Las Ofrendas de Ula
—¿Cómo pudieron perderlo de vista? —Les gritó llevándose las manos a la cabeza.
—Iba junto a mí, cuando doblamos esta esquina y me volteé, ya no estaba —se excusó Alejandro con el semblante pálido.
—¿Torú no ve nada? —Insistió Valiant.
A Kamal la cabeza le estaba dando un buen festival de patadas. Había usado tantas veces el poder de Torú que ya incluso le costaba enfocar, si seguía intentándolo era probable que se desmayara.
—¡No! —Exclamó perdiendo la paciencia. Estaba saliendo todo mal—. ¡Nawi no está en esta área! —Se volteó una y otra vez con la mano en la cabeza intentando ver algo, pero sabía que era inútil.
—Aún es de día, podemos seguir buscando —propuso Alejandro intentando mantener la calma.
Valiant cerró los ojos con fuerza, y, al cabo de unos segundos, lanzó un grito de frustración.
—¡Jaga no puede hacer nada! ¡Dime dónde mierda está! —Gritó en plena calle. Algunas personas se voltearon a verlo, Alejandro le colocó una mano en el hombro.
—No podemos llamar la atención, será peor si descubren que estamos aquí ilegalmente, intenta controlarte —le pidió.
—¿Controlarme? —Se quitó la mano del otro con fuerza sacudiendo el hombro—. ¡Se nos perdió un niño de doce años! ¡En Nueva York! ¡Y los malditos dioses no nos dicen una mierda! ¡Puta ley del libre albedrío! —Miró hacia el cielo con rabia—. ¡Si algo le ocurre a Nawi, Ula no va a despertar! ¡Hagan algo maldita sea!
Kamal se apretó el tabique de la nariz con los dedos intentando menguar el dolor de cabeza.
—No sacamos nada con ponernos a gritar —dijo respirando hondo—. Nawali sigue en la ciudad, en algún rincón. Vivió en la selva, tiene buena orientación. Seguiremos buscando, pero confiemos en que él también nos está buscando a nosotros y que si no nos encuentra podrá llegar al apartamento.
—¿Y si lo secuestran? —Valiant estaba cada vez más pálido. Se pasó las manos por la cabeza desordenando la melena que le llegaba hasta los hombros—. No me puede haber pasado esto, si Tina llega a saberlo nos mata.
—Tina no va a saber nada porque lo vamos a encontrar —zanjó Kamal intentando calmar el pánico, lo que menos quería era pensar en una desgracia—. Y nadie va a ser secuestrado —intentó convencerlos, aunque el temor también lo había invadido a él.
"Por favor, haz algo más, lo ves todo..."
Torú parecía reticente a responder.
"Todas las cosas tienen un cauce, una secuencia, un momento único. No puedo hacer más ni ayudarte más, no está en esta zona. Este es el camino que les corresponde."
"¿Qué camino?" Se desesperó "¡¡TORÚ!!"
El grito mental le partió la cabeza. Exhaló un quejido y se la agarró con las manos.
—¿Qué te ocurre? —Se preocupó Alejandro.
—No puede... Torú no puede —apretó los ojos, el cerebro le iba a explotar si seguía pidiéndole ayuda al Dios. Ya le había ocurrido la primera vez, cuando lo despertó, que de tanto abusar del poder para ver el universo con sus ojos terminó con la nariz y las orejas desangradas internado en un hospital en Deli.
—Tenemos que acudir a la policía, Kamal —insistió Valiant alarmado—. Cómo sea, debe haber un modo de poder pedir ayuda sin que nos descubran.
—Es imposible, estás en Estados Unidos —Alejandro se escuchaba derrotado—. Cualquier cosa sospechosa que escape de nuestra boca y lo que menos podría ocurrirnos sería que nos deportaran, y eso sería afortunado. Pero si llegan a sospechar o creer que somos terroristas, o descubren lo que podemos hacer, son capaces de llamar a la CIA y al FBI para encerrarnos en el área cincuenta y uno.
—Aunque no me gusta ser paranoico, estoy con Alejandro en esto —dijo Kamal con un ojo abierto y otro cerrado cuando la luz comenzó a molestarle—. Tenemos que hacer las cosas con cuidado.
—¿Y si le pedimos ayuda a Phi? —Propuso Valiant—. Si sabe que es un niño perdido tal vez nos quiera ayudar —agregó al ver que Kamal negaba de inmediato con la cabeza.
—Erin salió corriendo porque te sintió, no quiere estar cerca de nadie, su Diosa es peligrosa.
—Lo sé, Jaga me lo dice, pero también tenemos que pensar en las opciones que tenemos. ¡Hay que encontrar a Nawi antes que anochezca y seguimos sin movernos de este lugar! ¡Tal vez ya está camino a quién sabe dónde!
—¿Y si nos separamos? —Volvió a proponer Alejandro—. Si no lo encontramos en las próximas horas daremos aviso a los equipos. Tal vez Liana...
—¡NO! —Gritaron Kamal y Valiant a la vez.
—Liana podría sacar ventaja de esto, incluso tal vez ni siquiera vaya a ayudarnos solo por intentar molestar y atrasar la misión —se quejó Kamal—. ¡Mierda, mi cabeza!
—¿No quieres agua, una isotónica? —Ofreció Alejandro—. Todavía me quedan. No están frías pero...
—Por favor —agradeció— y unas aspirinas.
Luego de beber los analgésicos y de empaparse la cara y el pelo con agua para poder refrescar su cerebro, intentó pensar con más claridad. Sentía el cerebro caliente.
—Nos vamos a dividir —movió los brazos en diferentes direcciones—. Val, al norte, Alex al sur, yo iré por el este.
—¿Y si está al oeste? —Preguntó Valiant mirando hacia su derecha. Kamal suspiró.
—Esperemos a tener suerte y que podamos sentirlo por dónde vamos, no nos queda otra opción. Tenemos nuestros teléfonos. Intenten mantener la vibración alta, Nueva York es una ciudad densa, la cabeza me mata porque las energías son bajas.
—¿Estarás bien si vas solo? —Se preocupó Alejandro. Kamal parpadeó rápido.
—No se preocupen por mí. Si algo me ocurre Torú me protege. Ahora tenemos que enfocarnos en Nawi —los otros dos asintieron con firmeza. Kamal tragó saliva y respiró hondo—. Bien. Vamos por él.
Recorrer una ciudad ruidosa, con exceso de personas que iban de un lado a otro, diversos aromas, rascacielos enormes y contaminación visual no ayudaba a su concentración. Incluso Torú estaba bloqueado.
"Al menos hazlo fácil. Sé que sabes dónde está, ¿por qué les gusta complicar las cosas? Valiant tiene razón, esa ley del libre albedrío es una mierda. Cuando los seres humanos necesitan ayuda deberían acudir, no mirar todo desde arriba para ver cómo lo solucionamos, pareciera que no les importara y les divirtiera vernos miserables."
Estaba comenzando a perder la paciencia. Llevaba horas de un lado para otro y en el celular tanto Valiant como Alejandro informaban que no sentían nada aún.
"Te falta por comprender Kamal. El libro albedrío es una bendición. Si te digo dónde está Ula intervendré en el camino de Nawali y en el tuyo. Así como en el de todos los que están involucrados en las consecuencias de sus acciones."
"Dijiste que me ayudarías."
Se apoyó contra la fachada de un edificio que le daba sombra y respiró hondo la brisa fría primaveral. Pero a su nariz acudió el olor de motor quemado, fritura y de la orina que estaba en las paredes.
Hizo una mueca de asco y bebió lo que le quedaba de agua de la última botella del arsenal de recuperación.
"Cuando Antaruk se separó de Sebastian les dimos aviso, fue una emergencia. Si algo le hubiese ocurrido a Ula o a Nawali, ya lo sabrías."
Arqueó el cuello y apoyó la coronilla en la pared. Estaba exhausto. Lo que podría haber comenzado bien se estaba transformando en la peor odisea de su vida.
No solo se habían desestabilizado con el portal de Etienne, sino que además, Erin había escapado de él y Nawali estaba perdido.
Y no lo iba negar: odiaba Nueva York.
Se quejó cuando volvió a enderezarse. Eran las cinco y aún no tenían novedades. Si no sabían nada al anochecer tendrían que acudir a la artillería, y no sabía si le tenía más miedo a la reacción de Valentina o a que Nawali no apareciera.
Se refregó la cara y luego subió las manos a la cabeza para despejarse.
Entonces comenzó a sentir ese conocido cosquilleo tras su nuca que le erizó la piel.
—No, no... no ahora...
Sin poderlo controlar su mente lo llevó a un recuerdo preciso cuando era Baltazar y estaba ante una anciana curvada bajo un manto negro. Si bien Kamal recordaba todas sus vidas con suma claridad, de repente la memoria le traía a flote detalles específicos de alguna vivencia.
Vivencias que solían tener alguna relación con lo que estaba viviendo en el presente.
Baltazar era un hombre joven perteneciente a la sociedad aristócrata. Era curioso que para ese entonces Nueva York le pareciera fascinante pero que en la actualidad lo despreciara.
Detrás de la fachada de su buen vestir, con el cabello rubio bien atado en una cola elegante y labia pomposa y humor fresco, existía un héroe sin capa, un delincuente invisible a ojos de la policía que rescataba esclavos e iba contra de los favores de la ley patriarcal que pretendía sumir a las mujeres a un mero objeto.
Porque si no había mujer más admirable para él era su madre, Moira, que le había enseñado a dar las mejores patadas para ganar una pelea callejera y a escuchar y observar para usar la información a su favor.
Un espía del siglo dieciocho posicionado en una de las mejores familias de la ciudad. Una familia que luchaba por los derechos del resto camuflándose en la alta sociedad.
Kamal supo de inmediato que estaba ante la "médium", o, como popularmente le decían, "la vieja desconocida."
Y por supuesto que sabía que se trataba del alma de Meiling, aunque en aquel instante como Baltazar solo la recordara como Celeana.
—¿Qué es lo que ves? —La urgió. La vieja tenía el pelo blanco pajoso y expelía un aroma horrible. Los surcos que atravesaban su piel estaban mugrosos y los ojos con lagañas. Pero la mirada era vivaz y su voz enérgica.
—Sabes cuál es el trato —estiró la mano huesuda de uñas largas, el manto le cubría hasta la la mitad de la palma—. Diez monedas o veinte pepitas.
Baltazar rodó los ojos.
—Solo tengo cinco —mostró las monedas—. ¿Por qué me cobras? Creí que éramos amigos.
—No en esta vida, querido, hay que comer. Paga o lárgate.
Baltazar bufó.
—Subiste el precio —se quejó—. Bien —dijo a regañadientes—. Ten las cinco monedas... —se miró a sí mismo y se quitó un prendedor de oro que colgaba de su solapa—. Y esta reliquia familiar. A mis padres no les importará que te la entregue a cambio de respuestas. Necesitamos una guía.
La vieja recibió todos los artículos dorados en su mano y los revisó con minuciosidad. Baltazar dio saltitos en el lugar por el frío de la noche.
Después de un rato de silencio ella sonrió mostrando una boca desdentada, expeliendo un aliento horrible.
—Bien. Tenemos trato. ¿Qué quieres saber?
—¿Qué ocurrirá ahora que Elaine y Brugo se han recordado?
La vieja era una mujer que una vez que le preguntabas algo ya nunca más podrías encontrarla dos veces en el mismo lugar. Había que correr suerte para coincidir y volverle a preguntar. Era tan asertiva que muchos la buscaban por años sin resultado.
Para Baltazar eran solo cuentos. Antes de recordar sus vidas él la asociaba más a una leyenda urbana. O bien a una charlatana que sabía hacer muy bien su show de magia.
Pero cuando recordó todo no dudó en buscar a la reencarnación de Celeana, hasta que la encontró. O ella lo encontró a él, que era lo más probable.
Teniéndola frente a él aún podía sentir el poder de la aprendiz de Morgana. El alma que conocía los secretos de la naturaleza, la vida y la muerte, estaba plantada ante él como una bruja milenaria. Y comenzaba a creer que mucho de los rumores en torno a ella fueran reales, en especial sus desapariciones.
La vieja entornó sus ojos lagañosos y claros a la luz de la luna fría del invierno, y estiró los dedos de la mano derecha con la palma hacia arriba. Baltazar lo pensó un segundo pero al final terminó posando la suya sobre la de ella.
Ni siquiera fue necesario que ella leyera su suerte, porque el tacto, el reconocimiento de almas fue tan instantáneo que hasta él supo lo que ocurriría.
—¿Cuándo? —Preguntó con temor. Ella cerró los ojos con pesadumbre.
—Esta noche —se lamentó—. Bien. No me quejaré, he tenido una larga vida. Es momento de descansar.
—No. No puede quedar así. ¿No van a sobrevivir? ¿No podremos salvarnos? ¿Otra vez?
Ella suspiró y el manto se balanceó sobre su cabeza.
—No, no pueden. Una vez que sus corazones conectan la muerte es llamada —se lamentó, y luego lo miró con tristeza. Baltazar tuvo un horrible presentimiento.
—¿Cómo moriré? —Se atrevió a preguntar. Ella agachó el mentón, en su mente, Kamal se desesperó—. ¡Habla! ¿Qué me va a ocurrir?
Cuando la vieja alzó sus ojos estos estaban cargados de dolor.
—Lamento que tu muerte llegue más tarde que la de los demás.
Kamal volvió en sí y se llevó una mano al pecho. El corazón le dolía, esperaba que no fuera a tener un ataque.
Intentaba no recordar las muertes de sus otras vidas, en especial porque la última había sido dolorosa y agónica.
Apretó los puños de las manos asegurándose que tenía todos los dedos y arrastró la lengua internamente por sus dientes, para sentirla en su boca. La saliva a duras penas pasaba por su garganta.
Lo único bueno de haber sido mutilado era que la muerte eventualmente llegó. Pero eso no evitó que pasara el peor dolor por el que podía cruzar un ser vivo, y tampoco pudo dejar de recordar cuando le obligaron a presenciar la violación a Danielle entre cinco hombres.
Quiso dejar de ver las imágenes, pero ya habían invadido su cabeza.
Tenía razones de sobra para comprender por qué Erin no quería volvérsele a acercar. Una persona normal no recordaría jamás si tuvo o no una muerte trágica, pero ellos lo sentían como si hubiera pasado hace solo algunos días.
"¿Por qué me muestras esto? Ahora me siento peor que antes, temo que se me caerá la lengua en cualquier momento." Se quejó ante Torú. Pero el Dios pareció resoplar.
"Pon atención. No te puedo ayudar más de lo permitido."
Kamal intentó olvidar los recuerdos de aquella época y se enfocó en las personas a su alrededor. Un sujeto barbón pasó por su lado y le arrojó unas monedas a la mochila que había dejado en el suelo. Lo miró alzando una ceja y luego se estudió a sí mismo.
Tal vez estaba tan desesperado que lucía como vago y no se había dado cuenta.
Entonces comprendió algo de golpe. Torú revivió un recuerdo suyo de la única vez que se conoció con aquella anciana.
—Meiling —susurró dándose cuenta de lo idiota que había sido. Si sus cálculos horarios estaban bien las chicas todavía no salían de Inglaterra, así que orando para que le respondieran marcó el celular.
—¿Kamal? —Preguntó Meiling del otro lado preocupada—. ¿Todo bien?
—Necesito tu ayuda, urgente —le suplicó. El ruido de fondo tras ella se fue desvaneciendo—. ¿Qué ocurrió?
—¿Estás sola? —Se aseguró.
—Sí, me vine a encerrar al baño. Cielos, Lavenia me está...—pausó y luego soltó un gritito ahogado—. ¿Qué le pasó a Nawali?
—Necesito que lo encuentres —pidió urgido—. Lo perdimos hace algunas horas. ¿Puedes ver para dónde va o si está bien?
—Sí, sí, deja ver qué puede hacer Lavenia... ¿Cómo ocurrió esto? ¡Valentina los va a matar!
—Lo tenemos más que asumido, créeme, ¿puedes ayudarnos?
—En eso estoy.
Kamal comenzó a morderse una uña y a mover el pie en el suelo, impaciente. El atardecer estaba avanzando, pronto anochecería.
—¿Kamal? —La voz de Meiling tenía un sutil tono curioso—. Nawali está con una mujer de pelo blanco.
—¿Qué? —Tragó seco—. Descríbela.
—Es... joven, tiene un delantal verde, es muy blanca, y... ¿es ella, no? ¿El puente de Phi?
—¿Nawali está con ella? ¿Segura? ¿Dónde? —Exclamó alterado.
—Central Park.
Kamal sonrió aliviado y apretó un puño en el aire.
—Mei, eres un sol —le agradeció soltando el aire que había comprimido en su pecho de puro estrés.
—No se quedarán por mucho más tiempo, debes ir ahora. No puedo ver qué ocurrirá con él en las próximas horas.
—Gracias Mei, y por favor no le cuentes a nadie —le suplicó mientras corría en dirección al Central Park—. Si no lo encuentro daremos aviso.
—Descuida, no diré nada. ¡Pero ve, deprisa!
Cuando cortó se comunicó de inmediato con Alejandro y Valiant quienes exclamaron lo mismo que él cuando recordaron que Meiling podía ayudarlos.
¿Quién de todos se sentía más idiota?
El único problema al llegar al Central Park fue que el lugar era kilométrico. Tenía que sentirlo antes que se alejara.
Por fortuna, cuando puso un pie adentro la revitalización fue instantánea. Torú emitió un sonido similar a un suspiro profundo. Y tenía sentido. El corazón de la Gran Manzana rebosaba de vida, árboles, animales y tierra húmeda. El poder de Torú se había activado con todo su potencial. Todo lo que consumía su energía había quedado fuera de aquel corazón verde.
"Desprende tu consciencia" le pidió el Dios.
Kamal cerró los ojos y, cuando los abrió, todo el verde a su alrededor se volvió dorado. Las criaturas que habitaban los árboles y la tierra lo saludaron con entusiasmo.
"Necesito encontrar a la Diosa Ula" les pidió.
Lo que no podía hacer en el concreto la vida de la vegetación se lo ofrecía con los brazos abiertos. Las criaturas comenzaron a correr y a guiarlo por diferentes caminos. Estar incorpóreo en medio de la vida natural no le suponía un gran esfuerzo como sí ocurría entre los edificios.
Estaba en el hábitat del Dios, y eso que aún permanecía cercado por la carga exterior de la ciudad.
A medida que avanzaba la carga energética de las personas alrededor iba combinándose unas con otras.
Algunos exclamaban cuando, cual ráfaga de viento, los empujaba o arrojaba cosas al suelo sin querer, pero nadie podía verlo.
Una estela de luz morada se filtró entre la dorada de los árboles y las criaturas que lo guiaban corrieron hacia aquella dirección.
La estela lo llevó hasta un sendero florido, su corazón dio un brinco cuando divisó las auras celestiales de Uma y Phi, una morada y brillante y otra plateada.
Dejó de ocupar la energía de Torú y se materializó a pocos metros de ellos, pero cuando lo hizo su cuerpo dejó de responderle y cayó sobre el césped de un solo golpe.
Las criaturas desaparecieron y el aire comenzó a faltarle. Escuchó voces alrededor pero no podía moverse ni hablar, y mucho menos respirar bien.
"¿Qué me está ocurriendo?" jadeó en su mente.
"Utilizaste tu propia energía vital, te desligaste de mí cuando viste las energías de Ula y Phi. Resiste, la ayuda viene."
—¡Kamal!
La voz de Nawali se escuchaba lejana. Sintió que lo movían y colocaban boca arriba, la luz del sol se filtraba entre las copas de los árboles. Abrió la boca para respirar, pero no entraba suficiente oxigeno.
—Se está ahogando —dijo otra voz. Comenzó a ver borroso, pero la silueta blanca ante él era identificable.
—Er... —jadeó.
—No hables, no digas nada, llamaré a una ambulancia.
—¡Kam! ¡Perdóname! —Lloró Nawali—. ¡No quería que te pasara nada! ¡Por favor haz algo! —Le suplicó a Erin.
—No, no... no me pidas nada, no lo hagas, será peor.
La visión de Kamal comenzó a oscurecerse y los sonidos se volvieron lejanos.
—¡Torú haz algo! —Fue lo último que escuchó de Nawali, entonces dentro de la mente de Kamal ocurrió algo que ya había visto antes, cuando intentaron calmar la mente de Robin. La vez que Elfígere, Ovalia, Torú y Abrantos, se presentaron en un mismo espacio.
Torú estaba en el extremo de un puente luminoso, dorado, brillante y majestuoso. Arrodillada ante él, ofreciéndole pleitesía, había una figura humanoide de piel liliácea, aparentemente femenina, de cuello alto y extremidades largas. Su pelo púrpura le cubría el cuerpo desnudo hasta el suelo y tenía varios brazos que sostenían diferentes objetos. Sus ojos eran dos rendijas cerradas que se situaban a la mitad de su rostro; no tenía boca ni nariz. Seguía dormida.
De su pelo expelía el aroma a algo delicioso y dulce y se movía muy lento, pero con elegancia y fluidez. Su cabello parecía líquido y su piel brillaba como las perlas.
"Ula" adivinó emocionado.
Torú recibió uno de los obsequios y se inclinó ante la Diosa, pero luego sus ojos se alzaron hacia el otro extremo del puente.
Kamal volteó la cabeza y se llevó una sorpresa, Phi era una imagen deprimente. Parecía un fantasma. Era simplemente una figura dotada de un manto blanco vaporoso. Pero se notaba una tenue transparencia. Debajo de éste, había algo que con la luz del puente se lograba translucir.
No se movió. Torú tampoco. Pero Ula sí.
La Diosa atravesó el puente flotando sobre él, su cabello parecía un vestido y desaparecía a la altura de dónde debían estar las rodillas. Ula simplemente flotaba. Pero el pelo que decoraba sus mejillas se agitaba a cada movimiento.
Era increíble. Y probablemente despierta se vería mucho más impresionante.
Cuando la Diosa llegó hasta Phi le ofreció uno de todos los objetos que estaba en sus manos. Kamal sintió un latido desesperado rodeando todo el puente. Después de varios segundos, Phi alzó una mano debajo del manto y cogió uno de los objetos.
Torú rugió alzando su trompa, el puente brilló y Kamal se sentó de golpe en el césped, como si lo hubiesen revivido después de un ataque.
—¿Qué fue todo eso? —Erin estaba en sus mismas condiciones. Sentada a un lado y con las mejillas enrojecidas de calor.
Nawali, en cambio, estaba sentado en posición de loto con las palmas de las manos hacia arriba reposando sobre sus rodillas.
Al fijarse en el niño, notó que los irises los tenía teñidos de un tenue morado que poco a poco fue desvaneciéndose hasta volver a verse marrones.
—¿Qué acaba de ocurrir? —Jadeó Kamal, intentando respirar normalmente.
Nawali inspiró profundo, se puso de pie y se sacudió las perneras.
—Phi no quiere nada con Torú, y Torú es demasiado insistente. Ula es pacifica, purificadora, y Nueva York la está volviendo loca. Cuando sintió que Phi estaba alterada y que Torú se había deprimido decidió hacer algo —les sonrió con simpatía—. Ula no tiene ningún lazo familiar con ellos, pero es una Diosa confidente y pacífica, los dioses la utilizaban para solucionar conflictos —Kamal y Erin se vieron entre ellos y parpadearon confundidos—. Cuando te desmayaste, Phi se alteró porque Torú se desligó de ti —apuntó a Erin con el dedo, la muchacha desvió la mirada—. Ula me metió en un trance urgente para poder calmarlos, así que les ofreció una ofrenda —amplió su sonrisa, a Kamal aún le molestaba respirar—. Ula guarda tesoros. Como es purificadora, los seres de Torú le son muy agradecidos por mantener sus ecosistemas limpios, así que ellos a cambio le dan obsequios.
—¿Qué tiene que ver todo esto con que hayas desaparecido sin avisar? —Lo regañó Kamal—. ¡Casi me mato por intentar encontrarte!
Nawali no dejó de sonreír.
—Lo lamento, pero como decía, Ula está desesperada. Esta ciudad está demasiado contaminada. Desaparecí porque hacia donde te dirigías las energías estaban pútridas —hizo una mueca de asco—. Así que me conforté en ella y me guió hasta una florería que tenía la energía más limpia —apuntó otra vez a Erin—. Ella apareció poco después.
Kamal miró a Erin.
—Quería escapar pero Phi no me dejó —miró el césped—, a Ula la respeta muchísimo.
—Y por eso en su dimensión los dioses accedieron a una tregua —el niño tenía una sonrisa digna de estar presentando el proyecto de ciencias más genial de toda la escuela—. Ula le entregó a Torú un tesoro que pertenece a Phi y a Phi uno que pertenece a Torú.
—¿Y qué obsequios fueron esos? —Preguntó Kamal confundido y alterado.
—Ula es una diosa que ha estado desde el inicio de los tiempos. Cuando ella estaba despierta y libre, Phi le ofreció un pedazo de su corazón a cambio de mantener la energía de la luna purificada, y Torú le entregó un hada por ayudarle a tener en equilibrio la naturaleza —la sonrisa del niño se extendió, Erin se atragantó al comprenderlo.
—Le entregó el corazón de Phi a Torú y a ella el hada de su sequito—susurró sorprendida—. Ula solucionó milenios de conflicto en un segundo.
—Solo debían estar ambos dioses en la misma sintonía —respondió Nawali con simpleza.
—Pero... no entiendo —Kamal no cabía de impresión pero tampoco quería perder la autoridad que tenía sobre el cuidado del niño—. Ellos no pueden estar juntos mientras Antaruk y Ramaya no lo estén, es imposible que un regalo haya solucionado todo. ¿Tan fácil era?
—No —Erin lo atajó con rapidez—. Lo que hizo Ula fue terminar con el resentimiento, creó una tregua —lo miró de reojo—. Pero el dolor de no poder estar juntos sigue existiendo. Ahora lo que hay es anhelo, una esperanza.
—Uña cree que la hay, por eso decidió intervenir —respondió Nawali—. Sus dioses son importantes y le parece una estupidez que estén peleados por asuntos de matrimonio que ni yo entiendo.
Kamal echó la cabeza hacia atrás y volvió a desplomarse de espalda en el césped. Se llevó las manos a los ojos y soltó un quejido.
—¿Por qué no dijiste nada? —Miró al niño desde abajo sintiendo como el estrés de su desaparición lo abandonaba para luego transformarse en agotamiento físico—. ¿Ula no te dijo cómo podía solucionarse antes que te diera por desaparecer?
Nawali se encogió de hombros.
—Aunque no me creas, Ula no habla demasiado. Me muestra cosas pero no se comunica siempre de forma textual. A veces tengo que adivinar lo que quiere que haga —apretó la boca—. Pero me cuida, nada malo me iba a ocurrir.
—¡Pero seguías bajo nuestra responsabilidad! ¡Podrías haberle dicho algo a Alejandro! —Se volvió a sentar y saco el celular de su bolsillo—. Les avisaré que ya te encontré.
—Por favor, no le digan a Tina —suplicó. Kamal lo miró de reojo.
—No somos idiotas, no sabrá nada, aunque deberíamos pedir que te lleve con ella —masculló enviando los mensajes.
Erin se puso de pie.
—No sé qué ocurrió entre ustedes pero yo me largo —agitó las manos incómoda—. No sé para qué me trajiste hasta aquí —acusó a Nawali—. Phi quería que te siguiera pero ya no quiero más problemas.
—Espera —Kamal la atajó por la muñeca y una corriente furiosa y fugaz lo transportó a un momento cuando Baltazar acunaba las mejillas de Danielle mientras ésta lloraba, y le prometía, en vano, que todo saldría bien, que daría su vida por ella si era necesario.
Erin quitó la mano con fuerza y se la protegió con la otra. Sus ojos se habían aguado.
—Prometiste algo que no cumpliste —jadeó. Sus ojos desiguales vieron a Kamal con reproche—. Phi aceptó la ofrenda, ¿pero qué te hace pensar que si rompiste tu promesa una vez confíe en ti nuevamente? Déjame en paz.
—¡Erin, espera! —Exclamó Kamal intentando ponerse de pie, pero la cabeza pesaba más que su cuerpo. Se llevó la mano a la frente y volvió a caer de espaldas—. ¡Mierda! ¡No me puedo el cuerpo!
"Tienes que recuperar energías"
—¡Lo sé condenado elefante! —Gritó enojado, Nawali miró hacia todos lados con nerviosismo—. Valiant tiene razón, los dioses a veces son como tener un ají en el culo.
"Hay una tregua. Phi está en paz por ahora."
—Pero no Erin —respondió en voz alta, Nawali seguía a su lado con los ojos puestos en cualquier lugar menos sobre él—. La necesitamos a ella. Hay que reunir a las Estrellas para despertar a los dioses. Más te vale convencer a Phi, ¡por favor haz algo, mierda!
A su alrededor los árboles se agitaron con furia y la tierra crujió. La gente alrededor miró todo con nerviosismo, pero luego siguieron caminando con cierta reticencia.
—Lamento todo esto... —se disculpó Nawali—. Ula me llevó hasta Phi sin decirme. Me mostró en la cabeza que quería darle algo, por eso traje a esa mujer hasta aquí —se encogió de hombros con culpa—. Solo me hizo caso porque Phi le tiene mucho respeto a Ula.
Kamal resopló, nada estaba saliendo conforme al plan. ¿En qué momento pensaron que todo sería fácil? ¡Estaban contra el tiempo!
—Necesitamos que Erin se una, tenemos que luchar todos juntos —dijo despacio apoyando el dorso de la mano en su frente y enfocando la mirada en las copas de los árboles que se mecían suavemente. Los rayos de sol le picaron los ojos—. No vuelvas a separarte del grupo —miró al niño de costado—. No puedes andar solo en una ciudad que no conoces y que puede ser peligrosa. Sé que Ula está contigo, y sí, lo admito, ocasionaste una tregua inesperada, siento una paz en Torú que no existía antes, pero lo que hiciste está mal —lo regañó, Nawali frunció los labios—. Si quieres que confiemos en ti, si quieres que Tina confíe en ti, compórtate. Y si sientes que Ula quiere hacer o decir algo, avisa. No podemos perder el tiempo buscándonos entre nosotros si algo nos ocurre, ¿está claro?
Nawali apretó la boca y agachó la cabeza con tristeza.
—Lo lamento —se disculpó nuevamente.
Kamal aceptó las disculpas con un asentimiento y volvió a mirar la copa de los árboles.
—No. Yo lo lamento —suspiró—. Debí prever lo que ocurriría con Erin —cerró los ojos recordando las muertes pasadas, las ramas de los árboles bailaron sobre él provocando sombras—. Tengo que cumplir mi promesa esta vez, o ni siquiera la ofrenda servirá para tener a Phi de nuestro lado.
NOTAS
Una tregua entre Phi y Torú gracias a Ula.
La idea de este capítulo es ir acercándonos poco a poco a las alternativas que existen para despertar a los dioses. Y Que Ula sea una Diosa que causa alianzas entre los dioses es una buena pista para comenzar.
Por otro lado tenemos una visión breve de cómo murieron Danielle y Baltazar. Sí, horrible. Y es por eso mismo que Erin se siente insegura con Kamal, porque la promesa de Baltazar de mantenerla a salvo jamás se cumplió.
¿Podrá cumplirla en esta vida?
Espero que les haya gustado.
Se está haciendo difícil poder llegar a Erin, pero intentemos no perder las esperanzas, y esperemos que al equipo de Chris le vaya bien contactado a Elizabeth.
¡Nos leemos!
Kate.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top