━━21: ¿Confías en mí?

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CAPÍTULO XXI

❛¿Podrían volver a ser lo mismo que antes?❜

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      Hipo estaba preocupado.

Durante semanas no había tenido noticias de Sigrid, perdió la cuenta de las cartas que mandaba y de todas ellas, no recibió respuesta alguna. Los días que pasaban solo ayudaban a incrementar su preocupación cada vez más, ¿y sí ella lo volvía a alejar? ¿Cómo le haría para soportar más tiempo así? Había pasado casi cinco años, sin tener noticias de ella, sin saber cómo estaba, sin saber si estaba viva o no... Que la idea de tener que volver a pasar por aquello le resultaba imposible de asimilar, no estaba listo para perderla de nuevo, no.

Sigrid era su amiga hasta ese momento, fue su primera amiga, la persona que confió en él y le creyó cuando nadie más lo hizo, la que le hizo ver que no había nada malo en querer proteger a un dragón. En ese tiempo, ella había pasado por muchos obstáculos y, aun así, Hipo se había percatado del gran cambio en ella, aceptando por fin la persona que era y la que sería.

El simple hecho de no tener noticias de ella le desgarraba en lo profundo de su alma, las cartas solían tardar, sí; pero no tanto como ahora. Mínimo debía haber llegado una correspondencia de todas, la preocupación lo consumía lentamente. Inclusive se planteó ir a Kain durante varios días, más los sucesos ocurridos en la Orilla del Dragón le impedían organizarse para hacerlo, habían tenido días complicados y sabía que no podía irse por más que quisiera.

El vikingo suspiró y revolvió su cabello, regresando a la realidad, solo para ver a Dagur de la isla Berserker y a la Reina Mala de los Defensores del Ala compartir muestras de amor frente a los jinetes; habían arribado tan solo media hora atrás para anunciar su inesperado compromiso.

Ninguno de los jinetes sabía cuánto tiempo más podrían soportar presenciar aquellas muestras de afecto; por ello cuando una sombra se proyectó fuera del salón, soltaron un jadeo, aliviados y corrieron en dirección hasta la sombra de aquel dragón.

El corazón de Hipo dio un vuelco al ver a Nymeria aterrizar sobre el piso de madera, soltó un suspiro aliviado y estaba por hablar cuando prontamente calló al no ver a Sigrid sobre la híbrida. En su lugar, fue Kristoff quien desmontó a la Pesadilla Cambiante haciendo acto de presencia. Hipo dejó ver su desilusión sin pensarlo y el corazón le latió con tanta fuerza que podría salirse de su pecho en cualquier instante, la preocupación consumía hasta sus entrañas.

—Kristoff —articuló Hipo, echando un vistazo al otro lado donde la figura de Vhagar aterrizó un poco más alejado. El vikingo alzó la vista para ver sí Sigrid de casualidad iba montada con Said, pero quien descendió junto al kainiano no fue ella, sino otro chico—. Said, ¿dónde está Sigrid? —preguntó sin poder evitarlo.

—A eso hemos venido —respondió Said, mirándolo por unos segundos. El kainiano avanzó siguiendo a los jinetes que le señalaron el montículo para que se adentrara y, antes de hacerlo, le dio unas palmaditas a Nymeria que parecía decaída—. Espero que no les moleste que haya traído a mi hermano, este es Brynden —señaló a su hermano.

El joven alzó su mano en forma de saludo, con una sonrisa un tanto nerviosa mientras seguía a Said y observaba sus alrededores. Hipo lo miró, increíblemente sorprendido por el parecido entre los hermanos Warren, pero Brynden en comparación tenía el cabello oscuro revuelto y con varios rulos.

El vikingo los siguió por el umbral y se recargó en la pared de madera cuando el montículo fue silenciado, Kristoff y Said explicaron lentamente lo que había ocurrido con Nordvind, las órdenes del Consejo, la batalla que lograron ganar en la isla a coste de sangre y muertos, explicaron brevemente lo que había hecho Sigrid omitiendo dar detalles, comentando también que esa misma era la razón por la que se había distanciado de todos en Kain, ya no dejaba que ni siquiera ellos mismos la vieran, se había encerrado en su dolor y en sus pesadillas por lo que había hecho que cada día ambos comenzaban a preocuparse más. Ninguno de los jinetes habló, dejando que ellos relataran lo ocurrido. El silencio era inquietante, sus respiraciones chocaban las unas con las otras, tratando de entender lo que había pasado.

Hipo jamás se habría visto a sí mismo en esa situación, jamás había pensado en eso porque estaba completamente seguro de la respuesta. Él nunca haría algo como eso, no atacaría al enemigo, ni con dragones o humanos, no importaba, no lo haría. Pero tampoco sabía que era lo que pasaba en la mente de Sigrid en esos momentos, que era lo que estaba viviendo y estaba seguro de que, aunque para él no fuese lo correcto, iría a apoyarla lo mejor que pudiese, porque ella había estado ahí sin tener otra salida. Conocía bastante bien lo terca que podía llegar a ser y por lo que dijo Said, supo que decidió hacer lo peor por no abandonarlos.

Asimilar lo contado no era nada sencillo, Hipo sobó su sien tratando de captar y procesar toda la información. Sus amigos tampoco dijeron nada.

—No sabemos qué hacer —murmuró Kristoff, con pesadez, dejándose caer en uno de los bancos—. Nosotros ya... Lo habíamos hecho —añadió—, pero ella no.

—¿Lo hizo... Con muchos? —Se atrevió a preguntar Astrid, del otro lado del montículo, Hipo se llevó la mano debajo de su barbilla y suspiró.

—Estaba en la primera fila —respondió Said, dando a entender—. La mayoría fue hasta ella al verla vulnerable y por ser la única mujer en la línea de batalla, pensaron que sería más fácil. —El kainiano profirió un suspiro dejándose caer en uno de los bancos—. Pero Sigrid no logra recordar nada, fue como un shock, reaccionó por instinto para combatir su miedo.

—¿Y sus padres? —Volvió a preguntar Astrid, alzando un poco la voz—. ¿No pudieron detenerlo? ¿Evitarlo?

—No es sencillo —contestó Kristoff—. Nordvind llevaba semanas tomada de rehén con aquella tribu, se debía actuar, no había escapatoria, Sigrid fue obligada a ir.

—¿Qué? ¿Por sus padres?

—No, sus padres trataron de evitar que fuera —interrumpió Brynden, que se había mantenido callado—. Fue por los lores, en asuntos de batalla ellos tienen autoridad.

Los demás comenzaron a hablar al respecto, mostrando su enfado con los lores. El montículo se llenó de las voces de todos, sus preocupaciones y sus enfados; pero Hipo pensaba en todo qué no podía prestar atención a lo que decían.

—Suficiente, iré a Kain —reveló Hipo, tras darle muchas vueltas a su cabeza—. Confío en que puedan llevar ustedes el metal al Ala Acorazada —añadió antes de que los demás dijesen algo al respecto.

—No es seguro que vaya a querer verte —respondió Said—. En todo caso, igual nos quedaremos aquí para ayudarles en lo que necesiten y, gracias, Hipo.

Hipo asintió, preocupado y sorprendido al ver al kainiano con una faceta que desconocía de él. Said siempre tenía el ánimo levantado, incluso en situaciones serias sabía cómo relajarse y mantener a los demás calmados. El día que el Furia Espectral se llevó a Sigrid no reaccionó a como estaba en esos momentos, aquel día manejo la situación con calma y ayudó en Berk lo más que pudo; debieron haber pasado por mucho en esos últimos años, para que Said se preocupara por Sigrid de esa manera.

Sin decir más que un par de órdenes a los gemelos y Patán, Hipo salió del montículo en dirección a su cabaña para preparar las cosas del viaje. Mientras empacaba, el vikingo no pudo evitar pensar en que le diría estando allá, ¿cómo haría siquiera para verla? Quería hacerle saber que estaría ahí para ella, que cumpliría su promesa de estar a su lado sin importar lo que pasase, necesitaba mostrarle su apoyo, necesitaba ayudar a que sus heridas sanasen, físicas y emocionales. Necesitaba que ella confiara en él como para recurrir en situaciones como esas.

Cuando tuvo todo lo necesario se puso en marcha, montado sobre Chimuelo y con la compañía de Maléfico. El camino a Kain fue silencioso para el vikingo, realmente tenía mucho en que pensar y no tenía idea alguna sobre lo que diría estando en la isla, no podía dejar de pensar en ella, cada que cerraba los ojos era capaz de ver los suyos llenos de brillo y alegría, quería que estuviese bien como comenzaba a estarlo días atrás, era su amiga, estaba bien querer lo mejor para ella.

Hipo dejó que Chimuelo los guiase por las nubes al conocer el camino y él sujetó a Maléfico para evitar que saltara o se resbalara. El ver a Maléfico solo hizo que sus pensamientos siguieran puestos en Sigrid; pensaba en ella y en el color de sus ojos como los rayos del sol; pensaba en ella y en lo mucho que había cambiado; pensaba en ella y en lo mucho que quería estar a su lado para ofrecerle su apoyo y evitar que algo malo le sucediese. Esos pensamientos eran traicioneros y por ello, cada que no podía dejar de pensar en la kainiana, se decía a sí las mismas palabras «No pienses en eso, Sigrid es solo tu amiga, es todo.» Y Chimuelo le contradecía cada que se le escapaban los pensamientos por sus labios, era muy difícil evadir las miradas de Chimuelo cada que le descubría con algo.

El vikingo frotó sus ojos y se dejó caer sobre la espalda del Furia, tratando de poner sus pensamientos en orden para saber con exactitud que decirle. Necesitaba hacerle saber que él estaría ahí para ella en todo momento, en los malos momentos como en los buenos, en las dificultades y en los triunfos sin importar qué y él había sido un tonto por esperar a que pasasen semanas y ellos mostrasen signos de vida, pudo haberse desocupado en algunas de las ocasiones que tenía libre en la Orilla, pero no lo hizo.

Los jinetes de dragones llegaron a la isla donde habitaba el dragón Ala Acorazada unas horas después de que Hipo se hubiese marchado. Habían sido acompañados por Dagur y los tres kainianos que se rehusaron en dejarles ir solos en caso de que hubiera peligro. La isla a sus alrededores estaba increíblemente silenciosa cuando Said guio a Vhagar para que dejara el metal sobre el suelo y en seguida, los demás imitaron su acción. Al terminar todos corrieron hasta los árboles y se escondieron.

Kristoff fue el primero en asomar la cabeza cuando el Ala Acorazada hizo acto de presencia luego de algunos minutos de espera; el dragón en algunos aspectos tenía similitudes con las Pesadillas Monstruosas, pues tenían las alas unidas con sus patas delanteras y era casi del mismo tamaño que los Pesadillas, su piel era de un tono verdoso mientras que sus ojos lo eran de un color amarillo. Kristoff, desde su posición, pudo ver también que su piel no tenía escamas, había vario metal adherido a su piel en forma de protección, a lo largo de su cuello, torso, cola y parte de sus alas. Pero eso no fue lo que captó su atención, lo que captó la atención fue la sensación atravesar su pecho, un presentimiento.

El dragón al comprobar que no hubiese nadie y tras inspeccionar las piezas de metal, tomó una entre su hocico y la colocó en alguna parte del torso, prendiéndole fuego para que la pieza terminase adherida junto a las demás; Kristoff estuvo tan concentrado viéndolo que no se percató en los demás detrás de él, discutiendo por la lente del dragón en la armadura del dragón. Kristoff tenía escasos conocimientos al respecto, pero sabía que era importante para el equipo de jinetes.

—Iré yo —ofreció Said inflando el pecho, luego de una pequeña discusión con Astrid como lo usual.

Más no pudo avanzar dos pasos cuando Kristoff se adelantó hasta el dragón con curiosidad, el Ala Acorazada lo inspeccionó desde arriba con sus ojos amarillos, encorvándose ligeramente hasta terminar a la altura de sus ojos, los cuales mantenían sus pupilas con una fina línea negra. Eso no detuvo que el rubio se acercase hasta él y permitiese que lo oliese, en cuestión de segundos las pupilas del dragón se dilataron y cuando la mano de Kristoff estaba por tocar la piel del dragón una voluta de fuego pasó cerca suyo, alertando los sentidos del reptil y logrando que saliese huyendo. Kristoff fue salvado a tiempo por las garras de Nymeria que lo alcanzaron a sacar de la línea de fuego.

Dos voladores de Cola Quemantes habían llegado, haciendo que todos se pusieran alertas y se alzasen en vuelo hasta que los ahuyentaron, aunque Astrid sabía perfectamente que volverían al poco tiempo después con más acompañantes. Descendieron entonces de vuelta a tierra para comenzar a buscar el dragón antes de que los voladores llegasen.

—Brynden, no te retrases, vamos —comentó Said luego de que se hubiesen puesto en marcha en medio de los árboles, el menor de los Warren se había quedado por atrás junto a Nymeria.

—Nymeria está afligida —respondió el joven, acariciando la cabeza de la híbrida, que parecía estar cansada también—. Iré a buscar agua —dijo entonces, haciendo que Said detuviese la caminata hasta girarse al menor, negándose rotundamente.

Los demás continuaron, excepto Astrid que decidió esperarles.

—No es seguro, Brynden —dijo el mayor, echando un vistazo a sus alrededores con el semblante preocupado—. Quédate con nosotros.

—No me voy a tardar —insistió el menor—. Llevaré a Nymeria y luego regresaré.

Said lo miró de forma insegura, los cazadores podrían regresar con refuerzos en cualquier momento y sería peligroso dejar desprotegido a su hermano solo con Nymeria.

—Dudo que lo vean si va con Nymeria —interrumpió Astrid al ver el conflicto interno del mayor—. Tardarán un poco antes de que lleguen y estoy segura de que irán tras nosotros y no tras él —añadió, haciendo que Said posase sus ojos en ella.

Luego de una lucha interna consigo mismo, Said asintió y suspiró, haciendo que su hermano Brynden se llevase consigo a Vhagar también, por cualquier cosa. Los dos mayores continuaron poco después su caminata detrás de los otros que ya se habían adelantado algo y Said tuvo que bajar un poco la mirada al notar la forma en la que Astrid lo miraba a él, esta vez era diferente a todas las anteriores y no parecía con ganas de querer arrojarle el hacha. Justo cuando estaba por abrir la boca, seguramente para decir una estupidez, la ojiazul lo hizo primero.

—Es lindo que te preocupes mucho por tus hermanos.

—Son los menores, siento que si yo no lo hago nadie más lo hará —respondió, metiendo las manos en los bolsillos de sus pantalones—. En especial él y Lyanna, porque sé que Daven puede defenderse perfectamente.

—Creo que ellos también pueden.

—Sí, pueden —asintió Said, ladeando la cabeza—. Son hábiles e ingeniosos a su manera, pero no puedo evitar preocuparme...

El castaño se calló de pronto al pronunciar lo último, nunca pensó que llegaría a abrirse de esa manera con Astrid, a otras personas no les habría dejado ver lo mucho que se preocupaba por sus hermanos, pero sentía que con la rubia no tenía por qué ocultar esa parte de él. Con un suspiro, Said regresó su vista al frente para ver el camino y continuar su caminata.

—¿Y qué pasa con tu otro hermano? —preguntó Astrid, alcanzándole.

—Siento que él va por otro camino, a Daven por más que le quiera proteger me resulta imposible, salta al peligro sin vacilar —bufó, negando con la cabeza—. Él tiene sus propias ambiciones y propósitos, no dudaría que un día se marchase de Kain.

—¿Y es malo si lo hace?

—No. —El castaño suspiró—. Me preocupa el no poder estar para él si lo hace y algo sale mal.

—Lo entiendo, es tu hermano y quieres lo mejor para ellos. —Astrid tomó su hombro haciendo que lo mirase—. Eres bueno, Said —añadió y, sin decir una palabra más, se alejó llegando hasta los demás que estaban ya con el dragón.

El Ala Acorazada estaba situado frente a ellos, en estado defensivo luego de lo ocurrido minutos atrás. Said se acercó hasta Kristoff, mirando sobre el cielo en caso de que estuviesen nuevamente los voladores.

—Patatonto —soltó Dagur a los minutos, luego de que Patán hubiese preguntado cómo le quitarían la lente al dragón. El Berserker le quitó el casco en el camino, ignorando las quejas de Patán por el apodo que le había dado—. Sé cómo ganar a las personas que me quieren muerto... —Comenzó a enumerar a varios de sus adversarios, antiguos y actuales—. Casi todo el archipiélago en realidad —soltó, avanzando hasta el dragón—. Te tengo un regalo —canturreó entonces en dirección al dragón, extendiendo el caso en su dirección.

Pero el Ala Acorazada gruñó, girándose para golpear el casco con su cola el cual impactó en el rostro de Patán, provocando que cayese al suelo del golpe mientras el dragón comenzaba a lanzarles fuego. Los demás tuvieron que subirse a sus dragones cuando el dragón se alzó en vuelo, justo a tiempo en el que Brynden llegaba con Nymeria y Vhagar. Cada uno entonces se colocó en un ángulo diferente hasta rodear al dragón que subió más al no tener escapatoria, solo para encontrarse con un Cola Quemante color rojo, montado por Krogan, un hombre de piel semi oscura, con cabello negro corto, desde ahí se podía ver la gran cicatriz que tenía, que atravesaba desde la parte superior de su frente hasta abajo de su ojo derecho.

—Cuando me informaron que perseguían a un Ala Acorazada, estaba casi seguro de saber por qué, pero no esperaba que me entregaran el dragón y la lente. —Fue lo primero que dijo Krogan a los jinetes.

—¡Qué bien! ¡Un enfrentamiento! —exclamó Dagur, montado sobre su dragón, un Triple Ataque, un dragón de color amarillo y café, con un aguijón en forma de tres puntas y tenazas en las manos.

Al mismo tiempo que dijo eso y todos los jinetes hubiesen aparecido, varios voladores llegaron hasta situarse alrededor de su líder. El ataque pronto comenzó desde el cielo, los jinetes esquivaron las volutas del fuego, procurando proteger al dragón de que no fuese lastimado, pero este mismo hizo uso de su metal hasta lanzárselo a un volador.

—El Ala Acorazada tiene otro movimiento defensivo —comentó Patapez al verlo, emocionado—. Increíble.

—No es gran cosa —interrumpió Patán—. Arroja metal, como Bocón —dijo, al tiempo en que era atacado por el mismo dragón.

Kristoff descendió un poco hasta él al notar que el dragón había terminado vulnerable, cuando arrojó parte de su metal que tenía en el torso. Krogan aprovechó aquello para que su Cola Quemante atacase al Ala Acorazada y lo derribase, el cual cayó estrepitosamente al suelo. Rápido y sin perder más tiempo, bajaron para proteger al dragón.

—No pasa nada, está bien —consoló el rubio, acariciando la piel del dragón que cerró los ojos por aquel acto, soltando un gruñido parecido a un ronroneo.

Por horas permanecieron protegiendo al dragón, el cual se puso cada vez más débil por los incontables ataques de los voladores y el terror por lo que podría pasarlo. No obstante, antes de medianoche lograron llevarse al dragón a coste de la lente del dragón, porque inclusive sabían que Hipo comprendería el hecho de anteponer la vida de un dragón por la de un artefacto como esos.

Aquella noche Kristoff encontró un nuevo amigo, a quien le dio el nombre de Nerion.

—Hola, Hipo.

A diferencia de como Hipo esperaba encontrarla, Sigrid no mostraba signos de haber estado llorando, aunque sus ojos se mantenían hinchados y enrojecidos, como si lo hubiese hecho un día atrás. Vestía tan elegante como siempre desde que la había encontrado, con un vestido de color turquesa, la falda ligeramente ancha en comparación con los otros vestidos que solía usar y las mangas sobre el codo, lo que se le hizo extraño al berkiano sabiendo que Sigrid raramente utilizaba vestidos sin mangas que cubriesen hasta sus muñecas.

Hipo no respondió al instante, se quedó contemplándola boquiabierto, hasta notar las cicatrices en sus brazos y manos descubiertos, que ella trató de ocultar frente a él. El ojiverde se dio cuenta que tenía también un ligero corte en la mejilla, una rasgadura debajo del hombro que no se lograba ver por completo debido a la tela del vestido y algo le hizo sospechar que no eran las únicas heridas. Cuando se percató en que no había respondido, tragó saliva y parpadeó, volviendo a la realidad; pues a pesar de todo, aún seguía creyendo que se veía hermosa.

—Siri... —articuló Hipo finalmente, saliendo de su trance—. ¿Cómo estás? —preguntó, bajando un poco la mirada para verla a los ojos, ya que Sigrid era por lo menos veinte centímetros más baja de estatura.

Nada. Silencio fue lo único que le respondió. Ella no se movió, en su lugar, mordió su labio inferior e Hipo temió que no quisiese hablar con él. Pero ya estaba ahí, no se podía rendir.

—Estaba preocupado —añadió.

—No tienes de qué preocuparte, Hipo, estoy bien —murmuró Sigrid, abrazada a sí misma. Los ojos de la kainiana veían todo, menos a él —. No merezco hablarte, vete, por favor —añadió por lo bajo.

—Sigrid... —comenzó Hipo, dando un paso hacia adelante.

—Hipo, por favor, y-yo... No está bien lo que hice, sí lo supieras...

—S-supe lo que pasó, Sigrid, está bien —interrumpió el vikingo de inmediato, dio un paso más a ella para que no temiera.

—¡No! ¡No está bien, Hipo! ¡Yo soy mala como ellos, y-yo...! —La voz de la kainiana se ahogó en un gemido y en su posición, Hipo pudo ver el rastro de lágrimas que amenazaban salir de sus ojos mieles—. Yo hice cosas terribles —murmuró poco después, alzando su brazo para limpiar el rastro de lágrimas sobre sus ojos.

—No, no lo hiciste —replicó Hipo con convicción en sus palabras. Había reflexionado mucho sobre ello en las horas de viaje hasta Kain, ella había hecho lo correcto por protegerse y proteger a los demás—. Hiciste lo correcto para salvarte y salvar a los demás, de lo contrario... No quisiera imaginar que te habría sucedido. Actuaste como todos lo harían...

—No como tú —interrumpió ella en voz tan baja que Hipo tuvo que agudizar el oído para entenderle.

—Sigrid...

—Es la verdad —dijo ella, alzando un poco el tono de su voz—. Tú siempre encuentras otra solución, habrías... Habrías hecho otra cosa, no lo que yo hice.

—Las circunstancias eran diferentes a lo que yo he enfrentado —respondió Hipo, comprensivo y soltó un suspiro, mirándola—. Sigrid, lo único importante es que estás a salvo, que los habitantes de Nordvind están a salvo... Que tú estás con vida.

—¡Estoy con vida porque los maté a ellos, Hipo! —Sigrid no pudo continuar reprimiendo la opresión que sentía en su pecho, las lágrimas cayeron de sus ojos como cataratas y cuando Hipo intentó acercarse hasta ella, se alejó—. N-n-no pude encontrar otra solución, ellos... Ellos... —El labio inferior le tembló al pronunciarlo y alzó el rostro para verlo.

En su lugar, Hipo miró sus ojos aterrados y con lágrimas descendiendo de ellos. Un nudo se formó en su garganta al verla en esa forma, frente a él, estaba solo una joven aterrada y rota. Hipo se preguntó sí él era lo suficientemente capaz para ayudarla a sanar.

—¿Ellos? —preguntó Hipo sin comprender.

—M-me obligaron —expresó en un murmuro, los sollozos escaparon de su boca—. E-e-ellos amenazaron a Nymeria —admitió.

Hipo permaneció sin decir nada, aquello no lo sabía y al parecer Kristoff ni Said tampoco. Ahí se dio cuenta, que Sigrid había cometido todo aquello por salvar a Nymeria, por salvar a su dragona... Perdido en sus pensamientos, no se dio cuenta cuando Sigrid se dio la media vuelta y comenzó a avanzar lejos de él, se escuchó como sorbió su nariz y como los sollozos fueron acabando.

Poniendo sus sentimientos y su mente en orden, Hipo inspiró profundo, antes de reaccionar y seguir a Sigrid entre los corredores del castillo. La alcanzó a pocos metros de distancia y para evitar que se volviese a ir, terminó situado frente a ella, quien se seguía abrazando a sí misma.

—Sigrid, por favor —Hipo la tomó de los hombros, haciendo que ella alzara el rostro para verlo a los ojos—. Lo que hiciste es un acto que no muchos haríamos, no porque sea malo, sino porque es el camino difícil —comentó, tomando una bocanada de aire—. Ni yo mismo lo haría porque me da miedo, pero tú te quedaste ahí para salvar a tus amigos, para evitar que no hicieran nada a Nymeria, ella es... Tu mejor amiga —añadió con suavidad, los ojos de Sigrid llenos de lágrimas brillaron un poco al escuchar lo último—. Yo por Chimuelo sería capaz de todo por asegurar su felicidad y su bienestar.

Más lágrimas de Sigrid corrieron por su rostro, con las mejillas ligeramente enrojecida y los ojos hinchados por el llanto. Hipo deslizó una de sus manos debajo de sus ojos para limpiar el rastro de lágrimas.

—Sin ti, sin los demás solados de Kain, todo se hubiera salido de control —continuó Hipo, el corazón le latía con fuerza por el nerviosismo de tenerla cerca, pero no evitó que la soltase—. Conozco un poco a los habitantes de Nordvind porque son vecinos de Berk, ellos no habrían podido defenderse de toda una tribu de vikingos, ustedes ayudaron, tú ayudaste.

Hipo terminó de limpiar el rastro de sus lágrimas aunque siguieron saliendo más y se separó para darle espacio.

—Pero me siento terrible —murmuró Sigrid.

La kainiana dejó de abrazarse a sí misma para mostrar la parte de sus antebrazos llena de cortes, algunos eran cortes pequeños que ya habían cicatrizado, pero otros eran más profundos. Hipo volvió a acortar la distancia y tomó las manos de ella entre las suyas para mirarlas, las palmas de sus manos también tenían vendajes y temblaban débilmente bajo su tacto. El berkiano mantuvo las manos ajenas entre las suyas y les transmitió suaves caricias, así como calidez.

Sigrid no pronunció nada, viendo como Hipo tomaba las manos entre las suyas y su respiración se alentó con temor a su reacción. Pero Hipo hizo todo menos lo que ella esperaba, besar el dorso de sus manos luego de alzarlas hasta la altura de sus labios. Un beso cálido y reconfortante, que le transmitió seguridad.

—Déjame ayudarte —pidió Hipo, sus orbes verdes miraron los contrarios mientras bajaba las manos, sin soltarlas—. No tienes que pasar por esto tú sola, Sigrid, déjame estar contigo, eres mi amiga.

Sigrid no volvió a tratar de alejarse, en su lugar permaneció, mirándolo. Al cabo de unos minutos, asintió temblorosa, pensando en el significado de su última palabra. Eran amigos.

—Sé que no hay marcha atrás —prosiguió él vikingo—, pero podemos superarlo, juntos.

—¿C-cómo?

¿Realmente lograría superarlo? ¿Lograría aceptar lo que había hecho? Cada que cerraba los ojos, Sigrid los veía. Veía sus rostros. Veía sus últimos minutos. Veía el alma abandonar sus cuerpos. Los veía morir. Se veía a ella con la daga en mano y la espada sobre el pecho del enemigo, incrustada sobre sus pechos y articulaciones.

—¿Sigrid, confías en mí? —preguntó Hipo lentamente, viendo los ojos contrarios perdidos, apagados—. ¿Podemos confiar en el otro como años atrás?

—Confío en ti —expresó la morena, el ojiverde la miró tratando de descifrarla en vano—. Quiero confiar en ti como años atrás, pero...

—Está bien —interrumpió Hipo, sin intención de presionarla—. Tómate el tiempo que necesites, no quiero presionarte, quiero estar para ti.

Sigrid asintió lentamente, miró al otro lado del pasillo y el corazón le dio un vuelco al ver los ojos azul electrizantes del primer vikingo al que había tomado su vida. Los ojos se le llenaron de más lágrimas y temor, fue un impulso, sus piernas flaquearon tratando de retroceder por el miedo. Hipo fue lo suficientemente rápido para tomarla entre sus brazos y atraerla a él en un abrazo, las manos de Sigrid se aferraron a la espalda contraria y las de Hipo acariciaron su cabello castaño.

—Shhh, está bien, ellos no están aquí —murmuró Hipo, sintiendo su cuerpo temblar con fuerza. Frotó su espalda con suavidad, dejando que ella se aferrase a su cuerpo—. No están aquí.

—Ellos me miran, Hipo —murmuró Sigrid, sin separarse giró el rostro en todos lados solo para ver a más de ellos y al final cerró los ojos, aterrada—. Y-yo... T-traté de impedirlo, de verdad y-y-y ellos eran muchos... Me m-mantuvieron rodeada... Sus rostros, y-yo los veo todo el tiempo...

Las lágrimas dejaron de caer, finalizaron, pero su cuerpo siguió temblando. Hipo no la soltó ni hizo el intento por hacerlo, dejó que el rostro de Sigrid se ocultase el rostro en el hueco de su cuello, teniendo que ponerse ligeramente de puntillas para ello.

—Ellos están bien, Siri —dijo Hipo, algunos minutos después en los que ninguno dijo nada y los latidos de la kainiana comenzaban a calmarse—. Están en Valhalla.

—¿Cómo lo sabes? ¿Qué es eso?

Finalmente, Sigrid se alejó de sus brazos para verlo en busca de una respuesta.

—Valhalla es el salón de Odín, donde recibe a todos los guerreros que mueren en batalla —explicó el vikingo, tomó una pausa y al ver su mirada curiosa, prosiguió—. Al morir en combate, los guerreros son escogidos por las valquirias para ser guiados hasta Odín en su gran salón y puedan convertirse en einherjer*.  Somos vikingos, morir en batalla es un honor para nosotros, ellos no están enojados por lo que hiciste.

» Ellos están agradecidos porque ahora mismo, beben hidromiel con Odín y tienen un festín en el gran salón.

Sigrid lo miró sin decir ni una palabra, ¿sería cierto? ¿Ellos no estaban enojada con ella? Cada que trataba de irse a dormir los veía al cerrar sus ojos, en los pasillos, en cualquier lugar donde estuviera la asechaban. Aquello incrementó cuando pudo recordar poco a poco lo ocurrido en el campo de batalla, se había encerrado en su dolor sin dejar que nadie entrase para ayudarla, porque sentía que se lo merecía. Su castigo era verlos cada que avanzaba por los corredizos como si estuviesen ahí mismo, la destruían lentamente. El dolor físico, como sea, podía vivir con las marcas que quedaron sobre sus piernas y brazos, pero el dolor emocional era el peor.

—¿Y por qué los veo, Hipo? —preguntó entonces con lentitud en voz temblorosa.

—Debes perdonarte a ti misma, Sig —respondió Hipo, centrando sus ojos esmeraldas en ella—. Necesitas continuar.

—No sé cómo hacerlo —admitió Sigrid, jugando con sus manos.

—Creo que sé cómo ayudar en estos casos. —Hipo sopesó sus palabras por unos segundos, llevando su mano detrás de su cabello para despeinarlo, hasta que finalmente habló—. ¿Quieres volar conmigo?

—Pero Nymeria...

—Puedes venir conmigo y Chimuelo —interrumpió, tomándola de las manos.

Fue difícil de explicar lo que Sigrid sintió en esos momentos, pero asintió y caminó junto al vikingo a las afueras del castillo, en donde saludó al Furia Nocturna y le dio varias caricias que él acepto gustoso. Poco después, se subió detrás de Hipo y lo abrazó luego de dudarlo unos segundos, las mejillas de Hipo se ruborizaron tras aquello, pero no pudo evitar sonreír mientras volaban bajo la luz de las estrellas.

—Cuéntame más de ellos, Hipo, de Valhalla y tus Dioses —pidió Sigrid sobre las nubes. 

Sin ganas de negarse, Hipo le comentó sobre todo relacionado a los guerreros que iban al Valhalla, le habló sobre el gran salón y las decoraciones en él, sobre los Dioses, sobre las valquirias y aquello poco a poco, ayudó a que Sigrid se tranquilizara un poco más. Hipo le habló mientras eran envueltos por el manto de la luna y la brisa nocturna les rozó el rostro, despeinando sus cabellos. 

Ahí arriba, Sigrid comenzó a tranquilizarse y, lentamente, a perdonarse; la kainiana cerró sus ojos aspirando el frío y fresco aire que emanaba sobre ellos, miró lo pequeña que se hacía la isla y como el mar se abría paso por debajo de ellos, Chimuelo voló con elegancia, descendiendo en algunas ocasiones, mostrando los lugares de la isla con lentitud, para después volver a ascender con cuidado.

Perdieron la noción del tiempo que estuvieron volando y en lo único que pudo pensar Hipo fue en lo bien que se sentía cuando estaba con ella y que, probablemente, lo que sentía por Sigrid no solo se trataba de una amistad. 

BERSERKER: En la mitología, los Berserker eran guerreros vikingos que combatían semidesnudos, entraban a batallas casi insensibles al dolor, fuertes, sin necesidad de hacer uso de armadura. En como entrenar a tu dragón se trata de una tribu, gobernada ahora por Dagur el Desquiciado.

KROGAN: Se trata de un Caza-Recompensas de la serie, uno de los villanos de las últimas temporadas de Carrera al Borde.

VOLADORES: Se les dice así a los que trabajan para Krogan, pues no entrenan dragones sino que obligan a los Cola Quemantes a llevarlos y atacar a quienes les plazca.

ALA ACORAZADA: Dragón de Kristoff:

∘ VALHALLA: En la mitología nórdica, Valhalla (del Valhöll, «salón de los caídos»​) es un enorme y majestuoso salón ubicado en la ciudad de gobernada por Odín, ahí van los caídos en combate siendo guiados por las valquirias. En el Valhalla los difuntos se reúnen con las masas de muertos en combate conocidos como einherjer, así como con varios héroes y dioses legendarios, mientras se preparan para ayudar a Odín en el Ragnarök, la batalla del fin del mundo. Ante la gran sala, cuyo techo está cubierto con escudos dorados, se halla el árbol dorado Glasir. 

∘ VALQUIRIAS: Son un grupo de mujeres guerreras, fuertes y vírgenes que sirven a Odín. Montan en caballos alados, llevando cascos y lanzas. Su nombre significa "seleccionadoras de los caídos" y su principal misión es llevar a los guerreros muertos en batalla a Valhalla, el palacio de Odín en Asgard.

∘ EINHERJER: En la mitología nórdica, los einherjar (Nórdico antiguo: "luchadores singulares") son aquellos que han muerto en batalla y han sido llevados al Valhalla por las valquirias.

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