Capítulo 6: Liberación

– ¡Espera un minuto! – dijo Hilda cuando Rio de repente le dio la vuelta a su motocicleta, alejándose del Pilar del Amanecer. – ¿A dónde crees que vas? ¡El pilar está por allá!

– ¡Tenemos que hacer una parada primero! – le dijo él. – Aún tenemos dos horas antes de la ejecución, así que usemos ese tiempo para prepararnos.

Por las carreteras y callejones más lejanos, siguieron su camino hasta que finalmente Rio se detuvo en una instalación de almacenamiento al aire libre, y aparcó junto a la cerca del perímetro.

– ¿No debería preocuparnos la seguridad? – preguntó Hilda mientras se desmontaban.

– El crimen no existe aquí, así que no hay necesidad. – respondió él mientras la llevaba alrededor del edificio principal. – Este lugar está abierto las veinticuatro horas los siete días de la semana, y permanece totalmente sin supervisión salvo por el ocasional personal de mantenimiento. Eso lo hace el lugar perfecto para un depósito.

– ¿Depósito?

– Un lugar donde un agente puede recoger provisiones esenciales en una emergencia. Ya antes encontraste uno.

– ¿Cuándo? – preguntó Hilda, y Rio le dio una media sonrisa por encima del hombro.

– ¿No te pareció extraño que hubiera un vehículo pre-Mana en condiciones óptimas esperando en esa tienda de autopartes derruida en medio de la nada? ¿Y además con bastante combustible sin caducar?

Los ojos de Hilda se abrieron de sorpresa. No se había puesto a cuestionar por qué la motocicleta estaba allí. Sólo estaba agradecida de haber encontrado un vehículo que podía operar una Norma.

– Si hubieras buscado más a fondo, podrías haber encontrado casilleros ocultos llenos de armas, ropa y raciones. En realidad, fue algo bueno que lo encontraras cuando lo hiciste. Cuando te metiste allí activaste una alarma que me permitió rastrearte.

Al acercarse a una de las unidades de almacenamiento en la retaguardia, Rio se agachó para posicionar su mano sobre una cerradura en la base de la puerta. Su mano brilló con Mana antes que la cerradura hiciera click y la puerta se abriera a medias hacia arriba. Los dos pasaron agachados para entrar y Rio volvió a bajar la puerta mientras la luz en el techo se encendía para iluminar el contenido.

– Nada mal. – comentó Hilda. Adentro de la unidad estaba todo lo que necesitarían para una pelea. Una motocicleta similar a la de Rio yacía en el medio, mientras que en la pared trasera había montado un armero con varias armas de clase militar. A los lados, había cajas de munición y otros contenedores descansaban en unos estantes de acero. Uno en particular captó los ojos de la chica, gracias al símbolo explosivo que estaba grabado en su superficie. Al abrirlo, sonrió cuando vio que estaba lleno de granadas.

– Esas no. – le dijo Rio. – Habrá civiles en ese lugar. Sólo las aturdidoras.

– Bromeas, ¿verdad? – Quiso agarrar una, pero Rio le sujetó la muñeca antes que pudiese cogerla.

– No... ¡civiles! – le repitió. – Sólo matamos si tenemos que hacerlo, y sólo a combatientes armados.

– ¡Está bien! – dijo ella rodando los ojos. Rio la soltó y volvió su atención a la caja que acababa de abrir, de la cual extrajo un par de overoles militares de cuerpo completo.

– Ten. – le dijo mientras le arrojaba uno. – Cámbiate en eso antes de cargarte de armas.

– ¿Cambiarme? – preguntó ella. – Pero...

– Sólo date la vuelta. – le dijo. – Vamos, que no tenemos tiempo.

Rio se dio la vuelta y empezó a quitarse la camisa, mientras Hilda también desviaba la mirada.

«Ya supéralo,» se dijo a sí misma. «De todos modos ya te vio desnuda.»

Se despojó de su propia ropa, pero no pudo evitar echarle una mirada por encima del hombro. Rio se encontraba de espaldas a ella mientras insertaba sus propias piernas en su overol militar y empezaba a ponérselo. Ya antes había visto hombres sin ropa. Las fotos de ellos que se vendían en el centro comercial de Jasmine en Arzenal eran populares entre algunas de las otras Normas. Zola incluso tenía una gran pila de ellas, guardada para las noches en las que estaba de humor para algo "diferente". Usualmente, los hombres en dichas fotos se iban a dos extremos: o eran delgados y afeminados, o montañas enormes de puro músculo; ninguno de los cuales era particularmente atractivo para Hilda. Rio sin embargo parecía estar en un punto medio. Sus hombros eran más anchos y su musculatura más definida que cualquiera de las Normas en Arzenal, pero había una delgadez templada en ellos. Y a pesar de sí misma, Hilda tuvo que admitir que no le resultaba del todo desagradable a la vista. Pero lo que realmente le sorprendió fueron las cicatrices. A diferencia de los cuerpos impolutos en las revistas, el cuerpo de Rio parecía como si hubiese sufrido bastantes adversidades. Cerca del lado izquierdo, había un corte fresco que parecía no haber sanado del todo recorriendo su espina dorsal en un ángulo.

«Seguramente se lo hizo durante su pelea con Dark,» dedujo ella.

Como si sintiera que lo estaban observando, Rio miró por encima del hombro, y Hilda inmediatamente desvió la mirada, con la cara ardiéndole de vergüenza mientras rápidamente se subía la cremallera de su traje.

– Ahora, – añadió él mientras empezaba a seleccionar su arsenal – vamos a pelear a quemarropa contra múltiples objetivos. La movilidad será crucial, así que sólo llevaremos pistolas y subametralladoras. – Empacó algunas armas y munición de reserva en una bolsa de viaje, y luego le pasó a ella un casco. – Toma esto, debería evitar que el sujeto que envió a Dark te reconozca.

– He querido preguntarte sobre eso. – dijo ella. – ¿El hombre para el que Dark trabajaba? ¿Quién es? ¿Y qué quiere conmigo?

Rio frunció el ceño mientras cogía un casco para sí mismo, y Hilda supo que no le iba a responder.

– Todo lo que puedo decirte es que es muy peligroso. – le dijo. – Y estamos a punto de meternos en su patio trasero. Si tenemos suerte, su atención debería estar en otra parte. Si no... bueno, seré honesto. Ese sujeto es el único de quien no estoy seguro que pueda protegerte.

Hilda sonrió, y desde un estante cogió un bastón retráctil, que se colgó del cinturón.

– No te preocupes. – le aseguró ella. – Yo te mantendré a salvo.

...

Una vez que estuvieron listos, Rio llevó a Hilda afuera y rodearon el edificio de almacenamiento. Apenas dieron la vuelta en la esquina, vieron un grupo de niños que se habían reunido alrededor de su motocicleta. Hilda se tensó y se aferró con fuerza a la bolsa que llevaba, pero Rio la contuvo poniéndole el brazo alrededor de la cintura.

– ¿Qué crees que haces? – exigió ella.

– Haz exactamente lo que te digo. Y sonríe. – le dijo él. Antes que Hilda pudiera protestar, Rio la arrastró con él y se aproximó a los niños. – ¿Admirando mi trabajo?

Uno de los niños levantó la mirada y se quedó viendo a la pareja frente a él.

– Wow, señor. ¿Esta es su moto?

– La armé yo mismo desde cero. – Rio asintió y sonrió. – Sigue mi ejemplo. Con una de estas, el mundo es tuyo. ¿No es así, preciosa?

Le plantó un beso en la mejilla a Hilda, cuyo rostro se puso aún más rojo que su cabello, pero ella mantuvo la compostura.

– Oh sí. – Hilda asintió. – Las chicas aman a un hombre que conoce sus máquinas.

Se pusieron sus cascos, y los chicos se alejaron para que pudieran montarse.

– Sólo para que sepas, te voy a hacer pagar por eso. – le susurró Hilda al oído cuando se alejaron.

Rio sin embargo no le respondió. Sus pensamientos estaban enfocados en la tarea frente a él, y el misterio de por qué no había decidido darle la espalda.

«No es demasiado tarde,» pensó. «Podría simplemente noquearla, llevármela alrededor del Pilar del Amanecer, y encontrarme con Rhino y los demás en el punto de reunión. Con todo el equipo Wildpack seguro que Tusk podrá salvar a esta chica Ange.»

Pero si lo hacía, ¿después qué pasaría? Incluso si Ange era rescatada, Hilda había sido utilizada y traicionada demasiadas veces por los humanos, al punto que tal vez no confiaría más en la Network. Pero ¿realmente esto valía su misión? Incluso aunque ella le había salvado la vida, ¿por qué se estaba haciendo pasar por todo esto, por alguien que apenas dos días antes era una completa extraña?

«Porque si lo hiciera,» pensó al tener la realización, «estaría rompiéndole una promesa a otra chica.»

Más adelante, el callejón llegó a su fin, y los terrenos profundamente boscosos alrededor del Pilar del Amanecer se alzaron frente a ellas.

– Bueno, ¿qué estás esperando? – le preguntó ella.

Aunque hasta el último de sus instintos le decían que no, Rio suspiró y aceleró a fondo su motocicleta, adentrándose entre la cobertura de los árboles. De cualquier manera, ya era muy tarde para echarse atrás.

...

A través de la diminuta ventana encima de ellas, los últimos rayos del sol finalmente comenzaban a desvanecerse. Mientras tanto abajo, Ange estaba arrodillada en el suelo de su celda, aguardando su destino. Había tantas cosas que quería hacer con su vida. Tantas cosas que quería ver y experimentar. Lograr algo positivo. Encontrar el amor. Criar una familia igual que su madre. Ciertamente le gustaría volverlo a ver a él de nuevo. Aquel chico extraño que la encontró cuando Villkiss tuvo esa falla y se estrelló. Había sido muy amable con ella, incluso cuando ella no siempre lo trató igual.

«Me pregunto si Tusk sigue allá afuera en esa isla,» pensó. Aunque ella era una Norma, él no la trató como si fuese diferente del resto. Empezó a rezar. «Tusk, has algo por mí. Por favor, no me olvides.»

– Ya casi es hora. – dijo. Junto a ella, Momoka también estaba de rodillas en el suelo, descansando sus manos suavemente sobre los hombros de su ama.

– No tengo miedo. – dijo Momoka. – Estoy lista para seguirla hasta el fin del mundo, Lady Angelise.

Ange frunció el ceño cuando, desde el pasillo, se oyeron pasos haciendo eco en el piso de piedra. Con una mirada desafiante, se giró y miró cómo la puerta de la celda se abría, y su hermano mayor Julio hizo acto de presencia. Detrás de él, con un látigo de cuero en la mano, su hermana menor Sylvia flotaba sobre su silla con una mirada gélida en sus ojos.

– Llegó la hora, Angelise. – Julio sonrió en cuanto la puerta de la celda se abrió. – ¡No dejemos a tu público esperando!

– ¡Ponte de pie, sucia Norma! – Sylvia sonrió con arrogancia mientras flexionaba su látigo. – ¡Y tú también, traidora!

Manteniendo la cabeza en alto, Ange se puso de pie, pero no hizo ningún esfuerzo por abandonar su celda.

– ¡Dije que se movieran! – gritó Sylvia.

El látigo en su mano chasqueó cuando lo agitó, pero Ange atrapó el extremo, ignorando el dolor cuando la punta le rozó el antebrazo, y la ira de la hermana menor se derritió convirtiéndose en completo terror. Al ver su actitud desafiante, los guardias levantaron sus rifles, pero Julio los detuvo.

– Julio. – dijo Ange. – Tengo una última petición.

– ¿Una petición? – Su hermano se rio. – Muy bien, supongo que puedo complacerte por última vez.

Ange soltó el látigo, y Sylvia echó atrás su silla, con miedo de un ataque anticipado.

– Le vas a perdonar la vida a Momoka. – le dijo. – Si realmente no es digna de vivir como una humana, entonces exíliala a Arzenal, donde pueda vivir el resto de su vida sirviendo a las Normas que dices que tanto ama.

– ¡Lady Angelise, no! – gritó Momoka.

– Así que incluso una Norma tiene ALGO de semblanza de desinterés. – Julio sonrió. – Pero dime, Ange, ¿por qué debería?

Ange sonrió con amargura, antes de amenazarlo. – Porque si no lo haces, no me vas a llevar a la horca. Me golpearé la cabeza contra los barrotes de esta celda. Cargaré contra los guardias y les obligaré a dispararme. En el instante en que me lleven afuera, me lanzaré a una fuente y me ahogaré. Adelante, ve si sólo estoy fanfarroneando.

Julio sintió erizar la piel ante su amenaza, pero rápidamente recuperó la compostura.

– Muy bien. – dijo él. – No es como que ya nos sea de ninguna utilidad de todos modos. Pero si haces el más mínimo intento de resistirte, ella morirá primero.

Ange sonrió triunfante y salió de su celda, mientras sus hermanos le daban algo de espacio por si acaso se le ocurría alguna última idea para vengarse.

– ¡Lady Angelise! – gritó Momoka mientras corría tras ella, sólo para que la detuvieran los guardias. – ¡Lady Angelise!

«Lo siento, Momoka,» pensó Ange. «Pero esta vez, no puedo permitir que me sigas.»

La culata de un rifle la golpeó por detrás, y Ange cayó desparramada en el suelo. Varias manos la sujetaron bruscamente de los hombros para mantenerla allí mientras le arrancaban la ropa hasta dejarla desnuda en el suelo de piedra. Alguien le lanzó encima una túnica sucia, y Ange miró furiosa a su hermano.

– Ponte eso. – le dijo. – Deberías tener al menos una pizca de decencia.

...

En la luz moribunda del atardecer, los bosques que rodeaban a la Fundación del Amanecer estaban tan vibrantes de vida como durante el día. Los búhos ululaban en las ramas oscuras mientras se elevaban con sus alas silenciosas en persecución de sus presas, los grillos chirriaban entre la maleza, y las luciérnagas danzaban en destellos parpadeantes como estrellas vivientes. La belleza y música del mundo natural siempre le traía paz a su mente. Pero esta noche, estaba sentado en el balcón exterior, con la ventana de Mana frente a él transmitiendo la asquerosa escena que tenía lugar en frente del Pilar del Amanecer, y no le traía ningún confort al espíritu de Embryo.

«Qué noche tan hermosa,» pensó. «Una pena que se vea arruinada por un espectáculo tan repulsivo.»

A primera vista, parecía que la mitad de la capital se había presentado para ver la pequeña farsa de Julio Misurugi. Tantas vidas asquerosas, sedientas por la sangre de una chica que no les había hecho absolutamente ningún mal. Y todo sólo por cómo había nacido. Este mundo ciertamente había fallado como experimento. Bueno, pronto eso no importaría. Una vez que los Ragna-mails estuvieran listos y hubieran elegido a sus pilotos, Embryo podría borrar este mundo fallido y reconstruirlo desde sus cimientos. Los datos que había recolectado durante siglos servirían como la luz de guía que finalmente llevaría a la humanidad a lo que debía ser. Pacífica, amable, y sin la carga de persecución o crueldad.

Detrás de él, la puerta de su balcón se abrió, y Dark salió para unirse a su maestro, trayendo en su mano una fina taza de porcelana, que colocó en la mesa que estaba frente a Embryo.

– Su té está listo, Maestro Embryo.

– Gracias, Dark. – Pausando sólo lo suficiente para probar el rico aroma, Embryo tomó un sorbo de lo que su sirviente le había traído, y sonrió cuando sus sentidos descifraron el sabor. – Interesante. La mayor parte es manzanilla, con una pizca de ginseng, miel, cítricos, algo de hierba para contrarrestar el dulzor, y jazmín, me parece.

– ¿Es de su agrado, Maestro?

Embryo suspiró mientras ponía la taza en la mesa. – Tu té es espléndido, como siempre. Pero me temo que la pobre excusa de una farsa esta noche, me ha dejado incapaz de disfrutarlo como me gustaría.

– Yo podría ir con el Emperador en su nombre. – ofreció Dark. – Dudo mucho que se oponga a una orden directa de usted.

– No hay necesidad. – respondió Embryo. – Eso sólo traería consigo preguntas complicadas que preferiría no tener que responder. Mejor dejarlo que tenga su diversión por ahora, para salir rápido de esto.

Dark frunció el ceño, y Embryo supo que algo más estaba ocurriendo.

– ¿Hay algo que te esté molestando, Dark?

– Me temo que la situación está a punto de volverse aún más desagradable.

Alrededor del balcón, se abrieron varias otras ventanas de Mana, para desplegar imágenes variadas alrededor del Pilar del Amanecer y el Palacio Imperial. Una de ellas mostraba a un hombre gigantón oculto entre los árboles por el paseo del lado este, otra mostraba a una chica observando a la multitud desde el camino del sur, y una tercera mostraba a un hombre oculto entre las sombras por la ruta este que conectaba el pilar con el castillo. Una cuarta ventana mostró a un hombre que parecía un espantapájaros apostado entre los árboles, observando a la multitud en la base del pilar, mientras que la quinta mostraba a alguien en una capa con capucha rondando por el Pilar del Amanecer. Desde debajo de su capa, sacó un dispositivo con forma de disco, que pegó a uno de los vehículos blindados aparcados junto a la horca.

– Parece que Julio tendrá algunos invitados inesperados. – murmuró Embrio.

Alargó la mano para tratar de tomar control de ellos, pero todo lo que pudo percibir de tres de los hombres fue una presencia muy débil. En cuanto a la chica y el que estaba escondido en la sombra del Pilar del Amanecer, no podía percibir en absoluto a ninguno de los dos.

«Muy preocupante,» pensó al darse cuenta.

Como sospechaba, los tres hombres eran muy probablemente agentes de la Network equipados con esos molestos Bloqueadores de Mana. La chica sin duda debía ser una Norma. Pero ¿por qué no lograba percibir al que estaba junto al Pilar del Amanecer? Sólo había una conclusión lógica, y eso hizo que el humor de Embryo se amargara todavía más.

«Y yo que pensaba que habíamos exterminado a la última de esas pestes durante Libertus,» pensó.

Pero ese era el problema de las pestes, que sin importar cuánto te esforzaras para exterminarlas, siempre algunas de sus crías sobrevivían.

– Aunque puedo apreciar sus intenciones, detesto el caos incluso más que el asesinato sin motivo. – suspiró. – Dark, asegúrate de que no causen disturbios.

Dark se inclinó, y cerró las ventanas de Mana antes de dirigirse a cumplir con su tarea, mientras Embryo se giró para ver su propia ventana de Mana. La Princesa acababa de salir del castillo, vestida únicamente con unos sucios harapos mientras detrás de ella su sirvienta la seguía, con unos grilletes forjados con la Luz de Mana.

«Es una pena,» pensó mientras tomaba otro sorbo de té. «Era demasiado hermosa.»

...

Apenas puso un pie fuera del castillo, la ráfaga de insultos y maldiciones asaltó a Ange desde todas partes. A su alrededor, una multitud de ciudadanos de Misurugi, cuyos rostros se retorcían con expresiones de odio y asco, se habían reunido en la entrada oeste del castillo para ver cómo la llevaban hacia la horca. Detrás de Ange, con los brazos sellados con cadenas de Mana para prevenir que ella pudiera utilizarla, Momoka era arrastrada detrás de ella, con un guardia apuntándole con su rifle a su sirvienta, en caso de que Ange tuviera alguna idea final sobre resistirse.

Más adelante, en una carroza abierta tirada por un caballo blanco, Julio y Sylvia se sentaban junto a la Capitana Riza. Julio levantó su mano y toda la multitud de calló.

– Mi pueblo. Esta noche, yo personalmente aseguraré su libertad, al traer justicia divina sobre la Norma que los ha engañado y agredido. – La multitud celebró de júbilo y Julio tuvo que agitar la mano para silenciarlos de nuevo. – Pero por favor, debo insistir en que, sin importar cuán justificada esté su furia, ustedes no deben ensuciarse las manos con la sangre de esta asquerosa Norma. Esa es mi carga para llevar como su gobernante. Así que, si deben avergonzarla, háganlo de una manera en que no les cause daño permanente. Ahora... vamos a purificar nuestro imperio de la mancha que mi ex-hermana ha dejado sobre nosotros.

Con otro movimiento de su mano, el guardia que sujetaba las esposas en sus muñecas jaló violentamente a Ange hacia adelante, casi haciéndola caer de rostro al suelo. Los otros guardias arrastraron a Momoka detrás de Ange, mientras marchaba con su cabeza en alto, con las viles maldiciones lloviendo sobre ella desde todas partes.

Algo se estrelló contra su cara mientras caminaba, y Ange miró al suelo para ver un tomate podrido aterrizando cerca de sus pies. Otros proyectiles lo siguieron hasta que una tormenta de basura la asaltó por todos lados, mientras marchaba silenciosamente hacia una tarima donde ya se había colocado un arco de madera. Subió por la escalera que estaba junto a él, y el guardia usó su Mana para enganchar las cadenas en la parte superior del arco, levantándola lo suficiente para que sus pies colgaran en el aire. La tarima empezó a moverse, y Ange vio cómo el Pilar del Amanecer se alzaba en la distancia, donde su vida estaba destinada a extinguirse.

...

Desde la multitud, una figura solitaria con una capucha encima observaba cómo la turba furiosa comenzaba a asaltar a la chica Norma mientras era exhibida frente a todos. Normalmente, una figura vestida como él llamaría la atención por actividad sospechosa. Pero entre la multitud, los guardias ni siquiera lo vieron, y la turba estaba demasiado enfocada en la Norma para que les importara. Algo bueno, ya que si lo investigaban, sería muy difícil explicar por qué tenía un par de espadas colgando de su espalda.

– Rhino. – llamó Kamaitachi por el comunicador que tenía en su oreja. – Los objetivos ya han salido al exterior. Llegarán al Pilar del Amanecer en unos tres minutos.

– Entendido. – respondió Rhino. – ¿Todos en posición?

– Aquí Kat, estoy lista.

– Aquí Vulture. En posición y ya elegí mis blancos.

– Aquí Tusk. Los dispositivos de Spider ya están colocados. ¿Seguros que funcionarán?

– Spider conoce su tecnología. – respondió Vulture. – Aunque a veces tiene... efectos secundarios inesperados.

– Eso no sirve exactamente para inspirar confianza.

– Sólo concéntrate en tu tarea asignada. – le aseguró Kamaitachi. – Déjanos la seguridad a nosotros.

– Esperen un minuto. – dijo de repente Vulture. – Algo está pasando.

– ¿Qué sucede? – preguntó Rhino.

– Hay un hombre y una mujer detrás de la multitud, y parece que ambos están armados. No puedo ver sus rostros, pero... ¿qué diablos?

– ¿Qué pasa? – preguntó Tusk.

– ¡Están sobre una motocicleta! ¡De las nuestras! ¡Y llevan equipo de nuestro depósito!

...

En medio de la cobertura del bosque, Rio y Hilda iban equipados con las armas del depósito, y luego se dirigieron tan silenciosamente como pudieron hacia el área sur del Pilar del Amanecer. Incluso a esta distancia, los focos de luz y las voces de la multitud que inundaban la base de la enorme torre eran suficientes para llegar hasta donde habían entrado. Los ojos de Rio echaron miradas de ida y vuelta mientras conducía, pero no vieron ningún guardia patrullando los terrenos.

«Eso debe significar que toda la seguridad está concentrada en la plaza y los tres paseos,» pensó. Aunque eso ciertamente les facilitó llegar hasta allí, eso significaba que les esperaba una gran pelea una vez que llegaran a su destino.

Finalmente, los árboles comenzaron a disminuir, y la base del Pilar del Amanecer apareció a la vista. Hasta donde podía ver, un muro de gente los separaba de la horca donde planeaban ejecutar a Ange. Encima de ellos, una pequeña flotilla de drones con cámaras transmitían la ejecución en vivo a todo el mundo.

– ¿Y cuál es el plan? – preguntó Hilda.

– Esperar aquí por el momento. – le dijo él. – Cuando traigan a Ange para ejecutarla, esperaremos la oportunidad para hacer nuestro movimiento.

– ¿Y cómo exactamente vamos a llegar hasta ella con toda esta gente rodeándonos?

– Eso déjaselo a mis amigos. Estoy seguro que ellos y Tusk ya deben estar en posición.

– ¿Quién es Tusk? – preguntó Hilda.

– Un amigo. Ya he tratado con él en el pasado, pero no puedo estar seguro de por qué está aquí ahora. Esperaremos aquí mientras ellos sacan a Ange.

– ¿Me estás jodiendo? – murmuró ella. – No vine todo el camino hasta aquí para quedarme parada viendo sin hacer nada cómo matan a Ange.

Hilda empezó a levantarse del asiento, pero Rio le agarró la muñeca y la mantuvo donde estaba.

– Nosotros somos el apoyo. – le dijo. – Cuando empiecen a perseguirlos luego de que agarren a Ange, o peor, si algo sale mal, nosotros tendremos que salvarlos.

Hilda se relajó, y Rio se preguntó cómo había permitido que las cosas se salieran tanto de control. ¿Apoyo? Sí, cómo no. Y como si fuera respuesta a su pensamiento, el radio en su casco se encendió, y una voz muy familiar le habló por el auricular.

– ¡Tú! – exigió Rhino. – Quienquiera que seas, tengo a un francotirador apuntando directo hacia tu posición y la de la chica. ¡Identifícate de inmediato o haré que abran fuego sobre ti!

– ¿Qué fue eso? – preguntó Hilda mientras miraba frenéticamente a su alrededor.

– Cálmate. Los cascos tienen un sistema de radio. Déjame manejar esto. – le dijo. Bueno, demasiado pedir permanecer incógnitos. – Rhino, dile a Vulture que no me dispare.

– ¿Rio? ¿Qué diablos estás haciendo? Y la chica... ¿es tu pasajera? ¿En qué estabas pensando al traerla aquí?

– ¡Cálmate! – le respondió Rio. – Los policías y guardias imperiales están por todo el lugar. Tuvimos que tomar una ruta alternativa y terminamos aquí.

– ¡No me vengas con eso! – espetó Rhino. – Podrías haberla sacado de cien maneras diferentes sin ser visto. Ahora sácala de aquí antes que...

– Rhino. – interrumpió Rio. – Lo siento, pero no puedo oírte. Creo que alguien interfiere con la señal.

– Rio, te juro que si... – Pero Rio cortó la conexión y la voz fue silenciada. Se giró hacia Hilda, y señaló hacia un botón en un lado del casco para que ella también pudiera apagar su propio receptor.

– ¡Hey! – gritó alguien. – ¡Aquí vienen!

Más adelante en la plaza, la multitud comenzó a aclamar mientras una carroza tirada por caballos venía rodando hacia la horca seguida de un camión de remolque plano sobre el cual se había colocado un arco de madera. Y colgando de una cadena en dicho arco estaba una chica en una túnica sucia, con trozos de basura manchándole la ropa y su cabello dorado.

– Ange. – oyó murmurar a Hilda. Detrás de su casco, Rio apretó los dientes con rabia y agarró a Hilda por la muñeca.

– Mantén tu posición. – le recordó.

...

– ¡Rio! – gruñó Rhino. – ¡Rio, respóndeme!

Rio no contestó, y Rhino maldijo entre dientes. ¿En qué diablos estaba pensando? ¿Estaba intentando hacer que los mataran a él y a su pasajera?

– Rhino. – lo llamó Vulture por la radio. – La princesa ya ha llegado. Rio y su pasajera están manteniendo su posición.

– ¿Qué está pasando? – preguntó Kat. – ¿Rio de verdad está aquí?

– ¿Debería interceptar? – preguntó Kamaitachi.

– ¿Alguien quiere decirme qué está pasando? – llamó también Tusk.

– Todos, mantengan sus posiciones. – ordenó Rhino. – Seguiremos el plan original. Que nadie se desvíe de su tarea asignada. Lo único que ha cambiado es que tenemos a dos personas más para extraer. La princesa sigue siendo el objetivo de mayor prioridad.

No sabía lo que Rio planeaba hacer, pero Rhino al menos esperaba que tuviera al menos suficiente sentido común para no hacer un espectáculo hasta que el momento fuera oportuno.

...

Desde el sofá de su sala, Schwartz observaba la escena siendo transmitida en vivo desde el Imperio Misurugi, y se frotó el brazo. Aunque los doctores en el hospital le habían curado la herida de la puñalada, todavía le ardía a nivel del subconsciente. Como gesto de compasión, le habían concedido algunos días libres para poder sanar del trauma emocional, aunque si la verdad llegaba a salir a la luz, podría encontrarse de vacaciones permanentes. El hecho de que dejó que el terrorista y la Norma se escaparan volvían a su conciencia constantemente. ¿Había hecho lo correcto? ¿Qué tal si lastimaban a alguien más?

«Pero no me lastimó,» recordó. «Podría haberme matado, pero no lo hizo. Todo porque evité que esos otros oficiales agredieran sexualmente a la Norma.»

Debido a eso, al menos había podido volver a casa, con su esposa y su pequeña hija. ¿Pero qué pasaba con los demás oficiales? Ellos también tenían familias propias, así que ¿no merecían la misma consideración? ¿Acaso su sentido de la obligación realmente valía como para traicionar los principios a los que había dedicado toda su vida como oficial de policía?

¿Y qué tal el Sr. Schneider? Eso en sí mismo era un misterio aún mayor. Cuando intentó guiar al equipo de emergencia a donde se encontraba su cuerpo, ya no estaba. No sólo eso, cuando los superiores de Schwartz habían intentado contactar al Comité de Control de Normas, ellos le dijeron que no habían enviado a un agente. Entonces ¿quién era Schneider de todos modos?

En medio de sus pensamientos, la esposa de Schwartz, Allenby, entró en la habitación. Su cabello rubio arenoso ondeaba alrededor de sus hombros mientras se sentaba junto a su marido.

– Bueno, Marie ya se durmió. – le dijo. – Ha estado realmente preocupada por ti. La idea de haber perdido a su padre la tenía muy asustada.

Schwartz sonrió y le puso el brazo alrededor de los hombros.

– A mí también me asustó. – dijo. Más tarde iría a echarle un vistazo a su hija, sólo en caso de que estuviera teniendo pesadillas.

– Entonces, ¿qué estás viendo?

– La ejecución de esa Princesa Norma en Misurugi. – le dijo. – Aunque no puedo evitar preguntarme, ¿esto de verdad es necesario? El Emperador de Misurugi parece estar tratando esto como un festival en lugar de como un castigo.

– Me sorprende que puedas pensar en eso, después de lo que te pasó. – dijo Allenby. – Casi te mata ese simpatizante de las Normas. Si no te hubieras golpeado la cabeza cuando te atacó, podría haberte asesinado igual que a los demás oficiales. Sigo sin poder creer que cualquier persona pudiera hacer algo tan horrible. Y en cuanto a esa Norma, trató de asesinar a su familia sólo porque eran humanos. Ella se merece todo lo que le está sucediendo.

Schwartz miró a su esposa, y se encontró sin poder hablar. Había un poco de verdad en lo que dijo. Las Normas eran peligrosas y debían ser mantenidas bajo control. Y la antigua Princesa Angelise había cometido un crimen en contra del estado. Pero ¿realmente se merecía todo esto?

– ¿Qué pasa?

– Nada. – dijo él, volviendo su atención a la pantalla de Mana.

La Princesa Norma había sido traída a los pies del Pilar del Amanecer en un camión de remolque plano, donde colgaba suspendida por una cadena en un arco de madera. Junto a ella, dos guardias imperiales usaban su Mana para hacer levitar el arco desde el remolque para que flotara hasta el suelo. La cámara se enfocó en ella, y Schwartz se quedó lívido ante su apariencia. Llevaba puesta una túnica sucia, cubierta con manchas como si le hubiesen vaciado un bote de basura completo encima. Criminal o no, ¿realmente era necesario hacerle todo eso?

Una vez más, la mente de Schwartz comenzó a divagar de nuevo, pensando en el humano que había protegido a la otra Norma. ¿Qué clase de hombre era, para haber sido capaz de matar a tantos hombres a sangre fría, pero perdonarle la vida a ÉL? ¿Qué lo hizo de esa manera? ¿Y qué esperaba lograr?

...

Desde donde ella y Rio se habían escondido detrás de la multitud, Hilda sentía que su sangre comenzaba a hervir al ver lo que la gente de Misurugi le había hecho a Ange. Ella tenía sus propios problemas con la Princesa, desde su actitud hasta la muerte de Zola. Pero esta gente ni siquiera la conocía. A ellos lo único que les importaba era que era una Norma, y era la única excusa que necesitaban para matarla.

Cuando el camión que la transportaba se detuvo, la multitud cayó en el silencio, mientras los guardias que la escoltaban utilizaban su Mana para levantarla del remolque y dejarla en el suelo. Desde el carruaje que había precedido a Ange, se bajaron tres personas a las que Hilda reconoció.

– Esos son los de la transmisión. – murmuró. Rio asintió estando de acuerdo.

– El sujeto de púrpura es el Príncipe Julio Misurugi. – explicó él. – O más bien, el Emperador Julio. La niña es la Princesa Sylvia Misurugi. Supuestamente quedó parapléjica en un accidente hace algunos años, por lo que ahora necesita esa silla flotante. No estoy seguro de quién sea la mujer, pero a juzgar por su uniforme y cómo se conduce, parece ser parte de la Guardia Imperial.

Mientras observaban, los hermanos de Ange y su guardia ascendieron a la horca donde se había colocado un trono en una plataforma elevada.

– ¡Su atención, por favor! – dijo el hermano de Ange. – Antes de que iniciemos la ejecución, mi hermana Sylvia ha solicitado que se le permita castigar a la condenada por los crímenes que cometió exclusivamente contra ella.

Julio le sonrió a la niña en la silla, que entonces flotó hacia donde Ange continuaba suspendida en el arco, y desenrolló un látigo de cuero en su mano.

– ¡Por el crimen de hacerme caer de mi caballo! – El látigo resonó golpeando a Ange por la espalda. – ¡Por el crimen de dejarme paralizada! ¡Pero por encima de todo, por el crimen de HABER NACIDO!

Una y otra vez, el látigo resonó mientras Ange gritaba de dolor y la multitud celebraba con cada golpe. Eso fue todo. Hilda cogió la pistola que colgaba de su costado izquierdo, pero Rio le agarró la muñeca.

– ¡Detente!

– ¡Al diablo con eso! ¡Le voy a meter una bala entre los ojos a esa maldita mocosa!

– ¡Todavía no! – repitió él. – El tiempo es esencial. Esto no me gusta más que a ti, pero si te lanzas sin un plan, sólo conseguirás que te maten a ti y a Ange.

Hilda apretó los dientes, pero aflojó el agarre de la pistola. Podía escuchar a Momoka suplicando por piedad para Ange, pero el hermano de Ange no mostró ningún signo de hacerlo mientras se levantaba desde el trono y se dirigía a la multitud.

– ¡La emperatriz traicionera que protegió a una Norma está muerta! ¡Y el emperador que le mintió a su pueblo ha sido ejecutado! ¡El linaje de la familia real ha sido corrompido por esta Norma! ¡Pero hoy, la condena de Angelise completará la purificación de nuestra familia! ¡Esta noche, esta tierra comenzará una nueva era como el SACRO Imperio Misurugi! ¡Tal es el decreto del Sacro Emperador Julio I! ¡Ahora sentenciaré a esta Norma a muerte!

La multitud estalló en aplausos furiosos mientras soltaban las cadenas de Ange en el arco y la llevaban a las escaleras de la horca. Entretanto, Rio se metió la mano en un bolsillo de su traje, y sacó una pequeña cuchilla con forma de estrella del tamaño de su palma.

– ¿Qué vas a hacer? – preguntó Hilda.

– A juzgar por el nudo en esa cuerda, Julio no planea romperle el cuello a Ange. – le dijo. – Más bien, parece que planea estrangularla hasta la muerte. No sé lo que planean los demás, pero si no hacen nada para cuando jalen la palanca, yo cortaré la cuerda. Luego de eso, bueno, prepárate para lo que sea.

– ¿Puedes acertarle a la cuerda a esta distancia?

– Tal vez si utilizo Mana.

– ¿Tal vez?

– Bueno... – él se encogió de hombros – ... nunca antes he fallado.

...

La escena ya era muy desconcertante, pero mientras observaba a la Norma siendo latigueada por su propia hermana, Schwartz necesitó toda su fuerza de voluntad para no vomitar. Y el discurso que dio su hermano... ¿en serio creía eso? Las Normas no podían evitar nacer de esa forma. Mientras la princesa era desencadenada del arco y marchaba hacia la horca, alguien entre la multitud le lanzó un huevo a la cabeza, mientras la chica con traje de sirvienta, supuestamente su cómplice, comenzaba a gritarle a la multitud.

– ¡No es culpa suya! – lloriqueó. – ¡Lady Angelise nunca le hizo nada a nadie! ¡De hecho, estar con ella no me trae otra cosa que alegría!

En respuesta, un grupo de chicas en frente de la multitud, de la misma edad que la Norma, comenzaron a aplaudir y a canturrear.

– ¡Cuélguenla! ¡Cuélguenla! ¡Cuélguenla!

El coro comenzó a esparcirse hasta que toda la multitud se había unido. Eso fue todo. Con una mueca de disgusto, Schwartz cerró la ventana de Mana y se levantó del sofá.

– ¿Cariño? – preguntó Allenby.

– Necesito algo de aire. – le dijo.

Salió hasta el porche trasero donde miró hacia el cielo, sintiendo que la bilis en su garganta lentamente volvía a bajar hasta su estómago.

«¿Este es el mundo en el que he estado viviendo?» se preguntó. «¿Es así como he estado criando a Marie para que crezca?»

...

– ¡Cuélguenla! ¡Cuélguenla! ¡Cuélguenla!

– ¿Pero por qué? – Momoka lloraba tratando de hacerse oír sobre el coro. – ¿Por qué todos son tan crueles?

Desde donde la tenían, Ange de alguna forma lograba sonreír. Al menos había una persona que lloraba por ella.

«Momoka,» pensó. «Gracias.»

Sólo deseaba poder decirles gracias a Vivian, Ersha y a todas las demás en Arzenal, por el poco tiempo que compartió con ellas. Aparte de Momoka, ellas fueron las únicas que la habían aceptado.

Su mirada se giró hacia la turba furiosa que se había reunido para verla morir. ¿Así que este era el pueblo pacífico y justo del Imperio Misurugi? ¿Los mismos que hasta no hacía mucho habían declarado que la amaban, y que ahora demandaban su sangre sólo porque era una Norma?

«Asquerosos,» pensó. «Ustedes y el resto de la humanidad, no son más que una bola de cerdos ignorantes e hipócritas.»

Y aun así, ellos esperaban que las Normas como ella los protegieran de los DRAGONS. ¿En qué clase de mundo vivía, donde una persona era condenada sólo por cómo nació? Al otro lado del escenario, Julio sonrió fría y triunfantemente mientras rodaba el anillo que su madre le había dado a Ange entre su pulgar e índice, y una furia gélida se apoderó de ella.

Si pudiera, le encantaría quemar todo este mundo.

...

El enfermizo coro de la multitud siguió resonando en el aire hasta ahogar cada sonido que los rodeaba. La cabeza de Rio comenzaba a pulsar por el tono hipnótico mientras todo su cuerpo empezaba a temblar de una furia que apenas lograba contener.

– Apuesto a que ahora lamentas no haber traído esas granadas. – murmuró Hilda. Rio negó con su cabeza y se obligó a concentrarse.

«No te dejes llevar,» se dijo a sí mismo. «Mantén la calma. Concéntrate en el objetivo.»

Al hacerlo, Rio de repente se dio cuenta que el coro se había detenido. Y en su lugar, alguien había empezado a cantar.

Hajimari no hikari

Kirali...kirali

Owari no hikari

Lulala lila

...

El repentino sonido de la Canción de la Eternidad asustó tanto a Embryo que casi se ahogó con su té. Miró hacia arriba, y en la ventana de Mana frente a él, la chica Norma estaba cantando. Al hacerlo, la otrora rabiosa multitud se quedó en silencio mientras todos los ojos se fijaban en la chica sucia y ensangrentada que se paraba orgullosa frente a ellos, con sus ojos rosas ardiendo con una mirada fogosa y desafiante ante todo el odio que le tenían. Y entonces, para su sorpresa, comenzó a caminar por sí misma hacia la horca, mientras el guardia que sujetaba su correa no podía hacer otra cosa que seguirla.

Kaesen el Ragna

Suna dokei wo

Toki wa afuren

Lulala lila

«Nunca antes había escuchado esa canción así,» pensó Embryo mientras se ponía de pie.

No había miedo en sus ojos, ni dudas. Los guardias la encañonaron con sus armas ordenándole que se detuviera, pero una sola mirada fue suficiente para hacerlos retroceder mientras continuaba su lento viaje hacia donde la cuerda del verdugo la esperaba. Era como si el espíritu y el potencial de toda la humanidad estuvieran encarnados en esta chica. Una Norma. Una falla aleatoria en el sistema que él había establecido. Entre toda la humanidad, esta chica era verdaderamente única.

...

En las sombras proyectadas por el Pilar del Amanecer, Dark acechaba a su presa. Por lo que había observado en el metraje de vigilancia, los que se ocultaban entre la multitud estaban demasiado lejos para llegar con la Norma. En lugar de eso, probablemente estaban corriendo interferencias para distraer a los guardias y la policía, mientras el que estaba oculto cerca del pilar cargaba para agarrarla. Y aunque él no podía transferirse instantáneamente como su maestro, su dominio de la Luz de Mana le permitía cruzar la distancia entre la mansión de la Fundación del Amanecer y el Pilar con la velocidad y silencio del viento. Para entonces, el cuarto hombre se había retirado para cubrirse entre el bosque, donde montó un vehículo que Dark conocía muy bien. Era uno de esos Skyhooks que los nativos originales usaban como parte de su caballería aérea. Dark había matado personalmente a varios de sus pilotos durante la purga inicial de este mundo. Pero si se trataba de un sobreviviente o sólo otro degenerado de la Network, Dark no le iba a permitir que arruinase más la noche de su maestro.

Justo entonces, el rugido de la multitud se apagó, y el sonido de una chica cantando comenzó a resonar en el viento.

«¿Esa no es la canción del maestro Embryo?» se preguntó.

Bueno, eso no importaba. Aparte de la multitud, el intruso también parecía estar distraído. Estaba sentado como en un trance en su máquina, aparentemente hechizado por el canto de la Norma. No era una sorpresa. Ahora que Dark estaba lo bastante cerca para ver su rostro, vio que su objetivo era prácticamente un niño. La ironía no se le escapó a Dark al acercarse más. El niño había venido a salvar a la Norma, y ahora ella sería responsable por su muerte. Incluso cuando Dark se puso de pie detrás de él, el muchacho se mantuvo de espaldas mientras Dark levantaba una mano, con la Luz de Mana brillándole mientras se preparaba para atravesarlo por la espalda.

... y de pronto se encontró de vuelta en el balcón, donde su maestro estaba tan hechizado por el canto de la Norma como lo había estado el objetivo de Dark.

– ¿Maestro Embryo?

– Dark, cancela mi última orden. Creo que estoy de humor para ver un espectáculo.

...

El sonido del canto de Ange había distraído a Tusk tan profundamente, que no se dio cuenta que estaba siendo acechado hasta que vio la sombra proyectada detrás de él por la esquina del ojo. Se giró, con el cuchillo en la mano listo para volar hacia la cara de su enemigo, pero no vio nada.

«¿Acaso me lo imaginé?» se preguntó.

Como fuera, no había tiempo que perder. Ange ya estaba en la cima de la horca. Mientras uno de los guardias le metía bruscamente la cabeza por la cuerda, Tusk sacó la pistola de bengalas de su funda mientras con la otra mano preparaba el detonador para activar los explosivos de Spider.

– Todos... – anunció por la radio – ... prepárense.

...

Rio no sabía de qué diablos estaban hablando Tusk y los demás, pero el tiempo se había acabado. La cuerda ya estaba en el cuello de Ange y el guardia que la escoltaba ya se había movido hacia la palanca.

– ¡Ya no podemos esperar! – gritó Hilda. – ¡Hazlo ahora!

Rio concentró su Luz de Mana alrededor de la shuriken, y el arma comenzó a brillar mientras Julio alzaba la mano para captar la atención de todos los presentes.

– Bueno, querida hermana... – se jactó – ... este es el adiós.

La palanca fue movida, y Ange cayó por la trampilla, mientras la cuerda la colgaba en el aire y empezaba a retorcerse y a ahogarse con ella.

– ¡LADDDDYYYYY! – gritó Momoka.

– ¡Ange, no! – exclamó Hilda.

Rio echó atrás su brazo y se preparó para echar a volar su estrella, cuando algo explotó cerca de ellos, en un destello que ahogó todos los focos de luz que iluminaban a la multitud. Entretanto, los vehículos blindados que rodeaban la horca de pronto se vieron envueltos en un estallido con un aura verde que zumbaba.

«Ese fue un pulso de Mana,» pensó al darse cuenta que era uno de los trucos insignia de Spider.

De entre los árboles, más allá de la horca, un vehículo que parecía un para-mail en miniatura en modo vuelo saltó encima de ellos, rebotando sobre los ahora inhabilitados vehículos blindados mientras se desplazaba hacia la horca, noqueando a Su Majestad del trono en cuando le pasó cerca.

«Reconozco ese Skyhook,» pensó Rio con una sonrisa. El piloto arrojó una shuriken propia a la cuerda, logrando soltar a Ange mientras volaba debajo de ella justo a tiempo para atraparla.

– ¡Está libre! – oyó celebrar a Hilda. Pero algo salió mal. La inercia del Skyhook fue demasiado para frenar a esa velocidad que iba, y terminó dando vueltas, derribando tanto a Ange y al piloto y haciendo que ella cayera de espaldas, y con Tusk hundiéndole la cara en la entrepierna.

«No sé si debería sentir celos o vergüenza ajena,» pensó Rio.

Ange entretanto, al ver dónde había aterrizado su salvador, chilló de rabia y lo pateó con fuerza suficiente para mandarlo a volar de vuelta hasta la horca, haciendo que se desplomara inconsciente. Bueno, esa era una señal tan buena como cualquiera.

– ¡Hilda, ahora! – le dijo.

Una onda de Mana salió de la mano de Rio, abriendo una brecha entre la multitud para apartar a la turba, y Hilda se agarró de él mientras Rio pisaba el acelerador a fondo y se lanzaba a la carga a través de ellos.

...

Desde su puesto en los árboles, Vulture sonrió mientras observaba a Tusk lanzarse para salvar a la chica, sólo para que la reemplazara un desconcierto conmocionado cuando no sólo falló en atraparla, sino que terminó con la cara metida entre las piernas de la Norma.

– ¡No se queden allí parados, idiotas! – oyó gritar a la mujer junto a Julio. – ¡Captúrenlos a ambos!

Dos de los guardias corrieron con sus rifles listos, y Vulture se preparó para derribarlos cuando un disturbio entre la multitud de repente captó su atención. Miró hacia abajo justo a tiempo para ver una onda de Mana abrirse paso en medio de la turba, a través de la cual Rio iba conduciendo su motocicleta a toda velocidad. La brecha se extendió a medida que más gente se daba prisa para apartarse del camino cuando Rio activó otra onda de Mana debajo de él, lanzándose a sí mismo y a su pasajera por el aire y encima de la Plaza del Amanecer, distrayendo todas las miradas ante el repentino ataque.

– Vulture, reporte. – ordenó Rhino de repente por la radio.

– La chica está libre, pero Tusk está inconsciente. – respondió. – Rio y su pasajera están tratando de desviar la atención de la seguridad.

– Entendido. Todos, la operación comienza ahora.

Desde más debajo de los tres paseos, varias bolas de fuego salieron a la vista mientras el equipo Wildpack activaba los juegos pirotécnicos de Spider. La multitud gritó de terror y se lanzó a cubrirse, dándole a Vulture una vista totalmente despejada de todas las amenazas.

«Una lástima,» pensó mientras observaba por la mira de su rifle brevemente a la cabeza de Julio Misurugi. «Sería un disparo muy fácil.»

...

– Todas las unidades disponibles diríjanse hacia el Pilar del Amanecer. – decía la central. – Se reportan múltiples explosiones, posible ataque terrorista.

Mientras el auto patrulla iba corriendo, los dos oficiales de policía de Misurugi proyectaron una ventana de Mana conectada hacia la computadora de tránsito principal de la ciudad, dándoles una lista de todas las obstrucciones y semáforos para desplegar la ruta más rápida hacia el Pilar del Amanecer.

– Por la izquierda aquí. – indicó el oficial en el asiento del pasajero. El conductor hizo caso y el auto se metió por un callejón. – Al final gira a la derecha.

El conductor lo hizo, y los dos oficiales se encontraron de frente a punto de chocar contra otro auto de policía que venía a toda velocidad.

– ¡Mierda! – gritó el conductor mientras intentaba girar el volante frenéticamente.

El conductor en el auto del otro lado hizo lo propio y los dos apenas lograron evitar chocarse de frente, en lugar de eso golpeándose uno al otro en los guardafangos y terminaron volcándose en lados opuestos de la carretera. En el primer auto, el conductor y el pasajero tuvieron que forzar la puerta antes de salir dando tumbos por el dolor.

– ¿Qué diablos pasó? – preguntó uno mientras reabría la ventana de Mana. Para su sorpresa, en lugar de la computadora de tránsito, lo que recibió fue una caricatura de una araña bailando.

A pocas cuadras de distancia, sobre la azotea de un centro comercial, Spider se frotó la nariz triunfante mientras apagaba la pantalla holográfica.

– Rhino, ya tengo a los polizontes dando vueltas en círculos y chocándose entre ellos. – informó por la radio. – Pero lograrán purgar mi virus en unos tres minutos. Los veré a todos en el punto de extracción.

Una vez que empacó todo, Spider corrió hacia donde tenía aparcado su propio Skyhook, y despegó hacia la playa.

...

Aunque la multitud se apartaba para evitar ser arrollada, Rio sabía que tenía que atravesar la barricada.

– Agárrate. – le advirtió a Hilda antes de disparar otra onda de Mana, esta vez hacia el suelo debajo de ellos.

El retroceso hizo elevar la motocicleta en el aire y por encima de la multitud restante, volando hacia la Plaza del Amanecer. Desafortunadamente, la gente le había bloqueado la vista de lo que tenía al frente, y se dio cuenta que el ángulo de su trayectoria los llevaba directamente hacia los vehículos blindados que estaban en el lado izquierdo de la horca.

– ¡Salta!

Girándose, Rio agarró a Hilda de la cintura con un brazo mientras saltaba fuera de la motocicleta en el aire, segundos antes que se estrellara y explotara en una bola de fuego. Desde el trono cercano, la guardaespaldas de Julio levantó un escudo de Mana para proteger a Julio y Sylvia de la explosión mientras los guardias finalmente superaban su shock inicial y se movían para capturarlos a ellos y a las prisioneras.

Manteniendo a Hilda en un lado, Rio levantó un escudo de Mana propio con la otra mano, usándolo para amortiguar su caída. Al rodar para ponerse de pie, Rio soltó a Hilda y lanzó una de las granadas aturdidoras hacia un trío de guardias, cegándolos con el destello mientras con la otra mano sacaba la subametralladora de su cinturón para empezar a dispararles.

– ¡Atrae su fuego! – le gritó. – ¡Mantén su atención sobre nosotros!

– ¡Entendido! – Hilda sacó una subametralladora propia y se giró hacia la princesa que todavía estaba sobre la plataforma. Los guardias que iban corriendo hacia Ange rápidamente fueron derribados por un par de balas disparadas desde los árboles detrás de la multitud. – ¡Ange!

...

Como si la sorpresa de ver a Tusk no fuera suficiente, el shock de Ange sólo aumentó cuando vio un extraño vehículo de repente saliendo lanzado fuera de la multitud y por los aires. Un hombre y una mujer con cascos saltaron fuera de ella, amortiguando su caída con un escudo de Mana, mientras su vehículo se estrellaba contra uno de los vehículos de seguridad y explotaba. Pero Ange no tuvo tiempo de pensar por qué estaba sucediendo todo esto.

Alrededor de ella, toda la Plaza del Amanecer había estallado en caos. Bolas de fuego estallaron en la distancia a lo largo de los tres paseos, y la multitud que anteriormente estaba gritando furiosamente su sangre ahora estaba huyendo por sus vidas o arrojándose al suelo de terror, y un par de guardias venían corriendo hacia ella con sus armas listas. Ange saltó para ponerse de pie y trató de asumir una postura de pelea como pudo, cuando alguien gritó su nombre.

– ¡Ange!

«Conozco esa voz. ¿Hilda?»

Ange se giró en la dirección donde vino la voz, justo a tiempo para ver que la mujer le arrojaba una subametralladora en su dirección. A pesar de que tenía las manos todavía encadenadas en los grilletes, Ange logró atrapar el arma y les apuntó a los guardias que se le acercaban, cuando de repente ambos fueron derribados por un francotirador invisible. Con la primera amenaza fuera, Ange entonces apuntó el arma hacia los guardias que sujetaban a Momoka. Disparó sin tardar y los muy cobardes se desplomaron en el suelo.

– ¡Lady Angelise! – gritó Momoka mientras corría hacia ella. Ange dio una patada para romper los grilletes de Mana que sujetaban las muñecas de su sirvienta. Ahora que ya estaba libre, las manos de Momoka resplandecieron con la Luz de Mana, y los grilletes que sujetaban las muñecas de Ange también se abrieron.

– ¡Deténganlos! – oyó chillar a Julio. – ¡No me importa lo que hagan, pero no la dejen escapar!

Abajo en el suelo, la mujer y el hombre que acababan de irrumpir entre la multitud ahora estaban rodeados por los guardias. El hombre los mantenía a raya disparando con una subametralladora y arrojando granadas aturdidoras mientras la mujer cubría sus puntos ciegos con su pistola. Los guardias se protegían con escudos de Mana y uno de ellos se movió para tratar de apuñalarlos con la bayoneta de su rifle, pero la mujer le dio un puñetazo a su escudo de Mana, rompiéndolo y tomando ventaja de su shock para hundirle el pie en el estómago. Dos guardias más bajaron sus escudos y dispararon, pero el hombre echó su brazo alrededor de la mujer y generó un escudo de Mana para desviar las balas, teniendo mucho cuidado de no dejar que ella lo tocara.

«¿Una Norma y un humano peleando juntos?» pensó Ange. No tenía idea de qué estaba pasando, pero no planeaba cuestionarlo.

– ¡Momoka, vámonos! – le ordenó.

Agarrando a Tusk, Ange y Momoka empezaron a arrastrarlo a donde su vehículo se había estrellado luego de su intento fallido de atraparla. Otro grupo de guardias, viendo que intentaba escapar, desvió su atención del hombre y la mujer en el suelo y subieron las escaleras hacia ella, cuando el francotirador invisible los acabó de la misma manera que a los dos primeros. Más allá de la horca, Ange vio a otro grupo de guardias tomar posiciones detrás de los vehículos blindados restantes, donde comenzaron a abrir fuego.

– ¡Momoka!

– ¡Estoy en ello!

Levantando sus manos, Momoka creó un escudo de Mana bloqueando sus disparos, mientras Ange comenzaba a registrar la capa de Tusk. Su mano palpó un par de granadas que les arrojó a los guardias, enviándolos a correr para cubrirse cuando explotaron y destruyendo los últimos dos vehículos.

...

Aunque sabía que el virus de Spider mantendría a la mayor parte de la policía de Misurugi a raya, Rhino también sabía que los que estaban más cerca del Pilar del Amanecer no caerían en la trampa. Mientras los miembros de la multitud que invadían la base del Pilar corrían por sus vidas a su alrededor, Rhino mantuvo su posición mientras las luces de los autos de policía acercándose iluminaban el paseo del ala oeste.

Desde debajo de su capa, el hombretón sacó su rifle de pulso rotatorio, disparando las primeras balas al aire para que la multitud a su alrededor se tirara al suelo por el miedo. Una vez que los civiles estaban fuera del camino, giró el arma hacia los autos de policía acercándose, haciendo que los barriles en rotación escupieran una lluvia de plomo contra el primer auto para obligarlo a desviarse y chocar contra un árbol cercano. Un segundo auto le siguió por detrás, pero cuando Rhino le disparó de nuevo, un escudo de Mana se alzó frente a él, desviando todos los disparos. Con un gruñido de fastidio, Rhino se echó el arma al hombro e invocó su propia Luz de Mana para envolver todo su cuerpo, bañándose en un resplandor intenso mientras el auto de policía se le venía encima.

– ¡No te detengas, embístelo! – gritó el oficial en el asiento del pasajero.

El conductor pisó el acelerador, y estaba apenas a segundos de arrollarlo, cuando Rhino bajó violentamente su puño en el último momento, aplastando el capó del auto y deteniéndolo en seco. Un tercer auto de policía apareció, y Rhino corrió hacia el costado del vehículo que acababa de destrozar, usando su fuerza potenciada por el Mana para arrancarle la puerta antes de lanzarla como un disco hacia el parachoques del último auto. El impacto destrozó su motor y lo detuvo en seco.

Desde atrás, Rhino oyó a alguien caer dando tumbos en el suelo, y se giró a tiempo para ver que uno de los oficiales salía del segundo auto. Dicho oficial cogió su pistola, pero Rhino le apuntó con su rifle de pulso y el enemigo echó atrás su mano.

– Eres listo. – le dijo, antes de hundirle el puño en la cara al oficial.

...

En los terrenos del castillo, un escuadrón de guardias imperiales salieron a toda prisa hacia el paseo del ala este que conectaba el palacio con el Pilar del Amanecer. Habían sonado explosiones por toda el área, aunque ahora parecían estar más destinadas a causar caos y desorden más que algún daño real. El verdadero epicentro del disturbio estaba ocurriendo a los pies del Pilar del Amanecer, donde se había desatado un tiroteo entre la seguridad y una fuerza terrorista durante la ejecución de Angelise. Y ya que Su Majestad el Emperador Julio estaba allí, cada guardia de servicio había abandonado su puesto para unirse a su defensa. Adelante, la cerca externa se abrió a la vista, y en frente del portón había una figura con una capa larga con capucha.

– ¡Tú, el de allí! – gritó un guardia mientras el resto le apuntaba con sus rifles al extraño. – ¡Identifícate ahora mismo!

La figura abrió su capa, mostrando los cuchillos que colgaban de su cinturón y arnés.

– Dense la vuelta ahora. – les dijo. – No tiene sentido que mueran por un bastardo como Julio Misurugi.

– ¡Es uno de ellos! – gritó un guardia. – ¡Disparen!

Los rifles de los guardias rugieron, y el extraño se cubrió con la Luz de Mana mientras se lanzaba a una velocidad que no sería posible de otra manera. Evadió sin esfuerzo todas las balas pasando entre ellas, mientras sacaba de su espalda un par de espadas. Las hojas destellaron en el aire mientras cortaba mortalmente a cada guardia que se atravesó en su camino.

Desde el otro lado de los terrenos del castillo, otro escuadrón apareció y se preparó para disparar, mientras sus camaradas los cubrían con escudos de Mana. Bajando el suyo propio, Kamaitachi envainó sus espadas y cogió un puñado de cuchillos con cada mano, cubriéndolos de Mana antes de arrojarlos a sus oponentes, perforando sus defensas y haciendo que se enterraran en su carne.

...

Cuando la repentina bengala estalló encima de ellas, Akiho se quedó ciega junto con el resto de la multitud, dejándole incapaz de evadir a las dos figuras que iban en la motocicleta cuando cargaron a través de ellos y casi la arrollaron. Por suerte, el vehículo de alguna forma saltó en el último minuto mientras sus jinetes saltaban fuera de él y comenzaban a disparar salvajemente en todas las direcciones. Algunos entre la multitud se agacharon para cubrirse, pero otros huyeron por sus vidas, atropellando a cualquiera que se metiera en su camino. Mientras el río de ciudadanos en pánico se la llevaba arrastrando, Akiho gritó desesperadamente llamando a cualquiera de sus amigas para que la encontraran.

Durante el caos, Angelise se había soltado, y Akiho sabía que incluso si evitaba ser atropellada por la turba, la Norma no se tocaría el corazón para matarla, en venganza por haberla delatado con la policía. De alguna manera, logró llegar hasta el borde del paseo central, donde se atrincheró en busca de cobertura tras un árbol cercano, usándolo como anclaje para evitar que siguieran arrastrándola todavía más.

– ¡Akiho! – gritó una voz familiar. La aterrada chica miró hacia arriba y, para su alivio, vio a Maki y Leika corriendo hacia ella. El flujo de gente ya había sido reducido a una simple corriente.

– ¿Te encuentras bien? – preguntó Maki jadeando.

– No si Angelise me encuentra. – lloriqueó. – ¡Tengo que salir de aquí antes de que me mate!

De vuelta con la turba, un grupo de oficiales de policía intentaba luchar para abrirse paso entre la multitud, y corrían de regreso hacia la plaza cuando algo saltó fuera de los árboles. Las tres chicas miraron con horror, cuando la figura se reveló siendo una joven mujer con cabello negro muy corto, que agarró por el cuello de su uniforme a uno de los oficiales y le saltó por encima de la cabeza, dando una voltereta para lanzarlo contra otro. Antes de que ninguno de los otros pudiera reaccionar, una patada en el estómago noqueó a uno de ellos dejándolo en el suelo, mientras la chica se daba la vuelta y le estampaba el codo en la quijada a un cuarto. Un quinto oficial cargó desde atrás, pero ella lo esquivó, rodándose por encima de su espalda antes de hundirle un rodillazo en toda la cara. Al ver a sus camaradas caídos, un sexto policía levantó su escudo de Mana y desenfundó su pistola, pero la chica cargó contra él, haciendo añicos la barrera apenas la tocó antes de saltar, girar y engancharle la cabeza con las piernas para azotarlo de cara contra el piso. Una vez que todos estaban fuera, la Norma se giró hacia donde Akiho y sus amigas se estaban encogiendo de miedo.

– ¡Buu! – les dijo.

Akiho sintió que su vejiga se vaciaba, y se desmayó. Maki y Leika gritaron antes de agarrar a su amiga por los brazos y llevársela arrastrando inconsciente detrás de ellas.

Mientras observaba a las tres chicas huyendo despavoridas, Kat no pudo evitar sonreír.

– Nunca pasa de moda.

...

Un último barrido del área, y el cargador del arma de Rio terminó de vaciarse.

– ¡Se me agotaron!

– ¡Tengo más! – gritó Hilda. – ¡Cúbreme y yo recargaré!

Se agachó detrás de él y Rio invocó otro escudo de Mana mientras le pasaba su subametralladora. Los guardias tomaron la oportunidad y abrieron fuego, causando que la barrera temblara y parpadeara con cada impacto de bala.

«Estoy casi seco,» pensó al darse cuenta. «No creo que pueda levantar otro escudo.»

Arrojó su última granada aturdidora por encima del escudo, logrando desorientar a los guardias con el estallido y el destello lo suficiente para sacar su pistola y seguir disparando, derribando a otros tres mientras Hilda le devolvía su subametralladora. Apenas lo hizo, el rugido de un motor resonó detrás de ellos.

«Ya era hora,» pensó mientras veía cómo sobre la horca, Ange y Momoka venían volando sobre el Skyhook de Tusk, mientras este último yacía inconsciente sobre la parte trasera del asiento.

– ¡Hey! – los llamó Ange. Rio la saludó con su mano libre.

– ¡Sigan adelante! ¡Los alcanzaremos!

Hora de marcharse. Desde su cinturón, Rio sacó una bengala, y luego de cargarla en su pistola, la disparó al aire para que estallara en un montón de luces rojas.

...

– ¡Rhino! – reportó Vulture. – ¡Tenemos a ambos objetivos a bordo! ¡También a Tusk! ¡Aunque Rio y la otra Norma van a necesitar que los recojan!

– ¡Ya vi la Bengala! Spider, ¿cuál es tu posición?

– A punto de entrar en el espacio aéreo al sur del Pilar.

– Reúnete con la princesa y guíala al punto de extracción. Kat, tu vienes conmigo. ¡Todos los demás, retirada!

Vulture asintió y saltó desde la rama al suelo antes de salir corriendo a donde había ocultado su propio Skyhook. Unos cuantos rezagados que seguían agazapados en la plaza vieron al sujeto delgado con el rifle bajarse de los árboles, pero nadie fue lo bastante valiente como para intentar perseguirlo.

...

Incapaz de abandonar el lado del Emperador, por temor a dejarlos a él y a la Princesa Sylvia vulnerables, la Capitana Riza Rundog no tuvo más opción que mantener su posición, para escudarlos a ambos con su propia barrera. Alrededor de toda la plaza, los guardias imperiales yacían heridos o muertos por los terroristas que habían atacado la plaza, y la mayoría de ellos a manos de los dos que peleaban en frente de la horca. ¿Quién habría pensado que los rumores eran ciertos, y que un grupo de resistencia pro-Normas podría haber lanzado un ataque así de organizado?

Entretanto, la antigua Princesa Angelise y su sirvienta se habían montado en el vehículo del que la había rescatado. Dos de los guardias que quedaban intentaron detenerla, pero no fueron capaces de impedir que despegaran.

– ¡Te maldigo hasta los mil infiernos, Angelise! – oyó gruñir a Julio.

Desde arriba, Angelise les lanzó una mirada desafiante.

– Pensándolo bien, debo darte las gracias, "hermano". ¡Por ayudarme a descubrir quién soy! Y a ti también, Sylvia, ¡por mostrarme lo asquerosos que realmente son los humanos! ¡Adiós a ambos, espero que estén felices viviendo una mentira!

Con una sonrisa burlona, Angelise giró la nave y se alejó por encima de la multitud restante. Con un gruñido de rabia, Julio empujó a Risa a un lado y empezó a golpear su barrera.

– ¡Deprisa! – gritó. – ¡Atrápenlos!

– ¡Emperador, no! – le advirtió Riza.

Pero fue demasiado tarde. Desde arriba del vehículo que usaba para escapar, Ange le arrojó una cuchilla de cuatro puntas a su hermano, haciéndole un corte en la mejilla. Julio comenzó a chillar de dolor y cayó de rodillas, agarrándose el rostro ahora ensangrentado con ambas manos.

Entretanto, los dos que habían permitido el escape de Ange habían huido por encima de la horca, y se dirigían hacia el puesto del verdugo.

...

– ¡Vamos! – gritó Rio. Agarrándole la mano a Hilda, los dos echaron a correr por las escaleras frontales de la horca. Los últimos dos guardias que quedaban les bloquearon el camino, pero un puñetazo de Rio en la quijada de uno, y una patada de Hilda a la entrepierna del segundo los dejó fuera a ambos. – ¡Por aquí!

Ambos subieron hasta la parte superior de la horca, sólo para detenerse al darse cuenta que estaban en un callejón sin salida.

– ¿Ahora qué? – demandó saber Hilda.

– Sólo espera. – le dijo él.

En la distancia, dos bengalas azules, una desde el paseo del lado este, y otra desde el sur, salieron disparadas desde los árboles, y Rio supo que su transporte ya venía en camino.

– ¡Cuidado! – le advirtió Hilda.

Rio se giró, y vio que subiendo por las escaleras venía hacia ellos la guardaespaldas de Julio, con su mano brillando con una luz roja. Rio concentró el poco Mana que le quedaba para lanzarle una última onda de ataque. La mujer sonrió triunfante y dio un manotón para desviarla, sólo para terminar saliendo despedida hacia atrás, y un destello dorado emergió desde la onda.

«¿Qué diablos?» se preguntó Rio. «¿Qué fue eso?»

Bueno, lo que fuera, no iba a desperdiciarlo. Desde arriba de los árboles, dos Skyhooks más venían a toda prisa hacia su ubicación. El primero se detuvo junto a la horca, y su piloto era un hombre enorme y musculoso que les indicó a uno de ellos que se subiera.

– ¡Salta! – ordenó Rio, dándole un empujón a Hilda. Esta dio un grito de sorpresa, pero hizo lo que le dijeron y saltó desde la horca para aterrizar detrás de Rhino, que despegó a toda velocidad en el momento en que ella estuvo a bordo. Detrás de él, Kat apareció con su propio Skyhook para recogerlo a él.

– ¡Vamos! – gritó Kat. Rio, sin embargo, tenía una última cosa por hacer.

– ¡Hey, su majestad!

Con la sangre chorreándole por la mejilla, Julio miró arriba. Detrás de su casco, Rio sonrió burlonamente para luego levantar la mano y hacerle un gesto obsceno, antes de montarse en el vehículo. Kat despegó para perseguir al resto, dejando atrás el grito enfurecido de Julio que sonó después.

– ¡Qué osado! – admitió Kat.

– ¡Y valió totalmente la pena! – se carcajeó Rio.

– Esperemos que sigas pensando lo mismo más tarde. – le dijo Kat. – Sabes, Rhino está bastante enojado contigo. Y no quiero ni imaginarme lo que el Jefe tendrá que decir respecto a esto.

Rio no le respondió. En la distancia, los Skyhooks de los demás despegaron desde sus puntos de cobertura, y salieron volando por los aires hacia el punto de extracción.

«Bueno,» pensó, «al menos esta vez sí pude cumplir mi promesa.»

...

Desde arriba del balcón de la mansión de la Fundación del Amanecer, Embryo se reía y aplaudía. No podía recordar ninguna ocasión en la que se había sentido tan divertido. Pensar que la llave para todo lo que deseaba se acababa de manifestar en una representación de su propio fracaso.

Dark sin embargo no parecía compartir el júbilo de su maestro. Mantuvo sus ojos fijos en la pantalla de Mana, con el cejo fruncido en rabia silenciosa.

– ¿Cuál es el problema? – preguntó Embryo.

– Ese hombre que lideró el ataque en la horca. – respondió Dark. – Estoy seguro de que fue el mismo que me humilló. Y la Norma estaba con él también.

– Ya veo. – Embryo asintió, y cerró la ventana de Mana. – Bueno, no importa. Tengo la sensación de que tu camino y el suyo volverán a cruzarse pronto. En cuanto a la Norma, ella ya no es una prioridad. No, esta chica Ange es mucho más interesante.

– Si ese es el caso, ¿no deberíamos ir tras ellos?

– No hace falta. Si estoy en lo correcto, ella y yo estamos destinados a vernos de nuevo.

Lejos en el horizonte, seis luces brillaban mientras los agentes de la Network interceptaban a Ange y la guiaban hacia la seguridad. Esa hermosa joven cuya canción había encendido un fuego en el alma de Embryo que él creía se había extinguido mucho tiempo atrás.

– Qué criatura más maravillosa.

...

En el minuto en que oyó gritar a su esposa, Schwartz había salido corriendo de vuelta a la casa, donde encontró a Allenby en el sofá, con la cara más pálida que una sábana y las manos en la boca.

– ¿Allenby? – le preguntó mientras se arrodillaba junto a ella. – ¿Qué sucede?

Fue entonces que oyó el ruido de varios disparos, y miró la ventana de Mana que su esposa había abierto. Era el escenario de la ejecución de la Norma, sólo que había sucedido algo inesperado. Dos personas estaban disparando en frente de la horca, mientras la Norma y su sirvienta arrastraban a un joven inconsciente a lo que parecía ser una especie de aeronave.

– No sabemos lo que está ocurriendo. – decía un reportero claramente en pánico. – Todo lo que sabemos es que han detonado varias explosiones entre el Pilar del Amanecer y el Palacio Imperial. El Emperador Misurugi parece haber sido herido, y varios guardias han recibido disparos.

Mientras observaba, la Norma y su sirvienta se montaban encima del vehículo y se iban volando. Poco después, dos vehículos de diseño similar volaron hacia la horca donde los dos que estaban disparando se habían refugiado para recogerlos también.

– ¡Qué horrible! – jadeó Allenby. – ¡Esas pobres personas!

Cerrando la ventana, Schwartz rodeó a su esposa con sus brazos, manteniéndose así hasta que se calmó. Después de llevársela a la cocina por algo de té, Schwartz dejó a su mujer para ir a ver a su hija.

Ya escaleras arriba, Schwartz se inclinó contra la pared cuando finalmente se permitió sonreír. Esto no estaba bien. No debería sentirse feliz y aliviado. No cuando tantas personas posiblemente estuvieran muertas. Y aun así, lo estaba. No tenía pruebas, pero de alguna manera, sabía que uno de los que provocaron el disturbio era el humano renegado que le perdonó la vida.

En cuando Schwartz recuperó la compostura, entró a la habitación de su hija, y se arrodilló junto a su cama. Marie estaba profundamente dormida. Su cabello, del mismo hermoso color que el de su madre, se desparramaba por toda la almohada. Schwartz acarició suavemente su cabeza y se sintió agradecido de haber podido verla crecer, pero no pudo evitar que un pensamiento terrible invadiera su mente.

¿Qué tal si Marie hubiese nacido como una Norma? Por la misma ley que había jurado defender, tendrían que habérsela llevado a quién sabría dónde. ¿Realmente habría estado dispuesto a permitir que eso le pasara a su hija? ¿Y qué tal los padres de todas esas otras Normas? Por lo que había escuchado, los antiguos Emperador y Emperatriz de Misurugi habían mentido y engañado al pueblo durante años en relación al estatus de su hija mayor. Pero ¿qué otra cosa podrían haber hecho como padres?

«Tal vez debería tomarme algunos días libres más,» decidió Schwartz. «Tal vez sea hora de que le dé un buen vistazo a mi vida, y al mundo en el que he estado viviendo.»

Esta historia continuará...

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