━━29: Amo de Dragones
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CAPÍTULO XXIX
❛¡Larga vida al Jefe!❜
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En aquellos momentos, bajo el cielo con nubes grises y neblina, no había palabras suficientes para expresar lo derrotados que se sentían todos. La noción del tiempo era imperceptible, el frío los cubrió a todos y los ligeros sollozos fueron el único sonido dentro de la isla.
Cuando la vida te deja sin opción, cuando pierdes a las personas que más quieres... Sigrid no lo había experimentado de esa forma, era difícil encontrar las palabras adecuadas para ofrecerle a Hipo como consuelo, porque no podía decirle que su padre estaba mejor en Valhalla, no cuando su mayor sueño era ver a su hijo convertido en Jefe de Berk y hasta hace poco, sus metas estaban en reconstruir la familia a un lado de Valka, apenas qué la había encontrado.
Era sorprendente los acontecimientos que podían suceder en menos de un día, el tiempo, tan frágil, corría sin detener los minutos ante cada suceso.
Las nubes a su alrededor bloquearon una parte del sol, haciendo que los rayos de este se vieran poco perceptibles a través de la neblina. Sigrid tosió un poco, bajando la mirada para ver las hojas cubriendo la sangre de sus heridas en las piernas. La cabeza ya no dolía tanto como momentos atrás y sus manos habían dejado de temblar.
—¿Cómo sigues? —preguntó Hipo, caminando hasta la especie de camilla improvisada donde Sigrid se encontraba sentada.
Después de que se llevasen a los dragones, sin poder soportar un minuto más debido a las heridas que obtuvo, Sigrid se había desmayado. Said la estuvo cuidando mientras esperaba que despertase y le había curado parte de las heridas provocadas ante la caída principal que tuvo cuando a Kohak lo habían derribado, añadiendo aquellas que obtuvo a causa de los cazadores, que al final habían muerto bajo las llamas de Nymeria. Este día no se sintió nada mal por lo que les pasó, como en Nordvind, esta vez ellos habían tomado la vida de Kohak y se la habían arrebatado. Le habían arrebatado a Kohak. El dragón que fue su familia durante ocho años, el que la cuidó, protegió y la alimentó.
—Estoy bien, Hipo, tú eres el que importa en estos momentos —respondió la kainiana en un murmuro, alzando el rostro para ver el rastro de lágrimas que aún se deslizaban bajo los ojos esmeraldas del vikingo—. Lamento todo lo que ha pasado.
Para distraerse de todo, Hipo la miró a los ojos sin murmurar nada; aún después de lo ocurrido, sus ojos seguían brillando como el sol, lo que confortó un poco al vikingo y se sentó a su lado para poderla mirar.
Lejos de ellos, se escuchó a Kristoff y Said ayudar en la preparación del drakkar, habían encontrado uno casi destruido de los cazadores y lo que ahora hacían era terminar de reconstruirlo nuevamente, cambiando la apariencia de la proa y la popa para que el barco se asemejara a los usuales de Berk, con una cabeza de dragón principal.
Sin decir algo, Sigrid pasó su brazo por sus hombros, algunas lágrimas silenciosas siguieron cayendo de los ojos del berkiano, quien se aferró en el hombro de ella y ocultó su rostro en el hueco de su cuello.
—Ahora solo tengo a mi madre y a ti —habló Hipo al poco tiempo con voz ahogada, verlo de esa manera solo hizo que el corazón de ella se estrujara.
—Sabes que no es cierto —respondió Sigrid, pasando su mano por sus mechones de cabello castaño. El calor de su cercanía hizo que el frío no se sintiera tanto—. Tienes unos amigos increíbles que son capaces de seguirte hasta el fin del mundo si se lo proponen, tienes a Chimuelo... Y sí, sé lo que hizo, pero debes recordar que toda la culpa es de Drago, un hombre como él solo puede traer muerte y terror —añadió y profirió un suspiro largo—. Me tienes a mí y pongo mi isla a tu disposición cada que sea necesario, tienes a tu madre y, finalmente, aún lo sigues teniendo a él aunque no esté presente.
» El corazón de tu padre aún late en el de todos nosotros aquí presentes, él está en ti, Hipo —prosiguió, en aquel momento Hipo alzó un poco el rostro y se limpió las lágrimas con la manga de su brazo—. Desde el Valhalla él te observa y está orgulloso de ti, a pesar de todo y mientras una persona lo tenga en su memoria él seguirá vivo a través de nosotros, en sus recuerdos, sus acciones y en aquellos aspectos que lo determinaron a él como persona, como jefe de la isla y como tu padre.
Quizás aquel no era el momento indicado, que importaba. A Hipo no le importó que los demás parecieran absorto en lo que decían, lo que hacían y la cercanía de ambos. Alzó su rostro hasta la altitud de Sigrid y tomando su mentón la besó por primera vez. Las lágrimas sin querer se entremezclaron, pero en esos instantes no importó. Solo eran ellos dos, dos almas que buscaban complementarse y apoyarse mutuamente, que se entendían sin la necesidad de hablar y que comprendían lo que pasaba el otro. Hipo nunca ansió tanto sus labios como aquella vez y después de unos largos segundos se separaron, uniendo sus frentes.
—Quédate conmigo —pidió el vikingo en un murmuro, Sigrid dejó un beso sobre su mejilla y lo abrazó.
—Hasta el final.
—Que las valquirias te reciban y te guíen por el gran campo de batalla de Odín. —Bocón fue el primero en hablar mientras el drakkar*, ahora con el cuerpo de Estoico El Vasto dentro de él, se deslizaba sobre las templadas aguas en dirección a los últimos rayos del sol al horizonte—. Que canten tu nombre con amor y furia para que lo escuchemos surgir desde el corazón del Valhalla y sepamos que has llegado al lugar que te corresponde en la mesa de los Reyes.
Conforme hablaba el viejo amigo de Estoico, se encargó de sujetar uno de los arcos y avanzó unos pasos adelante hasta la orilla de la isla donde Hipo se encontraba, viendo el barco partir.
» Porque ha caído un gran hombre, un guerrero, un jefe tribal, un padre, un amigo. —A Bocón se le quebró la voz ante las últimas palabras, haciendo que las lágrimas continuasen bajando por los rostros de los presentes.
Todos los demás, incluyendo a Sigrid, estaban formados en una hilera horizontal a unos metros de distancia de Hipo. El vikingo sujetó con firmeza el arco, alzándolo entre su mano y con la libre prendió fuego a la punta de la flecha. Hipo tensó el arco y con lágrimas en los ojos, la soltó. Todos vieron como la flecha voló hasta aterrizar en un punto del barco y las llamas se comenzaron a expandir en el drakkar. Sigrid y Said se miraron el uno al otro, el último asintió y ambos tomaron un arco por igual, imitando a los demás jinetes que con las flechas con fuego, dispararon hacia el barco de Estoico.
Ambos kainianos, no compartían las mismas tradiciones que ellos, pero aquello no importó. Estoico había sido una persona importante dentro de sus vidas los últimos años, pese a que casi no compartieron palabras con él y debían honrarlo a su estilo.
Desde su posición, Sigrid sorbió su nariz, retirando las lágrimas de sus ojos, los cuales estaban enfocados en las llamas danzantes que se alejaban cada vez más de donde ellos estaban; hasta que en la lejanía solo se vio un el reflejo del barco consumido por el fuego. Luego, su vista se desvió hasta Hipo quien miraba a ningún punto en específico, perdido en sus pensamientos.
—Papá, lo siento —habló Hipo, rompiendo el silencio desde Bocón. Sigrid no apartó la mirada de él y del otro lado escuchó a Patapez dejar caer el arco, los gemelos compartieron una mirada entristecidos y Patán se limpió las lágrimas de sus ojos—. No soy el jefe que tú querías que fuera y no soy el protector de la paz que yo creía ser. Y-yo... No sé —murmuró en un suspiro y su rostro bajó hasta mirar el suelo.
Valka no dudó en avanzar hasta él tras escucharlo y pasó una de sus manos por sus mechones rebeldes que sobresalían entre su cabello castaño.
—Llegaste a este mundo antes de tiempo —comentó Valka, dejando caer la mano sobre su hombro—. Eras una cosita diminuta, tan delicado, tan frágil, temía que no sobrevivirías —continuó, acercándose un poco más para que Hipo la viese—. Pero tu padre jamás lo dudó, siempre dijo que te convertiría en el más fuerte de todos y era verdad, tienes el corazón de un jefe y el alma de un dragón. Solo tú puedes hacer que nuestros mundos se unan. Eso es lo que tú eres, hijo.
Hipo dio un paso al frente y Valka retrocedió de su lugar para darle espacio. La vikinga se colocó a un lado de Sigrid, quien aún sin decir nada, mantenía la mirada en el berkiano, cuya silueta ahora era reflejada por las llamas en el horizonte y de sus labios escapó un suspiro. Valka la miró un poco y apretó su mano.
—Yo... Tenía tanto miedo de convertirme en mi papá, básicamente porque creí que no lo lograría —habló Hipo desde su posición, con la mirada perdida—. ¿Y-y cómo te conviertes en alguien tan grande, tan valiente y tan entregado? —Una lágrima cayó sobre su ojo derecho, la cual se deslizó hasta bajar por su mejilla—. Creo que solo hay que intentarlo.
Girándose con determinación hacia los demás presentes, el ahora jefe de Berk, habló.
—Un jefe protege a los suyos —Sí había algo que Sigrid admiraba de Hipo, por encima de todo, era el compromiso que tenía hacia todo lo que los rodeaba. Su compromiso hacia las personas, los dragones—. Tenemos que volver.
—Duh, ¿con qué? —preguntó Brutacio.
—Se llevó a los dragones —secundó Brutilda.
—No se los llevó a todos.
Luego de que Hipo revelara su plan para regresar a Berk, todos los presentes se desviaron para buscar a los dragones bebés que se habían quedado en el Santuario. Era bien sabido que los bebés dragones no obedecían a nadie y sería difícil, pero no imposible.
Sigrid se distrajo un poco mientras todos se apresuraban para adentrarse entre los muros con aberturas de la montaña, iba detrás de todos los demás y quedó congelada al ver el lugar en el que tan solo tiempo atrás habían derribado a Kohak. Suspiró. Su muerte había sido su culpa, si no se hubiese montado en él para buscar a Nymeria nada de ello hubiera pasado. Y ahora ya no tenía a Nymeria tampoco.
—¿Te molesta si me uno? —preguntó Valka, situándose a su lado, Sigrid negó y ambas avanzaron hasta el lugar donde el cuerpo de Kohak descansaba en paz—. ¿Qué pasó? —preguntó entonces en voz baja.
—Había dos cazadores —explicó Sigrid, con la voz un poco ronca debido al llanto de horas atrás—. Nos trataron de derribar con flechas y luego... Oh, fue mi culpa, Valka. —La voz le tembló al hablar y cuando llegaron, Sigrid se volvió a inclinar frente a su cuerpo, Valka le imitó—. L-la lanza... Fue demasiado tarde, me atacaron, n-no podía terminar con ellos para ayudar a Kohak, y-yo...
—Mírame, Sigrid —pidió la madre de Hipo, quien alzó el rostro luego de darle unas caricias al cuerpo inmóvil de Kohak—. Todo este caos, toda esta destrucción, la muerte de Estoico, la muerte de Kohak y el secuestro de los demás dragones es únicamente culpa de una persona, Drago Manodura se encargó de hacernos a todos sufrir —comentó—. Puedes estar tranquila, sabiendo que en sus últimos días de vida Kohak fue feliz, estuvo en paz y lo más importante, se reencontró contigo.
» Su muerte, nos marcará por siempre, porque cada vida es valiosa —prosiguió la vikinga—. Pero Kohak ahora está en paz, libre de los cazadores y personas malas. Está ahora en compañía de Estoico en Valhalla o en el lugar al que ustedes llaman Cielo. —Sigrid se sorbió las lágrimas mientras asentía y ambas mujeres se incorporaron, Valka abrazó a Sigrid y luego, sosteniéndola por los hombros, añadió—. ¿Quieres que lo enterremos?
Cuando Sigrid asintió, ambas comenzaron a juntar piedras a los alrededores que comenzaron a juntar y amontonar alrededor del dragón en una especie de capilla circular. Mientras los demás buscaban a los dragones pequeños, ellas continuaron formando la sepultura roca tras roca. Otro día, podrían regresar a mejorar su espacio, pero de momento eso era lo mejor que podían hacer para evitar que llegasen animales hambrientos a devorar su cuerpo.
Con ayuda de Bocón, al final terminaron refinando los detalles hasta que las rocas lo cubrieron por completo. Y la prueba de que alguna vez existió un dragón que protegió a Sigrid años atrás quedó bajo la sepultura, tallada con el nombre del dragón que murió injustamente.
A altas horas de la madrugada todos seguían viajando sobre los pequeños dragones bebés que se habían quedado en el Santuario. El viaje parecía toda una eternidad y resultaba complicado el tener que sujetarse o mantener el equilibrio cuando los dragones bebés hacían prácticamente lo que fuera. Durante todo el camino, para distraerse de lo acontecido y todo lo demás, los gemelos se habían puesto a cantar a manera de distraerse y Said junto a Kristoff ya habían comenzado a platicar con Eret, hijo de Eret.
Sigrid, mientras tanto, trató de controlar al pequeño dragón rojizo en el que iba haciendo qué sus pensamientos se fuesen hacia Kohak y Nymeria. Hipo no tardó en ponerse a su lado instantes después.
—Lamento mucho lo de Kohak —comentó Hipo, cuyo reflejo brilló bajo la luz de la luna que comenzaba a retirarse, estaban a casi nada de que amaneciera. Sigrid alzó el rostro para mirarlo cuando su dragón descendió más de lo normal y se abrazó con fuerza para no caer—. Todos estos años cuando me preguntaba cómo había sido tu vida viviendo con ellos, pensé que había sido difícil, que tus años con ellos fueron complicados, pero cuando lo conocí... Solo vi a un dragón dispuesto a protegerte.
—Lo fue —comentó Sigrid un poco más calmada y miró a Hipo que parecía a punto de salir volando al otro extremo—. Fue el líder, después de todo. —Una sonrisa triste curvó sus labios—. Cuando te conocí, no creí necesario hablar de él, la última vez en aquel entonces había sido complicada.
» Yo les había traicionado, yo fui la causante de que Muerte Roja por poco los matase —continuó—. Creí que si lo volvía a ver él me odiaría, no me perdoné a mí en ese entonces hasta que me reencontré con él meses atrás gracias a Valka.
Hipo la miró comprensivo y, con mucha dificultad, logró que su dragón bajara un poco para nivelarse a un lado de la kainiana.
—Me siento un poco más tranquila —continuó Sigrid—, porque ambos tuvimos el cierre que necesitábamos. Fue bueno haberlo visto después de tantos años, haber tenido su perdón y ahora... Lo único que sé es que él siempre formará parte de mí, Hipo.
Sus ojos brillaron ante la oscuridad e Hipo estiró su mano para tomar la suya, la llevó hacia sus labios y besó sus nudillos con mucho afecto.
—Estamos a nada de llegar —comentó Bocón desde adelante, captando la atención de los presentes.
Al ver que las palabras de Bocón eran correctas, todos los demás se posicionaron cercas del otro y los dragones aletearon hacia la isla. Algunos otros se deslizaron del lado contrario al que debían de ir.
—¡Se llevó a todos los dragones! —exclamó Patapez al ser el primero en ver lo que sucedía en la isla.
Siguiendo su mirada, Sigrid miró delante de ella la isla rodeada de picos grandes de hielo impidiendo el escape, vio al alfa también recargado sobre sus patas delanteras tomando la autoridad de los dragones que se encontraban rodeándolo encima de él. Y conforme se acercaban, también alcanzó a distinguir la silueta de los berkianos fuera de sus casas, con Drago volando frente a ellos, sobre Chimuelo.
—¡Distraigan al Alfa! —pidió Hipo—. Todos intenten desviar su atención de Chimuelo.
—Eh, ¿cómo? —preguntó Brutacio del otro lado, a un lado de Brutilda y Eret quien tomó la palabra después.
—¿Olvidan quién monta a su lado? —preguntó este con ironía—. No hay dragón en la tierra que no pueda dominar —comentó con aires de superioridad, antes de que el dragón rompiese la formación y lo llevase debajo—. ¡Excepto este...!
—Principiante. —Se mofó Patán, viéndolo caer.
Los vítores y gritos del pueblo no tardaron en llegar cuando finalmente arribaron a la isla, todos se separaron en cuestión de segundos y Sigrid se acercó hasta Astrid con quien no había podido hablar después de lo ocurrido con Estoico. La rubia la miró y le regaló una sonrisa sin mostrar los dientes.
—Puedo golpear a Said para hacerte sentir mejor —comentó la vikinga alzando los hombros con una sonrisa traviesa, Sigrid negó y una risa ligera escapó de sus labios.
—Eres muy amable, Astrid, quizás en otra ocasión —contestó, a lo lejos de ellas se escuchó el quejido del mencionado.
Sigrid no había tenido la oportunidad de hablar con Said desde su pelea. El kainiano la había cuidado cuando cayó desmayada, horas atrás y habían estado cercas del otro, pero no habían comentado nada sobre lo ocurrido casi el día anterior. En menos de un día habían transcurrido muchísimas cosas que asimilar. Quien iba a pensar que Hipo le confesaría sus sentimientos a Sigrid, ahora que volaban hacia la isla, se sentía como si aquella confesión hubiese pasado días atrás y no, solo habían pasado horas.
Los ojos de Sigrid se desviaron tratando de identificar el cuerpo de Nymeria entre la multitud, más no había rastros de la híbrida por ninguna parte. Menos teniendo en cuenta la gran cantidad de dragones que rodeaban al alfa.
Para distraerse, descendió con el dragón solo para ver como todos los jinetes corrían apresurados hasta tomar las ovejas con las que hacían las Carreras de Dragones y con la misma lanzadora, impulsaron a las pobres ovejas sobre el aire. Algunas caían encima del Salvajibestia y este las regresaba con un soplido, molestando el dragón. No obstante, cada que el dragón intentaba hacer algo para atacar, el sonido de un cuerno le interrumpía.
—¡Diez puntos! —exclamó Patán cuando la oveja negra terminó encima del rostro del dragón y este lo lanzó con un simple soplido.
—Hey, Sig, llegas justo a tiempo para la diversión —comentó Brutacio en cuanto la vio acercarse con la mirada hacia arriba, desde su posición, Sigrid parecía ser la hormiga más pequeña.
—No creo que el intento de distracción de ustedes y Patapez funcione por más tiempo —comentó Sigrid un poco preocupada al ver desde las alturas como Hipo trataba de acercarse a Chimuelo y luego, tal como sus palabras predijeron, el pobre Patapez se salvó por poco de terminar en medio del hielo que el Salvajibestia había lanzado en su dirección.
—Hay que dejar a esos tontos y vámonos antes de que vuelva a atacar —dijo Brutilda, llegando hasta ella y Sigrid no puso mucha resistencia.
Las dos retrocedieron solo un poco, Brutilda la tomó del brazo para jalarla hacia ella y Sigrid se desconcertó al ver una mancha rojiza pasar y desvanecerse. Mancha que reconoció a la perfección, pues era Nymeria. Lo raro de aquello, era que se había vuelto invisible y, por primera vez, no pudo ser capaz de ver su silueta desaparecida. Para no preocuparse más de lo que debía, se giró para mirar a los demás. Encontraría a Nymeria.
Curiosa, Sigrid miró a Hipo desde las alturas intentar que Chimuelo dejase de obedecer al alfa y lo reconociera. Solo pasaron unos segundos más cuando los gritos de felicidad y alivio de Hipo se hicieron escuchar.
—¡Ese es mi dragón, así se hace!
Con una mezcla entre preocupación y felicidad, Sigrid vio a Chimuelo lanzar por los aires a Drago Manodura, dejando al Furia Nocturna cayendo lentamente en el aire; pero Hipo no perdió más tiempo y saltó en picada, con ayuda de las aletas de su armadura hasta alcanzar a su dragón. Sigrid respiró aliviada cuando ambos se alzaron sobre el aire y fue su turno de apretar el brazo de Brutilda cuando Hipo y Chimuelo desaparecieron de la vista con el hielo del Alfa detrás de ellos.
Era increíble e impresionante la manera en la que Hipo y Chimuelo trabajaban como si fuesen uno solo, aquel tipo de amistad y conexión de la que se había dado cuenta Sigrid años atrás. En cuestión de minutos, las maniobras de vuelo de Chimuelo y las estrategias de Hipo les habían permitido separar a Drago Manodura del dragón Salvajibestia, con una simple distracción. El gas del Espantosus Cremallerus en un instante ya había cubierto tanto al cazador como al alfa, quien ya no tenía más control sobre el Furia Nocturna. Y, deslizándose en el cielo como un dragón, gracias a las aletas de su traje, solo bastó de una chispa para que el gas explotara y de esa manera Drago cayera en un estruendo sobre la isla, con su lanza estancada a un metro por delante.
Sigrid vio todo aquello con el corazón latiendo tan rápido que se le saldría del pecho, con la emoción porque todo estuviese yendo tan bien después de lo acontecido horas atrás y el temor de que Hipo cayese. Con un respiro, aflojó el agarre con Brutilda y miró aliviada como Chimuelo llegó justo a tiempo para alcanzar a dar sus giros cerrados ante el obstáculo frente a ello. Luego, se elevaron en el cielo a la vista de Sigrid y todo el pueblo; hasta que poco después, ambos cayeron en picada en dirección a la isla, donde Chimuelo aterrizó a una corta distancia de donde se encontraban Sigrid y Brutilda.
Hipo bajó del dragón y encendió a Inferno, el cual lanzó directo a escasos centímetros de la mano de Drago Manodura que intentaba recuperar su lanza; el cazador profirió un grito cuando el fuego de la espada quemó sus dedos.
—¡Detenlo ahí, Chimuelo! —exclamó Hipo, el Furia se inclinó sobre sus patas y enseñó los colmillos profiriendo un par de gruñidos. Sigrid trató de ver inútilmente al berkiano ante el polvo que cubría el perímetro frente a ellos—. Ya todo terminó.
—¿Con qué eso crees? —preguntó con sorna Drago Manodura y siguiendo la mirada hasta donde él veía, Hipo también se giró para encontrarse cara a cara con el alfa.
—¡Cuidado! —gritó Sigrid en vano.
El dragón Salvajibestia no perdió ningún instante y expulsó el hielo de su boca, Sigrid vio con gran temor como Chimuelo alcanzaba a correr Hipo y lo envolvía. Pero fue demasiado tarde, el hielo los había cubierto por completo y picos filosos sobresalían alrededor de ellos. Las piernas de la kainiana por el shock temblaron, todo había pasado demasiado rápido, a esas alturas ambos ya estaban...
No, no podía ser cierto, no...
De la impresión no pudo moverse por más que intentó, lejos de ella vio a Valka bajarse del pequeño dragón y correr hasta el gran muro de hielo, comenzando a golpearlo y gritar.
—Hipo, tú no... —murmuró Sigrid en un hilo.
Sus piernas paralizadas le impedían desplazarse hasta el hielo para intentar sacarlo de ahí con lo que fuera. No obstante, antes de que pasaran más minutos, el hielo comenzó a brillar de un azul electrizante y el vago sonido de un rugido se escuchó dentro de este. Con sorpresa en sus orbes, Valka alcanzó a apartarse cuando el hielo explotó y el cuerpo de Chimuelo se reveló. Sigrid ahogó un grito por la sorpresa al ver el cuerpo del Furia Nocturna brillar de color azul sobre las escamas superiores de su lomo y, lentamente, el dragón abrió las alas mostrando a Hipo completamente a salvo.
Chimuelo rugió en dirección al Alfa y se giró para mirar a Hipo con las pupilas dilatadas en busca de aprobación, aceptada por el vikingo. El Furia Nocturna volvió a adoptar su postura atacante, saltando sobre los picos de hielo para tener mejor cercanía con el Salvajibestia.
—¡Está retando al Alfa!
—Para protegerte, hijo.
El plasma de Chimuelo fue a golpear incontables veces al dragón blanco quien inútilmente trató de defenderse y al poco tiempo, saliendo del control; todos los otros dragones siguieron el rugido de Chimuelo y se colocaron detrás de él. De entre la multitud de dragones, Sigrid alcanzó a ver la silueta invisible de Nymeria y respiró aliviada.
—¿Ahora lo entiendes? —preguntó Hipo tras montarse sobre Chimuelo y encabezar a todos los dragones—. ¡Esto es ganarse la lealtad de un dragón! Termina esto, ¡ahora!
—¡Jamás! ¡Acábalos!
Y bajo el comando del líder de los cazadores, el Salvajibestia abrió sus fauces para atacar en vano cuando Chimuelo volvió a lanzar su plasma que impactó sobre su cabeza. Unos segundos después y una lluvia de fuego surgió sin cesar sobre el dragón alfa, causando un gran estruendo. El dragón blanco se volvió a alzar sobre sus patas traseras emitiendo un sonoro rugido al mismo tiempo en que el último ataque de Chimuelo le desprendía uno de sus colmillos.
—El alfa los protege a todos —comentó Hipo, viendo como el dragón blanco se sumergía al agua completamente derrotado.
Una ola de exclamaciones y gritos de victoria llenó la isla de Berk en cuestión de segundos. Las personas comenzaron a correr en busca de sus dragones y Sigrid no se quedó atrás, pero fue alcanzada por Said quien la envolvió en sus brazos, impidiéndole buscar a la híbrida.
—¡Said! ¡Said, yo no quería...!
—Cállate y déjame abrazarte, te extrañé, tonta princesa —interrumpió Said, estrechándola en sus brazos, Sigrid río un poco y le golpeó sin apartarse—. Ya ve a buscar a tu monstruo.
Antes de que lo hiciera, Sigrid se separó del castaño para ver a Hipo descender de Chimuelo. En menos de un segundo, los dragones rodearon a Chimuelo y Brincanubes fue el primero en inclinarse ante el Furia Nocturna. El nuevo alfa de todos. Chimuelo, orgulloso, alzó la cabeza con los ojos cerrados y soltó un ligero gruñido que fue secundado por los demás.
Un poco impaciente por ver a Nymeria, Sigrid se hizo paso entre los dragones hasta que la reconoció. La híbrida que también la estaba buscando no dudó rodearla con sus alas color carmesí y la morena pasó los brazos a los lados de su cuello para poder sentir su calor, así como murmurarle lo mucho que la había extrañado.
—No me vuelvas a dejar, Nym —pidió, escuchando como todos se reunían con sus dragones de igual manera.
—¡Oh, dame un abrazo, Gruñoncito!
Detrás de ella vio a Bocón estirar sus brazos y ser aplastado por su dragón, Sigrid soltó una risa ligera por aquello. Unos momentos después y Sigrid fue sorprendida por dos pares de brazos fuertes que la rodearon hasta casi asfixiarla.
—Hey, Said, tú ya me habías abrazado, largo. —Se quejó con un una risa ronca y Said negó—. Si, ya pueden soltarme, los perdono.
—Sí te vuelves a desaparecer de esa manera yo mismo te ataré a una silla —comentó Said cuando se separó de la kainiana, Kristoff en cambio la rodeó con sus brazos—. Ya podía ver mi cabeza sobre una estaca cuando regresara a Kain.
—Él solo está exagerando —comentó el rubio, rodando los ojos—. Lamento mucho lo del dragón, pequeña, cuando quieras Nerion y yo te podemos acompañar a visitarlo —ofreció, revolviendo el cabello de Sigrid. Un gruñido se escuchó del otro lado y la kainiana se separó para mirar a tres indignados dragones—. Ah, ustedes también.
—¿Y yo qué? —preguntó Said, indignado también.
—También tú, Rey del Drama.
Sigrid mordió su labio inferior mirando detrás de ella a Hipo platicando con su madre. Ahora que todo había terminado, su mente no dejaba de revivir el beso que ambos se habían dado tiempo atrás, estaba un poco confundida. No le había confesado ella sus sentimientos, ¿sería tan necesario si lo hiciera? Suspiró y retrocedió, ganándose dos miradas acusatorias.
—¿No piensas ir o qué? —preguntó Said con los brazos cruzados y la ceja alzada.
—¿A dónde? —preguntó y Said señaló al vikingo—. No, no, está con Valka.
—A quien conoces desde hace cinco años —comentó Kristoff.
—Sí, pero...
—Pero nada, hace unas horas no tuviste miedo de besarlo enfrente de todos, ve. —Said la empujó ligeramente y Kristoff alzó los pulgares.
—Los odio.
Detrás de ella escuchó las réplicas de sus amigos, pero se obligó a continuar la caminata. Más cuando Valka se dio cuenta de su presencia y alzó la mano para saludarla, alejándose para darles espacio.
—Bienvenido a casa, Jefe —comentó Sigrid con un tono un poco más formal y divertido, Hipo centró su mirada en ella con una pequeña sonrisa.
—¿Debería llamarla "Alteza"? —preguntó él también adquiriendo el mismo tono de ella y se aproximó hasta tenerla a escasos centímetros de distancia.
—Siempre puedes llamarme como dicte tu corazón —respondió Sigrid, bajando la mano para apuntar a este y luego, con una sonrisa traviesa, terminó presionando la parte de la armadura por debajo donde se abría su aleta con la que volaba.
El vikingo sorprendido miró como ella estalló en risas junto a Valka que les observaba desde cercas. Ya lo había hecho varias veces desde que Sigrid descubrió esa aleta, no debió haberse sorprendido, pero una risa fingida escapó de los labios del vikingo.
—Que graciosa —repuso Hipo entre divertido y serio—. ¿Supongo que deberé acostumbrarme a qué hagas eso?
—Ya deberías haberlo estado —replicó Sigrid, sus mejillas adquirieron un tono rosado que hicieron a Hipo sonreír.
—Qué divertida —respondió, antes de cobrar la seriedad, sin apartar la sonrisa de su rostro—. Tú, ven aquí.
Sin darle tiempo a responder, sorpresivamente estiró su brazo para tomarla de la cintura atrayéndola hacia él. Si antes ambos habían estado cercas, su cercanía ahora incluso les permitía apreciar sus ojos a buena vista. Ante el repentino acercamiento y la sorpresa, la sonrisa de Sigrid se esfumó para ver de cercas los labios del berkiano que le quedaban a la altura de sus ojos. Hipo no perdió más tiempo e inclinó ligeramente el rostro, hasta que sus labios se tocaron por segunda vez consecutiva en el día y el beso hizo que las emociones de Sigrid explotaran de la emoción y la felicidad que le causaba que estuviera sucediendo. Ellos estaban sucediendo.
Hipo apretó ligeramente el agarre a su cintura mientras la mano de Sigrid se aferraba al pecho del vikingo, sus labios encajaron como piezas de rompecabezas perfectamente y parecía como si hubieran nacido siendo el uno para el otro. Pasaron solo unos segundos que se sintieron eternos, ignorando el ruido del pueblo presente y lentamente se separaron, hasta que sus ojos se encontraron con los contrarios.
Poco después, un carraspeo y el ligero golpe del bastón de Gothi les sacó de sus pensamientos. Era hora.
Sigrid retrocedió un par de pasos para situarse a un lado de Valka que la miró con una pequeña sonrisa. Vieron juntas a Hipo hincar la rodilla frente a la pequeña anciana quien tomó con sus dedos de la ceniza que había detrás de ella. Los ojos de Hipo se cerraron cuando Gothi pasó los dedos por su frente formando un medio círculo abierto hacia arriba, en el centro hizo un pequeño círculo a medias y en medio de ambos semi círculos dibujo una línea vertical con el resto de las cenizas, proclamándolo así como el nuevo Jefe de Berk.
Gothi extendió sus brazos haciendo un asentimiento y el nuevo jefe se puso de pie, compartiendo miradas con Bocón, quien alzó la voz para hacerse oír entre la multitud de personas.
—¡El Jefe ha llegado a casa!
Y con una sonrisa de orgullo, Sigrid miró el semblante de Hipo asimilando lo que ocurría mientras a su alrededor los demás comenzaban a festejar. Los gemelos bailaron, brincaron y los dragones, inhalando un último aliento, alzaron sus cabezas para exhalar el fuego de sus pulmones.
—¡Qué viva el Jefe! ¡Qué viva el Jefe!
∘ Drakkar: También conocido como långskip, es un barco vikingo, que generalmente se usaba durante las excursiones guerreras. Se utilizó tanto en ataques tanto costeros como en el interior. La palabra drakkar, que significa «dragones», hace referencia a los monstruosos mascarones que estos barcos vikingos lucían en su proa. Además de estética, la función de estas figuras era intimidar.
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