Capítulo 3: Máscaras


Al pie del Pilar del Amanecer, los trabajadores corrían a toda prisa de aquí para allá, apurándose en terminar la construcción de la horca ordenada por el Sacro Emperador Julio en persona. A poca distancia de allí, otro grupo había empezado a levantar barricadas, focos de luz, y puestos de guardias por todo el paseo central. La noticia de la captura de la antigua princesa Angelise se había esparcido como la pólvora por toda la capital de Misurugi, y se esperaba que una enorme multitud apareciera para presenciar la ejecución, junto con todos los medios transmitiendo en vivo la limpieza que haría el Emperador Julio a su reino.

«Qué desastre,» pensaba Tusk.

Desde su escondite entre los árboles, vigilaba todo el terreno a través de sus binoculares. Toda el área alrededor del Pilar del Amanecer era un parque masivo casi tan grande como la mitad del área metropolitana principal. Muchos árboles ofrecían buena cobertura para un ataque sorpresa, pero no muchos puntos de vigilancia altos. Y también, dependiendo de cuántos policías y guardias imperiales hubiera enlistado el hermano de Ange, sería muy difícil escapar una vez que iniciara la operación.

La forma más rápida sería ir hacia el este en dirección a la playa, pero eso significaría cruzar lo que posiblemente sería el terreno más peligroso del mundo. La Fundación Amanecer en Ascenso estaba a un escupitajo de distancia del Pilar, y si ese hombre elegía involucrarse Tusk no estaba seguro de que pudiera hacer mucho al respecto. Sólo le quedaba tener la esperanza de que Embryo estuviera ocupado en otra parte, o estuviera tan absorbido en sí mismo que no se molestara en mirar cómo linchaban a una simple Norma en su patio trasero.

– Ange... – dijo en voz alta. – Espero que tú y tu sirvienta se encuentren bien.

El pensamiento de que esa chica tan hermosa y apasionada a la que había conocido estuviera encerrada como un animal salvaje lo enfurecía de una manera que no había sentido durante años. ¿Cómo podía Julio hacerle algo así a su propia hermana, sólo por ser una Norma? Pero la peor parte era que Jill le había ordenado no rescatarla hasta el último minuto. Por lo que había escuchado, Ange sería exhibida en un desfile desde el castillo todo el camino hasta la horca para ser "humillada" públicamente. No quería ni pensar qué clase de cosas habría planeado hacerle la gente de Misurugi.

«Jill, sé que quieres que Ange se fortalezca para ser capaz de pilotear a Villkiss para Libertus,» pensó. «Pero ¿de verdad esta es la forma correcta de hacerlo?»

Todavía podía recordar cuando conoció a Jill por primera vez, cuando aún era Alektra y su padre Istvan había sido elegido como el Caballero de Villkiss. Se parecía mucho a Ange en ese entonces, o al menos cuando Ange estaba de buen humor. Pero en los años después de que Libertus fracasó, Jill se había vuelto más fría y dura, como si una parte vital de sí misma le hubiese sido arrancada, y el resto de ella iba muriendo lentamente en su interior.

Echando un vistazo a su reloj, Tusk vio que tenía que volver al apartamento. Con suerte, los demás ya habrían terminado su vigilancia y podrían formar un plan de ataque. Jill podría haberle dicho que no podía actuar de inmediato como le habría gustado, pero nunca dijo nada de que tenía que hacerlo solo.

...

Ya casi era mediodía para cuando Rio terminó de hacer sus rondas por todos los sensores esparcidos por el bosque cercano. Si algo más grande que una ardilla se acercaba a la cabaña, estaría listo para mover a Hilda fuera de allí antes de que alguien pudiese emboscarlos. Sólo esperaba que quienquiera que el Comité de Control de Normas hubiera enviado tras ellos no se hubiese traído consigo un pequeño ejército.

– Knock, knock. – dijo para hacerle saber que era él. No hubo respuesta, así que abrió la puerta y la encontró tendida en el sofá, con la cabeza descansando encima de uno de los reposabrazos. Sobre la mesa en frente de ella, el desayuno que le había dejado estaba a medio terminar. – En serio deberías comer. Sé que apesto como cocinero, pero necesitas mantener tu energía.

– No tengo hambre. – murmuró ella.

Rio se rascó la cabeza, y se dio cuenta de que realmente no tenía idea de qué se suponía que debía decirle. Bueno, acorde con el Jefe, ahora estaban atrapados aquí por sabría Dios cuánto tiempo, así que quizás sería mejor aprender a llevarse bien.

– Sabes, si quieres hablar de algo, puedo escucharte. – le sugirió. – No puedo decir que sé por lo que estás pasando en este momento, pero me gustaría ayudarte.

– Tienes razón. No puedes.

Muy bien. Entonces el plan B.

– ¿Qué tal si salimos a caminar un poco? Con los sensores activados nadie nos podrá tomar por sorpresa. Y los bosques de por aquí son muy hermosos en esta época del año. Podría ser justo lo que necesitas para despejar la mente de...

– ¡¿Quieres parar de una vez?! – le gritó mientras se ponía de pie de un salto. – ¡No quiero hablar! ¡No quiero tu ayuda! ¡Y definitivamente no quiero hacer amistad contigo!

Hilda se detuvo lo suficiente para recuperar el aliento, y lo miró como si tuviera dagas en sus ojos violetas.

– ¿Por qué estás haciendo esto realmente? ¡Eres un humano! ¿Por qué finges que te preocupas por mí?

Rio se encontró con su mirada, que ardía tanto como su cabello, y se dejó caer en la silla junto a ella.

– Muy bien, te lo diré. – Rio se reclinó hacia atrás para ordenar sus pensamientos, mientras Hilda volvía a sentarse. – Como seguro adivinarás, Rio no es mi verdadero nombre. Solía llamarme Aaron, y originalmente provengo de Rosenblum. Mi padre solía ser un oficial del gobierno de bajo rango, así que nos mudábamos constantemente por todas las provincias exteriores. En una de las ciudades donde vivíamos, había un anciano llamado Paul cuya casa se encontraba justo en las afueras de la ciudad. Paul era alguien muy inusual. Su pierna había sido aplastada en un accidente así que caminaba con un bastón, incluso aunque cualquier doctor medianamente decente podría habérsela reconstruido con Mana. Nunca jamás utilizó Mana para ayudarse a sí mismo. Lo veía entrar a la ciudad a pie, y luego marcharse de la misma manera con varias bolsas en los brazos. La mayor parte de la gente decía que estaba loco, o que incluso era un hombre Norma. En ese entonces, me avergüenzo de admitir que yo también creía que las Normas eran monstruos. Mi abuela incluso me dijo una vez que, si me portaba mal, las Normas se meterían a mi habitación para comerme.

Distraídamente, Rio no pudo evitar reírse del recuerdo, pero se calló al ver la mirada gélida que Hilda le estaba dando.

– Como sea, un día estaba paseando por los campos y lo vi mientras salía de la ciudad. Como siempre, llevaba cargando sus bolsas en lugar de hacerlas flotar con Mana. Y a pesar de que mis padres me advirtieron que nunca hablara con él, no pude resistirme a acercármele y preguntarle por qué. Paul sólo me miró y dijo "Porque no quiero". – Hilda levantó una ceja, y Rio volvió a reírse. – Sí, yo le di esa misma mirada, pero por alguna razón, lo que me dijo tenía sentido. Así que hablamos un poco más, y me di cuenta de que a pesar de los rumores y las miradas que las demás personas le daban, en realidad era un tipo muy agradable. Así que, en secreto comencé a documentar sus viajes a la ciudad para hablar más con él, y fue entonces que descubrí por primera vez la verdad.

– ¿Qué verdad?

– Paul tenía una colección de documentos y estudios realizados sobre las Normas, de esos que supuestamente demostraban su naturaleza salvaje y sedienta de sangre. Pero cuando investigó más en profundidad, descubrió que los doctores y científicos que habían llevado a cabo dichos estudios ni siquiera existían. Lo que significaba que todos esos estudios sobre las Normas eran una sarta de mentiras. Y eso me puso a pensar; si las Normas realmente no son tan malas como la gente decía, ¿por qué mentir? Algo no andaba bien, y yo quería saber qué era.

– ¿Y qué pasó después? – preguntó ella.

– Bueno... – Rio suspiró. – Eventualmente mi padre fue reasignado y tuvimos que mudarnos de nuevo. Pero las cosas que me enseñó Paul se me quedaron grabadas, y continué investigando por mi cuenta, obviamente en secreto para evitar que me descubrieran. Y entonces, cuando tenía dieciséis, recibí un mensaje de Mana de un remitente anónimo. Era sólo una dirección y una frase simple: "Ven aquí si quieres saber la verdad". Así que lo hice, y fue entonces que conocí a un hombre llamado Blitz. Me contó que Paul era un agente de una organización llamada la Network. Aparentemente, su trabajo era buscar candidatos potenciales para que se unieran a ellos, y les recomendó que mantuvieran un ojo sobre mí. También me contó la verdad sobre las Normas, los DRAGONS, y cómo la única razón por la que los humanos pueden vivir como lo hacen es debido al sacrificio de las Normas. Me sentí... asqueado, por no decir más. Blitz entonces me ofreció unirme a ellos si estaba dispuesto a pagar el precio.

– ¿El cual era?

Rio sonrió mientras se pasaba los dedos por su pelo rubio.

– Lo creas o no, no siempre tuve esta pinta de galán renegado. Blitz me dijo que, si quería unirme a la Network, tendría que dejar atrás todo lo que me hacía quien era. Mi nombre, mi rostro, todo. Tendría que aprender a hacer las cosas sin usar el Mana, a vivir en condiciones bastante deplorables, e incluso llegar a hacer cosas de las que podría arrepentirme. Nunca más podría ver a mi familia de nuevo, y si los otros humanos me capturaban, bien podrían ejecutarme sin juicio. Pero incluso sabiendo eso, me uní a ellos y me sometí a dos años de entrenamiento infernal, antes de salir a ayudar a tantas Normas como fuera posible. Cuatro años después, aquí estoy ahora contigo.

Echándose para atrás, Hilda frunció el ceño y cruzó sus brazos.

– Muy bien. – dijo finalmente. – Ahora dime la verdad.

– ¿Disculpa?

– Cuando llegué por primera vez a Arzenal – explicó Hilda – me di cuenta rápidamente que la mejor manera de sobrevivir era ocultarme detrás de una máscara. Prácticamente todas las Normas de allí tienen una. Mi máscara era muy buena, y fue gracias a ella que pude sobrevivir todo este tiempo. Así que puedo ver cuando alguien se oculta detrás de una máscara propia.

Rio le dio una mirada, y asintió.

– Eres buena. – admitió. – Cuando salgamos de aquí, tal vez debería hablar con el Jefe y ver si podemos enlistarte. Siempre nos viene bien tener más mujeres en nuestras filas.

– ¿En serio?

– ¿Olvidé mencionarlo? Bueno, por alguna razón, la mayor parte de la Network está compuesta por hombres. La mayoría de las mujeres que tenemos son Normas que logramos liberar y luego reclutamos como operativas.

Hilda hizo una mueca y sacudió su cabeza.

– Sabía que era una mentira. Dejar atrás quien eres, vivir como una Norma, como si cualquier humano fuese a hacer eso por voluntad propia. Es tan insultante que no sé si debería reírme o darte un puñetazo.

– Nunca dije que fuese mentira. – contraatacó Rio. – Está bien, puede que haya omitido algunos detalles, pero la mayor parte sí es verdad. Sí solía tener una apariencia muy diferente. El pelo rubio y los ojos azules son mucho más fáciles de disfrazar que otros tonos.

– ¿Y en serio solías llamarte Aaron? ¿De dónde sacaste el nombre Rio de cualquier manera? – preguntó Hilda. Rio gruñó y desvió la mirada. – ¿Y bien?

– ¿Alguna vez llegaste a ver de niña un show llamado Rio Starr: Bandido Espacial?

La pregunta conmocionó tanto a Hilda que apenas pudo contenerse, y estalló en carcajadas haciendo que Rio se sonrojara de la vergüenza.

– ¿Estás hablando en serio? ¿Te pusiste el nombre de un anime?

– ¡Realmente me gustaba ese show, ¿de acuerdo?! Además, supuse que si iba a ser un renegado debía tener un nombre genial. Mira, mi punto es que lo que te dije no eran mentiras, sólo no dije toda la verdad.

– Bueno, entonces deja la mierda y cuéntame toda la historia.

– Eso no puedo hacerlo. – Rio frunció el cejo y negó con la cabeza. – Además de razones de seguridad, hay cosas sobre mí que no me siento cómodo hablando con cualquiera. Todo lo que puedo decirte es que las circunstancias particulares de mi vida me hicieron ver las cosas de manera diferente a la mayoría.

Hilda chasqueó la lengua con molestia, pero lo dejó pasar.

– Está bien. Pero todavía no me has explicado por qué.

Rio caminó hacia la ventana y miró hacia el bosque que rodeaba la cabaña.

– Porque no soporto el estado en el que está el mundo. Los humanos le deben su existencia a las Normas, pero las tratan como basura sólo por haber nacido diferentes. El solo pensar en eso me enferma. Así que vamos a arreglar este mundo. Queremos convertirlo en un lugar donde todos tengan la oportunidad de vivir como quieran, independientemente de si son humanos o Normas.

Por lo que pareció una eternidad, la cabaña se quedó en silencio, hasta que Rio escuchó unas risitas ahogadas, y se giró para ver como Hilda estallaba en un ataque de carcajadas.

– ¿Arreglar al mundo? – preguntó. – ¿Eres ESTÚPIDO? ¿De dónde diablos salió alguien como tú, que habla como si tuviera idea de cómo está el mundo? – Hilda apretó sus puños en su regazo hasta que los nudillos se le pusieron blancos como huesos. – Mi madre... ¡yo lo arriesgué todo para volver con ella! ¡Creí que sería la única humana en este mundo que no me odiaría por lo que soy! ¡¿Y sabes qué fue lo que hizo?!

– Tuvo otra hija. – respondió Rio secamente. – Una humana a la que le dio tu mismo nombre. Efectivamente, te reemplazó como si nunca hubieras nacido.

Hilda estuvo a punto de decir algo más, pero rápidamente se controló.

– Si ya lo sabes – le dijo – entonces tienes que saber cómo está realmente el mundo. Los humanos no quieren que este mundo se arregle. Les gusta tal y como está. Y si realmente crees que puedes cambiar eso, entonces eres un mayor idiota de lo que yo fui.

Rio suspiró y regresó a la silla.

– Tal vez tengas razón. – dijo. – Para ser honesto, la Network apenas puede funcionar estos días. Nuestros recursos están escasos, y estamos saturados de trabajo al punto que casi nos rompemos. Por cada Norma que logramos salvar, otras tres son llevadas a lugares como Arzenal. Ni siquiera estoy seguro de que tengamos algo que se pueda definir como un plan definitivo a largo plazo. A veces hasta creo que es inútil siquiera intentarlo.

– Entonces ¿por qué lo haces?

Rio juntó sus manos y miró a la distancia. Incluso tras todos estos años, todavía podía verlos. Un par de ojos verdes mirándolo desesperadamente desde la ventana trasera de un auto.

– Porque hay algo que necesito hacer. Es la verdadera razón por la que me uní a la Network. Sacrifiqué todo lo que me hacía quien era sólo por eso. Y en ese tiempo, he hecho muchas cosas de que ahora lamento.

Como haber matado a esos oficiales, pensó Rio. Independientemente de la situación, esos oficiales tenían familias que ya nunca más volverían a ver a su hijo, hermano, marido o padre nunca más.

– Pero todo es por esa razón. Y si renuncio ahora, todo habrá sido por nada. No puedo hacer eso. ¡No PIENSO hacer eso!

Por la esquina del ojo, Rio vio que la expresión de Hilda cambiaba de desdén a sorpresa, y se preguntó si tal vez habría dicho demasiado.

– Creo que ya hablé de más. Tengo otro trabajo que necesito hacer, así que ¿podemos dejar esto por ahora?

– No me importa. – replicó ella.

Levantándose de su silla, Rio se dirigió hacia el armario en el pasillo para recoger su equipamiento. Se preguntó, ¿por qué diablos andaba dándole tantas patadas al arbusto? Esta chica había escapado del mismísimo Arzenal, el único lugar donde le quedaba por buscar. Ella era la única que podría decirle si lo que él estaba buscando se encontraba allí.

...

El Alguacil Schwartz pensó que le tomaría horas o incluso días a Schneider para localizar el escondite de la Norma fugitiva y el humano renegado que la estaba ayudando. Pero en lugar de eso, simplemente llegó a la estación de policía y comenzó a reunir a la fuerza de ataque cuando un mensaje de Mana le llegó, ordenándoles reportarse a la frontera sur del Bosque Orga. Cuando llegaron, Schneider ya estaba esperándolos en uno de los caminos de tierra que llevaba hacia allí.

– Hombres. – ladró Schwartz mientras el escuadrón de siete hombres emergía desde el transporte. – Este es el Sr. Schneider, del Comité de Control de Normas. Está al mando de esta operación y todos ustedes deben mostrarle total respeto. ¡Aten-ción!

El escuadrón se paró firme, y Schneider se paseó frente a ellos, mientras su casaca negra se movía alrededor de sus piernas.

– Escúchenme bien todos. – les ordenó. – Los objetivos se encuentran en alguna parte de esta área boscosa. Hay dos de ellos, una Norma y un hombre humano que se encuentra cuidándola. – Murmullos empezaron a sonar entre los miembros del escuadrón, horrorizados de que un humano estuviera ayudando a una Norma por voluntad propia. – El hombre muy probablemente se encuentre armado, y ha dominado el Mana de una manera en que puede utilizarla como un arma. Nuestra misión es simple, localizarlos y si es posible, ponerlos a ambos bajo custodia. El hombre es opcional, pero la Norma debe ser llevada viva e ilesa.

– ¿Qué? – gritó un oficial. – ¡Tiene que estar bromeando!

– Sí. – dijo otro. – Ella causó la muerte de cuatro oficiales. ¡Yo digo que se merece el mismo castigo!

– ¡Ya basta! – ordenó Schwartz. – El Sr. Schneider me ha informado que la Norma tiene información en relación a posibles rutas de escape utilizadas por otras Normas para huir de su cautiverio. ¡Tenemos que traerla con vida! ¡Fin de la discusión!

Los hombres gruñeron, pero finalmente aceptaron sus órdenes.

– ¿Señor? – preguntó un oficial. – ¿Qué es lo que le hace pensar que se encuentran en el Bosque Orga? Esta área está llena de cabañas para vacaciones. ¿No serían fáciles de ver?

– Normalmente sí, pero he hecho investigaciones con los registros locales, y he determinado que no hay vacacionistas en residencia en este momento. E incluso si los hubiera, ¿quién sospecharía de un hombre y una mujer de aspecto normal en un viaje?

– Le concedo ese punto. – señaló Schwartz – Pero estos bosques cubren al menos unos cinco mil acres de terreno, así que ¿cómo vamos a encontrarlos?

En respuesta, Schneider abrió una ventana de Mana desplegando un mapa del bosque.

– Aquí, en alguna parte de esta área. – dijo señalando a un punto al noreste del centro del bosque. El escuadrón se reunió para ver más de cerca. – La mayor parte es maleza antigua crecida y densa, lo cual haría que fuese difícil ver cualquier estructura si no la están buscando. Pero lo más importante es esto. – Schneider abrió una segunda ventana de Mana y desplegó una gráfica de espirales giratorias en medio de un mar verde. – Esto muestra el consumo de Luz de Mana por cabaña. Incluso al estar desocupada, una casa consumirá energía para ciertos artefactos. Pero en esta área, hay una brecha mayor de lo normal entre estas cabañas. Un camino va hacia esta área pero aparentemente termina en un callejón sin salida. No hay razón lógica para esto, así que comenzaremos nuestra búsqueda aquí. – Cerrando la ventana, Schneider señaló a los hombres para que se pusieran en marcha. – Desde aquí continuaremos a pie. Miren donde pisan y tengan cuidado en caso de que haya trampas ocultas entre la maleza del suelo.

...

Desde su asiento en el sofá, Hilda observó cómo Rio regresaba con los brazos llenos de equipamiento electrónico. Entre las cosas que llevaba incluían un proyector de pantalla holográfica, un control remoto, una masa revuelta de cables, y una esfera de metal del tamaño de una pelota de softbol. Luego de colocar los dispositivos encima de un estante con repisas al otro lado de la habitación, se dispuso a conectar los cables entre la pantalla holográfica y la esfera de metal.

– Ahora ¿cuál de estos conectores va en este lugar? – se preguntó en voz alta. – Diablos, ¿dónde está Spider cuando lo necesito?

– ¿Qué estás haciendo? – preguntó Hilda finalmente. Rio se giró y le mostró la esfera de metal.

– Este pequeño dispositivo aquí es algo que inventaron nuestros chicos de tecnología. En un transmisor sintético neural llamado Unidad Haro, que puede acceder a transmisiones de Mana. Si puedo recordar cómo se conecta, podremos al menos ver televisión, y así mantenernos al tanto de lo que sucede en el mundo.

– ¿Pero por qué necesitarías algo como eso? Eres humano. ¿No puedes usar Mana?

Dejando la esfera de vuelta encima de la repisa superior, Rio se llevó la mano hacia detrás de su nuca y apartó un poco de su cabello. Hilda se acercó para ver mejor, y notó que en la base de la cabeza de Rio, había una especie de enchufe octagonal del tamaño de una moneda, implantado en su piel.

– ¿Ves esto? Esta es la clave del anonimato de la Network. Se llama Bloqueador de Mana, y sirve para interrumpir el flujo del Mana a mi sistema nervioso central.

– ¿Y eso qué significa exactamente?

– Significa que no puedo usar la Luz de Mana para acceder a la red por mi cuenta. Bloquea todas las transmisiones, lo que me permite moverme sin preocuparme de ser detectado, rastreado o hackeado.

– ¿Hackeado por qué?

– Sí, esa es otra de las cosas que no puedo responderte. – le dijo, y otra vez Hilda chasqueó la lengua con fastidio. – Básicamente, todos los miembros humanos de la Network tienen uno de estos implantados una vez que se unen. Por eso es que usamos tecnología menos avanzada como ese panel de datos que tengo allí para comunicarnos.

– Pero si no puedes usar Mana, ¿cómo...?

– Nunca dije que no podía usar Mana. – la corrigió. – El Bloqueador sólo impide que el Mana llegue a mi sistema nervioso central. Mi sistema nervioso periférico es otra historia. Ya que la Luz de Mana es absorbida por el tejido nervioso humano, puedo controlar la energía que absorben mis nervios periféricos a través de su conexión al sistema central. Al hacerlo, me permite usar las aplicaciones físicas del Mana, incluso si no tengo las habilidades de comunicación.

– Supongo que tiene sentido. – admitió Hilda.

– Hace un tiempo, la Network trabó amistad con un grupo que tenía intereses similares a los nuestros. Intercambiamos inteligencia por tecnología, y resultó ser un buen trato... por un tiempo, al menos. El Bloqueador de Mana fue desarrollado en un esfuerzo conjunto de ambos grupos, para poder apoyarnos entre nosotros en batalla, aunque tiene algunos efectos secundarios.

– ¿Como cuáles? – preguntó ella.

– Reservas de Mana limitadas, para empezar. – respondió él. – Los nervios periféricos no pueden absorber Mana al mismo ritmo que el cerebro y la médula espinal. Si uso demasiado a la vez, corro el riesgo de agotarme en el peor momento, y eso podría ser un muy serio problema.

– ¿Y por eso es que casi no utilizas Mana en absoluto?

– Bueno, eso y que tampoco quiero hacerlo. – Se encogió de hombros. – Tengo unas manos perfectamente funcionales, así que ¿por qué desperdiciarlas? Ahora, si tan solo pudiera... ok, ahora lo recuerdo. Muy bien, veamos si funciona.

Echándose para atrás, Rio hizo click en un botón del control remoto, y un par de luces indicadoras parpadearon en el frente de la unidad Haro. Un par de antenas con forma de disco se desplegaron desde el hemisferio superior, y la pantalla holográfica proyectó un patrón de prueba.

– Ten. – dijo Rio mientras le daba el control remoto. – Inténtalo.

Hilda aceptó el control remoto y empezó a experimentar presionando un botón, haciendo que la pantalla holográfica cambiara del patrón de prueba a la imagen de un gato salvaje acechando a un pájaro:

– ...Endémico sólo en algunas islas en la costa sur de la Dinastía Velda, el Pescador Manchado principalmente se alimenta de peces, pero se sabe que también suele cazar pájaros, lagartos e incluso ciervos bebés. Son...

– ¡Muy bien! – dijo él. – Adelante, busca otras cosas.

Hilda lo hizo, y la pantalla comenzó a pasar en ciclo a través de imágenes al azar: una mujer cantando ópera, un juego de fútbol, otro documental de la naturaleza, una chica en una celda de prisión...

El corazón de Hilda se detuvo por un instante y un escalofrío la recorrió a causa del shock. ¿Acababa de ver a quien creía que era?

– ¡Hey! ¿Qué pasa?

Hilda apartó a Rio de un empujón y rápidamente presionó el botón para volver al canal que acababa de pasar. La chica en la celda de prisión era Ange. Y junto a ella se encontraba Momoka:

– ...fue capturada anoche en los terrenos del Palacio Imperial de Misurugi tras un atentado terrorista donde al menos una joven mujer fue asaltada y varios oficiales de policía resultaron heridos de gravedad. Usando una montura de Iaria robada de la Academia Ho-O, la antigua princesa intentó infiltrarse en los terrenos del palacio en un intento por asesinar a los miembros restantes de la familia imperial.

«Eso no es cierto,» pensó Hilda. «Todo lo que quería era reunirse con su hermana.»

– En una aparición pública – continuó la transmisión – el Sacro Emperador Julio dio una declaración personal a la prensa y a los ciudadanos del Sacro Imperio Misurugi.

– ¿Qué diablos? – oyó preguntar a Rio mientras la transmisión cambiaba a la imagen de un hombre joven y delgado, vestido con un traje fino de tela púrpura, y el pelo largo tan estilizado que Hilda casi creyó que se trataba de una mujer. Junto a él, estaba de pie una mujer alta y delgada con cabello largo plateado y ojos dorados, y una niña más pequeña en una silla de Mana flotante.

«¿Esa es la hermana de Ange?» se preguntó. Los tres se encontraban en un balcón, observando desde arriba a una multitud reunida debajo de ellos para escuchar un discurso real:

– El crimen de mi padre al ocultar la verdad sobre mi hermana del pueblo de Misurugi por tanto tiempo es una vergüenza que me perseguirá por siempre. Pero a pesar de su traición y la humillación de tener una Norma relacionada a mí por sangre, he permitido que mis sensibilidades familiares sobrepasen mi deber ante todos ustedes. Me doy cuenta ahora que exiliar a Angelise a la colonia de Normas donde debería haber pasado el resto de sus días en paz fue un error de mi parte. No pienso tolerar el terror que infligió sobre mis súbditos ni dejar que se quede sin castigo. Mañana por la noche, al pie del Pilar del Amanecer, yo personalmente supervisaré la ejecución pública de la traidora y barbárica Norma que ha provocado tal caos sobre todos ustedes.

La multitud estalló en aplausos y Hilda se echó para atrás, hasta que sus piernas golpearon el sofá y colapsó de sentón encima de él.

– Debo admitirlo, sí que sabe armar espectáculos. – dijo Rio, apagando manualmente la pantalla holográfica. – Supongo que no debería sorprenderme. Por lo que escuché, en menos de un minuto que se la llevaron a Arzenal, también hizo que ejecutaran públicamente a su propio padre.

Sin embargo, ella apenas pudo registrar su voz. Todo lo que Hilda podía pensar era en Ange; una chica a la que no soportaba, que no era más que una mocosa mimada, que la ayudó a escapar, que había sido traicionada por su propia familia, y estaba a punto de ser asesinada sólo por ser una Norma. Algo dentro de Hilda empezó a arder, y lentamente se levantó del sofá.

– ¿Qué pasa? – preguntó Rio.

– Misurugi. – exigió saber Hilda. – ¿Qué tan lejos estamos de allí?

– ¿Por qué?

– ¡Sólo dímelo! Si me voy ahora, ¿podría llegar allá para mañana o no?

– ¡Oye, espera un minuto! Si estás sugiriendo lo que creo que estás, entonces...

– ¿Y qué si así es? ¡Si no me lo vas a decir, no me estorbes! – Hilda se dirigió hacia la puerta, pero Rio se atravesó frente a ella y la bloqueó.

– ¡Olvídalo! – le dijo. – Tú no irás a ninguna parte.

Hilda sintió que sus labios volvían a retorcerse de rabia, y cerró sus manos en puños.

– ¡Quítate de mi camino ahora mismo!

– ¿Se te olvida que todavía estás herida? – le recordó. – ¿Y cómo exactamente planeas rescatarla de todos modos? ¿Tienes un plan? ¿Armas? ¿Acaso tienes alguna idea de la estructura del Pilar del Amanecer?

– ¡Ya pensaré en algo!

– ¿Y cómo planeas llegar allá? ¿Tienes algún vehículo que pueda operar una Norma? Porque si no es así, te tomará una semana llegar hasta la capital de Misurugi a pie. Mira, seguro que la Network ya tendrá un plan. El Jefe, nuestro líder, no es del tipo que se queda sentado y deja que algo como esto suceda mientras está observando. Probablemente ya habrá reunido a un equipo y se estará movilizando para ponerse en posición en este momento. Sólo preocúpate por ti misma en este momento. Estoy seguro que tu amiga estará bien.

Hilda se tensó de nuevo, pero finalmente se relajó de nuevo.

– Tienes razón. – dijo dándose la vuelta. – No hay nada que podamos hacer. Tengo que confiar en que todo saldrá bien.

Sintió que él le ponía una mano sobre su hombro, y se giró para verlo sonriéndole.

– Así será. – le aseguró él. – Este es el tipo de cosas por las cuales la Network existe. Ya sé que no tienes una razón para hacerlo, pero ten algo de fe en nosotros.

Hilda le devolvió la mirara y la sonrisa.

– Supongo que debería. Especialmente si alguien como tú es un miembro. – Acercándose, Hilda le puso las manos sobre los hombros y comenzó a empujar a Rio lejos de la puerta, hacia la chimenea en la pared más lejana de la sala. – Es sólo que nunca había conocido a un humano como tú antes. Has sido muy amable conmigo. No sé cómo reaccionar.

A estas alturas, Hilda ya lo había puesto contra la pared, y los dos estaban apenas a pocos centímetros del estante de herramientas al lado de la chimenea.

– Uh, ¿Hilda? – preguntó. – ¿Qué estás...?

Y su voz se vio interrumpida cuando Hilda presionó su cuerpo contra el de él, asegurándose de que su cabellera carmesí le rozara el mentón.

– Es sólo que tengo mucho miedo. Por Ange, y por mí misma. No sé qué hacer. Me siento tan sola.

Como ella esperaba, Rio la envolvió entre sus brazos y la apretó tratando de reconfortarla.

– Todo estará bien. – le aseguró. – Y no te preocupes. No estás sola. Mientras yo esté contigo, estarás a salvo.

– Lo sé. – Ella suspiró, alargando la mano hacia el hurgón de la chimenea. Apenas acababa de desengancharlo del estante, cuando la mano de Rio repentinamente soltó el abrazo y la agarró por la muñeca.

– Buen intento. – le dijo. – Pero yo también soy capaz de ver a través de las máscaras.

Hilda le sonrió. – Pero no tan bien como deberías.

Haciendo un cambio repentino de peso, Hilda le hundió la rodilla directo en la entrepierna a Rio, haciéndolo encogerse de dolor mientras soltaba un grito ahogado a través de sus dientes apretados, antes de agarrar el hurgón y darle un golpe con él por detrás de la nuca. Rio colapsó sobre el suelo, y Hilda se agachó para verificar para su alivio que sólo estaba inconsciente. Después de todo, él la había salvado de esos policías y no quería matarlo.

– ¿Por qué no tomas una siesta? – le sugirió. – Yo puedo encargarme de todo desde aquí.

Ahora que estaba libre, Hilda salió disparada hacia la puerta y chequeó sus alrededores. A juzgar por las sombras de los árboles, la cabaña estaba de cara hacia el noreste, y el Imperio Misurugi estaba al sur de Enderant. Corriendo hacia la parte trasera de la cabaña, salió corriendo atravesando el bosque. Si podía llegar a la carretera principal podría encontrar el camino de regreso a donde había dejado la moto que usó para llegar hasta aquí.

«Resiste allí, Ange,» dijo rezando. «Allá voy.»

...

Agachándose para evadir una rama baja, Schwartz se abrió paso en medio de la vegetación enredada con mayor dificultad de la que esperaba mostrar. Comparado con las botas con punta de hierro de los oficiales, sus zapatos eran poco prácticos para viajar a través del terreno lodoso, haciendo que casi se resbalara varias veces o que se tropezara con las enredaderas en el suelo. A su alrededor, los otros oficiales formaban un perímetro, mientras que en la punta Schneider seguía un rastro que los llevaba más y más profundo dentro del Bosque Orga. Ya habían estado caminando por más de una hora, y seguía sin haber señales de los dos fugitivos que habían venido a buscar. Lo más frustrante, era que ya habían pasado por varias cabañas de vacaciones que habrían servido como lugares para esconderse perfectamente, pero Schneider se rehusaba a permitir que Schwartz y sus hombres las registraran. Schwartz estaba a punto de preguntarle a Schneider si acaso sabía hacia donde los llevaba, cuando el hombre de pelos blancos les hizo un gesto para que se detuvieran.

– Alto. – les ordenó. – Al suelo.

El escuadrón se agachó detrás de los arbustos, mientras Schneider le indicaba a Schwartz que se acercara.

– ¿Qué pasa? – preguntó mientras se paraba junto a él.

– Veo algo. A unos cien metros adelante.

Metiendo la mano en el bolsillo de su abrigo, Schwartz sacó un par de binoculares para escanear el área frente a ellos. Tal como dijo Schneider, se podía ver el marco de otra cabaña.

– Ya la veo. – respondió. – Sargento, revise los archivos, verifique quién es el dueño de esa cabaña.

Detrás de él, uno de los oficiales abrió una ventana de Mana, y empezó a deslizarse por ella revisando una lista.

– Señor, no encuentro ningún registro de cabañas para rentar en esta parte del bosque. – le respondió. – Esa cabaña no debería estar aquí.

– Y aun así, aquí está. – señaló Schneider. – Los socios de este hombre probablemente hayan hackeado los registros públicos para borrar el archivo.

Mientras Schwartz observaba a través de los binoculares, la puerta de la cabaña se abrió y una chica con cabello rojo atado en dos coletas altas emergió y salió corriendo hacia la parte trasera.

– Veo a alguien. – murmuró. – Creo que se trata de la Norma.

Los hombres prepararon sus armas, pero Schneider los detuvo.

– Un momento. Escaneen la cabaña primero.

Un oficial sacó un escáner manual y examinó la cabaña a través del visor.

– Señor, detecto una segunda lectura de calor todavía dentro de la cabaña. Debe ser su cómplice.

Schneider asintió, y les hizo un gesto a los oficiales que lo rodeaban.

– Schwartz, llévate a tres hombres y captura a la Norma. Recuerda, la quiero viva. Disparen sólo balas aturdidoras. El resto de ustedes, ingresen a la cabaña y asegúrenla.

Esta historia continuará...

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