El Lazo de Antaruk y Ramaya
Cada vez que abría los ojos veía todo nublado, pero no le importaba. Tenía a alguien a su lado que lo abrazaba con fuerza y le daba besos para calmar su angustia.
Sin embargo, no entendía por qué estaba tan angustiado. No. Algo no estaba bien.
La niebla ante sus ojos borraba cualquier figura, todo era como una sombra. Había formas que se movían de un lado a otro y desde lejos escuchaba voces, súplicas, a veces risas.
Ya ni sabía qué estaba escuchando.
Poco a poco la niebla se empezó a desvanecer. Cuando aquello ocurría recordaba de golpe una isla, una mujer que le había confesado algo importante y la urgencia de querer difundir aquello a su mejor amigo.
Pero, ¿dónde estaba él? ¿Dónde estaba esa isla? ¿Dónde estaba esa mujer?
¿Y cuál era el secreto?
Apretó los ojos. Le dolía la cabeza y una voz desde muy adentro intentaba emerger a la superficie para poder mantenerse en contacto. Pero cada vez que aquello sucedía, el dolor lo embargaba y volvía a dormirse.
Y de nuevo volvía a despertar, sin saber dónde estaba y sin saber quién lo calmaba con besos y abrazos.
Pero no era un abrazo cálido. Era rígido, desesperado, agobiante. Quería quitarse esas extremidades de encima y no podía.
Porque cada vez que esos brazos lo agarraban, cada vez que esos labios lo besaban, esa voz dentro de él vibraba con tanta fuerza, que la necesidad por responder a las caricias era inevitable.
Había algo que batallaba. ¿Su cabeza?, ¿su corazón?, ¿su mente? ¿Qué daba tanta batalla? ¿Quién era? ¿Cómo se llamaba? ¿Dónde estaba?
Cuando alzaba sus manos no veía más que formas, pero nada concreto. La neblina era demasiado espesa, demasiado fría.
"¡Robin!"
La voz dentro de él gritaba de vez en cuando un nombre. Al principio no sabía qué era hasta que de repente lo asoció a un rostro redondeado y bonito.
Su corazón estallaba en fulgor, los recuerdos volvían de golpe, pero entonces otra vez lo vencía la niebla.
Y cuando abría los ojos ya no sabía si estaba soñando o si estaba despierto. Pero los brazos seguían agarrados a él, y el peso de algo tibio se acurrucaba en su pecho.
—Dime de nuevo cuánto me quieres —le pidió una voz.
La neblina cobró forma y se metió en su cabeza buscando las palabras que su cerebro no sabía procesar.
—Mucho, mucho —respondió adormilado, pero con cierta felicidad. Era extraño. ¿Estaba feliz? — Me haces muy feliz —agregó sin pensar.
—Tú también a mí, amor mío —la dueña de la voz le acarició las mejillas. No pudo apartarse, pero quería. Sabía que después de una caricia venía un beso. Se vio forzado a devolverlo, y junto con él, también respondió el abrazo—. ¿Por qué todavía me miras así? —escuchó a la voz. Estaba enojada.
—¿Así cómo? —respondió él. No sabía dónde mirar. La voz provenía desde su derecha y hacia abajo, así que inclinó la barbilla para ver mejor, pero no veía nada.
—No me ves a los ojos, mírame —la escuchó suplicar.
—Te estoy mirando —dijo él. Pero no era cierto. No veía nada más que una neblina y una sombra que se movía de un lado a otro.
—¡No! —lo soltó—. ¡Pedro! ¿Por qué parece un zombie? ¡Dijiste que estaría en plenas facultades! ¡Qué me vería! ¡Pero sus ojos apuntan hacia cualquier lado!
—¿Qué quieres que haga? Está controlado. Es un títere. No puedo hacer más.
—¡Inténtalo! —chilló la voz—. ¡Quiero que me mire como lo hace con ella! ¿Por qué siento que solo repite?
—¡Dioses! ¡Qué jodes, Liana! —se escuchó el otro, frustrado.
¿Liana? ¿Pedro? ¿Qué eran esos? ¿Animales? ¿Comida? ¿Personas? ¿Por qué no recordaba nada? Se llevó una mano a la cabeza.
"Eres más fuerte que ellos Sebastian, por favor despierta..."
—¿Qué es un Sebastian? —Preguntó con una risita.
—¡Lo ves! Ni siquiera sabe quién es él —exclamó la voz—. Creí que cuando controlabas su voluntad eran solo sus deseos y gustos personales. ¡No está consciente de sí mismo, Pedro! Se supone que debería sentirse enamorado de mí, pero parece un ebrio cualquiera.
—¡No controlo sus emociones! —exclamó el otro.
—¡Entonces haz que Barjnesen use su control emocional para que Sebastian me ame!
Sebastian rio, sin saber bien por qué. Había algo que le parecía muy gracioso. Tal vez lo disparatado de esa conversación.
—No puedo controlar a todos a la vez, Liana. O controlo a tu novio, a Madsen, al indigena y a Vasiliev, o controlo a los demás.
—¡Están locos! —Chilló una voz.
—¡Enfermos!
—¡Sigo aquí y los estoy escuchando! —dijo una voz más grave—. Podrán controlar nuestra voluntad y doblegar nuestros poderes contra nosotros, pero nunca vas a tener lo que quieres Liana. Lo sabrías si entendieras cómo trabajan los dioses.
—¡Y una mierda! ¡Los dioses solo existen para joder! —gritó la primera voz, colérica—. Ellos deberían trabajar para nosotros, no al revés.
—¡Aunque me manipules no podrás hacer nunca que Sebastian te ame! —replicó la voz grave—. Porque si él no te ama de verdad no hay nada que pueda potenciar. ¿Entiendes eso o quieres que te lo mande por escrito? ¡No puedo hacer que te ame porque él no te ama!
—¡Cállate, cállate, cállate!
Un grito agónico escapó de la voz grave y Sebastian intentó mirar más allá de la niebla que se había posado ante sus ojos. Pero solo escuchaba un llanto desesperado proveniente del mismo hombre, y luego, golpes. Como algo pesado chocando con algo.
—¡Basta, basta! ¡No puedo! ¡Haz que pare! ¡Alto!
—¡Liana detente! ¡Vas a hacer que se mate! —Suplicó otra voz, más aguda y chillona—. ¡Detente! ¡Aguanta Chris! ¡No te pueden matar! ¡Nos necesitan con vida!
Sebastian comenzó a desesperarse, parpadeó varias veces y algo frío se coló por su pecho. La neblina poco a poco comenzó a dispersarse.
Cuando logró enfocar las imágenes al horizonte parpadeó varias veces, y su memoria trajo a flote el rostro asustado de Robin la última vez que la vio, cuando Alabaster se presentó ante ellos.
Tanteó el suelo despacio y acarició tierra y roca. No había jaulas, ni barrotes, pero sí mucho aroma a humedad. Apoyó la cabeza hacia atrás y gotas de agua se deslizaron por su pelo. Se asustó un momento al sentir el líquido frío correrle por la cabeza.
Sus sentidos volvieron a la normalidad casi al instante. Estaba al interior de una caverna. Había un zumbido constante alrededor y descubrió que era una cascada que cubría una entrada lejana de donde provenía la luz.
Hizo un barrido rápido con la mirada. Le dolía mucho la cabeza y le pesaba el cuerpo. Vio a Christoffer darse golpes contra la pared rocosa mientras Zoe y Valentina, que estaban atadas de manos y pies, lloraban pidiéndole a Liana que se detuviera.
A su derecha, a poco menos de unos dos metros, estaban sentados Dimitri y un hombre pequeño que no conocía. Ambos con la mirada perdida en el infinito. No estaban amarrados, pero sí lánguidos.
Había otro sujeto, a un lado de Zoe, que también estaba amarrado y dormido. Tenía la piel morena y un gran afro.
No obstante, a diferencia de los demás, no parecía mal herido y mucho menos cansado. Tenía la apariencia de estar tomando una sencilla siesta. Y un poco más allá, cerca de la entrada a la caverna, había una mujer muy blanca que además tenía el pelo blanco. Su corazón dio un vuelco al reconocer a Danielle y June, y ni siquiera estaba despierta.
Y más cerca de él, atado de manos, había un hombre muy flacucho de piel morena curtida, con pelo en la cara, manchas de pintura por todos lados y vestido con hojas, como si fuera un cavernícola. Tenía los ojos negros y estaba ovillado como un bebé, muerto de miedo.
Con disimulo puso atención a la conversación que había de fondo. Cada vez que volvía en sí recordaba todo del golpe y cómo Liana utilizaba a un tal Pedro para que controlara su voluntad. Cuando ocurría, el mundo entero dejaba de importarle. Se dejaba llevar por las órdenes cual bolsa al viento y se olvidaba de su propia existencia. Le podían decir que saltara desde la cima de una montaña y lo haría sin cuestionar.
Zoe comenzó a llorar, y Sebastian se fijó que por las mejillas y ojos de Christoffer corrían hilos de sangre.
—¡Detente Liana! ¡Lo vas a matar! —Chilló la muchacha, desesperada.
—¿Qué tan importante es Ovalia para la guerra? —Preguntó la otra con aburrimiento—. Solo maneja las emociones.
—Mucho —respondió Alabaster. Sebastian apretó los puños, pero no se movió—. Ya, detente. Necesitamos que despierte a la Diosa.
Liana resopló y los golpes y el llanto cesaron.
—Necesitamos un médico —Sollozó Zoe—. O primeros auxilios. Está sangrando mucho, por favor...
Alabaster se quejó.
—¿Quién me manda a tratar con críos? ¡Parecen bebés! —se escuchó un ruido sordo, Sebastian miró de costado y vio que le había arrojado a Zoe un estuche negro—. Hay algunos parches, desinfectante e ibuprofeno. Estará bien.
Zoe sollozó, pero no dijo nada.
—¿Qué es lo que pretendes con ese hombre, Alabaster? —exigió saber Valentina—. ¿Es que no ves lo errado que estás? ¡Estás utilizando los sentimientos de Liana para algo que no tiene puerto! ¡Estás...!
Se escuchó un golpe y luego un chillido.
—¡Cállate! ¡Pedro! —Exigió Phoenix, con tono aburrido pero elevado—. ¡Ya me tienen harto! ¡Libera a Madsen y a Vasiliev y contiene a estas histéricas! Y tú, Liana, deja de llorar —suplicó enfurecido—, y verifica si Sebastian sigue bajo los efectos del control. Iré a tomar aire, el oxígeno aquí está viciado.
Sebastian fijó sus ojos en un punto fijo sobre el suelo. Escuchó pasos y luego un cuerpo se agachó a su lado.
—¿Seb? —Era Liana. Su voz estaba quebrada—. ¿Mi amor?
A Sebastian se le revolvió el estómago al escucharla hablarle así. Era tan asqueroso como recordar lo babosas que eran Danna y Josephine. ¿Hasta qué punto esa mujer era capaz de arrastrarse con tal de poseer un pedazo de su amor? ¿Cómo hacerle entender? Christoffer ya le había dicho que no podía potenciar algo que no existía. Entonces, ¿cómo pretendía que se enamorara de ella?
Pensó con rapidez. Tenía que ir por Robin. ¿Dónde estaba? ¿Qué habían hecho con ella? ¿Estaba a salvo? No podía recordar todo lo que había ocurrido antes de aparecer al interior de esa caverna.
Faltaban muchas Estrellas y deseaba con desesperación que ella estuviera en compañía de los demás, a salvo.
Si tan solo supiera lo que había hecho. Pero no lo recordaba por estar bajo los efectos de las órdenes de Pedro.
Solo le consolaba saber que Phoenix no podía matarla porque de ser así todos morirían, y necesitaba a los dioses despiertos.
Pero, si quería salvarla, primero tenía que descubrir cómo salir de ahí. La pregunta era ¿cómo escapar sin ser manipulado?
"Piensa, eres inteligente..."
Sebastian sintió su piel erizarse ante la humedad de la caverna, pero también a causa de las pulsaciones que se aceleraron cuando Antaruk vibró ante la presencia de Ramaya cerca de él.
El único resquicio de amor que sentía por Liana era el que su Dios tenía por la Diosa que ella poseía.
Tenía que fingir.
Por Robin. Por sus compañeros.
Tenía que pretender. La energía de los dioses le ayudaba a sentirse atraído. Aunque después se arrepintiera de haberla tocado. No por lástima, sino que por asco.
Una vez más le haría creer que podía sentir algo por ella, solo así podría salir de esa caverna y salvar a los demás.
Se iba a aferrar al amor de Antaruk por Ramaya. No tenía otra opción. Era eso o volver a caer en una neblina que le bloqueaba sus sentidos hasta convertirlo en una marioneta.
Se conectó a ese lazo profundo y le dolió el pecho, porque Antaruk estaba sufriendo por tocar a su amada, pero a él le dolía porque el envase le causaba asco.
—¿Liana? —Preguntó fingiéndose adormilado—. ¿Eres tú?
—¿Estás consciente? —Preguntó asustada—. ¡Oh, no! —Exclamó.
—No. Espera —subió la mano y le secó las lágrimas, y apoyó la palma en su mejilla—. ¿Estás bien? ¿Qué te ocurrió? ¿No te han hecho daño?
Liana lo miró entre sorprendida y enternecida.
—No... —dudó—. Estaba preocupada por ti —miró hacia el costado, buscando a Pedro, pero Sebastian le obligó a mirarle. Los ojos oscuros de Liana lo vieron con impresión y un breve rastro de incertidumbre.
—¿No estás herida? —Buscó a Christoffer con la mirada y descubrió que estaba siendo atendido por Zoe y Valentina, las que habían sido desmaniatadas luego que Pedro las pusiera bajo su control. Los movimientos de las mujeres eran demasiado robóticos. Mientras, del otro lado de la pared, el hombre pequeño y Dimitri comenzaban a desperezarse con un quejido de dolor después de haber pasado muchas horas bajo el control de la voluntad.
—No... —Liana volvió a dudar—. ¿Por qué me ves así?
—¿Así cómo? —Frunció el ceño y luego se incorporó y soltó un quejido cuando le dolió la espalda—. ¿No te duele nada? Siento que me pasó un tractor por encima —ella lo estudió con preocupación—. ¿Qué? ¿Tan mal estoy?
Liana dibujó una sonrisa y negó con la cabeza.
—Al contrario. Te ves lindo —le acarició la mejilla con temor, y él dejó que lo hiciera, aunque por dentro estaba odiando su contacto. No hacía más que recordarle las encarnaciones pasadas.
—Tenemos que salir de aquí —le dijo bajito, alejándose un poco para no delatarse, y miró hacia todos lados—. Hay que ir a buscar a los demás. Tengo que transmitir lo que vi en la isla.
Una corriente helada le atravesó el pecho y miró a Liana con otros ojos por un momento. ¿Y si Eydis estaba equivocada?
Antaruk vibro con el contacto, Ramaya estaba respondiendo. Recordó la tentación a la que solía ceder y no le fue tan difícil sonreírle con algo de autenticidad, aunque el sentimiento no fuera suyo.
—¿Qué? —intentó persuadirla viéndola sin parpadear, fijando sus ojos sobre los de ella—. ¿No me dirás que sigues siendo cómplice de Phoenix? ¿Acaso tú nos trajiste hasta aquí? —Inquirió intentando escucharse temeroso.
Pero Liana ya había caído. Con ella era fácil. Podía ser manipuladora a su manera, pero Sebastian sabía cómo doblegarla.
—No, no. Yo no tuve nada que ver —se lamentó afirmando la mano de él sobre su mejilla—. Estoy asustada. No sé qué cosas pueda hacer Pedro contra nosotros.
No le creyó nada, pero asintió. Se incorporó un poco más y amplió la sonrisa.
—Me alegra que estés a salvo —mintió. Lo recorrió un escalofrío. Entonces recordó de nuevo lo que Eydis le había dicho y se separó de ella con un gesto brusco, pero Antaruk volvió a empujarlo—. Tienes que estar a salvo.
La miró fijo. Había muchas cosas que no comprendía, pero primero necesitaba hablarlo con sus compañeros. Mientras, debía mantener controlada a Liana.
Controlada y consciente.
—¿De qué hablas?
Sebastian apretó los labios en una línea tensa.
—Tienes a Ramaya dentro de ti —Le explicó. El gesto de ella se ensombreció, pero Sebastian cogió su mano y la apretó con cariño—. Vi muchas cosas en la isla, aprendí muchas cosas. De no haber sido por ti, tal vez estaría muerto y no habría descubierto ese lugar. Tampoco habría visto a mis padres. Gracias por salvarme. Por darme esta segunda oportunidad de vivir.
"Qué mentiroso eres. Pero vas bien... la necesitamos."
Sebastian carraspeó. Liana le sonrió encantada y con los ojos llorosos.
—Lo haría mil veces. Lo sabes. Por ti haría lo que fuera.
—Entonces escapemos —le agarró las dos manos y las sujetó con fuerza, mirándola con énfasis—. Salgamos de aquí. Phoenix está loco, Liana. No sé qué es lo que espera de nosotros, ya ni siquiera sé si tiene un plan, solo sé que está enfermo de la cabeza —miró hacia las demás Estrellas. Todos malheridos, maltrechos o inconscientes—. Tenemos que escapar antes que mate a alguien.
—Va a ser difícil pasar desapercibidos —se lamentó ella bajando la voz. Sebastian frunció el ceño—. ¿No recuerdas nada de lo que ocurrió en la selva?
Él negó. Lo único que tenía en su mente era el beso que le había dado a Robin y lo que ocurrió después, cuando intentó protegerla al momento que apareció Phoenix.
—Lo último que recuerdo es cuando Chris me sacó del portal—mintió. Tenía que hacerle creer que Robin estaba fuera de su rango de recuerdos. Sin embargo, debía encontrar un modo de mantener a Liana junto a él.
¿Por qué era todo tan complicado? ¿Por qué no se daban las cosas con facilidad?
Era demasiado difícil sostener el engaño. Tener a esa mujer cerca de él le causaba un enorme rechazo, pero por sus compañeros y Robin, tenía que aguantarse. Si Liana era la única opción para acercarse a Phoenix, tenía que fingir.
—Oh... —dijo ella, y su mirada entre preocupada y alerta cambió a un semblante más relajado.
—¿Dónde están los demás? —Miró hacia todos lados. Faltaban Estrellas, junto a él solo había algunos pocos. ¿Dónde se encontraban Noah, Etienne, Isis, Meiling...? ¿Dónde rayos estaba Claire, su hermana postiza? ¿Estaría a salvo?
Siempre recordaba que una de las tantas promesas que se había hecho a sí mismo cuando descubrió su poder y la falsa profecía de la batalla era que debía proteger a Claire. La única que de verdad valía la pena salvar.
Y ahora ni siquiera estaba ahí con ellos.
Se le aceleró la respiración. ¿Qué había hecho Phoenix con su familia? Esperaba que ella estuviera bien. Recordando los lazos del pasado se la imaginaba junto a Robin protegiéndose una a la otra.
Deseaba desesperadamente que las mujeres más importantes de su vida estuvieran a salvo.
—Ellos... —Liana titubeó y miró hacia todos lados. Sus ojos oscuros se posaron en un hombre que debía ser solo un poco más joven que Alabaster, Pedro. La energía del sujeto vibraba de un modo extraño. Su Dios era poderoso, pero lo percibía agotado, algo parecido a Ramaya, como si los dioses que se albergaban en almas destructivas no tuvieran suficiente energía para manifestarse.
"Ahora entiendes cómo me sentía contigo..."
Sebastian agachó la mirada por un momento.
"Y lo lamento. Sabes que me lavaron el cerebro..."
"Cuando niño. Pero de adulto aún pensabas de forma retrógrada. Fue el recuerdo de Robin lo que te hizo cambiar, volver a tu centro. Con Pedro es similar. Debe volver a reconectarse con su Dios, con su propia humanidad. Es la razón por la que fue elegido."
Dudó por un momento. Sabía la respuesta y le enojaba que Antaruk no le hubiera dicho nada antes.
"Imagino que con Liana no será tan fácil. Volverla a su centro." Le espetó.
"Liana debe volver a dónde pertenece. Así que lo mejor que puedes hacer es que confíe en ti."
"No tendría que pasar por todo esto si hubieras abierto la boca antes."
Antaruk no respondió.
—¿Y bien? —preguntó en voz alta. La pregunta iba para ambos, pero el Dios siguió en silencio. Sin embargo, Liana lo observaba con cautela.
—No lo sé...—respondió ella y se mordió el labio, estudiándolo. Desde la esquina donde estaba Christoffer se escuchaba un quejido. Sebastian desvió la mirada y vio a quien había sido su amigo de la infancia con el rostro cubierto de sangre mientras Valentina y Zoe le limpiaban las heridas con el kit de primeros auxilios que les había arrojado Phoenix—. Desperté en esta caverna.
Mentirosa. Pensó.
—¿No escuchaste nada? ¿No has visto nada?
—Estoy igual que tú, desperté hace poco —Sebastian apretó una sonrisa solo para evitar verla con odio. Era impresionante lo buena que era mintiendo, incluso tenía hasta los ojos cristalinos.
¿Cómo no se había dado cuenta antes de sus lágrimas de cocodrilo? ¿Cómo no se había dado cuenta de la habilidad que tenía para manipularlo?
Era hora de cambiar el juego a su favor.
—¿Quién es ese? —Indicó a Pedro.
El tipo andaba vestido con unas bermudas y una playera que se le pegaba al cuerpo con la humedad. Parecía tener buena complexión física, pero también se veía demacrado. Tenía mucha barba y pelo, todo desprolijo y desordenado. Sebastian sabía de apariencias, él mismo era muy vanidoso y no le costaba nada adivinar que aquel sujeto llevaba meses sin asearse. Necesitaba una buena afeitada. Alguien que cuidaba su estado físico no pasaría por alto su estética personal. Aunque viviera en una caverna.
¿Era también víctima de Alabaster? ¿Podía estar siendo sometido a pasar por todo aquel circo? ¿O era un nuevo prospecto de reemplazo a Liana?
Alguien que no le fallaría a pesar de no estar satisfecho con su apariencia.
—Pedro. No recuerdo su apellido —le explicó con rapidez—. Viene de Panamá.
—¿Y qué hace? ¿Hipnotiza? —miró a Valentina y Zoe, Liana se lamió los labios, tardando en responder.
—No...—dudó, sin dejar de verlo con cuidado—. Controla la voluntad.
Sebastian parpadeó varias veces.
—¿Sabías de él? ¿Cuándo estabas en Centuria? —Liana apenas movió la cabeza—. ¿Liana?
—Creo que es mejor que vuelva a mi lugar antes que nos vea conversando, puede ser peligroso —susurró sin mirarlo, pero él la cogió por la muñeca antes que se levantara. Ella se volteó con fuerza, el lazo entre Ramaya y Antaruk fue como un látigo en el aire que le erizó la piel. Contuvo la energía que quiso escaparse de él. No había señales de electricidad, el sol seguía brillante al otro lado de la cascada.
—Pero tú puedes controlarlo —le dijo en un susurro insistente—. Puedes volver su poder en su contra, no está Claire para bloquearte. Tú puedes sacarnos de aquí, sálvanos, Liana.
Lo vio en sus ojos. Liana era lista y sabía de su ardid. Alguien como ella nunca se habría dejado manipular con tanta facilidad. Controlar a Pedro sería muy fácil. Pero no lo hizo y al parecer, no lo iba a hacer.
Conclusión: Liana estaba trabajando para Phoenix.
Tenía que convencerla que debía volverse a su favor.
¿Qué le había prometido Alabaster para tenerla en su poder?
Hizo un barrido rápido con la mirada y vio a todos mal heridos, cansados y algunos con la vista perdida. Le dolió el corazón al ver a Christoffer inconsciente en el suelo.
Alguien grandote como él parecía imposible de derrotar físicamente, a no ser que le obligaran a golpearse a sí mismo.
Apretó los dientes.
La única ilesa era Liana.
Y él.
Y el tipo del afro. ¿Quién era ese sujeto?
Al verlo sintió la cosa más extraña, entre compasión y rabia. El agua se reorganizaba en torno al desmayado como si siguiera un patrón de conducta. De repente quiso ponerse de pie y golpearlo, pero después sintió nostalgia.
Nunca había tenido hermanos, pero creyó que así se podría sentir cuando alguien de tu propia sangre te hacía una broma de mal gusto y luego te abrazaba para pedir disculpas.
Elderon.
El sujeto hospedaba a Elderon, y generaba dentro de él un torbellino de confusión. Intentó cortar el enlace y poner atención a sus propias elucubraciones. Se enfocó en Liana otra vez. Si estaban los tres ilesos era seguramente porque ella lo había pedido.
Sintió un escalofrío. ¿Por qué Phoenix cedería a aquella petición? ¿Y si le prometió a Liana que tendría su amor a cambio de ayudarlo a controlar a las Estrellas?
Entonces la solución era más simple de lo que creía. Tenía que hacerle creer a Liana que aún podía existir algo entre ellos, antes que Pedro ocupara su poder para doblegarlo a amarla.
Prefería fingir a tener que olvidar lo que en contra de su voluntad le obligarían a hacer con ella. Si no recordaba nada después del beso con Robin era porque lo habían manipulado.
Entonces, todo lo que Pedro les obligaba a hacer, se borraba de sus memorias.
Volvió a hacer un barrido y vio a Dimitri. Se veía ojeroso y cansado. A su lado, el hombre pequeño se apretaba los ojos con cansancio, intercambiaron una mirada fugaz, entonces, el hombrecillo comenzó a llorar.
Dimitri le colocó una mano en el hombro a modo de consuelo. O, tal vez, estaban intentando hacer conexiones entre dioses. El del hombrecillo se sentía denso y pesado, como una energía demasiado grandiosa. Pero también había una aún más fuerte. Con otro barrido de la mirada llegó hasta el aborigen que estaba agazapado a un costado. Tenía los ojos cerrados y la cabeza apoyada contra la pared. Sebastian percibió la gran energía que se desprendía de él y que solo había sentido alguna vez desde Kamal.
El aborigen tenía un Dios despierto, pero, por extraño que pareciera, se sentía lejano. A pesar de la gran energía que se desprendía de él, no se sentía poderoso. Y seguro era por el control de Pedro.
Necesitaba quitarse a ese tipo de encima. Pero, ¿cómo?
Liana seguía viéndolo con cierta curiosidad, tenía que actuar rápido antes que sospechara. No quería aferrarse demasiado a los sentimientos de Antaruk por Ramaya, para no ceder con tanta facilidad, pero le servía para no sentir asco al tocarla.
—¿Salvarlos? —susurró ella regresándolo a sus pensamientos—. Aunque pudiera volver el poder en su contra hay que sacar a todos los demás de aquí, y ni siquiera sé dónde estamos.
Sebastian apenas frunció el ceño. Era una mentirosa.
—¿Cómo no lo vas a saber? ¿Qué tan lejos podría haber llegado Alabaster con casi nueve personas? —Volvió a mirar al grupo—. Y no veo a Etienne, así que no lo ocuparon a él para trasladarse. A no ser que lo haya asesinado —sugirió preocupado. Liana negó con suavidad.
—No, claro que no, no sería tan imbécil —se mordió el labio—. En ese caso deberíamos seguir en Papúa —repuso con inseguridad, un tono de voz que delataba en cierta medida la desconfianza al revelarle información. Tenía que conseguir más. Toda su confianza.
La afirmó del brazo con un poco más de fuerza, pero con tacto. Como si quisiera tenerla cerca, tenía que hacerle creer que estaba preocupado por ella.
—Liana, tienes que sacarnos de aquí, eres la única que puede hacerlo, Phoenix confiaba en ti —le suplicó sin parpadear, esperando que en ese simple gesto ella confiara, que cayera. Pero estaba dudando, lo veía en sus ojos.
Unos ojos que le entregaban aquella mirada horriblemente familiar. Todo en ella era una aberración, y sin embargo, tenía que apegarse a su plan o jamás podría salir de ahí, jamás podría encontrar a Robin, estuviera donde estuviera.
Batari tenía razón cuando le había advertido sobre la sombra siniestra en su equipo. Pero jamás pensó que fuera algo tan literal.
Una sombra hermosa, seductora, anfitriona de la Diosa más poderosa del universo y, sin embargo, tan liviana y frágil como una pluma, como la vida misma.
"Concéntrate, Sebastian."
Sebastian parpadeó y sacudió la cabeza. No sabía si sentir miedo, curiosidad o despecho. Lo que sí sabía era que le causaba rechazo, pero tenía que camuflarlo. Tenía que encontrar en Liana el pequeño lazo que podía atarlo a ella, solo así podría salvar a los demás.
—Sebastian, no lo sé... —ella cuadró sus hombros con inseguridad. Pero también tenía un dejo de sospecha en su expresión. Sebastian bajó la voz aún más y se le acercó fingiendo desesperación.
—Liana, por favor —le suplicó—. Tenemos a Antaruk y Ramaya dentro de nosotros, somos poderosos, nuestros dioses dieron inicio a la vida en el universo. ¿Qué es Phoenix al lado nuestro? Nada. Un simple mortal con un plan muy elaborado. Pero nosotros estamos anclados a toda la existencia.
Recién ahí ella lo miró con atención, con sus largas pestañas revoloteando en la incertidumbre de aquellas últimas palabras.
—¿No es lo que siempre me dijiste? —Insistió él—. Que solo nosotros podríamos salvar al universo. ¿Qué sin nosotros, no hay nada? ¿Qué quedó de eso? ¿Aún confías en lo que tenemos?
Nosotros. La palabra mágica que ella necesitaba escuchar. Lo sabía porque lo vio en su mirada, en el rubor de sus mejillas y en la respiración errática que escapaba de sus labios.
Liana miró hacia todos lados, estaba dudando.
—Liana —insistió aferrándola con un poco más de fuerza por el codo, y la acercó hasta él. Ella terminó a un palmo de distancia de sus labios. Sebastian tragó saliva. No iba a besarla, pero tenía que hacerle creer que podía existir alguna esperanza o jamás podrían salir de ahí. La respiración de ella se aceleró—, por favor —le suplicó desesperado—. Te necesito.
¡Bingo!
Liana se estremeció.
—Está bien... —aceptó sin parpadear, él le sonrió aliviado y apoyó su frente contra la de ella. Estaba intentando por todos los miedos no tener que besarla, y esperaba que los gestos físicos fuesen suficientes.
—Gracias... —apenas le rosó la piel con los labios y luego agachó la barbilla para verla a los ojos.
Ella le acarició el mentón con la nariz, Sebastian tragó saliva y cerró los ojos, asqueado. Pero su expresión debía demostrarle que estaba aliviado. Que de verdad estaba disfrutando de aquella "tregua".
—¿Qué tienes en mente? —Le preguntó bajito. Sebastian aprovechó de alejarse.
—Tienes que volver el poder de Pedro en su contra y liberar a las Estrellas. Luego, ya veremos cómo salir de aquí. Antes que Phoenix regrese.
NOTAS
Discúlpenme por la demora. La verdad es que tenía este capítulo listo hace mucho rato, pero no quería publicarlo hasta no haber avanzado otros capítulos.
Sebastian está jugando con fuego, y aquí es donde entra la distorsión entre lo moral y lo justo. Porque ¿será necesario jugar con los sentimientos de Liana para conseguir salvar a sus amigos? ¿Se lo merece ella?
Aquí es cuando se desatan los debates y amo ver eso jejejeje
No me queda más que agradecer por el apoyo constante y sobretodo el hecho que tengan paciencia y sigan aquí.
El siguiente capítulo será un huracán, una bomba, va a acabar con teorías o a confirmarlas: sabremos qué es Robin.
Así que espero que tengan sus anotaciones al día jejeje
Les avisaré cuando esté disponible la publicación. Por ahora, espero demorarme mucho menos que con este segundo capítulo. No será dentro de los próximos días, pero sí demoraré mucho menos.
Les dejo un abrazo y gracias por seguir aquí.
Kate.
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