02•

El rubio salió de su última clase y caminó con desgano hacia el cafetín. Aquel día no se sentía especialmente feliz por recorrer la universidad, ni tampoco para esperar a que sus dos amigos salieran de clases, pero se los había prometido.

Y Jimin siempre cumplía sus promesas, pues, él creía que era una cuestión bastante importante.

Cuando se dejó descasar en una mesa vacía y mordió el interior de su mejilla, admirando a las pocas personas que allí se encontraban, comenzó una nueva fase de divagación, y es que su mente no paraba. Recibió unos cuantos saludos por parte de algunos otros estudiantes, y también, leves miradas llenas de extrañeza por personas nuevas o que simplemente jamás lo habían visto.

Llevaba una corona de flores, realmente él lo veía como algo normal. ¿No era así?

De igual manera, Jimin supuso que tendría que aburrirse un tiempo indeterminado, esperando por los dos chicos que lo habían acogido, pero cuando él los observó adentrarse al cafetín con sus resplandecientes y características sonrisas, se puso inmediatamente de pie.

— ¡Chicos! — Exclamó, casi corriendo hasta llegar a su encuentro. Los dos pares de ojos mieles lo miraron con adoración, y no tardó en estar envuelto entre los torpes brazos de BaekHyun.

— Hola de nuevo, florecitas, ¿has estado mucho tiempo aquí? — Cuestionó, alborotando el cabello del rubio, y consiguiendo que la corona se torciera.

— Oye — Jimin le reprochó, una sonrisa en sus labios mientras la acomodaba nuevamente— . Llegué hace un ratito, pero la verdad me da gusto que hayan venido pronto. No quería estar mucho tiempo solo.

— Y no lo estarás, ¿nos vamos? — Preguntó el pelimarrón, una sonrisa tranquila mientras cogía el brazo del ojimiel y comenzaba a sacarlo fuera de allí— . BaekHyun tiene un lugar donde podemos ir, pero no estoy muy seguro.

— Iré a donde ustedes quieran, chicos — aceptó, encantador.

BaekHyun y Jin de inmediato se miraron cómplices, y Jimin tan sólo obvió aquel intercambio de miradas. Realmente ajeno a la situación.

Quizá él nunca se daba cuenta de cuándo sus amigos se aprovechaban de su inocencia, y quizá ellos se preguntasen cómo era que podía ser de aquella manera con dieciocho años cumplidos; pero Park era ridículamente adorable y ellos simplemente no podían evitarlo. Era como hablar con un niño, un niño grande.

Aunque sin dejar de ser uno.

Principalmente, aquella característica era lo que lo había hecho resaltar ante los ojos de los dos chicos, pues cuando observaron aquella tierna y armoniosa presencia cruzar las puertas de la universidad, supieron que sería un viaje interesante. Decidieron apadrinar al novato, y no exactamente de una mala manera. Ellos quedaron tontamente encantados cuando intercambiaron la primera palabra con el amigable rubio.

Ese día en especial, los dos chicos mayores habían invitado al ojimiel a almorzar, y aunque no tenían idea de a dónde podrían ir, sabían que Jimin aceptaría cualquier cosa. Aquel era otro hábito que los había hecho quedarse, y es que Park era tan buen chico, que ni siquiera pensaba en herir a las personas sin intención. Parecía tener un reglamento no estipulado; aunque a Jin y BaekHyun en ocasiones les gustaría averiguar cómo funcionaba la cabeza de Jimin , se sentían por completo colmados con su sola forma de actuar. Park podría definirse como dulce con olor a flores frescas.

Era un buen amigo. Un buen amigo demasiado inocente.

Cuando los tres individuos estuvieron caminando frente a Sounds&Coffee, los brazos de Jin y BaekHyun estaban enredados con los dos del rubio, llevándolo en medio y haciéndolo reír a carcajadas con chistes lo suficientemente malos.

— Este lugar es una opción, he escuchado que el café es grandioso — comentó Jin, deteniéndose prontamente ante el cristal que ponía el nombre; el local con un color vinotinto por fuera, y uno bastante abstracto por dentro. Jimin frunció los labios, sintiendo como un escalofrío recorría su columna.

— Preferiría ir a otro...lugar — murmuró, inseguro. Al momento de ganarse las miradas de sus dos amigos, se sonrojó— . Por favor.

— ¿Por qué? ¿No te gusta aquí? — Cuestionó el pelinegro, una sonrisa ladina mientras picaba las costillas del rubio, Jimin se retorció y rio con gracia.

— Basta — pidió, alejándose de él por un momento, para luego echar un meticuloso vistazo hacia dentro del local, como había hecho anteriormente. Aún podía sentirlo, y de alguna manera comenzaba a aterrarlo— . No me siento cómodo aquí, y— yo...

— Está bien, cariño — aceptó Byun, moviendo su mano con despreocupación y cogiendo el brazo del rubio, acercándolo nuevamente a ellos y perdiendo repentinamente el interés en la cafetería— . Podemos ir a otro lugar.

— Siempre podemos — agregó BaekHyun de inmediato, sonriendo hacia el menor y acariciando cariñosamente su mejilla. Jimin suspiró, dejándose guiar una vez más, aunque no siguió sin antes echarle un último vistazo a aquel establecimiento.

¿Qué sucedía en ese lugar? Verdaderamente ansiaba saberlo.

Por su parte, y cuando los tres chicos se alejaron por completo de allí, Jungkook se levantó de la silla. Su ceño por completo fruncido y un nudo amarrando su garganta. ¿Qué había sido todo aquello? No estaba seguro, pero lo que sí sabía era que estaba poderosamente celoso.

Había esperado la mañana entera para mirar una vez más al precioso rubio, y realmente percibió sus ansias cuando se acercaba la hora pico; sin embargo, no evitó sentirse bastante mal cuando lo vio acompañado.

Él nunca pasaba acompañado, y ver como aquellos chicos lo sujetaban y hacían reír, lo hizo hervir en su propio caldero. ¿Por qué siquiera se sentía celoso de una persona que no sabía de su existencia? O bueno, si lo sabía, pero para aquel tiempo ya lo habría olvidado por completo.

Aquel pensamiento lo hizo sentirse patético, patético como nunca antes, y cuando se acercó a la barra y admiró a su mejor amigo allí, mirándolo con una ceja alzada, él bufó.

Malditamente celoso. Sí, demasiado.

— Veo que las cosas no salieron bien el día de hoy, eh — comentó el pelirojo, dándole un sorbo al café helado que estaba tomando— . No recordaba jamás verte con esa cara luego de acosar al pequeño niño.

— Esto está mal — dejó salir, tomando asiento a su lado y tapándose el rostro con las manos— . No se supone que deba sentirme así, ¿siquiera estoy bien de la cabeza?

— No, en lo absoluto — contestó, moviendo su cabeza con gracia— . Realmente pienso que terminaste de perder la cabeza cuando decidiste seguir todos y cada uno de los pasos de ese niño frente a este lugar. Eso es aterrador, amigo, y no sé cuántas veces te lo diré.

— Chanyeol, — se quejó el pelinegro, haciendo una mueca incómoda con los labios. El pelirojo encogió sus hombros— . ¿Viste como lo sujetaban? Y como lo hacían reír... ¿Yo podría hacerlo reír de esa manera?

— Definitivamente — dijo, asintiendo con su cabeza cuando Jeon lo miró lleno de agonía, se rio— . Vamos, Jungkook . Eres un adulto y estás comportándote como un niño. Si tanto lo quieres, ¿por qué no te tomas el tiempo para conocerlo?

Y aquella pregunta nuevamente lograba retumbar en su cabeza. ¿Por qué simplemente no lo hacía? Era sencillo, tan simple, demasiado sencillo, pero el temor extraño de Jungkook le impedía realmente poder llevar aquella acción a cabo.

¿Qué pasaría si Jimin lo rechazaba? Definitivamente estaría destruido, porque sabía que se había ilusionado de una manera extremista, y realmente esperaba poder ser correspondido. O al menos un poco.

Exhalando el aire que había retenido en sus pulmones, Jungkook mordió el interior de su mejilla; su mirada fija en un punto indescifrable, y Chanyeol observándolo con completa atención. El pelirojo notaba lo mal que estaba su amigo, en el buen sentido de, Dios, estaba loco por aquel chico. Indudablemente loco.

— Supongo que aún no es el momento indicado — respondió por fin, luchando con el nudo estancando en su garganta y divagando con sus ojos hasta posarse en los de color chocolate ante él, Chanyeol le regaló una sonrisa comprensible, y él realmente agradeció el gesto, para luego bajar la mirada hacia sus manos y fruncir el ceño con desconsuelo— . O quizá yo no estoy realmente preparado para hacerlo.

(...)

— ¡Hola, mami! — Gritó Jimin , acomodando la mochila sobre sus hombros cuando divisó a su madre en el jardín, podando las flores. Sus ojos por completos iluminados ante la preciosa imagen— . Oh, que bonitas.

— Hola, mi amor — saludó la mujer mayor, regalándole una pronta sonrisa— . Llegas un poco tarde, eh. Muy tarde, a decir verdad.

— Sí, lo siento mucho — se disculpó de inmediato, arrodillándose a un lado de ella, y acariciando los pétalos de las preciosas margaritas— . Salí con BaekHyun y Jin, debí avisarte. ¿Me perdonas?

— Uhm... déjame pensarlo — bromeó, dejando un suave beso en la mejilla del ojimiel, quien prontamente sonrió ensimismado— . Están muy hermosas, ¿eh?

— Sí — dejó salir, por completo emocionado— . ¿Puedo coger algunas para nuevas coronas, sí?

— Por supuesto que no, cariño — reprendió la mujer, pareciendo prontamente escandalizada, aunque Jimin sabía que aquello no era nada más que broma— . ¿Acaso quieres que tengamos un jardín sin flores? No dejaré que las acabes todas.

— Pero mamá... — Lloriqueó, poniéndose de pie y quitándose la corona que llevaba aquel día, mostrándola— . Mira, ya necesito otra.

— Lo sé, y puedo darte dinero para que vayas a la floristería, si quieres — le sonrió, guiñándole un ojo. Jimin entrecerró los suyos, y haciendo un puchero, intentó convencerla— . Oh, no. Esta vez no, Park Jimin .

— Bueno... — murmuró, pareciendo desganado y volviendo a reposar la suave corona sobre su rubio cabello— . Estaré adentro, si cambias de idea, llámame.

— No lo haré, cielo.

Y con una última sonrisa, Jimin se adentró en su hogar.

La tarde junto a sus amigos había sido fabulosa, desde que entró en la universidad no había salido mucho con Jin y BaekHyun, pero definitivamente, amaba hacerlo. Los chicos eran por completo divertidos y lograban hacerlo reír con sus extraños chistes; aunque Jimin debía admitir que, en ocasiones, él no comprendía su humor.

A veces ellos hacían chistes por completo crueles, que más que risa, le ocasionaban al menor un completo remordimiento.

Cuando él estuvo pasando por el salón, captó de inmediato el precioso ramo de flores que adornaba la mesa ratona rodeada por sofás. Sus ojos volviendo a poseer el brillo anterior y su cabeza dejando de pensar en el almuerzo junto a sus dos amigos.

Sonrió con la malicia que su cuerpo no poseía, y sintiéndose como un niño a punto de cometer una travesura, cogió todas las margaritas que al florero adornaban. Sabía que su madre sería incapaz de obsequiarle alguna de sus flores para hacer coronitas, pero sí podría utilizarlas para hacer bonitos floreros. De igual manera, no sería la primera vez que Park se comportaba como un auténtico ladrón; porque eso era lo que él pensaba de sí mismo cada vez que cometía el acto.

Cuando las tuvo en sus manos, evitó sentirse culpable, y con una pronta sonrisa extendiendo sus mejillas, pensó que su mamá tendría muchas más margaritas de dónde sacó aquellas, pero era definitivo; Jimin no se quedaría sin su corona.

Llegando a su habitación y deshaciéndose de su bolso, se sentó en su cama, dispuesto a comenzar a tejer la preciosa corona, como ya hacía muchos años había aprendido. Los sutiles tallos enredándose entre sí mientras sus dedos trataban las flores con cuidado, y su lengua salía por un costado de su boca, demostrando concentración. Cuando hubo terminado, se sintió por completo feliz.

Poniéndose rápidamente de pie, y enfrentándose contra su espejo de cuerpo completo, se quitó la corona de flores violetas que llevaba puesta, dejándola junto a las otras que aún se mantenían, y descansando la nueva sobre su cabeza. De inmediato sonrió, pensando que había quedado ridículamente preciosa, y esperando lucirla fuera de su casa.

De inmediato, él se imaginó a sí mismo caminando, sonriendo a todos y siendo amable, como lo habían enseñado; pero lo mejor de su fantasía no fue el maravilloso clima, ni tampoco el delicioso aroma a mar que dejaba el muelle de Busán , sino que, a lo lejos, divisó aquel precioso hombre que había estado deambulando por su cabeza desde el primero de enero.

Y es que simplemente no podía dejar de pensar en él.

— Oh, Dios. Desearía volver a verte — murmuró, sonriéndose a sí mismo y juntando sus manos. Suspiros enamorados saliendo de sus labios cuando mandó la frustración al demonio; porque sabía que, a pesar de todo, tenía una posibilidad de volver a encontrarlo.

Porque nada era realmente imposible. Y él más que nadie, confiaba en aquella frase.

— ¡Jimin , te has robado las margaritas del florero! — Por supuesto, aquel grito lo sacó de su maravillosa ensoñación, y cubriendo su boca con las manos, evitó soltar la carcajada que lo delatase.

— ¿Qué? No, ¿qué dices? — Apaciguando su risa, él volvió a mirarse en el espejo. Su mente imaginativa creando una vívida imagen del guapo pelinegro, de pie detrás de él. Sonrió, completamente enamoradizo— . No sé de qué hablas.... Mamá.

Sí, debería volver a verlo pronto. Y aunque tuviera que buscar bajo las rocas; se proponía a encontrarlo.

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