No Creas en Todo lo que Ves
Akram era demasiado amable. Tenía ese tono paternal que le recordaba a Noah, pero, además, poseía una mirada especial que le recordaba a Kamal. De esas que pareciera que sabía todo de ella con solo verla a los ojos.
Akram la llevó por un pasillo largo a una gran habitación llena de libros desparramados sobre un escritorio y el suelo.
—Amante de la lectura —señaló con gracia. Recogió algunos ejemplares y despejó unas butacas. Al cabo de un rato alzó un teléfono que estaba en la pared y dijo algo en francés.
Mientras lo miraba trabajar ordenando los libros y un montón de papeles, Robin no evitaba preguntarse cómo era que nadie reaccionaba con su tremenda altura.
Es que no era posible que si estaba ante uno de los hombres más ricos del planeta nadie hablara de ello.
—Sé lo que estás pensando, y ya tendrás tus respuestas.
—¿Lo sabe? —cuestionó ella, dudando. No podía saber si le estaba tomando el pelo. Si tenía el mismo sentido del humor que su madre, podía esperarse una sarta de bromas que no le sabrían bien. Mucho menos ante la situación disparatada en la que se encontraba.
Akram despejó el escritorio y le ofreció sentarse en una cómoda butaca. Él se sentó frente a ella. Robin no comprendía cómo cabía en la silla. Pero parecía estar cómodo.
—¿Qué son todos estos libros? —Preguntó con franca curiosidad. Eran muchos tomos, muchos títulos y aparentemente en muchos idiomas.
Akram sonrió.
—Novelas, leyendas, mitos, investigaciones, biografías, hay varios de alquimia y metafísica. Muchos los escribieron mis antepasados —abrió la mano con la palma hacia arriba haciendo un barrido parsimonioso, como si presentara una orquesta—. En ficción, mis favoritos son los de Conan Doyle, pero Agatha Christie tiene un lugar en mi corazón. Y debo decir que me he llevé una grata sorpresa con Harry Potter y Los Juegos del Hambre —Robin soltó una risa nasal.
—Mi favorito es este —ella cogió un libro con la portada colorida. Lo detectó de inmediato.
—¿Las Crónicas de Narnia? Interesante —rio Akram—. No te ofendas, pero no creí que te gustara la historia de Aslan. ¿Sabías que...?
—Es una representación de Dios y el paraíso, sí. Lo sé. Lo discutían en la escuela —miró la portada con nostalgia—. Creo que por eso me gustaba —sopesó—. Cuando mamá murió perdí la capacidad de asombro y la ilusión de la fantasía. En algún momento quise creer que el mundo de Aslan era real, que mamá podía estar en Narnia. Incluso buscaba la isla de la reina del paraíso, donde se suponía que llegaba la gente al morir —sintió un saltó en su corazón y calidez en su abdomen.
Su madre le había hablado de Ramaya. De su isla. Que ahí la encontraría. Claro, porque Eydis sabía que si Robin conectaba con la Diosa que habitaba en su alma podría volverla a ver.
Dejó el libro sobre la mesa y se guardó la mano bajo el puño de la bata que le habían prestado, como cuando era niña y la ocultaba bajo el puño de la sudadera. Un gesto tímido, incómodo.
—Disculpe que sea insistente, pero... ¿Cómo podrá ayudarme? —se mordió el labio—. Si soy honesta, aún me siento perdida y cansada. No entiendo nada. Estuve en un limbo, en otro mundo, lejos de aquí. Me enteré de cosas terribles. Y antes de eso estuve de viaje por el mundo viviendo cosas aún más inverosímiles —comenzó a ponerse ansiosa, las lágrimas no tardaron en salir. No lo miraba, tenía los ojos sobre sus puños escondidos bajo la tela de la bata—. Perdí a Sebastian una vez más, lo manipularon y le hicieron trabajar contra mí. Ahora estoy aquí, mi madre, que está muerta, me dijo que lo buscara. Y...— alzó la vista y lo vio borroso, las lágrimas habían comenzado a ceder—, usted es enorme. Perdón que lo diga así. Pero, ¿cómo es que el mundo no lo nota? ¿Cómo es que nunca se ha hablado de que es un gigante? ¿Cómo sé que no estoy en un mudo paralelo a la tierra? ¿Y si estoy en otra tierra? ¿Cómo sé que estoy en mi mundo? En mi línea de tiempo. Yo... —sacudió la cabeza y se llevó los puños a la boca para aguantar un grito agudo—. ¡Ya no sé qué es y que no es! Todos juegan a los acertijos conmigo. Por favor, si de verdad me va a ayudar, por favor...
Akram la contempló con tristeza. Justo en ese instante golpearon la puerta. El hombre se levantó con tranquilidad. Robin escuchó ruidos, no quiso voltearse a ver quién era.
Al volver, Akram dejó a su lado un carrito repleto de comida y bebestibles.
—Voy a responder a todas tus dudas. Pero necesitas comer y reponerte. Saltaste de una dimensión a otra y estás descompensada. Tuviste suerte de sobrevivir porque en ti vive Ramaya. Pero como no estás completa puedes enfermar. Eso que sientes no es solo agobio mental, estás deshidratada, y, si no me equivoco, podrías tener anemia. Has pasado por mucho. Necesitas comer y descansar o no podrás hacer todo lo que debes ni comprender todo lo que te voy a contar.
Robin lo miró cansada.
—Mientras comes, te responderé tus dudas —agregó—. Pero hazlo, ¿sí? Necesitamos que la anfitriona de Ramaya esté bien y saludable.
Robin no tenía hambre, creía que si comía algo más vomitaría todo. Hasta que probó la pechuga de pato asada bañada en jugo de naranja.
De repente se vio engullendo todo como si no hubiera comido en semanas.
Se bebió una botella de agua completa y luego una de vitaminas isotónicas. Se apoyo contra el respaldo de la butaca sin descaro y resopló cuando sintió que ya no le cabría más comida.
—¿Quién cocina aquí? Creo que ni siquiera el agua me supo tan bien en mi vida —miró los platos vacíos. Aún quedaba el postre. Akram la miró sonriente, con un brillo misterioso en sus ojos claros.
—No dudo que el chef tenga una mano increíble, pero me hiciste tomar medidas. No querías cenar.
Robin alzó una ceja, sin comprender.
—¿Qué medidas? —se asustó. No la había envenenado, ¿o sí?
El hombre le sonrió.
—No te asustes. ¿Te dijo tu madre cuál era mi don? —Robin negó con la cabeza—. Soy anfitrión del Dios Akilio y mi don es la manipulación de los sentidos. Por ser un Acacio puro, un tártaro, mi alma está más evolucionada por encima de los terrestres. Estoy aquí para ayudar. No me he marchado a mi mundo porque me necesitan aquí —Robin no parpadeó, se mantenía en alerta—. Y por eso, Akilio está despierto.
—¿Despi...? ¿Y cómo lo despertó? —se asombró.
—Solo por ser quien soy. Desde el día de mi nacimiento. Porque soy un tártaro.
Robin apretó los ojos. Tenía demasiadas cosas que quería preguntar, pero decidió enfocarse una por una.
—Como diga —masculló, arrugando la nariz. Cada vez que decía "tártaro" se imaginaba una salsa—. ¿Y cuáles fueron esas medidas? ¿Las que acaba de tomar conmigo?
—Elevé tus sentidos —le sonrió con simpatía. Ella frunció el ceño—. Hice que los sabores te supieran mejor, incrementando así tu apetito.
Robin miró los cinco platos sobre la mesa que hace menos de una hora estaban repletos de delicias.
Todos estaban vacíos.
A excepción de los postres que aún no probaba porque se sentía demasiado llena.
—Pero... pero... no sentí nada.
—Solo incrementé tu sentido del gusto. Amplié tu espectro. No percibirás ningún cambio físico más que el sabor de las cosas.
Robin se fijó en una porción de pastel de chocolate que tenía ante ella. Akram la invitó a probarla con un gesto de la mano.
—Prueba un bocado. Tus sentidos han vuelto a la normalidad. Dime qué te parece.
Ella sacó una pequeña porción con el tenedor. Sabía bien, pero como ya no tenía apetito no la encontró excepcional.
—Está bien. No soy muy fan del chocolate, si soy honesta. Prefiero la canela, o la vainilla.
Akram no hizo absolutamente nada, además de solo mirarla con curiosidad.
—Prueba de nuevo.
Robin no sintió nada físico. Ningún cambio en su lengua, boca, dientes o estómago. Y cogió otro pedazo.
El sabor explotó en su boca como nada que hubiera degustado antes. Se le escapó un vergonzoso gemido de placer que aplacó llevándose una mano a la boca.
Sintió mariposas, cosquillas, incluso le dio calor.
—No puede ser... es... es...
—Placentero, ¿no? El cacao causa esas sensaciones. Incrementé tus receptores a sus moléculas. Lo que sentiste es un placer un tanto exagerado por la porción que comiste. Lo llevé un poco más lejos —rio divertido—. Ahora, prueba de nuevo.
Robin no se resistió. Sin embargo, esta vez el sabor fue menos intenso. Igual de delicioso, lo suficiente para querer llevarse más de un bocado. Pero nunca como la primera vez.
—Es... sorprendente —pensó con rapidez—. Entonces... ¿puede hacer que la gente encuentre deliciosa la comida? ¿O muy mala? —temió.
Akram asintió y soltó una risa.
—Sí, puedo hacer que el pastel te sepa a caca —dijo divertido—, pero no soy así y no lo haré. Mis dones se usan para el bien, o, para jugar con mis hijos cuando eran pequeños. Y eventualmente jugaré así con mis nietos si los tengo —agregó con un gesto cariñoso. Robin le devolvió la sonrisa.
—Gracias por no hacerlo —rio ella—. ¿Y se limita solo al gusto?
La mirada de Akram se achicó y movió un dedo en el aire como si le hubiera atinado a algo.
—¿Cuántos sentidos existen, Robin?
Ella se miró las manos, igual que una niña pequeña. Y contó con los dedos.
—Gusto, vista, tacto, olfato, oído...y... y... —parpadeó—. Creo que son esos.
—Esos son los sentidos físicos. Porque también están los sentidos de la percepción, tu sexto sentido, el que abarca más allá de todo este plano tan rígido que aprisiona a los terrestres —explicó abriendo los brazos—. Si expando tu sexto sentido, ¿estás lista para ver lo que rodea? ¿Para ver lo que eres en ti misma? Porque si lo hago nunca más volverás a ver el mundo del mismo modo. No creerás más en lo que ves.
Robin recordó el árbol en Hyde Park cuando Kamal le mostró el universo de Torú, cuando le dijo que ese era el mundo real detrás del velo de sus ojos.
En ese instante, todo era muy bonito.
—He experimentado algunas cosas similares —no podía negar que los últimos meses había conocido más mundos y atravesado más velos de los que hubiera imaginado. Para ella el mundo ya había cambiado, aunque no le gustaba para nada.
—Entonces, ¿estás dispuesta a que te libere el sexto sentido por un momento? No será solo la vista. Tu tacto, oído y lengua también van a adaptarse.
Se le aceleró el corazón.
—¿Sirve de algo que lo haga?
Akram amplió su sonrisa con misterio. Sin perder el toque de ternura.
—Mucho. Eres la anfitriona de Ramaya. Cuando la Diosa despierte en ti, cuando estés completa, tu trabajo será vibrar muy alto para que la humanidad se acerque a ella y no a Kaos. Y para ello, tendrás que saber a qué te enfrentas.
De repente se sintió indigestada.
—¿Qué tan malo es lo que voy a ver?
Akram achicó los ojos y miró alrededor.
—Podemos iniciar con algo sencillo —curvó una sonrisa que a Robin se pudo parecer muy atractiva de no haber sido porque el hombre tenía casi la edad de su padre—. Solo espíritus y entidades menores que se pasean de un universo a otro.
Robin se llevó una mano al estómago.
—¿Voy a ver fantasmas? —se estremeció.
—No es como los pintan las películas de terror —contuvo su sonrisa—. Viste a tu madre, ¿no? —asintió—. No era un espectro espeluznante, ¿cierto? —Robin negó con la cabeza—. Puedo expandir tu sentido hasta el nivel intermedio que es el más terrestre. Luego al más alto y luminoso. Pero tendrás que conocer también el universo oscuro. Todo eso nos rodea, solo que nadie lo ve.
—¿Y si todo eso nos rodea no nos debería afectar?
Akram asintió con vehemencia.
—En efecto. ¿Por qué crees que es tan importante detener a Kaos? Sus brazos oscuros siempre están aquí, pero es la luz la que lo detiene de atravesar nuestras corazas. Existen muchísimas herramientas para enfrentarlo.
Robin apretó la boca. No sabía ni estaba segura si quería continuar con aquel experimento. Necesitaba rescatar a Sebastian, no ponerse a jugar. Pero algo le decía que tenía que hacerlo.
—Entiendo tu temor —adivinó Akram—. Pero cuando Ramaya despierte, por el solo hecho de tú poseer un fragmento de su alma y por hospedarla, vas a estar entrando y saliendo de las dimensiones de forma constante. Vas a pelear por el equilibrio de los universos y vas a tener un ejército de ángeles, seres de luz y astrales tras de ti ayudándote. Seguirán las órdenes de la Diosa. Tú serás su representante aquí en la Tierra —Robin se encogió de hombros, intimidada. ¿Ella, qué? —. No lo imaginabas ¿cierto? La guerra contra Kaos no es despertar a los dioses y ya. Hay que hacer que sus poderes despierten a la humanidad y emerja del velo donde está sumergida. Una vez que todos los dioses estén alineados, la población se verá fragmentada, sucederán cosas muy buenas y muy siniestras. Porque Kaos no querrá perder el control. Esa es la verdadera guerra. Y ahí estarás tú, al centro de todo junto con Sebastian Colter —Robin no parpadeó, su corazón se aceleró, entró en pánico—. No son una simple pareja con muy mala suerte. Ustedes son nuestra salvación. Los padres de la vida los eligieron para albergarse en las únicas almas capaces de mantener el control. Son nuestros Adán y Eva.
—¿Qué?... —jadeó. El revoltijo en sus tripas le hizo tener una arcada. Se puso de pie y se giró con rapidez hasta encontrar un basurero. Se agachó con estrépito y vomitó metiendo la cabeza en el basurero—. Ay, mierda... mierda, mierda... —graznó—. Yo no firmé para esto. ¿Cómo me salgo? ¡No quiero ser líder de nada! ¡Ni siquiera me puedo mi cabeza! ¡No quiero nada de esto! ¿Qué no puedo tener un segundo de paz y tranquilidad?
Akram se arrodilló a su lado y le entregó una toalla de papel para limpiarse la boca. Ella quedó sentada en el suelo.
—Una vez que todo se equilibre y la humanidad pueda atravesar a la quinta dimensión, tu vida va a ser plena y tranquila. Pero en estos instantes todos estamos involucrados en esta guerra. Incluso quienes no están. ¿O crees que tu madre está de vacaciones en el universo de Varún? De hecho, uno de sus trabajos es asegurarse que yo haga el mío —soltó una risa nasal y miró hacia un costado. Robin achicó los ojos.
Ya no sentía sorpresa.
—Está aquí ¿no es verdad?
—¿Quieres que active tu sexto sentido? Descuida, será muy leve. Lo suficiente para que veas lo que te dije en un principio.
Cerró los ojos con pesadumbre. Respiró hondo y agitó una mano en el aire.
—¿Tengo otra opción? Si digo que no, me preguntará más tarde ¿me equivoco? —Akram solo sonrió. Robin se sopló los mechones que se habían pegado a sus mejillas—. Cómo sea —rezongó—. Que sea rápido, por favor —se quejó.
Apretó los ojos esperando el impacto. Pero, tal y como cuando entró al universo de Torú, solo sintió un cambio en la atmosfera. El aire estaba más tibio, los aromas más dulces y había muchos sonidos musicales y algo desentonados.
Cuando abrió los ojos, muy lento, con miedo a encontrarse algo raro, se enfocó en la alfombra. No había nada raro. Miró el basurero, luego las patas de la mesa, las paredes, todo se veía y lucía muy normal.
Poco a poco comenzó a alzar la vista, Akram seguía delante de ella, pero un brillo índigo lo envolvía, y sus ojos casi celestes se habían vuelto liliáceos.
Los sonidos le erizaron un poco la piel. Había un suave susurro debajo del ruido de las calles y del ambiente. Algo que no estaba ahí antes.
Movió la cabeza con lentitud y dio un pequeño salto cuando encontró a su madre parada a un costado de la habitación.
—Hola —la saludó con entusiasmo. En efecto, su madre lucía igual de brillante que en aquel lugar oscuro. Pero se mimetizaba con las luces artificiales de la habitación. Como si su figura se condensara mejor a través de ellas.
La voz también se escuchaba diferente. Era concreta, pero también parecía que le costara sintonizar el sonido de forma correcta. Igual que si tuviera interferencia.
—¿Por qué la veo borrosa? Tampoco la escucho bien.
—Solo activé un mínimo, es a lo que casi cualquier persona puede acceder. ¿No te has dado cuenta que a veces crees haber visto algo por el costado del ojo? ¿O escuchaste que decían tu nombre, pero nadie te llamó? Parece una ilusión, pero no lo es —explicó—. Si lo extiendo podrás ver y escuchar más. ¿Estás dispuesta?
Robin miró la imagen difuminada de su madre. Parecía que desaparecía a ratos. Asintió.
No sintió nada físico, pero Eydis cobró una forma mucho más densa en instantes. Ahora se veía como la había visto en aquel limbo.
—Te dije que siempre estoy contigo —parecía que suspiraba, aunque sabía que era imposible. Su voz también era mucho más concreta—. He intentado hacerte las cosas más fáciles, pero no puedo intervenir demasiado.
—Eydis fue quien me advirtió que necesitabas ayuda —le explicó Akram—. Acudió a mí cuando venías en camino y los guardaespaldas de mi hijo te detuvieron. Le pedí a Alid que si encontraba a la mujer que era hija de Eydis te trajera aquí inmediatamente.
—Podría haberse negado —Robin no dejaba de mirar a su madre. Después de haberle llorado por años y de haber sufrido su pérdida de repente sentía mucho resentimiento.
No había podido pensar con claridad todo lo que había ocurrido en aquel lugar oscuro. Siempre pensó que si se reencontraba con ella sería hermoso volver a verla, abrazarla, pero ya no sabía cómo reaccionar.
—Para nada. Eres la anfitriona de Ramaya.
—Y parece que todos lo sabían menos yo —masculló enojada viendo a su madre. Eydis se acercó. Le causó un poco de escalofríos notar que flotaba y que no tenía pies.
—Cometí muchos errores. Morgana sabía todo sobre ti, pero como Moira y Eydis tuve que reservarme algunos conocimientos porque no sabía si te pondría más en peligro de lo que ya estabas —se lamentó. Su voz seguía escuchándose hermosa—. Y ahora ya lo sé. Siempre supe, desde tu nacimiento, cuando Vanna despertó a través de ti, que estaba ante alguien poderosa. Fue difícil adivinar la verdad, porque no fue Vanna quién me lo dijo. Tuve que acceder a aquellos conocimientos guardados para descubrir que eras tú la anfitriona de Ramaya. Que estabas incompleta. Que eres la representación de la madre en la tierra.
Robin se estremeció con eso y entró en pánico. Intentó mantener la calma.
—No quiero nada de esto. No quiero ser la madre de nadie —se detuvo. En algún momento se imaginó teniendo una familia, hijos. Pero si ni ella misma se podía su propia cabeza, ¿cómo podría ser madre de alguien? Aunque así lo deseara, por el momento lo veía imposible. ¡Mucho menos sería un símbolo de ello para una lucha de la que se había enterado hacía pocas semanas! —. Quiero ser yo. Nadie más. Una humana común con una vida normal. Y si es al lado de Sebastian, mejor. Pero quiero salir de este lío.
—No puedes —zanjó Eydis con determinación. Robin se encogió de hombros al verla brillar con fuerza—. Es mi culpa que te sientas así en esta vida. Mía y de tu padre. Si te hubiéramos criado desde un inicio como el alma que eres no estarías tan asustada ni querrías escapar. Esto es culpa nuestra, hija. Eres mucho más de lo que crees que eres. Cuando estés completa lo vas a vivir, a sentir en tus venas. Vas a comprender mucho mejor todo esto —sus ojos semi transparentes miraron a Akram—. ¿Puedes incrementar los niveles?
Robin movió la cabeza.
—No. Espera. —Pidió—. ¿Por qué haces esto?
—Lo que te mostró Kamal fue la punta del iceberg, tesoro. Tienes que ver cómo es el universo en el que habitas. Tienes que comprenderlo. Y entenderás por qué te necesitamos completa. Esto que ves no es nada. Es una ilusión.
Robin comenzó a tener miedo. Sin embargo, Akram, comprensivamente le preguntó a ella primero.
—¿Te atreves a indagar más allá?
Robin jadeó asustada.
—¿Van a estar conmigo todo el tiempo?
—Por supuesto —dijo él.
—Absolutamente —dijo su madre a la vez.
—Además, no estamos solo nosotros aquí —sonrió Akram.
Esta vez, a Robin la invadió un escalofrío. Las cosas se volvieron más brillantes y ligeras, como si estuvieran hechas de agua o gas. Sus manos parecían hechas de arena o de polvo. Movió los dedos y vio cómo parte de ellos quedaba atrás mientras el resto seguía el movimiento hacia delante. Igual que si el viento soplara sobre un montículo de arena.
Intentó agarrarse de la mesa, porque seguía en el suelo, pero su mano traspasó la madera. Tal como le había sucedido a Kamal cuando intentó agarrar una manzana hacía algunas semanas.
¿Eso era lo que veía cuando Torú lo metía en su universo?
Al alzar los ojos se llevó un breve susto. Los cerró y los abrió despacio. Los sonidos eran similares a los que había escuchado en Hyde Park. Había música, voces, susurros. Una combinación de ruido de diferentes entonaciones. Pero no le daba miedo, solo le parecía extraño, como si tuviera un panal de abajas dentro de su cabeza.
Cuando miró a su madre, esta brillaba en luz dorada sin la forma humana tangible que conocía de ella. Y con Akram... soltó un respingo. El hombre era largo y alto, pero ya no tenía rasgos humanos. Su piel se había vuelto de un tono azul muy claro, casi celeste; su frente estaba más alta y sus ojos eran del mismo tono de la piel, pero más almendrados y abiertos, con una pupila negra, grande y marcada. Seguía siendo él, pero era otra criatura.
—¿Qué demo...?
Akram soltó una risa fresca.
—Ya te dije que soy un tártaro —se escuchaba jocoso, pero su voz se había transformado en un eco. Y así como ocurría con ella, parecía que el cuerpo de Akram se desarmaba y volvía a unirse en pequeñas esporas.
Robin escuchó más ruidos extraños. Cuando movió los ojos, aún agazapada en el suelo, vio a los ángeles que acompañaban a Sebastian en Ramaya.
Figuras efímeras, sin forma concreta, pero de muchos colores. Contó unos cinco. Algunos rodeaban a su madre, otros estaban detrás de Akram, y también había unas figuras altas, brillantes y luminosas.
—Hola Robin —reconoció la voz de Kerantos, el ángel que custodiaba a Sebastian—. Eres dura de proteger, ¿eh?
—Ustedes... ¿siempre están por aquí? —Preguntó mareada. No podía mirar por mucho rato porque era demasiada la luz. Y como nada era tangible perdía el equilibrio, no podía ponerse de pie. Se sentía igual que una borrachera, pero consciente.
—Generalmente sí —respondió otra voz.
Robin resopló por la nariz.
—¿Y por qué permiten que me pasen cosas tan terribles? —Se quejó—. ¡En esta y mis vidas anteriores! Si siempre están cerca ¿por qué no hacen nada?
—Sí, hacemos. Pero la energía negativa que cargas es más fuerte. Kaos nos gana cada vez que sus fuerzas te encierran porque tú las atraes —replicó una voz. Parecía molesta—. Podríamos hacer más por ti y Sebastian, podríamos haber hecho más. Pero en cada vida se rindieron muy rápido. Kaos nos ganó. Y aquí solo no ha ganado porque Antaruk está aislando la oscuridad de Sebastian. Podrían haber trascendido de no ser porque te recordó y despertó el amor y la armonía en él.
—Y es contradictorio porque ustedes lo calman y atraen en partes iguales —agregó la voz celestial de su madre—. Por eso tienes que ver la verdad, Robin. Porque para romper la maldición que cargas con Sebastian tienes que saber quiénes te protegen, quienes te apoyarán cuando Ramaya despierte y a qué te enfrentas.
Le comenzó a molestar un poco el centro de la frente. Una ligera presión que ejercía fuerza en su entrecejo. Se acarició la zona y le dio cosquillas. Algo le sacudió el pelo y una fuerza cálida la envolvió. Pero no era una energía, era algo que también percibía físicamente.
Cuando enfocó mejor su visión periférica su corazón dio un vuelco de emoción. Quiso llorar, se le apretó el pecho y liberó un gritito.
—¡Vaki!
Su amigo, su leal compañero, estaba ahí. En una forma majestuosa y brillante. Y no solo él. Por el otro lado, también estaba Kalú. La perrita que su padre le había regalado después del accidente cuando era pequeña.
—¡Mis cachorros! —lloró emocionada.
Sus mascotas brillaban en luz dorada, y el polvillo que se desprendía de ellos era colorido y brillante.
—Ellos siempre están contigo —dijo la voz de su madre—. Nunca te han abandonado.
Ambos animalitos se acercaron hasta ella dando saltos. Robin los pudo abrazar, tocar e incluso le lamieron la cara, aunque no era un toque físico.
Luego sintió una ráfaga de aire suave y perfumado. Y se le erizó la piel.
Si bien seguía dentro de aquella habitación de hotel, el mundo se había expandido ante sus ojos. Cuando miró por la ventana todo estaba repleto de luces y figuras brillantes que se movían por todos lados. Pero, además, también notó una presencia poderosa.
Ante ella se había abierto un túnel, un portal enorme, Vakandi y Kalú corrieron por él y se sumaron al ser enorme que estaba al fondo.
—Torú... —susurró Robin abrumada. El elefante hizo rugir su trompa y se desarmó en miles de criaturas, plantas, hongos y cosas verdes que no podía definir.
Una voz envuelta en mil voces se metió en su cabeza.
«Mi madre te necesita. Eres la pieza que falta. Su felicidad será la tuya. Nuestra paz, nuestro equilibrio, depende que tu unión y la de Sebastian prospere. Estamos contigo. No estás sola.»
¿Así se sentía escuchar un Dios?
—Sin presión ¿no? —respondió ella con sarcasmo.
Le pareció escuchar una risa. Torú volvió a cobrar la forma del animal. Las esporas, esa especie de arenilla, estaba en todos lados, iba y venía e incluso se unía a su propia piel.
Como si todo estuviera conectado.
Entonces pensó rápido.
—¡Espera! —su voz se escuchaba extraña, algo distorsionada y vibraba un poco—. ¿Kamal está bien? —Preguntó preocupada.
Torú no le respondió de inmediato.
—Por favor... —le suplicó—. ¿Sigue aquí...? —tembló—. ¿O está contigo?
Sabía que había hecho la pregunta correcta. No le iba a hablar de muerte como tal, pero recordaba la herida en el pecho de Kamal luego que fuera atacado por Erin y su propio poder.
«Está bien. Resguardado en Alaska. Con tu padre.»
—¿Alaska? —se extrañó—. ¿Puedes decirle que estoy bien? ¿Y que le diga a mi papá?
Torú tronó su trompa y la vibración se volvió más fuerte.
—Adviértele que está conmigo, por favor —la voz de Akram era aún más melodiosa y reverberante. Cuando Robin lo miró ya no era azul celeste, tenía una consistencia similar a los ángeles, pero más corpóreo y casi plateado.
Parecía humano, pero no lo era.
¿De dónde venía Akram Rashid?
Torú le hizo un gesto a Akram que a ella le pareció un asentimiento y sintió la mano del hombre en su hombro. Las esporas o arenilla se combinaron con su propia piel. Y fue ahí, cuando vio hacia abajo, que se asustó de verdad. En medio de su pecho, justo al centro de sus senos, había un tajo, como si le hubieran abierto la piel por la mitad. Y por ahí se escapaba algo parecido a una voluta de humo gris. Se colocó la mano encima pero no podía cerrarlo ni evitar que aquella cosa se saliera.
La grieta en su alma.
Siguió las ondas de humo, igual que si tuviera un hilo conductor. No podía ver dónde terminaba, pero sabía hasta dónde llegaba: Liana.
—Sácame de aquí, por favor —le pidió a Akram abrazándose a sí misma.
—¿Segura?
—Ya vi suficiente —susurró. Miró hacia el costado y se fijó en la luz dorada que desprendía Eydis—. ¿Siempre estarás conmigo?
—Siempre que pueda —respondió ella—. Pero sí. Cuando me necesites, estaré aquí. A tu lado. Igual que Vakandi y Kalú. Literalmente. Estaré junto a ti, aunque no me veas.
Robin apretó los ojos y las lágrimas mojaron sus mejillas.
—Señor Rashid, por favor —pidió cansada. Había demasiada luz e información. Ya era suficiente.
En un abrir y cerrar de ojos todo volvió a ser concreto. Robin se vio a sí misma en el suelo de aquella oficina. Todo volvía a ser tal y como siempre.
—¿Siguen aquí?
—Sí. Siguen aquí —le sonrió él.
Se paró con dificultad. Le pareció percibir movimientos por el costado de su ojo o escuchar uno que otro suave susurro que fácilmente podía confundirse con el sonido del aire acondicionado.
—Las dimensiones se cruzan unas con otras. Tu sexto sentido permite ver las capas de los universos sobrepuestos. Puedes acceder a todos ellos si miras en la dirección correcta —señaló el hombre viendo por la gran ventana que estaba detrás del escritorio.
Robin se sentó en la silla, se sentía observada. No veía nada raro, pero sabía que todos los seres que había visto seguían ahí. Contempló al hombre y una idea cruzó por su mente.
—¿Por eso la gente no se sorprende de su altura? ¿Les hace ver lo que ellos quieren ver?
Akram se volteó con una sonrisa amplia y la apuntó con un dedo.
—Ahora lo entiendes —dijo jocoso—. La humanidad hace justamente eso. Ve lo que quieren ver. Hay tanto en el universo, tanta historia, vida, dimensiones y mundos como puedas imaginar. Pero aquí la mente es una puerta de acero que solo se abre con la llave de correcta. Si te despojas de tus creencias, el mundo se abre ante ti —extendió los brazos—. Y eso también se puede controlar. Lo importante es que sepas que existe más que solo esto —golpeó la mesa suavemente con el puño—. Y por eso, ahora debes ver a lo que te enfrentas —su sonrisa se opacó—. Así como la luz siempre está presente, la oscuridad también, y está ganando terreno. ¿Cómo te sientes?
—Algo mareada, me duele la frente.
—Ocurre cuando se expanden tus sentidos. ¿Estás lista para enfrentarte a la oscuridad?
Robin recordó ese universo al que la habían enviado y tembló de terror.
—¿Sola?
—Estamos aquí contigo. Tu madre, los ángeles y tus canes —la tranquilizó—. El mundo de luz sigue aquí y te van a proteger contra esas energías. Pero tienes que verlas Robin. Tienes que ver lo que impide que tú y Sebastian estén juntos. Lo que esas energías oscuras hacen con la humanidad, con el universo —suspiró—. Cuando seas una otra vez con Ramaya, tendrás que enfrentarte a eso. Todos nosotros. Toda la humanidad.
Robin no quería. Se imaginaba las peores escenas de terror, dignas de películas que no dejarían dormir ni al más valiente.
Saber que eso podía ser real le ponía los pelos de punta.
—¿Es muy necesario?
Akram la miró con tristeza.
—Sí. Y solo será un momento. La oscuridad sabe cuando la están mirando —Robin se estremeció—. Pero no estás sola —los ojos de Akram se deslizaron por la habitación—. Hay más ángeles aquí que en el cielo —rio con sarcasmo—. Todos te están cuidando. ¿Por qué crees que has sobrevivido a tantas cosas desde que recordaste a Sebastian? —Robin se encogió de hombros—. Fueron los ángeles los que avisaron a tu madre dónde te habían enviado. No podría haber entrado a ese limbo sin Ravannah —Robin lo miró y escuchó con atención—. Por eso no te ha ocurrido nada. Es tu propio ejército, tus guardianes. Están aquí para protegerte, para vencer a la oscuridad. Pero para poder vencerla tienes que verla. No puedes ganar esto a ciegas, Robin.
Su corazón se aceleró por la ansiedad y el miedo. Cerró los ojos, respiró hondo y asintió.
—Está bien. Pero que sea rápido. Suficiente tengo con mis propias pesadillas, no quiero pasar noches en vela por culpa de lo que sea que vaya a ver.
—Piensa en la luz —le aconsejó—. No pienses en la oscuridad que acecha, sino, en la luz que lucha. Mientras más alto vibres, más fuerte brillas. No dejes que el miedo te gane. No dejes que Kaos se vuelva parte de ti.
Robin asintió, y lo que estaba dentro de ella se sacudió causándole un cosquilleo en el pecho. Se acarició el corazón con la mano para apaciguar el hormigueo. Se colocó a un lado de la ventana, junto a Akram, y apretó la boca.
—¿Sería muy descortés si le pidiera que tomara mi mano? —pidió asustada. Akram se la cogió con cariño.
—Aquí estaremos. Veremos esto juntos.
Ella asintió.
Entonces, sin previo aviso, ni siquiera a la "cuenta de tres", todo se oscureció de golpe. Sí, era de noche, pero esa oscuridad era diferente, similar a la del limbo donde la habían enviado. Se aferró al brazo de Akram cuando las voces distorsionadas, los susurros y unos extraños aullidos llenaron la habitación.
Un golpe dio contra la ventana y dio un brinco. Cuando se volteó gritó con fuerza, aterrada. Akram la afirmó.
Estaba repleto de cosas negras, deformes. Criaturas extrañas que intentaban atravesar el vidrio y que trepaban por las paredes de la habitación, pero no podían llegar a ella. Robin se fijó en la ciudad iluminada a sus pies. Estaba llena de esas cosas. Trepaban los edificios, se enroscaban en la gente. Había figuras que volaban en el cielo como si fueran serpientes, pero se movían de forma desarticulada y emitían unos sonidos horrorosos.
Se cubrió los ojos y comenzó a llorar de terror. Los sonidos se filtraron en su cabeza y recordó de golpe cuando Merlín hizo pasar a Vanyara por lo mismo. Y no fue la única vida.
Uma también había visto aquel universo cuando su padre le había hecho atravesar un transe con hierbas.
Incluso Tavea había vivido la experiencia cuando el brujo de su clan, que justamente había sido una de las encarnaciones de Phoenix, le había pedido que pactara con esas fuerzas para ganarle a los Dankos, pero ella se había negado después de haber quedado traumada.
Robin conocía ese universo desde mucho antes. La venían entrenando desde entonces.
Pero la información que Phoenix había estado involucrado era algo nuevo que debía tener al tanto.
—No quiero ver ni escuchar más esto —le pidió a Akram—. Por favor —suplicó aterrada, llorando, ocultando la cara en el brazo de él, igual que una niña pequeña.
Las cosas volvieron a la normalidad de golpe. Temblaba, estaba muerta de miedo.
«No es real, no es real, no es real.» Se repitió. Como cuando tenía las pesadillas.
Pero al final solo le quedaba cambiar el pensamiento.
—¿Por qué nadie las ve? ¿Nadie siente esas cosas? ¡Estaban en todas partes! —Chilló aterrada.
No dejaba de temblar. Hubiera dado lo que fuera por volver a aquellas semanas antes que todo se volviera un revuelto de cosas, cuando casi fue arrollada por un autobús en Londres y solo debía preocuparse de su cordura.
—Sí, las sienten. Así como los ángeles y los seres de luz que luchan por detenerlos —Robin sintió otro cosquilleo en su mente. Esta vez, había un ruido diferente. Cuando se fijo en la ventana, vio un montón de seres alados, otros brillantes, criaturas de colores extraños y seres que podían pasar fácilmente por alienígenas, luchando contra esas cosas oscuras—. Todos están ahí. Pero como te dije, el ser humano ve lo que quiere ver. Y la oscuridad siempre es más fuerte que la luz, porque es más fácil creer que eres una persona desafortunada y sin suerte, que creer que estás hecha de este polvo de estrellas —le señaló mostrando el polvillo que se despegaba de sus cuerpos— y que puedes cambiar tu universo como lo desees. Todos somos como el rey Midas, con un toque podemos tener oro. Podemos cambiar nuestra realidad, doblegar al Kaos, pero es más fácil creer que eres nada y que las cosas buenas no pueden ocurrirte porque no te lo mereces —la realidad volvió a ser concreta, Robin apretó los ojos—. Esto es mucho más Robin. Es tanto más. Y, ahora que lo sabes, ¿qué vas a hacer?
—Cuando Ramaya vuelva a ser parte de mí ¿qué va a ocurrir?
—Que va a despertar si te unes a Antaruk —le respondió Akram con calma—. Los dos grandes solo pueden despertar si tú y Sebastian están juntos.
A Robin se le calentaron las mejillas. Esa información también era nueva. Debía decirle a Sebastian o se mataría buscando cómo hacer que su Dios despertara. Y con lo bruto que era, probablemente se arriesgaría de la peor forma para conseguirlo.
—¿Y entonces?
—Entonces empieza la guerra —el hombre señaló hacia la ventana. La ciudad volvía a verse normal a sus pies—. Porque Kaos no va a dejar que lo manden a dormir. Y ya ha ocupado mucho terreno con las almas —suspiró—. Si quieren ganarla, si quieres disfrutar de este amor que tanto anhelas, debes vibrar alto, Robin. Ese amor tan intenso, puro y eterno es el arma que necesitamos. Y créeme cuando te digo, que una vez que sientas a Ramaya dentro de ti, ya no tendrás miedo.
Cerró los ojos, agotada, abrumada y pensando en cómo se iría a dormir sabiendo que esas cosas la rodeaban. Ni en las más horribles películas de terror creyó que todo eso sería posible.
—Eso espero, porque ahora solo puedo pensar en que habrá un monstruo debajo de mi cama y en el armario —tembló.
Akram la abrazó por los hombros con cariño.
—Despreocúpate. En serio. No hay nadie más protegida que tú en este momento.
Ella rodó los ojos.
—Solo porque me necesitan —gruñó—. En mis otras vidas nadie me protegió.
—Ya te lo explicaron, querida. Estabas tan segura de morir una vez que se recordaron con Sebastian, que Kaos se aprovechó de ese miedo y ganó. Ahora que sabes que puedes ganar, deja que la luz te proteja. Gánale al Kaos. Que no te venza la maldición.
Robin solo balanceó la cabeza. ¿Cómo iba a vivir desde ese momento con toda esa información? Una cosa era dejar de ser una "persona normal" y aceptar la realidad de la existencia de otras con poderes, que ya de por sí era una cosa inexplicable. Pero, aceptar que vivía en una especie de teatro donde nada era real, era otra. Pensar que el universo era más de lo que sus ojos veían era una idea romántica y muy bonita sobre romper las cadenas de la ilusión para ser feliz como se le antojara. Pero le costaba asemejarlo. Aceptarlo.
Amaba a Sebastian de una forma inexplicable, pero debía admitir que extrañaba ser parte de los ciegos que vivían del otro lado del velo, sumidos en la ignorancia absoluta sobre la guerra de la luz y la oscuridad.
¿No podía tener un poco de normalidad en su vida? ¿Algo de paz?
Miró por la ventana la cantidad de vehículos y personas que transitaban de un lado a otro, ignorantes de la realidad. De la verdadera realidad.
Y deseó estar ahí, cenando en uno de los tantos restaurantes que daban hacia la calle, disfrutando de la brisa primaveral parisina, escuchando a sus músicos callejeros y bebiendo una dulce copa de vino. Ojalá en buena compañía.
Su memoria trajo a flote a Sebastian. Su corazón saltó, frenético. Cerró los ojos y trató de conectarse con ese pedacito de Ramaya que estaba dentro de ella.
Pero no la sintió.
Rara vez la sentía y no podía definir en qué momentos vibraba más. ¿Qué tenía que hacer para conectar con ese fragmento? La Diosa era parte de ella. Esa determinación que todas sus antepasadas tenían venía de Ramaya. Vanyara y Elaine no estaban completas y habían conectado porque eran valientes. Intrépidas.
Recordó que si bien Uma, Tavea y Vanyara habían tenido miedo con lo que vieron en sus trances ninguna se consumió en ello, sino que entendieron que debían evitar que esas cosas invadieran sus pensamientos.
Así que pensó en cosas buenas. Pensó en lo que deseaba y en cómo sería su vida sin esa oscuridad.
Y en su mente se dibujó un infinito luminoso. Y luego la sonrisa de Sebastian, que se combinó en ese infinito.
La paz la embargó por un instante. Eso necesitaba. Esa sensación de bienestar y de seguridad era lo quería para su vida.
Y esa sensación se la brindaba él. Y si para estar con él tenía que enfrentar a esas cosas, entonces, atravesaría la oscuridad para lograrlo.
Muy a su pesar, claro.
—¿Me puede enseñar cómo enfrentar todo esto? —Preguntó con la voz ronca, sin quitar los ojos del paisaje nocturno tras la ventana.
Akram le sonrió con amplitud.
—Me alegra que por fin lo pidas.
Notas
Como siempre lamento el retraso de los capítulos. Ya he explicado muchas veces que hay demasiada información que soltar, además que Robin debe aprender todo esto desde cero. Los demás personajes tienen estos conocimientos desde antes del primer libro, pero ella no. Es todo un aprendizaje, y va a estar difícil. No hay nadie más cabeza dura que ella, y si hay algo que quiero evitar es que Robin acepte su papel de "heroína" con facilidad. Porque no quiero que caiga en la típica Mery Sue. Quiero que se note que ella no quiere esto y que esa misma testarudez la va a llevar a fallar muchas veces.
Y bueno, Akram se transformará en su maestro, así que serán capítulos muy entretenidos.
Espero que de alguna manera la información impartida en estos libros les resuene por algún lado, porque todo lo que escribo, por lo menos, resuena conmigo, jajaja. Así que para mí es más que solo una fantasía urbana. Hay mucho que pensar en cada capítulo.
Prometo, PROMETO, que los próximos saldrán antes, es todo lo que quiero. Este retraso debo admitir que fue porque tuve que editar el primer libro para enviar el manuscrito a varias editoriales. Así que nada, solo queda esperar.
Muchas gracias por la paciencia, por el amor que le brindan a mis personajes, por estar aquí, por el apoyo y por continuar la aventura de Robin y Sebastian, que sí, tendrán sus momentos épicos juntos. Y solo quiero llegar a esas escenas que serán... ¡uy!
Les dejo un gran abrazo, y sí, les debo el especial de navidad. Me falta solo la versión de Robin, pero como es cortito intentaré subirlo este fin de semana, o a más tardar el lunes.
¡LOS QUIERO TRES MIL!
Kate.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top