Akemi Shiro


Todo era una locura.

Estaban pasando demasiadas cosas, una tras otra, y, con el viaje a Japón programado, tenían que organizarse rápidamente.

Primero, los hijos de Elizabeth. Los niños abarcaban entre los ocho y doce años, semillas de su último matrimonio, con quién la mujer había durado más tiempo.

Sabiendo que tenía el tiempo en contra, Chris simplemente hizo todo de la forma más simple posible.

Los niños iban a una escuela privada cerca del centro de Sydney, y, como era viernes, luego de salir de clases, la niñera los llevaba a comer hamburguesas a un restaurante de comida rápida.

Fue más fácil de lo que creía, y agradeció a los dioses que habían hecho posible poder cruzarse con ellos sin tanto problema.

Se pidió una hamburguesa, aprovechando que ya estaba ahí, y se sentó en la mesa tras los niños. No le costó nada percibir las emociones de cada uno, y, por suerte, todos aún sentían amor por su madre. Intentó llegar hasta el fondo de ese sentimiento alojado en el corazón de cada niño. El más pequeño la extrañaba muchísimo, incluso logró acceder a algunos recuerdos que evocaban momentos dulces con ella. Con el que venía después, le costó un poco más, pero nada muy difícil, con él no tuvo acceso a sus memorias, no era tan abierto.

En cuanto al mayor, éste estaba angustiado y sobrepasado. Tenía miedo y vivía con incertidumbre. Además, existía una brecha de rebeldía que se volvería peligrosa con el tiempo si no se frenaba pronto.

Chris tuvo que escarbar en cada corazón, en cada rincón de aquellas almas infantiles y de alguna manera, lograr que se impusiera el amor que sentían por Elizabeth por encima de todas las demás emociones.

Le sudaba la frente y su corazón se había acelerado. Pero quería cumplir con ello, quería conseguir que los niños estuvieran en paz con su madre y que la valentía reinara por encima del miedo para enfrentar al hombre que les prohibía verla.

Por lo menos así, Elizabeth podría viajar con ellos confiando un poco más, porque antes de ir por los niños, la animadora de televisión tenía todas sus emociones revueltas. Miedo, preocupación, pero por sobretodo, desconfianza.

Quería demostrarle que podía confiar en ellos.

En las Estrellas.

Y así fue como después de comerse la hamburguesa, las papas y beberse toda la bebida, por fin pudo sentir que algo se abría al interior de los niños. Sonrió satisfecho y cansado cuando el mayor dijo:

—Quiero llamar a mamá.

La discusión que se dio con la niñera no duró demasiado. El mayor sabía negociar y le prometió varias cosas a cambio de su silencio y de no comentarle nada a su padre.

Chris se recostó contra el respaldo de la silla y esperó pacientemente la llamada y el resultado de ésta. Al cabo de diez minutos, en su propio celular recibió un mensaje de Noah:

"Bien hecho. Elizabeth se reunirá con sus hijos en una hora más aquí en la casa."

Primer obstáculo, superado.

Con Elizabeth finalmente reunida con sus hijos, con quienes pasó toda la tarde compartiendo, y después de haberle pagado una buena cantidad de dinero a la niñera para guardar silencio, él y su equipo, se fueron a recorrer las playas cercanas.

Madsen se quedó con ella, para descansar del viaje por el portal que lo había dejado algo mareado, mientras que Chris y los demás decidieron pasar la noche en un hostal.

Tenían que organizar todo para partir a Japón al medio día del día siguiente.

Claro que no todo podía ser tan simple. En pocas horas habían ocurrido muchas cosas, y quien se llevó la carga más pesada fue Etienne, que, debido a la cantidad de portales que había abierto los últimos días, su salud se vio menguada.

Tenía fiebre y no estaba en óptimas condiciones para movilizarse. Noah lo ayudó a estabilizarse, y logró que conciliarla el sueño por algunas horas, hasta que Kamal se comunicó con él.

Y las noticias de vértigo no pararon.

El equipo de su amigo tenía que viajar a Brasil de urgencia para despertar a las chicas que habían colapsado con la destrucción del puente. Para ese entonces ni Chris ni Kamal sabían que ya estaban despiertas, pero debido a la urgencia tuvo que despertar a Etienne para solicitar un portal que enviara el equipo de Kamal directo a Sao Paulo.

El hombre tenía tercianas y le dolían los huesos, pero logró evocar un portal a varios kilómetros de distancia para que los equipos se reunieran en Latinoamérica. Ni siquiera calculó una coordenada específica, solo lo abrió.

Noah se volvió a encargar de Etienne esa noche. Intentando bajar su fiebre y de controlar los escalofríos. Valentina había sugerido un hospital para mantenerlo en observación, ya que Noah tampoco estaba en las mejores condiciones de salud. Chris sentía la preocupación de todos, el miedo y la incertidumbre.

Tuvo que alejarse a la terraza de la habitación para no sentir tanto. Lo peor era que no podían llevar a Etienne a un hospital estando contra el tiempo. Alabaster había causado una desgracia colateral.

Y aún faltaban Estrellas que unir al grupo.

Se aferró al barandal intentando mantener la calma, pero la preocupación de todos lo estaba sobrepasando, al punto que comenzó a llorar.

Ya no sabía si eran sus emociones o si eran las de los demás.

—Deberías ir a descansar —Valentina se apoyó a su lado, él se secó las lágrimas con rapidez.

—¿Algunas vez has pensado que estamos perdiendo? ¿Qué tenemos esperanzas por nada? ¿Has sentido que no hay salida, que estamos perdiendo el tiempo?

—Es algo que sentí desde que supe que el equipo de Sebastian tenía mejores habilidades que nosotros —le confesó—. Pero mi deber con Noah era hacerles creer que también teníamos oportunidad.

Chris arrugó la nariz.

—¿Nunca tuviste fe en mí? —Le preguntó con una sonrisa desganada. Tina negó con la cabeza.

—Por el contrario, creía en Centauria, pero era fácil hacer las comparaciones. Es decir, ¿qué podía hacer yo, que solo ayudo a que otros se comuniquen, contra Alejandro, que podría dejarme sorda y muda?

Chris frunció el ceño.

—No le veo mucha utilidad a eso tampoco.

Tina se encogió de hombros, había una suave brisa fresca que circulaba cada cierto rato.

—Me habría invalidado para hacerlos entender los ataques de los demás —se pasó una mano por la mejilla—. Pero ya no fue, y aquí estamos...

—Mismo predicamento, diferente escenario —suspiró Chris— ¿Cómo está Etienne?

—Sorpresivamente, mejorando —sonrió ella aliviada—. Los analgésicos que le consiguió Dimitri funcionaron bien.

Chris se sorbió la nariz.

—¿Y Noah?

—Hablando con Robin —se re acomodó el chal que traía sobre los hombros y escondió las manos en los huecos de los codos.

—¿Y? ¿Llegó el equipo Kamal a Brasil? ¿Cómo están las muchachas?

Valentina lo miró preocupada.

—Llegó, sí, y las chicas despertaron. Tienen a Elderon y a Phi con ellos —no se escuchaba emocionada—. Etienne los dejó en una zona peligrosa dentro de una Favela —cerró los ojos con pesadumbre—. Liana recibió un disparo.

—¿Qué? —Exclamó aterrado—. ¿Pero está viva?

—Sí, por suerte. Noah intentó ayudar con la sanación a distancia, pero con Elfígere dormida, bueno... no puede.

Chris se llevó las manos a los ojos y presionó hasta que le dolió el cerebro.

—No puede ser...

—Está fuera de peligro. Tiene que quedarse en observación. No entendí muy bien, pero volverán a separarse para ir a Chile. Irán en avión.

—¿Qué? —los hombros de Chris se hundieron hasta que el pelo le cubrió los pectorales—. ¿Cómo lo harán sin Liana? Ramaya es la madre del Dios de la Tierra.

—Lo resolverán —intentó mostrarse confiada, pero Chris notó que no le daba resultado—. Nosotros debemos confiar en ellos así como ellos confían en nosotros —le colocó una mano en el brazo—. Estamos todos cansados Chris, en tan solo unos días hemos vivido demasiadas cosas. Descubrir la verdad tras la batalla, todo esto entre Robin y Sebastian, que Alabaster nos haya engañado, separarnos por el mundo, que haya caído el puente de la dimensión de la vida y que nuestros compañeros hayan caído con él —se llevó una mano a los ojos—. Todo es un caos, literalmente. Kaos está haciendo muy bien su trabajo. Nos está bajando la moral.

—Tenemos que apresurarnos, entonces. No sabemos qué pasos está dando Phoenix, no sabemos si ya llegó a Japón, si ya contactó a las Estrellas que faltan.

—Eso era lo que estaba mirando en el mapa que nos dejó Liana —se mordió los labios y sintió una ola de nerviosismo de parte de su tutora. Esperó—: De todas las búsquedas, dudo que haya llegado a Papúa. Las coordenadas llevan a una selva, y, según lo que investigué, por las latitudes que me mostró Google, sus habitantes contemplan una tribu —Chris abrió mucho los ojos—. Son caníbales, Chris. Indígenas puros. Una de las Estrellas proviene de un lugar donde no conocen a otros humanos, mucho menos blancos —tembló y a Chris se le contagió el escalofrío—. ¿Cómo lo haremos? ¿Cómo lograremos contactar a ese Dios o Diosa?

—¿Y de qué tipo es?

—No lo sé —se lamentó—. Según las anotaciones de Eydis falta la Diosa de las almas, el Dios de la tierra, el de la persuasión, que ya sabemos que está con Alabaster, el de la Tierra, hay una Diosa de la evolución, hay un Dios que trabaja la transmutación y otra que tiene que ver con los sentidos.

—Uno de ellos debe ser el que se la pasa viajando —resopló Chris—. Liana dijo que no era fácil dar con su paradero.

Tina suspiró hondo y después soltó aire por la boca.

—Un Dios de la transmutación es algo grande, Chris —susurró Valentina, Chris se cruzó de brazos al sentir un poco de frío—. Me lo imagino como el Rey Midas. Alguien que puede cambiar la materia a su antojo, o crearla de la nada.

Guardaron silencio. Chris se imaginó el alcance de los poderes. Lo que se podía realizar con todos los dioses despiertos. Si lo conseguían, Kaos se iría a dormir con facilidad con un simple chasquido.

Los elementos y el clima se estabilizarían, la tierra se limpiaría de materiales tóxicos, la temperatura se regularía y el agua con el oxigeno se purificarían.

Las personas vivirían en unión del corazón con la razón, la empatía sería la base de la existencia, no habría guerras ni ambición. Con las deidades de las comunicaciones y los sentidos, la humanidad no necesitaría aprender idiomas, no habría fronteras para ello, los sentidos se ampliarían y estarían en perfecto equilibrio con la naturaleza y su entorno.

Lo que lo llevaba a pensar en Torú y lo que Kamal le había mostrado alguna vez. El universo del Dios, cargado de seres que a simple vista no estaban presentes al ojo humano por tener un cerebro demasiado denso. La humanidad tendría acceso a ese universo y comprendería la función de cada ser que compone la naturaleza misma.

Y eso lo llevaba a pensar en los dioses espaciales. Con Madsen se podrían conocer otros mundos, y con Elizabeth otras dimensiones. La humanidad tendría libertad para elegir cómo vivir su vida sin miedo a la muerte, porque el alma estaría enlazada a todos los universos.

Y por fin reinaría la paz y la felicidad.

Era bonito pensar en ello.

Una utopía sin dudas.

Pero, si Kaos ganaba, la opción de vivir en un planeta renovado quedaría solo como un deseo muy iluso.

—Iré a dormir —le anunció, abismado por las circunstancias—. Si sabes algo de Liana, me cuentas —ella asintió—. Y recemos a quien sea para que las cosas resulten bien mañana. Tenemos que llegar a Japón como sea. En cuanto a Latinoamérica, bueno... esperemos que las cosas salgan acorde al plan. Temo por la estabilidad mental y la salud de los chicos que no han podido descansar como corresponde.

Valentina le apretó el brazo.

—Tenemos que cuidarnos, esperemos que todo salga bien.

Chris asintió despacio y se alejó hacia la habitación. Estaba exhausto, preocupado y cansado. Emociones que no eran suyas lo estaban atormentando, necesitaba dormir.

Pero no se esperaba que, una vez acostado, su mente fuera llamada hacia otro lugar.

Reconoció el vértigo que lo jaló por la espalda, y luego, el túnel de colores. Cerró los ojos preparándose para el impacto, pero solo sintió un cambio en la textura de las sábanas.

Al abrir los ojos se encontró con un cielo oscurecido, sin estrellas, y con una fuerte luz iluminando con destello blancos el horizonte de Ramaya.

Se sentó en el césped y se sacudió el pelo de la cara.

Movió la cabeza para todos lados y se encontró con una mancha frente a él. O eso le pareció. Era una cosa enorme que resplandecía en destellos dorados y azulinos. Se llevó una mano a los ojos, pero no había resplandor que le molestara. La cosa era brillante, pero su luz ni siquiera era molesta.

—¿Qué diablos es esto? —Se puso de pie con temor. A su alrededor estaba repleto de figuras resplandecientes de diversos colores, algunas más grandes que otras. Se llevó un sobresalto cuando descubrió que muchas de las que se veían transparentes eran personas.

—Christoffer —dijo una voz clara y concisa que emergía de la mancha. Chris exhaló un quejido. 

—No... ¿ahora sí morí? —Se angustió—. Debí saber que las salchichas de la cena me iban a causar un paro cardiaco, el aceite tenía mal sabor —se quejó asustado.

—No, Christoffer, no has trascendido aún —le respondió la cosa brillante—. Estás aquí con tu mente.

Chris movió la cabeza en un asentimiento dudoso y volvió a ver a todos lados y luego al cielo. El planeta de las almas seguía donde siempre, pero no estaba el puente que había visto la primera vez.

—¿Por qué estoy aquí? Creí que Sebastian no volvería a llamarme. Por cierto, ¿dónde está? ¿Está bien?

—Estás aquí porque yo te llamé —le dijo la cosa, Chris tragó saliva.

—Ya... ¿y qué eres, exactamente? —Preguntó alzando una ceja.

—Me llamo Metatron, soy un arcángel, la mano derecha del Gran Eterno —respondió con calma. Chris sintió algo extraño en su pecho y subió una mano para acariciarse el corazón—. Está bien que no recuerdes quién soy, es parte del plan.

—¿Qué plan? —Cuestionó—. Espera... ¿tú me enviaste a la Tierra?

Le pareció escuchar una risa. Detrás de todas las luces refulgentes creyó ver la silueta de un rostro sonriente.

—Tus recuerdos como ángel no deben salir a la luz —le dijo—. Los ángeles, los seres de luz, los dioses, todos sabemos lo que ocurre, lo que ocurrió y lo que ocurrirá, en tu calidad de humano no puedes recordar eso o intervienes con el plan divino del libre albedrío.

Chris rodó los ojos.

—Libre albedrío —se mofó imitando la voz del ángel—. Son unos imbéciles —espetó—. El universo está siendo consumido por el Kaos, esta isla está llena de muertos —indicó con su brazo abarcando el espacio—, y no nos quieren decir qué mierda hacer. Si todo se acaba será culpa de ustedes.

—Si todo se acaba era porque así tenía que ser.

Chris cerró los ojos aguatando la paciencia. Odiaba las conversaciones existenciales.

—¿Qué hago aquí? —Preguntó perdiendo la paciencia—. Necesito descansar, tengo un viaje largo mañana y mis compañeros me necesitan en buenas condiciones. ¿Y Sebastian?

Algo se movió en el ángel y un rayo de luz apuntó hacia el cielo. Chris tuvo que entrecerrar los ojos para comprender lo que estaba viendo.

—¿Qué demo...?

Donde debía estar el final del puente, había varias cosas de varios colores dando vueltas, y al medio de todo eso, había dos personas colgando como albañiles.

—¿Ese es Sebastian? —Se sorprendió.

—Sebastian y su padre son descendientes de los primeros humanos que habitaron la tierra. El conocimiento que alberga el ADN que poseyeron y poseen en la vida actual, es lo que nos puede ayudar a restablecer el puente.

—Pero... ¿por qué ellos? ¿Por qué no tú? ¿No que eres un arcángel?

—Los ángeles en todos sus niveles, arcángeles, guardianes, guías y mensajeros, somos seres creados para resguardar dimensiones, puertas, personas, seres, criaturas y dioses. Nuestro conocimiento es vasto y ayudamos con las energías que se necesitan para formar el puente de nuevo, pero las instrucciones no las tenemos nosotros.

—Déjame adivinar, ¿se la dejaron a los primeros humanos porque querían ver qué pasaba si usaban ese conocimiento en la Tierra?

Metatron se demoró en contestar.

—Es correcto —se escuchaba sorprendido, pero a Chris le dio la impresión que estaba avergonzado—. Las primeras almas fueron de un nivel de evolución superior, eran arcángeles y dioses menores que fueron enviados a un planeta cuya densidad material es demasiado fuerte. Aunque tenían una gran capacidad cognitiva y espiritual, sus cerebros no funcionaban a toda potencia. Lo que causó que mal utilizaran los conocimientos al ser dominados por el ego y surgiera el mundo que ahora conoces.

—Sí, sí, ya sé la historia —dijo intrigado mirando al cielo que estaba teñido de un negro pálido. Todo lucía triste y frío—. Pero ¿qué pueden conseguir con Sebastian? ¿No tienen ustedes mismos accesos a esos conocimientos?

—Nosotros los perdimos, pero él y su padre los tienen.

—¿Y no hay más? No pueden ser los únicos descendientes... —movió las manos de forma graciosa, Metatron comenzó a reír.

—Las almas que evolucionaron más allá del conocimiento terrenal trascendieron a otra dimensión, nunca llegaron a Varún —explicó—. Algunos humanos de gran sabiduría en la historia de la humanidad dejaron de serlo al trascender, se volvieron uno más de nosotros, existen en otros planetas. Pueden ser ángeles, dioses menores, guías o maestros espirituales...

Chris alzó las cejas y asintió con cuidado.

—¿Y me vas a decir que no hay ningún otro idiota además de Sebastian para hacer ese trabajo? ¿Nadie más?

—Ningún humano había reencarnado en la piel de un Acacio hace siglos Christoffer. Y Sebastian además, lleva al Eterno de la luz consigo. Es ahora el momento para revivir los conocimientos perdidos. Es ahora cuando podemos restablecer el puente, no habrá más oportunidades.

Chris tuvo un mal presentimiento.

—Sebastian lleva aquí casi diez días —advirtió preocupado—. El primer día ya estaba debilitado, ¿cuánto de vida le restará esta actividad recreativa? —Preguntó con ironía— Antes que su cuerpo no soporte más y muera.

Metatron no respondió de inmediato.

—Y por eso te llamé, Christoffer —le pareció que el ángel ponía sus ojos en él, aunque no lo veía ni sabía dónde estaban—. Tú eres quien lo debe sacar de aquí. El lazo de hermandad de alma es más fuerte que el lazo físico que se transa en la tierra. Además, tu alma tiene mayor densidad que otras, por ende, mejor resistencia. Y por eso Ovalia te eligió. Tantas emociones colapsarían un cuerpo normal, pero no el tuyo.

Chris alzó una ceja y se cruzó de brazos.

—Ya sé que soy yo el que tiene que sacarlo de aquí —inclinó la cabeza, pensativo—. Pero todavía no hemos despertado a la Diosa de las dimensiones —miró al cielo—. ¿Cuánto tiempo tenemos antes que el cuerpo de Sebastian colapse?

—Diez días más —respondió Metatron, Chris abrió mucho los ojos—. Solo te puedo adelantar una cosa, mañana conocerán al huésped de Valis, la Eterna de las almas y las uniones. Ella te dirá qué hacer y cómo.

—Creí que no tenían permitido darnos pistas —reparó. Metatron volvió a soltar algo parecido a una risa.

—No he dicho nada que cambie el rumbo de tu destino. Las decisiones que tomes a partir de ahora, eso es tu libre albedrío.

Chris volvió a mirar al cielo y se angustio cuando vio que una de las dos personas, que no podía distinguir si era Sebastian o el padre, colgaba de algo y se balanceaba de un lado a otro. Un brillo intermitente comenzó a cobrar forma arqueada sobre ellos.

La voz de Metatron le hizo bajar la mirada:

—Si podemos construir el puente de salida, el de entrada será fácil —le pareció escucharlo suspirar. Chris asintió.

—Entonces, ¿solo me llamaste para darme un ultimátum? ¿Que a Sebastian le quedan diez días para sobrevivir aquí? Bien. Sin presión —ironizó.

El arcángel se acercó hasta él y de repente la vibración que surgió de su pecho se expandió a su cabeza. Fue un solo segundo en que visualizo su cuerpo tan volátil como el de Metatron pero más pequeño, de colores verdes y amarillos, como un papagayo.

Volvió en sí enseguida.

Alisquides —susurró con sorpresa—, ese era mi nombre.

—Regresa Christoffer, y cumple lo que fuiste a hacer en la tierra si quieres volver al curso de tu evolución.

Y el túnel de colores apareció tan súbitamente delante de él que cuando despertó, el sol anunciaba un nuevo día.

No le dijo nada a nadie. Aunque le tomó por sorpresa que hubiera dormido bien, a pesar de haber estado mentalmente en otro lado.

No quería alarmar a los demás con que Sebastian estaba a diez días de morir. Pero en algún momento tendría que anunciarlo.
Se mentalizó en la información sobre el peso de su alma, sobre lo que había visto en el puente, y sobre que conocerían en algunas hrs a la Estrella de las Almas.

La ansiedad lo comenzó a abordar y todos lo quedaron viendo preocupados cuando estaban en el aeropuerto.

—¿Le tienes miedo a los aviones? —Le cuestionó Dimitri. Probablemente sus emociones habían escapado.

Chris lo admitió solo para no abrir la boca y decir lo que sabía. No obstante, no recordaba lo que había conversado al final con el ángel.

Así como tampoco recordaba el nombre de éste.

Habían algunos problemas logísticos con respecto a subirse a un avión, pero, como Elizabeth había pasado una hermosa tarde con sus hijos, estaba tan motivada y agradecida, que movió todos los contactos para poder abordar por un sector privado a la primera clase del vuelo que salía en un par de horas rumbo a Tokio.

Ni siquiera tuvieron que dar explicaciones de cómo habían llegado todos a Australia cuando técnicamente, jamás abandonaron Inglaterra de forma legal.

En el vuelo pensó en todo lo que había ocurrido en la visita a Ramaya. La oscuridad que reinaba en la isla y a Sebastian, colgando en el cielo.

Diez días.

Estaba comenzando a ponerse nervioso. La mano de Noah se posó sobre su brazo, calmándole las emociones por un momento.

—No te pongas nervioso, recuerda que puede afectarle al piloto y a la tripulación.

—Lo siento... —se disculpó dejando de retorcer sus manos, entre las cuales un pobre pedazo de servilleta estaba casi destruido.

—Quedan cinco horas, ¿crees que puedas mantener la calma? ¿Qué te tiene tan nervioso?

No quiso responder con la verdad. Decirla implicaba que todos se pusieran más nerviosos aún, lo cual lo llevaría a él a ponerse más ansioso y todo sería peor.

—La última vez que viaje en avión fue cuando abandoné a Sebastian —respondió apretando la boca—. Papá me pidió que me calmara porque claro, no lo sabía en ese momento, pero estaba alterando a todos dentro del avión.

—¿Y reviviste ese momento?

—Sí —mintió. Aunque a medias. Porque el objeto de su preocupación volvía a ser Sebastian.

Noah buscó algo dentro de su bolso y encontró unas pastillas.

—Son las que bebió Etienne anoche, las que consiguió Dimitri, le ayudaron a dormir.

—¿Es seguro? —cuestionó alzando una ceja.

—Dimitri es soldado, su trabajo no solo era estar en el campo de batalla sino que saber sobre medicina para los casos de emergencia. Si te cortaras un dedo y yo no estuviera cerca para sanarlo, él podría hacerte los puntos sin problemas —sonrió—. Bebe una, al menos para que duermas un poco y te relajes.

Dudó. Por supuesto que sí. Pero era más peligroso que el avión se estrellara por su culpa si alteraba al piloto, a, si le daba una diarrea producto de una pastilla sin prescripción.

Por suerte logró dormir, y por suerte también, no tuvo ni visiones ni cosas extrañas que lo alteraran aún más.

Despertó media hora antes de aterrizar.

Como Elizabeth era conocida, la recibieron con bastante animosidad y algunos regalos. Pasaron por unas compuertas privadas para timbrar sus pasaportes, lo que a Chris le parecía una locura. Por otro lado, Madsen también tenía una que otra reputación, y los japoneses que lo vieron pasar se le acercaron a pedirle autógrafos.

Las Estrellas no cabían de la impresión. La cultura japonesa realmente veneraba a Madsen.

Ya un poco más tranquilo, cuando atravesaron las puertas de salida y sin gente que los acosara por Elizabeth o Madsen, pidieron un taxi para ir al centro de la ciudad.

Tokio era fascinante. Todo limpio, las calles impolutas, los vehículos brillantes, y los edificios, altos cual rascacielos, eran solo mancillados por hermosos templos antiguos que le habían ganado la batalla al tiempo.

Según el mapa de Liana, la Estrella de las almas trabajaba y vivía en Tokio, pero, como siempre escapaba de la rastreadora, tal como Madsen y Thumpskey habían hecho, el único dato que tenían de ella era que trabajaba en una universidad.

Una universidad que parecía castillo.

—La siento —dijo Dimitri con una sonrisa. Cosa rara en él, que jamás sonreía.

Pero todos tenían ganas de sonreír.

A diferencia de Elfígere, Umbria o Vadia, la Diosa que percibían era livianita como una pluma, sutil, delicada y dócil. Pero tenía un peso extra. Un peso longevo.

La Diosa de las Almas era tan antigua como Ramaya y Antaruk.

—¿Qué hacemos? ¿Entramos? —Preguntó Chris.

Los siete estaban de pie a la entrada del enorme edificio. Los estudiantes que pasaban por su lado los miraban con curiosidad, pero ellos seguían compartiendo aquella calidez que transmitía una Diosa pequeña y cuyo poder era abrumador.

Etienne tosió y Valentina, que estaba a su lado, se agachó a su altura.

—¿Estás bien? ¿Necesitas algo?

Él se llevó el puño de la mano sana a la boca y negó con la cabeza mientras dejaba de toser.

—Estoy bien... —dijo con calma—. Hay que entrar.

—Es asombroso —susurró Madsen—. No dejo de impresionarme con las energías, cómo se sienten, cómo nos llaman —se emocionó—. ¿Por qué nunca lo intenté antes? Qué idiota. Tantos años perdidos en el cielo cuando aquí estaba repleto de maravillas.

Elizabeth le colocó una mano en el hombro.

—Creo que sé dónde está—susurró.

Todos se voltearon hacia ella con sorpresa.

La mujer estaba vestida como cuando presentaba su programa. Con un traje impecable de dos piezas en tonos azules, tacones altos, maquillaje perfecto y el pelo amarrado en un moño apretado. Los anteojos le daban la apariencia de una maestra severa.

—Seguro que si nos movemos por los pasillos podremos encontrarla —acotó Chris. Elizabeth negó con la cabeza dibujando una sonrisa curva.

—Ahí —apuntó a un costado del edificio—. Ella nos ha encontrado.

Había una mujer enfundada en un kimono que les sonrió, se volteó con rapidez y se alejó del lugar .

—Vamos —apremió Noah.

Cruzaron un jardín repleto de árboles y de estudiantes que estaban terminando algún trabajo o retirándose. El atardecer estaba tiñendo el cielo de naranja.
Vieron a la anciana caminar con rapidez y pasitos cortos. Estaba un poco encorvada. Subió un par de escaleras que daban a una puerta de acceso y la siguieron.

Dimitri empujó a Etienne por una rampa y los demás subieron por las cortas escaleras que los llevaron a un área de la universidad que parecían oficinas.

Elizabeth se adelantó, ansiosa.

Chris podía sentir de ella la  adrenalina mezclada con emoción y felicidad.

Se preguntó si Vadia tendría alguna relación fraternal con Valis, porque la energía que emanaba de la animadora era muy... intensa.

Lograron vislumbrar a la anciana ingresar a una oficina, y, cuando ellos lo hicieron, se detuvieron al instante. Del otro lado había una especie de biombo de papel tradicional japonés, el aroma a especias bañaba el ambiente.

Ella apareció del otro lado del biombo con las manos sobre su pecho e hizo una reverencia a modo de saludo.

Nadie dijo nada.

—Bienvenidos —el poder de Valentina abarcó a la anciana, y él la escuchó en perfecto danés—. Soy Akemi Shiro. Los estaba esperando —dibujó una sonrisa aliviada—, no saben cuánto los he estado esperando. —Agregó emocionada y con los ojos brillantes—. Los lazos se están rompiendo y hace años que veo en mis sueños una pareja que nace, renace, y vuelve a renacer... —sonrió con angustia—. No podía salir de aquí, necesitaba que vinieran ustedes y no sabía cómo hacer para ponerme en contacto.

—Tranquila, ya estamos aquí —respondió Dimitri con dulzura. Todos lo vieron con sorpresa—. Oman le da saludos a Valis, extrañaba a su madre.

—¿Qué? —Exclamó Chris.

Pero Dimitri ni siquiera le respondió de vuelta, la cicatriz que surcaba la mejilla del soldado, se contrajo cuando sonrió.

—¿Habla japonés? —Se sorprendió Akemi, Valentina alzó una mano y le explicó con rapidez lo que ella podía hacer. La anciana lucía sorprendida.

—Vadia no puede contenerse —sollozó Elizabeth—, ni siquiera con Yziak estaba tan emocionada.

Y de la nada, un impulso la llevó a abrazar a la anciana que le llegaba a la altura del pecho. Tenía su pelo corto y canoso, la piel muy blanca y los ojos rasgados y oscuros. Pero sus labios estaban teñidos de rojo intenso, y el kimono combinaba tonos blancos y plateados.

—¿Qué está ocurriendo? —Susurró Chris a Etienne, inclinándose para que lo escuchara. Las mujeres no se soltaron.

Etienne sonrió y alzó las cejas con diversión.

—Vadia y Valis tienen algo así como una relación. Hay un lazo amoroso entre las diosas —le explicó divertido. Chris se enderezó y dibujó una "o" sin saber bien qué decir.

—Pero... ¿no que Oman es hijo de Valis?

Etienne se encogió de hombros.

—Qué quieres que te diga, los dioses tienen más líos que nosotros —dijo escondiendo una sonrisa tras la mano sana.

Cuando las mujeres se separaron, la sonrisa de Akemi desapareció, transformando su rostro de risueño a preocupado.

Para su sorpresa, o tal vez no tanto, porque ya no sabía qué más podía sorprenderle, la anciana se dirigió a Noah.

—Tu alma es tan vieja, guarda muchas cosas —susurró, e hizo un movimiento con la mano izquierda como si tocara algo en el aire, Noah liberó un jadeo sorpresivo—. Sí, tu hilo está conectado a varias almas, y también está muy desgastado. Viviste casi dos siglos —entornó la mirada hacia él casi que con tristeza—. ¿Sabes que esta es tu última vida, no? —Noah no respondió, estaba perplejo—. Si no solucionas el conflicto de lo que dejó tu alma en el pasado no podrás evolucionar a algo mejor cuando abandones esta vida —Chris se puso rígido cuando los ojos de ella lo miraron con atención—. Y tú tienes todo lo que él necesita para terminar la misión aquí en la Tierra antes que muera —suspiró y apretó los labios viéndolo con lástima—. ¿No quieren té? Tenemos mucho que hablar.

NOTAS

¡Y ya estamos en Japón!
Akemi es un personaje sumamente interesante, ve lo que otros no ven y podrá ayudar a que los dioses y almas se conecten de forma apropiada.
En el siguiente de Chris sabremos más de ella, aunque, se viene pronto un interludio de Noah, lo lo que hará que entendamos algunas otras cosillas.
Metatron ha vuelto a aparecer, y esta vez Chris ya tiene un ultimátum. A Sebastian le quedan diez días, lo que significa que, cronológicamente, al argumento le quedan diez días para acabar.
No sé en cuántos capítulos saldrá todo esto, pero espero que no pase de unos quince más jajajaja
Aunque con los finales nunca se sabe. Con el primero me alargué sin querer jejeje
Pero, mientras les entretenga la historia, feliz de darles más capítulos.
¡Gracias por leer!
¡Espero que vean los detallitos ocultos en estos capítulos!
¡Los quiero!
Kate.


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