το βράδυ
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TODAVÍA me cuesta hacerme a la idea de que tu hermana ha dejado de ser pelirroja.
A pesar de nuestra reciente victoria, ninguna de nosotras ha tenido tiempo para procesar el triunfo. Los soldados que alzaron armas contra nosotras y los nobles que seguían siendo fieles a Khar se encuentran encerrados en las mazmorras —custodiadas por Corín y sus guerreras— a la espera de un juicio. A tu tío le hubiera deparado el mismo destino, pero el pueblo se encargó de ejercer justicia por él mismo.
Con todo el jaleo, nosotras no habíamos pegado ojo en los restantes tres días.
Probablemente, no hubiera sido así si Ilaria no se hubiera empeñado en hacer nuestra coronación más pronto de lo humanamente posible.
Según ella, el poeta afirma que un gobernante no es nadie si incumple sus promesas.
Y, teniendo en cuenta que lo primero que hicimos fue ayudar en la reconstrucción de las casas del reino... En fin, estábamos para morirnos.
—Definitivamente, después de vuestra coronación nos tomaremos unas largas vacaciones.
En ese momento, estaba terminando de sellar una invitación para lord Drinian y la tripulación que nos acompañó en nuestro viaje. La del capitán era algo más larga debido a que, con la ausencia de Caspian, él era el encargado de dirigir Narnia, por lo que también le daba la autoridad de invitar a varios narnianos más. En parte, era una forma de declarar que había una sólida amistad entre nuestros dos reinos.
Dejé que el sello de lacre —con el dibujo de un ave fénix— se enfriara. El borrador que había escrito para toda la tripulación, se lo di a uno de los sirvientes que trabajaba con nosotras para que se lo llevara un escriba y que copiara la carta. Suspiré, sabiendo que mi trabajo no acababa ahí, ya que de un momento a otro me traerían todas las cartas para que las firmara personalmente.
Y pensar que tendrían que llegar a Narnia ese mismo día...
—June y yo nos pedimos las primeras —declaró Aeryn, con total naturalidad.
Nos giramos hacia ella, con una ceja alzada y ojeras en los ojos.
—¿June y yo?
De repente, un leve rubor aparece en sus mejillas.
—Um, veréis...
—Hemos decidido empezar a salir —dijo June por lo bajo.
Boqueé varias veces antes de lograr articular algo.
—Oh... wow.
Por todos los dioses. Tenía más sentido del que parecía. Todas las miradas que se daban en el barco, la molestia que sintió Aeryn cuando Robin apareció de la nada, que fuera ella la primera en llegar para defenderla... No estaba enfadada con Robin, sino con los problemas que le podría ocasionar a June. Casi suelto una carcajada.
De no tener tanto sueño, hasta me hubiera sentido mal por el futuro tan oscuro que les habría deparado. Pero ahora es diferente, me recuerdo. Ahora somos libres.
Al ver que ninguna parecía dispuesta a romper el hielo, me levanté de la silla para rodearlas en un abrazo.
—Me alegro por vosotras.
Entonces, Saphira hizo un mohín.
—Si encuentro a alguien que me guste, os prometo que no os lo voy a contar hasta que tenga un anillo en el dedo.
A pesar de su tono molesto, se unió junto a Ilaria de buena gana a nuestro abrazo.
—Estoy segura de que se me ocurriría algún comentario original de no tener tanto sueño —les dijo Ilaria.
Aparté el bote de tinta a un lado y comencé a dar vueltas de un lado a otro de la habitación, cansada de haber estado todo el día sentada.
—¿No se suponía que tenían que venir Rayen y Rowena?
Como si las hubiera invocado, golpearon la puerta dos veces y, tras un asentimiento de Ilaria, aparecieron las dos hablando animadamente con Corín. La Capitana se despidió con un asentimiento de cabeza y nos dejó solas.
—Majestad. —Se presenta Rayen hago una reverencia—. ¿Qué podemos hacer por vos?
—Buenas tardes, Rayen, Rowena. Seré breve. Sé que es tarde, pero no voy a posponer esto por más tiempo. —Las mira directamente a los ojos—. Os he convocado porque quiero invitaros a que os unáis como nuestras consejeras. Os quiero a mi lado. Quiero que me aconsejéis como hicisteis con mi madre. Habéis visto mucho mundo, habéis vivido mucha historia... Os necesito.
—No —responde Rowena con firmeza.
Ella pestañea.
—¿Qué?
—Ilaria, tú no nos necesitas —le dice Rayen—. Estabas dispuesta a casarte con Caspian para asegurarte el trono. Probablemente te habrías casado con cualquiera por la misma razón. La gente lleva diciéndote toda la vida que no puedes hacerlo sola, que necesitas a tal o cual persona que te respalde, pero te he visto gobernar, te he visto luchar por tu pueblo y reconstruir sus casas. —La mira con franqueza—. No necesitas que nadie te dé permiso. Deja de pensar como una princesa y sé una reina.
Ella me contempla durante un rato y detecto que algo cede en sus ojos.
—Gracias, Rayen —susurra—. Eres una verdadera amiga. —Se aclara la garganta—. Bueno, me alegro de que nos entendamos, pero ¿seríais nuestras consejeras? Lo he hablado con las chicas y todas están de acuerdo.
Rowena miró a Rayen, y ambas llegaron a un acuerdo con una mirada.
—Gracias, Ilaria, pero no. Durante mucho tiempo, mi existencia ha girado en torno a conceder los deseos de mis amos. Mi identidad siempre se ha forjado según los deseos de otros.
Ella sonríe y lo acepta con un asentimiento.
—Y ahora queréis concederos vuestros propios deseos.
Rayen se encoje de hombros.
—Tengo mucho que poner al día.
—Entonces no voy a intentar convenceros más. Os lo habéis ganado. ¿Por cuál querés empezar?
—Es una tontería —le dice Rowena—. Rayen y yo lo hemos estado hablando, y queremos tener una pequeña casa desde la que se vea la cala de Frey. Oh, y también comer las empanadas de Cirillo.
—No hay nada más delicioso en el mundo que una empanada de Cirillo —aportó Rayen—. Si es que su panadería sigue allí, claro. Si es que el propio Cirillo sigue allí. Puede quese lo haya tragado el mar o los piratas lo hayan quemado o...
—Rayen. —Le pone las manos en los hombros y sonríe—. Id a la cala de Frey. Os daré todo lo que necesitáis para vuestro viaje. Tenéis mi bendición y mi agradecimiento.
—Gracias, Ilaria.
Ella asiente.
—Aquí siempre seréis bienvenidas. Que los siete ángeles os guíen.
—Y a ti, mi reina.
Se giran para marcharse, pero detengo a Rayen con un roce de mis dedos.
—Vosotras estuvisteis acompañando a Serena mientras gobernaba —le digo—, así que dime: ¿se hará más fácil con el tiempo?
—No —responde—, pero tú te harás más fuerte.
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Percibo a Caspian en cuanto pone un pie en el jardín.
Se quita los zapatos para llegar a la isla de hierba situada en el centro de un estanque poco profundo. En ella, hay una estatua tuya esculpida con oro. En un brazo agarras un libro, y con la otra mano sostienes una flor de amatista. La cabeza tapa la luna llena, haciendo que la escultura resplandezca por los bordes.
—Hola, majestad.
No puedo evitar soltar una carcajada al ver su mueca.
La hierba que hay bajo mí es tan cómoda que me cuesta incorporarme para mirar a Caspian, que se ha sentado junto a mí.
—Antes te he visto cruzar un pasillo.
—Oh, yo no te he visto —le dije, intentando recordar el momento del día en el que habría sucedido.
—Normal, ibas a toda pastilla. Estabas horrible.
Pongo los ojos en blanco y apoyo mi cabeza sobre su regazo.
—Muchas gracias, amor, me encanta que me digan eso todos los días.
—Sólo bromeo. Eres la mujer más guapa del mundo hasta con ojeras.
Pasa sus dedos por mi pelo, dando suaves caricias, y no puedo evitar suspirar de placer.
—Las estrellas saben que no quiero ser reina —musito.
—Eso es lo que te hace apta para ser reina —me dice, mientras mi cabeza vibra con su risa.
—Suenas a poetucho de tres al cuarto.
Caspian me da una sonrisa tan amplia como la luna.
—Me lo dijo Aslan hace unos años.
—Sabes que lo único que envidio de Narnia es que Aslan se os aparezca para daros consejos, ¿verdad?
—Y yo que pensaba que influía que yo fuese su rey.
—Bueno, puede ser que... —Tapo con mi mano un bostezo—. Puede ser que influya un poco.
Me mira, y sé que el aire jocoso de la conversación ha acabado.
—¿Cuánto has dormido?
—Prefiero no pensar en eso.
Me lanza una mirada escéptica y recriminatoria.
—No has dormido nada.
—Qué va.
—¿Recuerdas que sigues débil por la batalla o lo vas olvidando a ratos? —Suelta un suspiro—. Por eso parece que a las cinco os va a dar algo de un momento a otro. ¿Qué hacías aquí en vez de irte a la cama? Mañana es tu coronación.
Me acomodo en sus piernas y miro hacia el cielo.
—Quería venir aquí —le digo—. Esta es la escultura de Rohana la Sabia.
Noto que se tensa al escuchar su nombre y mirar la estatua, pero vuelve a relajarse al darse cuenta de que no pronunco tu nombre con dolr o culpa. Me resulta sorprendente hasta a mí pronunciarlo con tanta naturalidad.
—Bueno, ya la has visto, ahora vete a la cama. —Al ver que no estaba por la labor, terminó resoplando—. Al menos duerme un poco ahora.
—Me apetece seguir hablando contigo.
—No seas tonta, mañana hablaremos todo lo que quieras.
Me da un suave beso en los labios y un pequeño pico en la nariz que hacen que mi corazon revolotee. Dando por zanjada la conversación, vuelve a pasar sus manos por mi pelo, dándome pequeñas caricias.
Así que esto es lo que se siente cuando todos tus deseos se hacen realidad...
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—¡Edmund, están aquí!
Entreabro los ojos y los vuelvo a cerrar de inmediato cuando varios rayos de sol que se han colado entre las hojas de los árboles me dan de lleno. Vuelvo a acurrucarme en el manto de hierba y a dejarme mecer por el sonido del viento...
—¿Dónde dices que...? Ah, vale, los acabo de ver.
Escucho el chapoteo del agua y me vuelvo consciente de que se ha acabado mi tiempo de descanso.
—¡Os estábamos buscando por todas partes! —escuché—. Bueno, claro, en realidad Edmund y yo intentábamos orientarnos para que tampoco nos tuvieran que buscar a nosotros... En fin, no importa, ¿qué hacéis aquí? ¿Os hacéis a la idea de qué hora es?
Un gemido lastimero brota de mi garganta y Caspian, también adormilado, pega más mi cabeza a su pecho con su brazo
—Oh, lo que daría por tener una cámara de fotos
—¿Una qué...? —mascullo.
—Vamos, levantaos —nos insta Lucy—. Vuestra modista está que se sube por las paredes.
Frunzo el ceño.
—¿Para qué me necesita Crysta ahora?
—¡Gadea, es pasado mediodía! ¡Vuestra coronación es en unas horas!
El brazo de Caspian es lo único que me impide no sentarme de golpe.
—Esto sólo me pasa a mí. —Sacudo el hombro de Caspian y me llevo las manos al pelo, que está completamente enmarañado—. Estrellas, Crysta me va a matar.
Caspian se puso de pie y me tendió una mano para ayudarme. El cuerpo me pedía a gritos que volviera a tumbarme y Caspian tuvo que agarrarme por la espalda para que no volviera a caerme al suelo.
—Vale, gracias, estoy bien. —Le di un rápido beso en la mejilla y me intenté aplanar el pelo con las manos—. Nos vemos en un rato.
Lucy me agarró del brazo —en parte para que no me cayera, en parte para ir más rápidas— y me fue guiando entre los pasillos de palacio una vez abandonamos los jardines.
Al abrir la puerta de nuestros aposentos, me encontré con Aeryn, June y Saphira. Rayen y Rowena estaban colocándose unos pendientes al fondo de la habitación, y dando vueltas desesperadamente, se encontraba nuestra modista.
—Por todos los dioses, al fin apareces.
Agarró uno de los dos vestidos que habían sobre dos sillas y se lo dio a Lucy.
—Majestad, la ayudaría a ponérselo como es habitual, pero necesito centrarme en Gadea.
—No te preocupes, Crysta —le dijo Rowena, mientras terminaba de mirarse en el espejo—, yo la ayudo.
Crysta bajó la cremallera del vestido que me iba a poner y me hizo señas para que me quitara el que estaba llevando en esos momentos.
—Creo que nunca antes me había puesto un vestido así —comentó Lucy.
—Eso es porque en Roswald no utilizamos corsé. La mayoría de las reinas saben pelear, por lo que es una manera de priorizar la facilidad de nuestros movimientos y supervivencia —explica Aeryn.
—Además, ahora está de moda llevar varias capas de telas sedosas —comentó June, observando la falda azul de su vestido.
Lanzo mi vestido al un rincón del suelo y, antes de ponerme el vestido, una criada aparece con un barreño y trapos limpios. Remoja uno de ellos y, a pesar de mis quejas, comienza a pasármelo por el cuerpo.
—Si hubieras llegado a tiempo te habrías dado un baño en condiciones —me replicó Saphira, que iba enfundad en un precioso vestido carmesí que entonaba a la perfección con su piel aceitunada.
Rápidamente, Crysta me acercó el vestido y me ayudó a ponérmelo. Una vez abrochada la cremallera, comenzó a arreglarme las mangas hasta que quedó completamente satisfecha.
No tenía ni idea de qué es lo que iba a llevar puesto. Con las prisas, Ilaria le encargó a su modista de confianza trajes para todas nosotras, por lo que la pobre Crysta tuvo que ir de un lugar a otro tomando medidas y echando mano a sus diseños más recientes, los cuales no eran más que un dibujo en un trozo de papel.
Mi vestido, junto con el de Aeryn, es el que tiene una falda menos abombonada. Sólo tiene unas mangas que acaban en mis codos y la parte central del vestido está decorada con abundantes detalles dorados. De mis hombros, cae una fina capa de tul grisácea, dándole un toque especial al conjunto.
—Los dioses saben el esfuerzoque he tenido que hacer para lograr tener estos vestidos listos.
Agarrándome por los hombros, me sienta en una silla y coge un cepillo de pelo.
—Esto te va a doler.
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A mi lado, June no para de mover los pies de manera inquieta.
—Ya no hay vuelta atrás, ¿eh?
Asiento con las palabras de Aeryn.
—Me consuela saber que si me caigo, al menos nadie se reirá de mí. Ya sabes, La Terrible Guardiana y todo eso. Podría matarlos de manera diabólica.
Las cuatro estamos frente una gran puerta de roble con tallados de batallas míticas. Me quedo embobada mirando un unicornio, intentando disuadir a mi nerviosismo, cuando una mano se posa sobre mi hombro.
—Esto, Gadea, ¿podemos hablar un momento?
Me sorprende encontrarme con Lyn Air al girarme.
Las demás parecen estar tan sorprendidas como yo, pero termino asintiendo lentamente y me aparto un poco para poder conversar con ella en privado.
—Te quería decir que... lo siento. Por todo.
Pestañeo, sorprendida.
—Oh.
—No te conocía cuando escribí el cantar de Rohana. Al principio, le dije a la princesa que vuestra amistad no era normal y que sólo le traería problemas y desgracias. Cuando murió, empecé a investigar qué le había ocurrido. Había varias versiones de los hechos, pero todas coincidían en que tú estabas con ella, y que saliste sin un rasguño... Pensé que era verdad todo lo que escribí, pero me he dado cuenta de que me equivocaba. Al verte defender a tus compañeras y a la reina Ilaria...
Le puse ambas manos sobre los hombros, deteniéndola.
—Ambas éramos jóvenes y cometimos errores, lo importante es continuar y no volver a tropezar con la misma piedra.
—Gracias, de verdad —me dice, cais sin creérselo—. Te prometo que volveré a darle justicia a tu nombre.
Estoy tentada a decirle que deje las cosas como están, pero termino por asentir.
Kabiba, las dos merecemos que cuenten nuestra historia.
—Te ayudaré en lo que necesites.
Con un asentimiento, se da la vuelta, ondeando su vestido amarillo, y vuelvo a colocarme junto a mis compañeras.
—¿Son imaginaciones mías, u otro cantar está por venir? —dice June, avanzando al ver que las puertas se acaban de abrir.
—Al menos escribirán cuatro —le contesto, dándoles una mirada a las tres.
Y en ese momento, ocurre una explosión de sonidos. Varias trompetas comienzan a sonar, y tres violines tocan sus melodías como si fueran una caricia del viento. Recorro la gran sala con la mirada. Reconozco a varios nobles, a Rayen y Rowena, que cuchichean justo al lado del rey Edmund y la reina Lucy. A Robin, que está con sus padres en primera fila. Está junto a una gran familia numerosa, que por sus rasgos supongo que se tratan de la familia de Saphira, y al lado de ellas están dos hombres, que supongo que son el hermano y padre de Aeryn.
Un deje de tristeza se instaura en mi corazón al saber que no hay nadie esperándome.
Sin embargo, se me pasa al ver la sonrisa espléndida que me dedican Caspian y toda su tripulación.
Ilaria está justo en el centro de la plataforma en la que hay cinco tronos idénticos y junto a ella, se encuentra Corín sosteniendo cuatro coronas en un cojín aterciopelado.
Cuando llegamos al borde de los escalones que suben hasta la plataforma, Ilaria se aclara la garganta.
—Hoy estamos reunidos para llevar a cabo la coronación de mis antiguas Guardianas. Han peleado en la Liberación de Roswald, han ayudado en la reconstrucción de las partes afectadas, trabajando codo con codo con todos ustedes y ahora están aquí para obtener el título que se han ganado.
Con eso, las cuatro incamos la rodilla derecha en el suelo y agachamos la cabeza.
—En nombre de los ángeles Azriel, Nicaise, Styx, Kharendal, Cirius, Caelum y Khrysaor, aquellos que crearon el mar y la tierra, que nos dieron cultivos y ganado y que crearon el manto tupido de estrellas, yo os nombro Saphira, Aeryn, June y Gadea, reinas Salvadoras y Protectoras.
En ese momento, siento el frío oro de mi corona. Viendo a las demás, compruebo que es algo sencilla. Está tallada con pequeñas flores con pequeños diamantes que forman motas de luz en el suelo cuando el sol da en ellas. Son diferentes a la que tu madre le entregó a Ilaria, pero el peso del reino ya recae sobre mis hombros.
Las cuatro nos ponemos en pie y vamos caminando hasta nuestros respectivos tronos, dejando el del cento a Ilaria.
—Alzad vuestras espadas ante Saphira, Aeryn, June y Gadea, vuestras reinas, pues os guiarán en la adversidad y se convertirán en la luz que necesitéis en los tiempos oscuros.
Entonces, los vítores comienzan a retumbar por toda la sala del trono.
—¡Que viva la reina June!
—¡Que viva la reina Saphira!
—¡Que viva la reina Aeryn!
—¡Que viva la reina Gadea, la Salvadora del reino!
Incluso, a pesar de no ser su coronación, aclamaron a Ilaria.
—¡Larga vida a la reina fénix!
—¡Larga vida a las cinco reinas de Roswald!
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Ya es de nochey la celebración en cuestión parece no querer llegar a su fin.
Tras la ceremonia, Saphira fue engullida por toda su familia. Mientras tanto yo fui a saludar a los padres de June, a la vez que Robin me daba un abrazo. Después Aeryn me presentó a su padre y hermano, que la miraban con orgullo, y me retiré cuando vi que las familias de Aeryn y June iban a ser presentadas.
No me dio tiempo a irme, porque de repente una niña pequeña se abrazó a mis piernas, impidiéndome moverme.
—Eris, no molestes a la reina.
Tardé un poco en reconocerla como la hermana pequeña de Saphira.
Miré a su madre, que la miraba con reproche, y le di una sonrisa tranquilizadora a la vez que cogía en brazos a la niña.
—No os preocupéis —le digo—. Soy Gadea. Saphira habla mucho de vosotros, sois una familia preciosa.
Saphira, que estaba abrazando a uno de sus hermanos mayores, agitó su brazo al verme.
—Ven aquí, Gadea. Estos son Luli, Cassian, Lyssa, Ravi, Ardor y Eris, la pequeña. Ellos son mis padres, Morrigan y Wylan.
—Un placer.
De inmediato, la familia volvió a entrar en una animada conversación y aproveché ese momento para retirarme.
En las coronaciones reales, estaba instaurada la tradición de bailar obligatoriamente con cualquiera que te lo pidiera, fuera noble o plebeyo. A la mayoría le parecería algo divertido, pero en estos momentos, con lo cansada que estaba, no estaba segura de poder dar más de dos pasos sin pisar a mi acompañante.
Así que mi propósito fue evitar a la gente todo lo posible.
Sin embargo, mis sentidos debían estar algo obsoletos, por lo que acabé chocando con un hombre algo pasado de copas.
—Oh, su majestad, ¿me concedería un baile?
Intentando encontrar una excusa creíble, alguien posó su mano en mi hombro. Edmund se coló entre nosotros y sonrió.
—Perdone, pero ya me había prometido a mí el primer baile.
Sin que al hombre le diera tiempo a pronunciar palabra, Edmund me arrastró por la pista de baile hasta un lugar menos transitaado. Uniéndonos al ritmo de la música, pasó su mano por mi cintura y me agarró la mano con la otra. Apoyé mi mano restante en su hombro, tal y como indicaba el protocolo, y comenzamos a balancearnos con lentitud.
—Gracias, majes... Edmund.
—¿Debería empezar a alarmarme? —me dijo, bromeando.
—Deberías de haber ido a pedirle un baile a Rayen y dejar de intentar salvar a damiselas en apuros.
Hizo una mueca ante su mención.
—Me está evitando todo el tiempo —dijo, echándole una mirada. Se encontraba hablando con Corín y Rowena, con una copa de vino en mano—. Y, precisamente, no creo que se te pueda considerar una damisela en apuros...
—¿Te gusta?
Se tensó ante mi mención y pude notar cómo se le ruborizaban las mejillas.
—No. Bueno, quiero decir, es preciosa, claro, y cuando sonríe es... ug, ya estoy divagando. Olvídalo. No la recuerdo. No puedes querer a una persona que no recuerdas. ¿Piensa contarme algo?
Mi silencio fue suficiente para responderle.
—Es muy tozuda, no la odies por eso. Lo hace por tu bien.
—Ella no sabe cuál es "mi bien".
—No, pero sabe que tienes que regresar a tu mundo, y también sabe que ella debe quedarse en la tierra que la vio nacer.
Edmund suspiró.
—No la volveré a ver, ¿verdad?
—Quién sabe. Tal vez os reencontréis cuando muráis, pero a ti aún te queda mucha vida que vivir. No comparto su punto de vista, pero entiendo que no quiera que vivas inmerso en la melancolía y la pena. Eso no es vida.
Soltó un ruido de exasperación.
—De acuerdo. No insitiré —para abruptadamente de bailar—. Creo que voy a ir a por una copa de vino antes de que vuelva a mi mundo y esté moralmente mal visto —no especificó al ver mi mirda de confusión—. Te dejo bien acompañada.
Al girarme, veo que Caspian se acerca con un plato de comida.
—¿Y eso?
—He supuesto que si no has dormido, tampoco habrás tenido demasiado tiempo como para comer. No sabía qué es lo que te gusta, así que te he cogido algo de pollo y unas empanadas.
En ese momento, mi estómago pareció ser consciente del hambre que tenía.
—Oh, el pollo perfecto. ¿Te he dicho que te quiero?
—No me importa escucharlo cuando sé que no estás a punto de morir.
Nos dirigimos hasta una de las mesas auxiliares y le doy un bocado a una de las empanadas.
—¿Cuándo tienes pensado volver a Narnia?
—No lo sé. Tengo que hablar con Drinian para ver cómo están llendo las cosas y también quería peguntarte tu opinión al respecto.
Corto un trozo de pollo y me lo llevo a la boca antes de contestarle.
—Creo que deberías irte —le digo—. Es decir, no quiero que te vayas, pero las chicas y yo vamos a estar muy ajetreadas y tampoco va a ocurrir nada interesante. Ahora que hay más de una reina, hemos decidido cogernos vacaciones por turnos. Podemos intentar vernos durante ese tiempo.
Caspian sonrió, estando de acuerdo.
—Podrías venir a Narnia. Ver algo que no sean las islas Solitarias...
—Suena tentador.
Cuando estoy por terminarme lo que hay en el plato, Rowena se acerca hasta nosotros. Lleva un vestido azul y, a pesar de denotar elegancia, varios rizos pelirrojos se le escapan del recogido.
—Majestades, los reyes Lucy y Edmund van a marcharse.
—¿Ya se han cansado? No pensaba que...
—Se marchan a su mundo, rey Caspian. Rayen está a punto de llevarlos con Aslan.
—Oh.
La seguimos, bordeando la sala dedicada a la celebración y saliendo a uno de los numerosos jardines. Debido al apogeo de la fiesta, estaba completamente vacío a excepción de los reyes narnianos, Rayen, Robin y las reinas restantes.
—Aslan se ha puesto en contacto conmigo —nos dice Rayen—. Se alegra por nuestra victoria, pero dice que es tiempo de que vuelvan a la Tierra.
—Ha sido todo un honor conoceros —les dice Ilaria.
—Os echaremos de menos —concuerda Robin.
—Sois lo más parecido a mi familia —les dice Caspian.
Puedo notar lo afectado que se encuentra por su inminente partida, así que aprieto su mano en señal de apoyo.
Edmund es el primero que se lanza a abrazarlo, haciendo una mueca de tristeza. Él y yo compartimos un abrazo algo más corto, pero tengo la certeza de que voy a echarlo de menos en cuanto se separa.
Cuando Lucy se acerca para darme un abrazo, hay restos de lágrimas en sus ojos.
—Me alegro de que al fin seas libre. Te lo has ganado, kabiba.
Se me corta la respiración por el sobresalto.
—¿Cómo me has llamado?
Ella frunce el ceño.
—Kabiba. Saphira me la enseñó mientras estábamos en el Viajero del Alba. Es una palabra antigua que significa «amiga querida», ¿no la he pronunciado bien?
—Lo..., lo sé. Lo siento, es sólo que... No importa. Sí, las has pronunciado a la perfección. Muchas gracias, Lucy, tú también eres una verdadera amiga.
Rayen nos dio una última mirada antes de conjurar un portal y acompañar a los reyes.
Su historia, probablemente, acabe en este preciso instante. Tal vez acabó hace mucho tiempo, cuando le pidió a Aslan que la borraran de sus recuerdos. O, tal vez, lo hizo desde el principio, cuando llegó a Narnia con el cuerpo cargado de culpa.
Tal vez muchos piensen que mi historia también termina aquí, pero no es verdad. Como dijo Aglaeca, mi camino sólo acaba de empezar.
Siempre empezará algo nuevo.
Ya sólo queda el epílogo y sólo sé que no estoy preparada 🤧. Cuando lo publique dentro de poco, irá seguido de los agradecimientos y el segundo apartado gráfico, así que preparaos ;)
Os dejo una foto de cómo serían las coronas:
Y este manip de las cinco reinas de Roswald:
Con este capítulo, he decuberto que me encanta escribir escenas soft de Caspian y Gadea. Los voy a extrañar mucho 😭
—Annie.
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