Capítulo 24: Decisiones


En las aguas que rodeaban la costa al sur de Arzenal, una enorme nave con forma de espada se encontraba esperando. Salir a la superficie era un gran riesgo, especialmente tan cerca de su antigua base, por lo que era imperativo meter a Ange y a Villkiss a bordo inmediatamente. Desde su asiento de mando en el puente del Aurora, Jill aspiró profundamente su aparato para fumar, e hizo una mueca ante el sabor metálico y seco. Lo que no daría por un cigarro real. Pero al menos finalmente ya habían encontrado a Ange. Según el mensaje de Kat, ella y los otros que habían desaparecido durante el asalto habían reaparecido inexplicablemente en Arzenal. Más les valía tener una buena explicación de dónde habían estado todo este tiempo.

– Abriendo las puertas de la bahía. – anunció Pamela. – Ya se acercan.

En el cielo nocturno, cuatro luces se acercaban con gran brillo mientras Villkiss, el Skyhook de Tusk, el Glaive de Hilda, y una cuarta máquina que nunca antes había visto se hicieron visibles y descendieron rápidamente sobre la puerta de la bahía del Aurora. Parecía como si la máquina de Hilda tuviera problemas manteniendo el control. Una de sus alas había sido cercenada, sin duda por alguna de las del grupo de Salia. Kat y el resto del grupo de exploración ya habían regresado, así que finalmente podrían largarse una vez que las cuatro máquinas hubiesen aterrizado.

– Aterrizaje confirmado. – declaró Olivier. – El radar no muestra contactos hostiles aproximándose.

– Ciérrenla. – ordenó Jill. – Luego llévennos debajo del agua antes que los secuaces de Embryo nos encuentren. Pamela, te quedas a cargo del puente.

– Uh, ¿Comandante? – Hikaru llamó a Jill mientras se dirigía hacia las escaleras. – ¿Cree que podríamos...?

– ¿Podríamos qué? – preguntó Jill.

– Nada, no importa. – dijo rápidamente la operadora. De repente, de una ventila cercana vino una serie de golpeteos metálicos y el siseo de chispas, antes de que saliera una figura flacucha.

– Listo. – dijo Spider. – He incrementado el rango de los escáneres del Aurora, así que tendremos mucha más alerta la próxima vez que Salia y las otras traten de emboscarnos.

– Me da gusto oír eso. – dijo Jill, arrojándole su dispositivo de fumar. – Ahora, ve si puedes encontrar una forma de hacer funcionar mejor esta cosa.

Por todos los quebraderos de cabeza que le causaba su tripulación extendida, tuvo que admitir que tenían su utilidad.

Una vez que Jill se marchó, Pamela selló todas las compuertas, y dirigió al Aurora para sumergirse. Mientras el agua de mar engullía a la torre de mando, Hikaru se reclinó sobre su consola y suspiró deprimida.

– Hey, ¿es que tienes deseos de morir? – le preguntó Olivier.

– Oh, no actúes cómo si no quisieras lo mismo. – Hikaru hizo un puchero. – No es justo, Hilda pudo estar a solas con Rio por una semana. Ahora está de vuelta y ni siquiera podemos bajar para darle la bienvenida.

– Sólo agradezcamos que todos están a salvo. – sugirió Pamela. – Aunque me pregunto qué les pasó a todos. ¿En dónde estaban? ¿Y de dónde sacaron esa enorme máquina blanca?

– Hey, no se preocupen, chicas. – dijo Spider mientras ponía los brazos alrededor de los hombros de Hikaru y Olivier. – Aún me tienen a mí aquí para hacerles compañía.

Ambas chicas hicieron una mueca de disgusto y se alejaron.

...

Ni siquiera habían terminado de aterrizar cuando las enormes puertas de la bahía del submarino comenzaron a cerrarse sobre ellos, y una multitud de gente los estaba rodeando. Al ver a su alrededor, Ange reconoció a Zhao Mei, Rosalie, Jasmine y Vulcan, Momoka y unas cuantas más de Arzenal. Pero lo que más le sorprendió fue ver algunos hombres. Mezclados entre las Normas había varios hombres humanos, la mayoría de la misma edad que Rio. La Network sin duda.

– ¡Chicos! – exclamó Zhao Mei. – ¡No puedo creerlo! ¡Realmente están vivos!

– No por falta de intenciones. – bromeó Rio. Rodeado por sus aliados, Rio recibió varios aplausos y palmaditas en la espalda.

– ¡Hora de una pregunta! – dijo Vivian. – ¿De dónde sacaron esta nave tan increíble?

– Es el Aurora. – respondió Tusk. – Los Antiguos Humanos lo construyeron para Libertus. No puedo creer que siga intacto después de todo este tiempo.

– Y yo no puedo creer que Jill haya podido mantener en secreto algo tan grande por tanto tiempo. – comentó Hilda. – ¿Y quiénes son todos estos tipos?

– Somos la tripulación sobreviviente del Noa. – dijo un hombre. – Nuestra nave se hundió cuando la atacó ese Para-mail cornudo durante el ataque de Misurugi. Por suerte, la Comandante Jill nos recogió.

– Bueno, eso fue muy generoso de su parte. – señaló Ange. Si había aprendido algo sobre Jill, era que siempre tenía motivos ocultos para todo.

– Han sido una gran ayuda. – añadió Jasmine. – Entre el ataque de los DRAGONs y la traición de los humanos, perdimos a más de la mitad de Arzenal. Tusk, me alegra que estés de nuevo con nosotros. Tus padres estarían orgullosos.

– Es bueno verte de nuevo también, Jasmine. – Tusk asintió antes que una voz gruñona los llamara.

– Ya era hora de que llegaras, Rio. – Acercándose a ellos venía un grupo que incluía a Kat y al resto del equipo Wild Pack, excepto ese tal Spider. Frente a ellos estaba un hombre mayor, más alto y más musculoso que Rio, pero menos que Rhino, con cabello grisáceo y una barba corta. Rio se quedó mirando al grupo en shock antes que se le soltara una ancha sonrisa de alegría.

– ¡Jefe! – exclamó. – ¡Está vivo!

– Ya he sobrevivido que me derriben antes. Hará falta más que eso para ponerme fuera del juego. – Con una sonrisa, el Jefe puso la mano sobre el hombro de Jasmine. – Además, ¿cómo podría resistirme a la oportunidad de reunirme con una belleza como ella?

– Guárdatelo para después, viejo lascivo. – replicó Jasmine, aunque se le escapó un rastro de una sonrisa.

– Es igual que tú, Rio. – añadió Vulture antes de meterse un cigarrillo en la boca. – Dos cucarachas que no saben cómo morir.

Mientras encendía la punta, el Jefe y los otros intentaron darle a Vulture una mirada de advertencia. Antes que Ange pudiera preguntar qué pasaba, una ráfaga de espuma le cayó encima al francotirador flacucho, haciéndolo escupir y toser de sorpresa.

– ¡¿Cuántas veces te lo he dicho?! ¡Nada de fumar en la nave! – Detrás de Vulture, Maggie acababa de aparecer con un extintor de incendios en la nave.

– ¿Por qué no me pides que deje de respirar, mujer? – espetó Vulture.

– ¡O utilizas el dispositivo fumador igual que Jill o te largas!

– Han estado así desde que subieron a bordo. – oyó Ange que Rosalie le susurraba a Hilda.

– Quizás deberían conseguirse un cuarto. – bromeó Hilda. Mientras Vulture y Maggie continuaban picándose uno a la otra, el Jefe se acercó a Ange.

– Así que tú eres la elegida, ¿eh? ¿La que pilota a Villkiss?

– Sí, así es. – respondió ella. El Jefe sonrió y levantó su mano haciendo un saludo militar.

– Es un honor conocerte. Quiero que sepas que tendrás todo el apoyo y respaldo de la Network. – le dijo. Ange se quedó mirándolo, pero finalmente le devolvió el gesto.

– Lo aprecio. Pero aún queda por ver si realmente seremos aliados o no.

– Supongo que puedo entender eso. Bueno, en ese caso, espero poder convencerte de que nos veas como tales.

– ¿Qué pasó con el Capellán y la Mayor? – preguntó Rio. – ¿Están aquí también, o en otra nave?

El Jefe suspiró y negó con la cabeza. – La Mayor se hundió junto con el Noa. Y no he tenido contacto con el Capellán desde antes del ataque. Él y el resto del Blue 6 ya están considerados muertos en acción.

– Ya veo. – dijo Rio, antes de voltearse hacia Rhino y extenderle la mano para saludarlo. – Me alegra que ustedes y el resto hayan podido salir de allí.

Rhino le dio una expresión algo burlona, pero aceptó el apretón de manos. – Sólo intenta no hacer nada imprudente mientras estés a bordo. – dijo el gigantón.

– No puedo hacer promesas. – dijo Rio, antes de notar el overol que llevaba Rhino. – Así que ¿ahora eres un mecánico?

– Soy demasiado grande para pilotar un Para-mail. – señaló Rhino. – Y las misiones de comandos no son exactamente una prioridad en este momento.

– En una nota relacionada – dijo Kamaitachi acercándose a Susano'o – ¿qué es esta cosa y dónde la encontraste?

– Eso a mí también me gustaría saberlo. – Kat estuvo de acuerdo. – Parece un Ragna-mail que le inyectaron esteroides.

– Este es el Susano'o. – explicó Rio mientras palpaba el casco blanco de su unidad. – Fue un regalo de algunos amigos que hicimos. Lo crean o no, este fue el prototipo original de los Ragna-mails.

Justo entonces, una pequeña figura vino corriendo entre la multitud.

– ¡Sr. Rio! – Todos los ojos se voltearon hacia Rio cuando una pequeña niña con cabello naranja amarrado en dos coletas y que llevaba un overol varias tallas más grande vino corriendo y le echó los brazos alrededor de las piernas. – ¡Sabía que usted volvería!

– Tú eres esa niña Cynthia. – dijo Rio al reconocerla. – Pero ¿qué estás haciendo aquí?

– Quiso quedarse. – respondió una voz por ella. La multitud se separó, y quien vino caminando hacia ellos era nada más y nada menos que Jill. – Cuando entregamos a las niñas en edad escolar sobrevivientes a la Network, ella fue la única decidió permanecer a bordo.

Cynthia bajó su pequeña cabeza. – Perdí a todas mis amigas. Incluso a la Srta. Mary y la Srta. Ersha. Pero me acordé de lo que me dijiste. Que no podía rendirme, porque mientras siguiera con vida habría esperanza. Así que le pedí a la Comandante Jill que me dejara quedarme para ayudar en todo lo que pudiera.

– Así que la asignaron a ayudar a las Armeras. – dijo Rhino, dando un paso al frente para acariciar la cabeza de la pequeña con su enorme mano. – Y resultó ser algo bueno. Me ayuda mucho para arreglar las áreas donde mis manos no caben.

– Te entiendo. – dijo Rio, arrodillándose para ponerse al mismo nivel que Cynthia. – Me siento orgulloso de ti, pequeña. Pero si las cosas se ponen peliagudas, quiero que me prometas que encontrarás un lugar seguro donde esconderte. Déjale a los adultos ocuparse de los trabajos riesgosos, ¿de acuerdo?

– Si ya han terminado con su reunión, tenemos muchas cosas de qué hablar. – interrumpió Jill. Inmediatamente, Ange recordó el foso lleno de cadáveres de DRAGONs siendo quemados y frunció el ceño.

– Tienes razón. – dijo estando de acuerdo. – Hagámoslo.

...

En la sala de conferencias detrás del puente, Ange y los otros relataron su viaje al mundo de los DRAGONs. Al otro lado de la mesa, la Comandante, Maggie, Jasmine, Zhao Mei, e incluso el tipo al que llamaban Jefe estaban sentados y escuchando con una mezcla de asombro y shock. Aparte, Momoka y Rosalie permanecían detrás de Ange y Hilda respectivamente. Aunque Jill protestó sobre permitir que la sirvienta se le permitiera estar en la reunión, la familiar terquedad de Ange resurgió y le dijo a Jill que si quería saber lo que pasó tendría que acomodar más. En la puerta del frente, un par de Normas con uniformes de seguridad permanecían de pie con rifles sobre sus hombros. Algo sobre esas dos hacía que Hilda se sintiera intranquila, especialmente con la forma en que mantenían los ojos pegados sobre Rio y el Jefe.

– Suena casi imposible de creer. – comentó Maggie.

– Un universo paralelo con otra tierra. – musitó Jill. – Y los DRAGONs son en realidad humanos con el ADN reestructurado.

– Y toda esta guerra ha sido para recuperar a esa tal Aura. – dijo el Jefe. – ¿En serio creen que todos los miembros humanos de la Network han sido alterados por ella?

– Eso fue lo que me dijeron. – respondió Rio. – Pero mientras todavía tengan en su interior la Luz de Mana, permanece inerte.

– Pero a ti no te afecta debido a que Embryo te la quitó. – dijo Jasmine.

– Exactamente.

– Los DRAGONs al principio tenían dudas sobre confiar en nosotros. – dijo Ange. – Pero pudimos llegar a un acuerdo. Si realmente queremos ganar esta pelea, necesitaremos todos los aliados que podamos conseguir. Toda la energía para la Luz de Mana proviene de Aura. Sin ella, los humanos se vuelven iguales a nosotras. – Hubo un grito ahogado colectivo de casi todos los presentes en la sala. Ange continuó. – Más importante aún, sin Aura no necesitarán seguir abriendo más singularidades. Lo que significa que forzar a las Normas y a los DRAGONs a pelear y matarse entre sí llegará a su fin. Los humanos ya no podrán utilizar la energía del Mana de los cadáveres de DRAGONs para alimentar a Aura. Perderán sus poderes, y los Para-mails dejarán de ser necesarios.

– Desafortunadamente, la invasión de los DRAGONS falló y han sufrido muchas bajas importantes. – interrumpió Tusk. – Pero si las Normas, la Network, y los DRAGONs se unen, tal vez juntos podamos acabar con Embryo para siempre.

– En otras palabras, unirnos contra nuestro enemigo en común. – dijo Jasmine. – Qué idea tan interesante.

– ¡Esperen un minuto! – gritó Rosalie. – ¿Se les olvida que son esas mismas lagartijas las que han estado matando a nuestras amigas todo este tiempo, y que destruyeron nuestra base? ¿Y ahora ustedes quieren que ayudemos a esos fenómenos? ¿Perdieron la razón o qué?

Vivian frunció el ceño ante el arrebato de Rosalie, y aunque pudo entender las dudas de su amiga, Hilda sabía que había cosas más importantes en este momento.

– Ya basta, Rosalie. – le dijo. – Los DRAGONs no fueron quienes empezaron esta guerra. Y ellos han sufrido tanto como nosotros. A todos nos han estado jugando como marionetas por culpa de Embryo por demasiado tiempo. ¿No crees que es mejor vengarse del tipo que realmente es el responsable por todo esto?

– Denles una oportunidad. – dijo Rio. – Realmente no son tan aterradores una vez que los conoces.

– Lo siento, pero estoy de acuerdo con Rosalie. – dijo Jill. – Ellos no se han ganado nuestra confianza. Y si realmente tienen una espía entre los humanos, significa que lo sabían todo y aun así nos atacaron. – Empujando su asiento, Jill se puso de pie y se apoyó sobre la mesa. – No conozco nada sobre esta tal Aura, pero sólo es un DRAGON. No importa qué tan fuerte sea o qué rol esté jugando en el plan de Embryo, hará falta mucho más que sólo liberarla para ganar. Si realmente queremos acabar con este mundo, Embryo tiene que desaparecer. Es la única forma en la que las Normas serán libres. – Jill fijó una mirada dura sobre Ange y Hilda. – Díganme, ¿se les ha olvidado la forma en que fueron arrancadas de sus familias, cómo las rechazaron cuando intentaron volver, y el abuso que sufrieron después? Todos los que conocían les dieron la espalda. Sé que ustedes dos hablaron sobre hacer pedazos al mundo por lo que les hizo. ¿No es eso lo que querían? ¿Erradicar este mundo podrido y corrupto? ¿Hacerles sufrir como las hicieron sufrir a ustedes?

– Espera. – dijo Ange. – Eso dije, pero...

– Significa que has perdido tu filo. – Jill sonrió con arrogancia. – Lo achaco a los DRAGONs. Ellos te lavaron el cerebro. O quizás... – Jill hizo una pausa mientras se giraba hacia Tusk. – ... alguien más tiene la culpa. ¡Si te vas a meter en la cama con un hombre, al menos hazlo cuando el trabajo esté terminado!

– ¡Maldita...! – gruñó Ange.

– Ya basta, Jill. – intervino el Jefe. – Pelear entre nosotros no nos llevará a ningún lado.

– Tú no tienes derecho de hablar aquí. – contraatacó Jill. – Recuerda, acordamos en que, si yo lo decido, tú y el resto de tus hombres se irían sin rechistar. ¡Ten en cuenta que fue por culpa de TU subordinado que Ange desapareció en primer lugar!

– Jill, sé razonable. – argumentó Jasmine. – Incluso con la Network ayudándonos estamos en desventaja.

– Todo gracias a que Salia y las otras nos traicionaron. – añadió Maggie. – Ange, ¿tienes alguna forma de contactar a los DRAGONs?

– Villkiss. – respondió ella. – Antes salté hacia su tierra. Debería ser capaz de hacerlo de nuevo.

– Bien, entonces. – Jasmine sonrió. – Jill, creo que vale la pena intentarlo.

– Estoy de acuerdo. – asintió el Jefe.

– Me gusta la posibilidad de tener más aliados. – añadió Zhao Mei.

– No es como que tengamos muchas opciones. – señaló Maggie. Jill entrecerró los ojos y desvió la mirada.

– Está bien. Primero déjenme ver los datos. Luego les propondré nuestra estrategia. – Y sin decir otra palabra, Jill salió por la puerta hacia su oficina. Jasmine entretanto suspiró y miró a Ange y al resto.

– Puede que no lo parezca, pero se alegra de que hayan vuelto en una pieza. – les dijo. – Tómense las cosas con calma esta noche y descansen un poco.

– Eso también va para ti. – dijo el Jefe extendiendo su mano a Rio, que la aceptó tras una breve pausa. – Cuando llegue el momento, le daremos a Embryo por donde más le duele.

– Las camas aquí no son muy grandes, pero son cómodas. – dijo Momoka.

– Es bueno saber eso. – señaló Ange. Mientras se dirigían hacia la salida, Hilda de repente sintió que alguien le agarraba la muñeca.

– ¿Tienes un minuto? – preguntó Maggie. – Necesito hablar contigo en privado, de algo muy delicado.

– Um, está bien, ¿qué cosa? – Una vez que estuvieron solas, Maggie adoptó una sonrisa muy familiar mientras se acercaba a ella.

– Y bien, mientras estabas a solas con Rio... ¿qué tan profundo llevaron su relación?

– ¿Profundo? ¿De qué estás...? – Y Hilda se sonrojó al darse cuenta de lo que estaba insinuando Maggie. – Eso... ¡esto no es tu maldito asunto!

– Oh, pero claro que lo es. – corrigió Maggie. – Verás, si lo hiciste, hay la posibilidad de que ahora estés en una condición que podría dejarte médicamente no apta para combatir. Ahora respóndeme la pregunta.

Hilda gruñó con frustración. – No hicimos nada.

– ¿Nada? – preguntó incrédula la voluptuosa doctora. – Bueno, ciertamente eres más disciplinada de lo que yo habría sido.

– ¿Ya terminaste? – preguntó Hilda, cuya paciencia se agotaba rápidamente. Cogiendo algo del bolsillo de su bata, Maggie le entregó una botella de píldoras.

– Quiero que tengas esto. – le dijo Maggie. – Son píldoras para tomar en la mañana. Cuando Jill recogió a la tripulación del Noa, supe que tener hombres a bordo podría llevar a problemas potenciales, así que le pedí a un proveedor de la Network que me enviara algunas de estas para distribuirlas entre nuestras chicas. Si algo llega a pasar, toma una de esta a la mañana siguiente para prevenir cualquier posible "complicación". Creo que será mejor darle algunas a Ange también.

– Gracias. – dijo Hilda metiéndose la botella en el bolsillo.

– Oh, y si yo fuera tú, dejaría de titubear por mucho tiempo. – le aconsejó Maggie. – Puede que no haya mucho de donde escoger, pero varias de las chicas a bordo todavía le tienen mucha estima. – Y como si quisiera enfatizar su punto, cuando la puerta se abrió, Hilda se encontró nada menos que la imagen de Rio siendo rodeado por el personal de comando.

– ¿Así que realmente estuviste del otro lado de la singularidad? – preguntó Pamela asombrada.

– ¿Y conociste a los DRAGONs? – preguntó Olivier.

– ¡Oh wow! – exclamó Hikaru. – ¡Qué valiente eres!

– En serio no es nada. – les dijo Rio. – Los DRAGONs en realidad son iguales a nosotros. Más o menos.

– ¿Ves a lo que me refiero? – señaló Maggie. Pasando cerca de él, Maggie deslizó su dedo por la nuca de Rio y le hizo saltar alarmado. Luego le habló ronroneando. – Recuerda, mi oficina siempre está abierta si necesitas un chequeo.

– Yo, uh, lo tendré en mente. – tartamudeó Rio. Hilda entretanto cruzó los brazos y le lanzó una mirada de molestia. – ¿Qué pasa?

– Nada. – le dijo ella. – Vamos, que tengo hambre.

...

Para cuando llegaron a la galera, los otros ya se habían sentado para comer. Aparte de Ange, Vivian, Tusk y Rosalie, Kat y Kamaitachi también estaban allí con otras tres chicas incluso más jóvenes que Vivian. Detrás del mostrador, Momoka estaba parada frente a la estufa junto a una mujer que Rio reconoció como Linda, la jefa de cocineras de Arzenal. Maggie observaba a Vivian atiborrarse la cara con un interés inusual y Ange les contaba a los dos agentes de la Network dónde había estado. Fue entonces que Rio se dio cuenta de algo con Kamaitachi que le había estado molestando. Y ahora sabía que era: Kamaitachi no llevaba sus espadas consigo.

– ¡Mmm, qué rico! – canturreó Vivian. – Tu cocina es increíble, Momoka. Haces que incluso la comida para Normas sepa grandiosa.

– Menuda historia. – dijo Kamaitachi. – Creo que me gustaría ver ese mundo por mi cuenta.

– No es para los débiles de corazón. – le advirtió Tusk.

– Sí bueno, esas chicas DRAGONs más les vale mantener sus garras bien lejos de Kamaitachi si saben lo que es bueno para ellas. – dijo Kat. En ese momento, alguien comenzó a reírse de manera incontrolable, y todos se giraron para ver a Maggie echándole las manos a Vivian por los costados.

– ¡Hey, ya basta, eso hace cosquillas! – se rio.

– Increíble. – dijo Maggie. – Estás manteniendo tu forma humana incluso sin las paletas. Los DRAGONs deben tener una ciencia médica muy impresionante.

¿De modo que así era como evitaban que se transformara todo este tiempo?

– Hey Maggie. – preguntó Vivian. – Los otros DRAGONs tenían alas y cola, así que ¿cómo es que yo no las tengo?

– Bueno, obviamente tuvimos que amputarlas para que encajaras con las Normas.

– ¡Aw, no es justo! – Vivian hizo un puchero. Rio simplemente negó con la cabeza mientras él y Hilda cogían una bandeja y se dirigían hacia el mostrador.

– Aquí tienen. – dijo Momoka sirviéndoles a ambos una porción bastante generosa de curry.

– No estás usando tu Mana. – notó Hilda.

– El Jefe me dijo que si lo hago, podrían usarlo para localizar la nave. – les dijo. – Así que he trabajado duro para aprender a funcionar sin él.

– Ciertamente eres más disciplinada que la mayoría. – dijo Rio mientras él y Hilda tomaban asiento junto a Ange y Tusk.

– Entonces, ¿tú eres ese chico Tusk? – preguntó Rosalie. – ¿El que salvó a Ange?

– Sí, así es.

– ¿En serio eres un hombre Norma? No sabía que eso fuera posible.

– Bueno, no del todo. – se rio Tusk.

– ¿Y qué ha pasado mientras estuvimos ausentes? – preguntó Ange.

– Ha sido un infierno. – dijo Rosalie. – Arzenal ha sido erradicado del mapa. Muchas de nuestras chicas no lograron salir con vida, y muchas más estaban tan heridas que tuvimos que entregarlas a la Network porque no estaban en condiciones para pelear. Si no fuera por los hombres que recogimos luego de que escapamos, dudo mucho que la nave pudiera seguir en marcha. Y eso no es lo peor: Salia y las demás nos traicionaron. Hemos estado huyendo de ellas desde entonces.

– ¿Pero por qué se pasaron al bando de Embryo? – se preguntó Rio. – ¿Es que no se dan cuenta de que él es quien está detrás de todo?

– Y también Irma y Tanya. – les recordó Hilda. – Nosotros estuvimos allí, ¿recuerdas? Esas cosas que parecían motosierras se las llevaron arrastrando mientras gritaban.

– Díganmelo ustedes. – Rosalie hizo una mueca. – Olvídenlo, esas dos ya no son mis amigas, así que no importa la razón.

– ¿Entonces eres la única que queda? – preguntó Ange. – Me sorprende que la nave no se haya hundido todavía.

– ¿Estás pidiendo que te dé una cachetada? – preguntó Rosalie. – Por suerte, Kat y Kamaitachi saben cómo pilotear Para-mails. También tenemos a las tres novatas, Mary, Marika y Nonna. – Enderezándose, Rosalie levantó el pecho con orgullo. – Ya que te fuiste, Hilda, las tomé a las tres bajo mi custodia. Tienen a la Srta. Rosalie ocupándose de ponerlas en forma.

Entretanto, las tres susodichas novatas de acababan de reunir alrededor de Vivian.

– Disculpa. – dijo Mary. – Sólo queríamos decirte que nos sentimos honradas de conocerte al fin.

– ¿En serio? – preguntó Vivian. – ¿Cómo así?

– Eres la Srta. Vivian. – le explicó. – La prodigio del primer escuadrón.

– Tú eras nuestra heroína cuando éramos cadetes en el tercer escuadrón. – dijo Marika.

– Somos grandes fans tuyas. – añadió Nonna.

– Wow. – Vivian sonrió. – Vayan por una silla y coman algo a mi cuenta entonces.

– ¡Esperen un minuto! – les gritó Rosalie. – ¡Ustedes nunca dijeron nada de eso sobre mí!

Kat entretanto se puso de pie y se acercó a Rio.

– Así que ¿tú y Kamaitachi están como pilotos? – preguntó él. – ¿Dónde le consiguieron un traje de piloto masculino que pudiera usar?

– No lo hicieron. – sonrió ella. – Tuvimos que ordenar algunos de nuestro grupo. Apenas llegaron ayer.

– Bueno, ¿entonces cómo...?

– Mira tú mismo. – De su cinturón, Kat cogió su tabla de datos y le enseñó una foto que había tomado de Kamaitachi con un traje rosa de piloto para Normas. Aunque era de talla extra grande, la mirada en el rostro del espadachín hablaba volúmenes de lo incómodo que estaba.

– ¡Santa mierda! – dijo Rio riéndose por lo bajo.

– ¿Qué están mirando ustedes dos? – preguntó Kamaitachi de pronto.

– Nada. – Ambos, Kat y Rio sonrieron con complicidad. Kamaitachi sin embargo le echó una mirada fulminante a Rio mientras se les acercaba.

– Dos palabras. Señora... Rio. – Inmediatamente, Rio cogió la tabla de datos de las manos de Kat y borró la foto.

– ¡Qué aguafiestas! – se quejó Kat. Fue entonces que Rio se dio cuenta que Tusk apenas había tocado su comida.

– ¿Todo está bien? – preguntó Ange. Tusk levantó la mirada y asintió.

– Sí, es sólo que Alek... quiero decir Jill, su comportamiento me ha estado molestando.

– ¿Hablas de Alektra Mariah von Loewenhurz? – preguntó Rosalie de pronto. Rio y los demás la miraron sorprendidos. – Ya todo mundo lo sabe. Luego de que me escogió a mí y a las novatas les dijo a todos quién era, sobre Libertus, e incluso sobre Embryo. Estábamos destrozadas, exhaustas, poco menos que muertas, pero ella nos ayudó a volver a levantarnos. Nos prometió que le pondría fin a toda la mierda que las Normas hemos tenido que pasar, y que hasta entonces, nuestras vidas estaban en sus manos.

– Wow. – dijo Tusk. – Eso es mucho peso.

– Heey ¿eshtaan teniendo una fieshtecita aquí? – habló alguien arrastrando las palabras. Los ojos de todos se giraron hacia la puerta, y Rio no pudo creer a quién vio. Apoyada en la puerta, con el cabello hecho un desastre total y el uniforme arrugado y sucio como si hubiese dormido con él durante días, estaba Emma Bronson. Tenía la cara roja, y los ojos hinchados e inyectados en sangre. En una mano tenía una botella de vino, y en la otra una muñeca de Perolina. – ¿Cómo esh que no me invitaaaron?

– ¿La inspectora? – preguntó Hilda. – ¿También ella está aquí?

Andando con los pies enredados hacia ellos, Bronson se bajó un trago de su botella mientras iba dando tumbos de un lado al otro antes de apoyarse sobre la mesa para sostenerse.

– No sheash tan fomal. Puedes shamarme Emmmma. Sholo Emmmmma. – El olor era tan fuerte que Rio casi se ahogó.

– ¡Ugh, aliento de borracha! – Ange hizo una mueca, cubriéndose la nariz.

– Ha estado así desde que escapamos. – explicó Momoka.

– ¿Y me pueden culpar? – siguió Emma. – ¡Casshi me matan! Y... ¡y essho que ni shoy una Norma! – Empezó a sollozar. – Pero... aunque fui mala... Maggie me shalvó... y la Comandante Jill dijo que podía subirme al bote con ustedes. Aunque fui mala con las Normash. ¡Esh una mujer muy buena! ¡La voy a sheguir para ssshiempre!

Mientras hablaba, Emma echó un brazo para atrás y por poco se fue de espaldas, hasta que Rio se levantó de un salto de su silla para atraparla.

– ¡Oh Capitán, esshtá de vueltaaaa!! – exclamó antes de empezar a llorar. – ¡Capitáaaaaaaan! ¡¿Por qué no me dijo que era un terrrorisshta?! ¡Yo pensando que ushted era mi prínshipe, pero me dejó aquí shola y no vino a shalvarme! ¡Esh un bashtardo! ¡Lo odio!

Bronson se llevó la mano a la boca y Rio dio un respingo, medio esperándose que le vomitara encima. Pero afortunadamente recuperó el control y se rio mientras le hundía el rostro en el pecho.

– Lo shiento. Esh que ushted esh un hombre tan guapo. ¡Venga deshpuésh a mi cuarto, y podemos gozaaaaaar juntosh!

Rio miró a las demás y en silencio pidió ayuda moviendo los labios. Maggie suspiró y recogió el peluche de Perolina que la inspectora dejó caer.

– Mira, Emma. ¡Es Perolina!

– ¡Perolinaaaaa! – canturreó Emma mientras cogía la muñeca y se la apretaba contra el pecho. ¡Te quiero musssho, shhhiempre eshhtás ahí para mí!

– ¿Qué tal si mejor te llevamos a la cama? – sugirió Maggie, empezando a llevar caminando a Emma hacia la puerta.

– Esshtá bien, ¡pero pido tener primero al Captain! – respondió, sólo para detenerse al ver a Tusk. – ¡Hey, eresssh lindo! ¿Eresshh amigo del Capitán? Sshi quiereshh puedeshh unirte también.

– Uh, está bien, mejor no. – respondió Tusk. Finalmente, Maggie la sacó por la puerta y se la llevó por el corredor.

– Wow. – dijo Ange.

– Tiene razón, ¿sabes? – dijo Rosalie. – La Comandante es todo lo que nos queda. Es la única esperanza que nos queda a las Normas.

Durante un largo rato, todo el comedor se quedó en silencio, hasta que Vivian de repente empezóa reírse por lo bajo.

– ¿Y tú de qué te ríes? – preguntó Hilda.

– Es que me estaba imaginando a Rio y Tusk...

– ¡OLVÍDALO! – le gritaron los dos aludidos.

...

A pesar de las recomendaciones de Jasmine sobre tomarlo con calma, Hilda estaba exhausta. Esperaba que al volver a su mundo tendría un descanso de las mujeres tratando de meterse en los pantalones de Rio. No le molestaría tanto si no fuera por el hecho de que Rio nunca hacía nada para disuadirlas.

«No tiene que ser tan amable todo el tiempo,» pensaba. «No hay nada malo con ser un poco cruel a veces.»

Suspirando, Hilda se quitó su uniforme y se metió en la ducha designada para las mujeres. Había baños separados para hombres y mujeres, una de las tantas cosas a las que tenía que acostumbrarse. Afortunadamente, nadie estaba adentro, así que podía ducharse en paz. Al otro lado de la pared lejana, habían pintado un mural 3D de un lago rodeado por bosques y montañas, para ayudar a combatir la sensación de claustrofobia al estar atrapados bajo el agua. En cuando abrió la llave, sin embargo, en lugar de una cascada, sintió como si miles de diminutas agujas le picaran por toda la piel.

– ¡Maldición! – murmuró. – ¡¿Qué demonios le pasa a esta cosa?!

– No se puede evitar. Está mezclada con agua de mar. – dijo alguien. Hilda dio un ligero salto cuando sintió que alguien le ponía las manos sobre sus hombros desnudos y un par de enormes pechos presionándose contra su espalda.

– Rosalie. – jadeó. – ¿Qué estás...?

– Pensé que debía darte un regalo de bienvenida. Ha pasado un largo tiempo, ¿no? Divirtámonos un poco. – susurró Rosalie. Hilda tembló cuando Rosalie le apartó su largo cabello rojo para plantarle ligeros besos en el cuello y los hombros. – Estaba muy preocupada por ti. Por lo menos podrías haberme llamado y decirme que estabas bien.

– ¿Cómo iba a llamarte? Estaba en otro universo.

Rosalie movió las manos de sus hombros para envolverlas alrededor de su cintura, pellizcando y acariciando el estómago de Hilda, y moviéndolas lentamente hacia abajo haciendo que el pulso y la respiración de Hilda se acelerase con cada roce. Igual que ella, Rosalie era parte del círculo de Zola, y había aprendido algunos trucos de su antigua capitana.

– Eres una egoísta, ¿lo sabías? Cuando te dije que volvieras por él quise decir que sólo lo rescataras, no que te fueras con él. Contigo y Chris ausentes me sentí muy sola. – Agarrándole la barbilla con una mano, Rosalie intentó atraer a Hilda para un beso, hasta que Hilda se alejó bruscamente.

– Rosalie, por favor. – le dijo mientras Rosalie parpadeaba confusa. – Sólo detente, ¿quieres?

– ¿Pero por qué?

– Lo siento. Simplemente no puedo.

Rosalie frunció el ceño. – ¿Es por ese tipo? Entonces, un humano se acuesta contigo, ¿y de repente no soy suficientemente buena?

– ¡¿Qué?! ¡No! Rio y yo ni siquiera hemos...

– ¿Ni siquiera qué? – preguntó Rosalie. Hilda suspiró, y desvió la mirada.

– Ni siquiera lo hemos hecho todavía. – Casi se habían besado un par de veces, pero Hilda no estaba segura que Rosalie quisiera saber eso.

– ¿Estás hablando en serio? ¿Es decir que te cambiaste el peinado por nada?

– Simplemente sentí ganas de hacer algo diferente, ¿eso es un crimen? – le dijo. La mayor parte era verdad. Aunque se sintió feliz cuando Rio le hizo aquel cumplido la vez que la madre de Vivian le amarró el cabello en ese moño, Hilda decidió simplemente soltárselo en una coleta al día siguiente, y por alguna razón se sentía diferente. Casi como una persona nueva. – Mira, ahora mismo estoy pasando por muchas cosas. Todo lo que pensé que sabía de mí misma y el mundo ha quedado de cabeza. Sólo necesito tiempo para ordenarlo todo, ¿está bien?

Con un suspiro, Rosalie la soltó y se alejó.

– En serio que has cambiado. – le dijo su amiga. – Recuerdo que cuando estabas en la habitación de la Capitana Zola, no te gustaba mirar las revistas con hombres en ellas. Hasta dijiste una vez que te gustaría castrarlos con un cuchillo oxidado.

– Estaba equivocada. – dijo Hilda. – Me sentía enfadada y perdida. Pero Rio me demostró que no todos los hombres son así. Has estado con sus amigos durante una semana, ¿no? No puedes decirme que no lo hayas visto.

– Sí, e incluso hice la prueba. – Rosalie suspiró.

– ¿Hiciste la prueba? ¿Quieres decir...?

– Estaba furiosa y sola, porque tú estabas desaparecida, y Chris no sólo estaba viva sino que nos había traicionado. Así que bajé a una de las bahías de carga y encontré a un tipo con una botella de whiskey. Luego de unos tragos para subirme el valor, lo hicimos detrás de unas cajas. – Rosalie sonrió de manera vacía y sacudió su cabeza. – Créeme, no te estás perdiendo la gran cosa. Personalmente, prefiero hacerlo con otras Normas.

Antes que Hilda pudiera decir más nada, Rosalie ya se había marchado. Cerrando el agua, se apoyó contra la pared y suspiró. «Chris, ¿en qué diablos estabas pensando?» se preguntó.

...

Mirando el reporte de diagnósticos, Zhao Mei tarareaba y se rascaba la cabeza. El Glaive de Hilda estaba más dañado de lo que pensaba. Aparte de haber perdido un ala, volar con la salida desequilibrada había quemado uno de los motores. Tendría que reemplazarlos ambos antes de que pudiera estar listo para combatir de nuevo. Aun así, su nuevo núcleo de poder y rifle de rayos eran bastante impresionantes. Era una pena que Arzenal hubiese sido destruido totalmente. La bahía del Aurora no estaba hecha para construcción, por lo que no había mucho que pudiera hacer para mejorar los Para-mails que tenían. Dejando su tabla de lado, Mei se dirigió hacia la verdadera razón por la que estaba despierta tan tarde. En una zona de atraque adyacente, el Susano'o de Rio descansaba sobre su plataforma.

«Entonces, esta máquina es el prototipo original,» pensó. Por los datos que había descargado del procesador de la unidad, su rendimiento estaba a la par con Villkiss, tal vez incluso mejor. Por desgracia, su armadura más pesada afectaba su agilidad, y su Sistema Arcángel no era ni de cerca tan avanzado. Pero aun así, tener DOS Ragna-mails de su lado ciertamente era una bendición. Y si lo estudiaba más a fondo, tal vez podría identificar debilidades potenciales en las unidades de Salia y las otras que pudiesen explotar.

– Salia, ¿por qué hiciste eso? – se preguntó. – ¿En serio fue sólo porque Ange recibió a Villkiss y tú no?

Desde que Fei-ling había muerto, Salia había sido como una hermana mayor para Mei. Ella sabía que pilotear a Villkiss había sido el sueño de Salia, pero ¿realmente esa era toda la historia? ¿Había algo que Jill sabía que no les estaba contando a todos?

«No puedo permitirme pensar de esa forma,» decidió Mei. «Jill es nuestra Comandante. Confiaré en ella hasta el final. Y si eso significa que las máquinas que mantengo podrían terminar matando a Salia, que así sea.»

– ¿Trabajando tarde? – preguntó alguien. Mei se dio la vuelta, y se sorprendió de ver nada menos que a Rio caminando hacia ella.

– Sí, sólo resolvía algunos problemas de mantenimiento. – respondió ella. – Pero ¿qué haces tú aquí?

Rio se trepó sobre la plataforma de Susano'o y señaló la parte inferior de su motor. – Tengo algunas ideas de cómo mejorar el armamento y agilidad de Susano'o. Esperaba ponerlas a prueba con tu ayuda, y saber tu opinión al respecto.

– Oh, está bien. – No sabía por qué esto no podía esperar hasta la mañana, pero supuso que Rio querría simplemente asegurarse de tener todas sus bases cubiertas. – ¿Qué tienes en mente?

Una vez que Rio había logrado distraer exitosamente a Zhao-Mei, Tusk cruzó rápida y silencioasmaente la bahía de lanzamiento hacia donde estaba atracado su Skyhook. Por suerte, la joven líder de las armeras de Arzenal era la única que estaba de servicio a esta hora, especialmente ya que no tenía mucho dónde ocultarse. Finalmente, llegó a su vehículo, y abrió el compartimiento de carga. Con suerte, no tendría que utilizar esto, pero luego de lo que él y Rio habían averiguado, era mejor estar preparados...

...

– ¿Estás seguro de esto? – preguntó Tusk. Los dos habían abandonado la galera, y estaban de camino hacia los cuarteles que les asignaron, cuando Rio de repente se lo llevó aparte y le dijo que lo siguiera. Ahora estaban en el corredor de mantenimiento que llevaba hacia la bahía de torpedos de estribor.

– El Jefe nunca da la mano. – ledijo Rio. – Creo que intenta decirme algo. Algo que no puede decir en frente de Jill.

Tusk odiaba admitirlo, pero Rio podría tener razón. Cuando él era niño, Jill siempre hablaba de cómo quería crear un mundo donde todos pudieran ser libres independientemente de si fueran humanos o Normas. Él la idolatraba, tanto así que hasta soñaba con casarse con ella algún día. Pero su conducta en la sala de conferencias lo había sacudido de tal manera que no pudo ignorarla. Siguiendo a Rio por la compuerta, Tusk sacó una linterna de bolsillo, y la proyectó a su alrededor. En ambos lados, había torpedos explosivos y congeladores colgando en estantes de carga del suelo al techo. Más o menos tenía sentido verse en un lugar como este. Las bahías de torpedos estaban especialmente escudados contra transmisiones de radio para prevenir que se activara una ojiva por accidente. Probablemente fuese el único lugar en toda la nave donde no tenían que preocuparse por que hubiese dispositivos de escucha.

– Se tomaron su tiempo, chicos. – Desde la oscuridad, una figura alta emergió, y Tusk proyectó la luz sobre el comandante en jefe de la Network. – Por un momento casi pensé que no captaste mi mensaje.

– Cuando LLEGUE el momento, le daremos a Embryo por donde más le duele. – repitió Rio. – ¿Qué está sucediendo?

– Bastantes cosas, de hecho. – Girándose, el Jefe le indicó a alguien detrás de él que se acercara. Una Norma véldica con el cabello amarrado en una trenza que le colgaba sobre el hombro izquierdo avanzó hacia ellos. – Adelante. Diles lo que me dijiste antes.

La chica los miró a ambos nerviosa, antes de hablar finalmente. – Mi nombre es Aisha.

– Creo que te reconozco. – dijo Rio. – Eres una de las chicas con las que peleé durante el ataque de Misurugi en Arzenal.

– Así es. – asintió ella. – Yo era parte de la seguridad de Arzenal. Pero eso cambió después que escapamos.

– ¿Cambió cómo? – preguntó Tusk.

– Fue después que recogimos a los sobrevivientes del Noa. Jill comenzó a llamar a miembros de seguridad a su oficina, y comenzó a interrogarnos. Pero las preguntas eran muy extrañas. Quería saber qué pensábamos de los humanos, y si dudaríamos en disparar si los de la Network nos traicionaban.

– ¿Y cómo te sientes tú sobre los humanos? – preguntó Rio.

– Honestamente, solía odiarlos. Pero cuando tú peleaste junto a nosotros, empecé a preguntarme si tal vez me equivocaba. Después de todo, tú estabas dispuesto a pelear a los de tu propia especie para ayudarnos. Así que le dije que no estaba segura, y que tendría que pasar algo de tiempo con los de la Network antes de darle una respuesta. Al día siguiente, recibí una notificación de que me habían transferido a mantenimiento. Y no fui la única. Muchas del personal de seguridad fueron reasignadas a otras secciones, y todas ellas habían dado respuestas similares.

– Entonces, ¿con quiénes reemplazó la deficiencia de seguridad? – preguntó Tusk.

– De donde pudo. Las ingenieras, las reservas, logística. Pero lo que me preocupa es que yo conocía algunas de ellas desde antes del ataque. Y todas tenían las mismas opiniones sobre los humanos que yo solía tener.

– En otras palabras – Rio frunció el ceño – Jill ha decidido llenar a seguridad con Normas que nos dispararán sin dudarlo si ella se los lo ordena.

– Va incluso más allá de eso. – añadió el Jefe. – Cuando Jill nos recogió, dijo que necesitaba nuestra ayuda ya que el número de heridos que habían escapado dejaban al Aurora en muy seria desventaja. Sin embargo, exigió que todos entregáramos nuestras armas, diciendo que las Normas todavía estaban recelosas de nosotros, y que era la única forma de ganarnos su confianza.

– Por eso es que Kamaitachi no tenía sus espadas con él. – observó Rio. – Entonces ¿cuál es el plan?

– Por ahora nada. – les dijo el Jefe. – Por lo que he averiguado, diría que las Normas a bordo de esta nave están divididas más o menos a partes iguales. Pero si hacemos un movimiento en falso, eso definitivamente inclinará la balanza a favor de Jill. Hasta que tengamos algo que nos de alguna palanca, mantengan los ojos abiertos y estén alertas.

– Bueno, si ese es el caso, yo también tengo algo que decir. – dijo Rio. – Las cosas han cambiado para mí.

– ¿Es por esa chica Hilda? – preguntó el Jefe.

– Le hice una promesa. – dijo Rio. – Me he convertido en su caballero, igual que Tusk lo hizo por Ange. Pero no puedo hacer eso si tengo que dividirme entre ella y la Network.

El Jefe cruzó los brazos y frunció el ceño. – Entonces ¿ustedes dos están tratando de reconstruir el clan de caballeros? Si haces esto, Rio, y si terminas metiéndote en problemas, no podremos permitirnos ir a salvarte el pellejo. ¿Estás seguro que ella lo vale?

– Sin duda. – Rio asintió.

– Que así sea entonces. – El Jefe suspiró e hizo un saludo rápido. – Te deseo suerte en tu futuro.

Rio le devolvió el gesto, y cuando ambos se dieron la vuelta para irse, Tusk podría haber jurado que vio una ligera sonrisa en el rostro del hombre mayor.

– ¿Estás seguro de que fue una buena idea? – añadió Tusk.

– Lo que sea que yo haga a partir de ahora, Jill no podrá utilizarlo en contra del Jefe y los demás. Mientras tanto, ¿qué dices si preparamos nuestra propia carta bajo la manga...?

...

Espiando por encima del asiento de su Skyhook, Tusk vio que Rio y Mei ya se habían marchado. Había una enorme ventila de aire no muy lejos de la bahía de lanzamiento. Podía colocarlo en ese lugar.

...

Sola en su oficina, Jill finalmente se podía permitir fumar un cigarrillo de verdad. El sabor ligero del humo le ayudaba aliviar algo de la tensión. Tener a esos tipos de corazón sangrante de la Network a bordo ya era bastante malo, pero ahora Ange se estaba escapando de su control. Por todas las concesiones que el Jefe había hecho, Jill sabía que en última instancia tanto él como el resto tenían que irse. Especialmente Rio. El joven agente había sido una espinita en el costado de Jill por demasiado tiempo. Había roto el orden en Arzenal, distrajo a sus chicas, y por culpa suya Ange había desaparecido después de Libertus. Y Jill había esperado demasiado tiempo para permitir que un hombre, de todas las cosas, enviara todo por lo que había trabajado al garete...

...

La luz del sol se filtraba en el dormitorio a través de puertas de cristal, tan clara que proyectaba un arcoíris por el suelo. Descansando en unas mantas de seda que se sentían como la caricia de un ángel, Alektra se estiró y suspiró con satisfacción. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que se sintió tan en paz, tan plena? Todo su dolor, ira y tristeza parecían ser un mal sueño. Al otro lado de la cama, la larga cabellera rubia caía como una cascada por la espalda de ese hombre, el que finalmente la liberó, mientras aceptaba una taza de té de un hombre alto vestido de negro, la cual le pasó a Alektra.

– Gracias. – murmuró ella. Su amante le sonrió y se arrodilló para besarla.

– Eres hermosa. – le dijo. – Especialmente cuando pierdes el control como lo hiciste.

Con su mano le acarició la mejilla y la garganta, moviéndose lentamente hacia donde la manta descansaba sobre sus pechos, cuando el estallido de una explosión hizo eco desde afuera.

– ¿Qué fue eso?

– No es nada. – le aseguró él. – Sólo el retumbar de una tormenta que ya pasará.

Pero el retumbar sonó más fuerte, más cerca. Ahora se escuchaban disparos, gritos de muerte, y el olor agrio de humo y sangre. Los cielos se oscurecieron y desde la ventana, dos Para-mails flotaban en medio de un mar de ruinas y llamas.

– Istvan, Vanessa. – dijo. Mientras ella descansaba en el cielo, sus camaradas estaban atrapados en el infierno, peleando por sus vidas. – Tengo que ir con ellos. Tengo que ayudarlos.

Alektra empezó a levantarse, pero su amante la agarró de la muñeca.

– No te vayas. – le suplicó él. – Quédate conmigo. Te necesito, mi dulce Alektra.

La noche pasada, y los placeres que le había mostrado, volvieron a ella.

– Yo... no puedo. – dijo sollozando.

– No hay nada para ti allá. Nada excepto una vida de dolor y una muerte violenta. Yo puedo darte mucho más que eso.

Ahora en el cielo, sobre la batalla, una silueta oscura se formaba. Sus cuatro alas se dispersaron para desatar la máxima destrucción sobre aquellos que se atrevían a desafiar su voluntad. Alektra no se había dado cuenta cómo el sirviente de su amante se había movido hacia su lado de la cama.

– ¡Suéltame! – gritó ella. – ¡DÉJAME IR!

Con un tirón desesperado, Alektra finalmente se liberó, pero el hombre de negro le arrancó su brazo como si fuese un trozo de paja...

...

Apretando su puño artificial, Jill rechinó sus dientes ante el recuerdo.

«Tú me arrebataste todo,» pensó mientras rabiaba en silencio. «¡Ahora yo te haré lo mismo!»

Alguien golpeó a su puerta, y Jill recuperó su compostura. No podía permitirse mostrar debilidad en frente de sus subordinadas.

– Adelante.

La puerta se abrió, y un escuadrón de seguridad apareció frente a ella.

– ¿Quería vernos, señora? – preguntó una chica.

– Tengo un par de riesgos de seguridad de los que necesito ocuparme. – les dijo. – Y quiero que se ocupen de ellos discretamente.

...

Era de madrugada cuando Ange despertó y se encontró en sus aposentos. Momoka le había dicho antes de irse a la cama que ayudaba en la galera ya que estaban muy cortos de personal. Mientras se vestía con el uniforme que su sirvienta le había dejado, alguien tocó a su puerta.

– Hey Ange, ¿estás despierta? – preguntó Tusk.

– Sí, sólo un minuto. – Una vez que estuvo lista, abrió la puerta y se encontró a Tusk apoyado contra el mamparo del lado opuesto. – ¿Qué hay de nuevo?

– Oh, sólo pensé que podemos desayunar juntos. Soy tu caballero, así que escoltarte es parte de mis deberes.

Ange se quedó mirándolo con una ceja levantada. – Creo que puedo ir a desayunar yo sola.

–Oh, claro, lo siento. – dijo Tusk. Ange luego sonrió mientras le sujetaba el brazo con el suyo.

– Pero eso no significa que quiera hacerlo. – le dijo. Tusk se sonrojó y sonrió algo tímido, pero el humor se vio interrumpido por la repentina aparición de una miembro del personal de seguridad.

– Ange, Tusk. – les dijo. – La Comandante Jill solicita la presencia de ambos de inmediato a la sala de conferencias.

– Oh, está bien, seguro. – dijo Ange. Fue entonces que notó la forma como la otra chica miraba a Tusk. Sólo que no era la misma mirada que le daban las chicas DRAGONs, sino más bien como si esperase que él la atacara en cualquier momento. Mirando a Tusk, Ange vio que él también tenía una mirada suspicaz dirigida hacia la miembro de seguridad. – Hey, ¿qué pasa?

– Tal vez no sea nada. – respondió él. – Veamos qué quiere Jill.

Siguiendo a su escolta, Ange y Tusk llegaron a su destino para encontrarse con Jill y los demás esperándolos. Detrás de Jill estaba parada otra oficial de seguridad, mientras la que los trajo se colocaba junto a la puerta. Algo de esto andaba mal, pero Ange no lograba ponerle el dedo encima.

– ¿Ambos ya descansaron? – preguntó Jill. – Si es así, quisiera que nos pongamos a trabajar de una vez.

– Adelante. – dijo Ange, mientras ella y Tusk tomaban sus asientos.

– Quiero que contactes a los DRAGONs de inmediato. Vas a negociar una alianza con ellos para un ataque conjunto contra Embryo. – le ordenó Jill. Ange no podía creerlo. – ¿Pasa algo?

– No. – dijo Ange. – Es sólo que después de anoche...

– Admitiré que tenía mis dudas. – explicó Jill. – Pero después de pensarlo y dormir, decidí que tenías razón. Esta será la forma más eficiente de que obtengamos la victoria.

– Grandioso. – dijo Tusk. – Entonces, ¿cuál es el plan?

– Estaba por llegar a eso. – respondió Jill mientras presionaba un botón en la consola que tenía en frente. Sobre la superficie de la mesa, un holograma tridimensional apareció frente a ellos. Los pixeles se solidificaron en un mapa de un horizonte que Ange inmediatamente reconoció.

– ¡Es Misurugi! – exclamó.

– Así es. – asintió Jasmine. – ¿Ven esas flechas rojas? Esas son Salia y las demás. Durante uno de sus ataques les disparamos rastreadores de largo alcance.

– Un pequeño detalle que pude crear con ayuda de ese chico Spider. – se jactó Zhao Mei.

– Su ruta de vuelo muestra aterrizajes regulares y despegues alrededor del Palacio Real de Misurugi. – añadió el Jefe. – La base de operaciones de Embryo está allí. Puede que la conozcan como la Fundación del Amanecer.

– Están bromeando. – dijo Ange. – Prácticamente era mi vecino de al lado todo este tiempo, ¿y nunca lo supe?

– Se ha mantenido a sí mismo en secreto del mundo entero por siglos, ¿realmente es una sorpresa? – señaló Maggie. Y entonces, todo empezó a encajar.

– Eso es. – Ange por fin entendió. – El Pilar del Amanecer. Es tan obvio. ¡De ahí es donde viene todo el Mana! ¡Ahí es donde debe tener escondida a Aura!

– Exacto. – respondió Jill. – Por eso es que hemos marcado al Pilar del Amanecer como nuestro objetivo de mayor prioridad. Lo destruimos, matamos a Embryo y liberamos a Aura de un solo golpe. Pero para hacerlo necesitaremos la ayuda de los DRAGONs. – Por el cielo del mapa tridimensional, docenas de triángulos verdes aparecieron de repente. – Aquí es donde entras tú. Dile a los DRAGONS que le pidan a su espía que abra una singularidad y ataquen desde el suroeste. Has que atraigan a los Ragna-mails a este río al oeste de la ciudad.

– Espera un minuto. – interrumpió Tusk. – Eso pone mucha presión a los DRAGONs. Y los Ragna-mails de Embryo tienen muchas armas más poderosas que las nuestras.

– Estamos creando una distracción. – dijo Jill. – Las bajas fatales son un precio desafortunado en la guerra.

– Los DRAGONs no estarán peleando solos. – dijo el Jefe. – Puede que hayamos perdido al Noa, pero no era nuestra única nave. Tengo a dos cargueros, el Ramius y el Badgiruel, recogiendo Para-mails y pilotos de nuestras casas seguras. Podemos abastecerlos de energía y municiones y posicionarlos en las afueras de Misurugi en a lo mucho tres días.

– Luego de que los DRAGONs inicien su asalto – continuó Jill – la Network enviará a su milicia para que ataque por detrás, y con eso los golpearemos con un ataque en pinza. Mientras tanto, llevaremos al Aurora por el río al oeste de la ciudad. – En la pantalla, un punto azul apareció por la costa y se desplazó por el río. – Una vez que estemos en posición, saldremos a la superficie para lanzar un ataque sorpresa desde abajo. Con sus defensas franqueadas, nos moveremos hacia el Pilar del Amanecer, y entonces utilizarás los Fásers de Discordia de Villkiss para borrarlo de la existencia.

– ¿Qué hay de Salia y las demás? – preguntó Ange.

– ¿Qué pasa con ellas? – preguntó Jill.

– Ellas también son Normas. ¿En serio te parece bien dejar que las maten?

– Humanos o Normas, cualquiera que se interponga en el camino de Libertus es un enemigo. – respondió Jill. – No necesito herramientas que me desobedezcan.

– Alektra, no es posible que estés hablando en serio. – argumentó Tusk.

– Todos los que están aquí son herramientas para lograr Libertus. – declaró Jill. – Tú, Ange, incluso yo misma.

Eso era todo. Hora de llegar al fondo de esto.

– Hay algo que me está molestando, Jill. – dijo Ange. – Dijiste que mientras los DRAGONs y la Network están peleando, el Aurora se desplazará por el río para atacar. ¿Por qué no mejor ponerlo en posición de antemano?

– Ese es un buen punto, Jill. – dijo Jasmine. – Una distracción es una cosa, pero todos sabemos lo poderosas que son esas máquinas. Puede que no lleguemos a tiempo para proveer ayuda.

Aspirando profundamente en su dispositivo fumador, Jill comenzó a reírse con frialdad, para alarma de todos los presentes.

– Eres muy perspicaz, Ange. Muy bien, este es nuestro verdadero destino. – Frente a sus ojos, el punto que marcaba al Aurora desapareció y se reposicionó en un río al norte del Pilar del Amanecer. A no menos de unos ochenta kilómetros de donde los DRAGONs y la Network estarían peleando.

– Jill, ¿qué significa esto? – exigió saber Maggie.

– Nuestro verdadero plan. Ange, mientras Salia y las demás están distraídas, tú liderarás a los Para-mails del Aurora hacia el Pilar del Amanecer y matarás a Embryo.

– ¡Serán carne de cañón! – gritó Tusk.

– ¡Jill, no puedes hablar en serio! – dijo Jasmine.

– No podemos arriesgarnos a que Villkiss sufra daños antes de la pelea final. Es un sacrificio aceptable para lograr la victoria.

Un puño se estampó sobre la mesa, provocando que todos saltaran cuando el mapa holográfico se distorsionara por la vibración.

– ¡Al diablo con eso! – gritó el Jefe. – ¡No pienso mandar a mis hombres sólo para que los masacren!

Un repentino click y la guardia detrás de Jill le apuntó con su rifle a la líder de la Network.

– Recuerda tu lugar. – le advirtió Jill. – Piensa en ello como tu penitencia por habernos abandonado durante el primer Libertus.

– Esto es repugnante. – gruñó Ange. – ¿En serio esperas que los obligue a que tiren sus vidas por la borda?

Jill sonrió arrogantemente mientras presionaba su consola. – Si te rehúsas, siempre puedo persuadirte.

En la pared más lejana, se encendió un monitor y Ange jadeó de horror. En el piso de una pequeña habitación circular, Momoka estaba atada y amordazada.

– Le pedí a seguridad que la detuviera de camino a la galera. – les dijo Jill. – Todo lo que tengo que hacer es abrir la escotilla de aire, y se ahogará en segundos.

...

Tras su encuentro con el Jefe, Rio se había estado cuidando mucho de evitar a cualquier miembro de seguridad de camino hacia la galera. También se la pasaba olfateando en el aire a intervalos, sólo para asegurarse que todo estaba bien. Hasta ahora nada, pero más le valía mantener la guardia alta por si las cosas de pronto se iban a la mierda.

A su llegada, Rio vio que la galera ya estaba llena. Normas y soldados de la Network se mezclaban entre sí a diferentes niveles. La mayoría de las Normas permanecían al margen, pero unas cuantas antiguas residentes de Arzenal se sentaban y conversaban con los hombres. No era realmente una sorpresa, ya que la mayoría de ellas no habría visto a un hombre en la vida real hasta que él llegó. Aun así, se veía prometedor. Y tal vez, con más hombres entre ellas, no estaría atrayendo mucha atención. De hecho, las únicas que parecían hostiles eran un grupo de seguridad sentadas en una de las mesas de atrás. Se la pasaban vigilando toda la sala como si esperasen que estallara un motín en cualquier momento. Dirigiéndose hacia el mostrador, Rio cogió una bandeja, a lo cual la jefa de cocineras Linda le llenó con huevos, una tostada, y un cartón de leche.

– Hey, ¿has visto a Momoka? – le preguntó. – Nos ha estado ayudando últimamente, pero hoy no vino.

– Me temo que no. Probablemente esté ayudando a Ange con algo.

Cogiendo su bandeja, Rio caminó entre las mesas. Vio a Rhino y al resto del equipo Wild Pack comiendo con Cynthia. Aparentemente, Rhino la había salvado durante el ataque, así que la pequeña Norma se había quedado casi pegada a él desde entonces. Finalmente, encontró a quien estaba buscando. En una de las mesas de atrás, vio a Hilda sentada con Rosalie y Vivian junto con tres tipos de la Network que intentaban entablar conversación, y sin tener mucho éxito, a juzgar por las miradas de molestia en los rostros de Hilda y Rosalie.

– ¡Hey Rio! ¡Por aquí! – lo llamó Vivian agitando la mano. Abriéndose paso, Rio se sentó junto a Hilda, y con un solo gesto de la cabeza les indicó a los tres casanovas que se fueran a probar suerte en otra parte.

– ¿Qué te parece eso? – oyó murmurar a uno mientras se alejaban. – Desaparece por una semana, y cuando vuelve se consigue a la chica más sexy que hay a bordo.

– Gracias. – suspiró Hilda.

– Como tu caballero, es mi deber protegerte. – sonrió él. – Sea de enemigos, o de admiradores indeseados.

– Idiota. – le dijo Hilda, aunque una pequeña sonrisa se le escapó de los labios.

Por la esquina del ojo, Rio vio que Rosalie le echaba una mirada irritable antes de volver a su comida. – Está un poco lleno aquí, ¿no?

– No sabes ni la mitad. – Hilda estuvo de acuerdo. – Todavía se siente raro con todos estos tipos alrededor.

Rio miró alrededor, y notó que faltaba alguien más.

– ¿Qué pasa? – preguntó Hilda.

– Hey, ¿alguna de ustedes ha visto a Ange o Tusk? – preguntó él.

– Nop. No los he visto desde anoche. – respondió Vivian.

– Quizás estén juntos en la cama. – gruñó Rosalie.

Posible, pero improbable. Rio no podía sacudirse de encima la sensación de que algo andaba mal. Y de pronto, tuvo el presentimiento de que lo estaban acechando, y se giró para encontrarse con dos miembros de seguridad paradas detrás de él.

– Agente Rio. – dijo una de ellas. – Necesitamos que nos acompañes.

– ¿Sucede algo? – preguntó él.

– Nos ha llamado la atención que no has entregado tu arma todavía. Como parte del acuerdo con la Network, todos los miembros deben entregar sus armas mientras estén a bordo del Aurora. Síguenos para ponerlas a buen recaudo apropiadamente.

– Esperen. – interrumpió Hilda. – ¿Qué está pasando aquí?

– Un simple malentendido. – le aseguró Rio. – Creo que están cometiendo un error. Técnicamente ya no estoy con la Network, así que ese trato no se aplica conmigo. Pueden verificarlo con el Jefe si lo desean.

Las dos oficiales de seguridad le lanzaron miradas amenazantes. Así que Jill ya estaba haciendo su movimiento. Intentaba aislarlo para evitar que interfiriera con cualquiera que fuese su plan, o quizás usarlo como palanca contra Hilda. Tal vez las dos cosas. Y estaba haciendo que pareciera una rutina de chequeo de contrabando para evitar levantar sospechas.

–- Si no vienes con nosotros, no dudaremos en usar la fuerza. – le amenazó una de ellas.

– Sólo ve con ellas de una vez. – gruñó Rosalie. Vivian entretanto levantó la mirada de su plato, alternando entre mirar a Rio y a las de seguridad. Más le valía apaciguar la situación antes que se saliera de control.

– Les diré algo, ahora mismo estoy ocupado desayunando, así que ¿qué tal si simplemente les doy mi pistola? – ofreció Rio. – Así pueden guardarla y todos quedamos felices.

Mientras hablaba, Rio movió la mano hacia su bolsillo, cuando una de las guardias sacó su rifle.

– ¡No te muevas! – le ordenó.

– Hey, ¿qué diablos están haciendo? – gritó Hilda. Para entonces, ya todos los demás se habían dado cuenta que algo estaba pasando y se giraron para ver la escena que ocurría en la parte trasera de la galera.

– ¡Tenemos órdenes de llevárnoslo! – respondió una de las guardias. – ¡La Comandante Jill lo considera un riesgo de seguridad!

Antes que Rio pudiese contraatacar, Hilda ya había sacado su propia pistola. – ¡Yo creo que no! – les gruñó.

– ¡Hilda, ¿qué estás haciendo?! – chilló Rosalie.

– ¡Muy bien, Hilda! – la animó Vivian. – ¡Defiende a tu novio!

– ¿Qué diablos pasa aquí? – rugió alguien. De en medio de la multitud, Rhino se abrió paso mientras en la mesa del equipo Wildpack, el resto de ellos se ponían de pie, listos para actuar en caso de que las cosas se salieran de control, mientras que debajo, Cynthia espiaba donde se había escondido.

– ¡Esto no te involucra a ti! – dijo una de las guardias. – ¡Él es una amenaza! ¡Ha sido comprometido por el enemigo!

– ¡Y una mierda! – gritó una Norma.

– ¡Sí! – añadió otra. – ¡Rio me salvó la vida en Arzenal!

– ¡A mí también!

– ¡Es uno de los nuestros! – gritó un tipo. – ¡Si te metes con él, te metes con todos nosotros!

– ¡Todos ustedes vuelvan a sentarse y ocúpense de sus asuntos! – Desde su sección, el personal de seguridad se levantó de sus asientos para apoyar a sus dos camaradas.

«¡Mierda, esto es malo!» pensó Rio. Entre la Network y las Normas que se habían puesto de su lado, tenían los números, pero las de seguridad que Jill había convertido en su escuadrón de la muerte personal tenían las armas de su lado. Rio no podía dejar que empezaran a pelear, pero tampoco podía dejar que se lo llevaran para utilizarlo como peón.

Por fortuna, alguien más tomó la decisión por él.

– Hey, ¿qué es ese olor? – preguntó Vivian. Rio olfateó en el aire, y notó un olor seco que parecía aerosol.

«Supongo que teníamos razón al estar paranoicos,» pensó al darse cuenta.

...

La expresión en el rostro de Ange hizo que todo valiera la pena. Era su propia culpa, por supuesto. Los apegos te volvían débil. Jill había aprendido eso hacía tiempo, y ahora era tiempo de enseñárselo también a Ange.

– ¿Qué diablos crees que estás haciendo? – exigió el Jefe. El líder de la Network se levantó de su silla, pero la guardia que lo custodiaba siguió apuntándole con su rifle para contenerlo. Jill se había roto la cabeza para asegurarse que seguridad estuviese llena de chicas que compartían sus prioridades. Si intentaba usar su Mana, le volarían la cabeza.

– Jill, no. – jadeó Mei.

– Cállate, Mei. – la regañó Jill. – Lo único que importa es Libertus. Ya deberías saberlo a estas alturas.

– ¿Te has vuelto loca? – gritó Maggie.

– Ange es muy imprudente y falta de disciplina. – argumentó Jill. – Si esto es lo que hace falta para que obedezca, que así sea. – Ange apretó su puño y apretó sus dientes con rabia, pero la pequeña tonta podría hacer cualquier berrinche que quisiera. Esta vez no se saldría con la suya. – ¡Aceptarás tu misión, Ange, y vas a seguir mis órdenes o tu sirvienta morirá!

– Alektra. – susurró Tusk.

– Ahórratelo, Tusk. – ordenó Jill. – Ya se los dije, que todos somos herramientas para el éxito de Libertus. La sirvienta es una herramienta para controlar a Ange. Ange es una herramienta para controlar a Villkiss. ¡Y Villkiss es la herramienta máxima para matar a Embryo!

Un repentino click sonó, y Jill se dio la vuelta para ver a Jasmine apuntándole con una pistola en la cabeza.

– Jasmine, ¿qué crees que estás haciendo?

– Jill, detén esta locura. – exigió la mujer mayor. Al otro lado de la habitación, la otra guardia estaba por desenfundar la suya, pero Jill le indicó que se detuviera. Tenía su propio objetivo designado después de todo.

– ¿No fuiste tú quien me dijo una vez que cualquier precio valía por el éxito de Libertus?

– No así. – respondió Jasmine. – Incluso en mi punto más bajo, jamás voy a desechar a aquellos que han peleado junto a nosotras. ¡Momoka es nuestra aliada, y no me quedaré parada dejando que la mates!

– Eres demasiado blanda. – En un borrón de movimiento, Jill movió bruscamente el pie y le dio una patada a Jasmine, enviándola de espaldas hacia el Jefe, que la atrapó antes que cayera sobre la cubierta.

– ¡Maldita perra! – gritó Ange. Cogió su propia pistola, pero Jill agarró el barril y la empujó hacia un lado en cuanto disparó, haciendo que la bala se clavara en el monitor disipando la imagen de Momoka en estática. Estampando la mano de Ange sobre la mesa, Jill saltó sobre ella y le hundió la rodilla en el esternón, enviándola a volar contra el mamparo. Antes que pudiera recuperarse, Jill pasó por encima de la mesa y la agarró del cuello con su mano artificial.

– ¡Ange! – gritó Tusk mientras corría hacia ella. Un golpe de revés rápido, y el chico cayó al suelo. Antes que pudiera levantarse, la segunda guardia de seguridad lo mantuvo allí a punta de pistola.

– Mantenlo allí. Si todavía se rehúsa, él será el siguiente. – ordenó Jill. Levantando a Ange, Jill sintió un enorme placer al verla forcejear. – ¿Lo entiendes ahora? No tienes opción. Nunca la tuviste. Tu destino quedó sellado en el momento que llegaste a Arzenal. Ahora, ¿serás una buena soldado o no?

Ange bajó la mirada hacia Jill, y logró escupirle en la cara. Jill sonrió mientras se limpiaba, antes de meter la mano en su bolsillo y sacar un control remoto.

– Siempre tienes que aprender de la manera difícil. Buen trabajo. Acabas de matar a tu... – Y Jill de pronto se detuvo, cuando la habitación comenzó a girar. Las piernas le fallaron, y Ange se resbaló fuera de su agarre. Alrededor de la sala, los demás comenzaron a colapsar sobre la mesa y el piso también.

– Qué... ¿qué está pasando...? – dijo Maggie en voz arrastrada.

– ¡Ange, atrápala! – gritó Tusk arrojándole algo a Ange. A través de la neblina, Jill observó cómo Ange se cubría la boca y la nariz con una máscara portátil de oxígeno. Así que eso era. Tusk había saboteado el sistema de ventilación.

– ¡Pequeño bastardo! – siseó Jill, recogiendo el gatillo para abrir la escotilla de aire. – ¡Se supone que eres el Caballero de Villkiss! ¿Cómo puedes traicionarme así?

Llevando la misma máscara que Ange, Tusk la miró con una mezcla de decepción y lástima.

– No soy el Caballero de Villkiss. – le dijo. – Soy el Caballero de Ange. Y aquí la única traidora eres tú, Alektra.

Ayudando a Ange a levantarse, Tusk la hizo apoyarse en él para dirigirse hacia la puerta.

– No dejaré que se escapen. – dijo Jill, concentrando toda la voluntad que tenía para sacar el cuchillo que tenía en su cinturón.

...

Hilda no entendía lo que pasaba, pero no había forma de que fuera a permitir que las de seguridad se llevaran Rio sin ninguna explicación. Para su gran alivio, se dio cuenta que no se estaba enfrentando a ellas sola. Por toda la galera, otras Normas que habían peleado junto a Rio en Arzenal y sus aliados de la Network se levantaron contra el grupo que ahora lo tenía a punta de pistola. Pero antes que cualquier cosa pudiera ocurrir, Hilda notó que algo en el aire no se sentía bien. Luego, todo el cuarto comenzó a darle vueltas y sintió sus piernas como si fueran de gelatina. Alrededor de ella, todo el resto de la galera comenzó a dar tumbos y a colapsar en el suelo.

«¿Qué... está pasando?» pensó, mientras era atrapada por un par de manos que le ponían algo en la cara.

– Está bien. – dijo una voz que sonaba lejana. – Sólo respira normalmente.

Hilda hizo lo que le dijeron, y su cabeza quedó aclarada casi al instante. Al mirar de nuevo, vio a Rio de pie sobre ella con una máscara respiradora sobre su rostro. Levantó una mano y sintió algo similar sobre la suya propia.

– Qué... ¿qué acaba de pasar?

– Es un agente nervioso ligero que Tusk plantó en los ventiladores. No es fatal, pero los dejará a todos fuera por varios minutos.

– Hey, no hay tiempo para romance ahora, ustedes dos. – dijo alguien. Al girarse, Hilda vio que Vivian también llevaba una máscara de aire. – ¿Este es el plan B del que Tusk me habló?

– Así parece. – dijo Rio ayudando a Hilda a levantarse.

– ¿Cuál plan B? ¿Qué estás planeando hacer? – exigió saber la pelirroja. En vez de responderle, Rio tomó la tabla de datos de su cinturón.

– Tusk, háblame, ¿qué está pasando?

– Alektra perdió el control. – respondió la voz de Tusk. – Tomó a Momoka como rehén para obligar a Ange a traicionar a los DRAGONs. Vamos en camino a la bahía de lanzamiento. He activado el piloto automático y configuré la nave para que salga a la superficie. Necesito que rescates a Momoka, ahora está en la cámara de inmersión.

– Estoy en ello. – dijo Rio cortando la conexión. – Vivian, ve a reunirte con Ange y Tusk en el vestidor. Prepárale su equipo.

– ¡No hay problema! – dijo la chica mientras salía corriendo. Entretanto, de su bolsillo, Rio extrajo la botella de píldoras de Dracunium que Gila le había dado y se metió una en la boca.

– Si sigues con esto, lo más probable es que te tachen de traidor. – le dijo Hilda, antes de agacharse y recoger la pistola que se le cayó para meter una bala en la recámara. – Se lo debo a Momoka por toda la comida que me hizo cuando Ange y yo estábamos encarceladas. Además, alguien tiene que cuidarte las espaldas.

...

Cuánto tiempo había estado allí, no tenía idea. Luego de preparar el uniforme de Lady Angelise para ese día, Momoka había dejado la galera cuando dos guardias de seguridad le pidieron que las acompañara. Momoka fue entonces llevada a las profundidades de la nave, donde las guardias de repente se le tiraron encima, amarrándola y amordazándola antes de lanzarla dentro de la cámara de inmersión. Todo lo que pudo hacer fue forcejear en vano contra sus ataduras hasta que estuvo demasiado cansada para seguir intentándolo. Finalmente, la compuerta se abrió, y una figura de gran estatura apareció frente a ella.

– ¡Momoka! No te preocupes, te sacaré de aquí. – Era el Sr. Rio, con la voz algo ahogada por la máscara respiradora que llevaba puesta. Se arrodilló junto a ella y le cortó sus ataduras con el cuchillo.

– Gracias. – le dijo jadeando luego de quitarse la mordaza. – ¿Qué está pasando? ¿Por qué me arrojaron aquí dentro?

– Te lo explicaré en el camino. Vamos, tenemos que llegar a la bahía de lanzamiento.

Escalando fuera de la cámara, Momoka vio que el Sr. Rio no había venido solo. La Srta. Hilda se encontraba atando contra el mamparo a las dos guardias de seguridad que la habían secuestrado con algunos cables sueltos. Igual que el Sr. Rio, llevaba puesta una máscara respiradora sobre la nariz y la boca, mientras que las dos guardias estaban noqueadas. Momoka estaba a punto de preguntar qué pasaba, cuando de repente se sintió algo mareada y desorientada. Por suerte, el Sr. Rio le puso el brazo alrededor de la cintura y la atrapó antes que se cayera.

– Tranquila. – le dijo. – El gas todavía no se termina de filtrar.

Mientras le ponía uno de sus brazos encima de los hombros para ayudarle a caminar, la Srta. Hilda levantó el otro, y los dos empezaron a caminar con ella por el corredor.

– Lady Angelise... – habló con voz arrastrada. – Tenemos... que encontrarla.

– Nos verá allá. – le dijo la Srta. Hilda. – Sólo sigue caminando y trata de no desmayarte.

...

Algo le picó a Jasmine en el brazo, y lentamente la niebla comenzó a disiparse de su cabeza. Su visión se aclaró, y al levantar la mirada vio al Jefe arrodillado sobre ella.

– Cuidado. – le dijo. – Te acabo de inyectar un estimulante. Eso debería ayudar a contrarrestar los efectos del gas, pero todavía estarás un poco entumida por un rato.

Moviéndose hacia Maggie y Zhao Mei, el líder de la Network cargó un par de cartuchos nuevos en el inyector de estimulante que llevaba en la mano, y se los aplicó a ambas. En cuanto las dos volvieron en sí, Jasmine revisó a Vulcan, y para su gran alivio notó que sólo estaba dormido.

– ¿Sabías que Tusk planeaba hacer algo así? – le preguntó.

– No sé de qué me hablas. – respondió el Jefe. — Simplemente me gusta estar preparado para cualquier situación.

Jasmine sonrió y asintió. El Jefe se había sometido a todas y cada una de las demandas de Jill cuando él y los demás subieron a bordo, pero eso no quería decir que fuese un pelmazo que se dejaría pisotear. Claramente ya tenía un plan en marcha en caso de que Jill intentara algo como esto.

– Hey. -- murmuró Zhao Mei. – ¿En dónde está Jill?

Levantándose usando la mesa, Jasmine observó al otro lado y vio que su comandante no estaba. Y en su lugar, había un pequeño charco de sangre.

...

Para cuando Ange y Tusk llegaron a los vestidores, Vivian ya estaba esperándolos no sólo con sus trajes de piloto listos, sino también el de Hilda. Acababa de terminar de cambiarse cuando Rio y Hilda aparecieron arrastrando a Momoka detrás de ellos.

– ¡Momoka! – gritó Ange mientras corría hacia ella. – ¿Estás bien?

– Sí, Lady Angelise. – asintió la sirvienta. – Sólo estoy un poco mareada por el gas.

– Me gustan las reuniones emotivas, pero tenemos un horario que cumplir. – interrumpió Hilda. Una vez que ella también se cambió, el grupo corrió hacia la bahía de lanzamiento.

– Prepararé nuestras máquinas para el despegue. – dijo Tusk. – Una vez que salgamos a la superficie, podremos...

Y de repente, Tusk fue interrumpido por un estallido de disparo que resonó detrás de ellos.

– Están desertando de nuevo, ¿no? – preguntó alguien. Desde la escotilla principal, Jill se arrastraba hacia ellos, con su cañón manual en la mano. Mientras lo hacía, Ange notó un parche de sangre en su muslo, que Jill había vendado con un trozo arrancado de su capa. – ¡Se acabó el juego! ¡No saldrás de aquí hasta que Libertus haya terminado!

– Nunca sabes cuándo rendirte, ¿verdad? – Ange hizo una mueca. – Sin mí no habrá Libertus, así que deberías hacer lo que yo diga.

– ¡Las herramientas no tienen derecho a decidir cómo se utilizan!

– ¡Maldita perra hipócrita! ¡¿Qué no te das cuenta que lo que estás haciendo es exactamente lo mismo que los humanos les han estado haciendo a las Normas?!

– ¡No me importa! ¡Yo estoy al mando de esta nave! ¡Tú me perteneces hasta que yo lo diga! Ahora, vas a seguir mis órdenes... – Jill hizo una pausa y apuntó hacia Tusk – ... ¡o le dispararé a él aquí mismo y ahora!

«En serio, eres una maldita desgraciada,» pensó Ange.

Mientras se miraban fijamente, el sonido de una alarma resonó por toda la bahía de lanzamiento. El Aurora seguramente ya había salido a la superficie.

– Pelea conmigo, Jill.

– ¿Qué?

– Pelea conmigo. – repitió Ange. – Si tú ganas, haré lo que sea que digas.

– ¡Lady Angelise! – jadeó Momoka.

– Hey, espera un minuto. – exclamó Hilda. – Puede que esté herida, pero Jill es Comandante por una razón.

– Cuando Sala me desafió, me enfrenté a ella directamente. – le recordó Ange sacando su cuchillo. – Así que haré lo mismo aquí.

Jill se rio con amargura.

– De acuerdo. – Guardando su pistola, Jill extrajo su cuchillo y asumió una postura de batalla. – Será mucho más divertido golpearte hasta someterte de todos modos.

– ¡Alektra, detén esto! – exigió Tusk, pero Rio le puso la mano en el hombro.

– Déjalas que lo hagan. – le dijo. – Esta es una pelea por el alma misma de Libertus. Esto es algo que tiene que suceder.

– No puedo dejarla pelear sola...

– Tusk, quédate fuera de esto. – le dijo Ange. – Lo tengo bajo control.

Tusk la miró, y se dio cuenta que no había forma de hacerla cambiar de parecer. – De acuerdo, buena suerte.

– ¡Lady Angelise, por favor tenga cuidado! – chilló Momoka.

– Más te vale que ganes. – dijo Hilda. – Realmente no quiero acabar en otra celda de prisión.

– ¡Vamos, Ange! – vitoreó Vivian. – ¡Patéale el trasero!

Una vez que los demás se alejaron, las dos Normas fijaron la mirada una en la otra y mantuvieron sus posiciones. Arriba de ellas, las puertas de la bahía comenzaban a abrirse, y un resquicio de luz sirvió como señal para iniciar la contienda. Pese a su herida en la pierna, Jill al ser más alta pudo cerrar la distancia y atacar primero. Ange la bloqueó, y las dos se circundaron entre sí, como un par de leonas furiosas.

– Después de todo este tiempo – gruñó Jill – ¡sigues sin ser más que una maldita mocosa EGOCÉNTRICA!

– ¡Sí, y tú sigues siendo una perra! – contraatacó Ange. Las dos hojas chocaban entre sí, llenando el aire con sonidos de metal y chispas volando.

– ¡No permitiré que Libertus falle! ¡No hasta que Embryo esté muerto! – Sus cuchillos quedaron trabados, y pese a la disparidad en fuerza, Ange se agachó para equilibrarse mejor y mantenerse.

– ¿Y vas a sacrificar todo y a todos para hacer que suceda?

– Absolutamente.

– ¿Y entonces qué? ¿Después qué te quedará? ¿Qué podría justificar todo eso?

– ¡Ya deberías saberlo, "Princesa Imperial"! – Con un subidón de rabia, Jill empujó a Ange antes de lanzarse contra ella, clavando su cuchillo contra el de Ange. – ¡El mundo te arrebató todo! ¡Todos los que te amaban te abandonaron! ¡Te arrojaron a los pozos del infierno por cómo naciste! ¡Y aun así esperan que pelees y mueras por ellos! ¡¿Cómo te atreves a juzgarme cuando ERES yo?! – Bajo el constante asalto, Ange se encontró siendo forzada a retroceder. – ¡Es por eso que tú vas a matar a Embryo y harás triunfar a Libertus!

En un esfuerzo por poner algo de distancia entre ambos, Ange se giró fuera del camino, sólo para que Jill le hiciera un corte en el bíceps izquierdo cuando pasó.

– ¡Lady Angelise! – chilló Momoka. Ange se agarró la herida, mientras Jill se preparaba para cargar de nuevo.

– ¡Recupera todo lo que te robaron! – gritó furiosa. – ¡Dales una prueba del infierno, y luego deja que se ahoguen en su propia MIERDA! – Apuntando su cuchillo de frente, Jill se lanzó, con la punta dirigida hacia la cara de Ange.

– ¡Vete al infierno! – gritó Ange mientras se agachaba para evadir el ataque de Jill.

Cogiéndola de la muñeca, terminó dándole la vuelta al impulso de la mujer más alta y lo usó en su contra, para luego estampar la empuñadura de su cuchillo en el estómago de Jill y lanzarla de espaldas sobre la cubierta de vuelo.

– Perdiste cuando decidiste echar todas tus esperanzas en mí, en lugar de pelear por ellas por ti misma. Yo no soy tú, ¿entiendes? ¡Yo soy yo! Tusk me dijo que su padre tenía un dicho. "Nadie sabe realmente lo que está bien o mal". Es una pena que nunca te lo haya dicho a ti, porque definitivamente pensaría que lo que estás haciendo está totalmente mal. Me alegro de que nunca haya tenido que ver en lo que te convertiste... Alektra Maria Von Loewenhurz.

La respiración de Jill comenzó a acelerarse, mientras saltaba para ponerse de pie y cargaba de nuevo.

– ¡CÁLLATE! – le gritó. En ese último momento, Ange saltó y giró, asestándole el talón detrás de la cabeza a Jill. El cuchillo voló fuera de su mano, y se desplomó en el suelo.

– ¿Por qué...? – dijo jadeando. – ¿Por qué tú no...?

– Porque si lo hago a tu manera, Rio no podrá llevar a Hilda a explorar el mundo. – le dijo Ange. – Y yo no podré tener mi Café Ange.

Unas pisadas hicieron eco detrás de ella, y Ange se giró, preparada para otra pelea si era necesaria.

– ¿Están bien, chicos? – preguntó el Jefe. Detrás de él, Maggie y Jasmine se estaban ayudando una a la otra a caminar mientras Zhao Mei las seguía detrás. La joven mecánica se notaba claramente sacudida por todo lo que acababa de ver.

– Perdiste, Jill. – dijo Jasmine. – Sólo acéptalo y trata de salvar la poca dignidad que te queda.

Con la pelea terminada, Maggie se ocupó de atender las heridas de ambas, Jill y Ange, aunque ya no tenía su actitud divertida de siempre mientras lo hacía. Con las muñecas sujetas por grilletes, Jill se encontraba sentada contra el mamparo trasero, con los ojos vacíos y huecos.

– Mei. – dijo Ange. – Necesito que prepares a Villkiss para despegar.

Mei nerviosamente miró a Jasmine, que asintió estando de acuerdo. – Adelante. Ange ganó, así que ahora será su espectáculo.

Una vez que Villkiss se encontraba en posición, Ange se montó en él y se preparó para despegar.

– ¿Y qué vas a hacer ahora? – preguntó Jasmine.

– Voy a pelear. – Miradas de sorpresa se apoder4aron de los rostros de todos. – Jill podrá haberlo llevado de la manera equivocada, pero tenía razón en una cosa. Nadie merece sufrir como lo han hecho las Normas. Así que me uniré a Libertus, pero lo haré a mi manera. Así, después que todo haya terminado, podré vivir con las personas que amo.

Abajo en la cubierta de vuelo, Rio sonrió y asintió. – Felicidades, Princesa. Por fin lo estás entendiendo.

– Entonces ¿vas a ir a ver a Sala? – preguntó Hilda.

– Necesitamos la ayuda de los DRAGONs en esta pelea. – asintió Ange. – Si no, al menos puedo traerla a ella y a las otras dos para aumentar nuestras posibilidades.

– Sólo asegúrate de volver en una pieza, ¿quieres? – le dijo Hilda.

– Si ves a mi mamá, dile que estoy bien. – pidió Vivian.

Una vez que estaban despejados, Ange giró el acelerador e hizo ascender a Villkiss. Detrás de ella, Tusk despegó en su skyhook con Momoka montada detrás de él, mientras un cielo azul infinito se abría ante ellos.

«¿Siempre fue así de hermoso?» se preguntó.

– Y bien, ¿cuál es el plan? – preguntó Tusk por la radio.

– Dispárame. – replicó Ange.

– Espera, ¿qué?

– Villkiss responde a mi estado emocional. Para poder saltar, tengo que estar desesperada, así que adelante, dispárame.

– ¿Te volviste loca? ¡No pienso hacer eso!

– ¿Tengo que llamar a la nave y pedirles que manden a alguien para que lo haga?

Antes que Tusk pudiera responderle, un par de rayos de energía verde de repente comenzaron a llover sobre ellos desde arriba.

– ¿Qué diablos? – exclamó Ange, viendo dos Para-mails negros pasándola de largo, sólo para luego dar la vuelta y alterar su curso para ir hacia el Aurora.

«Esas fueron Ersha y Chris,» pensó al reconocerlas.

– ¡Van hacia la nave! – gritó Tusk.

– ¡Diablos que no! – Deteniendo su ascenso, Ange se dio la vuelta y aceleró para interceptar a los Ragna-mails. En ese momento, Chris y Ersha se habían convertido a modo destructor y estaban bombardeando la nave con sus rifles de rayos. – ¡Si es una pelea lo que quieren, se las vamos a dar!

Esta historia continuará...

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