Capítulo 5: El camino hacia Libertus
Al este del Pilar del Amanecer y al norte del Palacio Imperial, una gran mansión se alzaba entre los árboles que rodeaban el pilar. Este era el edificio de la Fundación del Amanecer, una organización dedicada al continuo estudio y refinamiento de la Luz de Mana. Pues era gracias a ella que desde el Imperio Misurugi, o más bien, del Sacro Imperio Misurugi, como ahora se le conocía, que la Luz de Mana era distribuida. El gran Pilar del Amanecer en sí mismo era el método por el cual era extraída del universo, refinada, e irradiada a cada esquina del mundo, conectando y empoderando a toda la humanidad con su brillante resplandor.
O al menos, eso era lo que le decían al público.
Dentro de la Fundación del Amanecer, sentado en su estudio personal, Embryo estudiaba una lista de nombres. Acorde con los archivos que le proveyó la familia real de Rosenblum, cada Norma en esta lista era especial. Habían sobrevivido un mínimo de cinco años de servicio de combate en una de las tropas de Para-mail de Arzenal sin sufrir heridas significativas, y también primeros encuentros con tipos desconocidos de DRAGONs. Todo ello las hacía candidatas perfectas para pilotar los Ragna-mails.
«Tantas mujeres hermosas y talentosas de dónde escoger,» pensó. «Qué amable de parte de Alektra por ofrecérmelas en bandeja de plata.»
Una vez que hubiese reconstruido al mundo, estas mujeres serían la semilla de la cual nacería una nueva y mejor humanidad. Una humanidad que finalmente sería purgada de los errores dentro de su imperfecto código genético que los llevó hasta casi la extinción. Con un desliz de su dedo, la apareció en una pantalla de Mana mostrando sus rostros: Salia, Chris, Rosalie, Ersha, Tanya, Irma, y Hilda, siendo esta última la que Dark había sido enviado a buscar. Ella sería la primera.
Y hablando de Dark, ¿dónde estaba ahora? A estas alturas ya debería haber capturado a la Norma y eliminado a cualquier testigo. Embryo intentó contactar a su sirviente, pero no recibió ninguna respuesta.
– Algo inesperado ha sucedido. – dijo al darse cuenta. Levantándose, Embryo agitó su mano, y en el piso frente a él, una figura se materializó en un ser. – Algo inesperado, en efecto.
De alguna forma, el humano rebelde que acompañaba a la Norma fugitiva se las había arreglado para matar a Dark. Una costra de sangre seca salía de la boca de su sirviente, mientras en un costado, uno de los brazaletes que utilizaba para atrapar a su presa estaba incrustado en su torso. Bueno, el propio Dark en persona le podría explicar qué pasó.
Con otro movimiento de su mano, la sangre sobre la boca de Dark desapareció, mientras el grillete salió de su carne. La herida se cerró, y el cuerpo de Dark se sacudió en un espasmo masivo, mientras sus pulmones sedientos de aire comenzaban a respirar de nuevo. Luego de algunas rápidas bocanadas, Dark se estabilizó y se irguió hasta quedar en posición sentada.
– Maestro... ¿Embryo?
– Explícate, Dark. – Con el ceño fruncido, Embryo retornó a su asiento.
Bajando la cabeza con vergüenza, Dark volvió a ponerse de pie e hizo una reverencia con total respeto.
– No tengo excusas para ofrecerle, Maestro Embryo. Subestimé el ingenio de esa Norma.
– ¿Es así? – preguntó Embryo. – ¿Qué sucedió exactamente?
– Había logrado localizar con éxito a la Norma y al renegado que servía como su cómplice. Logré restringirla y estaba a punto de interrogarlo a él cuando ella logró escaparse. Interrumpió mi Mana, y luego me apuñaló con mi propia trampa. Su aliado tomó ventaja de eso para usar una técnica de Mana para atacar mis órganos internos. Sólo puedo asumir que escaparon después de eso.
Embryo se reclinó hacia atrás y asintió.
– Así que, en lugar de seguir su instinto de autopreservación y huir, eligió quedarse y ayudarlo. Supongo que ese contacto con él debe haberle influido hasta cierto punto. Tendré que añadirlo a su archivo. Bueno, supongo que al final no importa. Tarde o temprano espero que alguien logre identificarla, y entonces podremos volver a intentarlo. E incluso si esos molestos degenerados de la Network logran sacarla de nuestro alcance, tendremos todavía muchas candidatas viables esperando por nosotros en Arzenal para recogerlas a nuestro placer. Aun así, estoy muy decepcionado de tu desempeño, y siento que algo de acción disciplinaria es inevitable. Sin embargo, me encuentro de buen humor en este momento, así que te daré un castigo ligero. Sólo seis horas.
Dark inclinó la cabeza con respeto. – Agradezco y aprecio mucho su compasión, Maestro Embryo.
Embryo sonrió, y alargó un dedo para tocar la frente de Dark. Apenas lo hizo, el cuerpo de Dark se tensó, mientras unas oleadas de dolor agudo comenzaron a recorrerlo de pies a cabeza. Por suerte, tenía suficiente consideración por su maestro como para no gritar, y Embryo volvió a reanudar sus estudios de las candidatas potenciales.
«Una pena,» pensó. «Y ahora mismo que estaba de humor para algo de su delicioso té de manzanilla.»
...
Sin Mana, abrirse paso por una ciudad tan concurrida como la capital de Misurugi a pie no era una tarea sencilla. Pero ya que Tusk técnicamente no era una Norma, nadie le prestaba mucha atención, salvo por la ocasional mirada de reojo que le daba la gente al joven que por alguna razón prefería caminar en lugar de tomar una de las muchas opciones de transporte público. Las únicas personas que le daban algo de atención extra eran los ocasionales grupos de chicas, que le sonreían y empezaban a murmurar entre ellas, y a quienes Tusk simplemente les sonreía de vuelta, saludaba con la mano, y luego continuaba su camino. Uno de esos grupos estaba sentado en una mesa exterior de un café mientras hablaban sobre el gran evento planeado para mañana en la noche.
– Entonces ¿vas a ir? – preguntaba una.
– Tengo que estudiar para un examen. – respondió otra. – Ojalá pudiera ir. Me encantaría ver su cara cuando la cuerda le estrangule el cuello.
– No puedo creer que alguna vez quise ser como ella.
– Lo sé. ¡Asquerosa Norma! ¿Tú crees que se haga encima cuando la cuelguen?
– Como si alguien tan asquerosa como ella necesitara eso como una excusa.
Las chicas continuaron riéndose de su cruel broma, y finalmente se dieron cuenta que Tusk las estaba mirando.
– Hey, ¿quién es ese?
– No lo sé, pero me parece lindo.
– ¿Tal vez quiere invitar a una de nosotras a salir?
De alguna manera, Tusk logró forzarse a sí mismo a sonreír, y se despidió con la mano de alguna manera resistiéndose al impulso de abofetearlas a las tres con esa misma mano.
«Ange,» pensó mientras continuaba su camino. «No te mereces nada de esto. Pero no te preocupes, prometo que te salvaré. Y a tu sirvienta.»
Girando en un callejón, Tusk continuó su camino por las calles más desiertas de Misurugi hasta que finalmente llegó al condominio que los demás habían arreglado como centro de operaciones para la misión. Aunque sabía que a Alektra no iba a alegrarle que trajera ayuda exterior para esta misión, Tusk se sentía agradecido de tener apoyo. Además, técnicamente ellos lo habían contactado a él primero.
Desde abajo en el estacionamiento, un chequeo rápido le permitió verificar que no hubiera más nadie por allí, y sacó un pequeño espejo de su bolsillo que proyectó hacia una unidad en el tercer piso. Un destello de luz le envió la señal de vuelta, y Tusk rápidamente subió las escaleras y luego atravesó por la pasarela que llevaba hacia la unidad.
En cuanto abrió la puerta, Tusk fue recibido por la silueta de un hombre alto y delgado vigilando la ventana. Una nariz como pico de pájaro sobresalía de un rostro con mejillas hundidas, mientras un cigarrillo encendido colgaba de su boca, con un enorme rifle colgándole de la espalda. Este era Vulture, el francotirador del equipo y también un sobreviviente del Zion original. Más adentro, el comandante del equipo se sentaba en la mesa de la cocina. Superaba al resto en estatura por una cabeza entera estando de pie, e incluso sentado era casi capaz de ver a Tusk a nivel de los ojos, mientras que debajo de su ropa, su cuerpo abultaba con unos músculos que parecían lo bastante fuertes para hacer bench press con un Para-mail. No era una sorpresa que los demás se referían a él como Rhino. Junto a la pared, un tercer miembro con ropas holgadas estaba sentado con las piernas cruzadas en el suelo. Tenía la misma estatura y constitución que Tusk, pero su cara era más delicada, ligeramente afeminada, y su largo cabello castaño estaba amarrado en un moño encima de su cabeza. En el piso frente a él, había un par de espadas rectas colocadas en paralelo entre sí envainadas en sus fundas. Este era Kamaitachi, el segundo al mando y experto en técnicas de combate antiguas. Cerca de él se sentaba Spider, el hacker y experto en demoliciones del equipo, rodeado de un desorden de componentes electrónicos. Delgado y con pelos alborotados, en contraste con el semblante tranquilo y sereno de Kamaitachi, Spider jugueteaba con las manos mientras su atención alternaba entre la pantalla holográfica a su lado y el dispositivo con forma de plato que tenía en su regazo. Finalmente, en el umbral de la puerta que llevaba a la parte trasera del condominio, estaba una chica cuyo cabello negro había sido recortado hasta casi parecer un chico. Su cuerpo delgado estaba parado de manos, mientras doblaba y retorcía sus piernas de una manera que inspiraba una sensación tanto de admiración como de incomodidad en Tusk. Ella era Kat, la única Norma en el equipo. Aparentemente, era costumbre que cada equipo de combate tuviera al menos una Norma como miembro para ayudarles a pelear contra los humanos hostiles. Juntos, ellos eran conocidos como el equipo Wildpack. Y según el mensaje de los líderes de la Network, eran uno de los mejores equipos que tenían.
– ¿Y cómo está el clima? – preguntó Vulture mientras Tusk cerraba la puerta tras de sí.
– Caliente y desagradable. – dijo él. – Empiezo a recordar por qué nunca salgo de la isla.
– Tales cosas son de esperarse. – señaló Kamaitachi mientras se ponía de pie para recoger sus espadas. – Con un gobernante como Julio Misurugi, no es de sorprender que las almas de la gente estén tan envenenadas.
Desde el umbral de la puerta, Kat se enderezó hasta ponerse de pie.
– Sigo sin entender por qué no podemos sacarlas ahora mismo. – dijo. – Si esperamos hasta entonces, vamos a tener que pelear para abrirnos paso entre la policía, la Guardia Imperial, y quién sabe cuántos ciudadanos furiosos. Ya de por sí es muy difícil el hecho de rescatar al objetivo principal sin tener que preocuparnos por su sirvienta.
– Eso es lo que Jill quiere. – le recordó Tusk. – Estoy seguro de que tendrá sus razones, así que sólo les pido que confíen en su juicio.
– Sí, bueno, ¿por qué deberíamos confiar en ella, si ella no confía en nosotros? – contraatacó Kat. – En lo que a mí concierne, esa perra gélida...
– Basta, Kat. – le ordenó Rhino. – No es que a mí me guste más que a ti, pero por ahora, haremos las cosas como ella quiere. No necesito recordarles que esta misión es crucial para la agenda de la Network. Si podemos reparar nuestra relación con las Normas de Arzenal, será un gran paso para finalmente acabar con nuestro enemigo.
– Especialmente si de verdad piensan intentar llevar a cabo otro Libertus. – añadió Vulture. – Me perdí mi oportunidad la última vez, y no pienso perdérmela de nuevo.
Kat suspiró, y Kamaitachi le puso la mano en el hombro intentando reconfortarla, o al menos que se relajara. Entretanto, Rhino les hizo un gesto a todos para que se sentaran, y todos a excepción de Spider vinieron a reunirse.
– ¡Oye, Spider! – lo llamó Vulture.
– Estoy trabajando. – le dijo Spider sin mirarlo. – Además, ya sabes que no soporto ese humo tuyo.
– Déjalo. – le dijo Rhino. – Ya sabe cuál es su parte.
En cuanto el grupo tomó sus asientos, Rhino sacó un mapa dibujado a mano de los terrenos del Pilar del Amanecer.
– Ahora, tenemos tres puntos de entrada al lugar donde se llevará a cabo la ejecución. Kat, Kamaitachi y yo tomaremos posiciones en cada uno de los tres paseos. Nuestro trabajo será evitar que entre más personal de seguridad adicional. Vulture, tú te apostarás en los árboles que están al norte y proveerás fuego de cobertura para Tusk mientras él va por las chicas. Entretanto, Spider se quedará aquí y hackeará el servidor principal de la policía para evitar que manden refuerzos a la seguridad del Pilar. Nuestra ventana es muy pequeña, sólo cinco minutos así que una vez que empiece la operación, prepárense para pelear.
– ¿Quieres que le vuele los sesos a Su Santidad mientras estoy en ello? – preguntó Vulture.
– Olvídalo. – respondió Rhino. – Nuestra prioridad son las Normas. No pierdan su tiempo con nadie que no sea una amenaza directa.
– Probablemente tengamos más que sólo guardias de que preocuparnos. – dijo Tusk. – Julio sabe sobre la Network, y probablemente tendrá vehículos blindados con armas anti-personal.
– ¡Y para eso es que yo estoy aquí! – se jactó Spider desde el suelo. Colocando su mano en el artefacto con forma de plato, Spider comenzó a cargarle su batería interna con la Luz de Mana. – Sólo denme unas cuantas horas más y tendré listo algo para hacer pedazos esos vehículos de un solo tiro.
– En ese caso, discutamos nuestro plan de escape. – dijo Kamaitachi. – La ruta más rápida será al este del palacio, hasta la playa donde...
Kamaitachi se vio interrumpido cuando el panel de datos que colgaba del cinturón de Rhino comenzó a vibrar. Al leer el mensaje que había enviado el centro de comando, los ojos de Rhino se ensancharon de sorpresa, antes de entrecerrarse de frustración.
– ¿Qué pasa? – preguntó Tusk. Rhino dejó el panel y suspiró.
– Acaba de surgir otra complicación.
...
Ya había pasado del atardecer para cuando finalmente cruzaron la frontera entre Enderant y Misurugi. E incluso entonces, habían seguido conduciendo durante casi una hora después. Hilda no estaba segura de cuánto más podría soportar. Sus piernas se sentían tan rígidas que se preguntó si las podría mover de nuevo, y su trasero parecía haber perdido toda sensibilidad. La peor parte, los medicamentos que le dio Rio ya empezaban a perder su efecto, y el dolor de la puñalada en su costado comenzaba a volver.
– Hey. – lo llamó. – ¿Estás seguro de que este es el camino correcto?
– No te preocupes. – le aseguró él. – He pasado por aquí varias veces. Podría conducir con los ojos vendados y aun así encontraría la casa.
De alguna manera, Hilda tuvo la sensación de que tendría mayor suerte si hiciera eso. A su alrededor se extendía un ambiente despejado, lleno de campos y pastizales. Había algunas luces en la distancia señalando la presencia de casas de granjas, pero nada lo bastante cerca como para conducir en esa dirección. Más lejos todavía, se alzaba una enorme estructura sobre el suelo. Aunque Hilda había aprendido sobre ella en la educación básica de Arzenal, nunca se imaginó que el Pilar del Amanecer fuera tan grande.
«Así que allí es donde se llevarán a Ange para matarla,» pensó. Y de repente, Rio dio una vuelta fuera de la carretera principal, llevando su vehículo por un sendero oscuro antes de detenerlo.
– Aquí estamos. – le dijo.
Con un gruñido y algo de dificultad, Hilda se desmontó de la motocicleta y miró a donde Rio la había traído. Decir que no estaba impresionada sería quedarse corto. En frente de ella estaba una casa rural dilapidada que parecía que se desplomaría con la más suave de las brisas. Había cuervos volando en los agujeros del techo para anidar en las vigas, partes de la pared sobresalían como si fueran pelo deshilachado, y el porche frontal se había derrumbado en una pila de madera podrida.
– Es... diferente de la cabaña. – admitió.
Rio sonrió y empezó a empujar su motocicleta alrededor para llevarla detrás de la casa. – Las apariencias pueden engañar.
Hilda caminó detrás de él, mientras Rio la guiaba a un agujero en la pared trasera de la casa, oculta tras una tela negra. Dejó la motocicleta dentro de él, y se arrodilló para agarrar un manojo de hierba, que retiró para revelar una puerta oculta en el suelo.
– A veces hay que mirar lo que hay debajo de la superficie. – Sacando una linterna de su cinturón, Rio la guio escaleras abajo a una habitación oscura. – Espérame aquí.
Luego desapareció detrás de una puerta debajo de las escaleras. Sonó un golpe seco en la oscuridad seguido de un chirrido agudo mientras las luces comenzaban a encenderse, y Hilda se encontró en una habitación que se veía remarcablemente similar a la cabaña donde Rio la había llevado antes.
– ¿Y cuál es el plan? – preguntó ella.
– Pasaremos la noche aquí, y seguiremos al Pilar del Amanecer en la mañana. – le dijo él. – Lo primero, quisiera revisar tus vendajes de nuevo.
Rio señaló el sofá, y Hilda se sentó mientras él cogía un botiquín médico y se arrodillaba junto a ella. Hilda se levantó su camiseta y se sorprendió de sentirse avergonzada. Ya la había visto desnuda, así que no había motivo real para sentirse así. Entretanto, Rio examinó el moratón debajo de su seno, cuando su dedo tocó un punto sensible y ella inhaló profundamente.
– Perdón. – se disculpó él. Hilda bajó la mirada y negó con la cabeza.
– Está bien. – Ya había decidido que tal vez era que no estaba acostumbrada a que un hombre fuese amable con ella. Los últimos hombres con los que se había topado fueron los que la arrancaron de su madre, y ciertamente no eran ni de cerca tan amables como Rio. – Hey, entonces ¿cómo te veías antes de... esto?
– Bueno... – dijo Rio mientras le volvía a vendar el torso. Se sacudió el cabello pasándose los dedos mientras sonreía con algo de arrogancia. – Para empezar, solía tener pelo castaño. Ahora, tengo cerebro y buena apariencia.
– ¿Eras igual de idiota en ese entonces? – preguntó ella.
– Es parte de mi encanto. –dijo él. Luego de terminar de examinarla, Rio le dio algunos analgésicos más, y se fue hacia la cocina para empezar a sacar algunos tarros de cerámica, cuyos contenidos comenzó a mezclar en una olla. – Haré un poco de estofado. Dame algo de tiempo y estará listo.
– Claro. – asintió Hilda.
No había comido nada desde el desayuno, y con todo lo que había sucedido, no se había dado cuenta de lo hambrienta que estaba. Poco después, Rio regresó con un par de tazones de estofado caliente, dándole uno a Hilda antes de sentarse para comer. Hilda se lo comió también, y decidió que, aunque era un poco mejor que lo que había en Arzenal, a la cocina de Rio le faltaba un toque de fineza. Y antes de darse cuenta, Hilda se dio cuenta que su mirada se había fijado en él de nuevo.
– ¿Pasa algo? – preguntó él cuando notó cómo ella lo estaba mirando.
– Sigo sin poder descifrarte. – admitió. – No actúas para nada como se supone que lo haga un humano. O al menos, no de la forma como se supone que actúe un humano frente a una Norma.
Rio suspiró, y puso su tazón ahora vacío en la mesa frente a ellos.
– ¿Y cómo se supone que debe actuar un humano frente a una Norma, entonces?
– Ya lo sabes. Se supone que nos odies, que nos temas, incluso que nos ataques. Sólo desearía saber por qué eres así. ¿Qué te hace diferente a los otros humanos? ¿Por qué no odias a las Normas como los demás?
Rio tarareó pensativa y se echó para atrás.
– No es una sola cosa. – le dijo él. – En realidad fueron varias cosas. Y hay algunas cosas de las que puedo hablar, y otras no.
– Bueno, entonces cuéntame de lo que puedes hablar. – dijo ella. Él la miró, y finalmente accedió.
– Está bien. – suspiró él. – Tenía unos ocho años cuando vi por primera vez a una Norma. Como te dije antes, mi padre era un oficial del gobierno de bajo rango, y acabábamos de mudarnos a una pequeña ciudad cerca de la frontera al este. Mi madre me había enviado a la tienda por algo, y en mi camino de regreso vi a un grupo de gente aglomerada afuera de la clínica local. Pregunté qué estaba pasando, y alguien dijo que acababan de encontrar a una Norma. Igual que los demás, había crecido toda mi vida escuchando cómo las Normas eran monstruos violentos y sedientos de sangre, y no podía dejar pasar la oportunidad de ver uno. Así que me abrí paso entre la multitud hasta que finalmente vi el frente. Y fue entonces que la vi, a una bebé llorando en un contenedor sellado mientras era metida en un auto. Le pregunté a alguien si la Norma le había hecho algo a la bebé, y me respondieron "Esa bebé ES la Norma".
Mientras hablaba, los ojos de Rio cambiaron, como si estuvieran viendo algo que sólo él podía ver.
– Mientras seguía observando, una mujer con ropa de hospital salió por la puerta del frente, siendo perseguida por varios hombres. La agarraron, y empezó a gritar que le devolvieran a su hija. Miré a las demás personas, y las miradas de miedo y odio en sus rostros me dejaron totalmente en shock. Era como si ya no parecieran humanos. Simplemente no podía entender cómo podían mirar de esa forma a una bebé que no podía hacer nada excepto llorar llamando a su madre.
Al terminar, Rio se pasó la mano por la cara, como si tratara de borrar ese recuerdo.
– ¿Y por eso es que no odias a las Normas? – preguntó Hilda. No le parecía que estuviera mintiendo, pero tampoco parecía que le estaba diciendo toda la verdad.
– Fue el principio. – respondió él. – Para ser honesto, supongo que todavía seguía creyendo que las Normas eran peligrosas. Pero también creo que en ese momento había empezado a cuestionarlo. Definitivamente creía que tenerle miedo a un bebé no tenía sentido. Aunque fuese una Norma.
– Y entonces, ¿qué fue lo que te volvió como eres ahora? – preguntó Hilda. Rio desvió la mirada y se puso de pie.
– Ya es muy tarde. – le dijo. – Creo que será mejor descansar por esta noche. Después de todo, tendremos mucho que hacer antes de mañana por la noche si queremos salvar a tu amiga.
Hilda sabía que él sólo trataba de cambiar el tema, pero también tenía razón. Había sido un día muy largo, y lo más probable era que mañana fuese igual de estresante.
– Bien. – dijo ella. – Estaré en el dormitorio.
Ya había llegado a la entrada al pasillo trasero cuando Rio de repente la llamó.
– Sarah Honister.
– ¿Qué? – preguntó ella.
– Sarah Honister. – repitió él. – ¿Ese nombre te suena de algo?
Rio le dirigió una mirada que casi parecía desesperada, y por un Momento Hilda se quedó algo sorprendida.
– Creo que sí me suena familiar. – respondió ella finalmente. – Pero no puedo recordar dónde.
Rio le restó importancia con la mano y se dio la vuelta, aunque ella alcanzó a ver una ligera sonrisa en su rostro. – No te preocupes por eso.
Hilda lo miró un poco más, pero finalmente se fue hacia el dormitorio. Una vez adentro, se quedó apoyada contra la pared mientras mil pensamientos empezaban a invadir su cabeza. ¿Quién era esta persona por la que le había preguntado? ¿Y por qué le preguntó? Llevaba atrapada en Arzenal desde que era una niña así que ¿por qué iba a pensar que la conocía?
La realización la golpeó como un puño en toda la cara. ¿Acaso esta chica Sarah podría haber sido una Norma? ¿Tenía alguna relación con él? Bueno, fuera cual fuese la respuesta, eso podía esperar hasta después. Tenía otro asunto más urgente del cual ocuparse ahora.
Se despojó de su ropa hasta quedarse sólo con su sostén y bragas, y luego se sentó en la cama para esperar.
«Probablemente no sea tan malo,» pensó. «Quién sabe, puede que hasta lo disfrute.»
Ella le había dicho a Rio que se acostaría con él si la ayudaba a salvar a Ange, y ya era muy tarde para echarse atrás con esa oferta. Después de todo, no era como que se pudiera esperar recibir algo sin dar algo a cambio. Su tiempo en Arzenal le había enseñado eso.
Entonces, ¿por qué se tardaba tanto? Luego de esperar por varios minutos, a Hilda le ganó la impaciencia y se dirigió hacia la puerta, donde vio que el resto de la casa segura subterránea estaba en penumbras. El sonido de unos ronquidos la llevó de vuelta a la sala, donde para su sorpresa encontró a Rio dormido en el sofá.
– Tú... no tienes ningún sentido.
...
Pese a ser una colonia penal, la seguridad en Arzenal era sorprendentemente más laxa de lo que algunos sospecharían. Sólo los lugares clave como los hangares de los Para-mails, las plataformas de atraque, el centro comercial de Jasmine, el comedor y la armería contaban con equipamiento de vigilancia instalado para monitorear a los que causaban problemas. Todas las demás áreas estaban sujetas solamente a patrullas por la seguridad de la base, lo cual sólo ocurría por la noche. Y esas eran fáciles de evitar si se tenía acceso a los horarios de patrullas.
Fue por esta misma razón que Jill fue capaz de llamar a las demás para que vinieran a verla a esta hora de la noche sin levantar sospechas de parte de las Normas bajo su mando o de la Inspectora Bronson. Después de todo, ya que Arzenal se suponía que fuese a prueba de escapes, ¿por qué desperdiciar recursos valiosos para asegurarse que las Normas no estuvieran planeando nada? Fue sólo tras el fracaso del primer Libertus que la presencia de una observadora humana fue traída para asegurarse que a las Normas no se les fueran a ocurrir más ideas. Pero ahora, con todo lo que había pasado durante la Festa, parecía que las cosas estaban a punto de cambiar.
Desde detrás de su escritorio, Jill pasaba los dedos por el archivo que había recibido del gobierno de Rosenblum. Ya había sido bastante humillante que dos Normas hubieran logrado escapar de su encarcelamiento, pero el hecho de que su Princesa había sido tomada como rehén como parte de su plan fue lo que realmente echó sal en la herida. Y ahora, gracias a Ange y Hilda, tenían que lidiar con todo esto. Desde arriba del archivo, Jill miró a quienes había decidido confiarles que fueran sus cómplices en el segundo Libertus. Directamente frente al escritorio, Salia y Zhao Mei se paraban firmes y con atención, listas para presentar cualquier reporte o actualización que ella les solicitara. En contraste, apoyada sobre la esquina del escritorio, Maggie reposaba con un vaso de whiskey de la reserva personal de Jill en su mano. Encima del sofá, Jasmine estaba sentada con su perro Vulcan descansando a sus pies. Aunque usualmente era alegre pero bien portado, ahora mismo Vulcan yacía en el suelo con expresión deprimida. Desde que Ange lo había convencido de mirar al otro lado con una bandeja de hamburguesas gratis, Jasmine lo había puesto en una dieta estricta de tofú y vegetales como castigo.
– ¿Y cuál es el rollo? – preguntó Zhao Mei. – ¿A quién van a enviar?
Haciendo una mueca, Jill les arrojó el archivo sobre la mesa para que lo vieran.
– Felix Ackerman. – les explicó. – Coronel de la Guardia Nacional de Rosenblum. Director Adjunto de los asuntos internos del Comité de Control de Normas. Vendrá aquí en algún momento durante la próxima semana.
– Esto no podría haber ocurrido en peor momento. – dijo Jasmine. – Todavía tardaremos mucho en terminar de abastecer el Aurora. Y también tenemos que mover los Para-mails extra a bordo.
– No pueden hablar en serio, ¿verdad? – preguntó Maggie. – ¿En serio van a enviar a un hombre a investigar Arzenal? ¿No tienen idea del desorden que eso causará?
– Según la inspectora, vendrá directamente bajo órdenes del rey en persona. – respondió Jill. – Cuando Ange y Hilda escaparon, fue una enorme vergüenza para los humanos. Ahora, quieren asegurarse de que no haya ningún otro problema en el horizonte.
Cogiendo el archivo, Salia miró la foto y estudió la imagen del Coronel; un hombre robusto de mediana edad con la cara redonda y un bigote veteado de gris.
– ¿Qué clase de hombre es? – preguntó.
Jill aspiró largamente su cigarrillo. – Del tipo que NO queremos fisgoneando por aquí. Por lo que me contó la Inspectora, entre sus arranques de hiperventilación, tiene la autoridad para removernos tanto a ella como a mí de Arzenal.
– ¡No puede ser! – Zhao Mei jadeó. Alrededor de la oficina, las demás conspiradoras intercambiaron miradas mutuas de shock y preocupación.
– Me temo que sí. – dijo Jill. – Y es mucho más capaz que la inspectora. ¿Ese campo de labor forzada para Normas que maneja el Imperio de Galia? Él solía ser el alcaide que lo supervisaba, y fue capaz de calmar varios motines que surgieron en él.
– Bueno, ¿entonces qué se supone que hagamos? – preguntó Maggie. – No podemos renunciar ahora, que estamos tan cerca de Libertus. Así que ¿cómo vamos a mantener esto bajo el radar si tenemos a este sujeto mirando debajo de cada piedra que hay en la isla?
Con un gruñido, Jill echó la ceniza de su cigarro en el cenicero de su escritorio.
– Puede que tenga una idea. – les dijo mientras se ponía de pie. – No es una que me ponga particularmente feliz, pero no creo que nos queden opciones. Y si funciona, tal vez nos sirva para ganar el tiempo que necesitamos. Entretanto, todas ustedes procedan con sus deberes regulares, tanto en la base como con Libertus. Las pondré al tanto una vez que tenga mayor certeza.
Las demás asintieron, y luego de verificar que el corredor estaba vacío, una por una se fueron por caminos separados. Salia sin embargo se quedó atrás.
– ¿Sucede algo?
– Comandante, ¿qué hay de Hilda? ¿Hemos tenido alguna noticia de ellos?
Jill volvió a sentarse y cogió otro cigarro de la cajetilla.
– Ella está a salvo. – explicó. – Quienquiera que sea este sujeto Rio, parece ser muy capaz. Un escuadrón logró rastrearlos tanto a él como a Hilda hasta la casa segura donde la había metido, pero lograron escaparse. Los perseguidores no tuvieron tanta suerte.
A pesar de sí misma, Jill se permitió que una sonrisa se colara a través de su normalmente gélido semblante. ¿Cómo podía no hacerlo, ante el pensamiento de humanos que volaban en pedazos a manos de uno de los de su propia especie?
– Entonces... ¿Hilda está sola con él? – preguntó, con un deje de celos en su voz.
A pesar de los intentos de Salia por mantener un semblante serio y profesional, Jill era muy consciente de los deseos secretos que albergaba la joven piloto. Mejor mantener la atención de Salia enfocado en asuntos más importantes.
– Con respecto a otro asunto – dijo Jill – puede que tuvieras razón. Le he dado a Ange demasiada libertad. Cuando las recuperemos, puedo asegurarte que será castigada con todo el peso de las reglas de Arzenal.
Salia pareció animarse notablemente al oír eso.
– ¿Significa eso que Villkiss será reasignado?
– Si podemos encontrar a otra piloto apta para él, entonces sí. – Por supuesto, eso sería imposible a menos que hubiese otra princesa que resultara ser una Norma. Pero mientras Salia se mantuviera enfocada donde Jill necesitaba que lo hiciera, podía creer lo que quisiera. – Pero primero, tenemos que traerlas a ella y a Hilda de vuelta. La última vez que hablé con la Network, me dijeron que su agente la estaba llevando a Misurugi para sacarlas a ambas al mismo tiempo.
– ¿Y después qué? – preguntó Salia. – ¿Cómo podemos confiar en ellos? Nos traicionaron y nos dieron la espalda durante el primer Libertus. Si no fuera por eso, tal vez habríamos ganado y tú no habrías...
– No me gusta más de lo que te gusta a ti. – la interrumpió Jill. – Pero ellos tienen la pelota en su lado de la cancha, así que todo lo que podemos hacer es esperar que, por una vez, mantengan sus prioridades en orden.
Salia asintió, y dio un saludo firme antes de darse la vuelta para marcharse también. Al fin a solas con sus pensamientos, Jill miró al techo y observó cómo el humo de su cigarrillo se retorcía en múltiples formas.
«Pedirles ayuda a los humanos...» pensó. «Y después de que juré que nunca más iba a cometer ese mismo error otra vez.»
...
Lo que fuera que sacó a Rio de sus sueños, olía muy bien. Se sentó y el sonido de algo siendo preparado atrapó su atención hacia la cocina de la casa segura, donde Hilda estaba de pie de espaldas a él. Su bostezo llamó la atención de ella, que le miró por encima del hombro.
– Oh, ya despertaste. – dijo ella.
Estirándose para quitarse la rigidez de la espalda, Rio se levantó del sofá y fue a ver lo que estaba haciendo. En la mesa que había junto a ella, estaban dos platos preparados, con una generosa porción de huevos revueltos y patatas cortadas, aunque uno también tenía algo que parecía puré de manzana.
– ¿Qué está pasando? – le preguntó él. Hilda lo miró y se sonrojó ligeramente.
– Es que... tuviste que soportar mucho desde que nos conocimos.
«Eso es quedarse corto.» pensó él. Todavía le dolían las gónadas por ese golpe bajo que ella le metió.
– Y supongo que te lo debía, así que pensé que podría pagarte con esto. – continuó ella. Rio miró la comida que ella había hecho, y no pudo evitar sonreír. Así que sí tenía un lado dulce bajo esa coraza dura suya. – Oye, ¿por qué sonríes?
– Sólo estoy impresionado. – admitió él. – Realmente se ve muy bien, para algo preparado con comida seca y raciones en conserva.
– Bueno, a veces yo trabajaba en el comedor por algo de dinero extra. – confesó ella. – Y aprendí un poco a cocinar... cuando era pequeña.
– Ya veo. – Mejor no cuestionarlo y simplemente agradecerle el gesto. Hilda le pasó el plato con el puré de manzanas y los dos se sentaron en el sofá para comer. Estaba realmente bueno, o por lo menos mejor de lo que él era capaz de hacer. Y el puré, a pesar de que había sido obviamente preparado con ingredientes improvisados, fue una buena adición.
– ¿Y bien? – preguntó ella.
– Está muy bueno. Especialmente el puré de manzana. ¿Segura que no quieres un poco? – Le ofreció un bocado, pero Hilda se dio la vuelta.
– No me gustan las manzanas.
Inmediatamente, Rio recordó haber visto en el archivo que su madre tenía un manzano en su casa. Mejor cambiar el tema antes de darse un tiro en el pie de nuevo.
– Bueno, como dije está muy bueno. Tal vez cuando salgas de aquí, podrías conseguir trabajo en un café o algo así. Probablemente sea mucho más seguro que pelear contra DRAGONS.
Hilda lo miró como si se hubiera vuelto loco.
– ¿Y dónde exactamente voy a conseguir un trabajo como ese?
– ¿Qué tal en Neo-Zion? – sugirió él.
– ¿Neo-qué?
– Neo-Zion. – repitió él. – Es una colonia independiente que establecimos al norte que sirve como nuestra base principal. Es el único lugar en el mundo donde humanos y Normas se asocian libremente entre sí. Viven juntos, trabajan juntos, y algunos incluso hasta se casan entre ellos.
– ¿En serio? – preguntó ella.
– Es el primer paso hacia el mundo que queremos crear. – replicó él. – No te voy a mentir, Neo-Zion no es el lugar más agradable para vivir. El clima apesta, siempre hace frío, y la comida no es mucho mejor que esto. Pero puedes ser libre allá, y vivir como quieras. Nadie te obligará a pelear a menos que tú elijas hacerlo. ¿Qué dices?
Hilda miró hacia su plato, pero no respondió de inmediato.
– Lo pensaré. – dijo ella finalmente. – ¿Qué hay de ti? ¿Alguna vez... saldrías con una Norma?
– De hecho, ya lo hice. – respondió él. – Nos juntamos durante el entrenamiento básico. Pero luego ella fue asignada a una tripulación y a mí me hicieron agente de campo, así que eso le puso fin a nuestra relación. La última vez que supe de ella empezó a salir con uno de sus compañeros.
– ¿Y no has salido con nadie desde entonces? – preguntó Hilda. Rio se encogió de hombros y siguió comiendo.
– Cuando estás en el campo corriendo por todo el lugar y luchando por tu vida, rara vez tienes tiempo para algo más que encuentros casuales de una noche.
Tras hacer algo de limpieza y darse una ducha, Rio se tomó un momento para pedirle a Hilda que se sentara para chequear sus heridas. Ya la hinchazón en su ojo había sido reducida casi hasta la normalidad, pero aún le quedaba la sombra de algunos moratones. Por suerte, en cada casa segura tenían las comodidades que necesitaba un agente, incluyendo un kit de maquillaje.
– ¿De verdad esto es necesario? – preguntó ella mientras él le revisaba el rostro.
– Tenemos que evitar llamar la atención todo lo posible. – le dijo él. – Ten en cuenta que vamos a tener que viajar por áreas muy concurridas, así que no podemos permitirnos destacar.
Tras un toque final de polvo translúcido, y Rio se alejó para examinar su trabajo. Mientras nadie mirara demasiado cerca, seguramente estarían bien. Pero de nuevo, era muy difícil no mirar a Hilda. Cabello largo y rojo, ojos violetas, rasgos elegantes; en un mundo mejor ella podría haber sido un ídolo.
– Muy bien, pero mejor amárrate el pelo de manera diferente.
– ¿Hablas en serio? – preguntó ella.
– Los detalles pequeños pueden hacer una gran diferencia. – le dijo él. – Te sorprendería cuántas veces me he salido con la mía sólo con un par de gafas y mi sonrisa ganadora.
Hilda gruñó con molestia, pero hizo lo que le dijeron, soltándose sus coletas y volviéndose a amarrar el pelo en una cola de caballo solitaria detrás de su cabeza.
– ¿Satisfecho? – preguntó. Rio se lo pensó un poco, y asintió.
– Creo que ya estamos listos.
...
Muy lejos de Arzenal, más allá de los alcances remotos de las seis naciones de la humanidad, una cadena montañosa cortaba una franja de rocas y nieve en medio de un bosque de taiga. En el extremo este de la cadena, la última montaña se dividía en dos para formar un profundo valle que rodeaba una bahía helada. Mucho tiempo atrás, antes de la Era del Mana, otra civilización había llegado a este valle, erigiendo un complejo en la base del cañón y dentro de las paredes de roca, donde la élite de lo que alguna vez fue una gran cultura podía huir en caso de que ocurriera un evento catastrófico.
Fue aquí donde la Network, un grupo renegado de humanos que habían rechazado los principios mismos de la civilización, había escapado para reestablecer su cuartel general tras el fracaso del primer Libertus. Este lugar era Neo-Zion, un lugar del cual los teóricos conspiradores hablaban, donde los humanos degenerados y las Normas salvajes vivían juntos desafiando al orden natural.
En la retaguardia de Neo-Zion, en lo que alguna vez había sido su centro de mando, tres individuos se sentaban alrededor de una mesa circular. En el medio estaba un hombre alto y musculoso en sus cincuentas, con una barba corta y grisácea adornándole su cara desgastada. Este era el Jefe, el líder de la Network y considerado el terrorista más buscado en todo el planeta. A su derecha se sentaba el Capellán, un hombre véldico y líder de la red de inteligencia de la Network. Aunque tenía la misma edad que el jefe, su tez lisa y bronceada, constitución delgada y pelo negro azabache lo hacían ver mucho más joven. A su izquierda, una mujer de estatura baja en sus cuarentas estaba sentada con sus brazos cruzados, con el pelo púrpura atado en un moño tan apretado que muchos dudaban que pudiera soltarse. Ella era la Mayor, y a pesar de su pequeño tamaño era bien conocida por ser la miembro más feroz y disciplinada de todo el tribunal de la Network. Una Norma que había escapado de su encarcelamiento en su adolescencia, la Mayor había ascendido hasta ser General de la milicia de la Network y a pesar de sus recursos limitados, se las arregló para reconstruir por sí sola a casi toda la fuerza desde cero. Para sorpresa de nadie, ella no estaba particularmente complacida al oír la última actualización relacionada a la misión de rescate en Enderant.
– Esto es inaceptable. – argumentó. – Si Rio termina siendo capturado, perderemos no sólo a la Norma, sino a un agente que tiene un amplio conocimiento de nuestras operaciones e infraestructura.
– Las misiones de campo no son como enfrentamientos militares. – señaló el Capellán. – En el campo, a menudo estás solo y puede suceder cualquier cosa. Tienes que confiar en tu instinto y actuar acorde con él.
– Pero incluso en situaciones de caos, hay que mantener la disciplina. – dijo la Mayor. – Esta no es la primera vez que se va por su cuenta, y esta misión es crítica para la moral de la Network. El rescatar exitosamente a una Norma que logró escapar de Arzenal es una oportunidad demasiado valiosa para confiársela a alguien tan imprudente como Rio.
– Excepto que él era el único que estaba lo bastante cerca para llegar a ella a tiempo. – señaló el Jefe. – E imprudente o no, su registro habla por sí mismo. Si el acechador que estaba persiguiéndolo realmente estaba trabajando para Embryo, entonces Rio tomó la decisión correcta al evaluar la situación.
– ¿Pero por qué iba Embryo de todas las personas a perseguir a una Norma al azar? – preguntó la Mayor.
– Tengo una teoría. – dijo el Capellán.
– También yo. – asintió el Jefe. – Los Ragna-mails. Gracias a su naturaleza, los humanos normales no pueden utilizarlos. Las Normas sin embargo son otra historia. Todos sabemos de lo que son capaces los Ragna-mails, lo que nos lleva a este asunto.
Presionando un botón en la consola frente a él, el Jefe hizo aparecer una pantalla holográfica que se materializó en el centro de la mesa, donde se desplegaron las imágenes de una chica adolescente rubia y una máquina humanoide de color blanco.
– Fuera de la palabra de Arzenal, ¿qué pruebas tenemos de que esta chica Ange realmente haya dominado al Villkiss? – preguntó la Mayor.
– Las estadísticas, para empezar. – respondió el Capellán. – Desde que la Princesa de Misurugi fue enviada a Arzenal, nuestros equipos de reconocimiento han reportado un incremento en la cosecha de cadáveres de DRAGONs de clase Bergantín y superiores. Las únicas otras veces que podemos decir con certeza que Arzenal llegó a este nivel de producción fue cuando Alektra piloteaba el Villkiss.
– Y eso es exactamente lo que me preocupa. – dijo la Mayor. – Jasmine podría haber estado abierta a negociar, pero Jill es otro asunto. Cuando tomó el control de Arzenal, dejó muy claro que cortaría todos los lazos con nosotros. ¿Y necesito recordarles que amenazó con entregar al gobierno nuestros códigos de acceso si alguna vez intentábamos contactarla de nuevo? No puedo creer que tuviera el descaro de pedirnos favores después de eso. Incluso si esta chica Ange es capaz de pilotar a Villkiss, ¿quién nos dice que esta vez Libertus tendrá éxito? Especialmente a la luz de esta situación.
La pantalla holográfica brilló, y la imagen cambió para mostrar la foto de un oficial militar de Rosenblum.
– Este es el Coronel Ackerman, que está programado para hacer una inspección de una semana en Arzenal. Si realmente están planeando otro Libertus y este tipo lo descubre, entonces entregarles o no a las dos chicas Normas se convierte en un punto muerto. No. Jill ya tomó su decisión y no veo por qué deberíamos ofrecerle ayuda de ninguna clase.
– Ya basta. – dijo el Jefe. – Podemos sentarnos aquí y discutir el asunto todo lo que queramos, pero eso no cambia nuestro escenario actual. La logística de la Network se está agotando. Nuestro índice de éxitos ha caído en un 30% y nuestro personal está sobrecargado de manera crítica. Incluso si nos quedamos fuera de ello, la Network morirá en menos de cinco años. Si queremos tener una esperanza de acabar con Embryo, debemos hacer un movimiento ahora. – Levantándose de su silla, el Jefe se frotó su barba, y una idea vino a su mente. – Pero... eso no significa que no podamos echar nuestra propia carta comodín en el juego.
...
A medida que el sol de la tarde comenzaba a ponerse sobre el Sacro Imperio Misurugi, una multitud de civiles había comenzado a reunirse en la base del Pilar del Amanecer. Al principio, sólo era un puñado, pero a medida que avanzaba el tiempo la multitud fue creciendo hasta que parecía que toda la ciudad estaba asistiendo. A lo largo de los tres paseos, policías y guardias imperiales saludaban a los ciudadanos, mientras todos peleaban por conseguir un buen asiento para ver el espectáculo. Pronto, la princesa traidora que les había mentido y engañado a todos durante años en relación a su estatus como Norma sería arrastrada fuera de su celda en el palacio para ser ejecutada. Su Majestad, el Sacro Emperador Julio en persona se encargaría de supervisar su castigo por todos los crímenes que había cometido contra ellos. Y una vez que estuviera muerta, podrían disfrutar de la paz y prosperidad que era suya por derecho.
Pero no todos los que se movían hacia el Pilar del Amanecer lo hacían por la misma motivación. En los suburbios de la capital, un hombre y una chica se abrían paso por las carreteras lejanas y los callejones encima de un extraño vehículo, mientras se acercaban hacia el sitio de la ejecución. Y en un condominio a no menos de una hora a pie del pilar, un grupo con su propio interés en la princesa caída se estaba armando para la confrontación inminente.
En este grupo, un joven se puso de pie y miró su propio reflejo en un espejo en el corredor, con la capa y capucha que se había puesto cubriendo su cuerpo delgado para esconder el pequeño arsenal que había logrado asegurar en su persona. ¿Cuánto tiempo había vivido en esa isla, se preguntaba, ocultándose de su destino y del rol que le había sido transferido tras la muerte de sus padres?
«Mamá. Papá,» pensó. «Perdónenme por haber sido un cobarde. Pero ya no más. Salvaré a Ange, haré que Libertus tenga éxito, y haré caer a Embryo con mis propias manos si tengo que hacerlo. Y esta vez, no vamos a fallar. Voy a hacer realidad ese sueño por el que ustedes dieron sus vidas.»
– Hey ¿Tusk? – lo llamó alguien. Miró hacia arriba y de pie frente al umbral estaba Rhino, que sujetaba sobre su hombro un rifle de pulso rotacional.
– ¿Todos están listos? – preguntó Tusk.
– ¿Tú lo estás?
Tusk sonrió y desvió la mirada del espejo. Ange lo estaba esperando y no podía seguir perdiendo tiempo pensando en el pasado.
– Entonces en marcha. – dijo Tusk. – Libertus comienza ahora.
Esta historia continuará...
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