#1: El ojo GRIS

Mi nombre es Elizabeth, tengo el pelo castaño y rizado, difícil de peinar. Soy feliz, pero ... aunque me es difícil, creo debo contarles, una parte de mi historia.

Todo comenzó una noche de fiesta rumbo a mi casa. Todo iba bien hasta que sentí que me observaban, volteé hacia todos lados para percatarme de que estaba sola en una calle vacía, seguí mi camino, pero la sensación permanecía, aceleré el paso ya teniendo mi casa a la vista, solo pensaba en llegar. Relajarme y olvidar el miedo que había sentido, estaba a punto de entrar cuando repentinamente sentí que alguien me ponía un pañuelo en la boca con un líquido que era desconocido para mí. A los pocos segundos mi visión se nublo caí al suelo quedando inconsciente.

Desperté, en un lugar desolado, escuchando sollozos de una chica, intenté levantarme para saber que ocurría, dándome cuenta que mis brazos y pies estaban atados con cuerdas muy gruesas. Al mirar el techo pude ver que había humedad y pude ver que el lugar en el que estaba, tenía un aspecto muy lúgubre.

Seguía escuchando sollozos así que giré la cabeza y descubrí que había más personas a mi alrededor, con sorpresa vi que solo eran chicas, que todas presentaban golpes y lastimaduras. Lentamente se abrió la puerta de la habitación mostrando una imagen que nos llenó de miedo, la sombra de un hombre estaba en el marco de la puerta, su ojo izquierdo el único con el que el veía, brillaba con furia y violencia mientras una sonrisa tétrica desfiguraba su absurda y destruida faz.

Camino entre las mujeres asustadas marcando su camino hacia donde yo me encontraba, con fuerza me tomo de los brazos y casi arrastras sin fijarse en mi dolor y mi miedo me saco de la habitación, pude ver los pies del hombre al que me iban entregar y entre mis lágrimas y mi miedo escuchaba su negociación.

- ¿Cuánto quieres por esto? - dijo mientras me señalaba como si fuera un pedazo de carne en un aparador.

- No lo sé – respondió el hombre del ojo gris, mientras que me deja a los pies de su cliente como un trapo- llévatela y luego vemos tu deuda – le dijo al mismo tiempo que se daba la media vuelta olvidándose de mí.

Este nuevo hombre me tiro por el cabello para que me levantara y a medio caminar me llevo a la misma habitación donde estaban las demás mujeres, las cuales al ver quien me llevaba se pegaron contra las paredes lloraban, gritaban, al mismo tiempo que este sujeto me tiro al piso, me desgarraba el alma, me rompía la ropa con la fuerza de sus brazos y yo me defendía y el como si dejará caer un mazo sobre mí su puño se cerró en mi mejilla dejando ver un hilo rubí, yo me quede inmóvil mientras desgarraba mis entrañas y mi alma se partía queriendo olvidar su destino.

Al terminar el me dejo tirada en el piso como una muñeca rota, las lágrimas corrían por mis mejillas y mi garganta gorgoreaba gritos apagados de humillación, dolor e impotencia. Sentía que mi corazón quería salir, pero mi mente se perdía, de reojo vi unos pies desnudos que se me acercaban despacio, lento fui subiendo mi mirada con miedo y vi una chica pelirroja, pecosa, despeinada, con sus ropas rotas, pero con un brillo de voluntad en los ojos.

Ella me acerco un pañuelo para que yo me limpiara las lágrimas como si me limpiará el alma, se sentó a mi lado, mientras las demás también recuperaban su aliento.

De repente como si platicará con el viento, me dijo que aquel hombre de sonrisa torcida y ojo gris se llamaba simplemente Smith, de el cual me dijo ella, - con ira en sus palabras y fuego en sus verdes ojos que buscaban venganza-, que era un hombre repulsivo, peligroso y sin escrúpulos.

Ella se llamaba Ariel, era una chispa de fuerza en este terrible encierro.

Pasaban los días y yo veía como salían chicas a complacer a estos cerdos grotescos impregnados de alcohol, dinero y lujuria que tenía la triste necesidad de jugar a ser dioses y saciar sus impulsos con jóvenes moribundas e indefensas, había días que algunas no regresaban y nos enterábamos que sus cuerpos eran arrojados al río o a la fosa común, otros días algunas regresaban mutiladas y torturadas, otros días llegaban "gallinas" nuevas como ellos decían. Y el coraje se apoderaba de mis entrañas ya que no solo habíamos mujeres, muchas eran apenas unas niñas que seguían juagando con muñecas y olían a leche.

Un día le toco a Ariel cumplir con la nefasta tarea... cuando regreso estaba sangrando con un ojo casi cerrado por los golpes y su ropa escurría sangre, como pude la limpié, al empezar a hacer esto vi como a través de la única maldita ventana de la puerta, por donde pasaban lo que ellos llamaban comida, Smith y su infame ojo me observaban, sentí como si mil flechas calientes se clavaban en mí. Fuego obscuro me salía desde las entrañas.

- Tenemos que matarlo. - fueron mis palabras sordas, y vi como Ariel me miro con su ojo bueno y este brilló.

Pase dos días pensando cómo acabar con este delirio, así que solo permiti que aquel virus que ya había corrompido mi alma, se encajara en mi mente alimentándose de su fuerza y de mi miedo.

Decidí seducir a Smith, volverme su amiga de confianza, en su objeto del deseo y acabar con este perverso juego.

Pasaron los días yo dejaba que el viera lo que quería ver. Un poco de mis piernas, una parte de mis senos, una sonrisa, una caricia en su espalda, dejaba la puerta abierta mientras me tiraba agua para que el me viera entre la puerta, sin sospechar lo que yo pensaba.

Una noche cuando todas descansábamos en nuestro pedazo de suelo mal oliente el abrió la puerta y con una patada me despertó, me jalo del brazo y ¡grito riéndose- esta noche me complacerás a mí !!!-

Fui sumisa y sin quejas.

Le permití que jugar conmigo a su antojo, Mientras observaba todos los puntos de la habitación, vi como un trozo de espejo estaba en un lado de la mesa. El muy cerdo se quedó dormido mientras mi cuerpo asqueado estaba todavía pegado a él.

Con un movimiento rápido jale el espejo, y lo alce con ambas manos por encima de mi cabeza, el abrió los ojos como dos puercos platos, pero fue muy tarde ya que se lo clave en el corazón hasta que espuma sanguinolenta le salía por sus labios.

Yo empecé a reírme triunfante, corrí hacia donde estaban encerradas mis compañeras de desgracia y así empezó en calvario para salir de allí, los celadores que trabajaban para Smith al ver que estaba muerto y nosotras libres, quisieron disparar, pero entendieron que nada nos pararía.

Yo tome una pistola del piso de uno de ellos. Ayudando a mi amiga y hermana Ariel a caminar ya que todavía no se reponía de la última sesión.

Al estar afuera note un vacío y depresión en mi alma por lo sucedido, pero también una gran paz, porque sabía que mi cuerpo era libre, mi cuerpo.

Corrí con todas cuando por fin llegamos a un lugar donde yo sabía que ella estaba a salvo la abrace y le dije – Se feliz, se libre, que tu chispa nunca muera-

Y con estas palabras me volé la tapa de los sesos buscando mi paz y dejando una gran mancha roja en el piso junto a mi cuerpo inmóvil y una pistola solitaria.

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