Interludio Alabaster

En Siberia realmente hacía mucho frío. Sus opciones se habían reducido a un confinado pueblito escondido en las montañas y una de las tantas cavernas que su abuelo había anotado en sus diarios, las que Breman solía visitar para sus investigaciones.

Estaba solo y esperaba que Pedro no tardara en llegar para ayudarlo con su nueva teoría.

Escapar de Inglaterra había sido fácil. Simplemente le pidió a aquella Estrella manipuladora que limpiara su nombre y que llamara a la aerolínea para que lo dejaran pasar. Había sorteado la denuncia a su nombre por la muerte de Eydis, Rose, los Colter y Albert, pero con Brandon Tye libre y las demás Estrellas sabiendo sus intenciones, dudaba que Pedro pudiera manipular por mucho tiempo a las autoridades internacionales si no tenía a Ranku despierto. La persuasión solo duraba veinticuatro horas. Para entonces, ya la búsqueda policial había comenzado nuevamente.

Se suponía a salvo al interior de la caverna. Pero su rostro estaba ya en noticieros y diarios locales.

Los últimos días había pasado de Inglaterra a Noruega, de Noruega a Rusia, y desde Moscú había cogido el Transiberiano para llegar hasta Siberia y alcanzar la caverna de Breman a los pies del Macizo de Altái.

Afortunadamente su abuelo, el gran Archivald Phoenix, había dejado copias de sus diarios en aquellas cavernas para cuando él pudiera tener acceso a la investigación.

Y, tal como le había enseñado, también cargaba con sus propios diarios, para poder escribir las hazañas cometidas antes de liberar al mundo del Kaos.

La historia con los Colter y Sebastian abarcaban alrededor de tres tomos. En ellos se describía con detalle cómo había engañado a los Colter, cómo había fundado la cofradía, cambiado la profecía y enamorado de Eydis. Se lamento un momento, jamás quiso darle muerte, pero, dadas las circunstancias, eligió su legado por encima del amor que le tenía a la arqueóloga.

Liana y Sebastian eran quienes más tenían presencia en sus memorias. Ella, por ser el puente de Ramaya con aquella habilidad de controlarlo todo, y él, por ser quien era, que no tenía nada que ver con Antaruk. Lo que le interesaba de Sebastian era quién había sido y quién podría ser. Afortunadamente, para él, sus vidas pasadas no estaban lo suficientemente ligadas para que se recordaran como él lo había hecho. Y por eso le había sido fácil acercarse. Ganarse su confianza.

Le intrigaba que siempre hubiera estado presente desde el inicio de su existencia: como el César que dio la orden de muerte para capturar a Arion y Helena; como el verdugo que le quitó el corazón con una piedra a Dasan; Como el soldado que dio aviso de la relación que tenían Tavea y Melkan; Como el general que violó a Lin; Como el sacerdote que quemó a Vanyara en la hoguera; y Como el oficial de policía que mandó a encallar el Saint Margaret con explosivos.

Nunca habían tenido contacto directo, pero siempre estuvo presente para destruir su existencia.

Y en esta vida, no se iba a quedar de brazos cruzados.

Porque Sebastian y la hija de Eydis no podían estar juntos si quería cumplir su cometido. Por ello necesitaba a Liana de regreso. La pregunta era ¿qué podía ofrecerle a cambio?

Sabía que Sebastian no había muerto, porque Liana lo salvaría a pesar de todo. La bala nunca la disparó con la intención de matarlo, sino, que para alejarlo de la hija de Eydis.
Así que asumía que estaba en alguna dimensión alterna y que eventualmente encontraría la forma de regresar, y, para entonces, esperaba tener todo listo para cuando aquello sucediera.

—Phoenix —la voz de Pedro llamó su atención. Levantó la cabeza del diario que estaba escribiendo. Lo cerró de golpe. El otro alzó una ceja. 

Estaba sentado en el suelo, arrimado contra la roca intentando resguardar calor con la pira que había encendido.

—Más te vale que me traigas buenas noticias —le exigió.

Pedro se acercó hasta él con una sonrisa sofisticada, aquella mueca que usaba para convencer a todo el mundo para que hicieran lo que él deseaba.
Era un hombre cercano a los cuarenta, de piel bronceada por el sol de centro américa, de pelo y ojos oscuros. Una de las características que destacaba en él era el gran atractivo que poseía, el desplante y la desfachatez. Un plus que le serviría a la hora de conseguir lo que deseaba, porque nadie se resistía a sus encantos. Tanto por su atractivo como por su poder.
Lo había conocido vestido de traje y rodeado de mujeres en uno de los restaurantes más costosos de Panamá. Todas las muchachas estaban manipuladas e hipnotizadas con su "encanto natural"
En esos momentos, dentro de la caverna, tenía una barba más frondosa de lo habitual debido al trabajo en terreno y los días que llevaban encerrados bajo la montaña, pero no dejaba de tener el desplante habitual con el que lo había conocido.

—Convencí a la mujer —le contó quitándose la bufanda que le cubría hasta la nariz y deslizando la capucha del abrigo—. Fue algo difícil porque no entendía mucho inglés, pero con las palabras adecuadas logré persuadirla. Te recibirá esta noche.

Alabaster sonrió.

—¿Ranku pudo sentirla?

El hombre balanceó la cabeza.

—Tenías razón, la mujer canaliza a un ángel.

—¿Sabes en qué categoría está?

—¿El ángel?

Alabaster asintió, su corazón se aceleró y el calor de la adrenalina al activarse trepó por su pecho.

—Es un custodio —Pedro se sentó frente a él sacudiendo el suelo antes de apoyarse completamente—. Y si no me equivoco, es una categoría bastante alta.

—¿Qué diferencia tiene con un guardián?

El otro se inclinó hacia un lado para abrir una mochila y extrajo un termo. Se sirvió un poco de té con calma. Alabaster no parpadeaba.

Después de beber un primer sorbo, Pedro sonrió curvando una mueca maliciosa.

—Un custodio está a cargo de las puertas entre dimensiones.

Alabaster parpadeó y comenzó a reír. Por primera vez en días finalmente tenía una buena noticia.

—¿Y de qué puerta hablamos? ¿Hacia dónde?

Pedro movió el cuello haciéndolo crujir.

—Según la mujer... —lo miró con intriga—, es un lugar entre la vida y la muerte. Es dónde van las almas al morir y de dónde vienen de regreso.

Alabaster se puso de pie y rió con más fuerza. Se llevó las manos a la cabeza.

Era perfecto.

Era lo que necesitaban para probar la teoría de Breman.

Y lo mejor de todo: era real.

—Varún —miró a Pedro tan feliz que ni siquiera sabía que sus facciones bajo el fuego se habían deformado en una mueca enloquecida—. El planeta de las almas. Es real. ¡Es real! ¡El paraíso existe! 

Notas:
Primer interludio. Alabaster tiene planes y tal vez sea lo suficientemente idiota para meter la pata por hacer algo experimental.
Gracias a él, Sebastian tendrá trabajo "al otro lado".
Esta segunda parte será un poco más rápida y ágil en cuanto a capítulos y a lo que se cuente entre los personajes. Habrán capítulos más cortos y precisos para poder abarcar más interludios y puntos de vista que no sean solo de los protagonistas.
Como siempre, gracias por apoyarme tanto y ser tan fieles.
¡Un abrazo!
Kate.

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