal oliente.
Pero su casa estaba cerca.
Después de pasar una temporada escondida, viajó por diferentes partes y no se quedaba más de dos semanas en el mismo lugar, viajó, conoció y aprendió tantas cosas que era suficiente sabiduría callejera para una mujer de 23 años.
Adolorida bajó del tren, a esa hora normalmente las personas no salían de sus trabajos, pero el de Jane sí, su trabajo la dejaba agarrotada y más cansada que nunca, ojerosa y con picor en los ojos cuando recién se levantaba, tras pasar casi doce horas bajo tierra, su piel, su pelo y su propio ser olían a todo. Sabia el olor que normalmente desprendían las cañerías, y era a eso a lo que se dedicaba, técnico primero el departamento municipal de cañerías SECCIÓN 43, su labor como de los demás compañeros era administras, tratar, arreglar o cambiar cañerías en mal estado por toda la ciudad, aunque normalmente su trabajo estaba más hacia el sector norte, al sector de los ricos que si pueden costear que arreglen sus cañerías.
Había vuelto Jane a EL POZO hace menos de cuatro años, al lugar donde empezó todo. Y hoy en realidad estaba por cumplir 10 años que su padre había desaparecido y ella huido de su vida para vivir la de otro (si se podía decir, que vivir huyendo de un peligro invisible, era vivir) Jane aflojo el paso y sacó su celular para colocar música.
Our last nihg martillaba en sus oídos cuando un repentino golpe y un alarido la saco de su zona, estaba unos metros para llegar a la entrada y salida de la estación, miró alrededor y no había más nadie, todos se había esfumado como humo, ella sacó con cuidado para ver sobre la esquina y la situación la asustó, dos hombres con trajes golpeaban a una pareja, el hombre rojo de ira y de miedo trataba de abalanzase sobre sus agresores pero sin suerte, los hombres gruñían órdenes y el hombre solo negaba y le contestaba pero lo que decía no era de agrado, la mujer recibió otro golpe y la dejo inconsciente sobre el suelo, Jane se arrincono sobre la pared y trato de pasar desapercibida, escondida, volvió asomar medio rostro a la escena.
Un hombre moreno, sudoroso e iracundo se cernía sobre la pareja mientras sostenía con una mano un arma, la víctima le rogó, le juró que lo que tenía era suyo y se lo entregaba si él lo quería, pero el señor moreno se rio de él y solo jalo el gatillo, un agujero del tamaño una canica se le formó en medio de su frente, su esposa había despertado por el sonido, sofoco un grito, su cara se surcó de arrugas y se vio treinta años más vieja, él hombre del arma no perdió tiempo y haló el gatillo por segunda vez en el pecho, poco a poco el suelo blanco se llenó de un charco de sangre que crecía demasiado de prisa, el hombre sacó su celular dijo algo por él, lo cerro y se quedó viendo los ojos de la señora.
Macabro como lo vio Jane, la señora perdía el brillo y miraba desenfocada a la pared de al frente mientras su pecho se llenaba con velocidad de su sangre, roja, espesa. El hombre moreno y su acompañante satisfechos por su trabajo salieron de la estación, como la mayor tranquilidad y serenidad como si acabaran de comprar unos helados. Hablaron un momento y el sonido de llantas rasgando y virando por la calle le dijo a Jane que ya se estaban yendo.
Ella salió de su escondite y se precipito para llegar junto a ella, pero era demasiado tarde, Jane no lo soportó más, salió corriendo alejándose de ahí.
Había pasado una calle cuando su consciencia la llamaba a gritos, viró en la curva y entro en la primera cabina telefónica.
Sus dedos temblorosos pasaron veloces por las teclas.
Su voz agotada salió nerviosa por la línea.
—Por favor, hay, d.dos, pe-pepersonas muertas en laaa la estación surrrr. Los-los mataron unos hombres armados, creo-o que es-tán muertos.
Llevo el teléfono de nuevo a su base y echo a llorar otra vez.
***
Jane estaba empapada en sudor cuando se levantó al día siguiente. La alarma sonaba y sonaba y no le dejaba concentrar ni un poco de lo que trataba fervientemente de pensar, trago saliva y solo le supo a amargo, hierro y acero.
Se levantó de la cama como de costumbre, arreglo su uniforme, se hizo la comida y salió temprano a otro día común y corriente en el trabajo.
Una Jane con dolor en la espalda, dolor en todas las articulaciones paso derecho por la puerta del tren subterráneo, tratando de evitar la cinta amarilla que su periferia podía detectar, un sudor acusatorio paso rozando su mejilla, coloco sus audífonos y subió a la plataforma y posteriormente al tren que la llevaba directamente a su trabajo.
Jane estaba más callada de lo normal, no molestaba, no jugaba, no lanzaba chistes a diestras y a siniestras, permanecía quieta y mirando la nada.
Jordan la quedó mirando, en realidad mirando, se acaba de mirar las botas como diez veces y más triste de lo normal.
— ¿Algo va mal?—Jordan se ajustó las botas.
—No— Jane encogió los hombros—solo que el mundo está más terrorífico y frio que antes. Eso apesta.
—Te comprendo, también me dio escalofríos la noticia de la pareja asesinada en el tren, a mí también me heló la sangre esa noticia, saber que la gente es como un pedazo de carne que solo pueden vaciar un cartucho, me pone nervioso. No quisiera ser tú, sé que tomas ese tren.
Jane se heló y abrió ampliamente los ojos mientras miraba como casualmente armaba su equipo. Jane se despertó del estupor y siguió haciendo lo mismo. El resto de sus compañeros perdieron el interés de la conversación y esperaron en las bancas por el ingeniero. El cual no llego tarde.
ᵜᵜᵜ
Estaba de nuevo en la plataforma, eran pasadas las diez de la noche y no tenía muchas ganas de nada, se sentía más cansada de lo normal y la conciencia más pesada. La plataforma estaba callada como siempre, pocas personas salían a esa hora, como era viernes, los jóvenes les gustaba disfrutar de una noche en la ciudad del pecado, sabiendo lo que encontraran, sabiendo las cosas que rodeaban, las chicas de norte se pavoneaban en esos vestidos y mini faldas y tacones altos y a primera vista, caros.
Paseando con sus bolsos caros, no era un buen lugar para andar con eso, Jane siguió caminando, las chicas riendo salieron del tren junto con ella, siguieron riendo y charlando por lo bajo, hablando de cosas sin importancia y sobre las cosas que querían hacer.
Caminó media cuadra cuando las chicas se detuvieron en frente de una de las discotecas clandestinas que cambiaban constantemente de lugar, los Rogue. Les decían así por el pequeño dueño, no tenía menos que su edad, para poner un pie en ese lugar es como poner un pie en el infierno. Jane sabia de eso.
Siguió caminando, la noche estaba fresca y la capucha de su chaqueta dejaba casi todo el frio por fuera, la fina capa no la iba a proteger de a mucho si empezaba a llover, coloco sus audífonos y siguió caminando, AC/DC sonó de nuevo, no se acordaba haber dejado el reproductor en esa canción en específico, pero sincity sonó con una gracia elocuente y significativa que una vez Jane no pensó que fuera cierto.
Ac/dc en algunas ocasiones tenía un don con las predicciones.
No acababa la canción cuando abrió la puerta de su apartamento, las luces encendidas para que no se sintiera como que a cada esquina un loco psicópata la esperaba, dejo su mochila en el sofá y abrió la puerta sin quitarse los audífonos, saco una cerveza y contó si eran suficientes, en efecto no lo eran pero ya era tarde y no se arriesgaría, menos con lo que había visto anoche.
Jane estiro las piernas en la mesa central y prendió la televisión.
Una mujer morena salió claramente hablando de la noticia y la repetición de las once de la noche, Jane se terminó la cerveza de un tirón y cambio la canal, friends proyectaba, las voces llenaron y resonaron en el apartamento casi vacío.
Jane no pudo esperar más, se desesperó, le escocían los ojos y solo se quitó la ropa y se metió a la bañera, encontró un poco de paz y escuchó la tv.
Se colocó una camisa holgada y ni se molestó en colocarse ropa interior o apagar la tv.
Eran pasadas las doce del día cuando Jane logro por fin despegarse de la cama, no le escocían los ojos, pero los sentía pesados y su cuerpo magullado caminó al baño y luego a la nevera mientras sacaba la leche, el pan y un poco de jamón.
No tenía muchas cosas por hacer en su día libre, solo hacer compras y kilos y kilos de ropa por lavar, se había sentado en su diminuto comedor plegable cuando azotaron la puerta de su apartamento. Jane aliso un poco su cabello y no se molestó en ocultar su parcial desnudez cuando abrió la puerta.
Un hombre joven que no sabía a donde mirar mientras se aclaraba la garganta. Blanco y de mejillas rosadas hablo profundo.
— ¿Señorita Jane? Yo, soy Chaol William, soy detective del departamento de crímenes violentos.
Jane ladeo la cabeza y lo miró como si estuviera perdiendo el tiempo.
—Muéstreme su placa detective.
Él saco la cartera negra de cuero que adornaba a los policías.
Jane abrió la puerta y saco la cabeza mientras miraba para todos los lados, abrió más la puerta y le indicó al policía que entrara.
Jane cerró la puerta y no se molestó en hablar mientras se sentaba en la mesa de nuevo. Chaol la miro desde su altura e incómodo mientras sacaba su bolígrafo y su libreta.
—Siéntese señor Chaol, no creo que a su edad sepa que no crecerá más, ¿le molesta si desayuno?
El detective siguió su delicada orden mientras negaba con la cabeza.
—Entonces detective, sé la razón por la que esta acá, me imaginaba que tarde o temprano los tendría en mi puerta, aunque no pensé que se fueran a demorar tanto.
Jane mordió el sándwich y tomo café con leche mientras Chaol tragaba fuerte.
Internamente Chaol estaba en una batalla entre mirar a sus ojos o la curvatura de sus hombros o más abajo mientras se inclinaban a mordisquear su comida, estiro el cuello de su camisa, se estaba sofocando mientras presionaba su polígrafo.
Se aclaró la garganta. —Recibimos una llamada anónima en el sector sur cerca de la estación conjuga al sitio del crimen. Las cámaras de seguridad de la calle la identificaron...
Jane manoteo al aire y conto su palabrería mientras se levantaba de su silla.
—Sí, fui yo, ¿puede seguir por favor? Antes ¿desea algo de tomar, agua, café, jugo de naranja?
Chaol se sonrojo y desvió la mirada mientras su camisa holgada que acariciaba las comisuras de su trasero se levantaban al doblarse así misma hacia refrigerador. Podía pedir, especialmente ese jugo porque ella se demoraría en buscarlo, el jugo de naranja que desde donde estaba perfectamente colocado en la parte inferior, solo tendría que agacharse un poco y la vería completamente, porque Chaol estaba más que seguro que no tenía nada debajo de ese camisón blanco casi trasparente que se ponía para dormir.
Chaol sacudió la cabeza.
—No gracias estoy bien. Pues este es el asunto señorita Jane, usted sabe que las políticas de nuestro departamento nos permite no solo investigar su vida sino que advertirle en la situación en la que se encuentra, como testigo de un homicidio tiene ahora obligaciones con nuestra investigación una testigo como usted nos pondrá ayudar muchísimo además de la lamentable situación en que se encontraba. Así que, ¿qué nos puede contar de esa noche?
Jane sentó de nuevo en la misma silla, cruzó los brazos.
—Bueno, recuerdo salir del tren, no había muchas personas, en realidad no había nadie ahora que recuerdo, recuerdo que estaba cansada lo único en lo que pensaba era en llegar a casa tomar un baño y tomar cerveza, me coloque los audífonos coloque una canción y solo caminé hacia la salida, no había terminado de guardar mi celular cuando escuche gritos, me los quite de nuevo y escuche cada maldita cosa, lo que les dijo, el hombre le rogo, le juro y le prometió cosas, el asesino solo se rio, hablo por el celular y solo se fueron...
Chaol se tensó.
—Espere, espere, dice "¿se fueron?"
—Sí, eran dos hombres quien estaban ahí.
Chaol se pasó las manos preocupado por el cabello bajando la nuca. Esto cambia muchas cosas.
—Entonces, ¿si le pido que los identifique los recuerda bien como para hacerlo?
Jane se levantó tan apresuradamente que levanto la mesa.
—No. No los recuerdo, lo único que recuerdo es el agujero que tenía en la cabeza y en el pecho.
Chaol la miró, había terror innato inundando sus ojos, estaba aterrada, quien en este mundo se colocaría entre la espada y la pared por si solos. No la culpaba en realidad.
Chaol se despidió cortésmente.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top