Capítulo 9: Invitado de honor

Al verlas aproximarse, el oficial de visita se acomodó su mochila sobre el hombro, y se acercó a ellas. Ahora que lo veía más de cerca, Emma fue capaz de darle un mejor vistazo. Era bastante apuesto, con rasgos angulados y fuertes, y un cabello castaño corto debajo de su gorra. Y aunque parecía tener la misma edad que ella, el hecho de que ya hubiese sido promovido a capitán significaba que debía ser un soldado ejemplar. Pero lo que realmente sobresalía era su forma de caminar: derecho, confiado, al parecer sin preocupación alguna por haber sido dejado atrás en una isla totalmente poblada de Normas. Incluso los pilotos que hacían las entregas semanales de suministros siempre estaban reacios a aventurarse lejos de sus aviones, y rápidamente se marchaban una vez que terminaban de bajar su carga.

Ahora que estaba frente a ellas, Emma se encontró de nuevo sin poder decir palabra mientras su propio reflejo le devolvía la mirada desde las lentes de sus gafas de sol. ¿Qué clase de hombre habían enviado aquí exactamente?

– ¿Segunda Teniente Emma Bronson? – preguntó repentinamente.

– Um, sí, eso es correcto. – dijo ella y rápidamente lo saludó, mientras se regañaba mentalmente. «¿Qué diablos te pasa? ¡Eres una soldado, mantén la compostura!»

Por suerte, el oficial pareció no notarlo, y le devolvió el saludo.

– Soy el Capitán Joseph Algren. En nombre del Comité de Control de Normas, he sido asignado para inspeccionar Arzenal y todos sus sistemas.

– Acerca de eso – mencionó Emma – ¿dónde está el Coronel Ackerman? Me informaron que...

– Sí, lo sé. – la interrumpió el Capitán. – Me disculpo por la falla en la información, pero era esencial para mantener la seguridad de la operación.

– ¿Operación?

– Esas dos Normas que escaparon y fueron subsecuentemente capturadas. ¿Asumo que está al tanto del ataque terrorista reciente en Misurugi?"

– Por supuesto, ¿pero eso qué tiene que ver con...?

– Entonces debe estar al tanto de que la razón por la que lanzaron dicho ataque fue para liberar a una de las Normas que se fugaron, ¿verdad? Por suerte, la recapturamos poco después y la enviamos aquí de vuelta junto con la otra.

Emma iba a decir algo, pero se detuvo. Eso no lo leyó en el reporte.

– No, en realidad no estaba al tanto de eso.

– Y hay una buena razón para ello. – explicó el Capitán. – Ocasionalmente surgen grupos que simpatizan con las Normas, pero no tienen los recursos o fuerza para lanzar un ataque a dicha escala. Este fue un grupo en particular que hacía eso, pero pensamos que había sido destruido hace años.

– Sí, lo sé. – afirmó Emma. – Se hacían llamar "la Network", el grupo que estuvo involucrado en la rebelión fallida de las Normas.

– Y ahora, todo indica que no sólo sobrevivieron, sino que además han reconstruido su organización. No tengo que decirle el pánico que resultaría si se hace pública la existencia de un grupo como ése.

– ¿Pero eso qué tiene que ver con Arzenal? – le preguntó ella. El Capitán Algren miró por encima de su hombro a la Comandante Jill, y le indicó a Emma que se acercara.

– No podemos decirlo con certeza. – le susurró al oído. – Pero es posible que estos terroristas hayan hecho contacto con las Normas estacionadas aquí.

– ¿En Arzenal? ¡Eso es ridículo! ¡Le aseguro que, si hubiera habido algún contacto no autorizado, yo sabría de ello!

Demasiado tarde, se dio cuenta de que acababa de contestarle a un oficial superior.

– No dudo de sus capacidades. – le aseguró él. – Sin embargo, las Normas son mucho más astutas de lo que usted podría imaginar. Y es por eso que el Coronel Ackerman me asignó esta tarea a mí. Tengo experiencia en otras instalaciones de Normas, y conozco muy bien sus trucos. En cuanto al Coronel, ahora mismo se encuentra persiguiendo a la Network usando una nave de reconocimiento furtivo. En el entretiempo, usted debe ayudar con la operación enviando toda la correspondencia de tal modo que refleje que el Coronel se encuentra aquí, llevando a cabo la inspección. No podemos arriesgarnos a que el enemigo se dé cuenta de nuestra trampa.

Emma sintió que la cabeza le daba vueltas, mientras miles de pensamientos la asaltaban simultáneamente. Para mantener la seguridad en Arzenal, las únicas comunicaciones entre ellos y el Comité de Control de Normas era a través de esas transmisiones inalámbricas primitivas. De esa forma, nadie podía utilizar la Luz de Mana para espiarlos. Entre eso, y su propia presencia aquí, no debería ser posible que nadie obtuviera acceso no autorizado a la base.

«Pero ¿qué tal si usaron un medio de comunicación que no se basa en el Mana?» pensó. Si una organización terrorista realmente se había infiltrado en Arzenal sin su conocimiento, la situación era aún más seria de lo que temía.

De nuevo, si podía ayudar a exponerla, entonces su fracaso en relación a Lady Misty y las Normas que se fugaron bien podrían quedar en el olvido. De cualquier manera, no podía arriesgarse a ignorar la posibilidad. No con su carrera en juego.

– Estoy de acuerdo con su análisis de la situación. – dijo finalmente. – Tendrá todo mi apoyo y cooperación con esta tarea.

– Excelente. – dijo el Capitán. – Pero no esperaría menos de la hija del Senador Bronson en persona.

– Usted... ¿conoce a mi padre?

– No he tenido el placer de conocerlo en persona. – dijo el Capitán. – Pero su servicio a Rosenblum tanto en la Guardia como en el Parlamento es muy bien conocido por todos. Considero un gran honor trabajar con alguien que es parte de su familia.

– Oh... bien. – dijo Emma, esperando que su rubor no se notara demasiado. – Ciertamente aprecio el sentimiento, Capitán.

El Capitán Algren asintió, y pasó de largo junto a ella, entregándole su equipaje a la Comandante Jill.

– Soldado, lleva esto.

– ¿Discúlpeme? – preguntó Jill.

Antes de que Emma pudiera decir nada, la cara del Capitán cambió de educada a furiosa. Se quitó las gafas y se acercó a Jill, viéndola con unos ojos verdes que ardían de furia.

– ¿Te atreves a desafiar las órdenes de tu superior? – le dijo. Jill mantuvo la compostura, aunque sus ojos se habían ensanchado por el shock.

– Yo soy la Comandante de esta base. – declaró.

– ¡Y también eres una Norma! – le advirtió. – ¿Necesito recordarte que sólo estás en tu posición actual por nuestra gracia y piedad? Especialmente considerando cómo fue que bajo tu mando no sólo se escaparon dos Normas, sino que secuestraron a Su Alteza Lady Misty. Lo único que tengo que hacer es una llamada, y te encontrarás en la instalación más remota e inhospitable para Normas que te puedas imaginar por el resto de tu vida. ¿Te quedó claro?

Emma sintió que se le paraba el corazón mientras observaba, hasta que finalmente la Comandante cedió y cogió el equipaje del Capitán con un saludo.

– Le pido disculpas, señor.

El Capitán hizo un gruñido desdeñoso, y luego le hizo un gesto a Emma.

– Inspectora, ¿podría por favor llevarme hacia donde me hospedaré?

– Sí, señor. Por aquí. – dijo ella. Rápidamente se apresuró a guiarlo, mientras la Comandante Jill los seguía desde atrás.

– Debo disculparme por ese comportamiento. – le dijo mientras volvía a ponerse sus gafas. – Pero como con cualquier animal, tienes que ser firme al lidiar con las Normas, o si no se volcarán sobre ti en cuanto tengan la oportunidad.

– Lo entiendo perfectamente, Capitán. – dijo Emma. De hecho, estaba bastante impresionada. Aunque técnicamente ella era la superior de la Comandante Jill, frecuentemente se dejaba intimidar por ese semblante de acero suyo. Pero el Capitán Algren la había puesto en su lugar, con nada más que un tono estricto.

Tal vez esta semana no sería tan mala después de todo.

...

Desde la ventana de la villa, Momoka observaba al grupo que se dirigía hacia la casa. Detrás de la Srta. Emma caminaba un hombre muy alto en uniforme de oficial, seguido de la Comandante Jill que iba cargando una mochila sobre su hombro.

«¿Ese es el Sr. Rio?» se preguntó.

Por lo que le dijo la Comandante, había sido enviado por las mismas personas que habían ayudado al joven Tusk en su rescate de Lady Angelise. Aunque no le dijeron por qué, aparentemente la misión del Sr. Rio era mantener a la inspectora distraída de algo que llamaban "Libertus". Jill no había explicado nada excepto que, si descubrían Libertus, entonces la vida de Lady Angelise estaría en peligro. Como su jefa de sirvientas, eso era algo que Momoka no podía permitir. Justo en ese momento, un golpeteo en la puerta le alertó de la llegada de sus invitados, y Momoka fue a contestar.

– Buenos días. – anunció mientras abría la puerta del frente. – Bienvenidos a la casa de invitados de Arzenal.

– Ah, Momoka. – dijo la Srta. Emma. – ¿Está todo bien?

– Supongo. – respondió Momoka. – Aunque me sentiría mejor si me permitieran servir a Lady Angelise.

– Y yo ya te lo dije. – repitió la Comandante Jill. – Ella no recibirá visitas o trato especial hasta que haya servido su castigo.

– Uh, sí. – continuó la Srta. Emma. – Ahora, Momoka, este es el Capitán Algren, y se estará hospedando aquí durante el resto de la semana. Estarás a cargo de atender a sus necesidades personales.

Desde atrás de la Srta. Emma, el susodicho oficial entró en el recibidor y caminó alrededor de Momoka, mientras sus botas resonaban en el piso de madera dura. Una mirada de desdén se apoderó de su rostro, y Momoka repentinamente se sintió muy intimidada al ver su propio reflejo devolviéndole la mirada en las gafas reflectantes.

– ¿Así que ESTA es la sirvienta que se permitió ser comprada por una Norma? ¡Qué asco!

– Eso es correcto, señor. – respondió la Srta. Emma. – Pero debido a su deserción, la Norma en cuestión ha sido despojada de todas sus propiedades. He asignado a su sirviente a la casa de invitados luego de que ella y Ange nos fueron devueltas. Pensé que tener a alguien que haga sus tareas domésticas haría su estadía más placentera.

– Sólo estoy sirviendo este rol temporalmente. – declaró Momoka. – Una vez que Lady Angelise haya sido liberada de su encarcelamiento, tengo toda la intención de reasumir mi deber como su sirvienta personal.

– ¡Momoka, por favor! – La Srta. Emma dio un paso atrás y miró nerviosa al oficial. – ¡Capitán, le pido disculpas!

Pero el Capitán simplemente levantó su mano.

– No es culpa suya. – le aseguró. – Supongo que sería mucho más tolerable que tener a una Norma haciendo las tareas. – Haciéndole un gesto a la Comandante Jill, el Capitán solicitó la mochila que llevaba, la cual ella colgó sobre su hombro que sostenía la capa. – Comandante, puede retirarse.

– Señor. – dijo Jill mientras saludaba y se daba la vuelta para marcharse.

– Inspectora, – continuó – necesitaré ciertos documentos.

– Por supuesto, señor. – asintió la Srta. Emma. – Le otorgaré acceso total a la base de datos de Arzenal y...

– ¡No! – la interrumpió. – Tráigame las copias en físico. Las utilizadas por las Normas.

– ¿Señor? – preguntó la Srta. Emma parpadeando confusa.

– La mejor manera de anticiparse a las acciones de una Norma es pensar igual que ella. – le explicó. – Con ese fin, llevaré a cabo esta investigación como si yo fuera una de ellas.

– Bueno... supongo que hay algo de lógica en eso. Aunque me llevará algo de tiempo reunirlas todas.

Metiendo la mano entre el bolsillo de su chaqueta, el Capitán sacó una hoja de papel que le entregó a la Srta. Emma.

– Perfectamente comprensible. Necesitaré algo de tiempo para ordenar mis pertenencias, y para entrenar apropiadamente a la sirvienta que me ha proveído. Tengo requerimientos muy específicos en relación a mi dieta y cómo deseo que mis cuarteles sean mantenidos. Aquí está la lista de todo lo que requiero. La contactaré de nuevo una vez que esté listo para comenzar.

– Entendido, señor. – Haciendo un saludo militar, la Srta. Emma se fue para recoger los documentos.

Una vez que la puerta se cerró y se quedaron solos, Momoka siguió al Capitán mientras se dirigía hacia el balcón. Tras una mirada por la ventana, su semblante se relajó y se quitó sus gafas.

– Despejado. Ya podemos hablar. – le dijo. El comportamiento familiar dispersó la aprehensión, y Momoka suspiró de alivio.

– ¿Sr. Rio? ¿De verdad es usted? – le preguntó. Rio sonrió y se pasó los dedos por el pelo.

– Bueno, me gusta pensar que un rostro como el mío es difícil de olvidar.

Momoka no pudo evitar reírse ligeramente. El Sr. Rio era extremadamente encantador y excéntrico. Y por supuesto, fue uno de los pocos que no le dio la espalda a Lady Angelise por ser una Norma, así que eso automáticamente lo ponía en su lado bueno.

– Casi no lo reconozco. – admitió ella. – Fue como si estuviera viendo a otra persona.

– Gel de color y lentes de contacto. – le explicó. – Junto con algunos trucos de actuación que aprendí de nuestro jefe de inteligencia. Ahora, ¿puedes decirme qué pasó con Hilda y Ange? ¿Están bien?

– Hasta donde entiendo, la Comandante Jill las metió en un lugar llamado "el Agujero". – le respondió ella. – Y por alguna razón, no se me permite llevarles nada o ni siquiera visitarlas.

– Confinamiento solitario. – asintió Rio. – No es nada agradable, pero no las matarán.

– ¿No hay algo que usted pueda hacer? – preguntó ella. – Si está fingiendo ser un oficial, ¿no puede ordenarle a la Comandante que al menos me permita llevarles algo de comida decente? Le prometo incluso llevar suficiente para la Srta. Hilda también.

Rio frunció el ceño, y negó con su cabeza.

– Créeme, desearía poder, pero tengo que actuar mi papel lo mejor posible. No puedo permitirme ningún desliz que alerte a la inspectora. – le dijo él con gravedad. Momoka bajó la cabeza, y se enfurruñó. – Te diré algo. No puedo hacer nada por su situación, pero tendré que hablar con ellas mientras estoy aquí. Tal vez pueda meterles algo de contrabando a escondidas para aliviarles un poco su confinamiento.

Momoka sintió una oleada de alegría invadiéndolo, y aplaudió fuertemente con sus manos.

– Sí, se lo agradezco mucho.

– Mientras tanto, necesitaré que me ayudes. – añadió él. – Tal vez no lo sepas, pero los de la Network no podemos utilizar Mana para comunicarnos. Así que necesito que actúes tanto como mi sirvienta y mi secretaria. Durante esta semana, considérate como una agente temporal de la Network.

Momoka asintió e hizo un saludo militar.

– Sí señor. Agente Momoka reportándose al servicio.

– Bien. Ahora, ¿has visto un maletín en alguna parte de esta casa? Lo voy a necesitar más tarde.

...

En las aguas al oeste de Arzenal, una sombra oscura se movía bajo la superficie de las olas en el océano tropical. Largo y tubular, similar a Neo-Zion, el Blue 6 era otra reliquia de la era previa al Mana. Construido como una plataforma móvil de reconocimiento, el Blue 6 carecía del tamaño y armamento del famoso Aurora, pero lo compensaba con un sistema de vigilancia altamente avanzado y la capacidad de permanecer sumergido durante semanas enteras. Lo cual lo volvía perfecto como nave insignia para la inteligencia de la Network.

Detrás del puente, en la retaguardia de la cubierta superior, el Capellán se encontraba de pie entre un equipo de hackers, analistas y otros especialistas. Con la misión actualmente en curso en Arzenal, era esencial que todos los mensajes y transmisiones de la isla fueran monitoreadas, para asegurarse de que la tapadera de Rio no fuese expuesta antes que las Normas estuvieran listas para evacuar. Detrás de él, la compuerta delantera se abrió, y uno de los tripulantes ingresó.

– ¿Cómo está nuestro invitado? – preguntó el Capellán. Más temprano ese día, lograron echarle el guante a nada menos que el Coronel Felix Ackerman cuando los agentes que lo transportaban fingieron una falla en el motor, permitiéndole a Rio tomar su lugar bajo la identidad que habían creado para él.

– Morreándose con un trapeador de su habitación y llamándolo "Lady Misty". – replicó el tripulante. El Capellán sacudió su cabeza. Una de las cosas que tenía que admitir sobre las fórmulas del Doc, era que nunca fallaban en producir resultados muy interesantes en los sujetos.

– Señor. – dijo uno de los hackers. – Tenemos una transmisión entrante desde Arzenal. Es la Inspectora.

– Ábrele el canal.

Dirigiéndose hacia la única Norma en la sala, el Capellán la llamó para que fuese la voz. Algo bueno sobre Arzenal, su comunicación inalámbrica era mucho más fácil de hackear usando tecnología que con transmisiones de mana. Y mucho más difícil de detectar.

– Hola. – dijo la voz de una mujer por la intercomunicación. – Habla la Inspectora Bronson llamando al comité con un mensaje de máxima prioridad.

– Copiado, Inspectora Bronson. – le respondió. – Estamos listos para recibir su reporte.

– Aproximadamente a las 1030 horas, el Coronel Felix Ackerman llegó a Arzenal. Actualmente se encuentra en la villa para invitados.

El Capellán sonrió. Al parecer, su análisis de la psique de Bronson le permitió a Rio engañarla por completo.

– Entendido. – respondió la Norma que hacía la voz. – Continúe con los reportes según lo planeado.

– Una cosa más. – añadió Bronson. – Quisiera solicitar el registro de servicio del Capitán Joseph Algren. Se encuentra acompañando al Coronel, y quisiera saber cuál es su nivel de autoridad.

Bronson podría haber sido ingenua, pero eso no significaba que fuera totalmente estúpida. Por fortuna, el Capellán estaba preparado para esto, y le asintió a su subordinada.

– Entendido. Enviaremos el archivo en breve.

– Gracias, comité.

Cortaron la línea, y el Capellán se dirigió al experto en falsificaciones del equipo, que sacó el archivo que había elaborado para Rio. Los hackers, entretanto, comenzaban a manipular la llamada de la inspectora, antes de pasársela al comité.

...

Detrás del escritorio en su oficina, la Inspectora Emma leía el archivo que acababa de imprimir. Capitán Joseph Algren. 24 años de edad. Estatura, 1,82 metros. Peso, 80 kilogramos. Cabello castaño. Ojos verdes. Nacido en Rosenblum y graduado de la academia a la edad de veinte años a través de créditos por servicio en la instalación industrial galiana para Normas. Anteriormente vicejefe de seguridad para la colonia de Normas en la República de Marmeria. Actualmente estacionado como asistente del Coronel Felix Ackerman. Condecorado con el Listón de Servicio de Emergencia, la Medalla Nacional al Mérito, y la Medalla de Distinción de Control de Normas. Nivel de autorización Beta.

«Todo parece estar bien,» pensó.

No sabía por qué, pero mientras recolectaba los archivos en físico que el Capitán había solicitado, algo le había desatado sospechas. Aunque era plausible que le hubiesen dado información errónea en relación a la naturaleza de la inspección, el hecho de que el comité no le alertase de un posible riesgo de seguridad era algo peculiar. Ella misma tenía el mismo nivel de autorización, así que ¿por qué no le fue compartida la misma información?

«A no ser que el comité esté protegiendo su propia imagen,» decidió.

Emma todavía recordaba cómo había entrado en shock cuando Momoka llegó por primera vez a Arzenal y el comité le ordenó que fuese ejecutada. Aunque se sintió muy agraviada ante el prospecto de que una Norma comprase a una humana para que fuera su sirvienta, de cierta forma se sintió aliviada cuando Ange utilizó todo su dinero para comprar a Momoka. Casi le hacía pensar a Emma que quizás existiera un resquicio de amabilidad dentro de ella.

Y como si fuese una señal, de repente recibió un mensaje de Mana de la susodicha sirvienta en persona.

– ¿Sí, Momoka? ¿Qué sucede?

– Tengo un mensaje del Capitán Algren. Dice que ya está listo para comenzar. Sin embargo, antes de ir a ver a las Normas, necesita que usted lo acompañe al banco de Arzenal.

Qué extraño, ¿qué necesitaría el Capitán de ese lugar?

– Entendido. Dile que estaré allí en breve. – dijo Emma.

Reuniendo los archivos que le habían solicitado, la Inspectora Emma se dirigió hacia la villa de invitados, donde se preguntó por qué el Capitán no habría enviado el mensaje personalmente. En última instancia, decidió que esto debía ser parte de su estrategia para meterse en el tren de pensamiento de las Normas.

...

Como resultó, la casa de invitados efectivamente sí tenía un maletín. Rio se encontraba en medio de desempolvarlo cuando Momoka se le acercó.

– Acabo de contactar a la inspectora, y ya viene para acá. – le dijo.

– Muy bien. – Metió la mano en uno de los bolsillos de su mochila, y sacó dos transmisores diseñados para parecer relojes de muñeca primitivos. Se puso uno y lo escondió bajo su manga, y le dio el segundo a Momoka. – Toma esto. Nos permitirá mantenernos en contacto si algo llega a suceder. Probando, probando. ¿Puedes oírme?

– Fuerte y claro. – respondió Momoka, escondiendo el suyo bajo la muñequera de su uniforme. – Sólo debo presionar este botón, ¿verdad?

– Claro. Si me llamas, asegúrate de hablar en voz baja para que nadie te oiga.

– Entendido. – asintió Momoka. – Por cierto, Sr. Rio, ¿cómo se encuentra Sir Tusk? Tengo la certeza de que Lady Angelise está preocupada por él.

– Se encuentra en una misión de reconocimiento en Misurugi. – le explicó. – Me temo que es todo lo que te puedo decir, pero no te preocupes. A pesar de su apariencia, es capaz de cuidarse muy bien. Por el momento, debo atender una cita de almuerzo.

...

Por primera vez en varios días, Rosalie estaba de buen humor. Aunque el primer escuadrón seguía en espera, y la traición de Hilda todavía le dolía, las noches con Chris le ayudaron a superarlo. Eran sólo ellas dos, en la cama de la Capitana Zola, y se sentía agradable tener un cuerpo cálido sólo para ella. Especialmente ya que Chris era una amante mucho más generosa que Zola o Hilda. Además, hoy había tiras de pollo en el comedor, y el primer escuadrón había terminado los ejercicios de entrenamiento matutinos antes de que se acabaran.

Después de recolectar su bandeja, Rosalie se dirigió a la mesa para unirse al resto de su escuadrón. De un lado, Chris y Salia se sentaban juntas mientras Ersha y Vivian se sentaban del otro lado. Mientras ella cogía el asiento junto a su amante de pelo plateado, una conversación entre dos mecánicas que iban pasando captó su atención.

– ¡No puede ser! Tienes que haberlo imaginado.

– ¡Te estoy diciendo que lo vi! ¡Era enorme! ¡Y no fui la única! Una de las pilotos del tercer escuadrón dijo que lo vio retirar una enorme suma de efectivo del banco.

Rosalie sacudió su cabeza. Las cosas que creían algunas chicas.

– ¡Hora de una pregunta! – dijo de repente Vivian. – ¿Quién aquí piensa que los rumores son ciertos?

– ¿Cuáles rumores? – preguntó Chris.

– Oh, ¿no te has enterado? – preguntó Ersha. – Algunas de las chicas están diciendo que vieron a un hombre aquí Arzenal. Aparentemente vino en ese transporte que vimos pasar durante nuestro ejercicio.

– Un... ¿un hombre? – tartamudeó Chris, mientras Vivian se les acercaba más.

– Dicen que es igual de alto que un Para-mail y dos veces más ancho. Ruge como un Clase Galeón y el suelo tiembla cuando camina. Hasta escuché que fue donde estaba la Comandante y la obligó a arrodillarse con sólo una mirada.

– Sólo son rumores exagerados. – comentó Salia. – Piensen en ello. Los únicos humanos que vienen a Arzenal son los que traen suministros. Y siempre son mujeres.

– Exacto. – Rosalie estuvo de acuerdo mientras echaba un ojo hacia el frente de la cafetería, donde la Comandante estaba sentada en la mesa de oficiales. – Creo que todas podemos estar de acuerdo que la Comandante Jill es más aterradora de lo que cualquier hombre podría ser. No hay forma de que se arrodille ante nadie.

– Bueno. – Ersha se encogió de hombros. – Supongo que, si lo pones de esa forma, suena un poco extraño.

– ¿Estás segura? – preguntó Chris. Rosalie le puso un brazo alrededor del hombro y la acercó a ella.

– No te preocupes. – le dijo provocativamente. – Yo te protegeré de ese enorme y aterrador hombre.

Chris la miró, y logró sonreír débilmente. – Sí, claro, Rosalie.

– A menos que resulte ser guapo. – bromeó. – En ese caso, tal vez le invite a unirse a nosotras.

– ¡Muy gracioso! – Chris hizo un puchero, y Rosalie no pudo evitar reírse por lo bajo.

...

Aunque Salia trataba de comer, no tenía mucho apetito con todo lo que estaba pasando. Había escuchado los rumores también, y eso sólo añadía más a su aprehensión. Con todo lo que había en riesgo, lo último que necesitaban era agitar todavía más la olla.

En medio de su reflexión, Salia miró y vio a la Srta. Emma entrar de repente por la puerta inferior izquierda, y se detuvo frente a la mesa de los oficiales.

«Parece que esto es todo,» pensó al darse cuenta. La inspectora se veía muy estirada, incluso más de lo usual, pero no parecía sospechar nada, así que eso parecía una buena señal.

– ¡Ejem! – anunció. – ¿Quieren todas por favor dejar de comer por un momento? Tengo un anuncio importante que hacerles.

– Oh cielos. – dijo Ersha. – Me pregunto qué está pasando.

– Tal vez nos va a decir que la van a transferir. – dijo Rosalie. – Después de todo, las hermanas escapistas lograron fugarse durante su guardia.

A pesar de la petición de la Srta. Emma, las Normas continuaron comiendo, y ella se sonrojó de la rabia. Estaba a punto de gritarle a la multitud cuando la Comandante se levantó de su mesa.

– ¡Atención todas! – Inmediatamente, todas las bocas se cerraron, y los ojos de las presentes se giraron hacia el frente del comedor. – Ahí lo tiene, Inspectora.

La Srta. Emma se ajustó las gafas con una expresión de molestia.

– Uh, gracias, Comandante. Como estaba tratando de decirles, y estoy seguro que lo recordarán, durante la Festa de la semana pasada, dos Normas, Ange y Hilda, escaparon de Arzenal secuestrando a Lady Misty Rosenblum en persona, y robándose el transporte personal de la familia real. Por suerte, Lady Misty no salió lastimada, y las dos Normas han sido recapturadas y subsecuentemente disciplinadas. Sin embargo, el Comité de Control de Normas está preocupado de que haya más insurrecciones en el horizonte. Con ese fin, un investigador especial ha sido despachado a Arzenal para llevar a cabo una inspección de una semana de todas sus operaciones. Por favor, den la bienvenida a nuestro invitado de honor, el Capitán Joseph Algren.

– ¿Capitán quién? – preguntó Chris, mientras algo comenzaba hacer eco desde el mismo corredor por donde la inspectora había aparecido.

*Click...click...click*

El lento eco de las pisadas resonó por todo el comedor, mientras todos los ojos se giraban hacia el pasaje inferior izquierdo, y prácticamente todas las bocas se abrieron de shock en cuanto el invitado de honor hizo su entrada.

Rio no era el titán que la bola de rumores habría hecho creer, pero sí era impresionante a su manera. Más alto incluso que la comandante, y con un cuerpo más musculoso que el de cualquier Norma. Salia también notó que se había teñido su cabello de color castaño. Le miró la cara, que ya había sanado desde la última vez que lo vio, y se sonrojó. No tenía el mismo tipo de atractivo que Kamen Fencer de Holy Knight Pretty Lillian, pero definitivamente era un rostro al que podría acostumbrarse.

– ¡Oh cielos! – murmuró Ersha.

– ¡No puedo creerlo! – exclamó Rosalie, con los ojos muy abiertos del shock. – ¡Es un hombre! ¡Un hombre realmente está aquí!

Junto a ella, Chris se le acurrucó más cerca y tembló de miedo. Era una respuesta compartida por la mayoría de las Normas presentes. Algunas se pusieron pálidas del miedo, y otras miraban con los ojos muy abiertos a la criatura que sólo habían visto en fotos. Unas cuantas se sonrojaron como Salia, y algunas incluso se lamieron los labios. Rio sin embargo parecía ignorante del alboroto silencioso que había causado mientras levantaba el maletín que llevaba en su mano izquierda y lo colocaba en la mesa de oficiales junto con el archivo de manilla que llevaba bajo su brazo derecho. Girándose, caminó por todo lo largo del comedor, con la media capa sobre su hombro izquierdo ondeando mientras cada cabeza se daba la vuelta para verlo.

– ¡Hey! – dijo Vivian. – Está buenísimo.

Inmediatamente, todas las miembros del primer escuadrón se lanzaron hacia la más joven, y le taparon la boca al mismo tiempo, mientras que en el frente la boca de la Srta. Emma se abría de par en par de horror. Rio, entretanto, se giró para ver el repentino alboroto, con los ojos todavía ocultos tras sus gafas reflectoras. Para alivio de Salia, seguía actuando como si el pequeño espectáculo no valiera su tiempo y simplemente siguió adelante.

– ¿Te volviste loca? – la regañó Rosalie.

– Vivian querida, ahora probablemente sería mejor guardarte para ti sola esos pensamientos. – sugirió Ersha.

– ¡Si quieres hacer que te maten, hazlo en tu Para-mail! – le siseó Chris.

Rio sin embargo había llegado a las escaleras que llevaban a los niveles superiores del comedor. Por un momento, parecía considerar subir cuando de repente se giró y habló en una voz que hizo eco por toda la sala.

– ¡Soy el Capitán Joseph Algren! Como acaba de explicar la Inspectora Bronson, mi propósito es investigar e identificar cualquier amenaza potencial a las operaciones y la seguridad de Arzenal. – Una vez que se presentó, Rio marchó de vuelta por donde vino. – Con ese fin, durante los siguientes siete días, estaré inspeccionando todos los aspectos en relación a los sistemas de Arzenal. Si descubro a cualquier Norma, independientemente de su posición o rango, que de cualquier manera voluntaria y maliciosa haya cometido actos de sabotaje, será castigada con todo el peso de la ley. – Regresó a la mesa de los oficiales, y se dio la vuelta antes de apoyar su mano en el maletín. – Sin embargo, también soy un hombre justo que valora la lealtad y la honestidad, incluso en las Normas. Así que, les tengo una propuesta.

Abrió el maletín, y cada Norma en la sala jadeó de asombro al ver su contenido.

– Entiendo que ustedes las Normas valoran mucho estos trozos de papel que llaman "dinero". Si cualquier Norma viene voluntariamente a ayudar en mi investigación, estoy preparado para ofrecerle una recompensa de diez millones. – Con un movimiento del brazo, cerró violentamente el maletín provocando que todas las Normas soltaran un gritillo ahogado. – Desde luego, asumiendo que dicha ayuda sea productiva. Hacerme perder mi tiempo será considerado un intento de disuadirme de mi investigación, y la Norma responsable será castigada acorde con ello. Eso es todo.

Salia miró alrededor de todo el comedor, y vio a todas las Normas intercambiando miradas de incertidumbre. Se preguntaba si eso era realmente necesario. La sola presencia Rio ya de por sí era disruptiva, y ahora ella tendría que lidiar con la paranoia y la avaricia encima de todo lo demás.

– ¡Wow! – oyó murmurar a Rosalie. – ¿Diez millones en efectivo? Creo que este sujeto me agrada.

– ¡Rosalie! – gimió Chris.

– No hagas ninguna estupidez. – le advirtió Salia. – Ya escuchaste lo que dijo. Hazle perder el tiempo y te usará como ejemplo.

– Sí, bueno, una chica puede soñar, ¿no? – dijo Rosalie.

Salia simplemente suspiró y miró su bandeja. El resto del día lo tenían libre, así que tal vez debería tomarse algo de tiempo personal para sí misma.

...

Desde detrás de sus gafas, Rio observaba con cautela a todas las Normas presentes en el comedor. Vio a la chica de cabello oscuro que conoció en la playa sentada con un grupo de otras, pero ninguna que podría haber sido Sarah. Había algunas cuantas dispersas con cabello castaño y ojos verdes, pero todas eran demasiado jóvenes. ¿Acaso la pasó por alto? ¿O quizás estaría cenando en los niveles superiores? Sólo podía esperar que sus caminos se cruzaran durante el curso de su "investigación".

En cualquier caso, la edad de las residentes de Arzenal le sorprendía. El Jefe le había dicho que muy pocas Normas en Arzenal vivían más allá de los veinticinco años, pero la mayoría de las chicas en el comedor eran todavía adolescentes. Y muchas de las demás eran incluso más jóvenes que eso.

«Cuántas niñas...» pensó. ¿Cuántas de ellas fueron arrebatadas de sus familias igual que Hilda? ¿Cuántas habrían vivido aquí todas sus vidas?

– Capitán Algren. – dijo de repente Bronson. – Quisiera disculparme por ese horrendo espectáculo justo ahora.

Rio le echó una mirada, y se preguntó a qué se refería hasta que se acordó de aquella niña que estaba sentada junto a la mujer de pelo largo rosa.

– No hay necesidad. – le aseguró él. – Las Normas viven bajo su naturaleza básica. No podría esperarse otra cosa de ellas.

La Inspectora suspiró aliviada, pero en una mesa cercana Rio alcanzó a ver que le lanzaban unas cuantas miradas sucias. Recogiendo el maletín y los documentos que Bronson le había entregado, Rio fue a tomar asiento junto a la Comandante Jill en la mesa de los oficiales. Aunque no había hablado abiertamente con ella todavía, podía ver que, entre tener que seguirle el juego con su fachada y la disrupción causada por tener a un hombre en Arzenal, la Comandante rápidamente había adoptado un repudio hacia su presencia. Bronson, por otro lado, parecía haberse encariñado con él rápidamente. Como siempre, los perfiles psicológicos del Capellán habían dado en el blanco.

– Tomaré mi almuerzo aquí, Inspectora. Pescado, arroz, vegetales, todo al vapor, y té sin azúcar.

– En seguida, señor.

Mientras Bronson corría para ordenar su pedido con el personal de la cocina, Rio abrió la carpeta y comenzó a observar el primer documento.

– Y dígame, Comandante. – le dijo. – ¿Estas son todas las Normas estacionadas aquí actualmente?

La Inspectora podría estar ocupada en otro lado, pero todavía había muchas por allí que no necesitaban saber la verdadera razón por la él que estaba allí. Varias de ellas pasaron por la mesa de los oficiales, con expresiones que iban desde intimidadas hasta curiosas. Encima de ellos, una pequeña multitud se había aglomerado en la baranda del segundo piso de la cafetería, y se susurraban entre ellas mientras lo observaban. Jill entretanto, se acercó y observó la lista que tenía en su mano.

– Esas son las Normas actualmente en servicio activo, sí. – le dijo.

La forma en que expresó su respuesta rápidamente desencadenó sospechas en Rio, y leyó más abajo. Observó que no había señal alguna de los nombres de Hilda o Ange. Si sólo estaban listadas las de servicio activo, y como esas dos estaban en confinamiento solitario, tenía sentido. Pero ¿qué significaba eso para Sarah? Su nombre también estaba ausente, así que ¿quería decir eso que también estaba encarcelada? ¿Acaso Jill habría interrogado a Hilda luego de que regresó y planeaba usar a Sarah como ficha de intercambio?

Por mucho que quisiera darle a Jill el beneficio de la duda, el Jefe le advirtió que fuera muy cuidadoso con ella. Rio pasó página para ver el siguiente documento, una lista de pilotos de Para-mail para los tres escuadrones de Arzenal, y vio los nombres de Hilda y Ange, pero no el de Sarah. Se relajó un poco ya que ahora al menos sabía que Sarah no estaba en peligro inmediato. Y justo acababa de encontrar el archivo de rotaciones de patrullas y ejercicios de entrenamiento cuando Bronson regresó de la cocina.

– Su orden estará lista en breve, Capitán. – le reportó. – Aunque me temo que el pescado tendrá que venir de la tienda de la tropa.

– No importa. – le dijo. – ¿Quiere acompañarme en el almuerzo? Quisiera discutir más en detalle mi agenda con usted.

– Sí, por supuesto, señor. – Bronson se sentó junto a él, y Rio inmediatamente notó que estaba muy tensa.

– ¿Algo le molesta, Inspectora?

Bronson le dio una mirada nerviosa.

– ¿Por qué les ofreció una recompensa? Si esta Network está conspirando con las Normas, ¿por qué intenta comprarlas para que se pongan de nuestro lado?

– Usted está cometiendo el mismo error que la Network en relación a las Normas. – le explicó. –Recuerde, a diferencia de los humanos, las Normas viven bajo su naturaleza básica. Por eso es que las aislamos en instalaciones como esta. Incluso si la Network ha reclutado a alguna de las Normas que hay aquí, la oportunidad de ganar un dinero fácil será demasiado tentadora para que la resistan, y los traicionarán. Y no sólo habremos identificado a la Network, sino a cualquier Norma disidente con ellos.

– Ya veo. – asintió Bronson. – Así que utilizamos su propia naturaleza contra ellas. Ese es un plan realmente brillante.

Por supuesto, si todo iba acorde con el plan, el dinero de Arzenal pronto sería inútil de todos modos.

– Ahora, – añadió Rio, mientras una de las empleadas de la cocina venía con su comida – después del almuerzo, devolveremos el dinero de la recompensa al banco por seguridad. Luego de eso, me gustaría ver el hangar desde donde se despliegan los Para-mails, y finalmente tendré una reunión con esas dos Normas que escaparon. Antes de eso, tengo curiosidad de saber por qué las Normas necesitan dinero.

...

Para Jasmine, un buen día era aquel que terminaba en números negros. Y siendo la única comerciante en Arzenal, tenía muchos días de esos. Como las Normas no podían usar la Luz de Mana, el dinero era necesario para su supervivencia tanto como el aire y la comida. Incluso más, ya que era necesario para obtener los otros dos.

En ese momento, acababa de cerrar una venta con dos pilotos del escuadrón Betty. Ya que sólo había dos escuadrones en servicio activo en este momento, sus respectivas pilotos estaban acumulando el dinero a un ritmo más acelerado, permitiéndoles comprar unas mejoras muy codiciadas desde hacía tiempo.

– Armadura ablativa de nivel tres. – leyó. – Dos cañones rotatorios para los hombros, y una jabalina. Eso serán veintidós millones. Se los enviaré al hangar para que se los instalen de inmediato.

Las dos pilotos se fueron, y Jasmine se reclinó en su silla, usando una mano para acariciarle el cuello a su perro Vulcan, mientras la otra levantaba su pipa para aspirar profundamente. Podría tener una reputación entre las otras Normas de ser una avara y agarrada, pero venderles medios de supervivencia era una mejor forma de ganarse la vida de lo que había sido mandarlas a sus muertes.

– ¡*Ejem*!

Jasmine levantó la mirada, y a quién más iba a ver sino a Salia.

– Hace mucho que no te veía tan estresada. – observó. – Así que ¿es verdad que nuestro invitado está ofreciendo una montaña de dinero para cualquier Norma rebelde?

Salia frunció el ceño y negó con la cabeza.

– No puedo entender en qué estaba pensando. – le dijo. – Ya es bastante malo que tengamos que esquivar a la Inspectora, pero ahora tendremos que preocuparnos de toda la base.

Jasmine tarareó pensativa, y aspiró de nuevo en su pipa.

– No estarás empezando a creerte la propaganda de los humanos, ¿verdad? – le preguntó. Salia la miró con una expresión molesta. – Todo ese teatrito fue por la Inspectora. Para hacerle creer que es una especie de estratega rebelde. Recuerda, las únicas aparte de nosotras que saben algo acerca Libertus son unas cuantas chicas que sirven bajo mi mando, y Zhao Mei. Y estamos teniendo MUCHO cuidado sobre a quién dejamos entrar. Mira, Blitz no habría enviado a ese tipo si no supiera lo que hace. Tú sólo sigue con tu propia misión y deja que él se preocupe por la inspectora. Ahora, ¿había algo más que necesitaras?

Sin decir palabra, Salia le arrojó a Jasmine un fajo de billetes.

– Sólo vine aquí para recoger el objeto que ordené.

Jasmine se embolsilló el dinero y señaló hacia las puertas dobles cercanas. – Está en el almacén.

Salia echó una mirada para asegurarse de que nadie estaba observando, y se dirigió hacia las puertas.

– Iré yo misma a recogerlo.

Desde el incidente con Ange, Salia había estado haciendo sus "ejercicios de manejo de estrés" en el almacén. Las puertas hacían suficiente ruido como para que nadie la pillara por sorpresa, y los contenedores de carga servían muy bien para dar cobertura. Oficialmente, nadie excepto Jasmine y el personal del centro comercial tenía permitido entrar allí, pero Jasmine le tenía cierto cariño a la joven capitana. El haber tenido que asumir el mando tan repentinamente luego de la muerte de Zola, la presión de tratar de vivir bajo su imagen de Jill, sin mencionar que todo el primer escuadrón estaba suspendido. No podría haber sido fácil para ella, así que Jasmine estaba dispuesta a romper algunas reglas si evitaba que la niña se derrumbara por completo. Además, le servía para ganar un dinero extra, lo cual siempre era bueno.

«Qué raro,» pensó Jasmine. «¿Por qué de repente se puso tan silencioso?»

La respuesta le vino con el golpeteo de los tacones de unas botas sobre el piso de metal del centro comercial. Así que era eso. Vulcan gimió mientras Jasmine se ponía de pie para recibir a los invitados.

Mientras caminaba hacia ella, con las Normas dándole miradas curiosas, el invitado de honor en Arzenal siguió su camino por todo el centro mientras la inspectora lo seguía a toda prisa. Hasta ahora todo bien, observó Jasmine. Bronson no parecía sospechar nada.

– Inspectora, Capitán. – los saludó. – Bienvenidos al Centro Comercial. ¿Están buscando algo en particular?

– Hola, Jasmine. – dijo Emma ajustándose las gafas. – El Capitán tenía curiosidad de saber para qué utilizan su dinero las Normas. Así que le ofrecí mostrarle el centro comercial.

El Capitán, o Rio, que era su verdadero nombre, giró su cabeza para tener una mejor vista de la mercancía que los rodeaba.

– ¿Asumo que usted es la propietaria de este "centro comercial"?

– Así es. – respondió ella. – Jasmine es mi nombre. ¿Ve algo que le guste? Tenemos de todo, desde artefactos para la cocina hasta cañones de rayos.

– ¡Jasmine, por favor! – chilló la inspectora. – El Capitán está aquí por negocios oficiales. Ciertamente no tiene tiempo que perder en compras frívolas.

Rio por otra parte, parecía estar en desacuerdo, ya que le dio la espalda y se dirigió hacia una sala en particular.

– ¿Capitán? – preguntó Emma mientras corría tras él.

En esta sala en particular, armas de todo tipo y calibre colgaban de varios armeros de exhibición, o estaban encerradas en contenedores. Un par de Normas que estaban contemplando comprar un nuevo rifle de asalto inmediatamente lo pusieron de vuelta cuando vieron al Capitán, y huyeron.

«Sé que tienes que mantener cierta imagen,» gruñó Jasmine para sí misma. «¿Pero al menos podrías tratar de NO espantarme a mis clientes?»

– ¿Les permiten a las Normas comprar armamento? – les preguntó.

– Uh, sí señor. – respondió Emma. – Sin embargo, dentro de la base no se les permite cargar nada de mayor calibre que la pistola de 10 mm estándar. Todas las demás armas son para usarse en conjunto con los Para-mails durante escenarios de primer encuentro, y se mantienen en el hangar principal sólo para ser recogidas por sus dueñas respectivas.

– Supongo que eso es permisible. – asintió él. Caminó a todo lo largo de la exhibición, y se detuvo para examinar los contenidos de una de las cajas transparentes.

– Ese es el nuevo modelo de escopeta de asalto Pancor. – dijo Jasmine. – Fuego automático y semiautomático, totalmente modular, opera con gas, y recámara con tambor delantero. Se puede cargar con municiones estándar de rifle o mini-granadas. Tiene un poco de retroceso, pero nada que un potro grande y fortachón como usted no pueda manejar. Hasta le puedo ofrecer un descuento especial, ya que es un invitado.

El Capitán se giró y la miró con el ceño fruncido.

– Cuide su tono, Norma. – le advirtió. – No está tan vieja como para que no la vuelvan a poner en rotación de combate.

Le hizo un gesto a la Inspectora, y los dos se giraron para marcharse. Cuando pasó junto a ella, Jasmine aprovechó la oportunidad de ponerle un trozo de papel en la mano, que él se escondió entre la manga de su camisa.

«Te veo esta noche,» pensó, mientras la Inspectora de repente se detenía.

– Jasmine, ¿por qué está abierta la puerta del almacén?

Jasmine miró y tuvo un respingo al ver que una de las dos puertas no se había cerrado del todo.

– Perdón por eso. – respondió muy apresurada. – Debe ser un resorte dañado. Déjenme arreglarlo.

– Un momento. – dijo Rio. – Inspectora, asegurémonos de que sólo es una falla menor.

Los dos entraron en el almacén, y Jasmine se llevó la mano a la cabeza. Esto no iba a terminar bien.

...

– ¡Con el poder de la luz del romance! ¡Derrotando al mal con amor! ¡Soy la Guerrera Divina, Pretty Salia! ¡No eres rival para la pureza de mi corazón de doncella!

Oculta a salvo tras una pila de contenedores, Salia observaba su reflejo en el espejo que Jasmine había colocado para ella, y suspiró de satisfacción. Le llevó horas de práctica y estudio en secreto para crear un traje que fuera perfectamente igual al de Pretty Lilian.

«Ha pasado mucho tiempo desde que pude hacer esto,» pensó. Y con todo lo que estaba sucediendo, necesitaba desesperadamente ventilarse de alguna forma. Ahora, ¿en dónde estaba? Haciendo la pose correcta, Salia levantó su varita para invocar la Curación del Amor cuando escuchó la voz de una mujer.

– ¿Hay alguien aquí?

Salia se congeló dónde estaba. ¿La inspectora? ¿Qué estaba haciendo ella aquí? Se pegó a la pared y trató de quedarse tan callada como fuera posible. Con suerte, la Srta. Emma se daría por vencida y se iría. Pero entonces oyó otra voz acompañándola.

– ¿Está segura de esto, Inspectora?

Salia sintió que el corazón le daba un vuelco, y empezó a sentir pánico.

«¡Oh no! ¡No no no no no no no no no no! ¡Él no, ahora no!»

Ya había sido bastante malo que Ange la viera, pero si un hombre llegaba a verla con ese traje... la humillación sería demasiado para ella.

– Estoy segura. – insistió la inspectora. – ¡Quienquiera que seas, sal de donde estés ahora, antes de que vayamos a buscarte!

Su uniforme estaba encima de un contenedor cercano. Si se daba prisa, podría cambiarse de vuelta antes de que ninguno de los dos la encontrara. Se quitó rápidamente su disfraz de Pretty Lillian y cogió su uniforme doblado cuidadosamente sobre el contenedor, sólo para terminar dejando caer su varita en el suelo.

...

Ver la puerta abierta había sido un golpe de suerte para Rio. Le dio la oportunidad de ver el almacén del centro comercial sin levantar sospechas ni de la Inspectora o de las Normas. Desafortunadamente, igual que en el centro, Sarah tampoco estaba allí. Estuvo a punto de irse cuando la Inspectora dijo que le pareció oír algo detrás de una pila de contenedores en la parte trasera. Nadie respondió, y la Inspectora lo habría dejado pasar si no fuera porque algo cayó haciendo ruido.

– ¡Muy bien, ya fue suficiente! – gritó Bronson. – ¡Quienquiera que seas muéstrate ahora mismo!

Cuando nadie apareció, Bronson parecía lista para ir y sacar a la persona a rastras ella misma, pero Rio la detuvo poniéndole la mano en el hombro.

– ¿Capitán?

– Quédese aquí. – le dijo mientras sacaba la pistola que llevaba en la cintura. – Podría ser más peligroso de lo que imagina.

Por supuesto, Rio dudaba que fuese algo más serio que una simple rata, pero si alguien estaba allí por cualquier razón, algo le decía que sería mejor si él lo encontraba en lugar de Bronson.

– Pero... yo... sí, señor. – Bronson se echó atrás y Rio caminó con cautela hacia la pila de contenedores.

Para su sorpresa, en lugar de una persona, al espiar por una esquina encontró un espejo de cuerpo completo apoyado contra la pared, con un uniforme de Norma doblado cuidadosamente sobre un contenedor cercano.

«¿Qué está sucediendo aquí?» se preguntó.

Enfundando su pistola, puso un pie dentro de la alcoba improvisada, y pisó algo que no era el suelo. Miró hacia abajo y vio que se trataba de un vestido de alguna clase. Por pura curiosidad, lo recogió para verlo más de cerca, y se sorprendió de ver lo rosa y lleno de encajes que estaba.

«¿Acaso esta es la moda aquí?»

Como si le respondieran, oyó un lloriqueo, y arrojó el vestido junto al uniforme. De todas las maneras que podrían haberlo desenmascarado, ciertamente esta no era la que se imaginaba.

– Sé que estás allí. – susurró mientras se acercaba a una pila de contenedores cerca. – Así que mejor será que salgas antes de que la inspectora llegue.

Una sombra salió temblando desde detrás de los contenedores, y una cabeza con cabello azul oscuro atado en dos coletas emergió desde detrás del borde.

– Oh, eres tú. – le dijo. Un vistazo a su hombro le reveló a Rio la tira de un sostén, y por respeto desvió la mirada. – ¿Sabes quién soy?

– Sí. – murmuró ella. Grandioso, así no tendría que explicarle nada. Al mover el pie de nuevo, pateó suavemente algo en el suelo, y vio una especie de varita. Muy bien, eso explicaba muchas cosas.

– ¿Señor? – preguntó Bronson. – ¿Está todo bien?

– Sigo buscando, Inspectora. Mantenga los ojos abiertos en caso de que alguien intente colarse desde otro lado. – le respondió. Mejor ponerle fin a esto rápido. – ¿Cuál es tu nombre?

– Salia.

– Bueno, Salia... yo soy Rio. No necesito decirte que si alguien descubre quién soy realmente, tanto mi vida como posiblemente Libertus estarían en peligro. Así que, si tú guardas mi secreto, yo guardaré el tuyo. ¿Trato hecho? – Por la esquina del ojo, Rio vio que ella asentía, y le sonrió con gratitud. – Gracias.

Por supuesto, había otras que sabían la verdad sobre su presencia, como Jill y esa mujer Jasmine. Pero si la hacía sentirse mejor, él podría seguirle el juego. Además, él mismo había adoptado el nombre de su héroe de la infancia, así que ¿quién era él para juzgarla? Enfundó su arma, y se fue para recoger a la inspectora de modo que Salia tendría oportunidad de volver a vestirse y escapar.

– ¿Señor? – preguntó Bronson.

– Sólo fue una herramienta que se cayó. – le aseguró. – Ahora vamos, todavía le falta enseñarme el hangar de los Para-mails.

...

Permaneciendo perfectamente inmóvil hasta que oyó las puertas del almacén cerrarse, Salia se asomó fuera de su escondite. Se sentía tan avergonzada que se quería morir. Que la atraparan en ropa interior era casi tan malo como que la atraparan con su disfraz. Pero al menos Rio tuvo la decencia de no mirarla. Mientras se volvía a poner su uniforme con calma, se puso a pensar en lo que acababa de suceder.

«Dijo que guardaría mi secreto,» recordó. «Y no se burló de mí.»

La realización hizo que el corazón le volviera a latir con fuerza, pero por razones totalmente diferentes. Salia estaba tan abrumada que ni siquiera oyó a Jasmine cuando vino a buscarla.

– ¿Salia? – preguntó la mujer mayor. – ¿Estás bien?

– No se rio... – murmuró. – Él... no se rio de mí...

...

El hangar principal era un revoltijo de actividad. Por todas partes alrededor de Rio, el aire estaba lleno del rechinido de las máquinas y el apestoso perfume de la grasa y el combustible mientras varias Normas con overoles manchados de aceite corrían de ida y vuelta mientras trabajaban en docenas de máquinas con el aspecto de un cruce entre un avión caza de propulsión y una motocicleta. Él mismo estaba familiarizado con los Para-Mails. Como parte de su entrenamiento como recluta, había aprendido lo básico de volar y combatir en Para-mail en caso de ser asignado como parte de la milicia. Incluso al ser un agente, requería reportarse de vuelta a Neo-Zion una vez al año para un curso de repaso, en caso de que se declarase una ofensiva mayor. Y con todo lo que estaba sucediendo ahora, parecía que allí era donde terminaría a continuación.

– Espero que no encuentre esto demasiado estresante, Capitán. – gruñó Bronson, cubriéndose la boca y la nariz con un pañuelo. – Yo misma rara vez vengo aquí abajo.

– Para nada. – le dijo. – Mi tío solía ser un ingeniero en los Cuerpos Armados, y a menudo me dejaba ayudarle en el trabajo de la maquinaria en la base. Habría seguido sus pasos, pero mis aptitudes en la academia me llevaron más a una posición de mando.

Mientras seguían caminando, los ojos de Rio continuaban escudriñando todo el hangar, pero para su disgusto no encontró a ninguna Norma que pudiese ser Sarah. Bueno, eso tampoco le resultaba sorprendente. Ella no era exactamente del tipo que se inclinaría a la mecánica, pero la falta de indicios de dónde podría estar empezaba a desesperarlo.

«¿En dónde está?» se preguntó.

Arzenal era grande, pero no tan grande. Y la lista que Bronson le había dado mostraba a todas y cada una de las Normas que estaban de servicio. Si Sarah no estaba de servicio activo, ¿entonces dónde estaba? La única respuesta lógica era que ella no estaba aquí, pero eso era algo que no podía ni siquiera permitirse considerar. Desde que se unió a la Network, Rio había investigado discretamente a través de todos los pasadizos que habían establecido hacia otras instalaciones de Normas, y sus intentos de localizarla habían terminado en nada. Arzenal era el único lugar que le faltaba por ver debido a que Jill cortó todos sus lazos con ellos luego de Libertas. Si Sarah no estaba aquí, entonces Rio no sabría dónde más podría buscar.

«Ni se te ocurra pensar en eso,» se dijo a sí mismo. «Todavía tienes una semana para encontrarla, así que concéntrate en la tarea que tienes por delante.» – Entonces, ¿estos son los Para-mails?

– Correcto, señor. – respondió Bronson. – Para combatir las incursiones de DRAGONs, hemos proveído a las Normas con los medios para luchar contra ellos al mismo nivel. Si logran anotarse suficientes bajas, las Normas elegidas como pilotos pueden personalizar y mejorar sus unidades como mejor les parezca.

Rio asintió, y vio hacia donde había dos Para-mails en modo destructor, un Arquebus amarillo y un Hauser azul oscuro, mientras eran elevados hacia sus cubiertas de mantenimiento. El Arquebus estaba siendo equipado con una nueva armadura, mientras que al Hauser le instalaban un par de cañones rotatorios de cuatro barriles. Cerca de allí, un Glaive de color naranja estaba siendo reparado por otro grupo. La máquina parecía haber sido pasada por una trituradora. Tenía unas grietas largas en la nariz, y había manchas de color marrón rojizo oscuro salpicándole por todo el casco.

– Aunque como puede ver, a veces algo de daño es inevitable. – añadió Bronson. – No se preocupe, según el reporte, la piloto sobrevivió sólo con heridas menores, así que podrá volar con su escuadrón en el próximo despliegue. Y se anotó suficientes bajas para pagar su combustible, municiones y reparaciones.

¿Así que las Normas tenían incluso que pagar por lo que necesitaban para hacer su trabajo? Rio le echó una mirada a la inspectora, y sonrió mientras luchaba contra el impulso de darle una fuerte bofetada.

– Excelente. Si las Normas no pueden exterminar a los DRAGONS, ¿para qué sirven entonces?

Siguieron adelante, y Rio notó un grupo de siete Para-mails asegurados en atraque seco, incluyendo uno en particular que captó su atención.

«Así que ese es Villkiss,» pensó. «El arma de los dioses en persona.»

Pensar que por fin había alguien capaz de pilotearlo. Pero ¿sería eso suficiente? Antes creyeron que habían encontrado a una piloto para él, y aun así todo se fue al infierno. Y ahora, con Embryo a punto de jugar su mano, todo el peso recaía en la sucesora.

– ¿De quién son esos Para-mails, Inspectora? No se ven tan dañados como varios de los otros.

– Esas son las unidades del primer escuadrón. – respondió Bronson. – Desafortunadamente, ya que las dos Normas en confinamiento solitario son parte de dicho escuadrón, han sido puestos en espera.

Bueno, eso no pudo ser fácil. Tal vez habría formas más fáciles de ganarse la vida que matar DRAGONS, pero denegarle a todo el escuadrón su única fuente de ingresos parecía demasiado cruel.

– ¿Dos escuadrones son suficientes para luchar contra las incursiones de DRAGONS?

– No ha sido fácil para ellas, pero han respondido bien al desafío. Por suerte, las incursiones no ocurren todos los días.

Rio hizo una nota mental de revisar más a fondo los registros de Arzenal en relación a la ocurrencia de singularidades, y las estadísticas de los DRAGONS. La Network por supuesto conocía la existencia de los DRAGONS, pero obtener información sobre ellos era más difícil. Si se aventuraban demasiado en las aguas alrededor de Arzenal, las boyas con sensores del gobierno podrían percatarse de su presencia, de modo que lo único que podían hacer era observar desde la distancia.

– Y por supuesto – continuó la inspectora – las armeras tienen una ética de trabajo superior a la del resto. Podemos agradecer a Zhao Mei por eso.

Rio sí estaba de acuerdo con ella en ese sentido. El Cuerpo de Armeros de Arzenal, o "Clan" como prefería que las llamaran acorde con su resumen de misión, tenía una disciplina impresionante. Siendo el único hombre en una isla llena de mujeres, Rio no era ignorante de que era un imán de atención, pero aquí, difícilmente alguien le echaba una primera mirada, mucho menos una segunda. Las únicas veces que alguna de las Normas le dio más que una mirada de reojo fue cuando él y la inspectora se acercaron donde había un grupo de mecánicas amontonadas alrededor de una niña pequeña con el pelo en dos coletas cortitas.

– ¡Oficial en cubierta! – gritó alguien. Inmediatamente, todas las Normas presentes se pusieron firmes con atención, mientras la niña de las coletas corría hacia ellos y saludaba. – Capitán, Inspectora.

– Zhao Mei. – replicó Bronson. – Capitán, esta es Zhao Mei. Es la jefa de las Armeras aquí en Arzenal.

«¿Esta niña está a cargo de todos los Para-mail?» se preguntó. «Bueno, supongo que es mejor que mandarla a morir en uno de ellos.»

– Ya veo. – asintió. – Parecen que dirige a un grupo muy disciplinado aquí. Para ser tan joven, especialmente para una Norma, esa es una hazaña impresionante.

Unas cuantas de las Normas a su izquierda le lanzaron algunas miradas rápidas, pero él las ignoró. Si se lo tragaban, significaba que su acto era tan bueno como esperaba que fuese.

– Eso es porque el honor de mi clan depende del éxito de estas máquinas. – alardeó la línea. – Cada piloto que traen de regreso con vida es una victoria para mí.

– Mientras maten a los DRAGONS, por supuesto. – contraatacó Rio. – Ya he visto suficiente, Inspectora, volvamos al centro comercial por un rato. Necesito algo antes de ver a las dos en confinamiento.

– En seguida, señor.

Mientras los dos se iban, algunos susurros de un grupo cercano captaron la atención de Rio.

– ¿Escuchaste eso?

– Impresionante para una Norma, fue lo que dijo. ¿Qué tan condescendiente puede ser?

– Tiene suerte de ser humano, o si no le habría dado un puñetazo por eso.

Aparentemente, su acto era MUY bueno.

...

Mientras seguía tendida en su catre, Ange no estaba segura de qué odiaba más de su encarcelamiento. La comida horrible, el aburrimiento, o el olor. Ya era su tercer día sin poder darse una ducha, y toda la celda apestaba. Y si su propio hedor no fuera suficientemente malo, también tenía que lidiar con Hilda.

Aparte de su propio aburrimiento, desde que la Comandante había venido a advertirles sobre la misión de Rio, la actitud usualmente arrogante de Hilda se había derrumbado por completo. Por lo menos había dejado de pasearse, y ahora mismo estaba sentada en su propio catre, jugueteando con un dedo contra el borde, con su cabello hecho un desastre por el desvelo, y con el top abierto para poder ventilarse mejor en la humedad de su celda.

– ¿Nerviosa? – preguntó Ange burlonamente. Hilda le lanzó una mirada de fastidio.

– No estoy nerviosa. – replicó ella. – Estoy irritada. No sé por qué tiene que andar metiendo constantemente las narices en cosas que no le conciernen.

Como si lo llamaran, la puerta de la prisión se abrió y empezaron a resonar las pisadas en el suelo de piedra.

– Aquí vamos. ¿Recuerdas tus líneas? – preguntó Ange. Hilda le lanzó una mirada de indignación.

– Por favor, Princesa. He estado actuando frente a toda esta base durante años.

Desde el otro lado de la celda, la Inspectora hizo acto de presencia seguida de la guardia y un hombre en un uniforme blanco de oficial. Ange no pudo evitar preguntarse si ese era todo su disfraz. Por lo que pudo ver, todo lo que Rio había hecho era teñirse el pelo. Pero de nuevo, sólo había cuatro personas en todo Arzenal que lo habían visto sin su disfraz, por lo que tampoco era que fuese una figura ampliamente reconocida.

– De pie, ustedes dos. – ordenó la inspectora. – Este es el Capitán Joseph Algren, y ha venido aquí para tener algunas palabras con ustedes.

Con un suspiro de fastidio, Ange y Hilda se levantaron mientras la guardia abría la celda y Rio ingresaba en ella. En su brazo izquierdo llevaba una silla plegable y una bolsa del centro comercial de Jasmine. Colocó la primera en frente de la mesa para bandejas frente al catre de Hilda, y de la bolsa sacó una naranja y una manzana junto con un cuchillo plegable de su bolsillo.

– Y bien... – dijo mientras comenzaba a pelar las frutas – ... ustedes dos son las Normas que intentaron escapar. ¿Por qué lo hicieron?

– Tuvimos ganas de tomar vacaciones. – replicó Ange. – Y Misurugi es muy hermoso en esta época del año.

Desde afuera de la celda, la Inspectora se agarró de los barrotes con indignación.

– ¡Ya tuve suficiente de esto! – les gritó. – ¡Y tú, abróchate tu top como debe ser! ¡¿Es que no te da ni una pizca de vergüenza andar expuesta de esa manera?!

– ¿Por qué? – preguntó Hilda. – ¿Me va a echar a la cárcel si no lo hago?

La Inspectora empezó a hervir de nuevo, pero Rio levantó su mano para contenerla.

– Cálmese, Inspectora. Si les permite tomar el control de la situación, entonces usted se convertirá en SU prisionera. – le dijo.

La inspectora se echó atrás con una expresión algo tímida, mientras Rio continuaba pelando las frutas que colocó cerca de ellas. Ange no pudo evitar notar que había colocado la naranja más cerca de Hilda. ¿Acaso era algún tipo de mensaje?

– Tengan, tomen un poco. Puedo imaginarme que no han tenido mucha buena comida mientras han estado aquí.

– ¿Esto es algún truco? – preguntó Ange. – ¿Qué hay en ellas? ¿Suero de la verdad? ¿Veneno?

– Sólo es fruta. – respondió Rio. – Considérenlo una rama de olivo. Seguro que ustedes dos debieron tener sus razones para querer abandonar Arzenal, a pesar de que está prohibido. Aun así, soy un hombre razonable. Y si residir aquí por alguna razón les resulta incómodo, tal vez podría hacer arreglos para que sean transferidas. Después de todo, Lady Misty en persona pidió que se les tuviera clemencia, así que, por respeto a sus deseos, puedo extenderles algo de amabilidad.

– ¿Y exactamente qué es lo que quieres por esta amabilidad? – preguntó Hilda. – Aquí en Arzenal, nada es gratis. Ni siquiera la vida.

Rio se echó para atrás y cruzó los brazos.

– Lo que quiero de ustedes es información. – les dijo. – Tengo razones para creer que ustedes dos estuvieron en contacto con miembros de un grupo extremista que ha rechazado los principios de la humanidad, y su postura hacia las Normas. Quiero saber quiénes son, qué aspecto tienen, y cuáles son sus objetivos. Si algo de lo que me dicen tiene algo de mérito, aprobaré que sean transferidas a una instalación más acomodada.

– ¿Y si decimos que no? – preguntó Ange.

Frunciendo el ceño, Rio se puso de pie y se ajustó su gorra de oficial.

– Les aconsejaría no hacerlo. No confundan mi actitud civilizada con debilidad. Les aseguro, puedo ser igualmente agresivo cuando me llevan al límite. – Rio le hizo un gesto a la Inspectora, salió de la celda, y la guardia volvió a cerrar la puerta. – Mañana seguiremos hablando. Les recomiendo encarecidamente que consideren mi oferta.

Los tres se marcharon, pero Ange esperó hasta que la cerradura de la prisión se cerró antes de volver a relajarse.

– Muy bien, debo admitir que es realmente bueno. – dijo. Cuando Hilda no respondió, Ange echó una mirada y vio que se había encogido en su catre de la vergüenza.

– Me vio. – murmuró. – No me he duchado en tres días y acaba de verme. ¡Mejor mátame ahora!

Ange tuvo que luchar por no reírse mientras juntaba los trozos de manzana.

– Bueno, por lo menos nos trajo algo de comida real. – suspiró. – ¿Y qué onda con la naranja?

Hilda la miró confusa.

– La empujó en tu dirección. ¿Eso es alguna clase de broma entre ustedes dos?

La Norma pelirroja miró hacia la mesa, y suspiró mientras recogía los pedazos que le dejó.

– Yo... le dije que no me gustaban las manzanas. – admitió. – Es una larga historia. Pero la verdad es que odio las naranjas. – Hilda se comió un trozo, e hizo una media mueca, media sonrisa. – Está asquerosa... pero de alguna forma me siento mejor.

...

Ahora que ya la había visto, Rio se sentía un poco más aliviado. Pese a que le faltaban las comodidades básicas de cualquier criatura, Hilda parecía encontrarse bien. No había signos de tortura, fuera de que se veía y olía de los mil demonios. Bueno, nada que no se pudiera arreglar con una ducha y una comida saludable. Tendría que ver si luego podía meterle algo de comer de contrabando.

«Supongo que también debería hacer lo mismo por Ange,» decidió. «Sólo necesito encontrar una forma de no alertar a Jill o a la Inspectora.»

Pensando en ello, Rio echó una mirada por encima del hombro, viendo a Bronson caminar detrás de él y notando que tenía una expresión muy pensativa.

– ¿Sucede algo, Inspectora?

Inmediatamente, la mujer salió de su trance y empezó a agitar nerviosamente la mano. – ¡Oh, no, para nada, señor!

– Si algo le preocupa, Inspectora, entonces me interesa oírla. ¿Son mis métodos? ¿Acaso está en desacuerdo con ellos?

– ¡No, por supuesto que no! – dijo frenéticamente. – Entiendo perfectamente su enfoque. Su intención es hacer creer a las Normas que usted no es ninguna amenaza, para ganarse su confianza. Una estrategia digna de un genio. Puede que incluso decidiría utilizarla yo misma si tuviera la oportunidad.

– ¿Y por qué piensa que no tendría la oportunidad? – le preguntó él. La inspectora comenzó a juguetear con los dedos y Rio supo que había dado en el blanco. – Inspectora, acérquese. Si hay algo sobre mi presencia aquí que le incomoda, me gustaría saberlo.

Bronson se mordió el labio, y desvió la mirada antes de respirar profundamente.

– Señor... quisiera saber cuál será mi castigo.

– ¿Su castigo?

– Soy plenamente consciente de que es mi culpa que Ange y Hilda hayan escapado. – le dijo. – Peor aún, yo les permití que secuestraran y pusieran en peligro a Lady Misty. Mis acciones no sólo me han avergonzado a mí misma, sino a mi país, mi familia y mi carrera. Asumiré toda la responsabilidad y aceptaré cualquier acción disciplinaria que usted considere apropiada.

Bueno, ciertamente esa no era la reacción que él se esperaba. Cierto que, para todos los efectos, Bronson era su enemiga, pero de cierta forma también sentía algo de pena por ella. Desde cierta perspectiva, ella era una víctima casi tanto como las Normas. Lo único que conocía era la propaganda que le habían alimentado toda su vida, y como hija de una figura importante como el Senador Bronson, llevaba la carga extra de tener que estar a la altura de las expectativas de otros. Quitándose sus gafas, le colocó una mano en el hombro, y Bronson lo miró sorprendida.

– No hay necesidad de eso. – le dijo. – Si hay algún responsable, es el Comité de Control de Normas, no usted.

– ¿Señor?

– El Coronel Ackerman desde hace tiempo ha propuesto que haya una mayor presencia humana aquí en Arzenal. Y luego de un solo día aquí, puedo ver por qué. Usted es una sola persona, y pensar que sería capaz de manejar toda una base de Normas por su cuenta y prevenir todos los problemas, eso no sólo es imposible, sino absurdo. Para ser honesto, me sorprende que sólo haya ocurrido UN incidente bajo su vigilancia. Eso habla mucho de su habilidad para manejar Arzenal con los recursos tan limitados que tiene.

Sus palabras parecieron funcionar, ya que Bronson se sonrojó ligeramente.

– Er... yo... la verdad eso no es nada, Capitán. Yo sólo...

– Le aseguro que no doy cumplidos a la ligera. – le dijo volviendo a ponerse sus gafas. – Así que acepte lo que le digo, y siéntase orgullosa. Ahora, se está haciendo tarde y todavía debo terminar con los documentos que me dio. ¿Por qué no terminamos por hoy, y mañana usted puede mostrarme los aspectos operacionales de Arzenal?

– Sí, señor. – dijo con un saludo. – Por favor, permítame escoltarlo de vuelta a la casa de invitados y...

– No es necesario. – interrumpió él. – Más bien, debería ser yo la que la acompañe a sus cuarteles.

– A m...m...m...m...m... ¿mí? – tartamudeó Bronson. – Pero... yo...

– Entiendo que a usted la han puesto a cargo de mi seguridad mientras estoy aquí. – dijo él. – Pero sería una vergüenza para mi posición como oficial si permito que una dama se sienta incómoda por culpa mía.

Le hizo un gesto para que se acercara, y Bronson volvió a juguetear con sus dedos antes de sonreír tímidamente.

– Bueno, ya que usted insiste, podría considerarlo una orden. – No mucho después, los dos se encontraban en frente de la puerta hacia los cuarteles de Bronson. – Bueno, aquí estamos. ¿Hay algo más que necesite, Capitán?

– No, nada. – le aseguró. – Y ahora sé dónde puedo encontrarla si necesito algo más. Y si usted necesita algo de mi parte, simplemente contacte a Momoka. A pesar de su afecto por las Normas, es una sirvienta obediente, y fue fácil instruirla para que me sirviera. Buenas noches, Inspectora.

– Buenas noches para usted también, señor.

Mientras Rio se iba alejando, no pudo evitar que su conciencia le remordiera. El resumen del Capellán le aconsejaba aprovecharse de su encanto, pero le dejaba un mal sabor de boca jugar de esa forma con los sentimientos de una mujer. No sólo eso, si su misión tenía éxito y mantenía a Bronson distraída el tiempo suficiente para que lanzaran Libertus, entonces sería en ella sobre quien caerían las autoridades.

«Bueno, no sería la primera vez que alguien sufre por mi culpa. No puedo pensar en eso ahora mismo. Todavía tengo la reunión de esta noche, y aún necesito pensar en una forma de sacar tanto a Hilda como a Sarah de aquí.»

...

Mientras el Capitán se iba alejando, Emma se tomó un momento más para observarlo antes de cerrar la puerta de sus cuarteles. Este día había sido una montaña rusa de emociones para ella. La tensión de esperar la llegada del Coronel Ackerman, su confusión al conocer al Capitán, su incomodidad al tratar con él, y la forma en que cada una de las Normas parecía hacer todo lo posible para avergonzarla en frente de él. Al menos, el Capitán había sido paciente con ella. En realidad, había sido más que paciente, había sido un verdadero caballero. La cara de Emma se sonrojó y se cubrió la cara mientras se reía de manera delirante.

«Es tan increíble,» pensaba.

Un soldado modelo si alguna vez vio uno. Valeroso, disciplinado, inteligente, apuesto, y un caballero encima de todo. Todavía se sentía un poco emocionada al pensar cómo había elegido ponerse a sí mismo entre ella y cualquier peligro que podría haber estado acechando en el almacén. Y cuando se ofreció a escoltarla a sus cuarteles, una parte de ella esperaba que incluso le pidiera que lo invitase a pasar.

«¡No, eso no!» se regañó a sí misma. «Es un oficial superior, y ese tipo de confraternización está prohibido. Además, no hay forma de que un hombre como el Capitán Algren no tenga al menos una novia o una prometida.»

Aun así, una chica podía soñar, ¿verdad? Y hablando de eso... por instinto, Emma se fue a su dormitorio y comenzó a mirar su santuario personal. Su privacidad y dignidad personal eran cosas que se esforzaba cuidadosamente en preservar a toda costa. Por lo mismo, siempre había usado intermediarios para ir acumulando su colección. Observó alrededor todos los posters de Perolina en su pared, la mercancía en los estantes, y el peluche de Perolina sobre su cama, y rápidamente escondió la mayoría de ellos en su closet. Si algo LLEGABA a suceder, ciertamente no quería que el Capitán Algren se hiciera ideas equivocadas sobre ella.

Esta historia continuará...

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