El Poder de Urademon

Tenía la impresión que los días pasaban, pero había perdido la cuenta de ellos. Tal vez podían ser solo horas. Era difícil saber con las manipulaciones a los que Pedro los sometía. Podía ser solo su percepción, pero su mandíbula estaba más velluda. ¿Cuántos días habían pasado?

Para Pedro debía ser difícil mantener el control de todos por grupos, así que a veces mantenía a algunos dominados y otras veces a otros. Pero luego de la dominación quedaban todos exhaustos, así que se dormían. Sin embargo, existía una tensión entre Phoenix y Pedro que cada vez se acrecentaba más, y gracias a Liana ya no habían vuelto a controlar a Sebastian porque les había hecho creer que ella lo tenía dominado al controlar a Antaruk.

Esa mañana, por algún motivo, ninguna de las Estrellas había sido puesta bajo control, seguramente, para no agotar sus últimas energías. Pero tampoco tenían las fuerzas para escapar.

Si no era manipulándolos los dejaban sin comida ni agua, para quitarles las fuerzas de escapar. Y sobretodo, sin fuerzas para usar sus poderes.

Se sentía débil y le dolían as articulaciones, como si no se hubiera movido en mucho tiempo. Su cuerpo necesitaba luz, alguna fuente de energía para poder sentirse más vital, pero esa caverna estaba siempre en penumbra. Los últimos días desde que se había reencontrado con Robin los había pasado en Ramaya, no había ingerido alimento porque ahí no había sido necesario. Pero cuando volvió a la Tierra se dio cuenta de lo desgastado que estaba producto de la falta de éste.

Fue un duro golpe a la realidad. Las últimas doce semanas habían cambiado su vida de forma drástica. Los recuerdos, las vidas, descubrir la traición de Phoenix, el reencuentro con Robin, los secretos de sus ancestros, volver a ver a sus padres, la reconstrucción del puente entre la tierra y Varún, haber descubierto su linaje Lemuriano, la guerra de los ángeles, y por último la verdad de su existencia. Una verdad que debía absorber y procesar finamente: su alma estaba hecha con un vestigio de las lágrimas de Antaruk.

Eydis había sido demasiado detallista en confesarle todo lo que ni siquiera él sospechaba. Necesitaba transmitirle esa información a Robin, a sus compañeros, pero en especial a ella.

Pensaba en esos detalles para no enloquecer y querer matar a Alabaster. Pero también quería matar a Antaruk por esconderle la verdad de su existencia.
No obstante, su Dios solo se reía cuando le recriminaba esa información.

"Pero si era más que lógico. No es mi culpa que seas ciego e idiota."

Se apretó los ojos para no gritar y agarrarse a sí mismo a puñetazos, porque no sabía de qué otro modo golpear a Antaruk por cretino.

Vidas, siglos de existencia intentando comprender por qué con Robin no podían estar juntos y era porque la esencia de sus almas se repelía por naturaleza. Y, sin embargo, se amaban tan intensamente como su Dios podía amar a la Diosa de la vida.

Al final todo tenía sentido. No era que tuviera que estar con Liana para unir a sus Dioses, era que Liana era parte de Robin. Cada vez que lo pensaba un escalofrío demencial lo atravesaba.

Intentaba mirar a la mujer que estaba durmiendo sobre su hombro como lo que era: una extensión de la que amaba. Pero la veía más bien como un quiste.

Ese que daban ganas de extirpar para que no siguiera molestando. Era parte de su amada, pero innecesaria.

Christoffer por fin dormía junto a Zoe y Valentina, que lo estaban cuidando. Tenía unas horribles heridas en la cara producto de haberse auto flagelado cuando Liana invirtió su poder al extremo. Otro motivo para querer odiarla. Su amigo no había mejorado nada, por el contrario, lo escuchaba lamentarse y estremecerse de dolor a cada segundo, y, cuando respiraba, hasta a él le dolía aquel silbido seco que escapaba de su boca. Si los días habían transcurrido, Chris llevaba muchos así, sin atención médica. Se le notaba la cara inflamada, tal vez tenía algo quebrado o alguna inflamación interna.

Sus ojos vagaron sobre los demás. Dimitri con el sujeto bajito tenían las cabezas apoyadas contra la pared rocosa, no sabía si dormían. Pero ya era de noche así que, o fingían, o estaban exhaustos.

La chica que le recordaba a June tenía la cabeza apoyada sobre las rodillas, no tenía cómo saber si estaba durmiendo, aunque sentía a su Diosa palpitar cuidadosamente. Tal vez estaban conversando.

Y el tipo de mucho pelo seguía sin despertar. Y llevaba mucho tiempo sin moverse.

Alabaster y Pedro hablaban bajito frente a una fogata que crepitaba con la humedad y arrojaba más humo que fuego. Las últimas horas habían discutido mucho, Pedro no se veía contento y el otro intentaba mantenerlo en silencio. O así le parecía.

Se suponía que no debía mirarlos demasiado rato o se darían cuenta que no estaba dormido y volverían a ponerlo bajo control.

Luego de haber convencido a Liana de ayudarlo, o al menos esperaba haberlo logrado, decidió armar un plan para sacarlos a todos de ese lugar. No sabía dónde estaban ubicados físicamente, pero era importante por lo menos lograr salir de esa caverna. Luego ya pensaría qué hacer. Además, pretendía usar el poder de Liana para controlar a Pedro. Tenían que ponerlo de su lado, aunque fuera a la fuerza. Y para ello era imperativo que Liana creyera que él la necesitaba.

Un grito exaltado de Pedro llamó su atención y lo vio salir de la caverna alertándolos a todos. Valentina dio un respingo y Dimitri abrió los ojos de golpe. Alabaster gruñó algo. Nadie dijo nada, pero Sebastian estaba atento a los movimientos de todas las Estrellas.

Al cabo de un rato, Phoenix arrojó tierra sobre la fogata. El fuego se extinguió y solo quedó una luz blanquecina iluminando las paredes. La luna, tal vez. Luego, se fue siguiendo a Pedro.

Sus ojos miraron a cada uno de los secuestrados y se llevó una sorpresa cuando notó que la piel blanca de la chica encogida estaba brillando, como si tuviera una tela con brillantina pegada a su piel.

—¿Qué hacemos, Dimitri? —Escuchó Sebastian por el costado izquierdo.

Su antiguo compañero guardó silencio un momento.

—Estuve sintonizando con los sueños de los demás. Pude contactarme con el subconsciente de Christoffer, Valentina, Zoe y la muchacha que está ahí —señaló a la misma chica que él estaba mirando—. Todos están cansados y sus dioses sin energía. Fueron manipulados por muchas horas y Liana agitó demasiado sus poderes. Cada vez que ella los vuelve en contra de sí mismo los dioses terminan demasiado agotados para actuar.

—Ni me lo recuerdes —balbuceó el hombrecillo con la voz muy baja. Sebastian intentó escuchar, pero el sonido atronador de la cascada no le permitía entenderlo todo—. Cuando me doblegaron, mi mente se perdió en algún lugar del cosmos. Creí que nunca volvería. Jamás había tenido tanto miedo ni me había sentido tan exhausto, perdido y solo —lo escuchó lamentarse—, y la pobre de Liz... La pobre de Liz...

—Deja de lamentarte, no podemos hacer nada. Lo hecho, hecho está.

Sebastian intentó capturar la mirada de Dimitri, pero el canalizador de sueños estaba con sus ojos claros enfocados sobre la superficie cavernosa.

El hombrecillo lloraba.

Con cuidado se quitó a Liana de encima por un momento. La mujer hizo un ruidito, pero siguió durmiendo. La apoyó despacio sobre la roca, miró a todos lados y volvió a fijarse en Dimitri.

Cuando ambos hombres hicieron contacto ocular, Sebastian cerró sus ojos y se apuntó a la cabeza. Con aquel simple gesto su antiguo compañero comprendió de inmediato. Dimitri se acercó arrastrando las rodillas hasta quedar a la altura de Sebastian.

—Creí que estabas bajo el control de Pedro.

—Lo estuve —susurró, y le acercó la mano—. Tienes que ver esto —urgió sin mirarlo—. Necesito que pases un mensaje.

—Sabes que los sueños son efímeros y quedan a merced del interlocutor —le dijo apenas moviendo los labios—. Sea lo que sea que me muestres será difícil hacer que otros lo reciban cuando me conecte con sus subconscientes.

—Me da igual cómo transmitas la información, solo tienes que saberlo, por favor —insistió—. Eres el único que puede transmitir el mensaje por ahora.

Dimitri asintió y, cuando tocó el brazo de Sebastian, éste le mostró lo que había vivido en Varún y todo lo que Eydis le había comentado.

El poder de Dimitri lo sumergía en un sutil sopor, lo que ayudaba a que se relajara, pero la información pasaba volátil en su memoria. Intentó contenerla todo lo que pudo antes que se le esfumara entre imágenes ajenas y sueños sin sentido.

Cuando finalmente Dimitri estuvo enterado de la verdad, se quedó en silencio.

—De todas las locuras... ¿cómo puede ser que esto tenga más sentido que todo lo que hemos vivido? —miró a Liana—. Tiene lógica, ciertamente. ¿Cómo fue que no lo vimos antes? ¿Por qué no lo percibimos? —estaba en shock—. ¿Qué harás con ella?

—Seguirle la corriente —susurró—. Robin y Liana tienen que volverse una, pero no sé cómo. ¿Puedes transmitirle esto a los demás?

—Puedo, pero si Pedro los manipula podrán hacer que hablen. Tienes que elegir a tus aliados con cuidado. No importa que aquí seamos todos del mismo equipo, si Pedro doblega la voluntad de cualquiera de nosotros estarás en desventaja.

—Hace un momento estaban discutiendo, Pedro y Alabaster —le contó intentando hacerse escuchar sin alertar a Liana—. Ninguno parece muy contento con la situación.

—Claro que no lo están. Algo le prometió Phoenix a Pedro, lo he sentido en sus añoranzas. Uno siente que le deben algo y el otro tiene miedo de ser traicionado. Phoenix sueña mucho con sus planes a futuro, pero hay cosas que se le han salido de las manos y Pedro es una de ellas. No podrá controlarlo por mucho tiempo.

—Eso quiere decir que podemos ponerlo de nuestro lado —observó—. ¿Qué podría haberle prometido?

—¿De verdad lo preguntas? —Ironizó Dimitri—. Toda esta locura que estamos viviendo es porque Phoenix quiere controlar al Kaos. Está experimentando con fuerzas sobrenaturales que son más grandes que él. Ha causado una ruptura entre los ángeles, lo he sentido en las canalizaciones de personas alrededor del mundo. Cree que sabe cómo trabajan los dioses, pero solo está improvisando. Y espera, en sus sueños, que cuando Kaos esté dominado, la oscuridad termine su reinado. Pero también es una fuerza con la que puedes conceder poder. Manipular la oscuridad, la sombra de los corazones de la humanidad, ¿te imaginas? —miró a Liana—. Ella es un claro ejemplo. Si lo que me mostraste es cierto y Liana es la oscuridad de Robin creada físicamente, eso es lo que nos espera si Phoenix manipula al Kaos. Esa oscuridad reinante en cada ser viviente estará bajo su merced, tal y como él la doblega ahora contigo. Tú eres su moneda de cambio. La oscuridad es ambiciosa, es hambrienta. Siempre querrá más, nunca estará satisfecha. Phoenix cree que reinará la paz si Kaos se controla, pero solo someterá a la humanidad a sus deseos más hambrientos y egoístas. A Pedro le ha prometido ese poder. Pero también he visto sus anhelos, sus deseos más profundos. Y en su manipulación he podido contactar con Ranku, su Dios —bajó la voz—. Pedro está desconfiando. Ha visto cosas que no debía ver. Ahora duda. Le tiene miedo a Phoenix. Está observando y siendo cauteloso. Si no ha actuado aún es porque ella está aquí —indicó a Liana—. Y sabe que puede doblegarlo si Phoenix se lo pide. Solo por ti. Ella hará lo que sea por ti, y Phoenix te utilizará para conseguir que ella haga lo que él quiera. Como, por ejemplo, controlar a Pedro si se le escapa de las manos.

—Por eso necesito ponerla de nuestro lado —respondió Sebastian moviendo los labios, casi de forma imperceptible, para que ella no lo escuchara. Por suerte la cascada hacía ruido, pero con ella nunca se sabía.

Dimitri achicó los ojos y la miró dormir.

—¿Qué le has dicho? —quiso saber. Sebastian suspiró y se apuntó a sí mismo.

—Que la necesito —hizo una mueca de asco—. Debo hacerle creer que aún me hace sentir... cosas.

Dimitri asintió despacio.

—Un plan arriesgado, pero inteligente. Cruel, sí, pero inteligente.

—Antaruk me está ayudando —suspiró agotado—. No creo que sea cruel si lo hago por volver a ver a Robin en su estado completo.

Dimitri miró alrededor.

—¿Sabes dónde está?

—Espero que bien —se lamentó.

Se quedaron en silencio. Ni Pedro ni Phoenix volvieron a aparecer durante un buen rato. Sin embargo, sus compañeros comenzaron a despertar poco a poco.

Valentina se veía perdida, Zoe miraba a todos lados con aprensión y miedo, Christoffer se estaba quejando otra vez. Se llevó las manos a la cara y comenzó a aullar de dolor cuando se tocó la nariz. Tenía toda la zona nasolabial moreteada y los ojos inflamados. 

—¡Chris! —Exclamó Zoe, que se acercó gateando a él para ayudarle.

Sebastian miró a Liana que seguía dormida. Ramaya no estaba despierta, y si bien Liana podía hacer más cosas a pesar de ello, también implicaba un desgaste de energía bastante potente. Debía estar agotada si ni siquiera los aullidos de Christoffer la despertaban. O, tal vez, solo no le importaba.

Se levantó del suelo y sin pensarlo demasiado se acercó hasta su mejor amigo. Desde lejos se veía mal, pero desde cerca era peor. Chris tenía toda la nariz quebrada, sus mejillas y frente estaban heridas y al parecer le faltaban algunos dientes.

—Necesitamos a Noah —sollozó Zoe—. Despertó a Elfígere, lo podría sanar en cuestión de segundos. Aguanta Chris, por favor.

Sebastian se agachó a su lado.

—¿Cómo puedo ayudar?

Las dos mujeres dieron un salto cuando no lo vieron venir.

—Phoenix tiene un botiquín, pero solo hay vendas, ungüentos vencidos y alcohol desinfectante —Valentina tenía todo su blanco pelo canoso enredado. A pesar de su belleza, estaba maltratada, con la piel sucia, las uñas picadas y los ojos irritados.

—¡Me duele! —chilló Chris sin poder abrir siquiera los ojos. Sebastian sintió un nudo en el pecho que no pudo contener y liberó un sollozó.

—Te vamos a ayudar, deja ver qué puedo hacer. Tiene que haber un modo de salir de aquí. Necesitas con urgencia atención médica.

No podía evitar rememorar a quien había sido su hermano y amigo en otras vidas. Christoffer era un tipo grande, de mucho cuerpo. Siempre le pareció que cuando pequeño su amigo era más gordito a su lado, pero lo cierto era que Christoffer era de contextura amplia. Era un tipo muy grande.

Verlo tan desvalido le hacía pensar en lo pequeños que eran todos al lado de los poderes de Liana.

La miró hacia atrás y quiso destruirla como nunca había deseado matar a nadie, ni siquiera cuando tenía por destino destruir a la humanidad. No importaba que fuera una parte de Robin, porque ella era toda luz, fuerza y valor. Si Liana era su oscuridad, Robin sabría contenerla. Pero él, como Sebastian, quería matarla. La oscuridad no podía tener un cuerpo, no podía tener vida ni cabida en el universo.

Dimitri tenía razón. No podían dejar que Phoenix ganara. Era siniestro pensar que podía conseguir su cometido. Que podría crear más energías como Liana para tener el control.

De repente escucharon pasos, los tres dieron un salto de sorpresa cuando vieron tras ellos al aborigen que Phoenix había traído con ellos. Era difícil definir su edad, porque además estaba medio desnudo, pintarrajeado y lucía cansado, sucio y abatido. Miraba a Christoffer sin parpadear.

—¿Puedes ayudarnos? —Le preguntó Valentina. Sebastian frunció el ceño. Pero cuando el aborigen respondió, se llevó una sorpresa.

—Hay que hacer cataplasma de barro —respondió indicando los alrededores de la caverna—. Puedo crear medicina.

—Espera, ¿sabes hablar inglés? —Se sorprendió Sebastian.

El aborigen lo miró extrañado.

—Ustedes hablan como yo —Respondió el hombre.

—No —interrumpió Valentina—. Soy yo la que está haciendo que nos entendamos —Explicó. Sebastian se sintió un poco imbécil a no haber percibido el cambio de presión en sus oídos cuando los escuchó hablar—. Dices que puedes ayudar, ¿cómo? ¿Qué hacemos?

El tipo los miró con desconfianza.

—Somos iguales —le dijo Zoe angustiada—. Sentimos al Dios que hay en ti.

—¿Dios? —El hombre hizo un gesto como si lo hubieran insultado—. No Dios. Luz eterna.

—Somos de culturas diferentes —intentó comprender Valentina—. Nosotros les decimos dioses, pero para ellos tal vez las deidades no existen. Tal vez un Dios es un concepto demasiado concreto. Demasiado humano.

—Me gusta el término de luz eterna —admitió Sebastian.

"Es que somos Eternos." Susurró Antaruk dentro de él con divertida parsimonia.

—Como sea —continuó él—. ¿Cómo puedes ayudarnos a salvarlo? ¿Qué hacemos?

Chris se quejó de dolor.

El hombre se le acercó y miró las heridas, luego se fijó alrededor y llevó una de las manos a las paredes de la caverna y rascó con las uñas.

—Barro servirá —se lamió los dedos e hizo algunos gestos, probando lo que estaba rasmillando—. Barro de la roca.

—¿Sacamos la tierra acumulada en la roca? —Intentó comprender Valentina. Sebastian solo miraba como Christoffer se retorcía debido al dolor.

—Por favor, necesitamos ayudarlo. Dinos qué hacer —suplicó Zoe.

El hombre los miró con desconfianza, pero luego cerró los ojos. Sebastian sintió que Antaruk vibraba dentro de él, y al rato percibió la conexión de Tarmund y Zuze, los dioses de Zoe y Valentina. Ovalia, la de Chris, se unió al instante. Era como sentir una corriente eléctrica atravesar sus extremidades.

La necesidad de cerrar sus propios ojos fue más fuerte, y, cuando lo hizo, de inmediato se unieron Oman y los dioses de los demás anfitriones que estaban en la caverna.

Había una Diosa que pesaba muchísimo, que era tan grande como Antaruk o Ramaya, y el cosmos se forjaba delante de sus ojos, se presentó como Umbria. Era intensa pero gentil. Y un poco más hacia lo profundo de su alma, percibió la entrada de Elderon. Lo supo de inmediato, fue como ver un hermano con el que se había peleado hace mucho y no sabía cómo recibirlo, porque todavía existía recelo.

Le dolió el pecho y una rabia ajena lo invadió. Entonces se distrajo por un momento cuando una luz plateada llegó desde otro rincón. Una energía triste y solitaria pero que cargaba mucha rabia.

Sebastian se sintió pequeño ante el encuentro de energías. La incomodidad de Antaruk al reencontrarse con su esposa, Phi, era incluso más intensa que el peso de los grandes. Su Dios no estaba cómodo, tenía al amante de su amada y a su esposa dentro del mismo metro cuadrado.

No obstante, la única que no hizo presencia fue Ramaya. Y tenía la teoría que la Diosa de la Vida no podía enlazarse con los demás dioses si no estaba con su anfitriona completa. Solo con él.

—Lo que sean que estén haciendo, que sea rápido —dijo el hombre pequeño. Se veía cansado, sucio y se le estaba comenzando a ensombrecer la barbilla con barba por los días que llevaban en la caverna—. Phoenix y Pedro regresarán en cualquier momento.

—Estamos débiles, saben que no nos podremos escapar —dijo Zoe. Sebastian la miró con atención. La muchacha siempre había sido algo paliducha, pero ahora las ojeras moradas en su piel y los labios secos, agrietados y casi pálidos, no señalaban nada bueno—. Tarmund está enojado, necesito comer... —se angustió—. Quiere que actúe, que use a Elderon, que provoque una tormenta, pero no tengo fuerzas —intentó tragar saliva y hasta a Sebastian le ardió la garganta al ver que ni eso tenía. Zoe cerró los ojos, era como si quisiera llorar, pero no pudiese. Su voz estaba áspera—. Tarmund no tiene energía sin los elementos así que consume la mía —explicó—. No comemos bien hace días, no tengo fuerzas para sostenerme. Y este viejo cascarrabias insiste con usar mi vitalidad para proyectar la neblina —señaló alrededor. Sebastian comprendió que ella los estaba protegiendo al ver que la humedad que tanto le picaba los ojos no era otra cosa sino que el poder de Zoe—. Lo que sea que tengan en mente háganlo rápido, o moriremos aquí sin poder despertar a los dioses —se desesperó—. Cada vez que Pedro y Phoenix regresan, nos manipulan y usan nuestros poderes como se les antoja. Si seguimos así moriremos de agotamiento.

Sebastian apretó los puños.

—Estaban discutiendo. Pedro salió y Phoenix fue tras él. No sé cuánto tiempo tengamos para poder hacer algo.

—Con barro puedo sanar heridas —interrumpió el aborigen—. Pero él está quebrado —señaló preocupado el rostro de Chris—. Necesito calmar dolor.

—¿Qué necesitas exactamente? —Insistió Sebastian con premura.

El sujeto lo miró y luego agachó la cabeza, como si le hiciera un saludo.

—Hay lazos entre Urademon y tu eterno.

"Es como un primo al que no veo hace mucho" Solo dijo Antaruk.

"¿Cómo nos puede ayudar?" Insistió Sebastian urgido. "No te pongas misterioso y por una puta vez responde, Antaruk. Si alguien muere no podremos despertarlos a todos."

"Muéstrenle el botiquín de primeros auxilios. No puedo ayudarte mucho más. Estoy cansado."

"No me digas. Qué conveniente."

Por supuesto, no respondió de regreso.

—Al parecer hay algún lazo familiar —apretó la boca. Los demás lo quedaron viendo como si esperaran a que diera más información, pero no tenía nada más que decir—. ¿Dónde está el botiquín? —Preguntó. Valentina le entregó una caja mugrosa llena de cajas vacías con ibuprofeno, desinfectante, bolsas de suero utilizadas, muchos medicamentos caducados y algunas jeringas con la aguja tapada. Sebastian tuvo un escalofrío. ¿Para qué eran las jeringas?

Le mostró el botiquín al hombre y éste cogió una de las cajas vacías. La devolvió como si no le sirviera y comenzó a pasar su mano por encima sin tocar nada. Entonces sacó otra cajita.

Cerró los ojos y Sebastian vio con impresión, cómo esta caja se disolvía en una gran cantidad de píldoras sobre su mano.

Zoe se aguantó una exclamación muy aguda que logró filtrarse desde su boca.

—¿Servirá? Es para dolor —indicó el hombre.

—¡Claro que sí! —Chilló Zoe.

Sebastian cogió dos píldoras y se las metió a Christoffer en la boca. Notó que la sangre seca estaba pegoteada en su piel, pelo y barba.

—¿Cómo hiciste eso? ¿Qué hace tu Di... eterno? —se corrigió con rapidez.

El hombre hizo un gesto, ofendido.

—Cambia cosas —le dijo como si fuera algo muy lógico—. Ahora es más fuerte.

—Es el Dios de la transmutación —susurró Dimitri impactado—. Necesitábamos a Urademon para despertar a Vadia. Y despertaron los dos.

—¿Y el secuaz de Phoenix no lo ha sentido? —Preguntó con sorpresa.

—¿Lo has sentido tú? —Lo cuestionó Dimitri—. Es muy liviano. Casi imperceptible, incluso estando despierto. Ni siquiera en medio de la jungla podíamos sentirlo.

—Claro —razonó el hombrecillo—. Porque un Dios que transforma las cosas debe ser maleable, como el viento. Debe escabullirse, ser flexible. Y para eso necesita poca densidad —Sebastian asintió con sorpresa—. Richard Madsen, mi estimado. Soy astrofísico. Estas cosas son mi zona de confort.

Sebastian sonrió.

—Sebastian Colter —se presentó—. No sé si me alegra que esté aquí, pero lo agradezco —miró a los demás—. Por cómo vibra Antaruk ante la presencia de Umbria, tengo la impresión que podría entender mejor a los dioses y cómo están compuestos. Tal vez así podamos despertarlos más fácilmente.

Richard abrió mucho los ojos.

—Nunca lo había pensado así —entonces se fijó en el aborigen—. ¿Cuál es tu nombre, amigo? —Le preguntó. Pero éste frunció el ceño—. Disculpa. Esto... ¿cómo te conocen en tu tribu? ¿Cómo te dicen?

El hombre se demoró en responder.

—Uri.

—¿Uri? —Richard le sonrió y se apuntó con una mano en el pecho—. Richard. Un placer.

Uri solo asintió y Sebastian tuvo una idea.

—¿Puedes cambiar los huesos? —Le preguntó. Uri lo miró sin comprender.

—No les puedes hablar de huesos, piel, pelo, seguro que ellos tienen otra forma de llamar a las partes del cuerpo, tal como con los dioses —reparó Dimitri.

Sebastian se llevó una mano a la cabeza y sintió el pelo enredado, húmedo y pegajoso.

—Bien, esto... —indicó a Christoffer—. Mi amigo tiene heridas, está quebrado, eso dijiste, ¿no? —Uri asintió. Sebastian cogió un palito y lo quebró por la mitad—. Su cara está así —volvió a indicar el rostro y nariz de Chris— Necesitamos esto —y unió el palito. Uri abrió mucho los ojos.

—Oh, ¿quieren hacer esto en él? —Sin siquiera tocar el palito, solo con mirarlo, éste se volvió a unir. Sebastian sintió igual que si un imán hubiera cargado toda su fuerza justo en el centro de ambos trozos de madera. Como si nunca lo hubiera partido por la mitad.

Todos asintieron y exclamaron un "¡SÍ!" muy entusiasta.

—Va a doler —dijo Uri contrariado—. Va a gritar.

—¿Pero estará bien? —Preguntó Valentina preocupada.

Uri indicó las pastillas que había hecho aparecer y estaban repartidas en el botiquín. Luego miró el agua y el barro que caían por las paredes de la caverna.

Entonces acercó su mano y rascó la pared hasta obtener una especie de masa mohosa. En cuestión de segundos, la pasta se había vuelto una sustancia dorada.

—Elixir de Urademon —dijo orgulloso y casi con cariño—. Primera vez que puedo cambiarlo todo, no solo piedritas.

—¿Y qué hacemos con eso? —Preguntó Madsen.

Uri indicó la boca.

—Alimento. Sanará rápido. Pero dolerá primero. Mucho.

—¿Podemos comer eso nosotros? —Cuestionó Richard—. Si es para reponer fuerzas, todos lo necesitaremos.

—Sí —respondió Uri con un gesto gracioso—. Yo comer piedritas cuando estaba perdido.

Sebastian no quiso preguntarle acerca de ello porque no le interesaba saber más de lo necesario. Aunque por el gesto del astrofísico se notaba que el hombrecillo sí quería seguir con la conversación.

—¿Qué esperan? ¡Denle esa medicina a Chris! —Pidió Valentina—. ¡Antes que los otros dos regresen!

Uri se acercó con la cataplasma dorada, algo que a Sebastian se le hizo sumamente extraño. Parecía tener consistencia similar a un moco gigante pero era brillante y luminoso. Cuando Uri lo acercó a la boca de Chris, Sebastian soltó una exclamación repentina:

—¡Esperen! Liana está dormida. Si Chris comienza a gritar va a despertarla.

—¿El sonido de la cascada no será suficiente? —Preguntó Zoe mirando el agua caer al otro lado del hueco de la caverna—, ya me duelen los oídos.

—No tenemos opción —acotó Dimitri—. Si se despierta, tú te haces cargo de ella.

Lo miró con intensidad. No le quedó otra que asentir. Después de todo, solo Dimitri sabía la verdad de lo que le había contado. Necesitaba mantener a Liana de lado de ellos.

Con un simple gesto, Uri le untó a Chris la cataplasma en la cara y metió un poco más en su boca. Después lo miró solo un segundo. El efecto fue instantáneo. Chris abrió los ojos con dolor cuando un fuerte "crack" hizo eco en las paredes de la caverna. Y luego vinieron los gritos, gritos desgarradores y tan estruendosos que a Sebastian se le apretó el pecho.

Entre Zoe y Valentina intentaron afirmarlo, pero no podían evitar que se retorciera de dolor.

—¿Qué miran? ¡Ayuden! —Exclamó Valentina.

Sebastian se le subió sobre las piernas mientras Madsen y Dimitri le sostenían uno la cabeza y el otro el abdomen, y las mujeres le afirmaban los brazos.

—¡Denle esas cosas pequeñas! —Indicó Uri cubriéndose los oídos mientras se agazapaba contra la pared igual que un cachorro asustado. Con los ojos miraba las pastillas que había hecho aparecer.

Sebastian intentó agarrar algunas, pero no las alcanzaba, hasta que la mujer de pelo blanqueado se posicionó a un lado de Dimitri para meterle las pastillas a la boca. Cuando con ella hizo contacto visual, de inmediato fueron transportados a una breve visión del pasado.

Estaba vestido con las ropas de Prassimo. Lo protegía una larga capa que por debajo estaba forrada con la piel de algún animal. Aguardaba detrás de unos frondosos robles que circundaban los terrenos de Merlín. Al viejo lo respetaba y temía en partes iguales. Se estaba mordiendo los bordes de sus guantes de cuero de los puros nervios cuando escuchó un ruido.

Se colocó en posición de ataque, hasta que por entre los matorrales se asomó una chica de piel oscura que vestía una túnica blanca. Tenía el cabello negro, largo y ondulado, como Vanyara. Sus facciones eran filosas, su nariz levantada y sus labios sonrosados y gruesos.

Relajó la postura, aunque mantuvo la espalda demasiado erguida. La mujer también iba cubierta por una capa, pero de color azul oscuro. Era preciosa. Pero nunca tanto como su Vanyara.

Ella le sonrió y él le devolvió el amago de sonrisa. Con June nunca se sabía si las cosas terminarían bien. Tanto ella como con las demás hermanas había una suerte de círculo de protección unas con otras, a excepción de Danna, que era llevada a sus propias ideas y hacía lo que quería.

—Vanya me pidió que te entregara esto —le indicó pasándole un trozo de papiro quemado. Se envolvió en su capa azulina y se encogió de hombros. La noche anterior había llovido y el ambiente estaba húmedo y frío, y tal como Vanyara, June iba con muy poca ropa y casi descalza.

"Merlín quiere verte. Nos espera en el templo de Dea Dam en el bosque de los Benditos."

Prassimo tuvo un escalofrío. El Bosque de los Benditos era una pequeña, pequeñísima zona del bosque a pocos kilómetros de donde estaba la guarida de las sacerdotisas. Se decía que nadie podía encontrarlo, y, si alguien lo hacía, no podría salir. Se suponía que era una leyenda, pero muchos que habían intentado encontrar el templo de Dea Dam nunca regresaban. O bien, el camino era tan intrincado que era fácil perderse.

—¿Sabes cómo llegar? —Intentó mantener la calma.

—¿Al Bosque de los Benditos? —June se ciñó aún más la capa—. Ella dijo que sabrías hacerlo.

Prassimo rio, entre nervioso y hastiado. 

—Creo que no te informó bien —hizo una mueca—. Porque no tengo idea, y no pretendo perderme justo ahora que parece que viene una tormenta. ¿Qué quiere tu padre?

June rio también.

—No lo sé. Yo solo soy la informante y la verdad es que me estoy congelando —entonces se fijó en la capa que él traía encima—. Pásame tu capa y te digo cómo llegar.

—¡Pero hace frío!

—¡Y yo no tengo zapatos! No te quejes. ¿Quieres llegar a tiempo o no?

Con una mueca de fastidio, Prassimo le entregó la capa a June, ella se cubrió con el terciopelo negro y suspiró de alivio.

—¿y bien? —Exigió Prassimo escondiendo las manos en los huecos de los codos.

June indicó un breve sendero a través de unos gruesos troncos cubiertos de musgo.

—El templo está cerca, no demorarás demasiado—el otro alzó una ceja—. Solo tienes que seguir la ruta mohosa. El moho crece al lado derecho de los árboles, sigue ese rastro. Algunos estarán cubiertos por completo y otros por el lado izquierdo. Aunque parezca que la ruta es imposible de seguir cuando veas el moho por la derecha, esa es. Dea Dan no quería ser encontrada. Así que tendrás que atravesar troncos huecos, estrechos pasajes entre árboles y trepar algunos otros. Si lo haces bien, créeme, solo será un rato.

Prassimo tragó saliva.

—¿Y si no lo logro? ¿Si me pierdo?

Los ojos oscuros de ella destellaron con diversión.

—Entonces, fuiste bueno.

Su corazón se aceleró de miedo en el instante exacto que un cuervo graznó entre los árboles asustando a los pájaros que estaban ocultos en ellos.

—Es la señal. Ve. No te perderás.

Y en efecto no se perdió. Intentó confiar en sus instintos, siguió el moho por la derecha. No era difícil seguir el rastro, lo difícil era hacer las maniobras para continuar por el camino.

Cuando llegó al templo, que resultó ser una suerte de rocas dispuestas en forma de triqueta en el suelo, encontró a Vanyara dentro de una cabaña pequeñita justo detrás de los árboles que rodeaban la figura; June y Merlín estaban con ella.

June soltó una carcajada estridente cuando lo vio.

—¿Por qué estás tan mojado y embarrado? —Exclamó Vanyara.

—¿Qué haces acá? —Le preguntó a June—. ¿Cómo llegaste antes?

Merlin se contagió de la risa de June.

—June y sus bromas —se acercó hasta Prassimo y le entregó una manta vieja—. Ven, hay fuego al interior de la cabaña.

—No entiendo. ¿Por qué June está aquí? —Preguntó con inocencia y muerto de frío. El barro, el moho, el agua y la humedad lo había calado hasta los huesos. Se cubrió con la manta que olía a gato viejo.

Arrugó la nariz.

—¿Qué hiciste? —Le recriminó Vanyara a su hermana. La otra apretó la boca.

—Me dijiste que le entregara tu mensaje y eso hice.

—Pero lo mandó por el camino difícil —comprendió Merlín apenas sosteniéndose de su bastón. El viejo ocultaba la barba debajo de la túnica, así que era difícil saber qué tan larga era, pero como caminaba encorvado, seguro que podía llegar hasta el suelo.

—¿Qué camino difícil? ¿No se supone que el templo de Dea Dan es imposible de llegar y salir? ¡Hay hombres que han muerto por no encontrar la salida!

Las mujeres y el maestro rieron.

—Es una estúpida leyenda que hicimos circular con Morgana para que nadie viniera a meterse aquí —rio Merlín—. Dea Dan es sagrada y los mortales corrientes quieren robarse las rocas para venderlas —señaló el suelo—. Tienes dos formas de llegar desde la casa del claro, por el sendero o por el bosque.

—Y June te mandó por el bosque solo para reírse de ti —Vanyara comenzaba a encontrar graciosa la situación, pero a Prassimo no le estaba gustando nada la bromita—. El sendero es directo, no te demoras más de lo que tardaste en llegar aquí.

Prassimo alzó una ceja hacia June que aún cargaba con su capa de terciopelo.

—¿Y los que murieron?

Nadie respondió, solo se encogieron de hombros.

—A veces vienen ebrios y caen por el acantilado que hay por allá —Merlín señaló a un costado de la cabañita y se filtró aire frío por los árboles—. Pero salir no cuesta nada.

—Aporta a la leyenda —sonrió June con maldad.

—Diablos. Eres tan bruja como tus hermanas —tembló—. ¿Para qué me mandó a llamar? —Preguntó a Merlín.

Vanyara agachó la mirada. June dejó de reírse.

—Porque Vanya quiere evitar una desgracia.

Prassimo al principio no comprendió. Entonces se miraron y lo recorrió un escalofrío que le apretó el pecho.

—¿Qué dices?

Ella se acercó y le tomó la mano.

—Necesitamos protección. Algo que nos asegure que, si las cosas vuelven a salir mal, sea más difícil encontrarnos.

—¿Por qué querrías algo así? —Se impresionó él.

—Solo se podrán reencontrar si las circunstancias son favorecedoras y para ello necesitan hacer un pacto. Algo que les haga recordarse en el momento exacto y a la vez los proteja —Explicó Merlín.

—¿Favorecedoras? ¿Cómo? ¿Acaso esta vez no lo fue?

Vanyara se llevó una mano al pecho.

—No del todo. Algo me ocurrió en la última vida. No recuerdo todas mis vivencias y mi talento como sacerdotisa no me deja comprenderlo. Sé que algo pasó, algo hice, pero no sé bien qué fue. Y eso nos costará la felicidad si no hacemos algo pronto para remediarlo.

—Tienen que hacer un juramento ante Dea Dan—sugirió June—. Pero necesitarán un testigo.

—¿Testigo? ¿Para qué?

—Debes unirte a Vanyara —lo atajó Merlín. Prassimo se quedó sin oxigeno por un momento—. Harán un rito matrimonial de la unión de manos frente a Dea Dan y yo lo protegeré.

—Solo si quieres —dijo ella nerviosa—. No quiero forzarte a hacer esto si no quieres.

—¿Un qué?

—Es un ritual antiguo de matrimonio, originario de nuestro pueblo celta —explicó June—. Si te casas con Vanya a través de la bendición de Dea Dan, tal vez en las próximas encarnaciones sus almas estén protegidas.

Cuando Sebastian regresó a la realidad, Chris había dejado de gritar y de moverse. Su cara se veía más deshinchada y las heridas habían mejorado notablemente.

Pero él solo miraba a la muchacha de pelo blanco.

—¿Qué hicieron? —Chilló Liana. Sebastian se volteó con premura—. ¿Por qué está sano? ¿Qué está pasando?

—Estamos resolviendo el daño que has hecho —Espetó Zoe.

—Descubrimos un modo de poder sanar sin Noah presente —le respondió Sebastian hablándole con calma. En su cabeza todavía palpitaba una vaga imagen de sus manos atadas a las de Vanyara con un pañuelo rojo.

¿Se habían casado?

Sonrió un segundo como idiota y su pecho se llenó de calor. June había sido la mujer de pelo blanco frente a él. Seguro que también tenía alguna conexión con Liana.

¿Cómo podía hacer para hablar con ella? Había sido la testigo. La testigo de algo importante.

—Si Phoenix se entera de lo que han hecho...—continuó Liana.

—Lo salvamos de lo que tú hiciste —volvió a replicar Zoe.

—¡Ya basta! —pidió él—. Liana solo seguía ordenes, tenía miedo. Ahora estoy aquí y podremos trabajar juntos, ¿cierto?

Miró a Liana con énfasis, ella asintió entre confusa e ilusionada.

—Si Robin estuviera aquí te mataría por traidor —masculló Zoe.

—¡Pero no está aquí! —Le respondió fingiendo estar a la defensiva. Odiaba hablar así de ella cuando acababa de rememorar su propia boda—. Y yo confío en Liana.

—¡Liana casi mata a tu amigo!

—¡Porque Phoenix se lo pidió! ¡Liana está de nuestro lado!

El ácido se apoderó de su estómago cuando se puso del lado de ella y vio en los rostros de Zoe, Valentina y la otra mujer, como lo repudiaban.

Tal vez era mejor así. Que pensaran que estaba del lado de Liana, así podría acercarse mejor a Phoenix. Pretender que estaba a su favor. Que lo iba a ayudar.

El único que sabía la verdad era Dimitri. Cuando lo miró, éste asintió. Lo había adivinado.

Seguiría con la farsa.

Se acercó hasta Liana y le tomó la mano, sintió el contacto entre Antaruk y Ramaya y ambos se estremecieron.

Zoe arrugó la nariz y se le humedecieron los ojos.

—A Robin le darías asco, Sebastian... ¿cómo puedes confiar en esta? ¿Sabes por todo lo que pasó Robin intentando encontrarte?

—Nadie se lo pidió. Yo no se lo pedí —decir aquellas palabras le quemó en lo más profundo de su alma. Hasta Antaruk resintió aquel dolor. Pero Liana estaba deslumbrada.

Cuando Sebastian miró a la otra mujer, la de pelo blanco, esta alzó una ceja y achicó el ojo que tenía el iris oscuro. El otro era casi celeste.

Y asintió también de forma imperceptible.

Un último y vago recuerdo invadió su cabeza. Una petición, una simple petición:

"—Hazle creer a Danna que tiene alguna opción. Cítala lejos, y esa misma noche huirán con Vanya."

El plan. Un recuerdo al interior de su memoria. Iba a citar a Danna en una taberna lejana y le haría creer que tenía segundas intenciones. Pero ella lo descubrió antes y fue cuando se apareció en el bosque y lo incendió. No alcanzó a llegar al encuentro con su esposa. Y después vino todo lo demás.

Ahora estaba replicando lo mismo. Para salvar a sus amigos y poder encontrar a Robin debía usar a Liana. Solo que ahora sí sabía cómo hacer la jugada a su favor. Porque de una u otra manera debía mantener a Liana con vida hasta que encontrara un modo de hacerla volver al alma de Robin. No sabía cómo lo haría, pero estaba seguro que la encarnación de June lo ayudaría. Ya lo había hecho una vez.

—Phoenix y Pedro se acercan —le avisó Liana.

Todos dieron un respingo de sorpresa. Sebastian sonrió para sus adentros. Liana se había puesto de su lado sin saber que estaba siendo engañada, así que le dio un beso en la frente para entusiasmar las emociones de la mujer.

—A sus lugares —ordenó Dimitri—, finjan que están dormidos. Es hora de salir de aquí.

Justo cuando Alabaster y Pedro entraron a la caverna todos se arrojaron al suelo o contra las rocas. Sebastian se mantuvo de pie y sujetó la mano de Liana. Phoenix se sorprendió y llevó una mano hacia el costado de sus bermudas para sacar el arma con la que le había disparado. Sintió un ardor invisible donde la bala le había dado justo antes de desaparecer.

Pedro alzó una mano.

—No será necesario —les dijo con el mentón erguido—. Vi lo que hiciste con el puente de almas en el reino de Ramaya, Phoenix. Coexistí entre la vida y la trascendencia. No sé qué fue, pero por un momento controlaste a los ángeles con el miedo. Ni ellos sabían qué hacer —Phoenix no se movió—. Manipúlame si quieres, vuelve el poder en mi contra. Pero si haces eso nunca sabrás los secretos de Ramaya ni de Varún. Si quieres controlar al Kaos, me necesitas. Soy el único humano de carne y hueso que ha pisado esa isla y ha regresado para contarlo.

—¿Y por qué ahora te importa el control sobre el Kaos? —exigió saber con un rugido que se escuchó por encima de la cascada.

A través de la vibración de Antaruk percibió la energía oscura de Liana. Necesitaba saber qué sabía Phoenix con respecto a ello, tal vez con esa información podría ayudar a Robin a recuperar esa parte de su alma.

—Porque descubrí que Ramaya está perdiendo fuerzas y quiero sobrevivir —sonrió como lo hacía cuando estaba en Centuria, Phoenix relajó su postura, dudando—. Si Kaos es más fuerte que ella, si los dioses no pueden contra eso, entonces estoy del lado equivocado —estiró la mano hacia Phoenix—. Necesitas esta información, no podrás hacerlo si solo manipulas a las Estrellas. ¿Amigos de nuevo, padrino?

La vibración de Antaruk la percibió como una risa, la de Ramaya estaba apagada, pero Liana estaba alerta a su lado. Ignoraba cómo lo veían los demás. Tal vez como un traidor, menos Dimitri.

Necesitaba ganarse la confianza de Phoenix, Pedro y Liana, o estarían jodidos.

Y era su carta segura para saber dónde estaba Robin, romper la maldición de una vez por todas, y poner las cosas en su lugar.

NOTAS

Sebastian puso en marcha el plan "engañemos a Liana y todo saldrá bien esta vez."
O eso espera. 
Como les contaba en el capítulo anterior, cada personaje o grupo, trabajará en la misma dirección, solo que no saben que están todos remando para el mismo lado.
Así que eventualmente en algún punto van a converger todas las energías.
La cosa es que si bien todos están improvisando, el único que de verdad está haciendo todo sin un plan concreto es Sebastian. Solo está siguiendo su instinto y espera que Liana de verdad sea la carnada perfecta para detener a Phoenix.
Así que en cierta medida, todos están utilizándola a través de sus emociones. Phoenix le prometió que tendría al hombre que amaba a cambio de control, y Sebastian usa ese amor ciego que tiene por él para tenerla de su lado y acabar con Phoenix. 
Admito que amo esto, porque es tan moralmente ambiguo que darles a ustedes estas complicaciones éticas ¡me encanta!
¿Está bien? ¿Está mal? ¿Qué creen? ¿Se merece Liana que la traten así a sabiendas que es una entidad oscura que solo ama a Sebastian porque es un fragmento del alma de Robin? ¿O merece ser amada porque tiene un cuerpo humano y una existencia en este plano terrenal?

Por otro lado, ya tenemos el nombre del anfitrión de Urademon, Uri. Y sabemos que su poder transmuta la materia en lo que sea necesario. ¿Uri puede sanar como Noah? Sí. Pero a través de transformar las energías para convertirlas en otra cosa. Noah puede sanar a nivel físico sin causar sufrimiento porque él regenera, Uri lo hace con dolor porque transforma lo dañado en algo nuevo. Como si se hiciera desde cero. ¿Recuerdan la poción que le da Madame Pomfrey a Harry cuando pierde los huesos del brazo en HP y la Cámara Secreta? Es lo mismo, jaja.

Pero bueno, les dije que aquí todos trabajarían en conjunto para salir de este problema, y Sebastian definitivamente lo está haciendo a su manera. ¿Qué ocurrirá con el grupo de Claire abandonado en Alaska? ¿Y con Robin sola en quién sabe dónde? 
Este libro tendrá muchos narradores, así que próximamente tendremos la versión de Chris también. Y recuerden que hay una guerra angelical en proceso. 

¿Sienten que están pasando muchas cosas en el mundo en este momento? ¿Creen que está todo muy polarizado? ¿Qué hay cosas que quieren salir a la luz pero algo lo impide? ¿Sienten que hay más de lo que se ve? ¿Más de lo que se dice o conocemos? 
Pues, para allá va la historia. Así que no se sorprendan si de repente ustedes se sienten parte de la narración.

¡Nos leemos! ¡Y gracias, GRACIAS, por seguir aquí, apoyándome! ¡Son los y las mejores!
Kate.
 





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