δώδεκα
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—¿EMOCIONADA?
Sonreí con la pregunta de Rayen.
—No lo describiría así, precisamente.
—Es la batalla de tu vida —me recordó—. Parece que fue ayer cuando te quejabas de que no te habías enfrentado con ningún enemigo real. Era extraño que una niña de siete años te dijera eso.
—Oye, no lo digas como si fuera culpa mía.
—Siempre fuiste una niña extraña.
—Me gustaría haberte visto a ti.
Me apoyé en el bordillo del barco y respiré profundamente, destensando mis hombros. La brisa del viento revolvía mi pelo suelto y fue lo que necesitaba para relajarme.
—Estoy un poco nerviosa —confesé—. Pero son esos nervios buenos, ¿sabes? Si no estuviera nada nerviosa sería preocupante. ¿Cómo fue para ti? Ya sabes, "la batalla de tu vida".
Negó con la cabeza y terminó suspirando.
—Espero que esta batalla acabe bien para nosotras.
—Lo hará. Estoy yo —bromeé.
Rayen me sacudió el pelo con la mano como si volviera a tener siete años y ambas nos encontráramos en el palacio. Sacó una manzana de un bolsillo de su pantalón y le dio un mordisco antes de mirar hacia la Isla Oscura y hacer una mueca.
—Me voy. Nos vemos luego, Gadea.
Rayen fue hacia donde estaban los reyes Edmund y Lucy y charló tranquilamente con ambos. Hablaba con una tranquilidad que solo obtienes con alguien a quien tienes confianza y su mirada estaba cargada de añoranza.
Miro cómo nos vamos acercando a la Isla Oscura y decido que lo mejor es empezar a prepararme por lo que pueda pasar ahí dentro.
Voy hasta el camarote que nos asignaron y dejo sobre una hamaca la capa con la que llegué al Viajero del Alba. Me aseguro de coger tu anillo, kabiba, y me lo pongo en el dedo anular. Me miro en el espejo y me coloco tu broche en la camisa. Me recojo el pelo en una coleta para que no me estorbe y me arremango las mangas de la camisa. La ropa que nos dejaron nos estaba a todas grande, siendo diseñada para los hombres, pero era eso o ir con la misma ropa mugrienta todo el viaje.
Me recoloco el cinto de la espada y dudo en coger otro tipo de arma.
Finalmente me decanto por no cargarme de peso con más armas y confío en que seré capaz de crear un arma con magia si llego a necesitarla.
La puerta del camrote se abrió repentinamente.
Era Saphira, que tenía el pelo recogido en una coleta decorada con pequeñas trencitas que se entreunían.
—Tenemos que salir fuera. Caspian va a dar un discurso.
—¿Y ese peinado?
Saphira sonrió y agarró su espada, que estaba apoyada en la pared. De una bolsa que había en el suelo sacó unas cuantas cuchillas y se colocó el guante adecuado para poder utilizarlas.
—Le he dejado a Gael experimentar un rato. ¿Estás preparada?
—Qué remedio.
Salimos a la cubierta, en la que se encontraba reunida toda la tripulación. Caspian estaba hablando con Ilaria en un lugar más apartado, pero enseguida se separaron y tu hermana se entremezcló con la tripulación.
Todas habíamos dejado nuestras capas de lado y optamos por utilizar la ropa más práctica que encontramos. Saphira y yo nos reunimos con June y Robin, que estaban charlando mientras esperaban a que Caspian hablara. Más alejadas estaban Aeryn y Rayen, que buscaban a Ilaria con la mirada.
Caspian se colocó en la zona del timón, que estaba más elevada, y no le hizo falta intentar que su tripulación le prestara atención.
—Pase lo que pase aquí, todos los que están ante mí se han ganado su lugar en la tripulación del Viajero del Alba. Juntos hemos viajado lejos. Juntos plantamos cara a la adversidad. Juntos podemos volver a hacerlo. No es el momento de sucumbir a la tentación del miedo. Sed fuertes, no cedáis. Nuestro mundo, nuestras vidas narnianas dependen de esto. Pensad en las almas que vinimos a salvar. Pensad en Aslan.
»Pensad en Narnia.
—¡POR NARNIA!
—¡Por Narnia!
Intercambié miradas con mis amigas y sonreí con orgullo por el discurso de Caspian.
—¡Por Narnia!
❈
A pesar de haber partido de día, la Isla Oscura se tragó la luz que nos acompañaba. La bruma nos acechaba y todos nos encontrábamos en guardia.
Sin embargo, la bruma cobró forma y empezaron a aparecer personas de humo y aire. Recuerdos de personas a las que cada uno ama. ¿Cómo se lucha con un enemigo al que no puedes hacer sangrar?
Me preparo para lo que puede venir. Me preparo para verte a ti, kabiba.
Y ahí estás. No eres más que humo verde y tu precioso rostro es translúcido. Sea lo que sea que vayas a decirme, no serás tú. Porque yo no te maté y tú no me odias. Por un momento después de todos los años que llevas muerta, tengo que creérmelo.
Pero tu mirada llena de odio y acusación me dice lo contrario. Saphira, que estaba a mi lado, me agarra la mano y es lo que necesito para reaccionar. Yo no te maté y tú no me odias, kabiba. No tengo por qué enfrentarme a esto yo sola. Nunca he tenido que hacerlo, y me siento tonta por no haberme dado cuenta antes, porque siempre he tenido la buena fortuna de estar rodeada de gente que me quiere.
Le sonrío a Saphira y tu silueta desaparece.
Nos vamos adentrando más en la oscuridad y el barco avanza con lentitud por miedo a chocar contra alguna roca.
—¡No se acerquen!
La voz suena como si fuera un eco lejano, pero la persona tiene que estar cerca.
—¿Quién anda ahí? ¡No le tenemos miedo!
—¡Ni yo a ustedes!
Edmund sacó su linterna y apuntó a una roca en la que se encontraba un hombre. Estaba en un estado deplorable, casi en los huesos, con la ropa hecha trizas y blandindo una espada.
—¡No se acerquen! —repitió—. ¡No me vencerán!
—Caspian —lo llamó Edmund—. Caspian, mira su espada.
—¡Es Lord Rhoop!
El viejo lord no parecía darse cuenta de lo que estaba pasando a su alrededor. Tenía una barba que le llegaba hasta el ombligo y no paraba de gritar y quejarse.
—Bajen las armas —ordenó Edmund—. Tráiganlo a bordo, rápido.
No les dio tiempo a dar más de dos pasos cuando Eustace, surcando el cielo, agarró a Lord Rhoop y lo dejó sobre el Viajero del Alba. El Lord se resistió y se revolvió mientras agitaba su espada en el aire. Aeryn y yo nos acercamos para intentar tranquilizarnos, pero al vernos sólo se puso más histérico.
—¡Mujeres a bordo de un barco! ¡Insensatos, ahora la mala suerte me perseguirá! ¡Alejaos de mí, no podréis vencerme!
No tuvo que decirlo dos veces para que me apartara, confundida por su actitud.
—Cálmese, mi Lord. Soy su rey, Caspian.
Sus palabras parecieron surgir efecto, puesto que bajó inmediatamente la espada.
—¡No debería de haber venido! ¡No hay salida! ¡Rápido, regresad antes de que sea demasiado tarde!
—Tiene razón —añadió Edmund—. Tenemos la espada, vámonos.
—Da la vuelta, Drinian.
Di un paso atrás antes de que Lord Rhoop se chocara conmigo.
—¡No piense! —gritó al acercarse a Caspian—. ¡No revele sus miedos o se convertirá en ellos!
—Dios, no.
Todos nos giramos inmediatamente hacia él.
—Edmund, ¿qué fue lo que pensaste?
—Yo... aj, perdón.
Fue corriendo hasta el bordillo y se asomó para mirar el agua. Todos teníamos puestas nuestras miradas sobre él, para ver cada paso que daba. Fue más aterrador de lo esperado, kabiba. Tanto que tuve ganas de ir a zarandear al rey Edmund para decirle por qué había tenido que pensar en eso.
Las rocas que rodeaban la isla comenzaron a moverse. Se hundían y volvían a salir del agua como si tuvieran vida propia. El barco dio una sacudida y al caerme me clavé el codo en el costado.
—Una serpiente de mar —se lamentó Rayen desde el otro lado del barco—. Tienes que estar de broma.
La serpiente estaba bajo el barco. El pánico no tardó en inundar la tripulación y las cuatro nos reunimos con Ilaria. Tu hermana y Aeryn tenían el pelo mojado, ya que habían estado en una zona en la que una ola había golpeado el barco. Estábamos las cuatro e Ilaria, sin Robin y Rayen. Porque esto trataba de nosotras. Siempre lo había hecho. Había comenzado con nosotras cinco y seguiríamos juntas hasta el final.
Puede que nuestro reino me quitara muchas cosas, pero me dio algo de incalculable valor.
—Guardianas, esta no es nuestra guerra, pero pelearemos por el pueblo narniano, porque eso es lo que hacemos en Roswald. Vamos a devolver a ese monstruo a las profundidades de las que pertenece.
—¡Somos rápidas como el viento, letales como la magia y peleamos con la fuerza de mil ejércitos! —coreamos.
Colocamos nuestras manos sobre los hombros de la que tenemos al ladopara darnos ánimos y nos dividimos rápidamente.
—¡Gael!
El grito de Lucy no me pasa desapercibido y freno mi camino para ver qué es lo que ocurría. Gael se encontraba apartada de toda la tripulación, y la serpiente marina, que había asomado su repugnante cabeza, se cernía sobre ella. Lucy fue a por ella y la llevó junto con el resto de la tripulación.
Las Guardianas e Ilaria también retrocedimos y esperamos a ver cómo reaccionaba.
Y Eustace y Reepicheep embistieron contra él.
El fuego salió de sus fauces y la serpiente se retorció de dolor. Mi cuerpo se quedó paralizado por el miedo y Caspian tuvo que empujarme para que no me golpearan los destrozos que había provocado la serpiente.
—Gadea, muévete.
Caspian no tardó en levantarse y yo milagrosamente atiné a ponerme en pie.
No dejo que el fuego llegue a mi mente. No dejo que el miedo eclips mis pensamientos.
June me agarra del brazo y me hace retroceder mientras empieza a sacar varios botecitos con polvos de su cinturón. Los mezcla en un solo bote hasta que adoptan un color violáceo y vuelve mirar hacia Eustace, que estaba teniendo dificultades contra la serpiente.
—Necesito agua —me dijo—. Gadea, tienes que agarrarme de las piernas. ¡Vamos!
Le hago caso sin rechistar y la agarro de los pies justo cuando salta por el bordillo del barco. Abre el bote que llevaba entre las manos y mete agua de mar dentro de él.
—¡Ya puedes subirme!
Reuno fuerzas hasta que logro meter sus piernas dentro del barco. Ahí es ella la que hace fuerza con sus piernas para volver a tener su tronco en la cubierta.
—Toma. —Dijo, dándome el frasco con la mezcla—. Agítalo con fuerza y lánzaselo a la serpiente cuando salga. Se provocará una explosión cuando el frasco se rompa. Me voy, tengo que preparar más de estos.
Hice lo que me dijo y empecé a agitar el frasco mientras iba avanzando entre la tripulación para poder encontrar un buen lugar para lanzarle el frasco.
La serpiente estampa a Eustace contra una roca, y es ahí cuando me decido a actuar. June y Aeryn, que también tienen un frasco en sus manos, piensan lo mismo y tiramos los frascos con todas nuestras fuerzas para que lleguen hasta la serpiente. Los tres frascos explotan y Eustace le escupe una llamarada antes de que le de tiempo a acercarse.
Para evitar que el miedo vuelva a paralizarme, continuo andando.
El monstruo arde y cae hacia atrás hundiéndose en el mar. Eustace estaba intentando levantarse, pero Lord Rhoop, con su espada, empezó a correr hacia el otro lado del barco con locura.
—¡Espere, Lord Rhood!
Lanzó la espada que, inexplicablemente, logró clavarse entre las duras escamas de Eustace. Rugió por causa del dolor y se fue volando fuera de nuestro campo de visión.
—A lo mejor está muerta —planteó Robin, al ver que la serpiente no aparecía.
—Sería demasiado bonito.
Y el barco volvió a balancearse brutalmente. Lord Rhood estaba al timón, pero no le dio tiempo a causar ningún otro estrago, ya que el capitán Drinian lo golpeó con el mango de su espada.
La serpiente, para el pesar de las esperanzas de Robin, volvió a resurgir. Estaba furiosa y arremetió contra el Viajero del Alba. Saphira dio un salto precioso desde la plataforma en la que estaba el timón hasta donde se encontraba la mayoría de la tripulación. Dio una voltereta en el aire con las piernas estiradas mientras lanzaba tres de sus cuchillas a la serpiente. Cayó de pie gracilmente y rápidamente volvió a lanzarle otras tres cuchillas desde donde estaba.
Desenvainé mi espada, la única arma con la que realmente me he llegado a sentir cómoda y trepé por unas cuerdas que colgaban de los mástiles.
Me balanceé hacia el mar, teniendo cuidado para no caerme, y le hice un corte lo más grande que pude antes de volver a retroceder para que no me atacara. Con el impulso de la cuerda, di una voltereta hacia delante para caer en el suelo de pie, pero la trayectoria de mi salto se vio desplazada al ser empujada por un roce de la cola de la serpiente.
Logré girarme antes de caer de cara en la madera del barco, pero aun así había caído de una altura considerable y me golpeé en el brazo derecho y la costilla.
Sentí cómo el aire salía de mis pulmones. Boqueé varias veces antes de que sintiera que el aire volvía a llegar a mis pulmones. Intenté levantarme, pero las fuerzas me abandonaron y terminé volviendo a caerme sobre el mismo lado, provocando que un quejido saliera de mis labios.
De un momento a otro, Caspian estaba a mi lado.
—Por Aslan, ¿estás bien?
Al ver la cara de preocupación de Caspian, me guardé el comentario sarcástico que se me vino a la mente.
—Vamos, ayúdame a levantarme.
—Gadea, como poco te habrás roto una costilla.
Al ver su poca colaboración intenté volver a levantarme por mi misma, pero volví a fallar y me habría vuelto a golpear de no ser por Caspian, que me sujetó con cuidado.
—Casi no puedes tenerte en pie. Voy a llevarte a algún lugar seguro. Bueno, a un lugar más seguro.
Mi cuerpo quiere creerse sus palabras endulzadas. En toda mi vida, creo que es la primera persona que me ha dicho algo así. No le parece mal que pare. No me ve débil por estar herida y no poder luchar.
Por eso dejo que me levante del suelo, que pase su tonificado brazo por mis rodillas y que me de palabras de aliento.
«No te preocupes. Volverás a estar bien».
Todas estaban luchando, todas estaban peleando. Aeryn tenía un hacha en cada mano y June utilizaba su espada impregnada de alguna clase de veneno amarillo. Saphira seguía utilizando sus cuchillas e intentaba cubrir a Robin entre salto y salto. Ilaria había cogido una ballesta y estaba disparando desde un lugar estratégico.
Rayen.
No estaba por ninguna parte. No lograba verla por ningún sitio.
Y cuando lo hice sentí que el alma se me caía a los pies.
Estaba agarrada a un mástil en la proa del barco, con el rey Edmund dentro de la boca del dragón de madera que decoraba el barco. Le apuntaba con su linterna para llamar su atención y la serpiente embistió contra ellos. Antes de que le diera tiempo a volver a atacar, Rayen abrió sus dos brazos y de ella salió una fina barrera dorada que separaba el Viajero del Alba de la serpiente marina.
Aguantó el primer golpe. Aguantó el segundo golpe.
Pero no aguantaría mucho más.
La adrenarina recorrió todo mi cuerpo y saqué fuerzas de donde no las tenía. Caspian tenía razón: estaba herida y no en unas muy buenas condiciones para luchar. Pero yo no soy una chica normal.
Soy una guerrera. Soy una Guardiana.
Por mucho que me desagrade, yo sangro de manera diferente a lso demás. Mis heridas siempre serán más pequeñas.
Nosotras peleamos por aquellos que no pueden defenderse. Nosotras peleamos por aquello que nos importa.
Me bajo de los brazos de Caspian y supero el dolor que recorre mi cuerpo. No escucho cómo me llama. No presto atención a los quejidos de mi brazo. Dejo mi espada de lado, porque sé que no podré salvarlos. No de esa manera.
Dicen que las Guardianas no le temen a nada, kabiba. Pero no es verdad.
Nosotras nos enfrentamos a nuestros miedos.
Levanto mi mano derecha con el último arranque de fuerza que me queda. Mi vista se vuelve borrosa por el dolor y me muerdo el labio para enfocar mi visión. Y lo hago.
Dejo que la magia recorra cada parte de mi cuerpo. Siento cómo va desde los dedos de mis pies hasta las puntas de mi pelo. Una vez que apunto hacia la serpiente, cierro los ojos para concentrarme. Imagino cómo un aura roja envuelve mi cuerpo y esta impulsa un rayo de fuego que sale desde tu anillo hasta el cuerpo de la serpiente marina.
La magia se expande, el fuego sale. El grito agonizante de la serpiente resuena en todo el barco.
Caigo de rodillas al suelo y respiro entrecortadamente por causa del esfuerzo. Todo da vueltas a mi alrededor, oigo a Caspian que intenta acercarse hasta mí. Pero no puede, porque algo se lo impide.
Parece una pesadilla. Al menos, para mí es lo más parecido a una.
El fuego me rodea en un círculo semiperfecto. La bruma había manifestado mi mayor miedo.
Esperaba encontrarme cualquier cosa en este viaje. Sirenas, nereidas, minotauros y magos que guardaban profecías. Incluso la serpiente marina podría entrar en ese grupo. Pero no el fuego.
Pasarán los años y el fuego seguirá grabado en mi memoria.
Los recuerdos de ese día invaden mi mente. Puedo oler los papiros quemándose. Puedo oír los gritos de desesperación para apagar el incendio.
Pero esto no es como aquel día. Este no es el día de tu muerte, kabiba.
El humo inunda mis pulmones y cada vez me resulta más complicado respirar. Me cuesta diferenciar el presente del pasado, pero me obligo a hacerlo. No voy a morir en un incendio en medio del mar.
Varias voces me llaman. Veo a Saphira y a June. Robin me mira preocupado y Rayen intenta aplacar a la serpiente marina. Pero es tu hermana la que entra dentro del círculo de fuego. Las llamas parecen querer apartarse a su paso deja reposando una de sus manos sobre mi hombro. Me quita con cuidado tu anillo, kabiba, y con él empieza a absorver todo el fuego. Cuando no queda ni una brasa, desenvaina su espada y me resguarda de la serpiente marina.
Por primera vez, veo a Ilaria como realmente es.
No como tu hermana. No como una pobre chica a la que le viene demasiado grande la corona. No como alguien a la que hay que proteger. No como la sombra de Rohana La Sabia.
Me han hecho pensar que mi único propósito en la vida era proteger a la familia real. El nombre lo indicaba: Guardianas. Sólo servía para eso. Tenía que cumplirlo bajo cualquier precio. Pero no es verdad.
Porque tú quisiste una vida mejor para mí.
Porque Ilaria me protege como si fuera una civil. Porque soy una civil.
Puedo asegurar con orgullo que Ilaria de Azhmir es la mejor reina que alguna vez haya visto Roswald.
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