δεκατρείς

HAY LÁGRIMAS en mis ojos cuando veo a la serpiente marina desaparecer.

     La oscuridad se disipa. La luz entra en forma de rayos que cortan las nubes y los gritos de alegría y alivio no tardan en dejarse oír.

     Y de un momento a otro, tengo a tres personas sobre mí. Mi costilla se retorció de dolor y mi quejido ahogado hizo que mis tres amigas se vieran obligadas a levantarse. A pesar de eso, Aeryn y Saphira se tumbaron boca arriba junto a mí, y empezaron a soltar risas tontas de alivio y victoria.

     —No pienso volver a subirme a un barco —exageró Aeryn.

     A nuestro lado, June empezaba a sacar cosas de su bolsa con la ayuda de su hermano. Robin me levantó la camisa hasta dejar mi abdomen al descubierto y June me aplicó en la costilla —donde se estaba formando un hematoma— una gasa con un ungüento morado que desprendía frío y un alivio casi inmediato.

     —Casémonos, June.

     Me dio una patada con poca fuerza en la pierna y se alejó para ver si alguien más necesitaba ayuda.

     A lo lejos estaban Ilaria y Rayen, charlando tranquilamente, y asomados en el bordillo se encontraban Edmund y Lucy, que miraban con alegría cómo aparecían botes cargados de las personas que habían desaparecido por la bruma. Un grito cortó el aire, pero no era uno malo, si no uno cargado de emoción. Gael y su padre saltaron al mar y empezaron a nadar hasta uno de los botes, donde se encontraría su madre.

     Intenté incorporarme lentamente, y aunque mi cuerpo se quejaba a gritos resultó ser más soportable de lo que me esperaba. La calma invadió mi cuerpo, pero enseguida un sentimiento de incomodidad lo reemplazó. Tras haber hablado con Drinian, Caspian se acercaba hasta mí con una expresión de preocupación.

     Saphira y Aeryn, al verlo, se separaron de mi lado y se alejaron tras guiñarme un ojo.

     Cualquier otro rey estaría a punto de felicitarme por mi osadía, pero Caspian no era cualquier otro rey. Así que me preparé mentalmente para escuchar la reprimenda de mi vida. Más que las que me daba Corín mientras estaba en mis años de formación para ser una Guardiana. Sin embargo, me dio un abrazo. Sus brazos se amoldaban a la perfección a mi cuerpo para no hacerme daño. Parecía que fuera una figurita de cristal que estuviera a punto de romperse, y la situación provocó que mi corazón revoloteara en mi pecho.

     —Está bien, Caspian, ya ha pasado.

     —Se supone que no deberías ser tú la que diga eso.

     Ignoró que lo hubiera llamado directamente por su nombre y los dos disfrutamos del momento.

     El momento no era nada íntimo, y me di cuenta cuando el capitán Drinian y un par de personas más se quedaron mirándonos. Intenté nulamente que no se notara mi azoramiento y carraspeé levemente para que Caspian se diera cuenta.

     Se separó de mí, con una pequeña sonrisa, y me ayudó a levantarme del suelo.

     —¿Te duele mucho?

     —Sobreviviré. —Los dos fuimos hacia donde estaban Lucy y Edmund. Por el camino recogí mi espada y volví a meterla en mi cinto—. ¿Ese no es Eustace?

     Y así era. Milagrosamente, el primo de los reyes había vuelto a ser un niño de carne y hueso.

     —¡Estoy aquí bajo, Lucy! —La llamó mientras daba braceadas para flotar—. ¡Aquí!

     —¡Eustace! —exclamó con alegría.

     Pegué un respingo al notar que Reepicheep se subía a mi hombro bueno.

     —¡Eustace! ¡Veo que te cortaron las alas! —añadió con alegría, antes de saltar al mar—. Donde el agua y el cielo se juntan, donde las olas son lo más dulce...

     Eustace, llevándose un poco de agua a la boca, exclamó con asombro:

     —¡Está dulce!

     Miré el horizonte, entre extrañada y confundida, y a lo lejos vi el fin del océano, o al menos, un muro de agua.

     —Es la tierra de Aslan —afirmó Caspian—. Debemos de estar cerca.

Sólo bajamos los miembros de la realeza. Y allegados, porque nosotras no teníamos ni una pizca de sangre real.

     Estábamos en dos botes diferentes. En el primero estaban Rayen y Robin —que se habían subido en ese bote porque no cabían en el nuestro— Caspian, Lucy, Edmund y Eustace junto con Reepicheep. En el segundo, estábamos tu hermana y las Guardianas.

     Dejamos atrás el Viajero del Alba y llegamos a un tramo en el que había flotando sobre la superficie del agua millones de flores blancas. Aeryn y Saphira —las únicas que solo estaban cansadas y no heridas, ya que June se hizo daño en una muñeca— eran las que estaban remando. En el otro bote, eran Edmund y Caspian. A pesar de ir en botes separados, podíamos oír perfectamente las conversaciones de ambos.

     —¿Qué sentiste cuando Aslan te volvió un niño de nuevo? —le preguntaron a Eustace.

     —Por más que lo intentaba, no podía transformarme yo solo. Entonces Aslan se acercó —explicó—. Me dolió, pero fue un dolor bueno. Como cuando te quitas una espina del pie. Ser un dragón no era tan malo. Creo que me comporté mejor como dragón que como niño. Siento haber sido tan odioso.

     —No te preocupes, Eustace —le dijo Edmund—, fuiste un dragón muy bueno.

     Saqué un brazo fuera del bote y dejé que el agua fresca mojara mi mano. Con la otra mano recogí una de las flores del agua y la dejé sobre mis piernas.

     —Es precioso —dijo Robin—. Sería bonito tener una fuente con flores en Roswald.

     Ilaria sonrió, conforme con la idea. Quién sabe, kabiba, tal vez dentro de poco existan unos jardines de Ilaria.

     —Amigos míos, hemos llegado.

     Al estar de espaldas, tuve que darme la vuelta para poder verlo. A unos pocos metros de nosotros, había una gran ola que nunca caía. Me quedé anonanada por la majestuosidad de la escena y antes de que me diera cuenta, los botes habían llegado a tierra.

     Volví a dejar la flor en el agua antes de bajar del bote y pisar la arena mojada.

     Todos nos acercamos hacia la gran ola con fascinación.

     —Aslan.

     Al oír a Eustace, todos nos giramos repentinamente. Casi pego un brinco hacia atrás por el susto de ver un gran león delante de mí. No sentí miedo, ya que un sentimiento de respeto inundó todo mi ser.

     —Bienvenidos, niños, lo habéis hecho bien. Muy bien, de hecho.

     La voz de Aslan era calmada y te hacía querer escuchar cada palabra que decía para no perderte nada.

     —Rayen, es bueno verte de una pieza. —La antigua Guardiana se inclinó ante él , y el resto la imitamos. Sin embargo, no me pasó desapercibido el hecho de que se conocían—. Aery, Saphira, June y Gadea, las nuevas Guardianas, he de suponer. Habéis peleado con valor, tal y como se esperaba de vosotras. Robin, ha sido muy noble de tu parte venir hasta aquí.

     »E Ilaria, la reina sin corona. Me alegro de poder conoceros.

     Volvió a andar entre nosotras, y se dirigió de nuevo a los narnianos.

     —Habéis llegado muy lejos y ahora vuestro viaje ha terminado.

     —¿Este es tu país? —preguntó Lucy.

     —No, mi país yace más allá.

     Caspian frunció levemente el ceño y se acercó hasta él con cautela.

     —¿Está mi padré ahí?

     —Sólo lo puedes averiguar por tu cuenta, hijo —le contó, con tono calmado—. Pero debes saber que si continúas no puedes regresar.

     Me acerqué hasta la ola, sin comprobar a ver cómo se encontraba Caspian. Me quedé a un palmo de la ola y volví a sumegirme entre los recuerdos del pasado.

     —¿No vas a ir? —escuché cómo le decía Edmund.

     —Mi padre no estaría muy orgulloso si dejara aquello por lo que murió —al oírlo, volví a prestar mi atención en él—. Pasé mucho tiempo deseando lo que perdí y no lo que me fue otorgado. Me otorgaron un reino. Un pueblo. Prometo ser un mejor rey —dijo, dirigiéndose hacia Aslan.

     —Ya lo eres —concluyó.

     Estaba tan cerca de la ola que el agua mojaba mis botas. Una pregunta estúpida y descabellada apareció en mi mente. Kabiba, ¿y si...? Al otro lado la luz del sol se dejaba entrever y, de forma silenciosa, Aslan se posicionó junto a mí.

     —Me temo que ella no está allí, Gadea.

     No me sobresalté al escucharlo. Tampoco me alarmé al saber qué es lo que estaba pensando. En Narnia es una especie de Dios, así que dentro de lo que cabía... En fin, supongo que era más o menos normal. Y además, tenía razón. Tú no te encontrabas en el país de Aslan, kabiba. Serías una estrella que pertenece a una gran constelación de reinas muertas, pero no hay lugar para ti en aquel lugar.

     —Rayen, siento que las cosas salieran de esa manera.

     La antigua Guardiana suspiró y le sonrió a Aslan amablemente.

     —Supongo que no se puede volver atrás en el tiempo, ¿no?

     El león negó con la cabeza y miró de soslayo a Edmund.

     —Sin embargo, puedo retirar la magia.

     Rayen se quedó mirando al rey Edmund fijamente. Él le devolvió la mirada, confundido. Finalmente, Rayen negó con la cabeza y dejó ver la sonrisa más triste que he visto en toda mi vida.

     —No serviría de nada. Ya es demasiado tarde para eso —alegó—. Lo único que haría sería traer tristeza y vacío. A veces es mejor dejar que las cosas sigan su curso.

     —Es tu decisión, y la respeto. —Se sentó sobre sus patas traseras y continuó hablando—. Niños, es hora de que volváis a casa.

     Lucy negó con la cabeza y se acercó hasta Aslan de manera casi suplicante.

     —Aslan, por favor, prometimos ir a Roswald para ayudar a Ilaria. Son nuestras amigas, déjanos ir hasta allí.

     Aslan pareció meditarlo durante un poco, pero terminó asintiendo.

     —Podéis ir con ellas, pero debéis saber que allí yo no puedo vigilaros. Es otro reino y se rige por otras leyes —advirtió—. Me alegro de que los monarcas de Roswald y Narnia vuelvan a llevarse bien, vuestra alianza será muy beneficiosa con el pasar de los años.

     —De acuerdo, pero no quiero que Eustace nos acompañe —dijo Edmund.

     Todos lo miramos sorprendidos, y Aslan pareció ser el único que entendía por qué lo estaba diciendo.

     —No está preparado —comenzó a decir—. En este viaje llegué a pensar que había muerto, y luego vi que era un dragón... Primo, has mejorado como persona, y como dragón sabes luchar a la perfección, pero no como un niño.

     —Pero, puedo aprender y...

     —Eustace, las palabras de tu primo son sabias, deberías escucharle —dijo Aslan.

     —Es un viaje peligroso —le dijo Ilaria—. Estamos muy agradecidas de que quieras acompañarnos, pero insisto en que regreses a tu hogar.

     Finalmente, terminó asintiendo.

     Reepicheep, desde el suelo, carraspeó y se acercó hasta Aslan.

     —Su Eminencia —se dirigió a Aslan, retirando la pluma roja que llevaba en la oreja y haciendo una reverencia—. Desde que tengo memoria, he soñado con ver su país. He tenido muchas aventuras en este mundo, y a pesar de que desearía brindarle ayuda a mis nuevas amigas sé que terminarán por lograrlo. Sin embargo, nada ha disminuido esa añoranza. Yo sé que no soy digno, pero con su permiso, dejaría mi espada por la dicha de ver su país con mis propios ojos.

     —Mi país fue hecho para corazones nobles, como el tuyo, no importa el tamaño de sus portadores.

     —Su majestad —agradeció con una reverencia.

     —Nadie se lo merece más —le dijo Caspian.

     —Bueno, yo...

     Sonreí enternecida ante su azoramiento.

     —Tiene razón —añadió Edmund.

     Uno a uno, nos fuimos despidiendo de él.

     A Lucy le dio un abrazo. Con Eustace, con el cual había terminado por formar un gran vínculo, tuvieron una corta pero emotiva charla. Se acercó hasta nosotras y se despidió con una reverencia.

     —Conoceros ha sido uno de los mayores honores, Guardianas. Reina Ilaria, estoy seguro de que el destino os sonreirá.

     Rayen se acercó hasta él y le acarició la cabeza para sorpresa de todas.

     —Te echaré de menos, Reep.

     Con un rápido movimiento de su mano, hizo aparecer un pequeño bote justo al lado de la gran ola. Sonrió, agradecido, y dejó su espada entre la arena antes de subirse en ella y ascender la gran ola. Con su rugido hizo que el agua se separara y creó un portal que devolvería a Eustace a su mundo. Cada una de nosotras le dio un corto abrazo y esperamos a que se despidiera de Caspian y sus primos.

     —Llevad cuidado.

     —Estaremos ahí en un parpadeo —aseguró Lucy.

     Con un asentimiento, Eustace se marchó y el agua volvió a recolocarse en su sitio. Aslan volvió a rugir, y otro portal se formó frente a nosotros.

     —Deberéis utilizar vuestra magia para aseguraros de que aparecéis en el lugar que vosotras queréis. A partir de aquí no puedo ayudaros, pero mis pensamientos estarán sobre vosotras.

     Se acercó hasta donde estábamos June y yo y rugió frente a nosotras. El aire cálido removió nuestros pelos y antes de que me diera cuenta, mi costilla y brazo estaban completamente bien. June se miraba la muñeca vendada sorprendida.

     —Muchas gracias.

     —A vosotras, viajeras de Roswald. Es hora de que cambien ciertas cosas en vuestro reino, y estoy seguro de que vosotras seréis las que fuercen ese cambio.

     Fuimos adentrándonos hasta el portal, e hicimos que Lucy, Edmund y Caspian agarraran nuestras manos.

     —Sé dónde debemos ir —dijo Rayen—. Dejádmelo a mí.

     Apreté la mano de Caspian y Aeryn, que eran los que tenía al lado. Miré al rey de Narnia e intenté transmitirle confianza y seguridad. Ahora, más que nunca, es lo que necesitaré.

     Ahora es cuando empieza nuestra verdadera batalla.


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