Interludio Etienne


Nunca le tuvo miedo a la muerte. Desde el momento en que supo que su cuerpo se iría atrofiando cada vez más, se entregó al tiempo de forma voluntaria.

Fue cuando Yziak se manifestó dentro de él.

Una hermosa voz que se arraigó dentro de su corazón y mente desde los veinte años.

Como todos, el miedo de comentar lo que le ocurría era normal. Tenía más temor de decir que tenía un Dios dentro de él que decir que iba a morir.

Con Meliane, su esposa, se casó a los veinticinco años. Un noviazgo de la universidad que se prolongó a pesar del diagnóstico. La mujer era ferviente creyente cristiana y confiaba que todo era obra de Dios, y Etienne temía decirle la verdad sobre Yziak y arruinar su matrimonio por culpa de algo que trasgredía las palabras escritas en la Bilbia a la que tanto su esposa se apegaba.

No obstante, todo cambió una noche que quisieron asaltarlos, y él, en un intento por salvarla a ella, liberó el poder del tiempo. Algo que otras veces había intentado utilizar para hallar un modo de detener el inicio de la enfermedad. Pero, al darse cuenta que era imposible, porque era algo que no se podía detener, nunca volvió a utilizarlo al no encontrarle utilidad.

Hasta esa noche.

Detuvo el tiempo cuando la bala iba directo hacia el pecho de su mujer. Al congelarlo, y al estar él abrazado a ella, ambos quedaron dentro del limbo del tiempo activo, y Meliane desde ese momento no vio en su marido a un fenómeno, vio un milagro.

Y asoció el poder del tiempo a la gracia del Dios que tanto ella adulaba. Y no tuvo corazón para negarle la ilusión.

Las cosas podrían haberse complicado al casarse, o al nacer sus hijos, pero la vida siguió siendo normal hasta que la Cofradía decidió reunirse para establecer los tiempos de la batalla y los equipos.

Meliane atribuyó que Kaos era el diablo cristiano, el infierno. Y él solo lo admitió para no meterle más temor.

Era tanta la fe que depositaba ella en él, que lo dejó aislarse e irse a Inglaterra para estar dentro de un equipo que buscaba destruir a la humanidad. Nunca le dijo eso. No quería que ella lo asociara al demonio en el que tanto creía. Le dijo que era importante para acabar con la miseria del mundo. Un poco de verdad entre tanta mentira.

Llegó a la Cofradía cuando Yziak se manifestó, primero conoció a Eydis y, gracias a ella, conoció a Giovanna.

La mujer aparecía y desaparecía cada cierto tiempo, y solo él y Noah, sabían su ubicación exacta. Conocían por qué se aparecía y dónde se devolvía cada vez que hacía acto de presencia.

Había prometido no revelar nada a petición de la pareja.

Podía ser peligroso.

Y sabía que las cosas estaban cambiando cuando Giovanna comenzó a aparecerse más seguido de lo que hubiera deseado.

Después de su última recaída, cuando Noah tuvo que ayudarlo a recuperarse, se encontró una vez más con ella. Fue poco antes de partir a Japón. Se sentía mejor, se había tomado sus medicamentos y, aunque le reclamaron por arriesgarse más de lo necesario, salió a dar una vuelta a la manzana para poder respirar un poco de aire playero de Australia, antes de volver a encerrarse en una ciudad.

Llamó a Meliane, saludó a sus hijos, le dio un breve reporte, y de paso, su mujer le pidió un autógrafo de Thumpskey.

Pero no le dijo que había tenido una recaída de las graves. No quería preocuparla demás.

Antes de regresar al departamento para poder organizar todo del viaje a Japón, se detuvo a la orilla de la costanera para mirar el mar, cuando sintió una presencia a su espalda.
Sonrió.

—¿Cómo estás, querida?

—¿Tan obvia soy? —no la vio, pero la imagino sonreír.

—Tu presencia, aunque no lo creas, es reconfortante.

Rodó los ojos.

—Dile eso a los demás —se colocó a su lado y la miró.

La mujer tenía la apariencia de rodear los setenta años, pero tenía un estado físico que ya lo quisiera una jovencita.

Llevaba encima un traje de baño rojo intenso de una sola pieza, y cubría sus hombros con una especie de manta blanca transparente con mangas y encajes. En la cabeza llevaba una visera que combinaba con el traje de baño, y unos modernos anteojos de sol con el marco dorado cubrían sus ojos.

Las uñas y los labios, como siempre, estaban teñidos de rojo.

—No todos lo entienden —rio él—. ¿Qué haces aquí?

—Vine a ver cómo estabas —la miró hacia arriba y la vio fruncir los labios—. Y Noah. ¿Cómo está Noah?

Etienne volvió a reír con soltura.

—Yo estoy bien, como ves —respiró hondo—, he tenido recaídas peores. Y Noah, sin él, quién sabe, tal vez habría tenido que internarme.

Ella le colocó una mano en el hombro, Etienne cerró los ojos con paz.

—Supe que Vadia y Umbria se han unido a la misión —se escuchaba satisfecha—. Ellas no son difíciles, a veces los huéspedes ponen más problemas que los mismos dioses.

Etienne inclinó la cabeza de costado y la miró hacia arriba cerrando un ojo para que no le molestara el sol.

—¿Lo dices por experiencia?

Vanna soltó una risa exagerada.

—Lo mío fue fácil —sacudió una mano en el aire—. Dime, ¿dónde irán ahora?

—Japón.

—Ah... Valis —hizo una mueca con la boca—. Robin debería conocerla, a ver si se le aclara un poco el panorama.

—¿Tan grave es? Quiero decir... ¿es tan importante que Robin sepa sobre sus lazos? No es una Estrella Giovanna, no lo comprendo.

—No hay nada qué tú debas comprender, hay algo cocinándose que es más grande que tú, yo y todos los demás —se rascó la nariz, la brisa le sacudió el manto—. Debería ir a verla —sacudió la cabeza y soltó un gruñido—, pero es tan cabezota. Eso lo sacó de su padre.

Etienne rio.

—¿Qué quieres de mí, querida? ¿O solo vienes para darme un ultimátum?

—Quería verte, me es más fácil —le guiñó un ojo—. Ya que el tarado de tu amigo no quiere verme ni en pintura y no me puedo acercar a él, ¿le podrías decir a Noah que es imperativo que recuerde lo que escondió cuando era Merlín?

Etienne levantó las manos y encogió los hombros.

—Oye, yo no sé nada de eso. Con suerte comprendo algunas cosas. Si no eres más clara...

—No puedo ser más clara —bufó arrugando los labios, se sacó los anteojos y se metió una de las patas a la boca con aire pensativo—. Tengo que ir a ver a mi ahijada —soltó una risa—, la pobre siempre queda en shock —Etienne suspiró hondo.

—Vanna, si no me dices qué quieres no te puedo ayudar. Habla con claridad —le pidió viéndola condescendiente.

—No puedo —dijo ella inclinándose ante él—. Dile al estúpido de Noah que hable con Valis, necesita... necesitamos que recuerde lo que Merlín escondió, solo tenemos la información de Morgana y no es suficiente, y Robin con Sebastian tienen una cuarta parte de esa información —se irguió y llevó una mano a la frente—. No entiendo por qué mierda repartieron todo, ahora tenemos solo fragmentos. Si de todos modos las almas se iban a volver a reencontrar.

Etienne se rascó los ojos con la mano que podía mover.

—Sigues hablándome como si entendiera lo que dices —sonrió cansado—. ¿Solo me quieres usar como un intermediario, entonces? ¿Nada de que tenga que preocuparme? —Agregó con énfasis.

Vanna se volvió a inclinar y le dio un beso en la cabeza.

—No por ahora —le guiñó un ojo—, pero sigues siendo un punto de encuentro fácil —explicó—. Dile a Noah que le pida a la huésped de Valis que le diga cómo se conectan los lazos de Merlín en esta vida. Es importante encontrar a los involucrados.

—¿Por qué? ¿Qué tiene Noah que necesitas con tanta urgencia?

Vanna puso una expresión de derrota.

—La información de Merlín esconde un mapa —luego apretó los labios—. No un mapa cartográfico, es una especie de mapa de llaves. Si reúnen todas las llaves podrán despertar a Ramaya. Porque es la única que necesita otro modo de activarse.

Etienne se desplomó en la silla viéndola con sorpresa.

—¿Ramaya no despertará si se unen todos los dioses? —Preguntó alarmado.

Vanna apretó la boca.

—No es tan fácil —hizo otra mueca incómoda y luego sacudió las manos en el aire—. Solo dile a Noah que ponga atención cuando conozca a la huésped, ¿sí? Con lo huraño que es suele no pone atención o no escucha. Y es importante —lo miró con énfasis—. ¿Lo harías por mí? Por favor...

Etienne asintió.

—Descuida, le diré. Pero no sé por qué crees que me va a hacer caso.

—Eres el único que puede ayudarme —sacudió su corta melena blanca y se afirmó la visera—. Ahora tengo que ir a ver a mi ahijada —rodó los ojos al cielo—. ¿Quién diría que yo, YO, iba a tener que hacerme cargo de esa chiquilla?

—Nadie te obligó ni te apuntó con un arma—rio Etienne.

Vanna balanceó la cabeza.

—Maldita Eydis —dijo medio en broma, medio en serio—. Se aprovechó de mi nobleza.

Etienne la miró compasivo pero con una mueca graciosa.

—Es que eres la única que puede controlar todo esto —soltó divertido, Vanna le dio un suave golpe en la nuca.

—Insisto, se aprovechan —rodó los hombros hacia atrás e hizo un movimiento dramático con la cabeza—. Bien. Me marcho.

—Ya sabes que estoy siempre disponible para ti, si solo quieres hablar...

Ambos apretaron una risa, como si fuera un chiste malo. Aunque la verdad, es que era bastante cruel.

—Lo sé, querido, lo sé... —Vanna le dio otro beso en la cabeza—. Nos vemos pronto.

—¿Qué tan pronto?

Ella lo miró por encima del hombro.

—Por el bien de Yziak, espero que no tan pronto.

Etienne se volteó riendo hacia el mar, Vanna se fue caminando por la costanera llamando la atención de quienes gozaban de la playa.

Respiró hondo y cerró los ojos.

Era hora de volver.

NOTAS

Primer interludio de nuestro adorable Etienne. 
Si no recuerdan, en el primer libro, cuando Chris espía a la cofradía, Etienne le abre un portal a Vanna. Así que sí, ella no solo lo conoce a él, sino que a varios más.
Los dejo con la incertidumbre de este breve interludio.
¡Nos leemos el viernes!
Kate.

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