━━16: Hablando sobre el pasado


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CAPÍTULO XVI

❛Busqué por el mundo para encontrarte.❜

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         Pasaron algunos minutos desde aquel inesperado encuentro entre ambos. Hipo no quería presionar a Sigrid con nada, por temor a que saliese corriendo de ahí. En su lugar, ambos permanecieron sentados sobre la hierba fresca, a las afueras del bosque.

—Yo... No sé cómo empezar —murmuró Sigrid tiempo después, jugando con una ramita sin alzar la vista, pues se sentía nerviosa frente a la presencia del vikingo.

—No tienes por qué hacerlo si no quieres —respondió Hipo con suavidad, dudó por varios segundos antes de atreverse y alzar su mentón con su dedo índice para que la mirase a los ojos, aunque en el fondo se sentía igual o inclusive más nervioso que ella, lo cual aumentó en cuanto realizó eso, por lo que apartó la mano de inmediato—. Está bien, lo que sea que haya pasado...

—Debo hacerlo —replicó ella en cambio, posando sus ojos en él.

Sentada frente a él, Sigrid lo miró mucho mejor, pudo admirar el verde de sus ojos, su cabello inclusive más despeinado que hace años; el cual tenía pequeñas trenzas que sobresalían de entre los mechones castaños rojizos, así como el flequillo por delante que cubrían su frente. Había cambiado tanto, físicamente, que debido a ello no le había reconocido, pero aún seguía reconociendo la forma en la que la miraba y aquella cicatriz sobre su mentón. Los ojos verdes de Hipo se mantenían fijos sobre los suyos, cohibida, Sigrid bajó el rostro hasta percatarse de un detalle que hasta ese momento no había notado.

—Tu pierna —murmuró suavemente, Hipo miró abajo de igual manera, tragando saliva por el recuerdo sobre el día en que la perdió—. No quise... No fue mi intención... —añadió Sigrid torpemente, al ver la mirada del vikingo.

—Descuida —respondió Hipo, una media sonrisa curvó sus labios al ver sus mejillas sonrojadas—. Ya tiene tiempo desde que la perdí.

Un poco más relajados con la presencia del otro, fue de esa manera cómo ambos finalmente comenzaron a contarse sobre lo que habían pasado durante todo ese tiempo. Hipo le contó sobre como derrotó a Muerte Roja junto a Chimuelo y sobre cómo logró que en Berk se hicieran aliados de los dragones, le habló sobre sus aventuras hasta este punto, donde aún continuaban él y sus amigos viviendo en la Orilla del Dragón; el berkiano se tomó su tiempo contándole hasta sobre sus enemigos que hizo que Sigrid comenzase a tranquilizarse y disfrutase de su compañía. Algunas cosas, Sigrid ya sabía debido a que los gemelos seguido le contaban sobre sus aventuras o porque ella misma (en sus búsquedas con Valka) había tenido desafortunados encuentros con cazadores como Ryker Grimborn.

Conforme Hipo relataba, en algunas ocasiones Sigrid hacía interrupciones para preguntar cada una de sus dudas, inclusive había interrumpido para regañarle cuando le contó de la ocasión en que pusieron precio a su cabeza y él no se había preocupado en lo absoluto, ocasionando su captura en una fiesta celebrada en Berk.

—¿Y qué hubiera pasado si no te hubieran encontrado? ¿O sí...? —preguntó Sigrid un tanto molesta, con los brazos cruzados sobre su pecho y la nariz ligeramente arrugada.

—Pero no pasó —replicó Hipo, siendo testarudo—. Mis amigos me salvaron.

Con gusto Sigrid habría discutido sobre ese tema por el resto de la tarde; no obstante, fueron interrumpidos cuando un sonido se escuchó en medio de los árboles, en dirección al castillo. La kainiana tenía sus propias sospechas sobre quiénes se trataban, no por nada Idunn le había pedido que se fuese al bosque con Nymeria donde, curiosamente, Hipo había sido mandado por el mismo objetivo. Debió haberlo pensado.

Quietos y silenciosos, permanecieron sentados como si no se hubiesen dado cuenta del ruido. Ambos miraron en dirección a los árboles cercanos al área noroeste del castillo, donde sospechaban que estaban y lo comprobaron cuando un ruido de alguien siendo empujado se escuchó. Hipo distinguió la voz de Patán exclamar desde ahí que algo lo había golpeado y Sigrid fingió interesarse en una nueva ramita del suelo tratando de ver algo, ni siquiera sabía cuántos estaban ahí espiando.

Sigrid profirió un suspiro al reconocer a Nymeria, en su estado invisible, distraída junto Alistair. No hacía ni falta que lo viera, Nymeria había terminado encantada con él en cuanto lo conoció, algo que aumentaba el orgullo del pelirrojo, cada que Nymeria abandonaba a Sigrid por ir con él. Con señas disimuladas, trató de captar la atención de la híbrida para que fuese hasta ellos, Hipo miró confundido hacia donde ella veía sin entender, hasta que Nymeria gruñó en respuesta alertando a los presentes, rehusándose en abandonar al pelirrojo.

—¡Oh, no! —escuchó gritar a Said—. Les dije que su monstruo iba a estar aquí con ella, debí quedarme con multinombres y Cara de Pez.

A lo lejos se escuchó como varios de los presentes le mandaron callar al instante, haciendo que el kainiano, indignado, se cruzara de brazos y les diese la espalda. Sigrid no se contuvo más y se puso de pie al ver que Nymeria no hacía señales de querer hacer algo al respecto por ayudarles, al llegar puso las manos en jarra en cuánto los vio. Estaban casi todos ahí, escondidos detrás de unos arbustos, la morena encontró al instigador entrando a uno de los pasadizos y suspiró, hablaría con su padre en otra ocasión.

Posó su vista entonces en Idunn de quien ya sospechaba, en Said junto Alistair, en Patán, en Brutilda y, finalmente, en Brutacio. Ambos se vieron por unos instantes sin decir nada, hasta que Hipo llegó a su lado para ver a cuatro de sus amigos con el ceño fruncido.

—¿Qué hacen ustedes aquí? —preguntó Hipo mirando fijamente a los tres jinetes, los cuales se echaron a correr en cuanto lo vieron.

—Teníamos que comprobar que Sigrid siguiese viva —respondió Said por ellos aunque ya se habían ido, esbozando una sonrisa radiante; la mencionada puso los labios en una fina línea—, pero ahora que ya lo sabemos, ya nos vamos.

—¿Cómo qué siguiese viva? —inquirió la morena, mirando mal a su amigo—. Y te escuché decirle monstruo a Nymeria, hablaremos más tarde, todos. —Hizo énfasis en sus palabras pronunciadas, señalando a los gemelos y Said.

Poniendo la mano sobre su sien, se giró para mirar a Hipo que los miraba a todos confundido.

—Agradece que estamos aquí ofreciendo nuestro mejor apoyo —respondió Said sonriente, Sigrid lo miró mal, a punto de arrojarle un zapato.

Los dos amigos soltaron una carcajada al ver su reacción, mientras que Idunn, en cambio, tenía rostro inocente tan convincente que de no conocerla, Sigrid habría pensado que solo era una cómplice más. Sin embargo, aquellos meses de hablar con ella le habían permitido que ella era la de los planes maestros en esos casos.

—Hipo, te presento a mis primos, Idunn y Alistair Kerr —presentó Sigrid por no querer discutir más con ellos, girándose para ver al vikingo—. Idunn, Al, él es Hipo Abadejo, de la isla Berk.

Hipo los saludó con un movimiento de mano que los gemelos respondieron y, antes de que Said pudiese hacer uno de sus comentarios irónicos, ambos se habían despedido y marchado del otro lado del bosque. En el camino Sigrid le había tomado de la muñeca para guiarlo y no resbalar a su vez, por la empinada de la montaña y no fue hasta que los dedos de la morena rozaron la mano de Hipo que apartó la mano.

Un silencio tranquilo los acompañó en el lugar, fue relajante después de lo ocurrido.

—No estuvo bien eso que dije, lo siento —retomó Sigrid el tema del cuál habían estado discutiendo, Hipo que había terminado un paso más adelante que ella para ayudarle a subir lo último, la miró desde su lugar—. Te salvaron después de todo, yo ni siquiera estuve ahí, no tenía por qué opinar.

Hipo la miró un poco confundido ante lo último, pues recordaba perfectamente a la Sigrid de antes que no se disculpaba por mostrar sus opiniones, a quién fuese con quien estuviese hablando, estaba claro que algo había cambiado en ella para que dudara de sí misma de esa manera.

—No estuvo mal —respondió Hipo, ofreciéndole la mano para que subiese sin resbalar, ella la tomó sin dudar—. Tuviste un punto, sí fue mi error tomarme todo a la ligera, pero no vuelvas a decir algo cómo eso, no te disculpes por dar tu opinión, ni conmigo ni con nadie más.

Los ojos miel de ella se posaron en los suyos, a la vez que terminaron sentados en el borde solo para ver las islas a sus alrededores que cubrían perfectamente a Kain de posibles enemigos. Sigrid tomó un largo suspiro antes de comenzar a hablar, preparándose para contarle todo iniciando desde que Draco se la había llevado, le habló sobre el dragón a profundidad cuando el vikingo mostró su interés en ello, ya que él no había encontrado referencia alguna durante todos esos años.

Conforme hablaba, Hipo fue comprendiendo un poco más por todos los caminos que había atravesado la kainiana. Sigrid le habló sobre el dragón y las especies de las que provenía; así mismo, le explicó que ese dragón era el mismo quien se la había llevado varios años atrás y que la posible razón de sus acciones fueron para salvarla, aunque aún no lograba comprender del qué. Después le contó sobre lo acontecido poco después de que se la llevaran, en cómo conoció a una mujer que vivía con dragones y se hizo amiga de Nymeria al verla llegar con profundas heridas.

En todo momento, hablándole sobre los dragones y la mujer amiga de ellos que había conocido, Sigrid se mantuvo calmada e inclusive relajada añorando esos tiempos. No fue hasta que tocó el tema de los lores que su semblante cambió, sus labios temblaban al hablar y jugaba con sus propias manos para tratar de calmarse. Sin embargo, en ningún momento dejó de hablar, le contó sobre sus sospechas, sobre la verdadera razón por la que su padre había decidido dejarla en Berk por su seguridad y sobre sus encuentros con ellos. Hipo entonces comprendió porque parecía tan tímida o comenzaba a creer que todo era su culpa, pues esos hombres se habían encargado de hacerla sentir insuficiente. De manera que el enojo que comenzaba a sentir lo reemplazó por una preocupación hacia ella.

—Creí que la manera de mantenerte a salvo de ellos era si permanecía como antes —continuó Sigrid jugando con sus manos, sin alzar la vista para verlo, pues temía ver su reacción—. Estaba preocupada de lo que podían hacer.

—Pude haberte ayudado, Sigrid.

—No, tú tenías suficientes problemas y aún los tienes —interrumpió Sigrid, de forma testaruda, alzando su mentón—. Jamás permitiría que tengas un problema más, tú has logrado mucho por tu cuenta y yo...

No dijo nada más, Hipo la miró y colocó una mano sobre su hombro por algunos instantes, acaparando su atención y cuando lo hizo, la retiró.

—También has logrado mucho —interrumpió él en un suave murmullo—. Estoy seguro de eso.

Sigrid lo miró por unos instantes que parecieron eternos, hasta que tomó una bocanada de aire y prosiguió con lo que había pasado. Le habló sobre la ocasión en que fue capturada por cazadores de dragones y cómo los gemelos la rescataron junto a Nymeria, hasta contarle sobre los días en los que se vieron los tres.

—Hablar con ellos, bueno, de alguna extraña manera no me hacían sentir sola, hacían que me olvidara de los problemas con sus planes un poco alocados —comentó—. Creo que siempre les agradeceré el hecho de que estuvieran para mí, Brutilda era divertida a su manera y Brutacio algo protector, me agradan.

Hipo lo sabía, Brutacio le había hablado sobre ello poco después de que les revelara lo de la carta. «Ella siempre va a ser alguien muy importante para mí y siempre la voy a proteger».

—En todo caso, sí hay alguien a quién debes culpar, es a mí —prosiguió Sigrid, posando sus orbes ámbar en los contrarios—. No fue elección de nadie más que mía, yo les pedí que lo mantuvieran en secreto. No te enojes con ellos, Hipo.

—No estoy enojado —comentó Hipo de pronto, inspirando profundo antes de retomar la palabra—. Me prometí que esa vez no iba a ser la última en que nos viéramos... Busqué por el mundo para encontrarte, Sigrid, no me detuve y ahora aquí estás.

» No estoy enojado, estoy aliviado de saber que estás a salvo, es lo único que importa, pero no me apartes nuevamente porque no seré capaz de irme sabiendo que puedo estar para ti y ofrecerte mi ayuda.

Sigrid sabía, muy en el fondo, que aunque llegara a querer alejarlo de nuevo, ya no sería capaz de hacerlo. Asintió entonces y, sin previo aviso, se lanzó a sus brazos, abrazándolo como tan solo horas atrás él la había abrazado a ella. El cuerpo de Hipo se tensó ante el contacto, pero se relajó en cuestión de segundos, correspondiendo a su abrazo.

Perdieron la noción del tiempo hablando entre ellos hasta que el cielo se transformó en un naranja brillante. 

Un ruido se escuchó por encima de sus cabezas poco después, las ramas de los árboles crujieron encima de ellos, haciendo que Hipo alzara el rostro tratando de ver el causante, pero no había nadie. Segundos más tarde, en un movimiento sutil, la híbrida de Sigrid aterrizó frente a ellos. Hipo miró sorprendido la anchura de sus alas y el tamaño de su cuerpo, debía ser un poco más grande incluso que una Pesadilla Monstruosa.

—Hasta que llegas. —Fue lo primero que dijo Sigrid al verla aparecer, la híbrida le dio la espalda y se acostó, golpeando con su cola el césped—. Hey, tengo que presentarte a alguien, yo sé que Alistair te mantiene ocupada, pero ven.

Nymeria soltó un gruñido seguido de una pequeña voluta de humo, sin embargo, obedeció a Sigrid y se incorporó para acercarse hasta ellos. La vista de la híbrida entonces recorrió a Hipo que en ese momento se había incorporado para verla mucho mejor; los ojos de la dragona pasaron a ser de un verde trébol sorprendiendo a Hipo y antes de que pudiese ver más, Sigrid ya le había cubierto los ojos, impidiéndole ver más.

—¡Nymeria! ¿Cuántas veces te he dicho que no hipnotices a las personas con las qué estoy? —preguntó indignada.

—Un momento, ¿me estaba hipnotizando? —preguntó Hipo, sin ver nada todavía pues Sigrid seguía sin mover las manos de él.

—Lo hace siempre, cree que es divertido —respondió Sigrid, del otro lado se escuchó un gruñido parecido a una queja por parte de la dragona—. No abras los ojos todavía, retiraré mis manos, pero espera. —Hipo asintió, pasando saliva por su garganta y un suspiro escapó de sus labios cuando la calidez en las manos ajenas se alejaron de su rostro—. Listo.

Hipo abrió los ojos para encontrarse los verdes normales de la híbrida. Sentada en sus cuartos traseros frente a él, le miraba fijamente, lo analizaba, lo estudiaba. Pasando saliva por su garganta, Hipo miró el color de sus escamas rosadas y carmesíes perfectamente equilibradas; sin pensarlo, esbozó una pequeña sonrisa, acercándose más a ella.

—Nymeria, te presento a Hipo —dijo finalmente Sigrid, Nymeria la miró por unos segundos antes de enfocar su atención en él.

Hipo permaneció quieto sabiendo que los Pesadillas podían llegar a ser algo agresivos, así que suponía que parte de Nymeria podía ser así sino andaba con cuidado. Ella le miró por varios instantes ya sin mostrar signos de quererlo hipnotizar o analizar, hasta que sus pupilas se le dilataron, dejando poco visible el verde de ellos. Fue en ese momento cuando Hipo se atrevió a alzar su mano para poderla acariciar, la híbrida aceptó, inclinando su cabeza y cerrando sus ojos.

Sigrid los miró a ambos con una pequeña sonrisa, aliviada de que Nymeria no hubiese reaccionado mal, pues con otras personas, tardaba incluso días en ganar su confianza.

—Un gusto en conocerte, Nym —habló Hipo, dándole caricias debajo de su hocico. La híbrida le dio una lamida sobre la frente y se alejó para irse a descansar; Hipo entonces miró a Sigrid—. Hablando de presentaciones, ¿quieres ver a Chimuelo?

—¡Oh, me encantaría! —dijo Sigrid sin poder contener la emoción en su voz.

Al haberlo conocido en Berk, no había tenido la oportunidad formalmente de acariciarlo a él y cuando Draco se la llevó de vuelta, duró meses pensando que el dragón probablemente había muerto.

—A él le agradará verte de nuevo —comentó Hipo cuando ambos se hicieron paso entre los árboles para avanzar hasta el muro del castillo—. Ahora que lo recuerdo, nunca lo acariciaste... No de esa manera.

Sigrid hizo una mueca y asintió, deteniéndose en su lugar. Hipo aprovechó para tomar la delantera y ayudarle a bajar para que no resbalase con el vestido.

—Cada que lo veía, solamente podía pensar en Draco, en el dragón que me apartó por tantos años de mi hogar —admitió finalmente, luego de agradecer a Hipo por su ayuda—. Sé que conocí a los otros dragones, pero siempre tuve miedo de él, fue complicado... —explicó e Hipo asintió, dejándola continuar—. Ahora ya es diferente, en esta ocasión que lo volví a ver, creo que pude comprenderlo y ya no me siento tan resentida o atemorizada al respecto.

» Creo que ya puedo ver a Chimuelo sin pensar en Draco.

Hipo se detuvo haciendo que, por consiguiente, Sigrid lo hiciera también. El cielo se transformó de rosado a azul y el viento nocturno los abrazó. El vikingo entonces la miró sin decir nada, haciendo que las mejillas de Sigrid se pusieran un poco rojas.

—¿Q-qué sucede? —preguntó Sigrid, abrazándose a sí misma por el frío que comenzaba a hacer.

Hipo le regaló una sonrisa fantasmal, tímido.

—Creo que lo estás haciendo bien y creo que eres valiente —respondió finalmente, ayudándola a bajar el tramo que les quedaba.

Hipo sabía que era valiente, no por participar en peleas o hacer algo heroico en lo absoluto, sino por seguir adelante después de todos los obstáculos. Sigrid había decidido seguir adelante después de todo, había optado por continuar sin guardar resentimientos a nadie en lo absoluto, había comprendido, había empatizado e Hipo sabía que se requería de mucho valor para hacer lo que ella había hecho. Había perdonado al dragón que la había arrebatado de su hogar, no dejó que aquello le afectara, continuó su camino.

Sigrid no respondió a aquello, simplemente le regaló una pequeña sonrisa nerviosa. Bajaron en silencio hasta que Sigrid detuvo al vikingo tomándolo de la muñeca, cuando este trató de seguir la ruta por la que había llegado horas atrás.

—No hay que ir por ahí —murmuró ella, soltando su agarre—. No siempre es seguro avanzar por fuera, nos vigilan —explicó, haciendo énfasis en las últimas palabras. Hipo sintió captando a quienes se refería—. Conozco un pasadizo, sígueme.

Sin decir una palabra más, Hipo siguió a Sigrid a través de los árboles hasta que llegaron a una de las paredes del castillo que la kainiana recorrió y tocó, como sí buscara algo. Al cabo de unos minutos y, tras comprobar que no había nadie más fuera que pudiese verlos, la morena jaló una palanca oculta entre las redes de los árboles y está reveló un pasillo estrecho.

Rápidamente, ambos se introdujeron dentro del pasadizo siendo consumidos bajo una gran oscuridad, la cual no duró mucho cuando Hipo sacó de entre sus bolsillos un artefacto que se iluminó. Se trataba de una espada, un poco extraña, el único metal que tenía era el borde de la hoja mientras el centro de esta era inexistente. El metal en seguida se encendió con las llamas del fuego, alumbrándolos en la oscuridad.

—Es Inferno —explicó al ver la mirada sorprendida de Sigrid.

—Algunas cosas nunca cambian —comentó ella, refiriéndose a la capacidad del vikingo por crear cosas excepcionales y únicas.

Después de que ambos se aseguraron de que la entrada estuviese bien sellada y cerrada, los dos jóvenes se introdujeron al interior de los corredizos secretos del castillo. Únicamente Sigrid y su madre los conocían para cualquier emergencia, estos rodeaban el castillo y les situaban en diferentes partes de este y sus alrededores.

—¿A dónde nos guía? —preguntó Hipo poco después, curioso.

—Ahorita vamos cerca de la entrada —comentó Sigrid—. Para dar con el pueblo, supongo que mi padre les dio un lugar para sus dragones, ¿no?

—Sí, cercas del pueblo, del otro lado del bosque.

Sigrid asintió, continuando la caminata. Prontamente el sonido de sus respiraciones hizo eco entre los corredores del lugar, ambos se mantuvieron callados, pues aunque era un escondite debían asegurarse qué no fuesen escuchados detrás de los muros, debían ser precavidos.

Estaban a unos dos pasillos de llegar hasta la salida que Sigrid había estado buscando cuando se escuchó un ruido extraño y, a la vez, vagamente familiar entre las paredes del escondite. Ella tuvo un déjà vu, aquel sonido había sonado a un picoteo, Hipo también lo reconoció y frunció el ceño por ello. El vikingo estaba seguro de que había dejado a Maléfico en la isla, no podía ser él. No era posible.

Sigrid tuvo un presentimiento conforme caminaron hasta el lugar del sonido, los dos compartieron una mirada confundida e Hipo se adelantó en caso de que fuese una trampa, acercando a Inferno para poder ver bien a través de los pasillos. Sostuvieron la respiración conforme sus pisadas se aproximaron hasta el lugar donde el sonido se hizo más intento y lo que vio Hipo, le dejó perplejo; antes de que él pudiese gesticular una palabra, Sigrid ya se había adelantado.

—¿Maléfico?

Al momento de escuchar su nombre, el gallo alzó la mirada de la pared que había estado picando y soltó una especie de cacareo respondiendo a su llamado. Sigrid se aguantó las lágrimas por segunda vez consecutiva, sin tener las palabras para describir lo que sentía en esos momentos, se había preocupado tanto por Maléfico que esperaba que siguiese bien a esas alturas, fue un alivio cuando Brutacio le contó que Hipo lo había cuidado desde entonces y nunca le dejaba llevarlo a jugar con Gallina.

El berkiano miró con el ceño ligeramente fruncido al gallo estando ahí, el cual alzó la mirada al sentir que lo veía y cacareó, Hipo negó soltando un suspiro.

—¡Oh, Hipo, lo trajiste, muchas gracias! —Sigrid sabía que lo mejor era mantenerse callada, pero la emoción era demasiada que no pudo contenerse—. ¡Maléfico, cómo te extrañé!

Hipo sonrió con ternura viendo como Sigrid llegaba hasta él y lo tomaba en brazos, el gallo cacareó con la misma emoción. Sigrid pudo darse cuenta de lo grande que ya estaba, incluso se veía mucho mejor alimentado; quizás Hipo había encontrado la manera de alimentarle con algo que no fuesen las rocas, inclusive el hecho de que le cacareara ante su llamado era algo nuevo.

—No sé cómo llegó —admitió Hipo prontamente confundido, llevándose una mano hacia la barbilla, al ver lo emocionada y feliz que estaba Sigrid, añadió—. Pero me alegro, olvidé por completo traerlo.

El vikingo pensó en los posibles sospechosos, los únicos que siempre trataban de quitarle a Maléfico eran Brutacio y Brutilda. Comenzaba a tener sentido el hecho de que durante todo el camino fueron por delante de Hipo y no se dejaron ver para nada. Como hubiese sido, estaba agradecido de lo que habían hecho, era hora de que volviera con Sigrid, aunque le había tomado un inmenso cariño.

Sigrid sonrió con lágrimas en los ojos mientras continuaba la marcha, doblaron por unos últimos pasillos antes de que ella encontrara la palanca para salir. Ambos terminaron bajo el cielo estrellado, cubierto por el manto de la luna y una ráfaga del viento helado les cubrió, haciendo que se estremecieran.

En la entrada del castillo, Sigrid alcanzó a reconocer su padre, pero al no querer encararlo en esos momentos decidieron rodear esa parte hasta situarse en dirección al pueblo. No obstante, no hizo falta que avanzaran un poco más cuando una figura, negra como la noche, se posó ante ellos de un salto. Sigrid soltó a Maléfico de la conmoción, el cual terminó en los brazos de Hipo, al ver a Chimuelo.

Solo hacía falta una cosa.

Tomando una bocanada de aire profunda, Sigrid alzó el rostro para encontrarse con los contrarios del Furia Nocturna. Se repitió a sí misma que podía. Este era Chimuelo, no era Draco. Al final había entendido a Draco, no tenía por qué sentirse insegura, al final había logrado tocarlo, al final había logrado perdonarlo. Su corazón bombeó con fuerza y sus manos temblaron, pero no se rindió ni se apartó en ningún momento; en su lugar, acercó su mano hasta Chimuelo que la miró con ojos brillosos bajo el cielo estrellado y pareció toda una eternidad, hasta que la mano de Sigrid tocó la piel oscura del Furia Nocturna y, al momento de hacerlo, cerró los ojos por instinto, justo igual que él. 



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