IV


Donde se cuenta el sueño que no puede faltar en una estoria como esta e cómo termina todo

Con Bella Swan atada e amordazada, la compaña siguió su camino tranquilamente. A la hora de vísperas, llegaron a un bosque mucho espeso e extenso. Galaor catábalo con aire pensativo e dixo:

—Seguro so de que aquesta floresta non estaba aquí antes. Hemos menester de atravesarlo, ende mantenedvos cerca e non vos alexedes demasiado, ca fácil es se perder.

—Como quieras −respondió doctora Susan Calvin−, me da lo mismo.

E en tomando las riendas del palafrén con una mano, Galaor condujo a las doncellas al interior de la espesura.

Mucho tupidos eran las copas de los árboles e muy poca la luz. El caballero había problemas para ver por do iba, mas non osaba dezirlo, nin tampoco detenerse, ca desconocía qué peligros había escondidos, si aquello era obra de un encantador.

Fízose de noche antes de que pudieran llegar a la mitad del camino. A pesar de su voluntad de seguir, Doctora Susan Calvin deseaba descansar, mas Galaor insistía en que era menester seguir adelante.

—Necesito dormir, y los caballos tienen que comer.

—Muy peligroso es, las cosas de encantadores pueden ser muy traidoras.

—No me importa, si no descansamos, no podremos salir jamás.

Bella Swan puso los oios en blanco e miró alrededor. Giró la cabeza a la derecha, e vio una luz a lo lexos, e comenzó a moverse e fazer ruidos sobre el palafrén. Aqueste alteróse e fizo que cesara la discusión.

—¿Qué quieres?

La moza inclinó la cabeza a la izquierda, abriendo mucho los oios. Sus compañones cataron a do ella así señalaba e vieron las luces.

—Un lugar para nos hospedar −dixo Galaor, e enfiló los caballos en aquella dirección.

—Si el bosque está encantado, es posible que esa sea la casa del encantador, ¿no lo has pensado? ¿No es mejor evitarlo?

—Non, ca yo he de lo vencer en combate e obligarlo a que desencante el bosque e nos muestre la salida.

Mas el caballero non contaba con que la distancia era mucho más luenga de lo que a simple vista había parecido. Los caballos se detuvieron, rendidos, ende los viajeros hubieron de apearse e acostarse a dormir.

Esa noche, Galaor soñó con el pastor, el escudero e el ermitaño que había visto aquel día. Los tres rodeáronlo e fablaron a una voz:

—Muy cerca estades de terminar vuestra aventura, mi señor. Yo vos non puedo auxiliar, ca este bosque non es de este mundo, así como las doncellas que acompañades. La luz que allí veedes indica el lugar de la encantadora. Id allá e fablad con ella.

E otro día en la mañaña, despertó se el caballero a la hora de laudes e fizo levantarse a las doncellas e partió con ellas sin darse cuenta de que todavía estaban medio dormidas.

Mas de día ya no se distinguía ninguna luz, ende perdiéronse. En vano intentaron guiarse por la posición del sol, ca los árboles tapaban el cielo.

A la hora de sexta, se fallaron al borde de un abismo. A pocos pasos había un puente colgante de resistencia dudosa.

—Qué raro −dixo Doctora Susan Calvin−, ya pasamos por aquí, y esto no estaba.

—Cosa es de encantamiento −respondió Galaor−, faremos sensatez en rodearlo.

—¿Estás loco? ¿No ves que se extiende al infinito?

—Cuidado con lo que dezides, doncella atrevida; locura non es, mas prudencia.

—¡Basta con lo de doncella! Deja de llamarme así. Tengo nombre, sabes.

—¿Entonces sodes dueña?

Doctora Susan Calvin miró al caballero con un gesto que fizo retroceder a aquel unos pasos.

—Hemos de cruzar el puente, ende −dixo para ocultar su turbación−, mas farémoslo a pie.

Dexaron sueltos los caballos para que pudieran pastar e fallar el camino de salida, e cruzaron el puente con lentitud e mucha cautela, e continuaron avanzando.

Más de una vez asmó Bella Swan fuir de sus compañones, maguer seguía atada e amordazada. Doctora Susan Calvin e Galaor distraídos iban, catando atentos por si fallaban indicios de las misteriosas luces.

Tras una larga caminata, llegaron al pie de una montaña. A pocos pasos de allí descubrieron un desfiladero.

—Esto no se veía desde afuera del bosque −dixo Doctora Susan Calvin.

—Vos digo que es obra de la encantadora.

—¿Y qué hacemos, entonces? ¿Rodearla?

Mientras así fablaban el caballero e la dueña, Bella Swan escurrióse entre los árboles e volvió sobre sus pasos. Mas cuando llegó al lugar do debía estar el puente, falló un claro do pastaban los caballos. Con grant plazer acercóse a ellos, mas recordó que había atadas las manos por la espalda, e non podía subir. Intentó romper las ligaduras en frotándolas contra un árbol e raspándolas con las piedras que allí había, mas non lo logró. Más aún, los movimientos e ruidos que fazía espantaron a los animales, los cuales fuyeron. Bella Swan fue tras ellos.

Doctora Susan Calvin e Galaor nin cuenta diéronse de la ausencia de la doncella e atravesaron el desfiladero. Más oscuro que el bosque era, e muchos obstáculos había, mas, en llegando a la mitad, distinguieron a lo lexos las luces que habían visto en un principio. Apresuráronse a cruzar lo que restaba de camino, e detuviéronse a unos pasos de la salida.

Allí los esperaba una dama no muy alta, esbelta, bien formada e vestida con ropas tanto o más extrañas que las protagonistas de esta estoria. Galaor quedó maravillado.

—¿Quiénes sodes, señora?

—No pueden pasar. Vuelvan por donde han venido.

La dama diose vuelta hacia afuera e levantó las manos; una voz fabló a lo lexos e aquella volvióse a los recién llegados:

—De acuerdo −dixo−, sí pueden pasar, pero antes deberás vencerme en combate.

Extendió el brazo fuera de la vista de los viajeros, acercó un caballo e diole las riendas a Galaor. Aqueste aceptó e maravillóse al reconocer el arnés de su propio animal, el que dexara abandonado junto al puente.

—Non es posible −exclamó−, esto cosa de encantadores es.

La dama tomó otro caballo e subióse e empuñó la lanza. Galaor fizo lo mismo e arremetió contra ella. La dama evitó el ataque con un movimiento al costado. El caballero se detuvo, volvióse e atacó de nuevo. La dama nada fizo, mas evitarlo una e otra vegada mientras su oponente se ensañaba más y más.

—¿Qué es eso, señora? ¿Por qué me non acometedes?

Doctora Susan Calvin catábalo todo desde la salida del desfiladero. Había notado ya la ausencia de Bella Swan, mas no le importaba. Recorrió todo el lugar con la vista: de un lado estaba la cabaña; del otro, los dos combatientes, si es que así podía llamárseles... En un extremo, entre unos arbustos, creyó distinguir un rostro oculto, el cual parecía tener mucho interés en lo que sucedía. La dueña tomó una piedra del suelo e acercóse disimuladamente e, cuando fue segura del tiro, arrojó el proyectil sobre aquella cabeza.

Un grito potente e agudo interrumpió el enfrentamiento:

—¡Pero la concha de tu madre, Calvin!

Galaor e la susodicha miráronse maravillados. La extraña dama baxóse, presurosa, del caballo e fue fasta una moza más extraña aún que ella, la cual salió de entre las hojas frotándose la frente con una mano.

—Por suerte para vos, no me rompiste los anteojos.

Doctora Susan Calvin retrocedió, espantada.

—¿Quién eres? ¿Cómo me conoces? −preguntó.

—Ay, por favor, yo los conozco a todos ustedes −respondió la moza−. Hasta a nuestra queridísima Besha, que va a aparecer por ahí.

Señaló a un punto cercano. En ese momento, los arbustos moviéronse e apareció Bella Swan, atada e amordazada, rotas sus vestiduras e abiertos los oios a más no poder.

—¿Sodes vos la encantadora? −preguntó Galaor.

—Claro que sí, campeón. Pueden llamarme Nisarda la Ermitaña.

Los tres compañones echáronse a reír con muy grant ruido, ca el nombre mucho ridículo era. Nisarda ruborizóse e volvió a gritar:

—¡Bueno, che! Fue lo único que se me ocurrió.

Nadie la escuchó. Nisarda fabló de nuevo:

—Si se siguen riendo, no ayudo a nadie, eh.

Todos callaron. Bella Swan se adelantó e comenzó a fazer ruidos e movimientos mucho exagerados. Nisarda tomó sus instrumentos de encantar, unos folios e alguna especie de pluma, e díxole a la dama que estaba con ella:

—Desatala, Dors, que me está poniendo nerviosa.

La así llamada Dors fizo lo que aquella pedía e Bella Swan quedó libre de sus ligaduras.

—¿Entonces, puedes devolvernos a nuestros mundos?

—¿E me llevaredes fuera de este bosque?

—Así es, muchacha, muchacho −respondió la ermitaña−, denme medio minuto y...

—¡Un momento! −exclamó Doctora Susan Calvin−. Necesito algunas respuestas.

—¿Respuestas? ¿Qué respuestas? −preguntó Nisarda revisando los folios−. Creí que había quedado todo claro.

—Pues resulta que no. ¿Cómo llegamos aquí?

—Eh... Cómo decirlo... Yo las traje.

—¿¡Qué tú nos...!? Mira, no te ataco a pedradas porque tienes que hacernos volver. ¿Por qué nosotras?

—Soy tu fan, de hecho.

—Pues no lo parece. ¿Y por qué?

—Bueno, pensé que iba a ser divertido.

—¿¡Divertido!? ¿¡Divertido!? −intervino Bella Swan−. ¡No es nada divertido! ¡Nadie me prestaba atención! ¡Esta mujer me amordazó! ¡Me perdí...!

—Sí, sí, ya sé −respondió Nisarda−. Bueno, ya me estoy aburriendo de esto, así que voy a devolverlas a sus mundos. Me cansé.

Sentóse en la hierba e dixo:

—¿Están listos?

Los tres viajeros alexáronse unos pasos unos de otros e cerraron los oios. Nisarda comenzó a escrebir en un folio e llevó a cabo el encantamiento.

El conocido ruido de la ciudad le indicó a Bella que estaba de vuelta, en Phoenix, seguramente. De allí no tendría ningún problema para volver a Forks.

Abrió los ojos y su alegría desapareció al instante. Jamás había estado en aquel lugar. Los edificios eran mucho más altos que cualquiera que hubiera visto en su vida y todo se veía tan impecable que resultaba imposible creer que estuviera en un parque.

A su lado, la mujer de rizos rojos que la había desatado observaba el paisaje con una expresión indefinida. Bella se acercó a ella y le preguntó:

—¿Sabes dónde estamos?

—Claro −respondió Dors−, en Trantor.

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