34•

El día permanecía caluroso como nunca antes. Jimin corrió escaleras abajo con un bolso en su espalda y una espléndida sonrisa estirando sus risueñas mejillas.

Había despertado sumamente temprano aquella mañana, y es que la emoción convulsa que acarreaba a su cuerpo le hacía sentir unas incontrolables ansias. Era sábado y estaba preparado para tener un fin de semana por completo fantástico.

— ¿Llevas bolso? — Yoora echó un vistazo curioso a su hijo cuando llegó al salón. Ella se encontraba arreglando el florero y los ojos mieles de inmediato se deleitaron con las preciosas flores que trataban las manos de su madre.

— Sí. Mami... Pasaré el fin de semana en la casa de Kookie, si no te importa — dejó saber, por completo tímido.

La postura de la mujer de inmediato se irguió y sus ojos lo observaron con agudeza. Jimin permanecía en la misma posición, con sus manos juntas y la boca ligeramente torcida a la espera de una respuesta agradable.

Yoora podía sentir la presión engorrosa absorberle el pecho, y es que aunque durante todo el tiempo transcurrido habría aprendido a tratar con Jeon Jungkook , ella no estaba cien por ciento segura. Y juró que nunca podría estarlo.

Lo había conocido, sabía que era un buen hombre, pero sin duda alguna la cuestión de ver a su hijo crecer le retorcía las entrañas de una desagradable manera. Evidentemente, sus peores pensamientos estaban volviéndose reales a medida que el tiempo pasaba, y es que Jimin estaba perdiéndose.

Realmente se estaba alejando de su lado.

Forzando una sonrisa en sus labios y evitando volver a los tiempos en que arruinaba por completo la felicidad de su hijo, ella asintió dudosa, y admirando la plena sonrisa que de inmediato estiró los labios rosados, se sintió mucho más tranquila.

— Me agradó la familia de Jungkook , cariño. Quería que lo supieras — soltó ella, sincera. Sabía lo feliz que estaba Jimin después de haberlos conocido, y recordaba con exactitud todas las palabras lindas que le dijo sobre ellos. Esperaba que él estuviera exagerando, pero al conocerlos se llevó una enorme sorpresa, y es que eran exactamente como su hijo los había descrito.

Dulces. Demasiado dulces.

De alguna manera, eso le confirmaba que Jungkook no era nada más que demasiado bueno, y por momentos, se arrepentía de su actitud anterior con el pelinegro. Había sido egoísta e insolente, y ni siquiera le había dado una oportunidad.

Supo que la tranquilidad ahora era mayor, pero sin embargo, no podía contener la desesperación que la inundaba cada vez que Jimin se quedaba más tiempo del necesario en la casa de su novio.

De igual manera, ella se prometió no parecer más una psicópata, y tomando una respiración profunda, supo que debería seguir confiando en Jeon Jungkook .

Si tenía suerte, él siempre cuidaría de su bebé.

(...)

El rubio achicó los ojos, observando más allá y tratando de luchar contra los rayos de sol que lo cegaban. Cuando admiró la alta y delgada figura de Bogum acercarse, evitó rebotar sobre sus pies y sonrió de una manera agigantada.

No llevaba allí más de cinco minutos. Jungkook estaba unos metros alejado, comprando un cono de helado para cada uno, y cuando notó la nueva presencia que arribaba en el espacio personal de su pequeño dulce, chirrió los dientes con cólera y se apresuró a llegar a su lado.

— Aquí tienes, mi amor — murmuró, un tono que desquició inmediatamente al rubio, quien ya había saludado tiernamente a Jimin.

— ¡Muchas gracias, Kookie!

— Bueno, ¿nos vamos, dulzura? — Bogum cuestionó, poniendo los ojos en blanco y admirando la mandíbula del mayor apretada. Sonrió apenas, viéndose compensado por la preciosa mueca que le regaló Park.

— ¿Seguro que estarás bien, dulce? — Jungkook susurró a su oído, la plena inseguridad sofocándolo de una manera terrible. Sentía los nervios a flor de piel y es que increíblemente, no entendía cómo rayos habían llegado a esa situación.

¿Por qué su novio saldría con otro chico?

— Estaré muy bien, Kookie. Lo prometo — le respondió, estirando su meñique de una manera aniñada. Jungkook sonrió de medio lado al engancharlo con el suyo, y suspirando serenamente, echó un prejuicioso vistazo al chico que esperaba a su lado. Prendido en celos.

Y no conteniéndose, cogió el mentón del más pequeño y le plantó un beso lo suficientemente demostrativo. Uno que le hiciera entender a Bogum que estaba perdiendo su tiempo, ridículamente.

De igual manera, fue terrorífica la idea de apartarse de Jimin, y obligándose a no mirar atrás, entró en su auto y suspiró coléricamente. No podía entender con exactitud qué lo había llevado a aceptar aquella salida, más que, por supuesto y como antes mencionó, él no quería ser un novio privativo y psicópata. Jimin era libre, pero eso no significaba que a Jungkook le gustaran las cosas que el más pequeño aceptaba hacer. Aunque sabía que era perfectamente capaz de detenerlas con un simple 'no'.

Las cosas habían resultado difíciles, pero aun así, Jungkook no podía hacer nada más que esperar. Esperar todo el día, hasta que su pequeño dulce volviese sano y salvo de las garras de aquél presumido Bogum.

— Espero que no te moleste, pero hubo un cambio de planes — el rubio dijo mientras caminaba a la par de Jimin. Éste había terminado su helado y tan sólo miraba el camino ansioso. Juró que no estaban yendo al centro comercial.

»— ¿Te importaría que veamos la película en mi casa?

Los ojos mieles del rubio de inmediato admiraron el inmaculado rostro del ojimarrón. Bogum mantenía una sonrisa excepcional en sus labios mientras que su paso desinhibido lo hacía sentir relajado, y de una manera catastrófica, escuchó resonar sus latidos fuertemente.

— Yo uhm— supongo que no h— hay problema, Bogum — inseguro, juntó las yemas de sus dedos. Sabía muy por dentro que Jungkook no estaría de acuerdo en lo absoluto con aquella idea. Pero de inmediato sacudió los pensamientos atosigantes que lo hacían volverse un mar de confusión.

— Genial, dulzura, porque es lo que haremos.

Y cogiéndolo del brazo, continuó con sus pasos tranquilos. Ésta vez, guiando al pequeño rubio por las calles que llevaban directo a su hogar.

Jimin logró reconocer el lugar de inmediato, pero sin tanta gente llenando la casa como en la fiesta, lograba verse mucho más grande y espaciosa.

Sonrió de manera rápida al recordar esa noche. Había sido su primera fiesta, y a pesar de que todos los que lo rodeaban parecían haberse preocupado por él, la había pasado muy bien.

— Me gusta estar en tu casa de nuevo — el ojimiel comentó, admirando todo a su alrededor antes de tomar asiento en el sillón. El castaño disparó sus cejas hacia arriba, y recordando fugazmente lo mismo que el menor, rio— . Es muy linda y woah, tan grande.

— ¿Recuerdas cuando viniste a la fiesta? — Cuestionó, sabiendo de sobra la respuesta. Caminando hacia la cocina, cargó las bolsas de dulces que habría comprado antes para la ocasión.

— ¡Sí! Fue mi primera fiesta, estaba muy nervioso — relató— . Normalmente no soy como— no soy como tu grupo de amigos.

— Lo sé, por eso estás aquí — dejó saber, llegando al lado del rubio y depositando las bolsas en la mesa ratona— . Y no quiero nunca que seas como ellos... Así ya eres perfecto.

Jimin de inmediato desvió la mirada, por completo avergonzado. Sentía sus mejillas a punto de explotar, y pasando una mano por el copete de su cabello, acomodando la corona de flores, mordió el interior de su labio. Bogum lo observó todo, y eso sólo lo hizo sentirse más y más deseoso.

»— En la fiesta te fuiste muy pronto — prosiguió, no queriendo dejar pasar el tema. Los ojos mieles vagaron por el ojimarrón, quien pronto se ocupó en buscar las películas dentro de un cajón. Jimin encogió los hombros, tratando de recordar.

Jin se lo había llevado muy repentinamente del lado de Bogum.

— Oh, sí — sacudiendo la cabeza, habló— . Jin es muy loquito a veces... Yo le dije que tú sólo querías llevarme a tu habitación para que durmiera un poco porque— uhm, me sentía muy raro.

Y no pudiendo contener la nueva sonrisa que estiró sus mejillas, Bogum lo volvió a observar. Y esta vez supo que era hora de poner sus cartas sobre la mesa.

— Eso era justo lo que quería hacer, corazón.

Mediante la tarde transcurría, las películas se reproducían en el gran plasma que adornaba una esquina del salón. En ocasiones, Jimin se había perdido en sus pensamientos, recapacitando sobre el comportamiento que tenía Bogum y permitiéndose divagar deliberadamente sobre lo que el rubio le daba a entender.

Como antes había dicho, el estar con Jungkook lo había hecho madurar de una manera increíble, aunque a veces no se lo creyera, pero de igual manera y aunque siguiese siendo superado por su descomunal inocencia, Park comenzó a notar que había algo en la actitud de Bogum. Y lo que más logró perturbarlo, es que siempre lo hubo.

Pero él nunca se había dado cuenta.

Acomodándose en el sillón cuando la película terminó, Jimin pudo notar por medio de un ventanal que la noche había llegado, y echando un ligero vistazo al chico a su lado, aclaró su garganta. Quería volver con Jungkook , y sentía que ya había pasado mucho tiempo con Bogum para merecerse su aclamado perdón.

— ¿Te ha gustado la película, bombón? — Cuestionó, un tono asaltante que sorprendió los oídos del más pequeño.

— Estuvo buena — dejó saber, encogiendo el cuello cohibido. Podría jurar que aquél tono sonaba bastante coqueto. Justo como el que utilizó el día de la fiesta en aquella casa— . Yo creo que..., debería irme.

— Oh.

— Me gustó mucho pasar tiempo contigo, Bogum, pero es tiempo de que vuelva con Kookie — declaró, mirando sus manos por escasos segundos. Cuando escuchó un bufido fastidiado abandonar la boca contraria, lo miró.

»— ¿E— estás enojado? ¡No quiero que te enojes!

— No, es sólo que... — Negó, mordiendo su labio con convicción y sonriendo prontamente. Jimin no supo si sentir alivio o proseguir con su reciente preocupación, pero ni siquiera tuvo tiempo de hacer algo al respecto.

Cuando abrió los ojos con impresión, Bogum había chocado sus labios juntos. Un movimiento rápido que le arrebató el aliento y le aceleró los latidos dramáticamente.

»— Me gustas, Jimin.

Tomando una poca distancia, los ojos marrones se posaron en los de color miel, y cuando el rubio pareció caer en cuenta de lo ocurrido, se corrió lo máximo que el sofá le permitió. Temblando, alejándose de él.

— ¿Q— qué? Tú— no...

De inmediato, una presión engorrosa atando su estómago. Sus ojos se abrieron lo suficiente como para percibir el gélido aire hacerlos arder, al mismo tiempo que los sentía ponerse aguados. Bogum admiró su reacción con una mueca torcida, confundido y prontamente angustiado, y cuando el más pequeño se llevó las manos al cabello, pareció perder el aire.

No sabía qué pensar y le resultaba difícil llevar la enorme confusión que se había postrado en su cabeza. Nunca había tenido tantos sentimientos revueltos, y al momento en que el pánico comenzó a invadirlo fugazmente, jadeó con dolor, pensando que catastróficamente, había besado a otro chico que no era su novio. Así no hubiere sido su intención.

— ¿Estás bien, cariño? — Bogum interrogó, intentando coger su mano, pero Jimin de inmediato saltó. Demasiado temeroso como para siquiera pensar bien sus movimientos.

Y no pudiendo sacar nada de su boca, salió rápido de allí. El corazón latiendo retumbante en sus oídos mientras que sus pies lo guiaban fuera de la casa.

Nunca había sentido tanto miedo, y a medida que sus pasos se prolongaban, la preocupación en su pecho crecía de una manera mordaz. ¡Se sentía injustamente culpable! Y no sabía qué hacer para deshacerse del terrible sentimiento.

Cuando el taxi que había tomado lo dejó ante la casa de su novio, el llanto ya se había desatado, y al momento en que el pelinegro abrió la puerta, sintió su corazón hacerse añicos.

Los brazos fuertes de Jungkook atrayéndolo en un abrazo fugaz, y las lágrimas pesadas del rubio mojando la liviana camisa que el mayor llevaba puesta.

— L— lo siento m— mucho, Kookie. No fue— yo n— no quería hacerte eso — lloró, plenamente desconsolado y sólo aumentando la desesperación que invadió el cuerpo de Jeon.

Jungkook no podía pensar con extrema claridad, y ver a su pequeño dulce tan roto logró enloquecerlo de mil maneras. ¿Qué infiernos había ocurrido?

— ¿Qué sucedió, Jimin? ¿Por qué dices esas cosas? — Logró pronunciar, luchando contra los pensamientos irracionales que vadeaban su cabeza.

Temía escuchar algo que, de una vez por todas, lo hiciera enloquecer.

— Bogum — sólo dijo, y sintiendo como los puños del ojiavellana se apretaban con fuerza, exhaló con dramatismo— . Él m— me dijo que le g— gusto y...

»— Y me besó, Kookie. ¡Pero yo nunca quise, y— yo...!

Y dejando de escuchar en aquel justo momento, Jeon apretó los párpados con extrema fuerza, no pudiendo contener la explosión de cólera que inmediatamente lo acarreó.

Despegándose del rubio, Jungkook sintió el calor quemarlo, y admirando la mueca dolorida que poseía el rostro de su novio, buscó las llaves de su auto. Los orbes miel asustadizos, admirando los movimientos toscos que el mayor propiciaba, y tragándose su propio aire, sintió el casto beso que el pelinegro le dio en la frente antes de pasar por su lado y salir por la puerta.

— ¿A d— dónde vas, Kookie? — Preocupado, limpió sus mejillas con el dorso de la mano. Jungkook caminó hasta abrir el auto, el enojo notándose a millas de distancia

— Espérame aquí, dulce — intentando no flaquear, Jungkook tragó en seco.

— N— no.

— No quiero que veas esto — declaró. Pero fue inútil, pues sabía que el testarudo rubio sería incapaz de acatar aquella orden. Cerrando la puerta, corriendo hacia el auto y metiéndose en él, admiró la mandíbula apretada de Jungkook cuando se adentró en la autopista, y cerrando apenas los ojos, intentó permanecer tranquilo.

»— No quiero asustarte.

Jeon habló. Voz ronca mientras sus nudillos se ponían blancos sobre el volante. Escuchaba los hipidos de Jimin erizándole la piel, y cada segundo que rememoraba las palabras del menor, una desagradable imagen se creaba en su cabeza.

Era hora de destrozar al jodido Bogum, y cuando el enojo comenzó a cegarlo, supo que era demasiado tarde.

— Vas m— muy rápido, Kookie — apenas logró murmurar el menor. Pero Jeon hizo oídos sordos, porque él estaba concentrado en otras cosas.

Y lo siguió estando cuando pasó un semáforo.

Y no notó que otro auto venía en dirección opuesta.

Y sólo sintió el tremendo impacto, seguido del estridente grito que su precioso dulce dejó salir.







N/A: Ya me falta poco por terminar con esta historia. Así que soporten un poco más la espera.
Ha sido muy diferente de las otras mías, pero igual espero que les haya gustado.

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