06•

La emoción convulsa recorría completamente el cuerpo del menor, haciéndole sentirse más nervioso de lo que antes se encontraba, cuando caminaba junto a Chanyeol directo al despacho de Jungkook . Y lo cierto es que Park nunca pensó que aquel nerviosismo pudiera ser superado.

Cuando el pelinegro lo guio fuera de la oficina y llevó donde el anterior pelirojo se encontraba, las mejillas no variaron de su color carmín, y olfateando las bonitas margaritas que aún reposaban en sus manos, exhaló fuertemente. En aquel justo momento podía sentirse ridiculizado de mil maneras posibles, pero realmente no le importaba mucho aquel hecho.

El que Jungkook lo observase de esa manera tan preciosa, lo hacía revolotear como millones de pajarillos felices.

— Chanyeol, necesito que cuides la cafetería por mí — suplicó el pelinegro, una sonrisa bobalicona en su rostro cuando el rubio le regaló una mirada teñida de sorpresa— . Prometo que te compensaré esto.

— Deberás comenzar a rebajar mi cuenta acá — bromeó el más alto, luciendo demasiado relajado ante la petición— . O es más, deberías darme un trabajo fijo, eso estaría bien.

— Primero: no tienes cuenta acá porque todo lo que tomas, es gratis..., segundo: ¿cómo crees que te daré un trabajo? ¿Entonces quién cuidaría la cafetería en momentos de crisis? — Cuestionó, luciendo demasiado confundido como para hacer reír al pequeño querubín que yacía a su costado.

— Yo la cuidaría, duh — soltó Chanyeol, sonando demasiado odioso. Jungkook volvió a su sonrisa, y negando con la cabeza, colocó su mano en la espalda de Park para indicarle que caminase.

— Como sea, pelirojo, ya tendremos tiempo para hablar de tus propuestas. En un rato vuelto, gracias — habló, cada palabra perforando el establecimiento mientras se conducían fuera de éste, y el rubio luciendo más ansioso segundo a segundo. ¿Irían a algún lugar? El sólo pensar en salir con Jungkook , le revolvía las emociones de una manera sobrenatural.

Antes de que ambos cuerpos estuvieran en su totalidad fuera del local, Yeol le guiñó un ojo a su mejor amigo, y percibiendo la sonrisa que éste de inmediato le lanzó, se dispuso a hacer su trabajo. En su lugar, y cuando el fresco aire acompañado del abundante sol acaparó la atención de Jungkook y Jimin, el rubio se encogió en su posición, por un momento, sintiéndose estúpidamente intimidado.

— ¿Iremos a algún lugar..., Kookie? — Cuestionó, demasiado tímido como para que su voz sonase baja. La mirada del pelinegro de inmediato concentrándose en el bello rostro del rubio, y la sonrisa extendiendo sus mejillas de una manera satisfactoria.

— Oh, cielos, pero que fracaso soy — se golpeó teatreramente, sacando una pequeña risilla al rubio, quien mirándolo con ojos divertidos, suspiró enamoradizo— . Perdona mi torpeza, Jimin... ¿Gustas ir a dar un paseo conmigo?

Abriendo sus ojos de manera cómica, el ojimiel sonrió sin poder evitarlo, y percibiendo el alocado repiqueteo constante que ocasionaba su corazón dentro de su pecho, se vio completamente sumergido en un lago de amor. Jungkook le estaba pidiendo salir, y él no podía sentirse más feliz en aquel momento. Torpemente, sintiendo como sus dedos comenzaban a entumecerse de la impresión, él casi pudo asentir, y cerrando sus ojos por escasos segundos, se sonrojó.

— ¿C— cómo..., cómo en una cita? — Se atrevió a preguntar, demasiado avergonzado como para fijar su completa mirada en el par de orbes achocolatados que lo observaban con adoración. El pelinegro contuvo la respiración, evitando actuar de una manera patética que lo terminase por delatar. Mordió su lengua ante la mirada baja del rubio; sus mejillas coloradas y el labio atrapado ente sus dientes. La llamativa corona reluciendo en su brillante cabello y las manos sosteniendo el precioso ramo de margaritas que él mismo le había regalado. Increíblemente hermoso.

— ¿Quieres que sea como en una cita, dulce? — Preguntó, su voz saliendo segura y los dientes blancos del menor asomándose desprevenidos, arrebatando el aire del mayor, quien presionando sus manos juntas, trató de no enloquecer y besarlo en aquel justo momento. Por supuesto, Jungkook no estaba completamente seguro de lo que el ojimiel iba a responder, pero tenía fe en que su respuesta sería la más acertada, aunque no sabía si estaba cien por ciento preparado para escucharla.

— ...Sí — murmuró, cubriendo su rostro de manera tierna con su mano recientemente desocupada, y sintiéndose tremendamente avergonzado. Podía jurar que su rosto asemejaba el color de una manzana, y definitivamente no quería que Jungkook mirase aquello y supiese lo loco que estaba por él.

O al menos, él no quería que lo supiese tan pronto.

— En ese caso..., sí. Será como en una cita, Jimin. Entonces, ¿gustas acompañarme? — Sintiéndose más confiado que antes, Jungkook soltó aquel palabrerío. Podía escuchar los latidos de su corazón exageradamente, y se vio obligado a mirarse a sí mismo, esperando no encontrarse con el órgano latente fuera de su cuerpo.

Cuando el rubio decidió destapar su rostro y subir su mirada, encontrándose prontamente con la preciosa y cautivadora de Jeon, sabía que ya no habría marcha atrás. Estaba estúpidamente enamorado de aquel sujeto, y por alguna razón, podía sentirse irremediablemente correspondido.

Asintiendo lentamente con su cabeza, encogió sus hombros ante la pronta ráfaga de viento que sopló, despeinando algunos mechones de cabello y peinándolos casi al instante, la mirada avellana no variando de su punto, luciendo completamente ansioso, y el sentimiento del rubio intensificándose en pocos segundos.

— Si quiero, Kookie — dejó salir, una voz pequeña y baja, aunque no por completo inaudible.

Y desde luego, aquello fue todo lo que el pelinegro necesitó para enloquecer completamente, acercándose al cuerpo más bajo y guiándolo hasta llegar a su auto. Evidentemente, Jungkook haría de todo para hacer sentir bien al rubiecito aquel día..., para que aquella fuera la mejor cita de la vida.

Cuando el pelinegro apagó el auto frente a la casa del menor, y éste lo invitó a acompañarlo, él no se pudo negar. Sabía que desde aquel momento, y posiblemente desde la primera vez que sus miradas se cruzaron, él estaría literalmente a los pies de Jimin, y es que sería patéticamente difícil para Jungkook resistirse a alguna petición de su rubiecito... Suyo.

Antes de poder partir a su cita, Jimin le pidió pasar principalmente por su casa, de esa manera evitaría causarle dolores de cabeza a su madre debido a sus llegadas tarde, y también, Park no pudo negarse a la idea de presentarle por fin a su maravilloso amor; aunque ésta de por sí no estuviese enterada de que hacía unos meses en Pasadena, se enamoró de un completo desconocido que, por obras del destino, ahora estaba a su lado.

Cuando el rubio saltarín abrió la puerta de su casa y desprevenidamente cogió el brazo del mayor, adentrándolo despreocupadamente en el armonioso lugar con olor a flores, Jungkook sintió el corazón en la garganta. La noche anterior había recibido unas cuantas miradas anticipadas por parte de la madre de Jimin, aunque éstas realmente no habían significado nada; de igual manera, él podía sentirse como un adolescente a punto de conocer al padre malvado de su novia.

Aunque la madre de Jimin no fuese malvada (o eso esperaba), ni el rubio fuese su..., novio.

— ¡Mami, estoy en casa! — Aquel atractivo grito sacó a Jeon de su ensimismamiento, al mismo tiempo que recibía un desprevenido jalón de su brazo, siendo guiado a un lugar indescifrable para él. Sonrió ante la pronta mirada que le dirigió el rubio, antes de poder observar a una mujer en el medio del sillón, rodeada por tallos de flores y adornando un precioso florero. De inmediato, los ojos del rubio brillaron— . ¡Qué hermoso!

— Cielo, que bueno que llegas — dijo la mujer, su mirada elevándose hasta posarse en su hijo acompañado. De inmediato irguió la espalda, sus ojos variando de Jimin al pelinegro junto a él— . ¿Y bien?

No pasando desapercibido el ramo que sostenían las manos de su pequeño, ella se puso de pie. Sabía que aquel tipo no era nadie más que el de la noche anterior, y sintiéndose prontamente confundida, ella caminó hasta quedar frente a ellos. Una sonrisa dirigida al rubio, evitando parecer demasiado maleducada.

— Oh, mami — sonrió el menor, una risilla encantadora saliendo de su garganta cuando sintió sus mejillas sonrojarse— . Te presento a Jungkook ..., Kookie, ella es mi mamá.

— Jeon Jungkook , un placer — el pelinegro enseguida estiró su mano; una sonrisa amable en sus labios mientras la mujer parecía querer imitarlo. Se preguntó qué estaría haciendo mal.

— Park Yoora... ¿de dónde conoces a mi bebé? Si me permites saber — Cuestionó, su mirada traspasando la del ojiavellana, y éste dirigiéndole una pronta al rubio, quien no pareciendo captar el incómodo momento, se apresuró a responder. Una enorme sonrisa en sus labios.

— Es una historia muy larga, madre — aceptó, codeando al pelinegro de manera tierna. Jungkook soltó una risilla floja, sintiéndose avergonzado de su leve sonrojo— . Prometo que después te la cuento, pero ahora se nos hace tarde.

— ¿Tarde para qué, amor? — Cuestionó la pelimarrón, peinando un mechón de cabello detrás de su oreja y mirando al rubio con gesto confundido— . ¿Acaso iremos a algún lugar y no sé nada?

— No..., pero Jungkook y yo si lo haremos — emocionado, dio un saltito infantil. Correteando detrás de su madre y reposando el ramo de flores en la mesa de los floreros— . Mami, ¿podrías poner las flores en agua, por favor? Kookie me las regaló, ¡son margaritas!

El pelinegro guardó las manos dentro de sus bolsillos, una sonrisa tímida en sus labios cuando la mirada marrón de Yoora lo miró con fijeza, haciéndole sentir que estaba entrando en terreno peligroso. Muy, pero muy incómodo.

Cuando aclaró su garganta y decidió desviar su mirada de la otra, creyó que con aquello podría cesar, pero sabía que no sería tan sencillo. Al momento en que Jimin volvió a su lado, él respiró tranquilo, y sintiendo como la mano del menor lo apretaba confortantemente, se permitió volver a sonreír.

— ¿Y a dónde irán? — Interrogó la mujer, pareciendo más interesada, y sin variar su mirada del rostro de Jeon, sigilosa— . Espero que no sea un lugar desconocido, ni muy lejos. Mañana tienes que estudiar, Jimin.

— Lo sé, mami, ya no soy un niño — susurró el rubio, sintiéndose avergonzado por las cosas que decía su madre— . Y no sé a dónde iremos. Es como una sorpresa, Jungkook y yo tendremos una cita.

— ¿C— cita? — De inmediato, sus ojos se abrieron desmesuradamente. Jeon sintiéndose prontamente preocupado debido a aquella rápida confesión, y su respiración volviéndose irregular. Lo que menos deseaba era que la madre de Jimin le prohibiese salir con él, lo que sería algo estúpido, pero tampoco podía hacer nada contra ello si en algún momento llegaba a pasar.

— Sí, cita. Ahora tenemos que irnos, mami, se nos hace tarde — soltó Park, besando rápidamente la mejilla de su madre y sonriendo espontáneamente ante la situación. Cuando volvió a jalar el cuerpo de Jungkook hacia la salida, el pelinegro se sintió un poco más relajado, pero cuando estuvieron fuera y la voz de Yoora los frenó, él se miró cerrando los ojos, esperando que la bomba explotase.

Para su suerte, no explotó.

— Jimin, quiero que regreses temprano a casa — se escuchó, la voz de la mujer sonando preocupada y los oídos del rubio demasiado inocentes como para notarlo. Asintió de inmediato, abriendo la puerta del auto y sonriendo en dirección a su progenitora— . Utiliza el cinturón de seguridad y cuídate, por favor.

— Lo haré, mami — asintió, mordiendo el interior de su mejilla y notando la sonrisa afectada de la mujer, frunció los labios, pero careciendo de tiempo como para acercarse y preguntarle si le sucedía algo.

— Está bien. Jungkook , por favor conduce con cuidado — pidió, un nudo en su garganta cuando se dirigió a Jeon, y el mayor asintiendo velozmente.

— Por supuesto, señora Park. Ha sido un placer conocerla — y sin siquiera escuchar una respuesta ante aquel comentario, Jeon subió al auto, siendo secundado por un ansioso Jimin quien, evidentemente, no captó ninguna de las señales que en aquella pequeña conversación, habían salido a la luz.

Él, obviamente, no notó la preocupación de su madre, ni mucho menos, lo insatisfecha que se encontraba con Jeon Jungkook .

(...)

El aire soplaba maravillosamente, compartiendo un asombroso momento junto con los rayos del sol que a cada segundo se volvían más y más débiles.

Olfateando el maravilloso aroma a mar que se propagaba por toda la costa, Jungkook y Jimin permanecían sentados en la arena. El rubio devorándose una barquilla de chocolate mientras Jungkook le contaba sobre su vida, y ambos conmocionados por el precioso atardecer que se desataba aquel día en la ciudad de Busán .

Luego de haber estado dando vueltas en el auto del pelinegro por más de media hora, Park pidió a éste pasar por la playa puesto que, maravillosamente, Jimin amaba aquel lugar. Aún más, sentir la suave textura de la arena bajo sus pies, hundiéndose en cada paso y sintiendo la brisa confortante acarrearle el cuerpo entero. Jungkook no dudó en aceptar pues, realmente compartía el sentimiento del precioso niño, y sin remedio alguno, ambos terminaron caminando descalzos por la orilla del mar, cogidos del brazo mientras comían helados.

Aquella estaba siendo, eficazmente, la mejor cita de la vida. Y desde luego, Jungkook habría cumplido la promesa que, internamente, se hizo a él mismo.

Jimin parecía estarla pasando perfectamente, y aquel hecho tan sólo lo gratificaba un ciento diez por ciento.

— Adoro los atardeceres — comentó el rubio, terminando su delicioso helado y sonriendo ante lo empalagoso que éste había resultado ser. Jungkook asintió hacia la afirmación del ojimiel, mirándolo cariñosamente y luchando contra el aire que deseaba despeinarlo totalmente— . Siempre soñé con poder disfrutar alguno junto a la persona que..., me gusta.

— Creo que todos tenemos ese deseo, Jiminie — aceptó el ojiavellana, una presión en su pecho cuando admiró las mejillas sonrojadas del menor, y su mirada viajando hacia las escasas olas que rompían en las rocas lejanas— . Yo lo tengo..., o lo tenía.

— ¿Lo has cumplido ya? — Cuestionó, inocente y posando sus orbes grandes en los contrarios. Jungkook rio sigilosamente, mientras el rubio evitaba sentirse decepcionado.

— De hecho, — murmuró, encogiendo sus hombros de manera despreocupada. Cuando el rubio frunció los labios y desvió su mirada, acomodando la corona de flores que reposaba en su cabello, Jungkook se dejó reír libremente, para segundos después, coger la mano de Jimin y entrelazarla con la suya. Un gesto espontáneo y deliberado, el cual logró acelerar ambos corazones— . Lo estoy cumpliendo ahora mismo, dulce.

Tras aquella confesión, Park sintió sus mejillas querer explotar. Cosquillas inevitables viajando por todo su cuerpo, y escalofríos soportables haciendo mella en él. El tacto de Jungkook junto al suyo era, posiblemente, la mejor sensación que su cuerpo pudo haber percibido en todos sus años de vida, y sin poder contener sus palabras apresuradas, él revoloteó sus pestañas.

— ¿Yo te gusto? — Preguntó, cubriendo su boca con su mano disponible segundos después, cuando notó lo que de ésta había salido. La sonrisa del mayor ensanchándose y sus emociones afirmando lo irremediablemente tierno que era el chico a su lado— . Y- yo n-no...—

— Después de mirarte en Seúl, deseé poder encontrarte — murmuró, su mirada clavada en la contraria, y las emociones aumentando su valentía. Cuando su mano cogió con más fuerza la del rubio, juró poder sentir el pulso de éste, y riendo silenciosamente, relamió sus labios— . Y cuando lo hice, me sentí muy feliz..., aunque no tanto como ayer, cuando por fin pude hablar contigo, cielo.

— J— Jungkook — tartamudeó, demasiado rojo. La mano desocupada del pelinegro posándose en la lisa mejilla del niño, y sus dedos acariciando suavemente la tersa piel. Jimin sonrió.

— Me cautivaste, dulce.

Inmediatamente, y evitando que el pelinegro mirase su furioso sonrojo (más de lo que ya había notado) Jimin se guindó a su cuello, amando poder abrazarlo una vez más, y sintiéndose maravillosamente completo cada vez que aquel acto se producía. El corazón latiendo erráticamente y los párpados cerrados, siendo acompañados por las largas y espesas pestañas negras, rizando sobre las coloradas mejillas. Jimin no sabía cómo actuar en un momento como aquél, teniendo en cuenta que nunca había pasado por algo similar, pero supo que estaba haciendo bien cuando las manos de Jeon lo rodearon fuertemente, acariciando confortantemente su espalda en un gesto completamente íntimo.

— Tú también me cautivaste, Kookie — y sin remedio alguno, el rubio se dejó llevar. Totalmente decidido a no dejar que sus sentimientos se retuvieran, y deseando que todos éstos pudieran salir de una manera tan sencilla como expresó el anterior.

Cuando ambos se separaron y las miradas colisionaron juntas, los corazones parecieron detenerse en aquel preciso momento. Jungkook sintió sus entrañas contraerse; el precioso rostro de Jimin a escasos centímetros del suyo, y sus ansias gritando que lo besase. Al momento en que el ojimiel notó la cercanía, soltó una risa demasiado tierna y avergonzada, sintiendo como los nervios convulsos remolcaban su completa anatomía y percibiendo el poderoso temblor que se hizo presente de un momento a otro.

¿ Jungkook lo besaría?

Su pregunta fue respondida cuando el pelinegro lo acercó hacia sí una vez más, la cabeza del menor quedando escondida en el cuello del ojiavellana y la barbilla de éste, apoyada sobre el sedoso cabello rubio. Los latidos del menor bajando en intensidad y una poderosa sonrisa apropiándose de sus labios, los cuales se extendieron enormemente y disfrutó del nuevo abrazo en el que Jungkook lo retuvo.

— Es hora de llevarte a casa, Jiminie — murmuró bajo, su voz apenas rozando de manera tierna los oídos del ojimiel, y un puchero involuntario desapareciendo la sonrisa que se había formado.

— Pero yo no quiero irme aún, Kookie.

— Créeme que yo tampoco, cielo, pero si no llegas ahora a casa, tu madre podría asesinarme — bromeó, la palma de su mano prolongando una caricia a lo largo de la espalda del menor, y éste ronroneando cómicamente ante el gratificante roce.

— ¡Oh, no! ¡Ella no sería capaz de hacer algo así, Kookie! — Soltó de inmediato Park, separándose de manera abrupta del abrazo, y sorprendiendo a Jungkook antes de, realmente, comprender las palabras que había soltado el rubio.

Riendo de su inocente ternura, él negó con la cabeza, y poniéndose de pie perezosamente, estiró sus manos para así, ayudar al rubio— . No hablo en serio, corazón. Ahora vamos, prometo que pronto podremos pasar mucho más tiempo juntos.

— ¿Todo el día? — Preguntó, sus ojos brillando maravillosamente, y la sonrisa del pelinegro extendiendo sus mejillas.

— Todo el día..., y todos los días.

Una vez más frente al hogar del rubio, Jungkook frotó sus manos, intentando dar un poco de calor a sus extremidades incomprensiblemente frías. La noche había caído, y ellos estaban de vuelta; sin embargo, Jeon no deseaba dejar ir al rubio, ni mucho menos, Jimin esperaba que Jungkook se fuese tan pronto.

— Gracias por la cita, Kookie — murmuró el más bajo, apoyando su cabeza del pecho de Jungkook y rodeándolo con sus delgados brazos— . Fue la mejor de todas, aunque también fue la primera que tuve. Igual, fue perfecta y me alegra que haya sido contigo.

— Oh, Jimin — Jungkook susurró, sus labios rozando el cabello rubio, y su nariz olfateando el asombroso aroma que desprendían las flores de su coronita— . Fue una cita fantástica.

— Espero verte pronto — volvió a murmurar, separándose del abrazo segundo a segundo y clavando su mirada en la contraria. La sonrisa blanca de Jungkook reluciendo en la noche alumbrada por farolas, y el corazón del rubio enloqueciendo tremendamente ante la preciosa visión— . Quisiera salir contigo siempre.

— Yo también, dulce — y dejando un casto beso en la frente del menor, Jungkook le sonrió, para seguidamente separarse de él y mirar cómo se adentraba en su casa, no sin antes echarle una última mirada tintada de felicidad extrema.

Cuando la puerta estuvo cerrada, y sintiendo un deja vu de la noche anterior, Jimin suspiró completamente enamorado, percibiendo como el sentimiento en su interior se volvía cada vez más y más sólido. Comenzando a enloquecer ante la idea de una vida sin Jeon Jungkook en ella. Sonrió idiotizado, rememorando aquel perfecto atardecer.

Su primer atardecer juntos.

— Cariño, estaba comenzando a preocuparme — la voz de Yoora lo sacó de su completa ensoñación, logrando que enfocase su mirada en el cuerpo de su madre. Un gesto preocupado y sus cejas frunciéndose de una extraña manera.

— No es tan tarde aún, mamá — dijo bajo, mordiendo el interior de su mejilla. Aun mirando el gesto de su madre, él no pudo deshacer su sonrisa, y es que parecía imposible el que algo lo hiciese desecharla.

— Como sea, Jimin, me gustaría hablar contigo — intentando acercarse a él, la mujer mayor tragó saliva. Cuando los ojos curiosos del menor se posaron en ella, creyó que lo tenía en sus manos, pero al momento en que éste comenzó a corretear hacia las escaleras como sólo un niño pequeño lo haría, supo que estaba completamente equivocada— . ¡Jimin, es algo serio!

— Eso puede esperar un momento, mami — apenas alcanzó a decir, subiendo las escaleras y llegando a su habitación. Cuando se asomó por la ventana y admiró como la perfecta silueta de Jungkook aún permanecía abajo, recostado de su auto, él sintió el corazón en los oídos, y se permitió enloquecer cuando los ojos avellanados lo buscaron con precisión, encontrándolo en pocos segundos.

El pelinegro elevó su mano, moviéndola de lado a lado en forma de saludo; por supuesto, aquel gesto siendo acompañado por una sonrisa en su totalidad hermosa. Las cohibiciones del rubio desapareciendo en un pronto arrebato, cuando lanzó deliberados besos en dirección a Jeon, quien con un poco de sorpresa, y de una manera teatral, los cogió con su mano, llevándolos a su pecho y por consiguiente, a sus labios.

Por supuesto, y no pasando desapercibido el color escarlata que se postró en las mejillas del rubio ante aquella acción. Segundos después, Jungkook subió a su auto, no sin antes regalarle una nueva sonrisa a su pequeño niño.

Porque desde luego, ya era suyo.











N/A: odiarán a la madre de Jimin, tanto que van a querer matarla. Pero también a sus amigos.

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