━━07: Viejas historias de Kain
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CAPÍTULO VII
❛Aquel vínculo perduraría hasta la eternidad. ❜
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El entrenamiento del día siguiente había resultado un poco más complicado que el primero, Bocón se las ingeniaba para traer retos más elaborados, adaptado a las habilidades de los distintos dragones. Esta vez fue el turno de entrenar con el Nadder Mortífero, el cual era un dragón letal, de escamas azuladas brillantes. El vikingo había adaptado el Área de Entrenamiento en un laberinto construido por paredes de madera, por lo que los ocho reclutas debían hacer un gran esfuerzo para evitar ser encontrados por el dragón.
Sigrid se escabulló en la parte media del laberinto cuando escuchó el grito de dolor de Patán al ser alcanzado por el Nadder, con suerte alcanzó a girar hacia la derecha antes de que los demás corrieran en su dirección y tuviera que apresurarse antes de que terminase chocando con su cuerpo.
—¡Por aquí! —gritó Patapez en su dirección, señalando una curva del lado contrario—. ¡Said, no!
El rostro de Sigrid se giró alarmado para ver como Said corría hasta ellos con el dragón persiguiéndole; horrorizada, la ojimiel se cubrió con su escudo para evitar las llamas y salió corriendo detrás de Patapez, aunque Said le alcanzó primero al ser mucho más alto y rápido. Rodearon el laberinto, encontrándose con los otros y en cuanto tuvo la oportunidad, Sigrid no dudó en desviarse por diferente camino.
—¿Sabes qué? Noté que el libro no dice nada de los Furia Nocturna. —Hipo se hizo oír a pocos metros de distancia de donde se encontraba Sigrid, la kainiana frunció el ceño mientras maldecía el hecho de que el Nadder había encontrado conveniente perseguirla a ella—. ¿Hay otro libro, como una secuela? ¿O un panfleto de los Furia Nocturna? —La voz se hizo más cercana cuando Sigrid salió de uno de los muros, el dragón atacó directo hacia donde estaba el vikingo.
—¡Concéntrate, Hipo! ¡Ni siquiera lo estás intentando! —exclamó Bocón, encima de ellos—. ¡Hoy se trata de atacar! Los Nadders son rápidos y ágiles...
Sigrid dejó de escuchar al volver a ser el centro de atención del Nadder, varios pasaron a su lado e inclusive Said la volvió a alcanzar; esta vez la tomó del brazo para no dejarla en el camino y juntos perdieron de vista al Nadder, quién fue detrás de Patapez.
—¡Empiezo a cuestionar tus métodos de enseñanza!
—¡Por aquí, gira a la izquierda! —ordenó Sigrid cuando vio al Nadder acercarse a través de las paredes entre brincos, a lo lejos escuchó como Bocón comentó que debían buscar el punto ciego del dragón—. ¡Mentira! No, no, a la derecha ahora.
Said les condujo a ambos hasta situarse con Astrid y Patán, lejos de ellos se escucharon las discusiones de los gemelos con los que Sigrid había tenido la suerte de no encontrarse.
—Sino te gusta, búscate tu propio punto ciego. —Escucharon a Brutacio decir, seguido de un golpe de escudos.
—¡Yo te voy a hacer uno!
Se terminaron ocultando tras uno de los muros inclinados, Astrid les hizo una señal de silencio en cuanto llegaron, la rubia mantenía la vista fija en el dragón. Del otro lado de ellos, Hipo aún seguía haciendo preguntas a Bocón de los Furia Nocturna.
—Hipo, acércate —susurró Sigrid, señalando hacia donde estaban los cuatro.
Sin ver si lo hizo o no, todos procuraron pasar del otro lado sin hacer demasiado ruido, Said se adelantó arrastrando a Sigrid consigo para que no llamase la atención del dragón. No obstante, este se percató de ambos y corrió hasta ellos.
—¡Cuidado con sus espinas! —gritó Sigrid, al tiempo en que el dragón les disparó una voluta de fuego—. ¡Said!
El mencionado la miró de reojo y tomó la empuñadura de su hacha, asestando un buen golpe al dragón con ella. Sigrid estaba por gritarle que se detuviera, no obstante, arriba de las gradas vio a Randall llegar y sabía que él estaría informando a su padre sobre lo que pasaba en el ruedo. Con un gruñido, se escabulló de ahí para no ver más, pero los gritos de aprobación de Bocón le hicieron confirmar que Said había hecho más que asestarle un golpe.
Poco después, se desvío de los demás, Hipo continuaba formulando preguntas lo que la hizo olvidarse del mal rato ocurrido instantes atrás y evitó reír por el momento en que al vikingo se le ocurría formular sus dudas. Poco después, cada uno de los muros fue cayendo cuando el Nadder comenzó a perseguir con mayor velocidad y furia; hizo una mueca cuando llegó al tiempo en que Astrid le asestaba un buen golpe al Mortífero Nadder con el hacha, la cual tenía incrustada un escudo. El Nadder emitió un sonido al recibir el impacto del escudo con el hacha y se dio la media vuelta, aceptando su derrota. Sigrid, en cambio, se dispuso a echarse a correr para ver su estado cuando Randall se lo impidió, tomándola con tanta facilidad de la cintura y luego la alzó hasta regresarla a su lugar anterior, la morena frunció el entrecejo al ver al no haber prestado atención cuando el kainiano entró con ellos.
El entrenamiento terminó con un regaño de Astrid hacia Hipo que no alcanzó a escuchar, Randall la soltó sin comentar nada.
—¿Por qué faltaste al entrenamiento, loquita? —Brutacio se acercó hasta ella con rapidez mientras Brutilda era arrastrada por él con cara de aburrimiento—. Te perdiste de una buena pelea entre el chico nuevo y el Nadder —continuó, imitando un sonido monstruoso y haciendo extraños gestos sobre cómo había sido la pelea entre Said y el dragón.
—Estuve aquí —respondió Sigrid—. Solo llegué un poco tarde —comentó sobresaltada, ante las extrañas muecas y gestos que hacía el rubio para imitar el dragón y Said.
—Tranquila, loquita —habló cuando hubo terminado de hacer sus sonidos extraños—. Yo te hubiera protegido.
No pudo responderle cuando sintió la mirada de alguien más clavada en ella, se giró con el ceño fruncido solo para ver como unos ojos verdes la observaban fijamente y le hacía señas en dirección al bosque. Volvió a mirar a Brutacio solo para dedicarle una sonrisa agradecida y, a continuación, salió corriendo detrás de Hipo tras comprobar que Randall no la buscaba.
—¡Espera! —gritó, trotando para alcanzarlo—. Necesito ir por Maléfico, ¿vamos a ir a ese lugar, cierto?
—¿No sería peligroso? —preguntó Hipo, acercándose a ella y asintió—. Aún no conocemos bien al dragón y podría querer comérselo.
Al instante, diversos recuerdos surgieron en la mente de Sigrid sobre Maléfico y los dragones que por mucho tiempo quisieron comerlo. Pasó saliva por su garganta y asintió, siguiendo a Hipo entre los extensos matorrales para llegar al bosque.
Aún tenía cierto pánico instalado en sus venas desde el día de ayer cuando había logrado ver al mítico Furia Nocturna, era tan asombroso y una maravilla que le daba pánico la reacción de este. Aun así, volverlo a ver, sin cadenas atadas en su cuerpo, o sogas impidiéndole moverse, le llenaba el pecho de una sensación inexplicable, por lo que continuó su camino siguiendo a Hipo, quien parecía familiarizado con el terreno. En el camino, Sigrid procuró sujetarse de la falda para no atorarse entre las ramas.
—¿No crees que sea malo ir e invadir su privacidad? —preguntó Sigrid cinco minutos después, al tiempo en que giraban por un sendero repleto de árboles frondosos que se alzaban muy por encima de sus cabezas y les daban una buena sombra.
El olor a tierra mojada instantáneamente llegó hasta su nariz e inspiró con mayor fuerza para sentir el aroma tan relajante. Hipo se detuvo al escucharla, deteniéndola a ella también por consiguiente. Los ojos esmeraldas de Hipo la miraron fijamente angustiado, mientras mordía su labio inferior.
—Tienes razón, aparte no vamos protegidos —contestó, mordiéndose las uñas—. Bocón dijo que un escudo es más importante que una espada, debemos ir por uno.
—¡Entonces lo vamos a asustar!
—¡Pero no vamos a hacerle daño! Solo vamos a verlo. —Sin darle tiempo a replicar, tomó a Sigrid de la muñeca y la arrastró consigo de vuelta a la aldea.
Terminaron hurtando uno de los escudos de la Arena sin ser vistos, Hipo aprovechó para meterse un pequeño cuchillo en los pliegues de su chaleco y Sigrid, por su parte, lo miró con los ojos entrecerrados.
—¿Y sí después nos quiere convertir en su cena? —Se defendió Hipo, refunfuñando.
—Si el dragón te hubiera querido cenar lo habría hecho desde cuándo —resopló Sigrid, inflando los mofletes, más no insistió más con el tema.
Durante el camino, ninguno dijo nada para evitar ser sorprendidos, avanzaron con serenidad sin distracciones y el vikingo, al ya conocer mejor el camino, la comenzó a guiar a través de los árboles y los arbustos. Cuando estuvieron a casi nada de llegar, Hipo tomó la delantera, sujetando con las manos temblorosas el escudo. Aquello sin duda causó que el semblante de Sigrid se relajara. Ella no tenía miedo porque estaba acostumbrada, pero Hipo no lo estaba. Ahora la pelea por el cuchillo le parecía absurda.
—Ya estamos por llegar —murmuró el berkiano, ambos caminaron a hurtadillas sobre el césped evitando hacer ruido.
Se acercaron lentamente, bajando por cada roca con el mayor cuidado posible, pues de lo contrario tendrían una caída larga, Sigrid tomó los hombros de Hipo por detrás mientras descendían con sumo cuidado por el claro. Finalmente ambos bajaron, terminando dentro de un camino angosto por dos rocas gigantes. Hipo se adelantó con el escudo al frente y el cuerpo inclinado para no notarse, avanzó de esa forma hasta alcanzar el límite de distancia de ambas piedras y antes de salir, asomó el rostro mientras de entre sus bolsillos sacaba un pescado.
Sigrid fue detrás de él, chocando con su espada sin querer, lo cual fue un error porque el escudo del vikingo quedó estancado entre las rocas; sin darse cuenta, ambos continuaron caminando hasta chocar con el objeto defensivo, debido al impacto terminaron trastabillando directo al suelo y entre forcejeos y empujones lograron incorporarse y salir, sin recuperar el escudo.
Dándolo por perdido, avanzaron entre el claro con la vista en todas partes, en busca del dragón, pero Sigrid se distrajo cuando un extraño picoteo se escuchó del otro lado del lago, siguiendo el sonido, dejó a Hipo dando círculos sobre la extensa área verde. Las pisadas suaves de Sigrid evitaron alarmar a quien fuese que estaba del otro lado, por lo que siguió avanzando con la mayor cautela posible, mirando detrás de ella cada tanto y agudizando los oídos. El sonido comenzó a hacerse más reconocido conforme avanzaba, la kainiana frunció el ceño y miró hacia la orilla del lago donde se encontraba una roca oculta tras varios arbustos, con un animal picando a esta.
Su semblante se relajó al reconocer a Maléfico, completamente preocupada, corrió hasta él y lo tomó entre sus brazos, sin evitar preguntarse cómo era que el gallo siempre se le perdía en los lugares más extraños, o peor aún, como era que tenía tanta suerte como para seguir con vida.
—¿Cómo has llegado hasta acá? —susurró furiosa, avanzando de vuelta hasta Hipo—. Eres un gallo muy malo, habrá consecuencias, Maléfico.
Mientras Sigrid regañaba al gallo, pudo observar a lo lejos como el Furia Nocturna se situaba frente a Hipo, por lo que apresuró su marcha solo para notar como Hipo arrojaba la daga al lago. El dragón observó aquello detenidamente hasta escuchar el chapoteo del agua, fue ahí cuando sus pupilas se dilataron y se sentó sobre sus cuartos traseros observando animado a Hipo.
El berkiano dio un paso al frente mientras extendía el brazo con el pescado, de tal manera para que el dragón pudiese tomarlo. El Furia Nocturna avanzó, aún con sus ojos dilatados, caminó lentamente hasta el joven y al llegar a él, abrió las fauces para mostrar que no tenía dientes. Ante aquello Hipo se inclinó un poco más mientras Sigrid fruncía el ceño y se acercaba más.
—¡Ah! No tienes dientes, no tenía idea de que fueras... —Las palabras de Hipo quedaron en el aire cuando los dientes aparecieron de la nada, fue ahí cuando Sigrid entendió que sus dientes eran retráctiles—. Chimuelo.
El dragón de un bocado se acabó el pescado, se lo saboreó y cuando terminó, se acercó al vikingo para olfatear por sí tenía más. Aquello causó que Hipo retrocediera nervioso ante el acto del dragón diciendo varias cosas como «ya no tengo más» mientras el corazón le bombardeaba tan fuerte del miedo que se le podría salir del pecho en cuestión de segundos. Sigrid entrecerró los ojos en busca de una solución para su amigo hasta que el Furia Nocturna acorraló a Hipo cerca de una roca donde trastabilló y terminó encogido, el dragón volteó los ojos cuyas rendijas de las pupilas eran nuevamente dos finas líneas negras, y posteriormente escupió la mitad del pescado que había comido, el cual cayó encima de las piernas del muchacho.
Sigrid avanzó unos pasos más procurando no acercarse lo suficiente para no alarmar al dragón, pues a pesar de todo lo que había vivido, jamás le había tocado compartir momentos con un Furia Nocturna en sus años desaparecida y no quería interrumpir lo que fuese que sucedía con ellos. Desde su lugar vio como Hipo difícilmente pudo tragarse el pescado crudo y cuando terminó, esbozó una sonrisa mostrando los dientes que el dragón trató de imitar, mostrando las encías rosadas sin los dientes. Aquel acto captó la atención de los jóvenes por su imitación y Sigrid no pudo evitar sonreír de ternura al verlo con su intento de sonrisa.
La morena terminó llegando hasta escasos metros de ellos cuando Hipo se incorporó tratando de tocarlo, lo cual fue imposible ya que el dragón se apartó y voló del otro lado del valle, donde exhaló una cantidad de fuego directo al césped y se recostó a dormir.
—¿Deberíamos irnos? —preguntó Sigrid, llegando hasta Hipo.
—Deberíamos esperar.
—¿No sería mejor dejarlo descansar? —prosiguió la morena, un poco preocupada por Maléfico.
—No puedo irme —murmuró Hipo al cabo de un par de minutos.
—Pero yo no puedo dejarte —insistió Sigrid, señalando al gallo en sus brazos—. No quiero dejarte solo, esto es importante para ti.
—Entonces quédate —pidió Hipo, empezando a caminar hasta donde el dragón se había ido a dormir—. Maléfico ya estaba aquí desde que llegamos y no le hizo nada, solo necesitas llevarlo a un lugar donde pueda estar tranquilo, picando lo que sea.
Su vista recorrió todo el valle en busca de algo que le fuera útil, de cualquier forma, Sigrid sabía que sería inútil llevarlo ya que siempre terminaba encontrando una nueva manera para salirse de la cabaña. Se apartó de Hipo hasta que lo llevó a uno de los matorrales más alejados del dragón.
—Tenías razón. —Varios minutos después, Hipo habló cuando ambos estuvieron sentados encima de una roca observando al dragón dormido como murciélago.
—¿Sobre qué?
—Sobre todo —respondió, acto seguido soltó un suspiro y jugó con sus manos—. No creo que sean malos.
—No lo son, solo están asustados y con mucha razón lo están. —Soltó sin querer un bostezo, mirando al dragón que dormido parecía tan tranquilo, tan sereno, tan inocente—. Nosotros somos los malos, Hipo.
—Podríamos cambiar —sugirió el berkiano, encogiéndose los hombros, a lo que Sigrid rio, negando con la cabeza—. ¿No lo crees?
—No creo que sea tan sencillo, las personas no pueden creer una nueva verdad que no sea la suya.
—¿Te diste por vencida?
—Claro que no, aún lo sigo intentado, pero no sé cómo...
—¿Y le has dicho a alguien más... cercano?
—No tengo a alguien más cercano.
Sin saber que decir, ambos permanecieron callados, escuchando el viento rugir y las aves cantar muy por encima de sus cabezas. A pesar de todo, el silencio no parecía en lo absoluto incómodo, todo se sentía bien mientras las horas pasaban y el Furia Nocturna descansaba. El dragón había cambiado de posición y ahora se encontraba colgado de la rama de un árbol, con la cola enroscada para evitar caer, desde esa posición parecía un murciélago.
—¿Qué nombre le darás? —preguntó Sigrid, hablando por primera vez desde su última plática.
—¿Debo de darle un nombre?
—No necesariamente, pero sería mejor para no tener que decir El dragón o El Furia Nocturna —contestó.
—¿Qué te parece Chimuelo? —preguntó Hipo sin pensar.
—Creí que pondrías un nombre más original a comparación de los míos, pero me gusta cómo suena.
—Tu elección de nombres como Maléfico me inspiró a escoger este —respondió de forma burlona, con una risa ligera que Sigrid imitó.
—Tenías que ser original como yo —contestó Sigrid entre risas, a lo que Hipo contestó con un «Así es» lo que provocó que ambos estallaran en carcajadas.
Sus risas despertaron a Chimuelo, el dragón somnoliento abrió los ojos de a poco y tanto Sigrid como Hipo tuvieron que hacer algo para despistarse. Para no ser descubiertos, Hipo tomó una de las ramas que se encontró tirada en la tierra y Sigrid comenzó a tirar piedritas al lago.
Sus acciones acapararon la atención de Chimuelo, quien se acercó y sentó cerca de ellos, observando como Hipo dibujaba el rostro del Furia. El dragón miró los trazos de Hipo con las pupilas dilatadas y Sigrid inclinó el rostro para ver de igual manera, con el crepúsculo apareciendo encima de ellos. El Furia Nocturna poco después desapareció de su vista y a los segundos se escuchó algo crujir y apareció con un árbol entero entre su hocico, luego con este sujeto entre sus dientes, empezó a trazar líneas sin sentido alrededor de ambos jóvenes.
Asombrados por el trabajo del dragón terminaron poniéndose de pie, Chimuelo terminó sentado admirando su trabajo. Hipo entonces caminó hasta que terminó pisando una de las líneas trazadas y Chimuelo respondiese a ello con un gruñido, arrugando la nariz y pasando sus pupilas para que estuvieran en una fina línea. Para evitar que el dragón reaccionase mal, Hipo alzó el pie y el semblante de Chimuelo se suavizó, así como sus pupilas se dilataron de nuevo.
Sigrid miró curiosa, sentándose nuevamente sobre la piedra, como Chimuelo reaccionaba ante cada pisada que daba Hipo.
—Ya no lo hagas enojar —susurró a Hipo soltando una risilla cuando el berkiano comenzó a caminar esquivando todas y cada una de las líneas trazadas por el dragón.
Lo siguiente que pasó fue algo que Sigrid únicamente pudo describir como mágico, Hipo terminó dándole la espalda a Chimuelo el cual respiró encima de su cabeza; dándose cuenta de aquello, se dio la media vuelta y temeroso cerró los ojos, quedando cabizbajo hasta que alzó la mano derecha la cual terminó a pocos centímetros del rostro del dragón. Sigrid se puso de pie al tiempo en que el Furia Nocturna cerraba los ojos y acababa con los centímetros entre su rostro y la mano del vikingo.
En ese mismo instante, Sigrid comprendió que aquel vínculo había quedado marcado a partir de ese momento.
Habían llegado como leones acechando a su presa, sin emitir sonido alguno; pocos los vieron caminando a través del fuego que consumía Kain hasta su último cimiento, nadie sabía quiénes eran o de donde provenían, sus siluetas siendo una misma proyectaban en la adversidad una sombra a través de las llamas de la flor roja y sus ojos brillaron por ello, como dos esferas rojas y abrasadoras.
En Kain todos observaban apesadumbrados, ninguno de ellos movió de sus filas, esperando por las indicaciones del Rey.
Desde hacía días los dragones saqueaban sus provisiones y los atacaban, dejando en llamas todo el lugar. Lo que antes habían sido casas perfectas, bosques completos y aguas azuladas se habían convertido en un desastre. Aquella isla que por generaciones había pertenecido a ellos era un caos total, las llamas seguían ardiendo con tal vivez que ya era inútil tratar de extinguirlas.
Estaban llegando al límite.
El Sumo Monarca Eilad, el gran lobo, avanzó entre los escombros lentamente, mientras el caos pasaba a su alrededor, mientras el fuego ardía bajo sus pies, mientras los dragones rugían incesantemente encima de su corona, mientras su pueblo gritaba angustiado que no era buena idea salir al exterior a morir. Eilad avanzó con elegancia y sin miedo alguno, hasta que logró situarse frente a los fairianos y observaba cara a cara a su viejo amigo, Aren Kerr «El leal», el vikingo más valiente y noble que tuvo la oportunidad de conocer cuando tan solo era un niño.
Justo ahí, en esos momentos, las personas de Kain y los vikingos de Fair unieron fuerzas para lograr desterrar a los dragones que tanto insistían en destruir su hogar.
Aren Kerr a partir de ese momento juró lealtad a Eilad Whiterkler, proclamándolo su rey y el de su gente, formando una alianza por ello. La isla Fair se convirtió vasalla de Kain; jurando proteger, aún con sus vidas, al rey y a su pueblo. Y fue así como el primer pueblo cristiano y vikingo protegieron a Kain y enfrentaron los dragones, juntos.
Con el tiempo, Eilad decidió que era el momento de comenzar a avanzar por lo que años después comenzarían a adaptar varias costumbres nórdicas, cambiar sus nombres, inclusive el de su hijo Bran, quien pasaría a ser Bastón Caza - Pesadillas, aprenderían a defenderse y ayudarse mutuamente con Fair a su lado.
Hasta que 20 años después todo cambió, Kain había logrado evolucionar notablemente y Fair no se quedó atrás. Aren Kerr fue el primer y último guardián de Kain, hasta que los fairianos decidieron proteger a los dragones antes que todo. Fue así como cualquier acuerdo existente se rompió y, entre sus memorias, las viejas charlas del rey Eilad y el guardián Aren ya eran antiguas historias para recordar.
—¿Esto exactamente cuándo pasó? —inquirió Sigrid luego de que Said le relatara su historia preferida.
Como ya había anochecido, Bocón y los reclutas junto a Hipo habían hecho una fogata y ellos habían sido invitados junto a los demás kainianos, pero Randall rechazó gentilmente la oferta ya que ellos preferían estar en el medio del bosque, con una fogata un poco más pequeña para pasar la noche, relatando hasta las más extrañas historias y las más emocionantes aventuras.
Aquella era la primera vez en la que Sigrid estaba junto a ellos, poco a poco perdía el temor por irse integrando junto a los demás. Sin contar el hecho de que conocía un poco más a Said y con él ya no se sentía tan extraña, rodeada de los demás soldados kainianos.
—Hace veinte años —contestó Craig, un hombre alto y barbudo.
—¿Y qué pasó con el último guardián? —Volvió a preguntar, presa de la curiosidad.
Haber escuchado aquella historia le erizó los vellos de la piel, estaba emocionada por conocer esa isla. Una isla protectora de dragones, de solo imaginarlo podía pensar en lo maravilloso que sería vivir en un lugar así. No obstante, estaba segura de que nadie le respondería si preguntaba donde quedaba, pues ellos ya no creían en Fair por su amor a los dragones.
—Finalmente decidió que era hora de dejar al mando a su hijo mayor, ya después de eso no hemos sabido nada de ellos. —Ahora fue el turno de Randall para responder—. Oímos rumores, pero nada más.
—¿Qué clase de rumores?
—No son cosas que debería contarte ahora, muchachita. —Randall simplemente se encogió de hombros y bostezó, estirando los músculos de sus brazos—. Será mejor que Said te lleve a la cabaña, para que descanses, mañana tienes entrenamiento.
No teniendo el caso de discutir con Randall, Sigrid se puso de pie y asintió, empezando a caminar de vuelta a la aldea en compañía del joven.
—No le hagas caso —comentó Said unos minutos después mientras avanzaban bajo el resplandor de la luna—, a él no se le da bien contar historias, es todo.
—¿Y qué otras islas más han conocido?
Said se rascó la nuca, nervioso por contarle sobre su segunda anécdota favorita. No obstante, al final lo hizo, lo que fuera con tal de contarle acerca de su persona favorita, la chica de sus sueños.
∘ La isla de Fair como sus habitantes, pertenecen a b-barnes en su Fanfiction Walk Through The Fire, las historias están conectadas entre sí, pero no es necesario leer para comprender Crown. Aunque de igual forma la recomiendo ya que hay muchos puntos conectados entre ambas historias.
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