07•

Los días pasaban tan veloces, que la cabeza enamoradiza de Jimin siquiera los notaba. Había aprendido a permanecer en las nubes, más de lo que anteriormente solía estarlo, y también se habría acostumbrado a los suspiros ridículos que escapaban de su boca cada vez que su memoria rememoraba las preciosas fotografías que almacenaba de Jeon Jungkook .

Desde la vez que pasearon por la playa, la relación se volvió más sentimental. Ellos hablaban seguido, mediante mensajes de texto o llamadas nocturnas, en las cuales el rubio se delataba más y más, y también, donde Jungkook ganaba terreno confesándole todos y cada uno de sus sentimientos. Aunque prácticamente conocieran los pensamientos del otro, ellos no se habían atrevido a ir más allá de tiernos abrazos y besos en la mejilla; tampoco habían traspasado el límite de un "te aprecio, me alegra haberte encontrado".

Y aquel hecho no era por falta de ganas, porque desde luego, era el deseo de ambos. Tan sólo, y tomando en cuenta el escaso tiempo que habían pasado juntos después de aquel día, debido al trabajo y los estudios, no habían logrado coger la suficiente confianza con ellos mismos, como para decirse un exagerado y amoroso te quiero.

Las ansias del rubio habían dominado por completo su cuerpo, deseando poder pasar la mayor parte de su tiempo junto con el pelinegro, y anhelando que éste quisiese exactamente lo mismo para con él. Jungkook era sumamente lindo, lo trataba muy bien y sabía cómo hacerlo sentir especial; en ocasiones, Jimin temía ser demasiado torpe para el hombre, y con fallidos intentos, procuró lucir un poco más maduro e interesante.

Por supuesto, lo que Jimin no sabía era que, así tal cual, Jungkook lo consideraba la persona más interesante del mundo entero. Y comenzaba a ser también, una de las más importantes.

El rubio había esquivado todas y cada una de las conversaciones pendientes con su madre, y tampoco se había dignado a decirle algo a sus amigos con respecto al hombre del que se encontraba enamorado; pero aquel hecho dejó de parecerle importante cuando el pelinegro terminó por dominar su completa anatomía, haciéndolo sentir como un íntegro subordinado y capaz de hacer cualquier cosa que Jeon quisiese. Estaba irremediablemente enganchado, y sabía que a pesar de lo que pudiese ocurrir a futuro, posiblemente siempre lo estaría.

De todas maneras, Jimin sabía que aquel silencio que mantenía, se tendría que terminar en cualquier momento. Cuando Yoora irrumpió en su habitación sin pedir permiso y con las cejas arqueadas de manera tristona, el rubio supo que la hora había llegado.

Intentando parecer tranquilo, y prosiguiendo con la tarea que se encontraba confeccionando (la cual consistía en tejer coronas), aclaró su garganta. Los ojos amelcochados posándose en la figura de su madre, quien se acercaba paso a paso hasta dejarse reposar en la acolchada cama, y la curiosidad haciendo mella en el cuerpo del rubio.

— ¿Hola? — Jimin dijo, una sonrisa ladeada estirando sus labios cuando sintió el silencio volverse realmente incómodo— . ¿Pasó algo, mami?

— No... — Dejó saber, mordiendo el interior de su mejilla y admirando los montones de flores que yacían regadas en la cama del menor— . ¿Jazmines?

— Uh, sí — sonrojado, Jimin irguió la espalda. Sus ojos apartándose de la otra figura, y sus mejillas coloreándose levemente— . Jungkook me las regaló. ¿Son hermosas, no crees? ¡Nunca tuve una coronita de jazmines!

— ¿ Jungkook ? — Interrogó, un tono interesado. Cuando las perlas mieles se posaron en las de la mujer, y ésta notó el rosado que predominaba en el rostro de su hijo, se incomodó. Jimin asintió, emocionado— . Vaya..., primero margaritas, ahora jazmines. ¿Qué será la semana próxima? ¿Rosas rojas?

— ...No lo sé — no notando la ironía en el tono de su madre, él sonrió. Yoora entrecerró sus ojos, relajando la tensión que recaía sobre sus hombros y soltando un suspiro agotado.

— Tengo que hablar contigo sobre esto, Jimin — murmuró, mordiéndose la lengua.

— ¿Sobre qué?

— Sobre esto, ¡todo esto! — Señalando las flores, pareció exasperada. El rubio observándola con confusión, y sus manos abandonando el trabajo en el que se habían mantenido entretenidas.

— No entiendo... ¿qué es "todo esto"? — Preguntó, juntando las yemas de sus dedos, y no variando su mirada llena de incertidumbre.

— Bien, cariño — soltó, un jadeo desesperado— . Estoy preocupada por ti, ¿sí?

— ¿Preocupada? ¿...Por qué? — Inseguro, Park entrecerró los ojos, no comprendiendo en absoluto la actitud tan extraña de su madre— . ¿Pasa algo conmigo que no sé? ¡¿Voy a morir?!

— ¡No, Dios! — Agitada, Yoora abrió mucho sus ojos, cogiendo las manos del menor y besándolas apresuradamente. Jimin soltó el aire retenido, encogiendo su cuello cuando sintió nuevas ansias hacerle doler el estómago— . Verás, amor..., supongo que nunca me vi en la necesidad de hablar contigo sobre las relaciones amorosas, pero realmente debí haberlo hecho.

— ¿Lo dices por Jungkook ? — Intentando procesar la información adquirida, Jimin sonrió nuevamente cuando la imagen del perfecto pelinegro surcó por sus pensamientos— . No te preocupes por eso, mami. Sé que soy un poco torpe y demasiado inocente en algunas cosas pero..., a Kookie eso no le molesta, él podría enseñarme todo lo que sabe y yo ignoro.

Ante aquella confesión, Yoora lo observó horrorizada, no creyendo lo que su hijo acababa de decir, y tampoco imaginándose aquellas palabras en la realidad— . ¡Por supuesto que no! ¡Él no te enseñará nada, Jesús! — Exaltada, la mujer se puso de pie, sobresaltando al rubio quien frunció los labios— . Escucha, corazón. Soy tu madre, y eso me da el derecho a querer lo mejor para ti.

— Pero...—

— Lo mejor para ti no ha llegado, cielo — prosiguió, alterada; sin embargo, con un tono de voz bastante cariñoso— . No me agrada Jungkook , más bien..., no nos agrada.

— ¿A quiénes no les agrada?

— Tu padre piensa lo mismo que yo, no nos sentimos seguros con esto que..., lo que sea que esté sucediendo entre ustedes, cariño. Debe parar, no puedes dejar que esto pase a ser algo más..., serio. ¿Entiendes?

— ¿Por qué? — Sintiéndose dolido, Jimin percibió el engorroso nudo que se creó en su garganta. Por supuesto, jamás se imaginó que algo como aquello podría salir de la boca de su madre— . A mí sí me agrada... Jungkook me agrada mucho.

— ¡Es muy mayor para ti, Jiminie! — Jadeó, preocupada y llevándose las manos a la boca cuando notó que su grito se propagó por toda la habitación. Ante aquello, y sin siquiera esperar un segundo, Jimin se levantó de la cama, sus ojos abriéndose al mismo tiempo que su boca lo hacía— . Estoy segura de que..., agh, él es un hombre adulto, Jimin. No dejaré que mi bebé esté con alguien así.

— ¡Ni siquiera lo conoces como para saber cómo es él! — Lloriqueó, atreviéndose a levantar la voz de una manera retadora; sin embargo, no dejando de sonar como un pequeño niño caprichoso. Sus ojos comenzando a arder, y su cuerpo entero deseando no echarse a llorar en aquel momento— . Y soy mayor de edad. ¡Puedo elegir con quien salir!

— Aún eres un niño, amor — acompasando su respiración, Yoora dio pasos cerca del rubio, pero éste se alejó casi enseguida, sintiendo como el nudo en su garganta se fortalecía segundo a segundo.

— Nunca jamás me había gustado alguien — susurró, su voz rompiéndose ante las palabras dichas, y la cara de su madre descomponiéndose ante el dolor que los orbes mieles reflejaban— . ¡Nunca salí con nadie, jamás, y la primera vez que realmente me enamoro, deciden echarlo a perder!

— ¡No me hables así! — Reclamó, sintiéndose terriblemente dolida.

— Como sea — quebrándose imposiblemente, Jimin tomó asiento, y cubriéndose el rostro con las manos, él sollozó sin poder evitarlo más.

— Jiminie... — Dijo Yoora, acercándose al cuerpo de su hijo y acariciando el cabello rubio — . Lo siento, pero sabes que quiero lo mejor para ti.

— No es cierto — murmuró, una voz apenas audible— . Si quisieras eso, no pensarías esas cosas de Jungkook . ¡Yo lo quiero!

— Es una ilusión, cariño.

— ¡Tú no sabes nada acerca de mis sentimientos! — Y rompiendo en llanto, el rubio se acurrucó entre sus almohadas, ahogando los sollozos lastimados que soltaba su corazón— . Por favor, déjame solo.

— Mi amor...

— Por favor.

Sin remedio alguno, y sintiendo un terrible pesar arremolinar su cuerpo, Yoora abandonó la habitación. Por supuesto, su intención no había sido lastimar a su hijo; jamás lo sería. Pero al parecer, las cosas se habían salido de control, y había terminado por dañarlo dolorosamente.

Después de todo, su instinto sobreprotector de madre no había resultado ser tan bueno como ella creyó.

Segundos después de haber cesado el llanto de Park, escuchó su teléfono sonar. El sentimiento obtuso en su pecho le hacía querer chillar, y sabía que su madre estaba completamente equivocada; pero tampoco tenía la suficiente fuerza como para enojarse con la mujer que su vida entera lo apoyó, sin siquiera juzgarlo una sola vez.

Evitando pensar en ello, e imaginando que el que le escribía no era nadie más que Jeon, sonrió. La emoción recorriendo todas y cada una de sus arterias, haciéndolo sentirse un poco menos desecho, y esperando que la conversación que pronto se prolongaría fuese el motivo de su adquirida felicidad. Felicidad que se desvaneció una cuarta parte al notar que no era Jungkook quien le escribía, pero que sin embargo, no desapareció completamente.

Nuevo mensaje de Jin K.

"Hey, florecitas. BaekHyun y yo iremos a las canchas con los chicos, tenemos un partido de fútbol, ¿quieres venir a hacernos barras? ;)"

Definitivamente, aquél mensaje lo hizo reír, y limpiando las lágrimas ridículas que antes habrían estado bañando sus ojos y el resto de su rostro, asintió para sí mismo.

"Claro que iré, Jin Saludos a BaekHyun, ¡los quiero mucho! Xx."

Corriendo hacia su espejo de cuerpo completo, cogió una de las coronas que había culminado aquel día, y colocándola sobre sus rubios cabellos, sonrió ante la imagen. La tristeza desapareciendo prontamente de su cuerpo, y los pensamientos fugaces volviendo a su real razón de existir: Jungkook . Jimin esperaba volver a verlo pronto, y tan sólo para mostrarle lo hermosa que había quedado la corona de jazmines.

Aunque también, para abrazarlo infinitamente.

Cuando estuvo bajando las escaleras de su hogar saltarinamente, y escuchó la televisión del salón encendida, supo que allí estaría su madre. Él era mayor de edad y realmente no tenía que pedir permiso para salir, pero el saber que su madre estaba, de alguna manera, enojada con él, le ponía un poco nervioso.

— Mami... — Murmuró, inseguro. Los ojos apenados de la mujer posándose enseguida en el rostro precioso de su hijo, y sintiéndolos brillantes en escasos segundos— . Saldré un rato.

De inmediato, toda aquella vergüenza que escondían los orbes maduros, se convirtió en horror puro, y levantándose enseguida de su asiento, se cruzó rápidamente de brazos— . ¿Salir? ¿A dónde?

— Jin me invitó a un partido con los chicos — dejó saber, su voz saliendo demasiado apresurada y los ojos mirando a la mujer con inocencia extrema— . ¡Me encantan los partidos de los chicos! Aunque a veces, cuando no ganan, se pelean mucho.

— No irás.

— ¿P— por qué? — Abriendo sus ojos como platos, el rubio se abrazó con sus propias extremidades, haciendo un puchero involuntario cuando la mirada de su madre se volvió dura— . Yo le prometí a Jin que iría, no puedo romper mi promesa.

— No quiero que salgas, Jimin — dijo, su voz reacia cuando Park frunció el ceño, sintiéndose extrañamente decepcionado— . Podrías estarme mintiendo para tranquilizarme... ¡Podrías salir y encontrarte con Jungkook ! ¡Por supuesto que no irás! Te quedarás en casa hasta que..., agh, hasta que se te pase ese enamoramiento que dices tener.

Completamente indignado, y sin siquiera responder algo a cambio a la absurda orden de su madre, volvió a subir las escaleras, cerrando la puerta de su habitación de manera estruendosa y sintiéndose realmente mal. ¿Qué le pasaba a su madre? Él no lo sabía, pero la adrenalina convulsa que trepó dinámicamente por su cuerpo, le susurró que tampoco le importaba.

Mordiéndose las uñas levemente, y tragando saliva ante las psicópatas ideas que corrían por su mente, Jimin se acercó a la ventana. Sabía que correría un riesgo enorme de ser descubierto y que, posiblemente, lo castigaran por una década entera, pero las ansias rebosantes que exprimían su cuerpo, y el ligero resentimiento que sentía en aquel instante por su madre, le hicieron tomar una rápida decisión.

Por supuesto, él iría al partido. Y también, seguiría saliendo con Jungkook ..., costara lo que costara.

(...)

El pelinegro admiraba todo a su alrededor, sus ojos vagando por el restaurante y de vez en cuando, deteniéndose en su reloj de muñequera. Repiqueteaba las yemas de sus dedos en la madera de la mesa, mordiendo el interior de su mejilla y comenzando a desesperar. Eran las cuatro cincuenta y Lisa no aparecía; aquello no era una buena noticia, desde luego.

Cuando admiró la entrada del lujoso restaurante y notó la pomposa presencia de la mujer, él soltó el aire que habría estado reteniendo durante los treinta minutos en espera. Levantándose de la silla educadamente, sonrió ante la mueca amable que le dirigió la pelirroja, y percibiendo el insoportable desasosiego que comenzó a calcinarlo, asintió con la cabeza en forma de saludo.

— Lisa — dijo, su voz grave y demasiado propia.

— Hola, cielo — sonrió, sin siquiera mirar la silla para sentarse. De pie frente a la mesa, cogió la mano de Jungkook , dejando relucir sus uñas largas y recién pintadas. Los ojos de Jeon mirándola con simpatía, y el corazón rebotando furiosamente dentro de su pecho ante los malos presagios que comenzaba a sentir— . Lo siento mucho.

— ¿Pasó algo? — Cuestionó.

— De hecho, sí — murmuró, mordiendo su labio brillante y lleno de gloss— . Tengo una reunión importantísima en veinte minutos y no puedo no estar allí. Quise venir a decírtelo personalmente para no dejarte plantado, cariño, pero me temo que tendremos que postergar la cita una vez más.

— Oh..., ya veo — dijo Jungkook , frunciendo el ceño y aclarándose la garganta— . No pasa nada, Lisa. Supongo que será para cuando puedas.

— Gracias por comprender, Jungkook . Eres realmente un amor — sonrió, sus dientes impecables y llamativos. Acercándose rápidamente, dejó un beso en la mejilla del pelinegro— . Te estaré llamando.

— Claro, no hay problema — afirmó, desganado— . Supongo que entonces yo también debo irme de acá.

— Sí, deberías, corazón — rio, moviendo su cabello de manera graciosa y comenzando a caminar hacia la salida, nuevamente. Jungkook entrecerró los ojos, sintiéndose irremediablemente confundido ante el cambio de planes, y encogiendo sus hombros cuando decidió salir del restaurante.

Después de todo, la reunión con Lisa era bastante importante, y cuando Chanyeol se enterase que una vez más no se concretó, posiblemente lo abofetearía.

En su auto, Jungkook encendió el aire. El día estaba bastante caluroso, y no evitó imaginarse en la playa. Por supuesto, aquel fugaz pensamiento haciéndolo recordar al rubio, y por consiguiente, percibiendo ridículas mariposas revolotear dentro de su estómago.

Aquel día no había hablado con él, y tan sólo lo observó en la mañana cuando iba de camino a la universidad. Era viernes y sabía que quería estar a su lado, pero por alguna razón que conocía muy bien, temía invitarlo a salir. Tan sólo porque deseaba evitar la mirada de preocupación que le dirigiría Yoora al momento en que el rubio traspasara la puerta de su casa, con él a su lado.

La preocupación notable de aquella mujer, lo hacía sentirse ansioso, logrando hacerse preguntas sin respuesta, como lo era: ¿está bien meterme con Jimin? Desde luego, su corazón le gritaba mil veces sí, al igual que el resto de su anatomía, pero por un lado su razón se ponía en contra, y de nuevo todas aquellas inseguridades que se cansó de exponerle a su mejor amigo, salían a la luz.

Jimin era un niño, aunque no fuere tan pequeño. Jungkook era un adulto..., a un paso de la tercera década, como Yeol confirmó hacía días.

El recordar a su revoltoso amigo le hizo sonreír, y poniendo el auto en marcha, decidió que lo mejor sería regresar a la cafetería. Si tenía suerte, aquella noche hablaría con el precioso rubiecito hasta que ambos acabasen dormidos, aunque Jungkook juraba que, mientras Jimin estuviese al otro lado de la línea, él jamás podría dormirse.

Doblando en una avenida un poco solitaria, Jungkook posó sus ojos en la delgada y escurridiza presencia que cruzaba la calle correteando, sus ojos posados en el auto que venía hacia él y sus pies apresurándose a llegar al otro extremo. El corazón de Jeon dio un brinco de felicidad, estirando una enorme sonrisa en sus labios cuando reconoció inmediatamente aquella corona perfectamente elaborada, y rápidamente dio un par de bocinazos, llamando la atención del rubio que lo observaba.

Cuando los ojos mieles se encontraron con los achocolatados, Jungkook alzó su mano y lo saludó. La sonrisa en el rostro del menor volviéndose contagiosa, aunque el pelinegro notó que, increíblemente, algo no iba del todo bien.

Bajando la ventanilla del auto, y llegando a un costado del rubio, el mayor sintió los latidos de su órgano interno palpitar en sus sienes, y prontamente percibió el asombroso sonrojo que se apoderó de su propio rostro, cuando el rubio se acercó al auto y apoyó sus brazos en la ventana a su lado.

— Hola, dulce — Jungkook dejó salir, su voz ahogada ante la impresión que aún le causaba el mirar a Park, y éste sintiéndose ridículo al momento en que lo observó. De igual manera, la preocupación del rubio volviéndose mayor, y las palabras lacerantes de su madre, retumbando en su cabeza cuando la presencia de Jeon se volvió más real.

Un montón de emociones aglomerándose en la pobre conciencia del rubio, y éste haciendo una mueca dolorosa ante la pronta confusión que se presentó en su mente.

— Kookie — lloriqueó, un gesto triste adornando su rostro, el cual de pronto se volvió una máscara. Jungkook de inmediato se sobresaltó, y cogiendo la mano del rubio, lo apartó para abrir la puerta.

— Ven aquí, cariño — murmuró, preocupado. El rubio descomponiéndose casi de inmediato, y el corazón del pelinegro latiendo frenéticamente dentro de su pecho. Cuando adentró al rubio en el auto y lo dejó reposar incómodamente sobre sus piernas, Jimin escondió su cara en el cuello de Jungkook , y éste de inmediato agradeció el que aquella fuera una calle no demasiado concurrida, de otro modo, no pudieran estar haciendo tal cosa— . ¿Pasó algo, Jimin?

— Ujum — incapacitado a hablar, hizo un puchero contra la piel de Jeon, y sintiendo como la mano de éste acariciaba ligeramente su espalda, se preguntó cómo su madre podría pensar tales cosas, siendo Jungkook como era.

— Vamos, dulce — Jungkook susurró, odiando el verlo tan triste, y pensando en alegrarlo de cualquier manera— . Acomódate en el asiento, te llevaré a algún lugar y me dirás qué pasó, ¿quieres?

Con un mudo asentimiento, Jimin hizo caso a las palabras de Jeon, pasándose rápidamente al asiento del acompañante y arreglándose en él mientras con sus manos limpiaba los rastros de lágrimas inexistentes que en sus ojos había. Cuando el ojiavellana cerró su puerta y puso el auto en marcha una vez más, podía sentir un sabor agrio en la boca del estómago, y lanzando miradas preocupadas hacia donde el rubio deprimido se encontraba, cogió su mano y la unió con la suya, intentando que aquello fuese un soporte para el menor, quien de inmediato le regaló una inevitable sonrisa. Por supuesto, no dejando de notarse herido.

— Mi mamá me..., — cerrando sus ojos, Jimin soltó un suspiro. Jungkook decidiendo estacionar el vehículo cuando notó que el rubio quería empezar a contarle, y mandando al demonio la idea de ir a un lugar mejor— . Ella no confía en ti, y no quiere que salgamos.

— Oh... — Jungkook tragó saliva, desviando su mirada hacia otro lugar y sintiéndose irremediablemente lastimado. Él de alguna manera lo sabía, pero no esperó que fuera real— . ¿Y tú...?

— ¡No! — Jadeó de inmediato, sus ojos abriéndose como platos y desabrochándose el cinturón de seguridad, para seguidamente acomodarse en una posición más cómoda. Su mirada fija en el rostro del precioso hombre— . Discutí con ella porque..., porque yo si quiero salir contigo.

— Oh, cielo — murmuró, su mano acariciando la suave mejilla del menor, y los ojos de éste llenándose de prontas lágrimas.

— Y me escapé de casa — continuó, logrando que Jungkook lo mirase sorprendido. Antes de que éste pudiera preguntar, Jimin respondió— . Ella creía que le estaba mintiendo, que iba a salir contigo. Me dijo que no podía salir y..., me escapé por la ventana. ¡No sabes lo mal que me siento ahora, Kookie!

— Supongo que alguna vez en tu vida debías hacer alguna travesura — dijo Jungkook , sacándole una ligera risilla al menor, y sonriendo él mismo ante la preciosa imagen— . Pero eso no es lo peor, ¿o sí?

— Mi papá también está preocupado — soltó, un suspiro afligido mientras bajaba su mirada— . Y, oh Dios, me siento tan tonto porque están metiéndose en mi vida cuando no deberían hacerlo.

— Son tus padres, dulce — aclaró el mayor, mordiendo el interior de su labio. Los ojos mieles observándolo con ruego, y una nueva sonrisa haciendo brillar el rostro de Jeon— . No me gusta verte triste, ya lo he confirmado.

— Tampoco me gusta estar triste — susurró Jimin, encogiendo sus hombros y acariciando igualmente las mejillas de Jungkook, sonrió— . Eres hermoso.

— Tú lo eres más — afirmó de inmediato, riendo suavemente ante las mejillas furiosamente rojas del rubio, quien mordiendo su labio de manera inocentona, encogió su cuello.

— ¿Seguiremos saliendo, Kookie? — Cuestionó, triste. El corazón de Jungkook lloró ante el sonido de su voz, y cerrando los ojos por un segundo, asintió plenamente.

— Por supuesto que sí, dulce. Saldremos hasta que tú quieras.

— Siempre querré — admitió, el rubor creciendo en magnitud, y el pecho del pelinegro hinchándose de hermosas emociones— . T— te quiero, Kookie.

Y acercándose fugazmente al rostro de Jeon, Jimin plantó un pequeño e inocente beso en sus labios. Los ojos del mayor abriéndose plenamente, y su corazón latiendo a un ritmo raudal; impactando furiosamente contra las paredes internas de su pecho.

Siquiera había podido procesar el rápido movimiento, cuando Park se lanzó a su pecho y lo abrazó una vez más, escondiendo el incontenible color rojo que pintaba su completo rostro.

Definitivamente, y aunque había sido un ridículo roce, fue el mejor beso del mundo.

— T— también te quiero, Jimin.

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