Capítulo 7: Regreso a casa


Mientras volaba el vehículo de Tusk sobre los bosques al sur del Pilar del Amanecer, un destello a estribor de repente captó la atención de Ange. Echó un vistazo y vio que se acercaba volando a ellos un vehículo aéreo de diseño similar al de Tusk. Su piloto le hizo señales con un espejo y le indicó que lo siguiera.

– ¿Lady Angelise? – preguntó Momoka. – ¿Quién es esa persona?

Ange no respondió. Le habían mentido y traicionado demasiadas veces en los últimos días como para confiar fácilmente en nadie, especialmente en un completo extraño que, por lo que sabía, podría haber sido contratado por Julio para llevarle su cabeza.

– No lo sé. – dijo Ange finalmente. – Pero revisa a Tusk en busca de cualquier arma. Si este tipo es una amenaza, no vivirá lo suficiente para lamentarlo.

No era como si ella y Momoka tuvieran muchas opciones en ese momento. Además, todavía tenía demasiadas preguntas que necesitaban respuestas. Girando el vehiculo, siguió a su guía mientras las llevaba hacia el este, por encima de los Jardines del Amanecer y más allá del Palacio Imperial, hasta que la playa se hizo visible. A su alrededor, otros vehículos se les unieron, incluyendo a dos que llevaban al hombre con casco y la mujer que habían hecho un alboroto en la horca cuando Tusk cortó su cuerda.

Mientras formaban un perímetro a su alrededor, el piloto del vehículo líder les indicó que aterrizaran, y Ange descendió sobre la arena. Los otros hicieron lo propio mientras el piloto líder, un hombre enorme y con poderosos músculos, les indicó que se dieran prisa.

– ¡Todo mundo muévase! – les ordenó. – Sólo tenemos una ventana de un minuto. ¡Quiero que estas mujeres salgan de aquí ahora!

Desde el vehículo líder, la mujer que vio en la horca saltó, y su cómplice que venía con otra mujer hizo lo propio. Ambos se detuvieron junto a Ange y Momoka mientras los otros corrían hacia donde habían ocultado algo entre la vegetación, cubriéndolo con camuflaje que al retirarlo reveló una especie de tráiler.

– ¡Ustedes tres, adentro, pero ya! – ladró el líder. – Y llévense a Tusk con ustedes. Rio, engánchale el Skyhook. Las coordenadas ya están programadas en el Auto Navegador.

– ¡Esperen un minuto! – dijo Ange. – No pienso ir a ninguna parte, hasta que alguien me...

Ange fue interrumpida cuando la mujer con casco la agarró bruscamente del brazo.

– Por una vez, "Princesita", ¡no discutas y haz lo que te dicen!

Esa voz, y esos ojos violetas detrás del visor. No había duda en la mente de Ange de quién estaba debajo. Reacia, Ange hizo lo que le dijeron, y ella y Momoka agarraron a Tusk y lo arrastraron por la arena hacia el tráiler. El cómplice de Hilda, entretanto, se montó en el vehículo de Tusk cuando el sujeto a cargo de repente le señaló con el dedo.

– ¡Aún no hemos terminado! – le advirtió antes de volver a su propio vehículo.

Las tres chicas ingresaron por una pequeña puerta en el frente, arrastrando a Tusk detrás de ellas y dejándolo tendido en el suelo mientras el hombre con casco enganchaba el vehículo de Tusk al tráiler y lo conectaba con varios fuertes clicks.

– Todo mundo, abróchese los cinturones. – dijo mientras el vehículo y el tráiler se elevaban de la arena.

A través de las ventanas, Ange observó cómo los otros despegaban en sus propios vehículos antes de esparcirse en diferentes direcciones. Pronto, Misurugi quedó atrás, muy lejos de ellos, y ahora volaban a salvo sobre el océano.

Adentro del tráiler, Ange se había quitado la túnica que Julio le había obligado a ponerse, y se vistió con una camiseta limpia que encontró en un compartimiento del techo, encontrando alivio al poder quitarse algo de la suciedad que todavía tenía. Lo mejor de todo, la camiseta era lo bastante larga para caerle por debajo de las caderas y preservar su modestia.

Junto a Ange, profundamente sacudida por todo lo que había ocurrido, Momoka estaba sentada envuelta en una manta, mientras que en frente de Ange, Hilda estaba sentada con su casco a un lado, con el cabello amarrado en una coleta solitaria.

– Siento mucho lo que le sucedió, milady. – dijo Momoka medio sollozando. Ange sonrió y le puso la mano en el hombro para reconfortarla.

– No lo sientas. De hecho, me siento mucho mejor. – dijo Ange. Momoka levantó la mirada y Ange suspiró con resignación. – Ahora estoy libre. Ya no queda nada para mí en ese lugar. – Miró a la chica que no había sido más que un dolor en el trasero desde que llegó a Arzenal. – ¿Hey Hilda?

– ¿Qué quieres? – preguntó Hilda.

– Gracias. – logró decir sin ahogarse. Hilda sólo sonrió y se encogió de hombros.

– Bueno, te veías tan patética que no pude evitar sentir lástima por ti. Y supongo que te la debía de todos modos por ayudarme a escapar de Arzenal.

«Me debes mucho más que sólo eso,» pensó Ange. «Pero supongo que este es un inicio.»

– Oh, cierto. – recordó Ange. – ¿Qué pasó con tu mamá? ¿Pudiste encontrarla?

Hilda frunció el ceño y desvió la mirada.

– Sí.

– Ya veo. – De alguna manera, eso fue todo lo que Ange necesitó saber.

En ese momento, la puerta del tráiler se abrió y el cómplice de Hilda entró. Se quitó el casco y Ange le dio una mirada más de cerca mientras se limpiaba el sudor de su cabello rubio y corto. No tenía ninguna duda de que él y los otros eran humanos. Lo había visto usar la Luz de Mana para cubrir a Hilda durante el tiroteo en el Pilar del Amanecer. Pero lo que quería saber era ¿qué estaban haciendo él y Hilda juntos? ¿Y por qué arriesgó su propia vida para salvar a una simple Norma?

– Muy bien. – les dijo mientras se sentaba. – Parece que el piloto automático nos llevará en dirección sureste. Decidiremos nuestro siguiente movimiento cuando nos reunamos con los demás.

– Y entonces, ¿cuál es tu historia? – le preguntó.

– ¿Yo? – Él sonrió y se pasó los dedos por su cabello rubio. – Bueno, sólo soy un apuesto renegado que vio a una hermosa doncella en apuros, y decidió acudir en su rescate.

Ane lo miró, sin poder creer que estuviera hablando en serio. De la misma forma, Hilda gruñó y se tapó los ojos de vergüenza.

– ¿En serio? – murmuró Momoka, con estrellitas en los ojos.

– Lo que sea. Ahora... – dijo Ange, arrodillándose para agarrar a Tusk por el cuello de su capa y darle una bofetada en la cara. – ¡Despierta!

Tusk echó un grito, y sacudió su cabeza al despertarse.

– ¿Ange? – preguntó al verla, y luego volteó a ver al otro sujeto. – ¿Rio? ¿Significa que todos salimos de allí?

¿Eso era todo lo que tenía que decirle a ella? Ange apretó los dientes y empezó a aplastarle el cráneo entre sus puños.

– ¡Ayayayayayay!

– ¿Qué diablos pasa contigo? – le gruñó. – ¿Por qué esa obsesión tuya de meter tu cara en mi entrepierna?

– ¡Lo siento! ¡Te juro que fue un accidente! ¡Ayayayayay!

– Um, ¿Lady Angelise? – preguntó Momoka asked. – ¿Quién es este individuo, y cuál exactamente es su relación?

– Yo me preguntaba lo mismo. – añadió Hilda. Ange lo soltó y Tusk empezó a reírse algo nervioso.

– Bueno... – murmuró – ... en realidad es bastante seria.

– ¿En serio? – preguntó el otro humano.

– ¡¿Qué?! – gritó Ange, mientras la cara de Momoka se iluminaba.

– ¡Lo sabía! – exclamó la sirvienta. – ¡La manera en que arriesgaste tu vida para salvarla, no podría haber sido otra cosa! ¡Oh Lady Angelise, no tiene idea de lo feliz que me hace esto como su jefa de sirvientas! ¡Al fin después de tanto tiempo, la flor de la femineidad ha florecido en su corazón marimacho!

– ¡¿Discúlpame?! – gritó Ange. Momoka no podía haber dicho lo que ella creyó escuchar.

– ¡Y pensar! – siguió Momoka. – ¡No sólo tiene a uno, sino a dos increíblemente galantes hombres detrás de su mano!

– ¡Oye, espera un minuto! ¡Rio está conmigo! – gritó de repente Hilda poniéndose de pie. Y al darse cuenta demasiado tarde cómo sonaba eso, la cara se le puso de un rojo brillante. – Quise decir... ¡él vino conmigo! Quiero decir... ¡la única razón por la que estaba aquí es porque yo lo obligué a venir!

El otro hombre, o Rio como aparentemente se llamaba, se rio y se rascó la sien.

– De hecho, eso es bastante cierto. – admitió.

– ¿Podemos volver al tema? – exigió Ange mientras se volvía hacia Tusk. – ¿Por qué estás aquí en primer lugar? ¿Cómo me encontraste? ¿Y quiénes eran esas personas?

Tusk miró a los otros que los rodeaban, y tarareó por un momento pensativo.

– Bueno... Jill me envió. – dijo finalmente.

– ¿La Comandante? – preguntó Ange.

– ¿Qué tiene ella que ver en todo esto? – añadió Hilda.

– Me dijeron que no debía dejarte morir. Y los otros chicos son amigos míos. Escucharon sobre cómo tú y tu amiga se fugaron de Arzenal y ofrecieron ayudar. – Metiendo la mano en su bolsillo, Tusk extrajo algo para ponérselo en la mano a Ange. – Ten, le quité esto a ese tipo Julio. Es importante para ti, ¿verdad?

Ange lo miró, y se sobrecogió de la alegría. En su palma estaba el anillo de su madre, el cual de inmediato se volvió a poner en el dedo.

– Sí, lo es. – dijo mientras luchaba contra sus lágrimas. – Pero todavía quiero saber, ¿quién eres tú? ¿Cómo es que conoces a la Comandante?

Tusk la miró con sus ojos violetas, pero no le respondió.

– Lo siento... pero creo que deberíamos esperar hasta que nos reunamos con los demás. Hay ciertas cosas que necesito discutir con ellos primero, así que ¿qué tal si descansamos un poco hasta entonces?

– Por mí excelente. – dijo Rio, dejándose caer en su extremo del asiento largo. – Los últimos tres días he estado obligándome a trabajar hasta el agotamiento.

Ange gruñó de frustración, pero decidió dejarlo pasar.

– De acuerdo. – le dijo. – Pero ni un momento más tarde.

– Mientras tanto, ¿puedo preguntarte algo? – dijo Tusk.

– ¿Qué cosa?

– Tu cabello. – le sonrió. – ¿Cómo es que es de un tono dorado tan hermoso?

Ange se sonrojó sorprendida. Hilda los miró con una ceja levantada, y Rio simplemente miró a Tusk y sonrió.

– Um... bueno... – Empezó a tartamudear. No podía hablar en serio, ¿verdad? Todavía podía sentir los mechones saliendo en su cuero cabelludo. – Siempre ha sido así...

– Y allá abajo también lo es.

– ¡Ahora sí, te voy a...! – gritó Ange, y la nave empezó a sacudirse de lado a lado sobre el agua, mientras ella desataba toda su furia en Tusk.

– ¡Lady Angelise! – gritó Momoka.

– ¡Cuidado! – exclamó Hilda.

– ¡En la nave no! – les advirtió Rio.

...

En los aposentos privados del Emperador, la Capitana Riza se encontraba de pie observando cómo los sirvientes hacían su mejor esfuerzo por calmar a Su Santidad. Detrás de ella, la Princesa Sylvia se sentaba en su silla agazapándose contra la pared. Una vez que tuvo la certeza de que los terroristas habían evacuado los terrenos del Pilar del Amanecer, Riza había escoltado personalmente al Emperador Julio y a su hermana de vuelta al palacio, donde los recibió otra escena de una carnicería.

Aunque la fuerza principal había atacado el Pilar del Amanecer, otro grupo había corrido interferencia para evitar que llegara más seguridad. Por lo que había averiguado, un hombre con arma de asalto había atacado a la policía en el paseo del lado oeste, una mujer que los testigos reportaron era una Norma había contenido a aquellos que venían desde el sur, y un tercer individuo atacó a los guardias que estaban de turno en el palacio cuando intentaron unirse a la defensa en el Pilar. Si eso no fuera suficientemente severo, la base de datos de la metrópolis había sido aparentemente hackeada, enviando a la policía a dar vueltas en círculos mientras los disidentes hacían alboroto por todas partes a gusto.

– ¡Su Santidad, por favor! – suplicaba el médico real. – Tiene que calmarse para que podamos...

El doctor se cortó cuando Julio lo agarró del cuello de su camisa y lo lanzó al otro lado de la habitación.

– ¡Les dije QUE LA ENCUENTREN! – gritó, con la herida en su mejilla reabriéndose y chorreándole sangre en su ropa. – ¡No me importa lo que tengan que hacer! ¡Envíen hasta al último guardia que tengamos! ¡Tráiganme su CABEZA!

– ¡Emperador, ya casi no nos quedan guardias! – lloriqueó un sirviente. – ¡Muchos murieron durante el ataque y el resto están gravemente heridos! ¡Hasta la policía terminó corta de personal luego del asalto!

– ¡Entonces llamen a la Guardia Nacional! ¡Contacten a Rosenblum! ¡Haré que Arzenal y cada una de las Normas que están allí ardan hasta que sean una pila de cenizas por lo que me hicieron!

– Pero, Su Santidad... – El sirviente se interrumpió cuando Riza le puso una mano en el hombro.

– Ve a ver a la princesa. – le dijo. – Yo me haré cargo del Emperador.

El sirviente la miró con duda, pero una mirada firme de Riza lo convenció de no discutir. En masa, los sirvientes se marcharon y escoltaron a la Princesa Sylvia fuera de la habitación. Julio entretanto continuó sentado y con la sangre hirviendo mientras Riza se le acercaba y presionaba su cabeza contra su busto.

– Mi pobre Julio, mira lo que te hicieron. – le dijo cariñosamente. Sus caricias y palabras finalmente lograron calmarlo, y Julio se relajó y envolvió sus brazos alrededor de ella.

– Ella... ¡me cortó la cara! – lloriqueó. – ¡Esa violenta monstruosidad de una Norma me cortó la cara! Y ese rebelde, ¡se atrevió a insultarme cuando estaba herido!

Riza lo calló mientras le acariciaba el cabello. Le colocó el dedo en la boca, y por instinto él empezó a chuparlo.

– Todo está bien. – murmuró ella. – No te preocupes. Yo la haré pagar por lo que le hizo a mi querido príncipe.

Julio levantó la mirada hacia ella, mientras lágrimas comenzaban a chorrear por su rostro.

– Mami... – lloriqueó. – Me duele...

Riza sonrió mientras su mano comenzaba a brillar con una luz roja.

– Lo sé. – le aseguró mientras le acariciaba la cara. – Pero no te preocupes, yo haré que todo mejore.

El corte comenzó a cerrarse y a sanar hasta que sólo quedó una pequeña cicatriz. Podría haberlo sanado más, pero dejarle un recordatorio de su herida podría servirle de ventaja a ella.

– Ahora – dijo mientras lo llevaba hacia la cama – vamos a olvidarnos de todo lo que sucedió.

Después de eso, mientras Julio dormía cómodamente, Riza salió de su dormitorio para poder pensar. Este era un giro de eventos muy inesperado. Las Normas de Arzenal ya eran de por sí una amenaza a su misión, pero ¿qué sucedería si unieran fuerzas con estos humanos renegados? ¿Y qué tal aquel contra el que había peleado brevemente? Cuando su energía conectó contra el Mana de él, había sido rechazada violentamente al contacto. Lo más inquietante, en un instante pudo sentir una energía que no era muy diferente de la de los suyos. ¿Pero cómo?

«Debo reportar esto a Lady Salamandinay,» decidió. «Si estos humanos renegados tienen algún tipo de conexión desconocida con Aura, debemos determinar cuál es inmediatamente.»

...

Al salir el sol, Hilda bostezó mientras se estiraba, y hacía una mueca por la tortícolis en su espalda. ¿Quién habría pensado que dormir dos noches seguidas en camas medianamente decentes la habría suavizado tanto? Luego de llegar a su destino, ella, Ange y Momoka habían estado durmiendo en el tráiler mientras Rio y su amigo acampaban afuera. El olor de un humo la sacó, y vio a ese chico llamado Tusk sentado de espaldas a ella, rostizando algo de pescado sobre una fogata. Se giró para verla y Hilda se sorprendió un poco. La golpiza que Ange le había dado luego de haberse ido de lengua con ella lo había dejado con la cara hinchada y hecha un desastre de moratones. Y aunque él se lo buscó, no pudo evitar sentir un poco de pena por él. Probablemente ella no se vería mejor luego de que aquellos policías la atacaron.

– ¡Oh, hola! – le dijo, de alguna manera logrando sonreír a través de sus heridas.

– Sí, claro. – le dijo ella. Se acercó con cautela hacia él, lista para infligirle más dolor en caso de que se le ocurriera alguna otra idea. Rio podría considerarlo un amigo, pero Tusk seguía siendo el segundo hombre con quien Hilda había tenido contacto extendido desde que era una niña. No iba a bajar la guardia cerca de él hasta que demostrara ser digno de confianza como lo había hecho Rio. – Y dime, ¿dónde están los demás?

– Rio se fue a trotar un poco. – respondió Tusk. – Y Momoka se llevó a Ange tierra adentro para poder lavarse el resto de la basura.

Hilda asintió, y echó un vistazo a su alrededor. El Skyhook de Tusk, como lo llamaban, había aterrizado en una bahía arenosa en la costa sur de la isla. Una enorme colina con una jungla dominaba el interior de la isla, mientras que en las aguas azules cristalinas había arrecifes de coral parcialmente expuestos por la marea baja, en medio de algunas rocas con forma de domo.

– ¿Dónde estamos, de cualquier manera? – le preguntó.

– En mi lugar. – le dijo. – Es una isla a unos mil quinientos kilómetros al suroeste de Arzenal.

– ¿Eres dueño de toda esta isla?

– Oh no, lo que quise decir es que vivo aquí. No tengo ningún dinero.

Hilda trató de procesar lo que dijo, y luego recordó que los humanos no necesitaban dinero gracias a la Luz de Mana. Aunque ahora que lo pensaba, no había visto a Tusk usar nada de Mana tampoco. Por curiosidad, se agachó para verlo mejor.

– ¿Sucede algo?

– No te muevas. – le ordenó. Le apartó algo de su pelo castaño alrededor de la base del cráneo, pero para su sorpresa no encontró nada. – ¿Dónde está tu Bloqueador de Mana?

– ¿Mi qué? Oh, no tengo uno de esos.

– Pero no estás usando Mana.

– Bueno, por supuesto que no. – dijo él. – Eso es porque no puedo.

Hilda parpadeó confusa y dio un paso atrás.

– Espera un minuto. – le dijo. – ¿Me estás diciendo... que eres un hombre Norma?

– Bueno, no exactamente. – dijo él. – Es una larga historia.

Hilda sintió que el corazón empezaba a darle vueltas. Un hombre Norma que no era Norma, que conocía a la Comandante, y también conocía a Ange. ¿Qué diablos estaba sucediendo aquí?

Tusk por su parte, se giró hacia el pescado que estaba cocinando en el fuego, y cogió uno para entregárselo a ella. – Ten. Probablemente tengas hambre.

El estómago de Hilda gruñó, y de mala gana lo aceptó.

– Y dime, ¿cómo es que conoces a la Comandante? – le preguntó.

– Bueno, ella suele emplearme para ciertos trabajos. – le respondió. – Ya sabes, trabajos del tipo que hay que hacer de manera discreta.

«Este sujeto es un mentiroso terrible,» pensó. De nuevo, Jill lo había enviado a rescatar a Ange, así que supuso que habría algo de verdad en lo que dijo. Y eso la llevaba al siguiente punto.

– ¿Y Ange?

– Ella se estrelló aquí cuando su Para-mail tuvo una falla. Tuve que sacarla del agua y ayudarle a repararlo para que pudiera contactar a Arzenal.

Hilda casi se ahogó al escuchar eso. ¿Así que él era la razón de que Ange hubiera sobrevivido?

– ¿Qué te pasa?

– Uh, no, no es nada.

Por suerte en ese momento, Rio vino trotando desde la jungla y bajó hasta la playa. Se había cambiado el mono militar que había tomado del depósito y ahora llevaba unos shorts y una camiseta.

– ¿Ya está el desayuno? – preguntó mientras se acercaba.

– Claro. – asintió Tusk. Mientras Rio empezaba a comerse su propio pescado, Hilda se le acercó para iniciar una conversación privada.

– Y bien, ¿qué onda con este sujeto? ¿Qué está haciendo aquí?

– Los padres de Tusk eran aliados de la Network. – explicó él. – Su padre solía ser un gran guerrero conocido como el Caballero de Vilkiss. Lo que convierte a Tusk en su sucesor por nacimiento.

– ¿Es un caballero?

– Se supone que lo sea, pero renunció a ello hace algún tiempo. Ahora se mantiene haciendo intercambio con nosotros. Suele buscar y rescatar Para-mails derribados que nosotros le quitamos de las manos a cambio de provisiones. Y hablando de eso... hey, Tusk, ¿no tendrás alguna unidad de sobra por allí?

– Algunas. – admitió. – Las dejé en el lugar de siempre.

En ese momento, Ange y Momoka estaban saliendo también de la jungla. Hilda por su parte, estaba pensando en otra cosa de la que acababa de darse cuenta.

«Villkiss es la unidad de Ange. ¿Eso quiere decir que Tusk está destinado a ser su caballero?»

– ¿Te sientes mejor? – preguntó Tusk.

– Sí, mucho mejor. – Ange sonrió, aunque la sonrisa rápidamente se desvaneció mientras se frotaba la garganta. – Gracias. Si tú, Rio y Hilda no hubieran aparecido cuando lo hicieron, ya estaría muerta.

– Espera, ¿qué? – preguntó Tusk.

– Bueno, duh. – añadió Hilda. – ¿Quién crees que se ocupó de cubrirla mientras tú estabas inconsciente?

Tusk miró a Rio, que asintió confirmando lo que dijo. No iba a ponerse a lamentarse por no haber sido el gran héroe, ¿verdad?

– Ya veo. – dijo resignado. Para alivio de Hilda, en lugar de eso Tusk recogió un par de pescados más y se acercó a Ange y Momoka. – Tengan, ya puedo imaginarme cómo habrá sido pasar dos días en prisión. Necesitan algo de comida real.

– Oh, muchas gracias, Sr. Tusk. – dijo Momoka, aceptando felizmente la oferta.

– Y entonces – dijo Ange mientras comía – ¿qué sucederá ahora?

– Ahora – respondió Rio – tenemos que llevarte a ti, Hilda y Momoka a algún lugar seguro. Sólo necesitamos esperar a que vengan Rhino y los demás.

Como si respondieran a su llamado, el sonido de varios motores acercándose hizo eco sobre la jungla. Encima de ellos, cinco Skyhooks más aparecieron y descendieron hacia la playa, levantando una tormenta de arena con sus turbinas mientras aterrizaban.

– ¡Hey, cuidado! – les gritó Ange. Rio se puso de espaldas para escudar a Hilda contra la arena, y Tusk intentó hacer lo mismo por Ange y Momoka cuando de repente lanzó un grito.

– ¡Oh cielos! – Hilda también oyó a Momoka gritar. Tanto ella como Rio miraron, y para su desconcierto, vieron que Tusk había pisado por accidente un trozo de madera que las turbinas de los vehículos habían expuesto durante su aterrizaje, causando que perdiera el equilibrio y se cayera encima de Ange, enterrando su cara de nuevo entre las piernas de la rubia.

– Tú... – siseó Ange. – ... ¡IDIOTA!

Y de un solo puñetazo, Tusk salió volando de espaldas contra el tráiler de su Skyhook.

«¿En serio?» pensó Hilda. «¿Este tipo es un caballero?»

...

La última cosa que Tusk recordaba fue el puño de Ange conectándole en la cara, antes que todo desapareciera en una explosión de estrellas.

– ¿Hey? – dijo alguien, mientras una palma le golpeaba ligeramente la cara. – ¿Estás despierto?

Su visión se aclaró, y levantó la mirada para encontrarse con Kat arrodillada frente a él, y el resto del equipo Wildpack de pie junto con Rio y Hilda detrás de él.

– Lo siento, Spider. – dijo Kat. – Parece que sigue vivo.

– Rayos. – Spider parecía deprimido. – Y yo que quería un par de botas nuevas.

– ¿Estaba así de golpeado cuando nos fuimos de Misurugi? – preguntó Kamaitachi. Tusk miró detrás de ellos, donde vio a Ange de brazos cruzados y de espaldas a él.

– Yo, uh, me resbalé en la arena. – les dijo. Eso era suficientemente cierto.

– Um, ¿discúlpenme? – dijo de repente Momoka, y el grupo completo se giró hacia ella. – Sólo quería darles las gracias por todo. No sé cómo habría podido seguir adelante si algo le pasaba a Lady Angelise.

Rhino frunció el cejo, y asintió. – Sí, acerca de eso, ¿Rio, puedo hablar contigo?

Tusk se puso de pie mientras Rio se le acercaba discretamente.

– Sin importar lo que pase, mantenlas a ellas fuera de esto. – le susurró.

Tusk asintió mientras veía a Rio seguir a Rhino, Vulture y Kamaitachi dirigirse hacia la playa, mientras Kat y Spider se quedaban atrás.

– Tú eres Ange, ¿verdad? – preguntó Kat. – Quisiera hacerte un chequeo antes de irnos.

– Oh, um, claro. – dijo Ange. Spider entretanto, se empezó a dirigir hacia Hilda.

– Entonces, tú eres la pasajera de Rio, ¿correcto? ¿Todas las chicas en Arzenal son tan bonitas como tú? – le preguntó con una sonrisa. Hilda no le respondió. – Sabes, yo también tengo entrenamiento médico. Si estás herida puedo...

Mientras hablaba, Spider alargó la mano hacia la de ella, pero Hilda se la apartó de un manotón, y con la otra le agarró la entrepierna.

– Controla donde pones las manos, o sino TÚ serás el que necesite un doctor. – le advirtió.

– ¡Ok, ok, ya entendí! – dijo él. Hilda lo soltó, y Spider se alejó dando tumbos. Kat entretanto, que había estado observando toda la cosa, gruñó y negó con la cabeza.

– Te pido disculpas por eso. – le dijo. – Creo que uno de los artilugios de Spider le falló y le frio el cerebro hace tiempo.

Mientras tanto, Rio y los demás habían llegado al otro lado de la bahía, donde se detuvieron justo encima de la línea de la marea.

– Ese fue un buen movimiento. – admitió Rhino.

– Me gusta pensar que lo fue. – dijo Rio.

– Sin embargo... – En un borrón de movimiento, Rhino se dio la vuelta y le hundió un puñetazo en el estómago a Rio. El impacto le sacó el aire y lo hizo encogerse. – ¡¿En qué DIABLOS estabas pensando?!

A la derecha de Rio, Vulture dejó caer su cigarrillo y lo aplastó contra la arena con su bota.

– ¿Acaso se te pasó por la cabeza que lo que estabas haciendo podría comprometer nuestra propia misión? – dijo Vulture. Rio lo miró y antes de poder responderle, Vulture le dio un gancho a la quijada con más fuerza de la que su constitución delgada sugería que tendría.

– No sólo eso. – añadió Kamaitachi. – Sino que también pusiste en peligro a tu propia pasajera con tu actitud impulsiva. Ese egoísmo es inexcusable.

Mientras hablaba, Kamaitchi levantó la pierna y le dejó caer el talón en el hombro a Rio, mandándolo a caer de cara en la arena. Agarrándolo del cuello de su camiseta, Rhino levantó a Rio de un tirón para darle otro puñetazo en la quijada, haciéndolo rebotar de ida y vuelta entre los tres mientras le asestaban golpe tras golpe.

– ¡Deténganse! – oyó gritar Tusk a Momoka. – ¿Qué le están haciendo?

Hilda gruñó furiosa, y cogió y fue a coger la pistola que tenía en el costado, pero Tusk la agarró antes que pudiese desenfundarla.

– Suéltame o te voy a...

– ¡No puedes interferir! – le dijo Tusk. – Rio es un soldado. Y cualquiera que haya sido la razón, el hecho es que desobedeció las órdenes. Y al hacerlo se puso en peligro a sí mismo, a su misión, y a sus compañeros. Este es el precio que tiene que pagar para enmendarlo.

– ¡No me importa!

– Rio sabía que esto iba a suceder. Sé lo que parece, pero no podemos hacer nada excepto mantenernos al margen y dejar que conserve su dignidad como hombre.

Los ojos de Hilda se ensancharon en shock, mientras miraba a Rio siendo golpeado sin piedad, y luego se dio la vuelta, con una mirada de horror y confusión por toda la cara.

– No se preocupen. – les aseguró Kat. – Confíen en mí. Si realmente quisieran, Rhino y los otros podrían haberle hecho MUCHO más daño.

Entretanto, un golpe final de Rhino dejó a Rio fuera del círculo, donde se quedó tendido en la arena jadeando para recuperar el aliento.

– Suficiente. – ordenó. – Dejaremos que el cuartel general decida cuál será su castigo.

Kamaitachi y Vulture se relajaron, mientras el hombre mayor sacaba otro cigarrillo de su bolsillo.

– No me importa lo cercano que creas que eres con el Jefe, chico. – dijo Vulture encendiéndolo. – De esta no te escaparás.

Limpiándose una mezcla de arena y sangre del labio, Rio escupió un gargajo de saliva roja sobre la playa, y lentamente se levantó de nuevo.

– Sí, sí, ya entendí. – le respondió.

Haciendo su mejor esfuerzo por ignorar la estupidez de sus compañeros, Kat reanudó su chequeo a Ange. ¿Por qué siempre los hombres tenían que arreglar sus diferencias como si fueran niños?

– Tienes un moratón en la nariz, y un par de cortes por el látigo, pero nada serio. Sólo tómalo con calma por un par de días, mantén los cortes limpios, y estarás bien.

– Claro. – asintió Ange. – Entonces, ¿quiénes son ustedes de cualquier manera?

– ¿Qué no es obvio, Princesa? – preguntó la pasajera de Rio. – Son terroristas.

– ¡¿Terroristas?! – jadeó Momoka.

– Preferimos pensar que somos "pensadores independientes". – la corrigió Kat. – El grandullón es Rhino. Es quien está a cargo. Los que lo acompañan son Vulture y Kamaitachi. Kamaitachi es el lindo. El pervertido que cometió el error de tratar de flirtear con tu amiga es Spider, nuestro experto en tecnología. Y yo soy Kat.

– ¿Qué hay de Rio? – preguntó Ange.

– Rio es uno de nuestros agentes de campo. Se suponía que condujera a tu amiga cuando estaba en Enderant, pero se topó con dificultades y tuvo que traerla a que se reuniera con nosotros. No me preguntes por qué hizo todo lo demás, eso sí.

Ange vio que Hilda reflexivamente se mordía el labio, y se preguntó qué rol habría jugado ella en todo esto.

– Dime algo, ¿eres una Norma igual que yo y Hilda? – preguntó Ange.

– Acertaste. – asintió Kat. – Yo fui una de las pocas afortunadas. La Network me encontró cuando era bebé, y mis padres me entregaron a ellos para mantenerme lejos de las manos del gobierno. – Kat suspiró y notó cómo Ange la miraba ahora. – Lo siento, es sólo que cuando pienso en ellos, siempre me pregunto cómo eran y si podré verlos algún día.

– No, no quieres. – le advirtió Hilda. – Confía en mí.

«Vaya, menudo rayito de sol,» pensó Kat.

Entretanto, Rhino y los demás ya habían terminado sus asuntos con Rio y ahora estaban marchando de vuelta.

– Si ya hemos terminado, hablemos de lo que haremos ahora. – dijo Rio. – Aún tenemos que llevar a estas chicas a Neo-Zion.

«Oh cielos,» pensó Kat. «Esto no le va a gustar.»

– Rio. – dijo Tusk. – Ange y Hilda no van a ir a Neo-Zion.

– ¿Discúlpame? – preguntó el aludido.

– Recibimos un mensaje del Jefe en persona. – dijo Spider. – Ha estado hablando con la Comandante Jill. Las llevaremos de vuelta a Arzenal.

– ¿A Arzenal? – preguntó Hilda.

– ¡No! – Rio miró furioso a los demás. – ¡No, absolutamente no! ¡Esa no fue la misión que me asignaron!

– Tu misión ha cambiado. – declaró Rhino. – Esta es una oportunidad de restaurar nuestras relaciones con Arzenal, y VAS a seguir las órdenes.

Enseñando los dientes, Rio caminó hacia Rhino, y Kat se preparó para contenerlo en caso de que se le ocurriera tirar el primer golpe.

– ¡Al diablo mis órdenes, y al diablo contigo! – gruñó Rio. – ¡Se supone que debemos mantenerlas fuera de lugares como ése! Dame una sola razón por la que debería llevarlas cerca de allí. ¡Y no te atrevas a decir que fue por lo que hice!

Rhino gruñó con desdén y cruzó los brazos.

– Tienes razón. – le respondió. – En parte es por lo que hiciste. Pero en su mayor parte... – girando la mirada, Rhino señaló a Ange – ... es debido a ELLA.

– ¿A mí? – gritó Ange.

– ¿Ella? – preguntó Rio. – ¿Qué la hace tan importante?

– ¿No has estado prestando atención, chico? – preguntó Vulture. – Esta chica es una Norma de sangre real. ¿Qué crees que eso significa?

Rio levantó una ceja, sólo para que sus ojos se ensancharan una vez que entendió la implicación.

– Esperen. ¿Me están diciendo que ella puede pilotear a Villkiss?

– Es cierto. – afirmó Tusk. – Hace algunas semanas, Ange y Villkiss se estrellaron en esta misma playa. Allí fue cuando la conocí por primera vez.

La mirada de shock de Rio alternaba entre Tusk, Ange y los demás.

– Es decir, ¿eso significa que...?

– Es Libertus. – interrumpió Kamaitachi. – El Jefe ya declaró el protocolo Exodus. Cada agente ha sido llamado, la milicia se está armando, y Neo-Zion ya ha sido evacuado. Esta vez, no vamos a dejar que nos atrapen sin estar preparados. Realmente no hay ningún otro lugar a donde estas tres puedan ir.

Rio se rascó el mentón, aparentemente considerando todo lo que acababan de decirle.

– ¿Y si dicen que no? – les preguntó de repente.

– Rio, ese no es el problema. – dijo Rhino.

– ¿Cómo no va a serlo? – argumentó Rio. – El propósito de la Network es proteger a las Normas de ser explotadas. Tenemos agentes Normas, pero ellas se nos unen por voluntad propia. Nosotros no las obligamos, y con toda certeza no las tratamos como colaterales. Si ellas eligen no volver, ¿acaso las van a obligar?

– Rio. – Tusk intentó intervenir. – Jill...

– Tusk, quédate fuera de esto. – ordenó Rio. – Y en lo que concierne a Jill...

– Entonces volvamos. – dijo Hilda de repente, cuando los ojos de todos se fijaron en ella. – Es tal como dice tu amigo, literalmente no tenemos otro lugar a donde ir. Además, debo asegurarme de que nadie se haya metido con mis cosas mientras estuve ausente.

– Hilda. – Rio quiso hablar, pero Ange dio un paso al frente.

– Y si lo que estoy oyendo es cierto, entonces yo también debo volver. – les dijo. – Tengo algunas preguntas, y la Comandante es quien puede respondérmelas.

– Bien, allí lo tienes. – dijo Rhino. – ¿Asumo que ya estás satisfecho?

Rio sintió que los hombros se le caían, y suspiró con resignación.

– Es su elección. La respetaré.

Rio se alejó, y Kat lo siguió. Por mucho que se hiciera el duro, ella lo conocía lo suficiente como para saber cuándo se sentía mal por algo.

...

Mientras miraba hacia el agua, Rio no estaba seguro de qué le dolía más, la paliza que recibió a manos de Rhino y el resto, o que todo lo que había pasado resultó ser por nada. Al menos la paliza ya se la esperaba. Oyó que algo pisaba la arena detrás de él, y se giró para ver a Kat acercarse a su lado.

– ¿Estás bien? – le preguntó.

– Viviré. – le dijo él.

– Entonces, ¿por qué lo hiciste de todos modos? Eso fue muy imprudente, hasta para ti. – preguntó Kat. Sin decir palabra, Rio miró por encima del hombro hacia Hilda. – ¿Fue por ella?

– ¿Qué puedo decir? Algo respecto a ella me llegó.

Kat se puso a pensarlo, y de repente sonrió.

«Oh diablos, conozco esa mirada,» pensó dándose cuenta. Antes de que pudiera poner algo de distancia entre ambos, Kat había lanzado sus brazos alrededor del cuello de él, y le enterró la cara en su pecho.

– ¡Oh Rio! – lloriqueó. – ¡Estaba tan preocupada! ¡¿Qué sería de mi si te pierdo?!

– ¡Kat! – gritó con la voz ahogada. – ¡¿Qué diablos?!

– ¡Cállate! Estoy tratando de ayudarte. – murmuró ella. – Confía en mí, las chicas odian cuando otra se pone a flirtear con el hombre que les gusta.

– ¡Las cosas no son así!

Mientras forcejeaba para soltarse, Rio logró ver a Hilda lanzándole una mirada furiosa antes de darse la vuelta. Pero ese era el menor de sus problemas. Lo último que necesitaba ahora era que Kamaitachi lo desafiara a un duelo. Afortunadamente, el espadachín parecía más avergonzado que celoso. De nuevo, Rio sabía por experiencia que salir con Kat requería una enorme cantidad de paciencia.

– Si ya hemos terminado, ¿qué tal si nos vamos? – dijo Ange. – No queremos hacer esperar a la Comandante.

– ¿Por qué no? – replicó Hilda. – Mejor salgamos de esto de una vez.

– Entonces, las dejaré con Tusk y Rio. – les dijo Rhino. – Rio, tú los escoltarás hasta Arzenal y esperarás nuevas órdenes. Y ten presente que estarás representando a la Network.

– Sí, ya entendí. – gruñó Rio. Mientras Hilda, Momoka y Ange abordaban el tráiler remolcado por el Skyhook de Tusk, el equipo Wildpack montó sus propios vehículos y empezaron a despegar, cuando de repente Kat llamó a Hilda.

– ¡Hey, pelirroja! ¡Sé amable con Rio, ¿ok?! Tiene sus cositas, pero los hombres como él son más raros de lo que piensas.

– Estoy sentado aquí. – dijo Kamaitachi, con un tic en el ojo.

– Awww, te ves tan lindo cuando estás celoso. – replicó Kat.

Y así fue, menos de una hora después, las dos Normas, la sirvienta y sus guardianes, se encontraron en una pequeña playa en la base de un risco escarpado que se alzaba encima de ellos.

«Allá arriba está Arzenal,» pensó Rio. «Sarah está allí en alguna parte. Estoy seguro de ello.»

Aunque Hilda le había dicho en la casa segura de Misurugi que el nombre de Sarah Honister sólo le sonaba familiar, seguía siendo la mejor pista que había conseguido. Frente a él, un pasaje de entrada había sido levantado a los pies del risco que sin duda llevaría todo el camino hasta arriba en la base. Aunque su deseo de cargar de frente contra esa puerta era abrumador, Rio sabía que correr de cabeza hacia Arzenal sin tener un plan o equipo era la forma más segura de terminar muerto. Además, el camino ya estaba bloqueado.

En frente de la puerta había dos personas. Una era una mujer alta fumando un cigarrillo. Su largo cabello negro estaba atado en una cola de caballo, y su capa ondeaba en el viento que circundaba los riscos. Rio vio que su brazo derecho del bíceps para abajo era una prótesis de metal. Junto a ella había una chica joven de edad similar a Hilda o Ange. Su largo cabello púrpura estaba atado en dos coletas igual que Hilda, pero a diferencia de la melena pelirroja de esta última, el de ella era lacio como la seda. Cuando se les aproximó, la chica jugó con sus dedos y desvió la mirada.

«Supongo que debo ser el primer hombre que ha visto en su vida,» asumió él. «Eso, o quizás el puñetazo de Rhino dañó mi apariencia peor de lo que pensé.»

– ¿Comandante Jill, asumo?

Así que esta era la famosa Jill. Sin duda era tan hermosa como había escuchado de los rumores. Pero había algo más respecto a ella, como si el filo de un cuchillo le estuviera apuntando directamente.

– Eso es correcto. Y tú debes ser Rio. Tú y Tusk tienen mi gratitud por haber traído a nuestras chicas sanas y salvas.

Mientras hablaba, los ojos de Jill pasaron de verlo a él a donde estaban las chicas esperando detrás. Rio había visto esa mirada antes, usualmente en la Mayor cuando estaba a punto de disciplinar a un subordinado mal portado o desobediente.

– Hace años, fuimos aliados. – le dijo. – Espero que este sea el primer paso para reconstruir las relaciones entre nuestras dos organizaciones.

Jill exhaló una enorme columna de humo por encima de su cabeza. No lo suficientemente bajo como para que le diera en la cara, pero sí lo bastante cerca para que pudiera olerla.

– Ya lo veremos. – dijo ella. – Ahora, creo que es mejor que te vayas antes de que alguien más te vea.

Rio hizo un saludo rápido y se giró de vuelta. Aunque había sido educada, el mensaje había sido claro. Él NO era bienvenido aquí.

– Bueno, – dijo Tusk aproximándose – es hora de que nos vayamos.

– ¿Ya? – preguntó Ange.

– Eso me temo. Tengo otros asuntos que atender.

– Y yo tengo un superior que probablemente me pondrá el trasero en una plancha. – dijo Rio estando de acuerdo. Mientras Tusk y Ange se despedían entre ellos, Hilda se le acercó.

– Aquí que... este es el adiós. – dijo Hilda. Rio le dio una mirada y le sonrió.

– Sólo por ahora. Pero tengo el presentimiento de que nos volveremos a ver. – le dijo él. Hilda frunció el ceño, y Rio le puso la mano sobre el hombro, sacándole un rubor. – Y dime, ¿cómo se siente salir a otro lugar para variar?

Ella lo miró y también sonrió.

– Bien. – admitió ella. – Bastante bien. Pero todavía tengo la sensación de que estoy en deuda contigo.

Rio le ofreció su mano libre. – ¿Me harías el desayuno la próxima vez que venga a visitarte?

Hilda le echó una mirada, pero finalmente se le escapó una sonrisa genuina mientras aceptaba la mano con la suya.

– Claro, ¿por qué no?

...

Mientras el Skyhook de Tusk se alejaba volando sobre el agua, Hilda se quedó observándolo hasta que desapareció de la vista, y se sorprendió de lo triste que se sentía. No llevaba tanto tiempo de conocer a Rio, pero de algún modo se había acostumbrado a él. Era la persona más inusual que jamás había conocido. Nada de lo que hacía tenía sentido para ella. Pero de cierta forma, eso le gustaba un poco.

– Conocimos a un par de tipos muy extraños. – dijo Ange junto a ella.

– Supongo que sí. – Hilda estuvo de acuerdo.

– ¿Qué fue eso que dijo sobre "desayuno", por cierto? – preguntó Ange. Hilda cruzó los brazos y levantó la nariz.

– Métete en tus asuntos, "Princesa".

Atrás de ellas, el crujido de la arena bajo unas botas las alertó de Jill y Salia aproximándose.

– Si ya han terminado ustedes dos, tenemos asuntos importantes que discutir. – dijo la Comandante. Ange grunció el ceño y caminó hacia ellas, con Momoka siguiéndola.

– Tienes razón, los tenemos. – dijo Ange. Hilda gruñó para sí misma y las siguió. Sin duda que NO estaba esperando esto con ansias.

...

De vuelta en la isla de Tusk, Rio se sentó en una formación rocosa observando la jungla. Pensar que por unos momentos había caminado sobre las costas de Arzenal. Había escuchado rumores e historias del Jefe, Vulture, y varios otros sobrevivientes de Zion. Y si su corazonada era correcta, allí era donde Sarah había sido enviada por el Comité de Control de Normas.

«Estuve tan cerca,» pensó. «Tengo que volver allí, ¿pero cómo?»

En el medio de sus pensamientos, el panel de datos de Rio comenzó a vibrar a un ritmo muy familiar.

*Bzt-bzt-bzt...bzzzzzzzt...bzt bzt bzt...bzzzzzzzt...*

Rio gruñó y cogió el dispositivo. Mejor salir de esto rápido. – Aquí Rio.

– Rio, qué bueno que estás bien. – dijo el Jefe por la línea. – Ahora, si eres tan amable, ¡¿quieres explicarme qué diablos pasó en Misurugi?!

Rio hizo una mueca sombría. Prácticamente podía ver la expresión del Jefe.

– No tengo ninguna excusa. Dejé que mis emociones se apoderaran de mí.

– Lo cual todavía no responde a mi pregunta. – replicó el jefe. Rio se quedó pensando por un momento hasta encontrar una excusa que tuviera sentido.

– No estaba preparado para lo afectada que estaría mi pasajera al ser una residente de Arzenal durante tanto tiempo. Fue la única manera en que pude probarle que la Network era de confianza.

Durante un largo tiempo, el Jefe se mantuvo en silencio.

– Supongo que puedo ver tu razonamiento. Pero eso no cambia el hecho de que violaste los parámetros de tu misión, y al hacerlo te pusiste en peligro a ti mismo, a tu pasajera, y a tus camaradas. Si las circunstancias fueran diferentes, te habría arrastrado de vuelta a Neo-Zion y te habría encerrado en la prisión militar por un mes.

– Jefe, acerca de eso. – interrumpió Rio. – ¿Es verdad? ¿Realmente esa chica Ange puede pilotear a Villkiss?

– Ciertamente así parece. Me disculpo por no decírtelo antes, pero necesitábamos verificar lo que Jill nos dijo y cuál sería la mejor forma de lidiar con ello. Sé que probablemente haya sido una píldora amarga de digerir, pero era la única opción que teníamos. Ahora, tienes otra asignación. El Capellán te enviará el archivo en breve.

– ¿Tan pronto? – preguntó Rio.

– Y déjame poner una cosa totalmente en claro. Lo que estás a punto de enfrentar es probablemente la misión más crucial que hayas tomado en nombre de la Network. Y luego de lo que hiciste, tengo mis reservas acerca de confiar en ti. La Mayor en persona estaba a punto de ir personalmente para arrastrar tu trasero de regreso aquí para castigarte. Sin embargo, igual que cuando te envié a transportar a la Norma, resulta que estás en el lugar correcto en el momento correcto. Será tu oportunidad de redimirte, así que no la desperdicies.

– Sí, señor. – respondió Rio. Del otro lado de la línea, casi podría jurar que escuchó al Jefe reírse por lo bajo.

– Por cierto, vi por la transmisión el mensaje que le diste a Julio Misurugi. Debo admitir que disfruté eso bastante.

La conexión se cortó, y Rio gruñó antes de tenderse en el suelo. Cuando miró arriba, notó que había una botella de cerveza suspendida arriba de su cara.

– ¿Quieres un trago? – preguntó Tusk.

– Desesperadamente. – Rio aceptó la botella, y Tusk se sentó junto a él mientras Rio la destapaba, drenando el líquido a un nivel considerable, aunque sin duda habría sabido mejor si estuviera fría. Por todas las habilidades técnicas de Tusk, Rio seguía sin entender cómo no había sido capaz de crear una fuente de poder funcional o un refrigerador.

– Estás pensando en ella, ¿verdad? – preguntó Tusk. – La amiga de Ange, la pelirroja.

Rio suspiró y negó con la cabeza.

– Intento no hacerlo. En los últimos tres días, me han disparado, casi me vuelan en una explosión, y me han pateado el trasero más veces de las que quisiera pensar. Y al final, ni siquiera pude impedir que ella volviera a ese agujero infernal.

– Puedo simpatizar. – Tusk se rio. – Pero de alguna manera, si pudieras volver a hacerlo, tengo la sensación de que lo harías sin cuestionar.

Rio pensó en ello. Ciertamente, este trabajo resultó ser un mayor problema de lo que estaba dispuesto a soportar, pero no fue del todo malo. No bromeaba cuando le preguntó a Hilda si le podía cocinar el desayuno alguna vez de nuevo. Y por supuesto, aunque no había sido un viaje de placer bajo ninguna definición, viajar con una chica hermosa siempre era divertido. Además, por muy ruda que actuara Hilda, Rio no podía negar que había algo dentro de ella que ocasionalmente se le escapaba. Algo frágil y triste que de cierta forma le hacía identificarse con ella. Tal vez esa fuera la razón real de haberse puesto a sí mismo y su carrera con la Network en la línea para ayudarla a salvar a Ange.

– Bueno, yo no diría exactamente que no. – musitó. – ¿Qué hay de Jill? ¿Segura que ellas van a estar bien con ella?

– Puede que Jill actúe dura, pero no es tan mala. – le aseguró Tusk. – Puede que administre algo de disciplina, pero no les hará nada tan malo como lo que los humanos les harían a ellas.

Rio supuso que debía confiar en el juicio de Tusk y dejarlo ir. Mientras los dos seguían sentados tomando sus tragos, Rio se puso a pensar en cuando se conocieron por primera vez. Él todavía seguía en entrenamiento y la Network lo había enviado como parte de un grupo para recoger algunos Para-mails rescatados para la milicia. Rio no había estado nada impresionado con el joven recolector, un niño pequeño y flacucho que vivía en medio de la nada. Así que se fue de lengua con él y Tusk lo había lanzado de espaldas. Luego de eso, ambos se hicieron amigos y Rio aprovechaba cualquier oportunidad para visitarlo, fuese para recoger algún Para-mail o sólo ver cómo estaba. Por lo mismo le sorprendió escuchar que Tusk había sido enviado a rescatar a la otra Norma.

– Y dime, ¿a qué se debe que asumas tu título ahora? – le preguntó. Tusk se bajó un trago de su propia botella y miró hacia la jungla.

– Por Ange. – le dijo. – Para poder protegerla.

– ¿Sólo eso? – replicó Rio. – Luego de que Libertus fracasó, dijiste que no había sentido en ser un caballero, y no querías desperdiciar tu vida en nombre de alguien a quien ni siquiera conocías. ¿Qué te hizo cambiar de parecer?

Tusk suspiró y se recostó de espaldas.

– Cuando Ange apareció por primera vez aquí, no era la persona más fácil con quien tratar. Pero después de un tiempo, comencé a ver que sólo es una tapadera para ocultar que se siente muy sola. Aparentemente no le estaba yendo nada bien cuando llegó a Arzenal por primera vez. Entre el shock de descubrir quién era, y tener que ajustarse a su nueva vida, comenzó a aislarse de todo mundo. Me llevó un poco de esfuerzo, pero logré que se abriera un poco. Se quedó conmigo más o menos por una semana, y fue entonces que sucedió.

– ¿Qué sucedió?

– Uno de los DRAGONs la había seguido hasta aquí, y nos atacó. Villkiss todavía estaba dañado, así que tuve que ir corriendo para ponerlo en funcionamiento, mientras ella se quedaba atrás para contenerlo. Fue increíble. Ange era tan pequeña y aun así fue capaz de enfrentarse a un clase Goleta mano a mano. Por suerte, logré hacer que Villkiss volviera a funcionar lo suficiente para que pudiese derrotarlo. Ese incidente me abrió los ojos. Ange lo había perdido todo, tenía prácticamente a todo el mundo en su contra, pero aun así seguía peleando. Me hizo cuestionarme lo que estaba haciendo, y por qué no había hecho nada durante tanto tiempo. Así que, cuando su escuadrón la encontró y la rescató, decidí que era tiempo de dejar de esconderme. No soy el Caballero de Villkiss porque haya heredado el título de mi papá. Lo hago porque elegí pelear por Ange.

Rio pensó en ello y sonrió.

– Me suena más a que elegiste ser el Caballero de Ange. – le dijo. Tusk le lanzó una mirada confusa, pero finalmente estalló en carcajadas.

– ¿Sabes qué? Creo que tienes razón. Eso es exactamente lo que soy.

– Por supuesto, tal vez debas trabajar primero en algunas cosas. En serio, no me vas a decir que todas esas veces que le metiste la cara entre las piernas fueron accidentes.

– E... e... ¡eso no fue mi culpa! – tartamudeó Tusk, mientras su cara se ponía roja como tomate.

– ¿Y halagar a una chica mencionando lo que tiene "abajo"? – añadió Rio. – Mira, por eso es que te digo que tienes que salir de esta isla de vez en cuando. Si socializaras más a menudo en el mundo real, no terminarías ridiculizándote de esa forma.

Tusk adoptó una expresión deprimida, y Rio no pudo evitar reírse.

– Entonces, ¿realmente está sucediendo ahora? Libertas, quiero decir.

– Así parece. – asintió Tusk. – Las cosas van a empezar a moverse rápido muy pronto.

Y como si fuera una señal, la tabla de datos de Rio comenzó a vibrar. Rio revisó el menú, y vio el nuevo archivo que acababan de enviarle.

«Ok, veamos qué me pondrán a hacer ahora,» pensó. Abrió el archivo, y sus ojos se ensancharon al ver el resumen de la misión. «Están hablando en serio?»

Rio tuvo que volver a leer el archivo dos veces más sólo para asegurarse que no lo estaba imaginando.

– Hey, ¿qué pasa? – preguntó Tusk.

Rio volvió a mirarlo, y se dio cuenta que se había puesto de pie a causa del shock. Luego comenzó a reírse. No lo podía creer. Tal vez no había sido por nada después de todo.

– Tusk, – sonrió Rio – ¿puedo quedarme aquí por unos días?

– Oh, uh, claro, no hay problema.

Todavía sonriendo de oreja a oreja, Rio cambió a modo de comunicación, y marcó el código de acceso para la nave de comando móvil.

– ¿Hola? – respondió una voz familiar.

– Chop, voy a necesitar algunas cosas.

– ¡Oh no! – dijo Chop. – ¡Olvídalo! ¡Ya no más favores! ¡Ya agotaste todo tu crédito conmigo! ¡Luego de lo que hiciste, no creerás cómo me regañó la Mayor!

– Bueno, – Rio seguía sonriendo – entonces te alegrará saber que esto técnicamente no es un favor. Es totalmente relevante para la misión. Ahora escúchame, tengo una lista.

Mientras hablaba, Rio giró la mirada en dirección a Arzenal.

«Sólo unos pocos días más,» juró. «Sólo aguanta, Sarah, y te sacaré de allí. Y a Hilda también.»

Esta historia continuará...

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