Interludio Sebastian


Por un momento la oscuridad lo  envolvió. Estaba solo en medio de un vacío negro sin sonidos ni movimiento. No sentía su cuerpo, pero estaba seguro que tampoco era nada.

No recordaba quién era o de dónde venía.

Cuando una luz apareció en algún punto de aquella oscuridad escuchó con claridad: "¡Sebastian!"

Y recordó todo de golpe.

Al abrir sus ojos y mirar el cielo notó que no había constelaciones ni estrellas. El tono anaranjado del atardecer, que ya comenzaba a aburrirle, había dejado de existir dando paso a un anochecer oscuro y sin vida.

Solo relucía el sol plateado que representaba a Antaruk, y aún así, lo sentía débil y opaco. Una neblina gris rodeaba a Varún como una nebulosa. Del puente no quedaba ni la sombra.

"¿Estás bien?"

La voz preocupada del Dios le llenó el pecho de calor.

"Sí... ¿tú?"

Se demoró en responder.

"He estado mejor, pero sobrevivo..."

No sabía si tomarlo como un chiste o una advertencia. Lo que había vivido ni siquiera tenía explicación aparente, era como si... como si no existiera. Era nada.

Se aterró y entonces reparó en que Robin ya no estaba y que lo rodeaban miles de luces blancas de diversos tamaños, todas alcanzaban o sus piernas o lo pasaban por una cabeza.

—¡Robin! —gritó desesperado viendo a todos lados, intentando ponerse de pie. Pero Kerantos, en su forma de volutas de humo, lo detuvo.

—Quédate quieto, ella se ha ido, no podía quedarse aquí si rompiste la conexión —sintió que una de las garras, o lo que fuera de lo que estuvieran hechas las manos del ángel, lo afirmaban por el hombro—. Levántate despacio, por un momento dejaste de existir —le soltó sin más.

Con aquellas palabras se le quitaron las ganas de ponerse de pie. Sus piernas lo traicionaron y no pudo encontrar las fuerzas para levantarse. Tenía los ojos puestos sobre el mar que ahora se veía gris y opaco.

—¿Qué mierda dices? ¿Qué ocurrió? ¿Por qué estalló el puente? —Lo miró entre aterrado y enojado.

—Sacrificaron a uno de los nuestros —le respondió con dureza. Aunque también podía ser desesperación.

La voz de Kerantos se mezclaba con cientos de voces. Había gemidos lastimeros, llantos, gritos, estaba rodeado de luces, la isla de repente se había convertido en un asilo de miles de almas que no tenían acceso a Varún ni a la Tierra.

Muchos rodeaban a los ángeles para preguntar lo que había ocurrido.

—¡Sebastian!

Se le pusieron los pelos de punta. Cuando giró la cabeza, las siluetas de sus padres, ambos, aparecieron bordeando el borde de la playa con premura.

—¿Papá?

Se puso de pie con torpeza y se asustó cuando notó que por sus manos las venas brillaban doradas y la piel la tenía levemente transparente.

—¡Seb!

Su madre se agarró a él por el pecho abrazándolo con fuerza. No pudo reaccionar.

Miraba estupefacto a su progenitor. Klauss le sonreía bonachón, con una sonrisa torcida y, tal como su madre, lucía más joven que cuando había muerto. Incluso podía parecer de su edad. Eran casi idénticos, solo que Klauss tenía el pelo un poco más castaño que su madre, sin embargo, la barba y los ojos claros eran exactamente como Sebastian los llevaba.

—¿Están bien? —Fue lo único que se les ocurrió preguntar. Klauss se acercó y cogió la mano de Esmeralda.

—Por ahora, pero tenemos que hablar —indicó con solemnidad. Sebastian tragó saliva. Nunca se había sentido intimidado por su padre, pero siempre le guardó respeto.

—Imagino que es sobre la sangre lemuriana —soltó con cierta rudeza, Klauss apretó una sonrisa avergonzada.

—En parte, sí, tenemos mucho que hablar y tú tienes mucho que saber —un ángel de tonos verdes aterrizó al lado de su padre y le susurró algo, era un poco más grande que Kerantos. Klauss asintió y luego balanceó la cabeza como si sopesara alguna cosa—. Pero antes tenemos que solucionar esta catástrofe.

Ramaya se remeció y Sebastian sintió a Antaruk vibrar junto a ella. Un estremecimiento lo recorrió de pies a cabeza.

"Guarda silencio y pon atención" le pidió "hemos establecido una petición a los arcángeles, te dirán qué hacer."

"¿Hacer?" Preguntó de vuelta.

Entonces el movimiento en la isla se volvió una ventisca, todas las almas gritaron en diferentes tonos, causando que se escuchara como un silbido desafinado. Unas sombras cubrieron la luz de modo intermitente.

Cuando alzó la vista, junto con sus padres, notó que desde el cielo bajaban seres enormes. Nunca tan grandes como Abrantos, por ejemplo, que era como una montaña, pero sin duda medían varios metros por encima de su cabeza y de los demás ángeles. Algunos superaban el tamaño de los árboles más altos de la isla.

Aterrizaron sobre el mar apenas tocando la superficie. Uno de ellos era dorado y brillante. La voz resonó en su cabeza como si hubiera pasado por un amplificador.

—Almas de la Tierra, hemos sufrido una aberración —comunicó el ángel gigante—. Uno de los custodios de Varún ha sido sacrificado a la oscuridad y ha dejado abierta una brecha por donde emerge hambrienta buscando más de nosotros. A los ángeles les pedimos que no acudan a sus enlaces terrenales hasta que descubramos cómo cerrar la brecha, y a las almas, que tengan paciencia —pausó, la isla completa estaba silenciada—. A las almas que iban hacia Varún deberán esperar en Ramaya, el corazón de la Diosa Madre de la Vida, nuestra madre, su madre. Nada les ocurrirá en este lugar; a los que iban en dirección a la Tierra, les ayudaremos a atravesar antes que sus cuerpos nazcan sin alma y no puedan sobrevivir.

Sebastian sintió algo frío en el estómago, se imaginó a todas las familias que aguardaban por un bebé y que de repente estos nacieran muertos en todos los rincones del mundo. Su madre le cogió la mano.

—Estarán bien —le animó. ¿Cómo sabía que estaba pensando en eso?

El ángel prosiguió:

—A las almas que han evolucionado a una escala mayor, Zeta o Ren, y que ya no reencarnarán en la Tierra, trabajarán con nosotros para reconstruir el puente con sus conocimientos cuánticos sobre el tiempo y la luz. Tenemos que hacerlo lo antes posible, o de lo contrario, quienes han trascendido no podrán salir de la Tierra y quedaran en un limbo hasta que encuentren un camino de luz que los guíe hasta aquí.

Sebastian tembló. Se imaginó lo que ocurriría si Robin muriese debido a la maldición. No podría cruzar y se quedaría en el medio de la nada.

Sintió la mano de su padre en el hombro.

—Tenemos trabajo que hacer —anunció. Sebastian lo miró con el ceño fruncido.

—¿Tenemos?

—Tú y yo descendemos de Lemuria, tienes conocimientos cuánticos que están guardados en tu ADN. Eres de los pocos que puede ayudar con el puente.

—¿Eso quiere decir que soy de esos evolucionados? —Preguntó con sorpresa.

Klauss negó con la cabeza.

—Aún no, te queda por evolucionar —respondió con una risita—. No has alcanzado a vivir plenamente cada vida, mientras no lo hagas, evolucionarás lentamente. Además, estás aquí con tu cuerpo, no solo con tu alma. No has trascendido aún. Por eso eres de ayuda.

Siempre le costaba asimilar la palabra "trascendencia" con "muerte". En palabras más claras, como no estaba muerto podía ayudar solo porque su cuerpo tenía los conocimientos que su padre necesitaba.

Miró a su madre, esperando una explicación más clara al respecto. Ella solo sonrió.

—Tienen mucho que hablar, yo tengo que ir a ayudar con las almas en transición —Esmeralda se puso de puntillas y le besó la mejilla. Cuando se alejó, Sebastian se giró hacia Klauss totalmente desorientado y con la fugaz sensación de aquel vacío en lo que se había convertido antes de volver en sí.

—Bien —suspiró cansado—. ¿Qué tengo que hacer?

Klauss amplió una sonrisa que no le gustó para nada.

—Recordar.

NOTAS

Un interludio breve para iniciar la segunda parte que tiene por nombre un título muy acorde a lo que se verá. 
Por otro lado, el ángel gigante ya fue presentado en algún momento, ¿saben quién puede ser?
¡Y finalmente Klauss hizo aparición! ¿Qué cosas tiene para contar? ¿Qué sabe que no ha dicho? ¿Y de qué se debe acordar Seb precisamente?
¡Nos leemos!

Kate.

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